Academia Colombiana de Pedagogía y Educación Ensayo para acceder a la categoría Miembro correspondiente LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN: ENTRE LA LÓGICA DE LA PRODUCCIÓN Y LAS REGLAS DE JUEGO DE LA FORMACIÓN Rafael Campo Vásquez Bogotá, D. C., Enero de 2005 2 INTRODUCCIÓN El propósito de este ensayo es hacer algunas consideraciones, que contribuyan a aclarar de qué estamos hablando, desde el punto de vista de la pedagogía, cuando nos referimos a la calidad de la educación. El supuesto básico del cual partimos, es que la calidad de algo tiene que ver fundamentalmente con las características que resaltan lo que le es propio; por lo tanto, no pueden haber medidas generalizadas o indiscriminadas de calidad, independientes de la idiosincrasia de aquello que es evaluado o, de las circunstancias en que se presentan. En el caso concreto de la calidad de la educación, consideramos que no se han tenido en cuenta suficientemente, aquellas características que son especificas de la educación como práctica cultural y que, en consecuencia, se ha tratado de medir la calidad de la educación con “estándares” que no reconocen lo que le es esencial. A continuación, mostraremos cuales son los orígenes de esta desafortunada situación y argumentaremos a favor de la siguiente hipótesis: el parámetro o criterio básico de la calidad de la educación, es lo que ocurre en términos de formación en la relación maestro-alumno. EL PROBLEMA Existe actualmente una gran preocupación en el mundo, por la calidad de la educación en todos sus niveles. En Colombia, esta preocupación por la educación básica comenzó a mediados de la década de los setenta del siglo pasado, en relación con las políticas curriculares del Ministerio de Educación. En la educación superior se generalizó especialmente, desde hace unos diez años, a partir de la promulgación de la Ley 30 de Educación Superior. Fue tal la preocupación por la calidad de la educación en este nivel, que para fomentarla, la ley dio origen a varias instancias gubernamentales de acreditación, como el Consejo Nacional de Acreditación (C. N. A.), la Comisión Nacional de Maestrías y Doctorados y Conaces. 3 En la medida en que estas instancias gubernamentales han fijado políticas y procedimientos para la evaluación de programas e instituciones educativas, se ha generado en el país una mayor conciencia sobre la necesidad de promover la calidad en todos los niveles del sistema, a través de mecanismos como la acreditación, el mejoramiento de la gestión, la innovación curricular y la evaluación de los docentes y de los estudiantes. Así es que la calidad de la educación ha sido motivo tanto de políticas estatales, como de discusión académica y proselitismo gremial, lo cual ha llevado a que en su concepción y manejo se mezclen consideraciones de tipo político, exigencias de organismos internacionales y, reflexiones basadas en la investigación y el dialogo científico. Añade a la confusión, el hecho de que por su misma naturaleza, la educación es un “objeto de estudio” interdisciplinario. La filosofía, la antropología, la ciencia política, la sociología, la economía, la psicología, la pedagogía, etc., hacen constantemente sus propios aportes, todavía no integrados entre sí suficientemente. Esto hace que visiones parciales con frecuencia rivalicen, se consideren las únicas validas, y aparezcan como mutuamente exclusivas o contradictorias. Lo anterior ha hecho que en nuestro sistema educativo, el tema del mejoramiento de la calidad se haya vuelto un tema prioritario y muy controvertido; sin embargo, nuestra concepción de la calidad de la educación continúa siendo tan imprecisa, que en general hace referencia a casi cualquier cosa. A veces el tema de la calidad de la educación abarca un nivel de análisis tan amplio que se relaciona con la administración institucional, o con las políticas de desarrollo social en su conjunto; otras veces se refiere a aspectos puntuales del proceso de aprendizaje y de la generación de conocimientos; en otras ocasiones, se reduce a la categoría de logro académico, de resultados cuantificables y se identifica con la eficiencia externa o interna del sistema. 