Principios de farmacocinética y farmacodinámica Bielsa, A. ¿Qué es la farmacocinética y cuales son sus principales fases? La farmacocinética estudia la interrelación que se produce entre los fármacos y el organismo, con especial mención de los efectos que provoca el organismo en los fármacos. Existen cuatro fases básicas. Dos de ellas, la absorción y la distribución, determinan la rapidez con que un fármaco produce su efecto. Las dos restantes, la metabolización y la excreción, en cambio, hacen referencia a la forma en que la parte activa del fármaco es eliminada del cuerpo. ¿Cuál es la reacción natural del cuerpo ante la presencia de un fármaco? En la medida en que el cuerpo identifica la molécula del fármaco como extraña y ajena a él, intentará eliminarla vía renal o, previa metabolización hepática, por vía urinaria, biliar o fecal. ¿Cómo se consigue contrarrestar la tendencia natural del organismo para eliminar un fármaco con el logro de un determinado efecto terapéutico? Para conseguir un determinado efecto terapéutico hay que administrar la suficiente dosis para que mientras el cuerpo intenta eliminar el fármaco, éste actúe el tiempo necesario para conseguir su efecto terapéutico. ¿Qué es la vida media biológica de un fármaco? Es el tiempo requerido para que la concentración de un fármaco decrezca a la mitad. Es un parámetro útil para determinar los intervalos de dosificación de un fármaco. ¿Qué cinética sigue la mayoría de psicofármacos? Siguen una cinética llamada de primer orden o lineal, según la cual, la cantidad de fármaco que se elimina es proporcional a la que circula en sangre. En cambio, la cinética de orden cero o no lineal se da cuando los mecanismos de metabolización o eliminación están saturados, derivando en una cantidad fija de fármaco eliminada por unidad de tiempo, independientemente de la cantidad de fármaco en sangre. ¿Varía la farmacocinética de los fármacos psicotropos en función de la edad? PSICOFARMACOLOGÍA PEDIÁTRICA 1. PRINCIPIOS DE FARMACOCINÉTICA Y FARMACODINÁMICA 2. INTRODUCCIÓN A LA PSICOFARMACOLOGÍA PEDIÁTRICA No existen estudios empíricos acerca de la dosificación de fármacos psicotropos en población infantil y juvenil. En la práctica clínica se ha observado que la extrapolación arbitraria a partir de estudios con adultos puede derivar en la administración de dosis subterapéuticas o tóxicas, por limitarse a una reducción de la dosis en proporción al peso. Según Jatlow (1987), los niños y adolescentes requieren mayores dosis ajustadas a su peso para conseguir efectos terapéuticos comparables a los de los adultos. Además, cabe tener en cuenta que alrededor de la pubertad, con la exacerbación de las hormonas gonadales, se dan cambios que afectan a los patrones de distribución de los fármacos, por lo que los púberes constituyen una población particular en éste sentido. ¿En qué medida influye la vía de entrada de un fármaco en la absorción del mismo por parte del cuerpo? Las principales vías de administración de un fármaco son la oral y la intravenosa. Las diferencias estriban en la predictibilidad acerca de la bioaccesibilidad final del fármaco, es decir, de la capacidad de producir un efecto biológico en los tejidos destino. Así, aunque la oral sea la vía de administración o de entrada más frecuente, es también la más impredecible en términos de bioaccesibilidad, mientras que para la intravenosa cabe esperar una absorción del 100%. ¿Qué particularidades puede presentar la población pediátrica en cuanto a la absorción de un fármaco? Como se ha visto, una de las variables que influye en el proceso de absorción de un fármaco es la vía de administración. La edad puede ser otra, en el sentido que la población pediátrica presenta ciertas peculiaridades respecto a la población adulta que a priori podrían estar modulando la absorción de un fármaco cuando éste es administrado oralmente. Estas condiciones serían: el menor grado de acidez en el estómago, la menor y no tan variada microflora intestinal y el menor tiempo de tránsito intestinal. Por todo ello, cabría esperar que en niños se viera reducida la absorción de un fármaco administrado por vía oral, aunque no hay datos que corroboren tal hipótesis. ¿Qué factores influyen en la distribución de un fármaco por el cuerpo? Después de la absorción del fármaco, tiene lugar la distribución del mismo por los espacios intravasculares y algunos extravasculares. La distribución depende fundamentalmente de varias condiciones físicas: de la medida de los compartimentos de agua y de los depósitos adiposos de los tejidos, de la potencia cardíaca, del flujo sanguíneo regional, de la presión de la perfusión de los órganos, de la permeabilidad de las membranas celulares, del equilibrio ácido básico y de la unión de las proteínas en el plasma y tejidos. ¿Qué particularidades puede presentar la población pediátrica en cuanto a la distribución de un fármaco? Como se ha visto, hay muchas variables que influyen en el proceso de distribución de un fármaco y por tanto, en el efecto final que éste pueda llegar a tener. Todas ellas están sujetas en alguna medida a cambios evolutivos. Sin embargo, las que más varían con el desarrollo son la proporción de grasa corporal y el volumen relativo del agua extracelular. ¿Qué cambios evolutivos acontecen con respecto a las reservas de grasa? ¿Qué implicaciones tienen tales cambios en cuanto a la distribución de un fármaco? Durante el primer año de vida la proporción de grasa corporal es máxima. Posteriormente desciende hasta un nuevo incremento que tiene lugar en la etapa prepuberal. Los niños y adolescentes tienden a tener una menor proporción de grasa corporal en comparación con los adultos. Esto tiene implicaciones en relación a los fármacos altamente liposolubles (muchos neurolépticos y antidepresivos), ya que se van a hallar en mayor proporción a nivel plasmático cuando se administren a niños, con menor proporción de grasa corporal. ¿Qué cambios evolutivos acontecen con respecto a la proporción relativa del agua corporal total con respecto a la extracelular? ¿Qué implicaciones tienen tales cambios en cuanto a la distribución de un fármaco? El agua corporal total disminuye gradualmente desde un 85% del peso de un niño recién nacido hasta un 60% cuando tiene 1 año de vida, nivel que se mantiene hasta la adultez. El agua extracelular decrece gradualmente desde un 40 o 50% del peso corporal en el neonato hasta un 15 o 20% en las edades comprendidas entre los 10 y 15 años. Por tanto, en el mismo sentido que ocurría con la cantidad de grasa corporal, la mayor proporción de agua extracelular en los niños con respecto a los adultos, derivará en una mayor concentración en plasma de aquellos fármacos hidrosolubles. ¿En qué consiste la metabolización? ¿Qué órganos pueden estar implicados en tal proceso? Consiste en la degradación o descomposición de las sustancias químicas o moléculas que conforman el agente farmacológico en sustancias más simples para facilitar su posterior eliminación (o reciclaje?). ¿Dónde se lleva a cabo la metabolización? Los agentes que efectúan la metabolización son las enzimas. La gran mayoría de ellos se hallan en el hígado, por lo tanto, éste es el órgano donde se produce la mayor parte de la metabolización. No obstante, las enzimas también se pueden localizar en la pared del intestino delgado, en los músculos esqueléticos, en los riñones y en los pulmones. ¿Cuáles son las fases de la metabolización? ¿Pasan todos los fármacos por tales fases? La denominada fase I comprende el conjunto de reacciones metabólicas (la hidroxilación, la reducción y la hidrólisis) que sufren los fármacos en el hígado a cargo de las enzimas hepáticas microsómicas para una más fácil eliminación. Los productos de ésta fase son los llamados metabolitos, normalmente menos activos y tóxicos que los componentes de los cuales derivan. La fase II puede acontecer en casi cualquier órgano y consiste en la conjugación de los metabolitos resultantes de la fase I con el ácido glucorónico, el sulfato u otros para su posterior excreción vía urinaria u a través de otros fluidos corporales. Es importante destacar que no todos los fármacos pasan por esas fases; algunos son excretados sin haber sido metabolizados (p.ej., el litio y la gabapentina) y otros pasan directamente a la fase II, hecho que les convierte en fármacos de primera elección a instancias de una insuficiencia hepática, por no depender la conjugación exclusivamente de éste órgano. ¿Qué son los citocromos? Los citocromos son enzimas localizados principalmente en el hígado que metabolizan dos tipos de sustratos: los endógenos (p.ej., los esteroides del propio cuerpo, los lípidos y los ácidos grasos) y los exógenos (p.ej., las toxinas y las drogas). El citocromo más involucrado en la metabolización de las drogas por vía hepática en los humanos es el llamado CYP3A, que constituye el 30% del total de citocromos hepáticos. ¿Depende la metabolización de un fármaco psicotrópico de la acción de un solo citocromo? Hay pocos fármacos que sean metabolizados únicamente por un citocromo (p.ej. la desimpramina, vía CYP2D6, o el triazolam, vía CYP3A); la mayoría requieren varios citocromos para ser completamente metabolizados. A título de ejemplo, la sertralina es ndemetilada por seis de ellos y la clomipramina, demetilada por CYP1A2, CYP2C19 y CYP3A para convertirse en desmetilclomipramina, un metabolito que luego es hidroxilado por CYP2D6. ¿Qué papel juega la genética en relación a la metabolización de los fármacos vía citocromos? Se sabe que entre un 7 y un 10% de individuos de raza blanca presenta una deficiencia genética del citocromo CYP2D6, lo que conlleva una metabolización menos eficiente de aquellos fármacos metabolizados por el 2D6, viéndose incrementados los niveles en sangre del fármaco cuando entra en la sangre. Por otro lado, algunos individuos asiáticos tienen una variante del 2D6 que les hace metabolizar más lentamente ciertos fármacos, por lo que requieren menos dosis para alcanzar niveles en sangre y efectos terapéuticos. En el mismo sentido, entre un 1 y un 3% de blancos, son metabolizadores lentos del CYP2C9 y, entre un 18 y un 23% de japoneses y de un 2 a un 3% de blancos y afroamericanos lo son para el CYP2C19. Menos de cinco blancos entre mil son metabolizadores lentos de ambos, hallándose en especial riesgo los niveles altos de sustratos metabolizados por ambas vías, como por ejemplo, algunos tricíclicos, el propanolol o el citalopram. ¿Pueden los fármacos afectar en algún sentido a los citocromos? Cuando los fármacos interaccionan con los citocromos pueden inhibirlos, inducirlos, o no tener efecto alguno sobre los mismos. Cuando el citocromo se ve inhibido, entrará más cantidad de fármaco no metabolizado en la circulación. Contrariamente, cuando se ve inducido o potenciado, se conseguirá una mayor metabolización, derivando en niveles inferiores de fármaco en la circulación. La inhibición es un fenómeno rápido ya que se requieren vías de bloqueo ya existentes. En cambio, la inducción tarda algún tiempo a comenzar (de 3 a 10 días) o parar (de 5 a 12 días), debido a que requiere la síntesis proteica. Así pues, pueden darse interacciones entre fármacos si los citocromos que los metabolizan coinciden, sobretodo cuando sean fármacos para los cuales existe una única vía de metabolización común. Las interacciones más frecuentes se dan cuando un citocromo potente se une a un fármaco que es un sustrato de tal citocromo y tiene un bajo índice terapéutico. Por ejemplo, potentes inhibidores del CYP2D6 como la fluoxetina o la paroxetina pueden aumentar la concentración en plasma de la desipramina (un sustrato del mismo citocromo) hasta un 400%. La sertralina, un inhibidor menos potente del mismo citocromo, lo hace solo en un 25%. Contrariamente, muchas de las inactivaciones de fármacos se explican por interacciones entre un fármaco que resulte ser un potente inductor de un CYP y un sustrato del mismo. Por ejemplo, la efectividad de un contraceptivo oral, sustrato del CYP3A se puede ver comprometida si se da conjuntamente a la carbamacepina, potente inductor del mismo citocromo. ¿Qué particularidades puede presentar la población pediátrica en cuanto a la metabolización de un psicofármaco? Las enzimas hepáticas como los citocromos son más eficientes durante la infancia que en el periodo adulto, iniciando su decrecimiento después de la pubertad. Ello supone que la capacidad de metabolización hepática en los niños es superior, lo que en términos de medicación derivará en una necesidad de administrar dosis superiores de fármacos metabolizados por tales enzimas para conseguir niveles plasmáticos comparables a los de los adultos o adolescentes. ¿Cuál es el principal órgano encargado de la excreción? La excreción de un fármaco se produce sobretodo a nivel renal hallándose implicados tres mecanismos: la filtración glomerular, la secreción tubular mediante mecanismos de transporte activo y la reabsorción. Según Jatlow (1987), a excepción quizás del litio, no hay psicofármacos que en éste sentido merezcan especiales consideraciones atendiendo a la edad, más allá de la primera infancia, ya que la función renal en los niños se asemeja mucho a la de los adultos. ¿En qué consiste la farmacodinamia? Así como los principios farmacocinéticos, absorción, distribución, metabolización y eliminación, tienen efectos sobre el fármaco, los farmacodinámicos conciernen a los efectos que sobre el cuerpo ejercen los fármacos a partir de su unión con sus receptores intracelulares. Dicho de otro modo: la farmacocinética describe qué provoca el cuerpo en el fármaco y la farmacodinamia, qué provoca el fármaco en el cuerpo. A nivel farmacodinámico, ¿cuáles son las tres principales funciones del cerebro humano para la comprensión de los mecanismos de acción de los fármacos psicotropos? Son la circuitería neuronal, la neurotransmisión sináptica y el procesamiento intracelular de la información. ¿Cuáles son los principales sistemas anatómicos implicados en el procesamiento de la información? Gran parte de la conducta humana puede concebirse en términos de procesamiento de la información, el cual a su vez comprende: la recogida de información sensorial, la creación de una representación y la producción de una respuesta. Estas tres funciones del procesamiento de la información tienen sustratos neuroanatómicos que las sustentan, caracterizados por el uso de neurotransmisores específicos. Tales estructuras se pueden limitar a: la corteza, el tálamo, los ganglios basales y el lóbulo medial temporal. ¿Cuáles son las funciones de las estructuras neurológicas implicadas en el procesamiento de la información? El tálamo es la estación de paso de la información sensorial (principalmente, somatosensorial, visual y auditiva) que va de camino hacia la corteza sensorial (áreas primarias). La corteza de asociación (áreas secundarias) integra la información provinente de las primarias y de las áreas cerebrales asociadas con la memoria para crear una representación interna de la información sensorial. El lóbulo medial temporal integra la información sensorial multimodal para almacenarla en la memoria y recuperarla de la misma y asigna un valor emocional a tal información (por ejemplo, en términos de agradable versus desagradable). Los ganglios basales están involucrados principalmente en la integración de inputs procedentes de las áreas corticales. Modulan la actividad cortical por medio de un eje córtico-estriado-pálido-cortical. ¿Cuáles son las partes de la neurona? ¿Qué funciones principales desempeñan? La neurona puede dividirse en cuatro componentes: el cuerpo celular (o soma), las dendritas, el axón y la terminación presináptica. La síntesis de proteínas y otros componentes estructurales de la neurona tiene lugar, generalmente, en el soma. Por ejemplo, ahí se llevan a cabo la síntesis de todos los receptores específicos y las enzimas para la producción de neurotransmisores. El axón es una fina extensión tubular del cuerpo neuronal por la que circulan impulsos eléctricos hasta las terminaciones nerviosas. Normalmente las neuronas disponen un solo axón. Atendiendo a la longitud del axón, el rango puede ir desde neuronas con un axón inferior a 1 mm., hasta neuronas con un axón que supere el metro (como las neuronas motoras que inervan las extremidades). Las dendritas sirven de estructuras para recibir inputs procedentes de otras neuronas. ¿Qué es la sinapsis? La sinapsis es una estructura especializada que participa en la transmisión de información de una neurona a otra. Es el área cerrada formada entre el terminal axónico o botón de la neurona que emite la información (presináptica) y la membrana dendrítica de la neurona receptora (postsináptica). Esta transmisión se efectúa habitualmente a través los neurotransmisores. ¿Qué son los neurotransmisores? Un neurotransmisor es una sustancia química vertida en el espacio sináptico desde la neurona presináptica. Desde ahí, se acopla a los receptores específicos para él dispuestos en la neurona postsináptica aumentando o disminuyendo la frecuencia de disparo de impulsos eléctricos de ésta, según se trate de un neurotransmisor excitador o inhibidor. ¿De qué tipos de receptores dispone la neurona postsináptica? Los hay de acción rápida, receptores tipo I o ionotrópicos, y de acción lenta, receptores tipo II o ligados a la proteína G. En el primer caso, una vez el neurotransmisor se ha unido a la proteína-receptor, éste sufre un cambio durante unos milisegundos en la permeabilidad de los canales de iones asociados permitiendo la entrada de iones Ca 2+, Na+, K+, o Cl-. En el segundo caso, en cambio, se ve modificada la conformación de la proteína-receptor, resultando una proteína G asociada, llamada así por que solo se verá activada si se une al trifosfato de guanosina (GTP). ¿Cuáles son los sistemas de neurotransmisores principales? Los más importantes sistemas de neurotransmisores pueden dividirse en dos grupos basados en su distribución anatómica. El primer grupo engloba las neuronas serotonérgicas, dopaminérgicas, noradrenérgicas y colinérgicas Se originan en pequeños grupos de neuronas densamente compactas del cerebro anterior y del tronco cerebral, y se proyectan mediante fibras de largo alcance. Estos son los sistemas de neurotransmisores más relevantes para la acción de los psicofármacos que se utilizan con más frecuencia. El segundo grupo lo integran los sistemas GABAérgicos y glutamatérgicos. Sus neuronas son las más prevalentes y extensamante distribuidas en el cerebro humano, por lo cual, su modulación tiene muchos efectos sobre otros sistemas neuronales. ¿Dónde se localizan las neuronas serotonérgicas? ¿Hacia dónde proyectan? La mayoría de células serotonérgicas siguen la distribución del núcleo del rafe en el tronco cerebral. Un grupo de ellas, situadas más rostralmente, proyectan hacia el tálamo, el hipotálamo, la amígdala, el estriado y el córtex. Las demás, lo hacen hacia otras neuronas del tronco cerebral, el cerebelo y la médula espinal. ¿Qué psicofármacos tienen un especial efecto sobre el sistema serotonérgico? Los fármacos antimiméticos de más reciente creación actúan a nivel de los receptores serotoninérgicos. Muchos antidepresivos actúan sobre un sistema de alta afinidad a la serotonina, por medio del cual es recaptada del espacio sináptico. Algunos de éstos antidepresivos lo hacen de forma selectiva, los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRSs). Otros son la venlafaxina, los antidepresivos tricíclicos como la clomipramina, la imipramina y la amitriptilina. ¿Dónde se localizan las neuronas dopaminérgicas?¿Hacia dónde proyectan? Las neuronas dopaminérgicas se pueden dividir en tres grupos según la longitud de sus proyecciones: sistemas ultracortos en la retina y el bulbo olfatorio; sistemas de longitud intermedia con su origen en el hipocampo y proyecciones mayormente hacia la glándula pituitaria; y sistemas de largo alcance con su origen, principalmente, en la sustancia negra (SN) y proyecciones hacia los núcleos caudado y putamen, hacia áreas límbicas (amígdala) y hacia muchas áreas corticales (córtex frontal). ¿Qué drogas tienen un especial efecto sobre el sistema dopaminérico? Los estimulantes como el metilfenidato o las anfetaminas favorecen la liberación de dopamina en la sinapsis. Los antipsicóticos actúan sobretodo mediante el bloqueo de los receptores dopaminérgicos, especialmente del subtipo D2. ¿Dónde se localizan las neuronas noradrenérgicas?