Prestidigitación y engaño: Txema Montero y la línea “blanda” del MLNV Lo imposible sirve aunque no es posible La función de la utopía es una función práctica. El viejo Karl Marx, tras enfilar su crítica a aquellos ilusos que se prestaban a elaborar en el papel modelos perfectos de sociedad, no renunció nunca al impulso utópico en cuanto acicate de los esfuerzos actuales de los revolucionarios conscientes. Podía ser que la revolución y la sociedad ideal no se dieran en un plazo breve: pero la constancia su perspectiva inmediata resultaba muy útil a la hora de conseguir que los militantes revolucionarios le siguieran como ovejitas hacia donde el quisiera. Lo imposible posee alguna posibilidad, aunque esta no tenga nada que ver con lo imposible; sirve para algo. En momentos como los de ahora, donde el perfil vital de las opciones políticas es más bien bajo y donde muchas personas consideran los partidos como simples órganos de gestión, como extensión civil de los departamentos burocráticos estatales, vale la pena recordar la función política de la poética utópica. Toda ilusión produce dos tipos de fuerza: la propia de la ilusión y la propia de la frustración. El amor revierte en odio, y viceversa. Lo que no cambia es la intensidad desatada de las pasiones, el elemento de conciencia que enardece los ánimos y hace saltar en pedazos las barreras convencionales de la política. Desde este punto de vista, la ilusión nada tiene que ver con su objeto (ya sea la paz, la construcción nacional, etc) sino es en relación con una determinada política práctica. El MLNV esgrime constantemente esa dimensión práctica de la utopía. Nos habla de distantes ideales, de fraternidades que se esconden tras horizontes inabarcables, de eléctricos inmediatismos desde los cuales se instaurará rápidamente el reino de Jauja. Toda esta verborrea sobre futuros color de rosa, mientras los muertos, los ataques, las histerias mediáticas y las perplejidades se suceden, producen un doble efecto: los políticos al uso se creen muy prácticos y muy listos y miran con condescendencia de viejos jubilados los gritos de utopía provenientes del MLNV; mientras que gentes que perciben que el pragmatismo y la racionalidad de esos políticos no ha servido para solucionar el problema, empiezan a otorgar credibilidad a los esquemas utópicos del MLNV: al menos, piensan, ofrecen algo distinto. Si bien ambas impresiones están equivocadas, poseen una utilidad práctica evidente para el MLNV: los políticos al uso se esconden tras la costra de prejuicios que les caracteriza y resuelven el problema en la teoría de una manera que lo convierten irresoluble sobre la práctica –subestimando al MLNV y sus estrategas como un montón de locos, ilusos y criminales. Las gentes de cierta inquietud perciben con viveza la frustración de unos partidos que no solucionan un problema que les compete, y descreen de ellos a la vez que ven el problema de la violencia con los ojos de la fatalidad. El reino de la fatalidad es el caldo de cultivo de las ideas descabelladas. “Hay que hacer algo” es la frase balsámica que se traduce de esta situación. Aunque ese “algo” no tenga ni pies ni cabeza. Divídete y vencerás Frente a los santones de la utopía, frente a aquellos que prometen luchar contra el capitalismo mundial, instaurar un estado vasco en los próximos pocos años, conseguir un modelo social sin accidentes laborales y de coche, etc, etc –es decir, frente al discurso oficialmente utópico del MLNV, cuya función, además de la descrita, es la de abducir a aquellos partidos y movimientos susceptibles de ser acicateados, a la cuadrilla de ilusos de turno- se alzan las voces críticas del MLNV, los “blandos”, las personalidades que en los medios de comunicación dan la cara racional y ponderada del movimiento. Tendemos a ver en los políticos primariamente la realidad personal de una opinión particular. Esto, que más o menos puede valer para lo que son los representantes de la mayoría de los partidos, no sirve respecto al MLNV. Cuando se habla de “movimiento” –como forma de integrar organismos aparentemente tan distintos como ETA, LAB, JARRAI, Euskal Herrian Euskaraz, Elkarri, etc, etc- eso significa que la concepción tradicional de funcionamiento político no cuadra con ello. El MLNV es una corporación múltiple donde las personas y organismos tienen funciones diferenciadas y complementarias. Pero cuando la dirección oculta y desformalizada del MLNV –lo que se entiende por KAS- decreta una serie de instrucciones, entonces los integrantes del movimiento, por mucho que discrepen, son condenados al ostracismo y al silencio. Ese es el caso de los antiguos miembros de HASI: purgados en el año 1988, su