4 Estas concepciones tan diversas, han dificultado la comprensión y la realización de la calidad de la educación. En consecuencia, han hecho de su discurso una moda sobre la cual se discute mucho pero que poco aclara en qué consiste verdaderamente. Por lo tanto, siguen persistiendo muchas dudas sobre lo que en realidad significa calidad en la educación. El resultado más perjudicial de esta confusión, se manifiesta en el momento de evaluar la calidad educativa, porque entonces se genera una gran controversia respecto de cuáles son los criterios, los indicadores y los instrumentos más adecuados para su medición. ANTECEDENTES HISTORICOS Fue en el sector productivo, hacia finales de los años cincuenta del siglo pasado, donde se planteó por primera vez la necesidad de buscar mejoras sustanciales y sistemáticas en la calidad de los procesos y los productos industriales. Así comenzó el desarrollo de los modelos estadísticos y de las estrategias de control y estandarización de la calidad en las líneas de producción. Esta tendencia apareció inicialmente en el Japón, para favorecer los esfuerzos de reconstrucción de su economía de post guerra y para mejorar su competitividad comercial internacional. Algo más de una década después, la preocupación por la calidad se trasladó al sector educativo, cuando se hizo obvio que los aumentos cuantitativos en la matrícula, no eran suficientes para promover el desarrollo económico, especialmente en los países no desarrollados. Pero, en lugar de que este hallazgo generara modelos propios de mejoramiento cualitativo de la educación, se volvió costumbre aplicar de manera poco crítica a la educación, los modelos de mejoramiento de la calidad diseñados para el sector productivo manufacturero. Esto ha hecho que a lo largo de los años, se haya tratado de medir y promover la calidad de la educación, con modelos como los de la administración por objetivos, la reingeniería y la planeación estratégica, entre otros. Los más resientes desarrollos en los intentos por mejorar la calidad, ya no solo en el sector manufacturero, sino en las organizaciones complejas de cualquier género, han incorporado 5 variables psico-sociales. Así, ahora se habla de la importancia de las relaciones entre los actores que participan en los procesos productivos y de su grado de compromiso e integración con empresa. Se ha vuelto evidente que en la búsqueda de una mayor productividad, también los “factores humanos” constituyen un ingrediente crucial. Las teorías más innovadoras hablan de “organizaciones que aprenden”, de “ clientes externos e internos” y organizaciones planas en que se desverticaliza la autoridad y la información. LA CALIDAD COMO CONTROL, ESTANDARIZACIÓN Y PRODUCTIVIDAD. Por lo anterior, los modelos para mejorar la calidad de la educación, provienen en su gran mayoría del contexto de las fábricas y están muy relacionadas con asuntos que tienen que ver con la ingeniería, la economía, la administración de empresas y, como ya anotamos, recientemente con la psicología y la sociología organizacional. Esto explica su énfasis predominante en la productividad y la eficiencia de los procesos. Se trata de hacer más eficaz la producción mediante la estandarización, su producción en serie y el mejoramiento de los flujos de información y las relaciones humanas. La clave para lograrlo es maximizar el control de los procesos, el seguimiento a los resultados por niveles y etapas, con miras al mayor rendimiento y la eficiencia del sistema. Estas condiciones se asumen también en el sector educativo, como requisitos indispensables y como los mejores indicadores de la calidad. En el país, lo más reciente de esta tendencia es el intento de aplicar teorías de calidad total al mejoramiento de las instituciones educativas. Se han generalizado especialmente las que se basan en modelos de “insumo-proceso-producto”. Estos modelos toman a los estudiantes como la materia prima que debe ser transformada por los procesos educativos para culminar en un producto que satisfaga las exigencias del mercado laboral. Entre los llamados insumos, se le da prioridad a elementos cuantificables