¿Hacia dónde proyectan? Aproximadamente la mitad de las neuronas noradrenérgicas están localizadas en el locus ceruleus e invervan el córtex, el tálamo, el cerebelo y la médula espinal. Las proyecciones noradrenérgicas modulan los ciclos del sueño, el apetito, el humor y la cognición. ¿Qué fármacos tienen un especial efecto sobre el sistema noradrenérgico? La norepinefrina actúa en los receptores noradrenérgicos dividirse en 1 (localizados en la neurona postsináptica) y en la neurona presináptica) 2 y . Los primeros pueden (localizados principalmente ¿Dónde se localizan las neuronas colinérgicas?¿Hacia dónde proyectan? Las neuronas colinérgicas del Sistema Nervioso Central son, o bien neuronas con proyecciones de largo alcance, o bien interneuronas de corto alcance. Las situadas en la base del cerebro anterior proyectan hacia todo el córtex, el hipocampo y la amígdala. Mediante tales proyecciones se modulan capacidades como la atención, la búsqueda de novedad y la memoria. La mayoría de las neuronas colinérgicas situadas en el tronco cerebral proyectan hacia el tálamo. Las interneuronas colinérgicas en el estriado modulan la actividad de las neuronas GABAérgicas estriatales. ¿Qué fármacos tienen un especial efecto sobre el sistema colinérgico? La acetilcolina (Ach) se une a dos tipos de receptores: los muscarínicos y los nicotínicos, menos abundantes. La muscarina, la pilocarpina y el bethanecol actúan como agonistas de los receptores muscarínicos, mientras la atropina y la escolopamina lo hacen como antagonistas. Cuando los receptores muscarínicos se activan, el efecto final consiste en la apertura o cierre de los canales K+, Ca2+ o Cl-. A su vez, la nicotina constituye uno de los agonistas de los receptores nicotínicos, mientras que el d-tubocurarín, actúa como antagonista de los mismos. También se han usado ciertos agentes anticolinérgicos como las benzodiacepinas o el trihexifenedil para el tratamiento de los efectos secundarios extrapiramidales asociados a los antipsicóticos. ¿Dónde se localizan las neuronas GABAérgicas?¿Hacia dónde proyectan? Existen neuronas GABAérgicas de corto alcance (también llamadas interneuronas o neuronas de circuito local), situadas en el córtex, el tálamo, el estriado, el cerebelo y la médula espinal, o de medio-largo alcance, localizadas en los núcleos basales, el septum y la sustancia negra. ¿Qué fármacos tienen un especial efecto sobre el sistema GABAérgico? Hay dos tipos de receptores para el GABA: los GABAA y los GABAB. La activación del GABAA provoca la apertura del canal Cl- permitiendo la entrada de éste ión en la célula, lo que deriva en un decrecimiento de la excitabilidad de la neurona. Las benzodiacepinas actúan a nivel de la subunidad del receptor GABAA y los barbitúricos lo hacen cerca del canal Cl-. Suponen fármacos eficaces para el tratamiento y la prevención de ataques (seizure: embolias?), los trastornos de ansiedad en general, el insomnio y la agitación, probablemente debido más a una inhibición general de la neurona que a otro mecanismo más específico. Las neuronas GABAérgicas corticales y talámicas devienen cruciales para la excitación y la inhibición de las neuronas. ¿Dónde se localizan las neuronas glutamatérgicas?¿Hacia dónde proyectan? Las neuronas glutamatérgicas se distribuyen ampliamente por todo el cerebro. Las más prominentes redes glutamatérgicas son las proyecciones córtico-corticales, conexiones entre el tálamo y el córtex, y las proyecciones desde el córtex al estriado (vías extrapiramidales) y del tronco cerebral/médula espinal (vía piramidal). El glutamato tiene efectos sobre muchas funciones cerebrales. Por ejemplo, las neuronas glutamatérgicas y los receptores NMDA (también afines al glutamato) del hipocampo juegan un papel muy relevante en la potenciación de la memoria a largo término, proceso vital para la consolidación de los aprendizajes. ¿Qué fármacos tienen un especial efecto sobre el sistema glutamatérgico? Se piensa que la disminución de la función glutamatérgica puede estar involucrada en la producción de síntomas psicóticos. La fenciclidina y la quetamina pueden inducir a síntomas psicóticos y la d-cicloserina o la glicina pueden disminuir la sintomatología psicótica positiva y/o negativa en la esquizofrenia. 2-INTRODUCCIÓN A LA PSICOFARMACOLOGÍA PEDIÁTRICA ¿Cuál es el origen de la psicofarmacología pediátrica? El estudio clínico dirigido por Charles Bradley en 1937 se cita en la literatura como el inicio de la psicofarmacología pediátrica. En este estudio abierto, la mezcla de levoanfetaminas y dextroanfetaminas (Benzadrina) se administró a un grupo de 30 niños con síntomas mixtos conductuales y emocionales. Bradley y colaboradores observaron que los chicos caracterizados como “ruidosos, agresivos y dominantes” se encontraban más calmados y eran más fáciles de tratar. En la revista American Journal of Psychiatry, Molitch y Eccles (1937), publicaron el que quizás fuera el primer estudio placebo-control en psiquiatría infantil. En este estudio, 93 chicos descritos como delincuentes juveniles fueron asignados aleatoriamente a dosis graduales de Benzadrina o placebo. El grupo de Benzadrina mostró mejoras a través de un control de medidas de aprendizaje, control motor y memoria a corto plazo; superando la mejoría del grupo placebo. ¿Cómo ha sido el desarrollo de la psicofarmacología pediátrica hasta nuestros días? A pesar del progreso claro en algunas áreas, hay importantes vacíos entre la investigación y la práctica clínica. De este modo encontramos que, por ejemplo: a) Existen alrededor de 100 estudios placebo-control sobre la eficacia del metilfenidato en el tratamiento del TDA-H, en cambio sólo unos pocos estudios han evaluado sus efectos a largo plazo (MTA, 1999). b) Para trastornos psiquiátricos serios como autismo, el soporte empírico para el uso de algún fármaco es escaso, dejando a clínicos y familias sin saber como tratar mejor los niños afectados por este trastorno. c) A pesar de la eficacia demostrada y la seguridad de los ISRS en el tratamiento de niños y adolescentes con trastorno obsesivo compulsivo (TOC), se conoce poco acerca de la duración apropiada del tratamiento. d) Basado en una evaluación de la tendencia a prescribir, el uso del metilfenidato entre niños de 2 a 4 años de edad se incrementó de 1 a 5 por 1000 en 1991 a de 4 a 11 por 1.000 en 1995 (Zito y Cols., 2000). Este estudio contrasta con la falta de investigación clínica con metilfenidato para este grupo de edad. Claramente, los fundamentos empíricos de la farmacología psiquiátrica no están todavía totalmente afianzados. A lo largo de la pasada década, sin embargo, se han realizado múltiples investigaciones que constituyen un gran un impacto para el progreso. ¿Cuál es el objetivo del presente capítulo? El objetivo de este capítulo es presentar los principios generales de la psicofarmacología clínica en la población pediátrica. Tras la discusión de los siete principios generales se revisan la mayoría de los fármacos psicotropos y los conocimientos actuales sobre su uso en niños y adolescentes. Los diferentes tipos de fármacos se consideran en términos de farmacología, efectos secundarios, aplicaciones clínicas y manejo, citándose el soporte empírico disponible. También se tratan, brevemente, aspectos farmacocinéticos, incluyendo interacciones de fármacos, mecanismos de acción y otros asuntos farmacodinámicos. ¿Qué principios generales debemos contemplar dentro del campo de la psicofarmacología de la infancia y la adolescencia? 1) 2) 3) 4) 5) 6) 7) El papel del desarrollo. Los límites del diagnóstico categorial y la comorbilidad. Los síntomas objetivos y la integración de la información de múltiples informantes. Los efectos secundarios: control de riesgos y beneficios. El papel de los padres y el conocimiento de la medicación. La combinación de distintas modalidades de tratamiento en psicofarmacología. El papel de la experiencia clínica en la toma de decisiones. 1) EL PAPEL DEL DESARROLLO Los adultos comparados con los niños y adolescentes, ¿Muestran respuestas diferentes a los mismos fármacos psicotropos? Existe el reconocimiento general de que el desarrollo puede tener un impacto importante sobre los efectos farmacológicos (Vitielo Y Jensen, 1995). De este modo, encontramos que los niños y los adultos pueden mostrar respuestas divergentes a los mismos fármacos psicotropos. En primer lugar, los niños suelen metabolizar y eliminar los fármacos del cuerpo más rápidamente que los adultos, obteniendo como resultado una menor vida media del fármaco. Esto se debe aparentemente a un mayor tamaño del hígado en relación a la proporción total del cuerpo y a una mayor eficiencia de porcentaje de filtración glomerular en los niños comparados con los adultos. Así pues, los niños requieren mayores dosis por peso para alcanzar niveles terapéuticos, comparados con los adultos (expresado en mg/kg) (Vitielo y cols. 1988). Además, otra consideración famacocinética es que pueden haber efectos de edad sobre la acción del fármaco como ocurre con el sistema nervioso central que sufre un desarrollo sustancial durante la adolescencia. Estos cambios desarrollados en los sistemas neuroquímicos pueden influir en la respuesta terapéutica y en el perfil de efectos secundarios. Por ejemplo: (a) Comparado con los adultos los adolescentes tiene un mayor riesgo de reacciones distónicas a los neurolépticos (Lewis, 1998). (b) Los niños prepuberales es la población de mayor riesgo en poder presentar los efectos activadores secundarios de los ISRS (King y cols., 1991). (c) Las diferencias en el desarrollo madurativo de la vía noradrenérgica debe explicar, al menos en parte, porque lo antidepresivos tricícliclos son menos efectivos en niños con depresión comparados con los adultos (Martin y cols., 2000a). Estos tres ejemplos agrupados sugieren que los tres mayores sistemas neuroquímicos utilizados en los tratamientos farmacológicos psicotropos (dopaminérgicos, serotonérgicos y noradrenérgicos) están sujetos a los efectos de la edad. 2) LOS LÍMITES DEL DIAGNÓSTICO CATEGORIAL Y LA COMORBILIDAD ¿Qué dificultades entraña el diagnóstico en Psiquiatría infanto-juvenil? La alta frecuencia de comorbilidad en psiquiatría infantil que se observa en la práctica clínica hace pensar en que muchos de los trastornos psiquiátricos en niños y adolescentes son probablemente heterogéneos con respecto a su etiología. A veces no queda claro si estos síndromes mixtos representan una variante de un trastorno dado pero debe ser relevante a la respuesta farmacológica. Por ejemplo: en jóvenes con TOC, los tics son una característica comórbida común. Datos recientes sugieren que los tics relacionados con TOC son fenomenológicamente diferentes de la forma de TOC sin tics (Lecknan y cols. 1998). Además, la presencia de tics parece estar asociada con una baja probabilidad de respuesta positiva a monoterapia con ISRS (McBougle y cols., 1994); (Seahille y cols, 1997). En la misma línea, los niños con trastorno del desarrollo acompañado con hiperactividad, impulsividad y dificultades de atención aparecen con bajo porcentaje de respuesta psicofarmacológica favorable comparados con los niños típicamente con TDA-H (Aman y cols., 2000). Los trastornos del desarrollo mental de niños también tienen un alto porcentaje de efectos adversos con tratamientos estimulantes (Handen y cols., 1994) Así, la heterogeneidad etiológica debe explicar diferencias en la respuesta clínica. Estos asuntos marcan la importancia de llevar a cabo extensos estudios de tratamiento para identificar los subgrupos clínicamente significativos y predictores de respuesta positiva y negativa. Este segundo principio reconoce las limitaciones del diagnóstico psiquiátrico y del actual sistema nosológico de clasificación. 3) LOS SÍNTOMAS OBJETIVO Y LA INTEGRACIÓN DE LA INFORMACIÓN DE MÚLTIPLES INFORMANTES ¿Qué importancia tiene la valoración pretratamiento y la identificación de los síntomas objetivo? Dado el elevado porcentaje de comorbilidad psiquiátrica en niños con trastornos mentales, la identificación de síntomas objetivos para la intervención psicofarmacológica dificulta la práctica clínica. Uno de los desafíos en la práctica en psiquiatría infanto-juvenil es la búsqueda de información de múltiples fuentes, por un lado la de niños y padres (como mínimo), y en muchos casos la del profesor del niño o de otros cuidadores. En el proceso de obtención de datos se pueden añadir el uso cuestionarios de síntomas de conducta, cuestionarios autoaplicados a los niños e informes del clínico. Los cuestionarios de síntomas de conducta efectuados por padres y profesores permiten comparar al paciente con la población normal. Estos instrumentos clínicos ayudan en el establecimiento de una línea base del pretratamiento para valorar la severidad de los síntomas. Algunos cuestionarios de síntomas también pueden usarse para evaluar los cambios clínicos a lo largo del tiempo de tratamiento. Estos cuestionarios de síntomas no pueden reemplazar la entrevista y la observación directa de padres y niños. La integración de toda la información reunida permite identificar el principal síntoma objetivo y seleccionar la medicación más apropiada en combinación con otras intervenciones necesarias. 4) LOS EFECTOS SECUNDARIOS: CONTROL DE RIESGOS Y BENEFICIOS ¿Cómo controlar los efectos secundarios de un medicamento? El incremento de nuevos fármacos psicotropos, y su uso extendido en poblaciones pediátricas y el incierto impacto de las medicaciones psicotropas sobre el desarrollo subrayan la importancia de valorar los efectos adversos. Actualmente, no hay un claro consenso acerca del mejor método para obtener información sobre los efectos adversos de la famacoterapia. Esta falta de consenso no esta limitada a la psiquiatría en niños; ésta se extiende a la psiquiatría de adultos y también en otros campos de la medicina. Tres aproximaciones al consenso han sido descritas: (a) La realización de una investigación general (b) La práctica de una investigación general con preguntas específicas o listas de síntomas para los fármacos de forma específica (c) Una detallada revisión de los psicofármacos en los distintos sistemas corporales (Levine y Schooler, 1986). 5) EL PAPEL DE LOS PADRES Y EL CONOCIMIENTO DE LA MEDICACIÓN. ¿Cuál ha de ser el papel de los padres en el tratamiento psicofarmacológico de niños y adolescentes? La colaboración y el compromiso activo de la familia del niño son esenciales para el cumplimiento del tratamiento farmacológico. Una entrevista detallada con los padres sobre la recomendación de la medicación y las alternativas de tratamiento son partes necesarias para la iniciación de un tratamiento psicofarmacológico. Además, la familia y el niño también deben formar parte en la selección final de la medicación. Una vez elegida, la dosis programada, los efectos secundarios, los resultados anticipados sobre los síntomas objetivos y el final del tratamiento deben siempre de revisarse. Esta entrevista también ofrece una oportunidad para evaluar unas expectativas no realistas sobre la medicación. Los niños y los adolescentes dependen de sus padres en la administración de la medicación, así que la aprobación del planteamiento por los padres es una práctica ética necesaria. Asimismo la falta de participación de los padres en el tratamiento es siempre causa de un bajo cumplimiento en la prescripción, determinando el éxito o el fracaso de la intervención (Lewis, 1995). 6) LACOMBINACIÓN PSICOFARMACOLOGÍA DE MODALIDADES DE TRATAMIENTO EN ¿Cuál es el papel del tratamiento psicofarmacológico en los tratamientos multimodales? El tratamiento psicofarmacológico constituye una de las partes de un tratamiento multimodal que incluye por concepto otro tipo de intervenciones. Deben realizarse un mayor número de estudios que comparen la eficacia de los distintos tipos de psicoterapia con tratamiento psicofarmacológico o con placebo. (RUPP, 2001). 7) EL PAPEL DE LA EXPERIENCIA CLÍNICA EN LA TOMA DE DECISIONES ¿Qué métodos tenemos a la hora de evaluar el soporte empírico de un fármaco psicotropo? Un último principio es que todo plan de tratamiento debería basarse en evidencias empíricas. El International Algorithm Project ha proporcionado tres clases de métodos principales de tratamiento de acuerdo a su nivel de soporte empírico (Jobson y Potter, 1995). Clase A: Incluye medicación con buen soporte empírico, basado en resultados positivos consistentes de estudios aleatorizados controlados. Clase B: Son fármacos con demostrado apoyo empírico, pero inconsistente, son resultados de estudios aleatorios controlados o resultados positivos de muestras pequeñas. Clase C: Incluyen fármacos con mínimo soporte empírico, basado en el cúmulo de experiencia clínica de casos y estudios abiertos. En base a ello y como ejemplo relevante en psicofarmacología pediátrica, podemos decir que existe un adecuado nivel de soporte empírico en los siguientes casos: estimulantes para el TDA-H, fluvoxamina para el TOC y otros trastornos de ansiedad, sertralina para el TOC y fluoxetina para la depresión y el TOC. Dado el rápido desarrollo de la psicofarmacología pediátrica, los clínicos tienen una responsabilidad para aumentar los datos con la mayor evidencia empírica para asegurar la mejor opción entre los síntomas objetivos y las opciones de tratamiento. TRATAMIENTOS FARMACOLÓGICOS ESPECÍFICOS ESTIMULANTES ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas de los estimulantes? El tratamiento de primera elección para el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDA-H) son los estimulantes, especialmente las formas de corta y larga acción del metilfenidato y anfetaminas. El TDA-H se caracteriza por inatención, impulsividad e hiperactividad, aunque los actuales consensos incluyen los subtipos con predominio del déficit de atención e hiperactivo-impulsivo (APA, 1994). Estudios epidemiológicos indican que el TDA-H es relativamente común en niños y adolescentes, afectando del 2% al 10% de los niños en edad escolar (Costello y cols., 1996; Wolraich y cols. 1998). La prevalencia es mayor en los niños que en las niñas. En la mayoría de los casos esta mayor afectación en los varones persiste en la adolescencia (Biederman y cols. 1996), y en la edad adulta en el 30-40% de los casos (Faraone y cols., 2000). Estudios de población clínica indican que los síntomas del TDA-H son los motivos más comunes para acudir a un centro de salud mental (MTA, 1999). Sin embargo, también hay un número elevado de niños que no reciben tratamiento (Scahill y SchwabStone, 2000). La alta prevalencia del TDA-H en los niños de edad escolar, la discapacidad funcional a largo plazo y los altos costes asociados relacionados con la salud (Leibson y cols., 2001) justifican que el TDA-H recibiera atención prioritaria en Salud Pública. ¿Cuál es el soporte empírico de los estimulantes? Los estimulantes más utilizados en el tratamiento del TDA-H son el metilfenidato y la dextroanfetamina y la d,1 anfetamina (Pliszka, 1998; Spencer y cols., 2000). El metilfenidato ha sido el estimulante más estudiado y usado en la práctica clínica (Safer y cols. 1996). Aunque menos estudiados, los productos anfetamínicos y la extensión de formulaciones de metilfenidato tienen una eficacia a corto plazo y perfiles de seguridad comparables al metilfenidato (Elia y cols., 1991; Pelham y cols., 1990). La base empírica para el uso de estimulante en niños con TDA-H es de cientos de estudios aleatorios y bajo control de placebo efectuados en los últimos 30 años (Spencer y cols., 2000). Los resultados de estudios control durante la última década proporcionan información adicional sobre la respuesta de la dosis, similitudes, y diferencias en la respuesta a las preparaciones estimulantes, y