secretario general Txomin Ziluaga, en una demencial entrevista que apareció en un Punto y Hora, exhibió todo un ejercicio de autocrítica digno de los Procesos de Moscú o de la Revolución Cultural China, donde se decía, más menos, que “se podía tener razón o no tenerla” pero que al final no importaba –lo importante era el papel ejemplar disciplinario de su caso y del de su grupo. Estos militantes fueron condenados al silencio y al ocultamiento sin darles la menor opción de autonomía personal. Eso significa: dentro del MLNV no existen más discrepancias que las que la dirección de KAS considere beneficiosas. Como hacía el viejo Mao, que mandaba a los gerifaltes del partido a los arrozales –el caso de Den Xiaoping- hasta que los reclamaba para que desempeñasen responsabilidades nuevamente, así los purgados de 1988 han sido reclamados de nuevo para que saliendo de sus catacumbas engrosen las nutridas filas del comisariato político del MLNV, en estos tiempos donde el control social férreo es más necesario que nunca. ¿Podemos considerar, siquiera un momento, que Txema Montero ocupe su lugar en la fundación Sabino Arana sin la aquiescencia, aunque sea lejana, de sus antiguos compañeros del MLNV? ¿Es posible imaginar que Elkarri, aunque apartada de su madre KAS, tendría toda la cancha que tiene si los estrategas del MLNV no le vieran alguna utilidad? Y es que no niego desde estas líneas la posibilidad de una evolución ideológica de las personas. Lo que pasa es que en el contexto de Euskadi cuando una deserción ha hecho verdadero daño y ha puesto verdaderamente en cuestión el carácter del movimiento, entonces las represalias no se han hecho esperar. Las mismas razones que servían para matar a Yoyes podían servir para hacer lo mismo con los supuestos disidentes del MLNV. Si estos no mostraran cierta utilidad. Y ese es el caso. El caso es que la ruptura de la tregua causa muchas desilusiones y también dentro del MLNV. Hay que asegurarse que estas personas, deprimidas por la reanudación de la lucha armada y el recrudecimiento de la kale borroka, no se descuelguen del proyecto. Que sigan guardando ilusiones y que sigan apostando por la operación política de Lizarra. Que se les diga que se ha andado un camino –aunque estemos peor que antes de comenzarlo; que se les proponga una nueva zanahoria, la posibilidad de una nueva tregua, sólo conseguible a cambio de un buen índice de docilidad. Que sigan tragando sapos con la ilusión de que algún día tragarán flores. Para ello organismos como Elkarri, personalidades como Txema Montero o Patxi Zabaleta –militantes avezados, de larga vida en los pasillos burocráticos de la oficialidad del MLNV- tienen una función muy concreta. Como se lo hacen Miembros oficiales o no oficiales del MLNV, todos ellos convergen en una misma cosa: la permanencia de Lizarra en tanto modelo de “acumulación de fuerzas” –en tanto imagen de una mayoría virtual. Ninguno, por muy beligerante que se muestre ante el uso de la lucha armada, es partidario de que Lizarra se rompa. Es decir: el ejercicio de la lucha armada y la violación de los derechos humanos constituye un factor secundario. Lo importante es la “correlación de fuerzas”. Que sea favorable al MLNV. La razón principal de su rechazo a la lucha armada y a la kale borroka se debe a que afecta la posibilidad de esa “correlación de fuerzas” positiva. Esta labor no resulta sencilla. La buena voluntad de la gente, que tras años de desesperanza quisiera que sus deseos de paz se tradujesen en realidades, es un factor muy positivo para este tipo de operaciones de lavados de cara. Pero la justificación de la permanencia del acuerdo político de Lizarra, cuando el MLNV muestra su rostro más sanguinario, eso exige grandes dosis de sutileza y de convicción. Hay que plantear un análisis más o menos real de la situación –pues la gente está ya bastante escarmentada, y tiende con facilidad al escepticismo. Y luego, como si tal cosa, dando un salto mortal, haciendo una petición de principio o retorciendo una realidad, proponer lo de siempre: que hay que aguantar en el fango pase lo que pase. Ejemplo de esta técnica es un artículo publicado en DEIA (2-5-2000) por parte de Txema Montero. El ex eurodiputado de HB hace primeramente una reflexión acerca de la ideología y la metodología de ETA. En este sentido, subraya que las últimas filtraciones periodísticas por parte de la organización armada, “es, a mí entender, el instrumento de una evidente estrategia tendente a “profundizar contradicciones”, aún fortaleciendo coyunturalmente al “enemigo principal” –esto es Gobierno español-, para así debilitar al hasta ahora aliado y obtener fuerzas propias de la flaqueza de