como el número y el área de las instalaciones físicas, el número de libros y documentos en las bibliotecas, el número de estudiantes y profesores, la cantidad de los recursos financieros. Así mismo, los llamados productos se cuantifican en 6 términos de número de carreras y otros cursos ofrecidos, número de egresados, número de publicaciones y puntajes obtenidos en pruebas de evaluación estandarizadas, etc., ... No es que estos indicadores de insumo-proceso-producto, no se refieran a aspectos importantes de cualquier organización compleja, incluyendo las educativas. Por ejemplo, si en un colegio o en una universidad el número de aulas o de laboratorios o de auditorios o de canchas deportivas es adecuado, eso necesariamente incide sobre la calidad de la educación que se ofrece; o si el número de profesores es el que debe haber con relación al número de estudiantes, esto también influye necesariamente sobre la calidad de la educación que se imparte. Esto nos lleva a plantear que es indispensable distinguir entre los que se pueden llamar “condicionantes” de la calidad de la educación, y los que son sus “determinantes”. Obviamente, el supuesto detrás de la aplicación de estos modelos al sector educativo, es que la fábrica y la escuela -entendiendo por escuela cualquier institución educativa- son organizaciones complejas análogas y que, por lo tanto, medir la calidad de los procesos productivos es algo muy similar a medir la calidad de los procesos formativos. En otras palabras, se asume que son muchos más los parecidos que las diferencias entre una fábrica y una escuela. Lo anterior puede ser cierto, en el sentido de que ambas son organizaciones complejas que requieren para su adecuado funcionamiento ciertos procedimientos similares de gestión administrativa; por ejemplo: propósitos viables y coherentes, líneas de autoridad bien definidas, especialización de cargos, manejo financiero adecuado, disponibilidad de recursos suficientes, etc., ... Pero, más allá de estas similitudes de carácter formal y genérico, propias de cualquier organización compleja, se destacan las diferencias ya que es absurdo concebir la escuela como una fabrica de seres humanos. 7 Hacer esto, equivale a asumir la educación como un proceso en el que se moldean los estudiantes en productos aptos y adiestrados que llenen las demandas del mercado laboral del momento. Se busca asegurar la calidad masificando, y estandarizando las acciones educativas, tratando de controlar las múltiples variables intervinientes –administrativas, psico-sociales y tecnológicas-, que son el soporte organizacional de lo propiamente educativo, pero que no son de su esencia. Se cree que es posible mejorar cualitativamente al ser humano, considerándolo y valorándolo como producto terminable. LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN COMO AUTONOMÍA, IDENTIDAD Y CREATIVIDAD. Por el contrario, cuando se piensa en la calidad de algo lo más importante es tener en cuenta sus rasgos más distintivos, aquellos con relación a los cuales se debe procurar su excelencia, los que hacen que algo sea sí mismo en su máxima expresión. El origen etimológico del termino “calidad”, nos ayuda a aclarar el punto. Este tiene sus raíces en “Qualitas”, que se deriva del latín “Qualis”, lo cual se refiere a la índole o la naturaleza de una cosa, que equivale al modo de ser de algo. En otras palabras, la calidad de algo tiene que ver con lo que le es esencial. Por consiguiente, al preguntarnos por la calidad de la educación debemos considerar, ante todo, aquellas cualidades que le son propias, que le son inherentes, es decir, en última instancia por su razón de ser o su sentido. Recordemos, que la educación está arraigada en los mismos orígenes de lo humano en cuanto cultura, y que, por ello, es inseparable de la realización humana, porque el ser humano es un ser nunca terminado, siempre en proyecto. En consecuencia, al ser humano no le es posible no educarse, ya que siempre para desarrollar su humanidad debe asimilar la cultura en que se encuentra inmerso. 