la importancia de controlar la clínica para alcanzar una respuesta óptima. En 1997, Rapport y Denney llevaron a cabo un estudio de dosisrespuesta en 76 sujetos (66 chicos y 10 niñas) entre 6 y 11 años. En 5 semanas se estudió el uso de 4 niveles de dosis de metilfenidato (5, 10, 15, y 20mg dos veces al día) y placebo en un diseño aleatorio transversal. Todos los niveles de medicación activa fueron superiores al placebo. Con el objetivo de comparar el metilfenidato y la d-anfetamina, un estudio placebocontrol transversal fue realizado con 48 chicos entre 6 y 12 años de edad (Elia, 1991). Los sujetos fueron tratados con metilfenidato, d-anfetamina o placebo aleatoriamente durante 3 semanas en cada condición de tratamiento. Durante cada condición, la dosis fue incrementada sobre unas bases semanales (ej., las dosis de metilfenidato para niños por debajo de 30kg de peso fue 12.5, 20, y 35 mg entre el desayuno y comida en las respectivas semanas). Basado en la respuesta global, el 79% de los sujetos mostró una respuesta positiva al metilfenidato y el 88% mostró una respuesta positiva a las danfetaminas. Sólo 2 de los 48 sujetos fracasaron en responder a uno o a otro de los estimulantes. ¿Qué estudios se han realizado en valoración de la eficacia de los estimulantes a largo plazo? Únicamente el metilfenidato ha sido evaluado en estudios a largo plazo (MTA, 1999). El Estudio de Tratamiento Multimodal (MTA) de niños con TDA-H, con una muestra de 576 niños, ofreció convincentes resultados acerca del tratamiento a largo término del metilfenidato. En este estudio, niños entre 7 y 10 años de edad fueron aleatoriamente asignados a uno de cuatro grupos de tratamiento: medicados (N=144; metilfenidato administrado de forma sistemática bajo control); una intensivo programa conductual (N=144), combinación de medicación con intensivo tratamiento conductual (N=145), o cuidados comunitarios, los cuales sirvieron como grupo control (N=146). El estudio MTA proporcionó tratamiento a 3 de estos grupos, incluyendo el grupo de medicación, el grupo de terapia conductual y el grupo de combinación de medicación más terapia conductual. El grupo de cuidados comunitarios recibió tratamiento mediante la colaboración de médicos de familia. En la mayor parte de los casos (84 de 146, es decir el 58%), los cuidados comunitarios consistieron en metilfenidato 2 veces al día. Después de 14 meses de tratamiento, los 4 grupos mostraron mejoría. La comparación a través de los 4 grupos mostró que el grupo de tratamiento combinado y el grupo de medicación obtenían mejores resultados que el grupo de cuidados comunitarios. Cuando el grupo de cuidados comunitarios se comparó con el grupo de medicación se evidenciaron importantes diferencias. En primer lugar, los médicos de familia, la mayoría de las veces, administraron metilfenidato dos veces al día, comparado con las tres veces al día en el grupo de medicación MTA. Entre los chicos asignados aleatoriamente a los cuidados comunitarios, el 33% (N=48) dejó de tomar medicación durante el periodo de estudio. En contraste, sólo el 3% (N=18) del grupo de medicación (con o sin tratamiento conductual) suspendió la medicación durante el estudio. Finalmente, en el grupo de medicación MTA, las visitas de seguimiento fueron más frecuentes y la información de los padres y profesores fue utilizada en la decisión clínica. La limitada efectividad de los estimulantes observada en el grupo de cuidados comunitarios sugiere que el control clínico con ajuste de dosis basado en la valoración sistemática del terapeuta y de los efectos secundarios contribuye a una mejor respuesta terapéutica. ¿ Cuáles son los mecanismos de acción de los estimulantes? Aunque los estimulantes han llegado a ser el tratamiento estándar en el TDA-H, su mecanismo de acción no es claramente conocido Además, el mecanismo de acción para anfetaminas y metilfenidato debe ser ligeramente diferente (Solanto, 1998). El metilfenidato activa la liberación de dopamina almacenada e inhibe la recaptación de dopamina en el transportador de dopamina presináptico. Las anfetaminas también bloquean la recaptación, pero activan la liberación de nueva síntesis de dopamina de forma más selectiva. Estos efectos combinados aumentan la función dopaminérgica en el estriado y, menos indirectamente en el córtex prefrontal. ¿Qué sabemos sobre la farmacocinética de los estimulantes? La liberación inmediata de metilfenidato, dextroanfetamina permite su rápida absorción, mostrando efectos conductuales de 30-60 minutos después de la ingestión. El pico del nivel de liberación del metilfenidato ocurre aproximadamente de los 90 a 100 minutos después de la ingestión y los efectos clínicos tienen una duración de 3 a 5 horas. La inmediata liberación de anfetaminas alcanza niveles picos entre 1 y 3 horas, con duración de acción de 5 a 7 horas. Basado en estudios de investigación doble ciegos, la d,1-anfetamina parece tener una ligera mayor duración de acción que la d-anfetamina estándar (Swanson y cols. 1998). EL metilfenidato y las anfetaminas se excretan en la orina en 24 horas. ¿Cuál es la dosis óptima diaria de estimulantes en niños y adolescentes? Existe un debate importante sobre si la dosis de estimulantes deben estar basadas en el peso o en una dosis fija (Greenhill, y cols. 1996; Pliszka, 1998). Hay investigaciones que sugieren que dosis bajas, 0.3mg./kg por dosis, es óptima para aumentar la ejecución cognitiva, mientras que dosis altas (0.6mg/kg por dosis o más) son más efectivas para el control de conducta. (Sprague y Sleator, 1977). Estudios posteriores no han apoyado este punto de vista. Por ejemplo, una convincente dosis-respuesta lineal se demostró en un estudio que incluía 76 niños y 4 niveles de dosis de metilfenidato (Rapport y Denney, 1997). Sin embargo, cada niño muestra variabilidad en la respuesta a través de un rango de niveles de dosis. Así, los mg/kg se pueden usar como una guía para calcular la dosis inicial de 0.3mg/kg por dosis y un usual techo (ej., 0.8mg/kg por dosis). Después, la dosis puede ser incrementada para establecer una respuesta óptima. Por ejemplo en edades escolares se puede empezar por 5mg tres veces al día (antes del desayuno, después de comer y a las 15 ó 16 h.). Después de 5 a 7 días, la dosis puede incrementar a 10mg (mañana y mediodía) y 5mg después del colegio. Por consiguiente, el incremento está basado en la respuesta clínica y los efectos secundarios. La tercera dosis, sobre la mitad (o menos) de la primera y segunda dosis, es para minimizar el efecto rebote y la posible interferencia con el sueño. (Greenhill, y cols. 1996). Para determinar la dosis óptima diaria de metilfenidato, es esencial obtener un adecuado feedback de padres y profesores. En el estudio MTA, los niños eran controlados semanalmente cuando empezaban la medicación para controlar el progreso y los efectos secundarios. En el estudio se controló diariamente la respuesta y los efectos secundarios del fármaco. Aunque no es siempre posible en la práctica clínica, el clínico debe elegir el camino del incremento de dosis en función de la información de padres y profesores. Una aproximación similar se puede utilizar con la d-anfetamina y d,1-anfetamina. Estos dos fármacos son similares el uno al otro, pero por su mayor (doble) potencia, se administra la mitad de la dosis que el metilfenidato. Además, por su ligera mayor duración de acción, las anfetaminas son típicamente administradas dos veces al día, mañana y mediodía. La dosis inicial debe ser una única de 2.5mg en niños pequeños o de 5mg en niños mayores y adolescentes. Después de 5 a 7 días la medicación puede ser aumentada 5mg en niños pequeños y 10mg en niños mayores. Después la dosis puede ser aumentada cada 5 a 7 días hasta una dosis total de 15 a 20 mg por día en niños, y 40 mg día en adolescentes. Hasta recientemente, la liberación de metilfenidato, d-anfetamina y pemolina eran las únicas formulaciones de larga acción. Muchos nuevos productos, dos formulados con metilfenidato y uno con d,1-anfetamina se han introducido en el mercado internacional. Estas preparaciones de larga duración son generalmente consideradas efectivas. Las ventajas de los preparados de larga duración son el que facilitan su cumplimiento terapéutico y el que minimizan el efecto rebote conductual. El uso de pemolina está en declive desde la introducción de estos nuevos componentes y por su potencial hepatoxicidad. ¿Cuáles son los efectos secundarios de los estimulantes? La preocupación entre los clínicos y las familias ha sido comúnmente el retraso en el crecimiento, aunque presumiblemente es secundario a la supresión del apetito inducido por el estimulante. Basado en los datos de un largo grupo de casos clínicos tratados con estimulantes, Spencer y cols. (1998) concluyen que la lentitud en el crecimiento puede ser temporal, y los niños con TDA-H pueden ser más pequeños que sus iguales antes de la pubertad, pero se recuperan en la adolescencia. La supresión del apetito puede ser controlada dando el estimulante con la comida o inmediatamente después de ella. La altura y el peso deben de ser controlados en niños tratados con estimulantes. Otros efectos secundarios comunes incluyen alteraciones del sueño, humor deprimido, dolor de estómago, sobreenfocar en los detalles, tics y pruritos. El insomnio puede ser difícil de valorar, porque muchos niños con TDA-H tienen problemas de sueño antes de recibir el tratamiento farmacológico estimulante. Resultados de informes de casos y estudios control sugieren que la administración de estimulantes puede estar asociada a la aparición de tics (Bocherding y cols. 1990) o a empeorar los que ya existían (Law y Schachar, 1999). Sin embargo, muchos estudios recientes han mostrado que los tics no empeoran cuando los niños con TDA-H y trastorno por tics son tratados con estimulantes (Castellanos y cols., 1997; Gadow y cols., 1995).Sin embargo, niños con trastorno por tics deberían estar controlados atentamente al ser tratados con estimulantes. La reducción de la dosis puede ser suficiente, aunque la suspensión debe ser valorada en algunos casos (Law y Schachar, 1999). ANTIPSICÓTICOS ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas de los antipsicóticos en niños y adolescentes? Los antipsicóticos se introdujeron en la psiquiatría adulta a comienzos de los años 50 y fueron utilizados en niños poco después. Los antipsicóticos típicos o clásicos se pueden clasificar, según la familia química, en fenotiacinas, butirofenonas, tioxantenos, difenilbutilpiperidonas, dibenzotiazepinas, índoles y dibenzoxacepinas. Alternativamente, pueden ser clasificados de acuerdo con su potencia relativa de bloqueo de la dopamina. La cloropromacina y la tioridacina son medicamentos de baja potencia, por eso, se requieren estas relativas altas dosis para lograr efectos terapéuticos normales. Por el contrario, el haloperidol y la flufenacina son medicamentos de alta potencia en el bloqueo de dopamina. Está empezando a ser habitual también la clasificación de antipsicóticos como típicos (o clásicos) y atípicos, con la introducción de la clozapina y una corta lista de nuevos compuestos. Los usos pediátricos de los antipsicóticos incluyen el tratamiento de la psicosis, severos problemas de conducta relacionados con el autismo y otros desórdenes del desarrollo, agresión, tics, y como tratamiento adjunto en enfermedades bipolares y TOC. ANTIPSICÓTICOS TÍPICOS ¿Cuáles son los antipsicóticos típicos o clásicos más importantes? Los antipsicóticos típicos o clásicos más importantes utilizados en niños y adolescentes son la cloropromacina, la tioridacina, el haloperidol, la flufenacina, el tiotixeno y la pimozida. ¿Para qué está indicada y cuál es la dosificación recomendada de la cloropromacina? La cloropromacina, una fenotiacina, fue el primer antipsicótico usado en niños con graves desórdenes de conducta. Con la introducción de nuevos agentes, el uso de la cloropromacina se ha reducido, aunque todavía es rutinariamente usada para el manejo de la agitación y la agresividad aguda. Puede ser administrada por vía oral o intramuscular. Cuando se usa por vía intramuscular, se debe prestar una cuidadosa atención a los signos vitales, ya que puede producir una significativa hipotensión a pesar de las, aparentemente, bajas dosis. Desde los 6 meses hasta los 12 años de edad se aconseja la administración de 0,5mg por Kg. cada 4-6 horas (vía oral), 0,5 mg por Kg. cada 6-8 horas (vía intramuscular) y 1 mg por Kg. cada 6-8 horas (vía rectal), (Mardomingo, 1994). ¿Para qué está indicada y cuál es la dosificación recomendada de la tioridacina? La tioridacina, otra fenotiacina de baja potencia, estaba hasta hace poco entre los antipsicóticos más comúnmente usados en poblaciones pediátricas. La dosificación recomendada para el tratamiento de la psicosis o el severo descontrol de conducta en los niños de entre 3 y 12 años es de 0,5 a 3,0 mg/kg por día, administrados en 2 ó 3 dosis (McClellan y Werry, 1994). Estudios recientes indican que la tioridacina puede prolongar los tiempos de conducción cardiaca, lo que ha provocado la reducción de su uso. La FDA aconseja usar este fármaco exclusivamente en situaciones clínicas especiales. ¿Para qué está indicado y cuál es la dosificación recomendada de haloperidol? El haloperidol es una butirofenona, lo que representa el prototipo de un antipsicótico típico de alta potencia. Ha sido usado para tratar a niños con psicosis, comportamientos agresivos, tics y alteraciones de la conducta asociados con autismo desde su introducción a inicios de los años 60 (Anderson y cols.1989; Shapiro y cols.1989). Comparado con los antipsicóticos de alta potencia, el haloperidol es mucho más propenso a causar síntomas extrapiramidales, pero es menos sedante. La dosis de haloperidol varía según los síntomas. Por ejemplo, en niños de edad escolar con tics o graves alteraciones de la conducta asociados con autismo, la dosis oscila entre los 0,75 y los 2,5 mg. por día (McDougle y cols., 2000; Scahill y cols., 2000). En cambio, son necesarias dosis de 10mg por día en el tratamiento de episodios psicóticos agudos (Spencer y cols., 1992). ¿Para qué está indicada y cuál es la dosificación recomendada para la flufenacina? La flufenacina es una fenotiacina que no está aprobada para niños menores de 12 años y que no ha sido bien estudiada en poblaciones pediátricas. A bajas dosis (0,04 mg./Kg. por día), la flufenacina disminuye la agresividad, la hiperactividad y las estereotipias en un estudio abierto de 12 niños con Trastorno Generalizado del Desarrollo (TGD) (Josh y cols., 1988). En un estudio de 21 pacientes con Síndrome de Gilles de la Tourette se obtuvieron mejores resultados en la reducción de los tics, que con haloperidol, utilizando una dosis media de 7mg por día (Gotees y cols., 1984), este estudio sin embargo incluyó tanto a niños como adultos y los resultados no fueron evaluados de forma separada por grupos de edad. ¿Para qué está indicado y cuál es la dosificación recomendada para el tiotixeno? El tiotixeno es un derivado del tioxanteno que, estructuralmente, está relacionado con las fenotiacinas. Está aprobado para el tratamiento de psicosis en niños de más de 12 años. La evidencia que se dispone en niños menores de 12 años indica que el tiotixeno es menos sedante que los neurolépticos de baja potencia, y que éste puede tener un menor riesgo de síntomas extrapiramidales que los neurolépticos de alta potencia como el haloperidol (Realmuto y cols., 1984). En niños menores de 12 años se utilizan dosis de 0,1-2mg por día (Mc. Clenany y cols., 1994). ¿Para qué está indicado y cuál es la dosificación recomendada de la pimocida? La pimocida es una difenilbutilpiperidina que no está relacionado con las fentoniacinas o el haloperidol. Es potente en el bloqueo de la dopamina en los receptores postsinápticos D2 y se usa para tratar tics en el Síndrome de Tourette. En los estudios placebo-control los que incluyen a niños y a adultos, se ha mostrado que la pimocida es superior al placebo en la reducción de tics (Shapiro y Shapiro, 1984). En niños menores de 12 años se utilizan dosis de 1-6mg por día, sin superar los 0,3mg por Kg. por día (Mc Clenan y cols., 1994). ANTIPSICÓTICOS ATÍPICOS ¿Cuáles son los antipsicóticos atípicos más importantes? Los antipsicóticos atípicos más importantes utilizados en niños y adolescentes son la clozapina, risperidona, quetiapina, olanzapina y zipresidona. ¿Para qué está indicado y cuál es la dosificación recomendada para la clozapina? La clozapina es un antipsicótico atípico derivado de la dibenzodiacepina. Químicamente no está relacionada con ninguno de los antipsicóticos típicos. La clozapina fue introducida en 1960 y su efectividad fue probada en pacientes resistentes al tratamiento con esquizofrenia, pero el entusiasmo inicial menguó después de demostrarse agranulocitosis en una serie de estudios europeos. Dos estudios abiertos (Frazier y cols., 1994; Siefen y Remschmidt, 1986) y una comparación controlada con haloperidol (Kumra y cols., 1996) se han realizado en poblaciones pediátricas. Colectivamente, esos estudios incluían 53 pacientes con edades de entre 6 y 18 años. La clozapina fue efectiva en 30 de los 53 (56%) pacientes. Este dato es muy significativo considerando que fue realizado en un grupo de pacientes terapéutico resistentes. En el estudio controlado, las dosis variaron entre los 125 y los 525 mg/día. Aunque no había informes de síntomas extrapiramidales, se observaron serios efectos secundarios, fundamentalmente anormalidades hematopoiéticas. El aumento de peso es una complicación observada frecuentemente en el tratamiento con clozapina. Una comparación retrospectiva de clozapina, (N=20), olanzapina (N=13) y risperidona (N=38) en adultos, confirmó que la clozapina y la olanzapina comportan mayor riesgo en el incremento de peso que la risperidona (Wirshing y cols., 1999). ¿Para qué está indicado y cuál es la dosificación recomendada para la risperidona? La risperidona es un antipsicótico atípico derivado del bencisoxazol que tiene algunos rasgos farmacológicos en común con la clozapina, pero que no ha sido asociado con agranulocitosis. Numerosos estudios en adultos con esquizofrenia han mostrado que la risperidona es un antipsicótico efectivo con bajos efectos extrapiramidales (Marder y Meibach, 1994). A diferencia de la clozapina, la risperidona está asociada a un incremento de prolactina, provocando un bloqueo de D2. El riesgo de síntomas extrapiramidales crece en un comportamiento dosis-dependiente a dosis superiores de 6mg por día. Se supone que este aparente efecto umbral es debido a una saturación de los receptores 5HT2, seguidos por un incremento en la fijación de D2 (Kapur y cols., 1995). Hasta la fecha, la mayoría de estudios con risperidona en poblaciones pediátricas se han limitado a estudios abiertos de muestras pequeñas. Los resultados de estos estudios sugieren que la risperidona puede ser útil para tratamientos de niños y adolescentes con trastornos cognitivos (Armenteros y cols., 1997), descontrol conductual en TGD (Fisman y Steele, 1996; McDougle y cols., 1997) y trastornos por tics (Lombroso y cols., 1995). Un reciente estudio placebo-control de 20 sujetos con trastornos de conducta, y edades entre los 6 y los 14 años, ha mostrado que la risperidona reduce la agresividad un 42%, comparado con el 4% del placebo (Findling y cols., 2000). En un estudio placebocontrol de risperidona que incluía tanto niños como adultos, la risperidona fue superior al placebo para el tratamiento de tics en el Síndrome Gilles de la Tourette (Scahill, 2001). En otro estudio, 34 sujetos (26 niños y 8 adultos) fueron asignados aleatoriamente al grupo placebo o al de risperidona. Después de 8 semanas de tratamiento con dosis entre 1 y 2mg/día en las muestras pediátricas, la risperidona fue asociada con un 36% de mejora en una medida clínica de severidad de los tics, lo cual fue significativamente mejor que el 9% en el grupo de placebo. No se observaron síntomas extrapramidales en el estudio. El peso incrementó una media de 3.1 Kg. en el grupo de