aquel”. Y prosigue: “Puesto negro sobre blanco y en la visión de ETA: como el PNV y EA no aceptan nuestro camino de construcción nacional, generamos contradicciones en su seno y en virtud de su debilitamiento, quizás escisión, engrosaremos nuestras filas y, sobre todo, clarificaremos el panorama político polarizando el país: de un lado nosotros –los verdaderos abertzales- por el otro, ellos –los españoles vergonzantes o confesos. De este modo poco importa, contradicción secundaria, que por el momento el Estado español se fortalezca, que el lehendakari próximo sea “españolista” o que la negociación política se postergue”. Txema Montero considera que la metodología e ideología maoístas son la guía del pensamiento de ETA y aplica la teoría maoísta a la reflexión posible de la organización armada acerca de las razones que le impulsan a llegar a estos actos que perjudican claramente al nacionalismo. En este sentido, la reflexión de Montero es correcta –ya que se adhiere a la lógica por la cual ETA se mueve. Su reflexión llega hasta el fondo, trayendo a colación la crítica efectuada por la organización armada a los partidos nacionalistas: “Los blandengues, dubitativos o sediciosos..., que no entendían el porqué de la ruptura de la tregua, la razón de la no participación en las elecciones generales, o el asesinato de Buesa, tienen finalmente una explicación: PNV y EA no cumplieron lo acordado y reciben de paso una admonición: olvidaros de cualquier salida negociada si no es conducida bajo nuestros presupuestos. La negociación se formula así como lo que siempre fue, un medio para la acumulación de fuerzas, no un instrumento para la resolución del conflicto”. El realismo del que hace gala Txema Montero es impresionante. ETA prefiere liquidar antes a PNV y EA para que la contradicción entre el MLNV y el estado español se traduzca en toda su pureza bipolar. Para ello no le importa llegar a una connivencia tácita con el Gobierno –en el caso de las filtraciones- o que en Ajuria Enea se establezca un lendakari “españolista”. Por último, la negociación no es más que un instrumento de lucha, de acumulación del fuerzas, con el cual se pretende llevar la iniciativa hasta un escalón más alto desde el cual volver a reproducir el conflicto en condiciones más favorables. Hasta aquí la parte “real” de la reflexión de Txema Montero. La parte “irreal” –el engaño que acompaña a su análisis- se basa en tres puntos: 1) La reflexión de Txema Montero posee un tinte autobiográfico más que discutible. Ya que parte de una entrevista con un amigo, en relación a la China de Mao, “hace veinte años”, donde, supuestamente, el ex eurodiputado de HB no llegó a entender las implicaciones del “materialismo dialéctico”. Hace veinte años Txema Montero era miembro de HASI, partido dirigente de la revolución vasca, heredero de la metodología maoísta recogida por la V Asamblea de ETA. No había evidentemente necesidad de ningún amigo para explicarle a Txema Montero lo que el conocía de primera mano en Euskadi. Está claro también que de algún modo hay que borrar las huellas ideológicas que delatan a uno. 2) Montero interpreta esta estrategia como una “involución de ETA hacia los presupuestos de Oldartzen”. Lo cual no es verdadero. La tregua de ETA era “táctica” –como lo reconocen en los documentos filtrados- era realmente una treguatrampa. Este periodo ha servido para conseguir rastrillar los aspectos negativos de la estrategia Oldartzen, pero esta seguía en vigor. Es más: nada se hubiese conseguido sin antes “socializar el sufrimiento”, sin extender la violencia hasta los rincones más recónditos del espacio político y social –sin haber sometido al nacionalismo a la presión de la persistencia de un escenario cada vez más degradado para la causa nacional vasca, ante el cual urgía una solución rápida al problema de la violencia. La tregua fue un paréntesis engañoso, fue un momento táctico, pero no la refutación de Oldartzen. La tregua subrayaba el aspecto positivo e ilusionante de Oldartzen –el referente a la oferta política de cara a una posible pacificación. Ahora Oldartzen, que nunca fue derogado, nos ofrece nuevamente su otra cara, la más fea. 3) Finalmente, en pirueta difícilmente explicable desde la lógica formal que rige los cerebros de la mayoría de los mortales, Montero afirma que “Por mí parte sostengo que el tránsito no ha sido baldío. Hoy más que nunca amplias bases del MLNV creen en la sinceridad de la posición de PNV y EA en la búsqueda de una paz justa y duradera; la credibilidad de estos partidos en el seno de la izquierda abertzale es una de las razones que ha llevado a ETA a la desesperada actuación de publicar los documentos”. Con