8 Todas las sociedades encomiendan a las instituciones educativas, la responsabilidad de posibilitar y propiciar el desarrollo humano. A este proceso de conversión de los individuos en personas, es a lo que llamamos formación. Por él, los miembros de cada generación retoman el acervo cultural y posibilitan su renovación, con la manera propia como asimilan y transforman la tradición, especialmente a través de prácticas culturales. Gadamer define “Bildung” (formación) como el proceso por el que se adquiere cultura: “como el modo específicamente humano de dar forma a las disposiciones y capacidades naturales del hombre”1. Así, sólo existe educación en cuanto está ocurriendo, es decir, en cuanto cada ser humano va formándose. Por esto, la educación nunca tiene productos finales, sus resultados siempre hacen parte de la formación humana que es continua e integral a lo largo de la vida. En síntesis, la razón de ser fundamental de la educación, su sentido, es el proceso de formación en sí mismo: la permanente humanización de los seres humanos, en una cultura y por medio de ella. Por lo tanto, la calidad de la educación debe ser evaluada, prioritariamente, en relación con los procesos de formación que propicia, y no como se miden los procesos de producción industrial. CONDICIONANTES Y DETERMINATES DE LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN. De esta manera, se revierte por completo el problema de la calidad de la educación: se deja de centrar la atención exclusivamente, en los aspectos que tienen que ver con la eficiencia organizacional y con una concepción de lo educativo como “fabricación de seres humanos”, y se le da prioridad en la búsqueda de la calidad, al desarrollo humano que ocurre durante el proceso de formación; todo ello, en relación con las particularidades y contingencias personales y culturales de los estudiantes y profesores. Se aclara que fundamentalmente de lo que se trata, es de propiciar que cada ser humano desarrolle su propio potencial como persona, -su 1 Hans-Georg Gadamer. Verdad y Método. Ed. Sígueme, Salamanca, 1984. pág. 39 9 autonomía, su identidad, su creatividad-, en un proceso siempre incierto, inédito, nunca acabado y siempre contextualizado culturalmente. A partir de estas consideraciones, se vuelve obvia la necesidad de distinguir entre condicionantes de la calidad de la educación y determinantes de la misma. Los condicionantes se refieren a todos aquellos elementos, cuantitativos y cualitativos, de carácter organizacional, que establecen circunstancias propicias para que los procesos educativos puedan llevarse a cabo en condiciones favorables, políticas, económicas, administrativas, tecnológicas, etc.,... En otras palabras, los condicionantes de la calidad de la educación tienen que ver con todas aquellas estructuras y funciones organizacionales que tipifican a las instituciones educativas como entidades burocráticas, fundaciones, asociaciones, empresas o negocios. Por el contrario, los determinantes de la calidad de la educación corresponden a todos aquellos proyectos, programas, procesos y especialmente situaciones e interacciones personales que son propiamente educativas, que distinguen a la educación de otras actividades humanas, esto es, aquello que le es intrínseco que, como ya dijimos, se refiere a su responsabilidad formativa en todas las culturas humanas. Esta distinción entre condicionantes y determinantes de la calidad de la educación, es una posible manera de superar los inconvenientes que se han dado como consecuencia de lo que anotábamos en los antecedentes históricos; o sea, la aplicación acrítica e indiscriminada de modelos manufactureros de calidad a los procesos educativos. No desconoce la importancia de las condiciones organizacionales en las instituciones educativas, pero aclara que “la causa de la fiebre no está en las sabanas”, y exige especialmente a los educadores que reconozcamos los determinantes más próximos e importantes de nuestro quehacer, así estos se manifiesten a veces a través de evidencias indirectas y muy sutiles, que requieren maneras especiales de reconocerse. 