tratamiento activo, comparado con 0 Kg. en el grupo de placebo. En el grupo tratado con risperidona se observaron 2 casos de fobia social emergente (Hanna y cols., 1999). La risperidona también ha sido comparada con la pimocida en un estudio aleatorizado a doble ciego (Bruggeman y cols., 2001). En este estudio, la risperidona y la pimocida fueron similares en sus efectos positivos, con reducción en la severidad de los tics de un 44% y un 47% respectivamente. Pero el grupo de pimocida registró mayores síntomas extrapiramidales. El incremento de peso fue mayor en el grupo de risperidona (4.5 comparado con 2.7 Kg.). Las dosis fueron similares; más de 6mg/día por cada medicamento. El estudio incluía 50 sujetos en total, pero sólo 17 eran del grupo de edad pediátrica. Los resultados en las muestras pediátricas no fueron registrados independientemente de la muestra total. Muchos otros estudios controlados de risperidona están en proceso y en un futuro cercano estarán disponibles. Por ejemplo, el “RUPP Autism Network” recientemente finalizó un estudio placebo-control con risperidona en 101 niños con autismo acompañado de agresividad, conductas autoagresivas, y/o irritabilidad o trastorno explosivo (el diseño del estudio y la valoración de los métodos están descritos en Arnold y cols., 2000; Scahill y cols., en prensa). En la mayoría de estos estudios, el fármaco se inició con 0.5mg por día y se incrementó en 0.5mg cada 5 ó 7 días hasta el nivel de entre 1 y 3.5 mg por día, divididos en 2 dosis. ¿Para qué está indicada y cuál es la dosificación recomendada para quetiapina? A pesar de no estar químicamente relacionada con la clozapina, la quetiapina se parece en su perfil de ocupación del receptor. Tiene baja actividad en los receptores D2. Como es un fármaco de relativa baja potencia en el emplazamiento de 5HT2, no muestra el efecto de umbral observado con la risperidona. De este modo, incluso con altas dosis, la quetiapina tiene baja propensión a provocar síntomas extrapramidales y muestra tan sólo ascensos transitorios de prolactina. Como los otros neurolépticos atípicos disponibles, la quetiapina ha demostrado eficacia y seguridad para el tratamiento de adultos con esquizofrenia. Por lo referente a su uso en niños y adolescentes sólo hay datos limitados. Los resultados preliminares sugieren que la quetiapina puede ser útil para el tratamiento de síntomas psicóticos en adolescentes (McConville y cols., 2000). Las dosis utilizadas en niños y adolescentes varían entre 100-600 mg por día. ¿Para qué está indicado y cuál es la dosificación recomendada para la olanzapina? La olanzapina es un antipsicótico atípico derivado de la tienobenzodiazepina. Se utiliza a dosis entre 2,5 y 10 mg por día, aconsejándose dosis no superiores a 20mg por día. El uso de olanzapina ha sido descrito en series de estudios abiertos de niños y adolescentes con esquizofrenia terapéutico resistentes (Kumra y cols., 1998), y más recientemente como único (Fraizer y cols., 2001), o adjunto (Chang y Ketter, 2000) agente para el tratamiento del trastorno bipolar en adolescentes. Junto con la clozapina, la olanzapina ha mostrado la mayor propensión a aumentar el peso en adultos (Allison y cols. 1999; Wirshing y cols., 1999). El alto riesgo de aumento de peso requiere un mayor estudio en niños y adolescentes. ¿Para qué está indicado y cuál es la dosificación recomendada para la ziprasidona? La ziprasidona, uno de los últimos fármacos antipsicóticos atípicos, ha mostrado ser efectivo en adultos con esquizofrenia (Bagnally cols., 2000). Como la risperidona, es un potente bloqueador del emplazamiento de D2 y de 5-HT2. Comparado con la risperidona, se necesita una dosis mayor para lograr un efecto antipsicótico. Así, por ejemplo, la dosis normal de risperidona en adultos con esquizofrenia es de 6 mg por día, por el contrario, la dosis de ziprasidona es de 80 a 160 mg por día dividida en dos dosis (Tandon, 2000). Hay un estudio publicado sobre la ziprasidona en población pediátrica. En este estudio, 28 niños (entre 7 y 17 años) con Síndrome de Gilles de la Tourette fueron asignados aleatoriamente a un grupo de placebo (N=12) o con ziprasidona (N=16) bajo condiciones de doble ciego. La dosis total de ziprasidona fue de 30 mg por día, dividida en varias dosis. La ziprasidona se asoció con un 35% de mejora en la severidad de los tics, comparado con el 7% de disminución en el grupo de placebo (Sallece y cols., 2000). Los efectos secundarios fueron sedación moderada (N=1) sedación suave (N=11), insomnio (N=4) y acatisia (N=1). No se detectaron cambios en los valores de laboratorio, en los tiempos de conducción cardiaca, o en el peso corporal en el grupo con ziprasidona. Su aparente efecto limitado en el incremento de peso hace de la ziprasidona un psicofármaco bien aceptado entre los antipsicóticos, aunque se requieran más estudios para confirmar esta impresión inicial. ¿Cuáles son los mecanismos de acción de los antipsicóticos? La principal acción terapéutica de los antipsicóticos típicos es bloquear los receptores postsinápticos de D2 (Findling y cols., 1998). Por el contrario, los antipsicóticos atípicos bloquean los receptores postsinápticos de la dopamina y la serotonina. La adición de los bloqueadores postsinápticos de 5-HT parece disminuir el riesgo de los efectos extrapiramidales y quizás también el de la discinesia tardía (DT). Esto también puede contribuir a los efectos beneficiosos sobre los síntomas negativos de la esquizofrenia, aunque esto supone cierta controversia. Algunos investigadores argumentan que los efectos beneficiosos de los atípicos sobre los síntomas negativos han de demostrarse todavía de una manera más convincente, mientras que otros expertos indican que estos agentes pueden mejorar los síntomas negativos, pero sostienen que los bloqueadores de 5-HT pueden no ser el mecanismo fundamental. Las medicaciones antipsicóticas tienen también efectos anticolinérgicos y antihistaminérgicos, y bloquean también las vías adrenérgicas. Estas propiedades farmacológicas adicionales probablemente no contribuyen a los efectos terapéuticos de los medicamentos antipsicóticos, pero tienen impacto en el perfil de sus efectos secundarios. Así por ejemplo, los neurolépticos de baja potencia como la cloropromacina y la tioridacina causan más sedación, sequedad de boca y estreñimiento, presumiblemente debido a los efectos antihistaminérgicos y anticolinérgicos. Asimismo su tendencia a producir hipotensión está probablemente relacionada con el bloqueo adrenérgico. ¿Cuáles son los efectos secundarios de los antipsicóticos? Los síntomas extrapiramidales (ej.: reacciones distónicas, rigidez y acatisia) son más comunes con los neurolépticos de alta potencia. Además de los síntomas extrapiramidales, los efectos secundarios de los medicamentos antipsicóticos típicos en niños y adolescentes incluyen mitigación cognitiva, fobia escolar, incremento de peso y estado depresivo. La somnolencia es un efecto secundario común con los agentes antipsicóticos de baja potencia, pero puede ocurrir también con los de alta potencia. Los efectos secundarios anticolinérgicos como la sequedad de la boca, el estreñimiento, y la visión borrosa también deberían controlarse. La tioridacina, pimocida, y otros antipsicóticos pueden prolongar los tiempos de conducción cardiaca, por lo que se aconseja realizar controles ecg, antes de iniciar el tratamiento y durante el mantenimiento del tratamiento con antipsicóticos (Gutgesell y cols., 1999. A pesar de que los antipsicóticos atípicos son menos propensos a causar síntomas extrapiramidales, no están libres de tener efectos secundarios. La clozapina está asociada a un bajo riesgo de agranulocitosis. Por esta razón, solo debe usarse en pacientes esquizofrénicos terapéutico-resistentes. Otro efecto secundario de la clozapina es la taquicardia. Un efecto secundario que ha sido repetidamente registrado por clozapina, olanzapina, quetiapina, y risperidona es el aumento de peso. A pesar de que el número de sujetos estudiados es relativamente pequeño, todos los estudios disponibles en muestras pediátricas con estos agentes han constatado aumento de peso. En dos estudios de placebo de control y risperidona, el incremento de peso fue significativamente mayor en el grupo de tratamiento activo comparado con el de placebo, siendo 4.3 kg en un estudio (Findling y cols., 2000a) y 3.1 kg en el otro (Scahill, 2001). Los estudios de adultos sugieren que el incremento de peso es probablemente mayor con clozapina, seguido por olanzapina, risperidona y quetiapina (Allison y cols., 1999). Asimismo, y por razones desconocidas, la ziprasidona no ha estado asociada con incremento de peso. El mecanismo de ganancia de peso parece ser provocado por un incremento del apetito, el cual puede ser debido a una interferencia en el mecanismo de la saciedad. Las consecuencias sobre la salud por la obesidad pueden ser significativas, así por ejemplo, algunos estudios demuestran que la olanzapina puede contribuir a incrementar los triglicéridos (Osser y cols., 1999) y causar diabetes Tipo II (Wirshing y cols., 1998). Los casos registrados con hepatotoxicidad con risperidona son raros, sin embargo se aconsejan medidas periódicas de control de los niveles de enzimas hepáticas durante el mantenimiento del tratamiento (Kumra y cols., 1997; Landau y Martín, 1998). ¿Qué es la discinesia tardía? El riesgo de padecer discinesia tardía (DT) aumenta en función de las dosis y la duración del tratamiento, pero también puede darse con breves exposiciones. La discinesia tardía ha sido registrada en pacientes pediátricos, pero no parece ser común (Riddle y cols., 1987). De este modo, niños y adolescentes tratados con antipsicóticos deberían llevar un control por si se dan situaciones anormales. El mayor estudio sistemático hasta la fecha (Campbelly cols., 1997) aumenta las cuestiones respecto a la dificultad en distinguir entre DT de un cuadro de discinesia (WD). En este estudio, el 30% de los niños entre 2 y 8 años mostraron persistentes movimientos de más de 3 meses de duración después de una retirada controlada del haloperidol. Las preguntas de cómo y cuándo retirar la medicación antipsicótica son críticas, pero los datos para guiar las decisiones clínicas son limitados. Para minimizar la WD, se deberían hacer reducciones graduales de las dosis mientras se evalúan los cambios en la severidad de los síntomas. En el autismo y los trastornos por tics, la retirada debe ser considerada anualmente en aquellos casos con buena evolución. Si los síntomas persisten, la dosis de mantenimiento del neuroléptico debería reducirse hasta el mínimo posible, lo suficiente para mantener el control sintomático y minimizar los efectos secundarios (McClellan y Werry, 1994). Basados en la experiencia colectiva con clozapina, los nuevos atípicos pueden tener también un bajo riesgo de DT. Se necesitan más estudios, así como el seguimiento de muestras clínicas tratadas con antipsicóticos atípicos y una cuidadosa vigilancia de estos agentes en poblaciones pediátricas. El síndrome maligno neuroléptico (SMN) es un raro efecto secundario que se ha asociado con los antipsicóticos típicos. Se caracteriza por fiebre alta, rigidez, delirio, inestabilidad autonómica, y aumento de la creatininfofoquinasa (CPK). ANTIDEPRESIVOS ¿Qué enfermedades psiquiátricas abarcan los tratamientos antidepresivos? Los antidepresivos incluyen un grupo de componentes químicamente diversos que han demostrado ser efectivos en el tratamiento de adultos con depresión mayor. Más recientemente, varios antidepresivos se han usado en el tratamiento de adultos con otros trastornos, incluyendo TOC, Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), trastorno de pánico, fobia social, y trastorno por estrés postraumático. Estas extensas aplicaciones clínicas también están siendo llevadas a cabo con una frecuencia cada vez mayor en la población pediátrica, a pesar de que el nivel de soporte empírico varía bastante según el trastorno. Los antidepresivos pueden clasificarse en tres grupos: (a) Antidepresivos tricíclicos (b) Antidepresivos inhibidores de la monoxidasa (IMAO) (c) Antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) (d) Otros antidepresivos ANTIDEPRESIVOS TRICÍCLICOS Los antidepresivos tricíclicos (ATC) han sido usados para tratar varios desórdenes psiquiátricos infantiles desde hace más de 3 décadas, incluyendo la depresión (PuigAntich y cols., 1987), el TDA-H (Biederman y cols., 1989), TOC (DeVeaugh-Geiss y cols., 1992), el trastorno de ansiedad por separación (Klein y cols., 1992), y la enuresis (Werry y cols., 1975). ¿Cuáles son los mecanismos de acción de los antidepresivos tricíclicos? Los ATC, variando en diferentes grados, inhiben la recaptación de NE por las neuronas presinápticas. A través del tiempo, este efecto farmacológico presumiblemente aumentará la neurotransmisión noradrenérgica. Entre los ATC, la desipramina es el más selectivo en lo referente a su capacidad de bloqueo de la recaptación de NE. Se supone que esta propiedad altamente selectiva de la desipramina influye en su efectividad en el TDA-H. La clomipramina es el único ATC que es un potente inhibidor de la recaptación de serotonina. Se supone que esta propiedad explica la superioridad de la clomipramina en el tratamiento del TOC (Leonard y cols., 1989). ¿Qué sabemos sobre la farmacocinética de los antidepresivos tricíclicos? Los niveles plasmáticos de los ATC pueden mostrar las grandes variaciones individuales tomando la misma dosis oral por las diferencias genéticas en la actividad enzimática del CYP 450. De este modo, los niveles terapéuticos de los ATC no están bien establecidos en poblaciones pediátricas. Los niveles plasmáticos son útiles, además, para identificar a niños con baja o rápida actividad metabólica, descartar toxicidad, y evaluar el cumplimiento. ¿Cuál es la dosis óptima diaria de los principales antidepresivos tricíclicos en niños y adolescentes? Antes de iniciar cualquier tratamiento con ATC se debería practicar un estudio ecg y valorar la tensión arterial. Es también útil conocer antecedentes de síncopes en el paciente, así como los episodios de muerte súbita en familiares cercanos. La dosificación de los principales antidepresivos tricíclicos es la siguiente: DOSIS INICIAL Imipramina Clomipramina 1,5mg x kg x día 25mg x día DOSIS MÁXIMA 2,5mg x Kg. x día 3mg x kg. x día Desipramina 25-50mg x día Nortriptilina 10mg x día 5mg x kg. x día 2,5mg x kg. x día ¿Cuáles son los efectos secundarios de los antidepresivos tricíclicos? Los ATC se asocian con una serie de efectos secundarios que incluyen la sedación, mareos, sequedad de boca, sudoración, aumento de peso, retención de orina, agitación y temblores. Se pueden reducir estos efectos disminuyendo la dosis, cambiando la programación de las dosis o cambiando entre aminas secundarias y terciarias. Por ejemplo, para tratar la sedación, la medicación podría ser administrada dos veces al día, con la dosis mayor por la tarde. El cambio de los ATC puede ser útil algunas ocasiones, por ejemplo la imipramina (una amina terciaria) se puede cambiar por nortriptilina (una amina secundaria) para minimizar la sedación o el estreñimiento. A pesar de la evidencia que muestra la eficacia de la clomipramina para el TOC y la desipramina para el TDA-H, el uso de los ATC está disminuyendo (Ryan y Varma, 1998). Esta tendencia está relacionada con el perfil y el potencial de los efectos secundarios en cuanto a la seriedad de los efectos adversos; la posibilidad de una muerte súbita, aunque rara, es la más amenazadora. En casos tratados con desipramina, la serie de casos registrados que se acumulan en este sentido ha llevado a algunos expertos (pero no a todos) a recomendar evitar los ATC en la población pediátrica (Werry cols., 1995). El tratamiento psicofarmacógico con ATC en paidopsiquiatría requiere siempre tener en cuenta los siguientes aspectos: (a) Una dosificación gradual dentro de unos márgenes claramente ajustados al peso, (b) Control ecg, (c) Una valoración completa de los riesgos: Proporción del beneficio en el proceso de planificación del tratamiento; (d) Su uso selectivo en pacientes que no responden a fármacos de primera línea. ¿Qué debemos contemplar respecto a la interacción con otros fármacos? Los enzimas hepáticos del sistema citocromo P450 (CYP 450) metabolizan los ATC, y otros muchos psicotropos. Algunos fármacos psicotropos (fluoxetina, fluvoxamina, paroxetina) y no psicotropos (ketoconazol, cimetidina, eritromicina) inhiben la acción de uno o más de estos enzimas hepáticos. La inhibición de las enzimas específicas para metabolizar los ATC puede resultar tóxica (Flockhart y Oesterheld, 2000). Así por ejemplo, el antibiótico eritromocina es un potente inhibidor del CYP3A4. La clomipramina es un sustrato para esta enzima. La adición de eritromicina en un paciente bajo tratamiento con clomipramina causa un gran incremento del nivel de ésta última, con una tendencia a incrementar el riesgo de efectos adversos. El mecanismo también es utilizado como una maniobra terapéutica en el TOC refractario, así pues al añadir en un tratamiento con clomipramina, fluvoxamina (también inhibidora del CYP3A4), se reduce el metabolismo de la clomipramina y causa un incremento en el nivel del fármaco. Esta combinación también incrementa el riesgo de efectos secundarios, como el aumento de los tiempos de conducción cardiaca, por lo que debe reservarse en casos refractarios. ANTIDEPRESIVOS INHIBIDORES DE LA MONOXIDASA (IMAO) ¿Qué riesgos implica el uso de los IMAO en niños y adolescentes? Los riesgos que implica el uso de los IMAO, a pesar de sus éxitos terapéuticos, han ido desplazando el uso de este tipo de psicotropos para casos muy específicos. Si ello ha ocurrido en el terreno adulto, con mayor motivo ha de reservarse su prescripción en niños y adolescentes. Su mayor peligro es el aumento de la tensión arterial por ingestión de Tiramina. Solo 20mg de Tiramina ya producen una severa crisis hipertensiva, por lo que la dieta es imprescindible, variable de bajo cumplimiento en la infancia y adolescencia, si tenemos en cuenta que alimentos tan comunes como la naranja, las habas, los quesos curados, el hígado de pollo o de vaca; las sopas preparadas o las aves, carnes o pescados en conserva, contienen un alto contenido en Tiramina. Los IMAO más utilizados en la actualidad son la fenelcina, la tranilcipromina y la modobemida. ANTIDEPRESIVOS INHIBIDORES SELECTIVOS DE LA RECAPTACIÓN DE SEROTONINA (ISRS) ¿Qué son los ISRS? Los ISRS son un grupo de componentes que potencialmente inhiben el retorno de serotonina en las neuronas presinápticas. Los ISRS incluyen la fluoxetina, sertralina, paroxetina, fluvoxamina y citalopram. En contraste a la clomipramina, que inhibe la recaptación tanto de NE como de serotonina, estos nuevos componentes restringen su acción en la inhibición de la recaptación de serotonina. ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas y soporte empírico de los ISRS? Todos los ISRS en uso actualmente están aprobados para ser utilizados en el tratamiento de adultos con TOC. Con la excepción de la fluvoxamina, los ISRS, también están aprobados para administrarlos en adultos con depresión mayor. Recientemente, la paroxetina y la sertralina han sido aprobadas para adultos con trastornos de ansiedad, y la sertralina para el trastorno por estrés postraumático. En poblaciones pediátricas, la FDA ha aprobado la fluvoxamina y la sertralina para el tratamiento de TOC. La introducción de los ISRS, empezando con fluoxetina a finales de los 80, ha tenido un importante impacto en la práctica de la psicofarmacología pediátrica. Comparado con los ATC, la monoterapia con ISRS es relativamente simple. Como grupo, estos psicotropos son generalmente bien tolerados, típicamente pueden ser administrados una vez al día, y no requieren controles de niveles de sangre o ecg. En las últimas investigaciones con clomipramina y fluoxetina (De Veaugh-Geiss y cols., 1992; Leonard y col., 1989; Riddle y cols., 1992), bajo control con placebo y sertralina (March y cols., 1998), fluvoxamina (Emslie y cols., 1997) y paroxetina (Keller y cols. 1998) en depresión, y con fluvoxamina en trastornos de ansiedad (no TOC) (RUPP, 2001), en poblaciones pediátricas, se confirma que los ISRS son superiores al placebo. ¿Qué estudios avalan el uso de ISRS para el trastorno obsesivo compulsivo? La sertralina y la fluvoxamina han sido evaluados mediante estudios placebo control aleatorizados. Utilizando como medida de resultados el Children’s Yale-Brown Obsessive Compulsive Scales (CYBOCS), ambos fármacos fueron superiores al placebo en la mejora de los síntomas obsesivos compulsivos. Se evaluó la sertralina en 187 sujetos de rangos de edad de 6 a 12 años. La media de dosis diaria de 167mg de sertralina se asoció con al menos un 25% de mejora en el CYBOCS en el 53 % de los sujetos, comparados con el 37% en el grupo placebo (March y cols., 1998). En otro estudio con 120 niños de edades comprendidas entre los 8 y 17 años, la fluvoxamina en dosis de 165mg fue efectiva en el 42% de sujetos de la muestra, comparado con el 26% entre los tratados con placebo (Riddle y col., 2001). Un estudio abierto con paroxetina en niños con TOC mostró prometedores resultados (Rosenberg y cols., 1999). Otros dos estudios bajo control con, confirman la eficacia de la fluoxetina en el TOC (Kurlan y cols., 1993; Scahill y cols., 1997). Finalmente, un estudio abierto con citalopram, en niños con TOC (Thompsen, 1997), 23 sujetos fueron tratados con 10 a 40 mg por día de citalopram durante 10 semanas. Once de 23 sujetos obtuvieron una importante mejora clínica, cinco pacientes mostraron pequeñas respuestas o ninguna y siete mostraron una respuesta parcial. Tomados juntos, estos datos sugieren que los ISRS son efectivos para el tratamiento de TOC en niños y adolescentes. Hay que también valorar que algunos niños con TOC muestran sólo una respuesta parcial con ISRS. Así por ejemplo, aproximadamente el 40% de los sujetos en el estudio citado con sertralina mostró menos del 25% de mejora en los síntomas obsesivos compulsivos (March y cols., 1998). Esta observación indica que los clínicos deberían recordar a padres y pacientes el hecho de no tener unas altas expectativas, no razonables, en el tratamiento con ISRS. ¿Qué estudios avalan el uso de ISRS para la depresión? La fluoxetina, sertralina, y paroxetina se han estudiado para el tratamiento de la depresión en niños y adolescentes. El estudio de fluoxetina de Emslie y cols. (1997) fue el primero que mostró la superioridad de un antidepresivo ISRS sobre el placebo para el tratamiento de depresión en niños y adolescentes. Un reciente estudio multicéntrico bajo control con placebo, comparó paroxetina, imipramina y placebo (Keller y cols., 2001). La paroxetina fue superior al placebo, obteniendo un éxito de respuesta del 63%, comparado con el 46% en el grupo placebo. En contraste, la respuesta al grupo de imipramina era del 50%, no hubo diferencias estadísticas al grupo placebo. Asimismo, la imipramina se asoció a los efectos secundarios comunes de los ATC y con un alto grado de suspensión prematura. Dos estudio abiertos de sertralina (Ambrosini y cols., 1999; Tierney y cols., 1995) con una muestra combinada de 80 sujetos mostró favorables resultados. De forma conjunta, estos datos sugieren que los ISRS son los agentes de primera elección para el tratamiento de la depresión en niños y adolescentes. ¿Qué estudios avalan el uso de ISRS en trastornos de ansiedad no obsesivoscompulsivos? Sólo la fluvoxamina se ha evaluado en el tratamiento de niños y adolescentes con trastornos de ansiedad no obsesivos compulsivos. En un estudio patrocinado por el National Institut of Mental Health (RUPP, 2001), 128 sujetos de edades comprendidas entre los 6 y 17 años fueron aleatoriamente asignados a placebo o fluvoxamina después de 3 semanas de intervención psicoeducativa. Los primeros resultados se evaluaron con el Pediatric Anxiety Rating Scale (PARS), una escala desarrollada específicamente para la investigación (Walkup y Davies, 1999). Después de 8 semanas de tratamiento, los niños que estaban en el grupo de fluvoxamina mejoraron un 52% (media de disminución del PARS de 18.7 a 9.0) comparado con el 16% de mejora (de 19.0 a15.9) para el grupo placebo. La dosis inicial fue 25mg dos veces al día, después, se incrementó de 25mg dos veces al día después de 4 días. La planificación de la dosis continuó, según clínica con un incremento de 25 mg cada 4 a 5 días, si era bien tolerado y sin superar los 200 mg por día. Los hallazgos de este estudio avalan la eficacia y los efectos duraderos de la fluvoxamina en el tratamiento del trastorno de ansiedad generalizada ¿Qué sabemos sobre la farmacocinética de los ISRS? Los cinco ISRS citados tienen relativamente larga vida-media, permitiendo el uso de dosis diarias únicas. La fluvoxamina, es la que menor vida media tiene, debe ser a veces administrada dos veces al día. Una reciente evaluación farmacocinética con paroxetina mostró que los niños metabolizan este psicotropo más rápido que los adultos (Findling y cols., 1999). A pesar de la corta vida media en la población pediátrica, estos investigadores todavía recomiendan una dosis diaria de paroxetina. Los perfiles farmacocinéticos de los otros ISRS en la población pediátrica no han sido todavía estudiados. En adultos, la fluoxetina y el citalopram son los ISRS con una vida media más larga, con estimaciones de 48 a 72 horas, y 33 horas, respectivamente. Además, la fluoxetina tiene un metabolito activo (norfluoxetina) con una eliminación media de 7 a 14 horas. Ambas fluoxetinas (fluoxetina y norfluoxetina) y la paroxetina son potentes inhibidores del CYP 2D6. A destacar que tras su administración, el tiempo medio de eliminación es de 4-6 días para la fluoxetina y de 4-16 días para la norfluoxetina, pudiendo existir actividad psicofarmacológica durante 6-8 semanas tras interrumpir el tratamiento (De Vane, 1992). ¿Cuál es la dosis habitual recomendada para la fluoxetina? La fluoxetina debe utilizarse en niños mediante una dosis inicial de 5 a 10mg por día; los niños más pequeños pueden empezar por 2,5mg por día. La fluoxetina se puede aumentar poco a poco (semanalmente o en intervalos de 2 semanas), la dosis habitual en niños y adolescentes se halla entre los 5 y 40 mg por día, aunque algunos niños y adolescentes pueden necesitar dosis más elevadas. ¿Cuál es la dosis habitual recomendada para la sertralina? El tratamiento con sertralina en niños y adolescentes puede iniciarse con dosis de 12.5 a 25mg, incrementándose según clínica, sin superar los 200mg por día. Las dosis más altas pueden ser necesarias en adolescentes mayores. Un reciente estudio de múltiples dosis con diferentes adultos con TOC ha revelado que algunos pacientes responden con una dosis inferior (Greist y cols., 1995), motivo que justifica la valoración de la respuesta clínica. ¿Cuál es la dosis habitual recomendada para la fluvoxamina? El tratamiento con fluvoxamina en niños y adolescentes se inicia con dosis de 12.5 a 25 mg por día, aumentando según clínica 25mg semanalmente. La dosis típica oscila entre 50 y 200mg por día, aunque en los niños y en los adolescentes con TOC se utiliza una rápida escalada de dosis con un incremento cada tres días (Riddle y cols., 2001). Un reciente trabajo en trastornos de ansiedad aconseja aumentos lentos (RUPP, 2001), así pues en este estudio se empezó con 25mg por día, incrementando a 25mg dos veces al día dentro de la primera semana, después, la dosis se aumentó en 25mg cada semana siempre que, semanalmente fuera tolerada. Este programa de dosificación es el más utilizado en la práctica clínica diaria. ¿Cuál es la dosis habitual recomendada para la paroxetina? El tratamiento con paroxetina en niños y adolescentes se inicia con dosis de 5 a 10 mg por día, aumentando las dosis, hasta alcanzar una dosis diaria de no superior a los 50mg. La paroxetina mejora la sintomatología depresiva en adolescentes diagnosticados de depresión mayor y de anorexia nerviosa con depresión asociada (Rodríguez Ramos y cols., 1995) ¿Cuál es la dosis habitual recomendada para el citalopram? Empiezan a aparecer estudios entre la población pediátrica. En un estudio, 23 niños con TOC fueron tratados durante 10 semanas con dosis de 10 hasta 40 mg por día. Tras el tratamiento, más del 75% de los pacientes experimentaron una reducción de los síntomas sin observarse efectos secundarios significativos (Thompsen, 1997). En otro estudio con 12 pacientes de 8 a 17 años con trastorno de ansiedad social, se administró durante 12 semanas, conjuntamente con 8 sesiones breves de psicoterapia cognitivaconductual, una dosis no superior a 40 mg por día, obteniéndose mejoría significativa en 10 pacientes. (Chavira y cols, 2002). Destaca con respecto a la depresión, un trabajo retrospectivo con 21 adolescentes, observándose mejoría en el 76 % de los mismos, si bien el 33 % describieron efectos secundarios leves (cefaleas, sensación de mareo, náuseas, agitación y sudoración) (Bostic y cols, 2001). Asimismo, en niños y adolescentes con impulsos agresivos, se observó una adecuada eficacia y tolerabilidad del producto en 12 pacientes tratados con citalopram (Armenteros y Lewis, 2002). Basándose en la experiencia, es aconsejable empezar con dosis de 5mg por día, con incrementos semanales o cada dos semanas, hasta alcanzar dosis no superiores a 40 mg por día. ¿Cuáles son los efectos secundarios de los ISRS? Los ISRS son bien tolerados como grupo, y los efectos secundarios serios, alteraciones cardiacas, no han aparecido con las dosis habituales. Además de su predisposición por inhibir el citocromo P450, (Oesterheld y Flockhart, 2000) los efectos secundarios más comunes de los ISRS en los niños y en los adolescentes son la activación conductual y las molestias gastrointestinales. Los signos de activación conductual incluyen inquietud, insomnio, impulsividad, y/o desinhibición conductual. Esto puede ocurrir al principio del tratamiento, con dosis elevadas (Kingy cols., 1991), o añadiendo fármacos que inhiban el metabolismo de los ISRS (ej. cimetidina). El potencial para la activación conductual terapéutica temprana subraya la importancia de empezar con dosis bajas y aumentarlas lentamente. Como con otros antidepresivos, han aparecido hipomanías y clínica maníaca. Por ejemplo, en series de 33 niños y adolescentes tratados por depresión, dos casos de manía fueron descritos inducidos por sertralina (Tierney y cols. 1995). Otros efectos secundarios incluyen diarreas, nauseas, sensación acidez gástrica, disminución del apetito y fatiga. Los efectos secundarios referentes al sexo (disminución de la libido), que son relativamente comunes en adultos, deben considerarse en los adolescentes sexualmente activos. Hay también informes de ideación suicida y conductas autolesivas con fluoxetina (King y cols,. 1991). Es improbable que la fluoxetina conlleve un alto riesgo para la ideación suicida, o que sea el ISRS que genere mayor ideación de este tipo. Como con todos los antidepresivos, especialmente cuando tratamos la depresión, los clínicos han de controlar el pensamiento suicida y las potenciales autolesiones en cualquier niño o adolescente tratado con ISRS, ante todo en las primeras semanas de tratamiento. ¿Qué es el síndrome de interrupción del tratamiento con los ISRS? Se trata de un síndrome como la gripe caracterizado por mareos, tristeza, náuseas, vómitos, mialgia y fatiga que ocurre en asociación con el cese agudo de algunos ISRS como la paroxetina, la fluvoxamina y la sertralina (Black y cols. 2000). Recientemente, un estudio controlado sobre la interrupción terapéutica aguda en 220 adultos comparó los efectos secundarios de, fluoxetina, paroxetina y sertralina. Paroxetina y sertralina se asociaron con irritabilidad, agitación, fatiga, insomnio, confusión, mareos y nerviosismo, no ocurriendo lo mismo con fluoxetina (Rosenbaum y cols., 1998). La mayor vida media de la fluoxetina y de la norfluoxetina presumiblemente es la causa de su distinta y favorable respuesta. Basándose en estos resultados, la retirada de los ISRS debe ser lenta. El citalopram tiene una vida media de 33 horas, pero no se conocen los metabolitos activos. La repentina interrupción de este psicotropo también debería evitarse, al no existir datos relevantes sobre los efectos secundarios causados por su retirada. ¿Durante cuánto tiempo se ha de mantener el tratamiento con ISRS? Los estudios de adultos con depresión sugieren que un episodio depresivo dura de 9 meses a un año. Basados en esta evidencia la duración del tratamiento para la depresión en adultos no puede ser inferior a un año. Para el TOC y el trastorno de ansiedad, sin embargo, no hay datos sobre la duración del tratamiento. Un reciente estudio con TOC sugiere la interrupción después de un periodo de 8 a 12 meses libre de síntomas (Grades y cols., 1999). Dada la potencial cronicidad del TOC, los niños y padres deberían de estar informados de que los síntomas pueden volver a surgir al interrumpir el tratamiento con ISRS. Se necesitan más estudios sobre la duración del tratamiento con ISRS en la población pediátrica. ¿Qué hay que valorar respecto a la interacción de los ISRS con otros fármacos? El uso de los ISRS se está incrementando en la práctica clínica por su seguridad y fácil uso. Dado que el uso de psicotropos conlleva riesgos, se subraya la importancia de controlar su interacción con otros fármacos en la práctica clínica. Todos los ISRS tienen potencial interactivo ya que todos ellos inhiben una o más de las CYP isoenzimas. Como ya se comentó, el sistema responsable de la inhibición de las enzimas para metabolizar un fármaco activo aumenta su nivel en plasma, con lo que aumenta sus efectos beneficiosos o nocivos. Así por ejemplo, se han registrado reacciones distónicas en adolescentes al añadir un antipsicótico en un tratamiento con paroxetina (Horrigan y Barnhill, 1994; Lombroso y cols., 1995), el efecto secundario registrado es probablemente el resultado de la inhibición por la paroxetina del CYP2D6, la enzima que metaboliza la risperidona. OTROS ANTIDEPRESIVOS ¿De qué otros fármacos antidepresivos disponemos? Fundamentalmente bupropion, venlafaxina y nefazodona. ¿Qué sabemos acerca del bupropion? Un antidepresivo no relacionado con los descritos anteriormente es el bupropion. Su mecanismo de acción no está claro, parece tener efectos dopaminérgicos y noradrenérgicos. Está aprobado para el tratamiento de depresión y el cese del consumo de tabaco en adultos. Aunque el bupropion no se ha estudiado para la depresión en niños o adolescentes, sí ha sido evaluado en estudios controlados para el tratamiento del TDAH. Un estudio placebo-control con bupropion en 72 niños con TDA-H ha mostrado su superioridad respecto al placebo en el tratamiento del TDA-H, a pesar de que el efecto del tratamiento fue menor del que se había observado normalmente con estimulantes (Conners cols., 1996). En niños y adolescentes la dosis de bupropion es de 3 a 6 mg./kg. por día, debiéndose administrar en dosis divididas y sin exceder de los 300mg por día, aconsejándose que cada toma no exceda de 150mg. En un reciente estudio-abierto aplicado en 24 adolescentes (de 11 a 16 años) con TDA-H y depresión, el tratamiento con bupropion se asoció con mejoras de ambas condiciones en un 58% (N=14), de depresión sólo en un 29% (N=7), y de TDA-H sólo en un 4% (N=1), lo que sugiere la necesidad de más estudios en dichas condiciones comórbidas (Daviss y cols,, 2001). Los efectos secundarios del bupropion incluyen agitación, insomnio, nauseas, vómitos, erupciones cutáneas, estreñimiento y temblores. Las dosis diaria no puede exceder de 300 mg en los niños, y cada toma no puede exceder de 150 mg. ¿Qué sabemos acerca de la venlafaxina? La Venlafaxina es un agente que inhibe selectivamente la recaptación de la serotonina a dosis bajas (<150mg/día.) y la recaptación de serotonina y NE a dosis altas (>150mg por día). La vida media es de 4 horas y de su metabolito activo alrededor de 10 horas. Hay muy pocos estudios con niños y adolescentes. En un estudio controlado con placebo doble ciego con 33 adolescentes con depresión mayor que se hallaban bajo psicoterapia, el análisis estadístico indicó una mejoría significativa en las seis semanas de duración del tratamiento, aunque no pudo atribuirse en exclusiva al tratamiento con venlafaxina (Mandoki y cols., 1997). En la actualidad, investigaciones pendientes de publicar, sugieren una significativa eficacia en los trastornos comórbidos ansioso depresivos en adolescentes. En niños y adolescentes la dosis inicial no debe superar los 25 mg por día, mediante una dosis única nocturna y vigilando los efectos de sedación y mareo, si es bien tolerada se puede realizar dos tomas al día. La dosis máxima no debe superar los 375mg por día. ¿Qué sabemos acerca de la nefazodona? La Nefazodona es un potente antagonista postsináptico 5HT2a y un moderado inhibidor de la recaptación de serotonina y NE. La importancia clínica de este mecanismo innovador no está del todo clara, pero la nefazodona ha mostrado ser efectivo en el tratamiento de adultos con depresión mayor, especialmente cuando vienen acompañados por importantes problemas de ansiedad. Es un psicotropo que se absorbe rápidamente, presentando una vida media de 2-4 horas. Las propiedades farmacocinéticas de la nefazodona han sido valoradas en un estudio de 8 semanas con 28 niños y adolescentes. El perfil cinético mostró ser similar que en los adultos, y 19 de los 28 sujetos evolucionaron con mejora clínica en una puntuación global (Findling y cols., 2000). La dosis de Nefazodona es de 3-4mg por kg por día, aconsejándose en niños y adolescentes no superar los 300mg por día. Otros muchos antidepresivos nuevos se están introduciendo en el mercado, incluyendo la mirtazapina, la reboxetina, y diversos inhibidores selectivos de la monoaminoxidasa (IMAO). No se dispone en la actualidad de suficiente información clínica pediátrica. ESTABILIZADORES DEL ÁNIMO ¿Cuáles son los fármacos estabilizadores del ánimo? El prototipo de producto químico en esta clase es el litio, que se utiliza en el tratamiento de las enfermedades bipolares desde los años 50. Otros psicotropos que están actualmente en alza terapéutica son el valproato, la carbamacepina, la lamotrigina, la gabapentina y el topiramato. De estos, tan solo el valproato y la carbamacepina han sido estudiados en adultos. Hay datos preliminares favorables con lamotrigina y el topiramato. En contraste, los datos empíricos sobre los estabilizadores del ánimo están apenas estudiados entre la población pediátrica (Davanzo y McCracken, 2000). Los datos de muestras clínicas indican que los casos de enfermedad bipolar en niños y adolescentes se asemejan a la forma adulta del trastorno. (Fristad y cols.,. 