este juicio de valor, que así lo reconoce su autor, echa por tierra todo el análisis precedente. Dice que “amplias bases del MLNV” hoy creen en la buena voluntad de los partidos nacionalistas, que estos han ganado en “credibilidad”. Si han conseguido tal “credibilidad” dentro del MLNV, la credibilidad de su propia militancia y de la sociedad, se ha visto notablemente mermada con toda la cuestión de las filtraciones –y además, ese era el objetivo de ETA: dejar a los nacionalistas con el trasero al aire. La credibilidad conseguida respecto a esas “amplias bases” no se ha traducido en una movilización de estas, por ejemplo, en las últimas elecciones. Montero nos pone otro caramelo en el camino: el de unas bases del MLNV proclives hacia los nacionalistas. Algo que en función del último índice de evaluación (las elecciones) no se ha demostrado. Nos propone un viaje con las alforjas vacías y nos dice que están llenas. Por otro lado, la acción de ETA es, según él, “desesperada”. Lo cual significa que la estrategia de planificación maoísta de la que nos da cumplida cuenta en la parte de su análisis real quedaría refutada. Una contradicción tan grande tiene que ser voluntaria, es decir, tiene que servir para algo. Desvaría que algo queda Esta es la definición del “materialismo dialéctico”: una contradicción aparente que resuelve en una función concreta. En el caso que nos ocupa, Txema Montero, desde su conocimiento evidente del MLNV, narra la lógica interna del movimiento: reproducción de conflicto, de contradicciones, como fuente de fuerza –el antagonismo como desatador de convulsiones sociales. Para ello es necesario un escenario político precario: una paridad de fuerzas, un enconamiento ideológico. Eso es lo que está consiguiendo el MLNV. Y frente a este análisis, coincidente con las percepciones y la sensibilidad de un electorado nacionalista noqueado por los signos ominosos de desestabilización y pérdida de poder político, nos ofrece su terapia: “Siempre he sostenido que el gran cambio del MLNV sólo vendrá del previo cambio de ETA. Vista la imposibilidad inmediata de los grandes cambios habrá de estarse a los pequeños y entre ellos la acogida que las propuestas políticas del PNV puedan tener entre las ahora recientemente desencantadas bases de HB”. Es decir, ETA, que no cambia, “tiene que cambiar”. Este es el discurso de la interlocución blanda del MLNV, incluido el discurso de Arnaldo Otegi, donde se apuesta por convencer a aquellos que utilizan la violencia de que esta no es útil. Pero ¿Cómo demostrar que la violencia no es útil si esta “sirve”, de un modo clarísimo, al fin para el que ETA la ha encomendado: para desestabilizar, convulsionar y dividir? No sirve para la “construcción nacional” del PNV y de EA, está claro –este es el hecho que omite sabiamente Montero, ya que sabe perfectamente que la “construcción nacional” de los nacionalistas o la del MLNV son diametralmente opuestas. Lo más grave es la propuesta política: pues, seguidamente, habla de la “negociación” entre nacionalistas –es decir, el mantenimiento de una alianza política, la de Lizarra, con EH, vendiendo como el reclamo de unas bases del MLNV “desencantadas” que no hacen su aparición más que en los cantos de sirena de Montero. Que el cambio opere en el seno de las estructuras del MLNV para que llegue hasta la cúpula de ETA. Montero nos propone nuevos años de violencia bajo la promesa, absolutamente infundada, de que algo se moverá dentro del movimiento. De que algo ocurrirá para que ETA cambie su ideología de hierro. Tras un análisis científico, Montero apela al milagro. Un milagro dibujado con el trazo de nuestros deseos, de nuestro voluntarismo, pero que es milagro en el sentido de no hallar ningún acomodo en la realidad. Esta es la esencia del “materialismo dialéctico”: proponer lo imposible de lo que se quiere como medida de lo posible que no se dice; proponer la “negociación” entre los nacionalistas –mientras ETA mata- apuntando, para los incautos, la secreta esperanza de algún proceso milagroso de cambio dentro del MLNV. La consecuencia concreta sería el mantenimiento de EA y PNV en la inopia y la inoperancia política. La función concreta de la propuesta de Montero es seguir manteniendo al PNV y a EA bajo la fascinación de una posibilidad que no depende de ellos –un cambio dentro del MLNV, una segunda tregua de ETA... Que los partidos nacionalistas sigan sin iniciativa, erosionen lentamente su proyecto y su credibilidad política, renuncien a su trayectoria histórica, soporten los desplantes y las connivencias del MLNV bajo la promesa de una aurora imposible. Luego dirán que la utopía no es útil. Sirve para engañar. Lander Solaguren