10 DE LA LÓGICA DE LA PRODUCCIÓN A LAS REGLAS DE JUEGO DE LA FORMACIÓN EN LA RELACIÓN MAESTRO- ALUMNO. Desde nuestro punto de vista, el mayor determinante de la calidad de la educación es lo que acontece al interior de la relación maestro-alumno; lo que pasa en esta relación no es simplemente un factor más entre otros que afectan la calidad de la educación: es precisamente el fundamento de la calidad de todo proceso educativo, porque allí es donde definitivamente se juegan las posibilidades de la formación humana en contextos educativos. Al proponer este planteamiento, surge inmediatamente la pregunta ¿Qué implica asumir un modelo de valoración de la calidad de la educación desde esta perspectiva y qué consecuencias tiene para nuestra labor como educadores? La mejor manera de contestar esa pregunta es hacer explícita la gran diferencia, a veces contradictoria, entre “la lógica de la producción” y lo que son “las reglas de juego de la formación”. Nuestra propuesta es que, hasta ahora, estas diferencias no han sido suficientemente estudiadas y que mejoramientos sustanciales en la calidad de la educación dependen de que se supere esa confusión. Para terminar, nos permitiremos ilustrar con dos o tres ejemplos, la gran diferencia que hace en la calidad de los procesos educativos, asumir aspectos críticos de la relación maestro-alumno desde una lógica de la producción, o tomando en serio las reglas de juego de la formación. 1. El valor del error La calidad total en los procesos productivos, en última instancia se manifiesta a través del indicador “cero errores”. La completa eliminación de los errores se requiere como condición necesaria de un óptimo de calidad en la línea de producción y en las características del producto final. Por consiguiente, desde esta lógica los errores se consideran hechos perjudiciales y 11 accidentales que deben evitarse a toda costa; deben eliminarse porque ocasionan pérdidas de dinero, de tiempo, de recursos y en definitiva de competitividad. En términos de las personas involucradas, el requisito para permanecer vinculadas a la producción es no cometer errores, porque éstos acarrean todo tipo de sanciones o el despido. Se da por sentado que estas personas deben tener los conocimientos que se requieren para el trabajo sin errores y las correspondientes competencias. Por lo tanto, desde la lógica de la producción los errores tienen un carácter totalmente negativo. En contraste, ¿Qué ocurre cuando se aplica esta misma lógica a los procesos formativos? ¿Qué pasa cuando un maestro se niega a reconocer que cometer errores es algo normal en la conducta de sus estudiantes? La consecuencia es que no se le reconoce al estudiante algo propio de su condición de estudiante y no se entiende la verdadera naturaleza de los procesos formativos. Necesariamente ser estudiante quiere decir que no se sabe lo suficiente o que todavía no pueden hacerse las cosas bien. La posibilidad de adquirir conocimientos y de obtener unas habilidades, está inevitablemente ligada a seguir haciendo lo que todavía no se domina, a cometer errores que puedan ser asumidos como oportunidades de aprendizaje; en las reglas de juego de la formación de lo que se trata es de aprovechar los errores para superarlos y no de eliminarlos, prohibirlos o sancionarlos. Cuando se banaliza la relación maestro-alumno y se reduce a un simple e inequívoco proceso de “enseñanza-aprendizaje”, es más fácil creer que la lógica de la producción es la adecuada para los procesos educativos. El guión que se usa en esta expresión entre enseñanza y aprendizaje, implica una relación no problemática, directa, no mediada y unidireccional entre lo que se enseña y lo que se aprende. En otras palabras, lo anterior sugiere que todo lo que se enseña se aprende o debe ser aprendido, y que todo lo que se aprende es enseñado o debe ser enseñado. La realidad es otra porque la articulación entre la enseñanza y el aprendizaje es uno de los puntos más críticos de la 12 educación, especialmente cuando entendemos que está inmersa en la complejidad de la relación maestro-alumno. A veces se nos olvida que el estudio -que es lo propio de ser estudiante -, es el principal mediador entre la enseñanza y el aprendizaje en situaciones educativas escolarizadas. Al estudiar ocurre principalmente la