1992; Striber y cols., 1995); sin embargo algunos investigadores afirman que la presentación clínica del trastorno bipolar en niños y adolescentes tiene diferencias importantes con las presentaciones clásicas adultas (Geller y Luby, 1997). LITIO ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas y el soporte empírico del litio? Aunque los datos controlados en la población pediátrica son escasos, se acumulan evidencias en algunos estudios que sugieren que el litio es seguro y efectivo en el tratamiento de niños y adolescentes con enfermedades bipolares o conducta agresiva severa (Davanzo y McCracken, 2000). El litio fue comparado con el placebo en un estudio cruzado de 6 niños con varios diagnósticos psiquiátricos, incluyendo TDA-H, depresión mayor, y un trastorno “mixto” bipolar (McKnew y cols.,1981), en este estudio sólo dos sujetos diagnosticados con enfermedad bipolar mostraron una respuesta clara positiva al litio. Geller y colaboradores (1998) condujeron el primer estudio de litio bajo control con placebo en 25 adolescentes con diversas formas de enfermedad bipolar y abuso de sustancias comórbido. Aunque el litio fue asociado con mejoras en el funcionamiento global y abuso de sustancias, no hubieron diferencias entre el grupo activo y el grupo de placebo en las medidas de manía o síntomas maníaco-depresivos. En un estudio de seguimiento longitudinal, 59 niños con una media de 10.9 años con un diagnóstico clásico de trastorno bipolar y tratados con litio fueron seguidos durante 10 años (Delong y Aldershof, 1978). El litio fue efectivo en 39 de 59 pacientes con trastorno bipolar, mostrando efectos a corto plazo y efectos duraderos. En otro estudio y tras 18 meses de seguimiento, 24 de 37 adolescentes con trastorno bipolar I mostraron beneficios a largo plazo bajo tratamiento con litio (Strober y cols., 1990). Los 13 adolescentes, que interrumpieron el tratamiento con litio durante su primer año, tuvieron muchas más probabilidades de recaer que aquellos que mantuvieron la terapia (12 de 13 frente a 9 de 24, respectivamente). Estos dos estudios facilitan el soporte empírico de los beneficios del litio en niños y adolescentes con trastornos clásicos bipolares. ¿Qué otras aplicaciones clínicas tiene el litio? El litio fue superior al placebo en la reducción de la frecuencia de las agresiones en 66 varones no-psicóticos prisioneros de 16 a 24 años (Sheardy y cols., 1976). Un estudio comparó el haloperidol, el litio y el placebo en 61 niños agresivos de 5 a 13 años después de 4 semanas de tratamiento hospitalario, confirmándose que el haloperidol y litio fueron superiores al placebo en la reducción de la agresividad; si bien el litio estaba asociado con menos efectos secundarios (Campbell y cols., 1984). En un estudio reciente, el litio fue superior al placebo en el tratamiento de la agresividad en niños hospitalizados con trastorno de conducta (Malone y cols., 2000). Por el contrario, la experiencia en el tratamiento de autoagresividad en niños con trastorno generalizado del desarrollo ha sido desfavorable (DeLong y Aldershof, 1987). ¿Cuál es su mecanismo de acción? El litio afecta a muchos sistemas neuroquímicos, incluyendo el funcionamiento de la serotonina, NE y la dopamina. Sin embargo, su principal acción parece ser mediada por los efectos sobre los procesos de transmisión intracelular, y específicamente, el del fosfatidilinositol y la proteína kinasa C (Manji y Lenox, 1998). ¿Qué sabemos sobre acerca de la farmacocinética del litio? El litio se absorbe con facilidad por el tracto gastrointestinal, obteniendo sus niveles máximos tras 1-3 horas después de la ingestión oral. El litio no se metaboliza en el hígado, y los riñones excretan aproximadamente el 95% de la ingestión del psicotropo. La vida media del medicamento en los adultos es aproximadamente de unas 24 horas, en los niños es algo más larga de 18 horas (Vitiello y cols., 1998). ¿Cuál es la dosis recomendada para el litio? Los niños menores de 12 años requieren dosis que pueden variar de 10 a 30 mg/kg por día. Los adolescentes mayores pueden precisar dosis de 1.200 a 1.800mg por día, en el episodio de manía aguda, si bien las dosis típicas de mantenimiento son menores. El nivel óptimo de litio en suero debe mantenerse entre 0.6 a 1.1mEq/L. Habitualmente y en pacientes no hospitalizados, la dosis típica empieza con 300mg dos veces al día con los niños, subiendo a 600mg dos veces al día para adolescentes mayores. Después de 4 a 6 días se deben controlar los niveles de litio, y ajustar la dosis adecuada (Geller y Luby, 1997). En el tratamiento de la enfermedad bipolar, los beneficios clínicos del litio no son evidentes hasta un periodo de 10 a 14 horas, tiempo que puede tardar en alcanzar unos adecuados niveles en suero, aunque ocasionalmente puede requerir de 4 a 6 semanas de tratamiento (Kowatch y cols., 2000). Previamente a un tratamiento con litio, se debe examinar al niño o adolescente físicamente, incluyendo análisis de sangre completo, electrolitos, nitrógeno y urea en sangre, creatinina, e índices tiroideos. No se recomienda en niños que padecen problemas renales. El riesgo de daño glomerular, en tratamiento con litio a largo plazo, parece ser mínimo, pero la poliuria y la polidipsia son relativamente comunes por los efectos de la reabsorción tubular del litio, que puede provocar la necesidad de disminuir la dosis o retirar el fármaco. Las recomendaciones más corrientes incluyen repetir los tests de laboratorio cada 6 meses. Los niveles de litio se deben controlar ante cambios clínicos inesperados, si los efectos secundarios aparecen, y rutinariamente cada 3 ó 6 meses. Se pueden medir los niveles salivales del litio, pero no se puede predecir exactamente los niveles de suero (Vitiello y cols., 1998). Los niveles de suero se deberían conocer de 4 a 6 días después de un ajuste de dosis para asegurar que se logra un estado estable, y 12 horas después de la última dosis para asegurarse. ¿Qué efectos secundarios y tóxicos encontramos en el tratamiento con litio? El litio generalmente es bien tolerado en niños y adolescentes. Los efectos secundarios más comunes pueden ser náuseas, convulsiones, poliuria, polidipsia, y enuresis. Otros, relativamente frecuentes pueden ser diarrea, acné, dolor abdominal, perdida de cabello y ganancia de peso. Los signos de intoxicación por litio incluyen convulsiones, visión borrosa, náuseas, diarrea, ataxia, hiperreflexia y disartria; los cuales pueden ocurrir con un nivel de suero de 1.4 Eq/L o mayor. Padres y niños tienen que estar bien informados en el conocimiento de la importancia de la administración de un adecuado nivel de líquidos, ya que la deshidratación puede aumentar el nivel de litio y aparecer efectos tóxicos. Un nivel en suero de 2.5 mEq/l, puede dañar múltiples órganos y la intoxicación puede ser fatal. Los síntomas de una sobredosis aguda suelen ser náuseas, vómitos, estupor, convulsiones y coma. El litio, el valproato y la carbamacepina, se han asociado con alteraciones del embarazo y el feto, por consiguiente, la anticoncepción tiene que garantizarse en las chicas jóvenes sexualmente activas que realicen dichos tratamientos. ¿Qué precauciones hemos de tener respecto a la interacción con otros fármacos? La carbamacepina, los antinflamatorios no esteroideos, la tetraciclina, y los diuréticos tiazídicos pueden aumentar el nivel de litio en una administración conjunta, por lo que tienen que ser utilizados con cautela. En contraste, la teofilina y la cafeína producen la excreción del litio, provocando una disminución del nivel en suero. VALPROATO ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas y el soporte empírico del valproato? El valproato es un anticonvulsivo que ha mostrado ser un efectivo estabilizador del ánimo en adultos. Dos estudios recientes ofrecen información útil sobre el uso del valproato en poblaciones pediátricas. Se evaluó en un estudio bajo control con placebo a 20 pacientes diagnosticados de trastorno disocial, comórbido con TDA-H. Durante las primeras 6 semanas, 8 de los 10 sujetos del grupo con valproato mostraron una respuesta positiva, comparada con ninguna respuesta de los 10 del grupo placebo. Es más, 6 de los 7 sujetos que fueron asignados al azar del primer grupo de placebo, mostraron una respuesta positiva con valproato en la segunda fase del estudio. En conclusión, estos datos proporcionan un modesto nivel de soporte en el uso del valproato en el tratamiento de niños y adolescentes con trastornos bipolares, comportamiento explosivo y labilidad emocional. Se necesitan más estudios para confirmar estos resultados previos. ¿Cuál es su mecanismo de acción? El valproato tiene efectos farmacológicos múltiples y los detalles sobre sus acciones terapéuticas no se conocen todavía de forma completa. Se sabe que aumenta la transmisión de GABA a través del incremento en la síntesis y la liberación. Dado el papel inhibidor del GABA en el cerebro, este efecto puede relacionarse con los efectos anticonvulsionantes y antimaníacos del fármaco. Basado en los estudios animales, parece ser que el valproato comparte con el litio una capacidad para inhibir la proteína kinasa C (Manji y Lenox, 1999). La inhibición de la proteína kinasa C es presuntamente la causa de los efectos antimaníacos de ambos psicotropos. ¿Cuál es la dosis habitual recomendada y los efectos secundarios más frecuentes? Las dosis en adolescentes se inicia habitualmente con 250mg dos veces al día, aumentando cada cuatro o cinco días de 250 a 500mg, alcanzando en 2 ó 3 tomas al día, una dosis total de 20 mg por kg por día. Los niños es aconsejable que empiecen con la mitad de la dosis. Los niveles pueden ser revisados después de dos semanas o antes si se utilizan una dosis más agresivas que la establecida. El nivel de suero debe estar entre 85 y 110 (ug/l) (Kowatch y cols., 2000). Los efectos secundarios más comunes incluyen náuseas y sedación. También incluyen otros como vómitos, aumento del apetito y peso, temblores, asma, vértigo, pérdida del pelo, y trombocitopenia. A pesar de que es extraño, el valproato se ha asociado con fallo hepático, y con hepatitis fulminante en niños menores de 2 años. Hay un pequeño riesgo de pancreatitis. La administración clínica conlleva un control de los niveles de transaminasas hepáticas y de la amilasa pancreática, dentro de los límites del primer mes del tratamiento y periódicamente cada 6-9 meses. (Davanzo y McCracken, 2000) CARBAMACEPINA ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas y el soporte empírico de la carbamacepina? La carbamacepina es un anticonvulsivo que se ha utilizado en adultos en distintos trastornos neurológicos y psiquiátricos. La carbamacepina ha probado su efectividad en el tratamiento de manías resistentes al litio, y en conductas impulsivas en adultos. Ha sido utilizado con éxito en niños con trastorno bipolar (Hsu, 1986; Kowatch y cols.. 2000; Woolston, 1999), agresividad (Kafantaris y cols., 1992), y con TDA-H (Silvia y cols., 1996). Sin embargo, en un estudio bajo control con placebo ha fracasado en demostrar que está por encima del placebo en el tratamiento de la agresividad en niños de 5 a 12 años ingresados con el diagnóstico de trastorno de conducta (Cueva y cols., 1996). ¿Cuál es la dosis habitual recomendada y los efectos secundarios más frecuentes? La dosis oral inicial para niños de 6 a 12 años es de 100mg al día, y puede aumentarse semanalmente con dosis de 100 a 200mg. El mantenimiento usual de las dosis es de 10 a 20 mg/kg por día, administrado en dos o tres tomas. Aunque la utilidad clínica de los niveles terapéuticos de plasma en niños con trastornos del humor no está confirmada, las concentraciones de plasma para los efectos anticonvulsivos se encuentra entre 4 y 14 ug/ml. Los efectos secundarios potenciales incluyen sedación, erupciones cutáneas, leucopenia y más raramente, anemia y trombocitopenia. La carencia de estudios controlados, las múltiples interacciones farmacológicas, y sus potenciales efectos secundarios, hacen de la carbamacepina un fármaco de segunda, o tercera elección, entre los estabilizadores del ánimo en el tratamiento de niños y adolescentes. LAMOTRIGINA ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas y principales efectos secundarios de la lamotrigina? La lamotrigina es un agente con un espectro bimodal de eficacia; se ha utilizado en tratamientos para depresión y síntomas maníacos, y puede utilizarse especialmente entre los pacientes cicladores rápidos. La lamotrigina demostró también ser un potenciador efectivo del tratamiento con valproato en 16 de 22 (72%) adolescentes con depresión bipolar (Kusumakar y Yatham, 1997). El principal efecto secundario en el uso pediátrico es el riesgo de erupción cutánea moderado surgido en pacientes tratados con lamotrigina, que se aprecia durante los primeros meses de tratamiento. Hasta que no se dispongan de más datos sobre una mayor seguridad del fármaco, no se debe administrar este agente entre los adolescentes y niños, excepto en casos extremos, como en tratamiento refractarios. GABAPENTINA ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas y principales efectos secundarios de la gabapentina? La gabapentina es de interés porque los estudios preliminares en adultos muestran su eficacia como un agente antimaníaco. La gabapentina se excreta a través de los riñones y no plantean serias interacciones con otros fármacos. Sin embargo, a pesar de los efectos secundarios benignos en adultos, se ha observado conducta agresiva, y empeoramiento de la hiperactividad en 12 niños bajo tratamiento con gabapentina por crisis comiciales (Davanzo y McCracken, 2000). Su administración en niños y adolescentes no se recomienda hasta que la eficacia y los efectos secundarios no estén totalmente establecidos mediante estudios controlados. TOPIRAMATO ¿Cuáles son las aplicaciones clínicas y principales efectos secundarios del topiramato? El topiramato es un glutamato liberador antagonista y un inhibidor de la recaptación de GABA. Se ha utilizado en adultos en la combinación con estabilizadores de ánimo y con antipsicóticos atípicos (Chengappa y cols., 1999). El topiramato se puede asociar con alteraciones cognoscitivas, un hecho que limita su utilización para niños y adolescentes. ANSIOLÍTICOS ¿Qué son los ansiolíticos? Clásicamente a estos psicofármacos se les llamaba tranquilizantes menores, a diferencia de los tranquilizantes mayores o neurolépticos. Dentro de ellos inicialmente se incluían los barbitúricos, que fueron utilizados en un primer momento como hipnóticos y ansiolíticos, y los fármacos que hoy sí consideramos auténticos ansiolíticos, como así son las benzodiazepinas, los antihistamínicos sedantes y las azapironas. Las benzodiazepinas son los psicofármacos más utilizados como ansiolíticos. Actúan reduciendo la ansiedad diurna, la exaltación excesiva y tranquilizan al paciente. También poseen un efecto hipnótico, al producir somnolencia, facilitando el inicio y el mantenimiento del sueño. ¿Cuál es el mecanismo de acción de los ansiolíticos? El mecanismo de acción de las benzodiazepinas está relacionado con la actividad GABAérgica. El GABA es el principal neurotransmisor inhibidor del SNC. El mecanismo de acción de antihistamínicos y sedantes consiste en el bloqueo de los receptores histamínicos H1 del SNC produciendo sedación. El mecanismo de acción de las azapironas, y en concreto de la buspirona no está relacionado con el sistema de neurotransmisores del GABA, actuando como agonista de los receptores de la serotonina de tipo 1A. ¿Cómo utilizar los ansiolíticos en niños y adolescentes? Los ansiolíticos son psicotropos poco estudiados en la infancia y en la adolescencia, extrapolando sus indicaciones en la mayoría de los casos de sus resultados adultos. Hay que tener muy presente que son útiles cuando la ansiedad es muy intensa e incapacitante, debiéndose de evitar su prescripción ante procesos en que las técnicas psicoterapéuticas de orientación cognitivo-conductual pueden ofrecer brillantes resultados. Asimismo, su uso en los trastornos del sueño sólo está justificado en casos muy específicos. Asimismo hay que destacar que en su utilización clínica, la elección de los benzodiazepinas en niños y adolescentes depende de su vida media y de su potencia de acción, al presentar más efectos adversos los de alta potencia y vida media corta. Las benzodiazepinas de baja potencia y vida media larga son las preferentes, entre ellas destacamos el cloradiazepóxido, el diacepam, el clorocepato y el fluracepam. ¿Cuál es la dosis de los principales ansiolíticos? La dosificación de los principales ansiolíticos es la siguiente: Clordiazepóxido EDAD MÍNIMA RECOMENDADA 6 años 10-30 mg por día Diazepam 6 meses 3-10 mg por día Clorazepato 9 años 15-60 mg por día Flurazepam 15 años 15-30 mg antes de acostarse Triazolam 18 años 0,125-0,25 acostarse Temacepam 18 años PSICOFÁRMACOS DOSIS mg antes 15-30 mg antes de acostarse Oxazepam 6años 30-120 mg por día Lorazepam 12 años de 1-6 mg por día Alprazolam 12 años Bromazepam 6 años Difanhidramina 6 meses 0,125-1,5 mg por día 1,5-9 mg por día 25-300 mg por día Buspirona 18 años 15-60 mg por día ¿Cuáles son los principales efectos secundarios de los ansiolíticos? El efecto secundario más común de las benzodiazepinas es la somnolencia, efecto que puede hallarse muy potenciado si se combina con alcohol, pudiendo entonces provocar, desinhibición conductual e incluso depresión respiratoria. La aparición de un síndrome de abstinencia por ansiolíticos depende de la duración del tratamiento, la dosis, la potencia del psicofármaco, su vida media y la rapidez en la reducción de la dosis. Los síntomas más graves se presentan ante la interrupción brusca del tratamiento. La clínica del síndrome de abstinencia incluye: insomnio, ansiedad, temblor, diaforesis, irritabilidad, calambres musculares, náuseas e incluso cuadros confusionales y crisis convulsivas. Los antihistamínicos sedantes pueden producir sedación, coordinación motriz, sensación de mareo, hipotensión y clínica digestiva. alteración de Los efectos secundarios más frecuentes de la buspirona son cefaleas, náuseas y sensación de mareo. BIBLIOGRAFÍA GENERAL - Appleton, W.S. y Davis, J.M. Psicofarmacología clínica práctica. Ed. Salvat. Barcelona. 1993. - Bradley C. The behavior of children receiving Benzedrine. Am. J. Psychiatry. 94:577-585. 1937. - Cooper, J.R., Bloom, F.E. and Roth, R.H. 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Barcelona. 2002. - Toro J. Castro J. García M., Lázaro L. Psicofarmacología clínica de la infancia y la adolescencia. Masson. Barcelona. 1998. bases Basis neurocientíficas of y TICS TICS ¿Qué son los tics? Un tic es un movimiento o gesto súbito, de corta duración y repetitivo que típicamente mimetiza algún aspecto de la conducta normal. Los niños suelen atribuirles un carácter involuntario, mientras que los mayores y los adultos, a menudo los describen como asociados a un impulso somatosensorial no deseado que se ve momentáneamente aliviado mediante la realización del mismo. ¿Qué formas clínicas pueden tomar? Los tics varían en cuanto a frecuencia e intensidad. Los tics motores pueden ir desde movimientos simples y repentinos (p.ej., parpadeo, sacudidas de cabeza o encogimiento de hombros) hasta otros más complejos que pueden aparentar tener finalidad (p.ej., determinadas expresiones faciales o gestos con las manos o la cabeza). En los casos más extremos, pueden consistir en movimientos obscenos (copropraxia) o autolesivos (p.ej., golpearse o morderse). De igual modo, los tics fónicos o vocales pueden ir desde simples sonidos (p.ej., para aclararse la garganta) hasta vocalizaciones complejas. La coprolalia (habla obscena) constituye un caso extremo de éste tipo de tics. ¿Qué categorías diagnósticas se han descrito al respecto? La actual clasificación de los trastornos por tics en el DSM-IV incluye el Trastorno de Gilles de la Tourette, el Trastorno por Tic Motor o Vocal Crónico, el Trastorno por Tics Transitorio y el Trastorno por Tics No Especificado. ¿A quienes afectan más los tics? Hay datos que indican que la población infantil padece más tics que la adulta (en una proporción de 3 a 1), y que los varones están más afectos que las mujeres (en una proporción de 9 a 1). ¿En qué consiste el Trastorno por Tics Transitorio? Se caracterizan por la presencia de uno o más tics motores o fónicos que varían en cuanto a la severidad, de semanas a meses. Los motores suelen limitarse a las zonas del cuello, la cabeza y las extremidades superiores. La presencia de tics fónicos en ausencia de los motores es rara. La edad de inicio se sitúa entre los 3 y los 8 años. Los criterios diagnósticos para este trastorno establecen que la sintomatología activa debe estar presente durante un mínimo de 12 meses, por lo que el diagnóstico es retrospectivo. ¿En qué consiste el Trastorno por Tic Motor o Vocal Crónico? Esta condición crónica se puede observar tanto en niños como en adultos y se caracteriza, al igual que otros trastornos por tics, por un curso fluctuante y un amplio rango en la severidad de los síntomas. Las manifestaciones más frecuentes consisten en tics motores crónicos simples y complejos, implicando típicamente la cabeza, el cuello y las extremidades superiores. Aunque algunos niños pueden presentar dificultades del desarrollo, como el trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno no es incompatible con un curso normal en el desarrollo. Esta condición también puede darse en tanto que estado residual, particularmente en la adultez. En muchas ocasiones, puede darse un repertorio de síntomas únicamente debido a un periodo de elevado estrés o fatiga. El trastorno por tic vocal crónico se da raramente. ¿En qué consiste el Síndrome de Tourette?