superación de los errores por un proceso de auto-enseñanza del estudiante apoyado por el maestro. Cuando un estudiante deja de cometer errores, de hecho deja de ser estudiante. La justificación de que permanezca como estudiante, es que todavía cometa errores; a diferencia de lo que ocurre en la lógica de la producción, el estudiante es “despedido”, o se gradúa, cuando ya no incurre en errores, cuando ya sabe y ya puede. Por esto, en la relación maestro-alumno, la principal celebración se lleva cabo cuando culmina; lo contrario de lo que pasa en la gran mayoría de las relaciones humanas positivas –amorosas, de amistad, de asociación-, en donde la terminación es normalmente motivo de tristeza o evidencia de fracaso. 2. El acompañamiento indispensable. En la lógica de los procesos productivos es claro que éstos deben darse en función de la calidad de los productos. En la medida en que un producto cumple los estándares de calidad prefijados, sus procesos de elaboración se justifican; así en esta lógica, los medios están justificados por el producto final. Pero, ¿Qué pasa en los procesos formativos? El siguiente caso nos concreta la idea. Supongamos que en una fábrica un jefe de producción, le pide a un ingeniero que elabore unos cálculos que se requieren con urgencia para solucionar un problema. Lo que le interesa al jefe de producción es que cuando se cumpla el plazo que le dio al ingeniero, él le entregue los cálculos bien hechos. 13 Al jefe de producción, no le importa qué le haya ocurrido al ingeniero en el proceso de elaborarlos: si tenía la información necesaria o tuvo que investigar, si los hizo con facilidad o con dificultad, si le dio gusto hacerlos o si fue aburridor o frustrante, si aprendió algo nuevo o simplemente aplicó lo que ya sabia, si le quedaron inquietudes o fue un trabajo rutinario, etc... Al jefe de producción lo tiene sin cuidado especialmente si el ingeniero aprendió algo en el proceso de elaborar los cálculos, porque se supone que ya debía saber lo necesario para hacerlos. Aun menos le preocupa si el ingeniero con esta experiencia mejoró como persona. Su responsabilidad como jefe de producción se reduce a recibir los cálculos bien hechos y a tiempo para solucionar el problema que estaba pendiente. Comparemos esa situación con lo que puede ocurrirle a una profesora de segundo elemental, quien le está enseñando a sus alumnos a sumar y a restar. En esta situación, si la profesora adopta la lógica de la producción, lo que hace es poner una tarea de la siguiente manera: “niños, hagan estas sumas y estas restas... tienen un cuarto de hora para entregar la tarea”. Luego, ella se sienta en su pupitre a vigilar y esperar que los estudiantes hagan la tarea. Al final coloca una calificación: bien, mal, regular, y a lo mejor añade algún comentario. Por el contrario, si la profesora asume las reglas de juego de la formación, estará muy pendiente de lo que les ocurre a sus estudiantes durante la ejecución de la tarea. Lo más importante de todo el proceso es lo que les pasa a ellos al hacerla; por ejemplo: qué significa la tarea para ellos, qué retos les propone, qué están sintiendo, cómo están pensando, cómo es el camino particular que cada uno sigue, cuales son sus dificultades, cuales son sus dudas, cuáles sus avances. La intervención personal, atenta y muy comprometida de la profesora, es decisiva a diferencia de lo que ocurre con el jefe de producción. Su motivación, sus explicaciones, sus correcciones y sus consejos en general, son parte indispensable del proceso para que adquiera un carácter formativo. 14 Aquí, vale la pena aclarar la diferencia y la relación entre un proceso de aprendizaje y un proceso de formación. El aprendizaje se refiere a la adquisición de algunos conocimientos y/o habilidades que se consideran valiosas en un contexto educativo. La formación tiene que ver con las consecuencias del aprendizaje en la conformación o transformación del individuo como persona; está mucho más cerca de lo que en general llamamos “maduración”. El aprendizaje puede ocurrir en cualquier circunstancia de la vida, y de hecho es característico de los seres vivos en general; puede ser el resultado de experiencias o reflexiones exclusivamente individuales, o puede ser enseñado o inducido por otra persona. La formación siempre requiere de la relación con un “Otro” con quien se establecen vínculos más profundos de identificación, afectividad, guía, o modelaje que no son simplemente imitativos. En otras palabras, “nadie forma a nadie, pero nadie se forma sólo”. Si la profesora de verdad acompaña a sus estudiantes en el proceso de elaboración de la tarea, puede sin ningún problema, sin ninguna pérdida, arrojar sus resultados al cesto de la basura cuando los estudiantes la terminan, porque como ya hemos aclarado, en las reglas de juego de la formación las consecuencias importantes se dan en lo que les ocurre a los estudiantes al hacerla, y no en el producto de la tarea como tal. Es todo lo contrario de lo que pasa en la lógica de la producción, donde los procesos están en función de los productos y no los productos en función de los procesos. Si el jefe de producción recibe los cálculos del ingeniero y los bota a la basura, está cometiendo un error craso; lo mismo ocurre si la maestra sólo se fija en los resultados de la tarea. 3. La permanente incertidumbre Otra diferencia muy significativa entre la lógica de la producción y las reglas de juego de la formación, es que en los procesos educativos nunca se sabe cuales van a ser finalmente las consecuencias. Nunca se sabe con certeza que pasará con los estudiantes de un curso a otro o, al 15 culminar sus estudios. Son tan frecuentes los casos en que un buen o un mal estudiante terminan siendo exitosos o felices en la vida, como aquellos en que ocurre lo contrario. Como educadores tenemos que convivir con esta incertidumbre. Aún más, con la ambivalencia de nunca saber como afectará a nuestros estudiantes algo que decimos o hacemos y que creemos verdadero o valioso. En este sentido, los propósitos educativos tienen un alto componente de fe y esperanza y no de control y predictibilidad. Se debe tener la confianza en que los efectos esperados se darán, pero nunca se tiene la certeza. Por el contrario, en la lógica de la producción no son admisibles las incertidumbres acerca de cómo quedara el producto, de cuales serán sus características de calidad. Se trabaja sobre la base de las especificaciones técnicas, la precisión y la capacidad de asegurar lo que se quiere lograr. Las desviaciones de los objetivos de la producción son necesariamente equivocaciones, o por lo menos indeseables consecuencias. Por eso los objetivos toman la forma de estándares de calidad. Los anteriores, son solamente tres ejemplos de la enorme diferencia que hace para la calidad de la relación maestro-alumno, aplicar en ella una lógica de la producción o asumir las reglas de juego de la formación. Queda claro que, cuando se trata de establecer los condicionantes de la calidad de la educación -sus soportes organizativos-, los principios derivados de la lógica de la producción son útiles y apropiados. Sin embargo, cuando aspiramos a mejorar los procesos educativos en sí mismos, esto es, lo que esencialmente ocurre al interior de la relación maestroalumno, es indispensable que apropiemos las reglas de juego de la formación. 16 EN CONCLUSIÓN: En nuestro propósito de mejorar la calidad de la educación, es importante distinguir sus condicionantes de sus determinantes. Los condicionantes son aquellas circunstancias organizativas que obedecen a una lógica de la producción, que en sí mismas no tienen consecuencias educativas, pero posibilitan su ocurrencia. Los determinantes son aquellos componentes de la relación maestro-alumno que corresponden a las reglas de juego de la formación y son sus propiciadores fundamentales. La calidad de la educación depende tanto de sus condicionantes como de sus determinantes, pero de manera diferente y en ámbitos distintos. Un error grave ha sido confundirlos o creer que lo uno remplaza a lo otro. En el intento interdisciplinario por comprender y mejorar la educación, lo que nos corresponde en particular a los educadores y a los pedagogos es actuar según las reglas de juego de la formación en las relaciones maestro-alumno.