¿Cuál suele ser su curso natural? Es el trastorno por tics más severo. Suele debutar en la primera infancia con ataques transitorios de tics motores simples que pueden tener un carácter fluctuante. Suelen darse aisladamente, pero también pueden constituir combinaciones bien orquestadas de algunos de ellos implicando grupos musculares distintos. Conforme el síndrome avanza, pueden empezar a aparecer tics motores más complejos. Estos pueden tener una apariencia camuflada, en el sentido de que aparentemente pueden presentar la forma de movimientos voluntarios normales que obedezcan a una finalidad concreta como por ejemplo, apartarse el cabello de la cara con la mano. No obstante, será su carácter de repetitivos lo que les identificará como tics. En aquellos casos más extremos (menos frecuentes) los tics motores complejos pueden ser autolesivos y de más difícil manejo (p.ej., darse golpes en la cara o morderse la muñeca). Uno o dos años después del inicio de los tics motores, empiezan los fónicos. Normalmente son de carácter simple (p.ej., aclararse la garganta, gruñir, rechinar, etc.), aunque en casos extremos pueden llegar a ser tan complejos como la ecolalia, la palilalia y la coprolalia, o bien cambios repentinos en el ritmo del habla, o en el volumen de la voz. ¿Con qué frecuencia y severidad se dan los tics en el Síndrome de Gilles de la Tourette? Los tics motores y fónicos tienden a cursar en "tormentas". Su frecuencia puede ir desde crisis con tics incontables hasta episodios más leves que ocurren dos o tres veces a la semana. La fuerza de los tics motores y el volumen de los fónicos también es muy variable, pudiendo ir desde comportamientos casi imperceptibles (como una leve contracción o un suave ruido gutural) hasta formas muy aparatosas. ¿Mejoran los tics con la edad? Los trastornos por tics tienden a mejorar en la adolescencia tardía y principios de la adultez. En ocasiones los tics fónicos se dan muy raramente o desaparecen y los tics motores pueden verse reducidos en número y frecuencia. Algunos autores, como Shapiro y sus colaboradores (1988) han hablado de la remisión completa tanto de los tics motores como de los fónicos. Por el contrario, la adultez también constituye el periodo en que se pueden ver las formas más severas e incapacitantes (síndrome de Gilles de la Tourette). ¿A qué trastornos o problemáticas pueden ir asociados? En las formas más severas de los trastornos por tics, éstos pueden ir asociados a problemas emocionales o comportamentales, que pueden ir desde un comportamiento inmaduro, desinhibido e impulsivo, hasta tocar o husmear compulsivamente. No hay una línea que permita distinguir claramente entre estas conductas disruptivas y los tics complejos por un lado, y las condiciones comórbidas de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) y el Trastorno Obsesivo-Compulsivo por otro. De igual modo, se ha visto que los niños que los niños que padecen autismo u otro trastorno generalizado del desarrollo tienen un mayor riesgo de desarrollar un Síndrome de Gilles de la Tourette (Baron-Cohen y col., 1999). La clínica aporta experiencia acerca de las dificultades por parte de algunos niños con Síndrome de Gilles de la Tourette en el área de las Habilidades Sociales, aunque tales déficit pueden ser atribuibles tanto a los efectos estigmatizantes del propio trastorno, como a una dificultad intrínseca de los mismos pacientes o bien a causas más ligadas a la neurobiología del trastorno. También es bien sabido que las situaciones de estrés pueden exacerbar los tics. En éste sentido cabe señalar que tales situaciones no tienen por qué ser siempre de carácter adverso. En ocasiones se puede entrar en un círculo vicioso en el que la incomprensión de la problemática por parte de padres o maestros les lleve a adoptar medidas punitivas para intentar suprimir los tics, llevando al niño a padecer mayor estrés y con él mayor severidad de los síntomas, pudiendo acarrear otras problemáticas de orden emocional o afectivo. También se ha apuntado el estrés premórbido como posible factor desencadenante en individuos con vulnerabilidad para padecer Síndrome de Gilles de la Tourette. ¿Existe algún correlato neuropsicológico? Los estudios neuropsicológicos del Síndrome de Gilles de la Tourette se han centrado en un amplio abanico de funciones. Los déficit hallados de forma más consistente son aquellos en los que subyacen las habilidades de “integración visual-motriz” o “visualgráfica” como en el caso de una copia precisa de modelos geométricos. Las diferencias halladas no parecen deberse al hecho de que se de TDAH o depresión en comorbilidad con el Síndrome de Gilles de la Tourette. Incluso después de controlar estadísticamente las habilidades visuo-perceptivas, la inteligencia y la motricidad fina en los estudios realizados al respecto, los niños con Síndrome de Gilles de la Tourette seguían teniendo una ejecución algo peor que los controles en las tareas viso-motoras, sugiriendo que la integración de inputs visuales y los outputs motores es un área de en la que presentan especial dificultad. ¿Cuál es el peso de la genética en los trastornos por tics? Para calibrar la importancia de los factores genéticos en los trastornos por tics cabe remitirse a los estudios con gemelos y a los estudios de familia. Entre gemelos monozigóticos la concordancia para el Síndrome de Gilles de la Tourette es superior al 50%, mientras que para los dizigóticos se halla en un 10% . Si además, se incluyen los co-gemelos con Trastorno por Tics Motores Crónicos, tales concordancias aumentan hasta un 90 y un 30% respectivamente. Otros estudios indican que los familiares de primer grado de pacientes con Síndrome de Gilles de la Tourette están en un riesgo sustancialmente mayor de desarrollar Síndrome de Gilles de la Tourette, Trastorno por Tics Motores Crónicos o TOC que los individuos sin familiares que lo padezcan. Estos datos ponen de manifiesto tanto el hecho de que los factores genéticos juegan un papel relevante en la etiología del Síndrome de Gilles de la Tourette y de los Trastornos por Tics Motores Crónicos. ¿Cuál es la importancia de los factores no genéticos en los trastornos por tics? Estudios de investigación (Wolf y col., 1996) han mostrado que las diferencias en la liberación/afinidad de los receptores de dopamina D2 en el núcleo estriado se correlacionaban con el grado de diferencia en la severidad de los tics entre gemelos con Síndrome de Gilles de la Tourette, lo cual sugeriría que hay determinados factores ambientales, aún desconocidos, que mediarían en tal severidad modulando la densidad de tales receptores. Los factores perinatales han cobrado interés en tanto que mediadores en la expresión de una vulnerabilidad genética para el Síndrome de Gilles de la Tourette y otros trastornos asociados. Pasamanick y Kawa (1956) encontraron que era 1.5 veces más probable que las madres de hijos con tics hubieran tenido complicaciones durante el parto en comparación a aquellas con hijos sin tics. Por otra parte, el menor peso al nacer se ha apuntado como un dato diferencial del co-gemelo afectado de Síndrome de Gilles de la Tourette en relación al no afectado en gemelos monozigóticos. ¿Existen pistas acerca de porqué el Síndrome de Tourette se da más en varones? En relación a éste dato se ha planteado la hipótesis de que se deba a una mayor exposición del SNC de los varones a niveles elevados de dihidrotestosterona y/o otros factores relativos al género. Los hallazgos que abogarían por tal hipótesis serían que: el Síndrome de Gilles de la Tourette no parece ser transmitido genéticamente como un rasgo ligado al sexo; los tics suelen debutar antes de la pubertad, por lo que parecerían más cruciales los efectos hormonales durante la gestación que durante la pubertad (activación del eje hipotálamo-pituitario-gonadal). Asimismo los altos niveles de andrógenos exógenos pueden inducir a una exacerbación de la sintomatología ticosa y por otro lado, algunos pacientes con Síndrome de Gilles de la Tourette responden positivamente a los tratamientos cuyo mecanismo de acción pasa por el bloqueo de los receptores androgénicos. ¿Qué estructuras neuroanatómicas están implicadas? Hay datos provinentes de estudios de neuroimagen, neuropatológicos y neurofisiológicos que parecen implicar los circuitos córtico-estriado-talamo-corticales en el Síndrome de Gilles de la Tourette. Por ejemplo, estudios basados en resonancia magnética funcional (RMF) revelan la existencia de patrones alterados de activación y/o desactivación en el córtex prefrontal, los cuales podrían influir en la disminución o aumento de los tics (Peterson y col., 1998b). Desde el punto de vista neuropatológico, Laplane y sus colaboradores, en dos estudios de caso único, hallaron lesiones en los ganglios basales asociadas a tics y sintomatología obsesivo-compulsiva. ¿Qué papel juega la dopamina en los trastornos por tics? Algunos autores como Devinsky (1983) han apuntado que el Síndrome de Gilles de la Tourette consistiría en una alteración de la función dopaminérgica a nivel del cerebro medio. El hecho de que en algunos ensayos clínicos el haloperidol y otros neurolépticos que actúan bloqueando especialmente los receptores dopaminérgicos tipo D2 se hayan revelado efectivos para la supresión parcial de los tics en pacientes con Síndrome de Gilles de la Tourette parece indicar la implicación de éste sistema. Además, se ha visto que a menudo los tics se han visto exacerbados después de la toma de agentes que potencian la actividad dopaminérgica central, caso de la L-Dopa y los psicoestimulantes como la cocaína. Los resultados de algunos estudios tanto postmortem como in vivo parecerían sugerir que la severidad de los tics pudiera explicarse en parte en términos de densidad de los receptores D2 en detrimento de los D1 y/o de una hiperinervación dopaminérgica del estriado. ¿De qué otros trastornos cabe diferenciar los tics motores simples? Cabe diferenciarlos de varios movimientos hiperquinéticos como las mioclonias, el temblor, la corea, la atetosis, las distonías, la acatísia, las discinesias paroxísticas, los movimientos balísticos y la hiperexpléxia. Algunos de éstos pueden estar asociados a condiciones genéticas (como la Corea de Huntington o la enfermedad de Wilson), lesiones estructurales (del núcleo subtalámico contralateral, por ejemplo, el cual da lugar al hemibalismo), procesos autoinmunes postinfecciosos (como la Corea de Sydenham), inestabilidad funcional ideopática de los circuitos neuronales (como en la epilepsia mioclónica) y tratamientos farmacológicos (como la acatísia aguda y las distonías secundarias a la toma de agentes neurolépticos). ¿De qué otros trastornos cabe diferenciar los tics motores complejos? Estos pueden confundirse con otros comportamientos repetitivos complejos, tales como las estereotípias o los rituales compulsivos. El intento para difenciarlos puede ser difícil, como en el caso de los individuos con retraso o habilidades verbales deficitarias. Por otra parte, los tics fónicos pueden resultar de gran utilidad en el diagnóstico diferencial, ya que raramente se dan en otros síndromes. La enfermedad de Huntington puede estar asociada a inspiraciones y sonidos breves, así como la enfermedad de Parkinson a los gemidos involuntarios. Cabe distinguir los tics fónicos complejos, por ejemplo, de la coprolalia voluntaria. ¿Qué es lo esencial para el diagnóstico diferencial de los trastornos por tics? La distinción de los trastornos por tics con respecto a las condiciones presentadas se llevará a cabo básicamente en el terreno clínico y se basará en la anamnesis, la historia familiar, la historia natural del propio trastorno, la observación y el examen neurológico. Ocasionalmente, se pueden utilizar tests complementarios que ayuden en la tarea de establecer un diagnóstico claro ¿Qué es lo más importante una vez establecido el diagnóstico de un trastorno por tics? La valoración debe ser integral en el sentido que debe abordar el problema desde todas sus dimensiones, sobretodo en síndromes tan severos como es el caso del Síndrome de Gilles de la Tourette. Así pues, la evaluación debe ir dirigida a la determinación del nivel de funcionamiento adaptativo del afectado y la identificación de las áreas deficitarias. Esto comprende el sondeo de la fuerza o debilidad del afectado y de su familia para sobrellevar la problemática, la valoración de la presencia comórbida de trastornos físicos, mentales, comportamentales o del desarrollo (y la toma de medicación para los mismos), de la calidad de las relaciones con la familia y sus iguales, del rendimiento escolar y/o laboral y de la historia de eventos vitales estresantes. ¿En qué consiste el tratamiento de los trastornos por tics? Normalmente los trastornos por tics son crónicos. En base al enfoque holístico apuntado en relación a la evaluación cabe concebir el tratamiento también en un sentido global. Desde éste punto de vista, los mejores tratamientos serán aquellos que cuenten con aspectos educativos, intervenciones de apoyo y agentes psicofarmacológicos. ¿Qué aspectos se incluyen en las intervenciones educativas y de apoyo? La intervención educativa y de apoyo es importante para mitigar los efectos psicológicos colaterales del trastorno, sobretodo en lo referido a autoestima, aceptación social, habilidades sociales, etc. La familia y resto de allegados del paciente necesitan información respecto a la naturaleza de los tics, ya que a menudo les atribuyen carácter de voluntarios y creen que obedecen a la pretensión de provocar, por lo que adoptan estrategias inadecuadas consistentes muchas veces en sanciones y reprobaciones. Por otro lado, la familia encuentra reconfortante la información relativa a la historia natural del trastorno en cuanto al hecho de que tiende a mejorar con la edad, a excepción de casos extremos como los del Síndrome de Gilles de la Tourette. A menudo los efectos estigmatizantes del trastorno se deben a una concepción del mismo como puramente mental por parte de los no profesionales. Así, informar acerca de su vulnerabilidad neurobiológica y de la importancia de los factores ambientales como posibles desencadenantes y/o moduladores resulta igualmente útil para los familiares. El contexto del aula, tan importante para el niño, debe también ser objeto de intervención para proporcionarle un ambiente adaptativo y seguro. Educando a los educadores en el mismo sentido que a los familiares se contribuye a ello. ¿En qué casos debemos iniciar un tratamiento farmacológico? La terapia farmacológica estará indicada según la presentación y severidad de cada caso. Normalmente los tics motores crónicos no requieren este tipo de intervención. Aun siendo el Síndrome de Gilles de la Tourette el trastorno por tics más severo algunos casos pueden ser conducidos con éxito sin el uso de medicación. En el caso de que el trastorno por tics se de comórbidamente con TDAH, TOC, depresión o Trastorno bipolar será aconsejable tratar primero éstos trastornos, dado que su mejora puede conllevar la mejora de la sintomatología ticosa. ¿Cuáles son las medicaciones de uso más habitual en el tratamiento de los trastornos por tics? Los antagonistas de los receptores dopaminérgicos D2 son los que más eficacia a corto término han demostrado tener. De todos modos, los efectos a más largo plazo son más dudosos o cuestionables. Entre los de uso más común están el haloperidol, la pimocida y la flufenacina. ¿Cuáles son las dosis recomendadas para el tratamiento con estos fármacos? ¿Existen posibles efectos secundarios? Normalmente el inicio del tratamiento es a base de dosis bajas tomadas antes de dormir (0.25 mg de haloperidol o 1 mg de pimocida). En caso de que el tic permanezca en grado severo, pueden añadirse incrementos (0.5 mg de haloperidol o 1 mg de pimocida) a intervalos de siete a catorce días. Para conseguir un control adecuado de los tics, a menudo basta con administraciones de 0.5 a 6 mg de haloperidol o de 1 a 10mg de pimocida por día durante un periodo de tiempo de entre cuatro y ocho semanas. Como efectos secundarios más frecuentes se dan: discinesia tardía, reacciones distónicas agudas, sedación, depresión, fobia social o escolar y aumento de peso. Empezar el tratamiento con dosis bajas y ajustándolas progresiva y lentamente puede evitar la aparición de los efectos no deseados. Por otro lado, cabe mencionar que la pretensión de irradicar los tics por completo puede conllevar una sobremedicación. ¿Qué neurolépticos atípicos se están utilizando en el tratamiento por tics? Son de uso más reciente. Entre ellos cabe destacar la risperidona, la ciprasidona y la olanzapina. Su mecanismo de acción consiste en bloquear los receptores serotoninérgicos 5-HT2. En cuanto a la risperidona, cabe mencionar la sedación y el incremento de peso sus principales efectos secundarios. En cambio, la ciprasidona parece no tener tantos efectos secundarios, aunque su eficacia no ha sido suficientemente probada. ¿Qué se sabe de la clonidina en relación al tratamiento de los tics? Su mecanismo de acción consiste en potenciar el efecto de los receptores 2 y se cree que reduce la actividad noradrenérgica central. Los ensayos clínicos al respecto indican entre un 25 y un 35% de los pacientes ven reducidos sus síntomas (en mayor proporción los tics motores que los fónicos) a la mitad en un periodo que puede oscilar entre las ocho y las doce semanas. La dosis de inicio habitual es 0.05 mg por la mañana o por la noche. Semanalmente se pueden añadir incrementos de 0.05 mg, sin superar una dosis total de 0.25 mg En comparación a otros fármacos como el haloperidol o la pimocida, la clonidina es menos efectiva para la supresión inmediata de los tics, pero presenta como ventaja una mayor seguridad. La sedación suele ser el principal efecto secundario asociado a su uso, pero no suele darse en un porcentaje de pacientes superior al 20% y además, suele decrecer su efecto con su uso continuado. También puede conllevar sequedad de boca, hipotensión transitoria y episodios de empeoramiento de la conducta. La retirada de ésta medicación debe ser gradual, al existir riesgo de alteración de la tensión arterial. BIBLIOGRAFÍA GENERAL Bados, A. Los tics y sus trastornos: Naturaleza y tratamiento en la infancia y adolescencia. Ediciones Pirámide, S.A. Madrid.1995. Gilles del Tourette’s Síndrome en Childhood: A Guide for School Professionals, Walter, Abbe L. Cárter, Alice S. School Psychology Review, Vol. 26, p.28-46, 1997. Ladouceur, R. Tics. En R. Ladouceur, O. Fontaine y J. Cottraux (Eds.) Terapia Cognitiva y Comportamental (pp 93-97). Ed. Masson S.A. Barcelona.1999. Micheli, F., Fernández, M. Fundamentos de Neurología. El Ateneo. Buenos Aires. 1992. Micheli, F. Fernández Alvarez E. Schteinschnaider A. Vivir con tics. Edit. Panamericana. Buenos Aires. 2002 Ollendick, D.G. Tics y trastono de Tourette. En T.H. Ollendick & M. Hersen, (Eds) Psicopatología Infantil (pp. 322-333). Martínez Roca. Barcelona. 1993. PIROMANIA PIROMANÍA ¿Qué es el comportamiento incendiario? El comportamiento incendiario en los niños y adolescentes es el resultado de una interacción compleja de factores individuales, sociales y ambientales. Hay un rango de actividades incendiarias que representan diferentes niveles de severidad psicopatológica. Aunque la información epidemiológica actual es escasa, hay estudios anglosajones que sugieren que los adolescentes de 18 años e incluso menores, representan una proporción significativa de individuos involucrados en comportamientos incendiarios. Varias perspectivas teóricas presentan hipótesis respecto a los factores causales de este tipo de comportamiento. La investigación que apoya a estas teorías sugiere que hay un grupo común de rasgos clínicos. Un diagnóstico rápido de la piromanía puede llevar a una intervención con éxito. Existe una gran variedad de métodos terapéuticos efectivos para reducir este tipo de conducta en los niños y adolescentes. El desarrollo del comportamiento con el fuego en los niños y adolescentes puede verse bajo una secuencia natural de fases psicosociales. Existen al menos tres fases secuenciales del comportamiento respecto al fuego: interés por el fuego, experiencias de iniciación con el fuego y prender fuego. Estas categorías representan niveles crecientes de involucración con el fuego. Experimentando cada una de estas fases secuenciales, la mayoría de los niños aprenden, según su edad, comportamientos de seguridad respecto al fuego. Sin embargo, para un porcentaje de niños, la influencia de factores de riesgo, como déficits en el funcionamiento emocional, dificultades en el entorno familiar, o frecuentes acontecimientos vitales estresantes, afectan a su desarrollo y producen experiencias de iniciación con el fuego de manera no supervisada, prender fuego repetida e intencionalmente, y provocar incendios. El interés por el fuego es experimentado por la mayoría de los niños de 3 a 5 años. Hay varias maneras por las que los niños y adolescentes expresan su interés por el fuego. Por ejemplo, preguntando “¿Cómo de caliente es el fuego?” o “¿Qué hace que el fuego queme?”. O pueden incorporar el fuego a su juego, llevando sombreros de fuego, jugando con camiones de bomberos, o cocinando comida en sus cocinas de juguete. El interés por el fuego representa una de las muchas curiosidades que los niños tienen sobre las propiedades físicas de su entorno natural. Las experiencias de iniciación con el fuego ocurren experimentando con cerillas u otras fuentes de ignición. Este tipo de comportamiento emerge en los niños entre los 5 y los 9 años, y se observa predominantemente en varones. Cuando esta experimentación tiene lugar bajo condiciones controladas y supervisadas, el resultado es el desarrollo de comportamientos competentes y seguros respecto al fuego. Por ejemplo, si los niños piden y se les da permiso para encender las velas de su tarta de cumpleaños, están aprendiendo las condiciones bajo las cuales es seguro prender una cerilla y encender las velas. A los niños se les puede dar la responsabilidad apropiada respecto al fuego en edades específicas, aunque esta responsabilidad no debería darse prematuramente. Enseñar a los niños la importancia del fuego en su ambiente y ayudarles a ganar maestría y control sobre él, son beneficios obtenidos al participar en actividades de fuego supervisadas. Desgraciadamente, una gran mayoría de niños participa en actividades de fuego no supervisadas. Los estudios estiman que más del 60% de los niños interesados en el fuego están involucrados por lo menos con un incidente de fuego no supervisado (Gaynor y Hatcher, 1987). Además muchos niños no admitirán haber participado en estas actividades a menos que se les pregunte específicamente por ello. La mayoría de las experiencias con el fuego no supervisado se trata de un episodio único principalmente motivado por la curiosidad. Los fuegos resultantes son accidentales, no intencionados, y si un fuego escapa al control, los niños realizan serios intentos de extinguir el fuego por ellos mismos o pedir ayuda. Aunque estos incidentes no son planeados y ocurren sólo una o dos veces en la mayoría de los niños, se estima que aunque la probabilidad de acabar en un fuego significativo es bastante baja, esta probabilidad se incrementa significativamente en posteriores episodios relacionados con el fuego. Por ello, aunque actividades de fuego no supervisadas pueden ser el resultado de curiosidad inocente o de comportamiento accidental, los riesgos de iniciar un fuego importante y las consecuencias resultantes exceden a los beneficios del aprendizaje que puede resultar de la experimentación de los niños y adolescentes. A los 10 años de edad la mayoría de los niños ha aprendido las reglas de seguridad y prevención ante el fuego, y son capaces de realizar actividades relacionadas con el fuego como ayudar a encender una chimenea, una barbacoa familiar o un fuego de campamento. Si se han dado los adecuados esfuerzos educativos facilitando experiencias en casa y en el colegio, los niños habrán adquirido un sentido de competencia y maestría sobre un aspecto fascinante y poderoso de su ambiente físico. Sin embargo, para un número de niños, lo que comienza como uno o dos incidentes con fuego no supervisados, les conduce a una conducta incendiaria intencional y repetida. Factores diferenciales entre una experiencia iniciática con el fuego y la conducta incendiaria patológica Experiencia de iniciación Conducta patológica Historia Episodio único Recurrente Método No planeado Planeado Motivo Accidental Intencional Ignición Disponible Adquirida Motivo Inespecífico Específico Comportamiento Apagar el fuego Escapar El comportamiento incendiario patológico se caracteriza por una historia de múltiples igniciones que tiene lugar durante al menos un periodo de 6 meses. La naturaleza y extensión de estas igniciones puede variar, desde padres que encuentran velas quemadas en la habitación de sus hijos a incendios que requieren llamar a los bomberos. Las igniciones normalmente son planeadas, opuestas al hecho de ser un acto impulsivo. Las fuentes de ignición, como cerillas y encendedores, a menudo se buscan, adquieren y ocultan hasta ser necesitadas. La actividad de prender el fuego normalmente ocurre en un área oculta o aislada en o cerca del hogar, donde haya poca posibilidad de detección inmediata por parte de un adulto o figura de autoridad. Cuando se prepara un fuego a menudo hay un intento de reunir materiales inflamables y combustibles, como viejos periódicos, trapos o productos químicos, como pinturas y alcohol, para usar como ayuda a la hora de extender el fuego. Estos fuegos pueden ser motivados por una variedad de razones, incluyendo la venganza y el enfado, la búsqueda de atención, las travesuras maliciosas, el ver quemar el fuego, y en un pequeño número de casos adolescentes, el beneficio. El objetivo perseguido al iniciar un fuego a menudo tiene un valor significativo debido a la importancia emocional del fuego. Por ejemplo, si un joven ha prendido fuego a los cojines de la silla favorita de su madre, entonces es probable que la motivación primaria para ello resida en la naturaleza de la relación entre la madre y su hijo. Tras el fuego, los jóvenes no suelen admitir voluntariamente estar involucrados en la ignición. Si el fuego queda fuera de control, más que pedir ayuda, probablemente escaparán a un lugar seguro, a veces para observar cómo quema y esperar la llegada de los bomberos. ¿A cuántos jóvenes les ocurre este problema? Los estudios epidemiológicos actuales hacen referencia fundamentalmente a poblaciones norteamericanas, ya que en nuestro país la prevalencia de la piromanía entre los niños y adolescentes es muy baja. En Estados Unidos los datos epidemiológicos son más elevados que en Europa. Allí los incendios provocados por niños son la segunda causa de muerte infantil (la primera son los accidentes automovilísticos) entre los 6 y los 14 años, y la primera causa de muerte en niños preescolares (Hall, 2000; citado por Gaynor). Entre un 2 y un 3% de consultas psiquiátricas infantiles tienen como causa comportamientos relacionados con el fuego. ¿Qué características clínicas tienen estos niños y adolescentes? La información sobre las características clínicas de niños y adolescentes pirómanos proviene primariamente de estudios descriptivos, con una proporción inferior de datos a partir de investigaciones empíricas con rigurosos criterios científicos. Hay una cantidad creciente de especulación clínica que sugieren subtipos motivacionales para describir el comportamiento incendiario (Canter y Fritzon, 1998). Estos subtipos motivacionales son intuitivamente útiles como punto de partida para ayudarnos a entender el marco conceptual del comportamiento incendiario y ofrecen una explicación relativamente singular del desarrollo de este tipo de comportamiento en los niños. No obstante, carecen de investigación y validación empírica. Los cuatro subtipos motivacionales son: curiosidad (fuegos como resultado de la experimentación o accidentes); problemas/dificultades (fuegos como expresión de distrés psicológico); delincuencia (conseguir destrucción, control o daño intencionadamente); patológico (fuegos debidos a trastornos mentales severos). Se ha propuesto organizar las características clínicas del comportamiento incendiario en tres categorías principales: características individuales, circunstancias sociales y condiciones ambientales. Cada una de estas categorías comprende factores de riesgo específicos que predicen los rasgos esenciales de niños y adolescentes incendiarios. Existe un cuerpo de investigación que apoya la idea de que los niños y adolescentes incendiarios se pueden dividir en dos grandes grupos de edad: niños con una edad media de unos 8 años y adolescentes a partir de 13 años. Se hipotetiza que la naturaleza bimodal de esta distribución de edad distingue dos clases diferenciales de prendedores de fuego, un grupo más joven con características clínicas y motivos que difieren significativamente de aquellos del grupo de mayores. ¿Cómo es la piromanía en los niños? La información demográfica indica que los niños pirómanos con una media de 8 años de edad son predominantemente varones provenientes de un entorno socioeconómico mixto. La mayoría de estos estudios sugieren que estos niños poseen una inteligencia media. Sin embargo no les va nada bien en el colegio, y este hallazgo puede relacionarse con una serie de estudios que sugieren que estos niños sufren una incidencia superior a la media de trastornos de aprendizaje. Hay estudios que señalan ciertos tipos de experiencias que ocurren en la vida de estos niños que pueden tener una relación con su comportamiento incendiario. Por ejemplo, un estudio sugiere que los niños pirómanos entre 6 y 10 años sufren un mayor número de enfermedades físicas crónicas, incluyendo alergias y problemas respiratorios. No ha habido intentos de replicar estos hallazgos, aunque hay una hipotética relación entre enfermedad crónica y el desarrollo de comportamiento violento en los niños. Algunos estudios también muestran una relación significativa entre abuso, negligencia y conducta incendiaria en los niños. La naturaleza específica de la relación entre haber experimentado abuso, negligencia y conducta incendiaria queda para ser explicada clínica y empíricamente, aunque una hipótesis sugiere que el hecho de provocar un fuego es una estrategia inapropiada para enfrentarse a un ambiente adverso o un método de enviar una “señal de humo” para indicar distrés psicológico. El estilo emocional de estos niños se ha descrito en estudios clínicos como aquel en el que aparecen marcadas dificultades en modular sentimientos de enfado y venganza. Se ha sugerido que estos niños no solo son incapaces de entender o reconocer estos tipos de sentimientos cuando ocurren, sino que no tienen la experiencia ni habilidad de expresarlos de manera socialmente aceptable. Consecuentemente usan el fuego como medio de expresión de sentimientos acumulados de enfado, venganza y agresión. Esto viene parcialmente apoyado por trabajos clínicos que sugieren que los objetos usados por estos niños para iniciar el fuego son a menudo objetos y posesiones de aquellos a los que se dirige su enfado. Por ejemplo, hay informes clínicos de niños que admiten incendiar la cama de su madre porque estaban enfadados con ella. La justificación primaria de este estilo emocional proviene sólo de observaciones clínicas; sin embargo, se necesita futuro trabajo empírico para verificar estos hallazgos. El patrón comportamental de este tipo de niños se ha caracterizado como hiperactivo, impulsivo y travieso. Aunque la clásica argumentación de la interrelación de la triada conductual de enuresis, crueldad a los animales y piromanía no se ha sostenido bajo un escrutinio más reciente, otros trabajos recientes sugieren que puede haber una relación entre abuso animal y ofensas a la propiedad, incluida la piromanía. Informes clínicos indican que estos niños tienen dificultad para controlar su genio y suelen destruir sus juguetes y otros objetos personales en ataques de cólera. Este patrón comportamental es consistente con el estilo emocional previamente descrito de enfado acumulado y agresión descargada de manera socialmente inapropiada e inaceptable. Hay una creciente cantidad de literatura indicando que estos niños provienen bien de hogares monoparentales, bien de familias donde uno de los dos padres, normalmente el padre, está ausente durante largos periodos. Los patrones de interacción familiar en estos niños se han caracterizado por un mayor uso de métodos severos de disciplina, incluyendo castigo corporal y un ambiente no afectivo, distante, negativo y conflictivo. Las familias de estos niños tienden a exhibir patrones de interacción familiar más agresivos verbal y físicamente que las familias de los niños que no muestran la conducta incendiaria. En último lugar existe un cierto número de estudios que sugieren que los padres de estos niños tienen historias psiquiátricas significativas, incluyendo uno o más miembros de la familia con diagnóstico de personalidad antisocial, alcoholismo o depresión. Aunque mucha de esta información sobre patrones familiares proviene de impresiones clínicas, representa un fuerte punto de partida para futuro trabajo empírico. La información sobre el comportamiento de estos niños en situaciones sociales es limitada. Trabajos preliminares sugieren que estos niños tienen una gran dificultad para establecer y mantener relaciones interpersonales significativas. Adicionalmente los estudios han mostrado que cuando se encuentran ellos mismos en situaciones sociales, exhiben un juicio pobre y son incapaces de planear y anticipar resultados. El grado con el que estos niños se sienten separados, solos y aislados puede tener un efecto en su necesidad de ganarse la atención y el reconocimiento a través del comportamiento incendiario. Los niños suelen empezar encendiendo el fuego estando solos, más que en compañía de amigos. Si se ganan el reconocimiento de sus compañeros como resultado de su conducta, entonces su implicación con el grupo de iguales no sólo refuerza su comportamiento incendiario, sino que aumenta la probabilidad de que se repita. Estas observaciones respecto a su comportamiento en relaciones sociales son especulativas, y hasta que no se lleve a cabo más trabajo sistemático, se presentan sólo como posibles pistas para investigación posterior. Hay evidencias que indican que niños de educación primaria con historias de incendios experimentan problemas académicos y comportamentales significativos en el colegio. La mayor proporción de dificultades de aprendizaje experimentadas por estos niños puede explicar parcialmente este pobre rendimiento académico. Además, algunos de estos niños tienen también un diagnóstico de trastorno por déficit de atención con hiperactividad, por lo que probablemente tengan dificultades para concentrarse y completar el trabajo asignado. Como resultado de sus fracasos académicos, puede que estos niños se sientan frustrados y enfadados, y que exterioricen sus sentimientos, generando así problemas conductuales y comportamentales en el colegio. Estos estudios sugieren que no es probable que este tipo de niños tenga experiencias exitosas y gratificantes en el colegio. Se ha hipotetizado que existen condiciones ambientales inmediatas que desencadenan el comportamiento incendiario en los niños y lo refuerzan una vez ha ocurrido. Se ha sugerido que existen antecedentes estresores que tienen lugar en la vida de estos niños y adolescentes y que desencadenan reacciones emocionales particulares. Estos antecedentes estresores desencadenan sentimientos acumulados de enfado y venganza experimentados por estos niños. El acto de encender el fuego es motivado por la descarga emocional de agresión y enfado o por sentimientos de venganza. El hecho de prender el fuego da cabida por un lado a las propiedades de refuerzo positivo de atención, y por otro a los resultados negativos de pérdida de propiedad, injuria y castigo. Aunque intuitivamente interesante, estas asunciones deben ser examinadas de manera sistemática, bien a través de observación clínica o por investigación empírica. ¿Cómo es la piromanía en los adolescentes? Aún hay menos estudios sistemáticos focalizados en la descripción de las características clínicas de los adolescentes pirómanos. La información demográfica indica que la proporción de chicos respecto a chicas es de 10 a 1. La mayoría de estos chicos está en el rango de edad de 15 a 18 años. Hay algún trabajo que indica que estos adolescentes son de inteligencia media; sin embargo, tienen largos historiales de dificultades académicas y comportamentales en el colegio. Hay algunos estudios preliminares que sugieren que estos adolescentes son más propensos a tener ciertos tipos de experiencias y conflictos. Por ejemplo, un estudio sugiere que los adolescentes con historiales de incendios sufren un mayor número (respecto a la media) de accidentes con heridas físicas. Una explicación plausible de este hallazgo es que estos adolescentes son más corredores de riesgo y dicho comportamiento acaba más frecuentemente en accidente. De igual manera una serie de estudios muestra que estos adolescentes pueden experimentar un mayor nivel de arousal sexual y excitación fantasiosa. También hay algún trabajo que concluye que estos adolescentes experimentan más conflictos sexuales y de género. Esta información, sin embargo, emerge de un limitado número de investigaciones que se apoyan en impresiones clínicas más que en observación empírica controlada. Algunos estudios clínicos caracterizan el estilo emocional de estos adolescentes, describiéndolos como personas enfadadas y agresivas que se preocupan poco por las reglas y normas sociales. Pueden sentir excitación y desafío antes de prender el fuego. Una vez que lo han hecho no sienten culpa o remordimiento por su acción. Estos adolescentes no son capaces de experimentar un sentimiento emocional de manera profunda y su conducta resultante refleja su restrictiva capacidad de expresión emocional. Este patrón de funcionamiento emocional es similar al encontrado en patrones de personalidad antisocial y delincuente. El comportamiento de los adolescentes pirómanos se caracteriza como incansable, impulsivo, malicioso y desafiante. Además estos adolescentes muestran mayores niveles de comportamiento imprudente. Estos hallazgos preliminares sugieren que si estos adolescentes se encuentran en una situación donde las fuentes de ignición o los materiales para el fuego están disponibles, será menos probable que controlen su impulso de encender el fuego y más probable que se dejen llevar por su comportamiento incendiario agresivo y desafiante. Hay algunos trabajos que investigan la relación entre la presencia de trastorno mental, diagnóstico psiquiátrico, y piromanía. Varios estudios indican la relación entre el trastorno de conducta infantil y el desarrollo de comportamiento antisocial en los adolescentes. Estudios de adolescentes involucrados en incendios que acaban en arresto revelan que la reincidencia criminal está significativamente relacionada con la dependencia del alcohol en los chicos y con la autoagresividad y los intentos de suicidio en las chicas. Además es más probable que los adolescentes pirómanos con diagnóstico psiquiátrico recaigan en delitos de incendios que los adolescentes pirómanos que no están diagnosticados con un trastorno mental. Hay acuerdo clínico y empírico sobre la relación entre la calidad de vida familiar y la predicción de comportamiento incendiario en los adolescentes. Los adolescentes pirómanos suelen provenir de hogares monoparentales en los que los patrones en los que predominan los patrones de supervisión y disciplina inconsistentes. Excesivo control parental y reducida supervisión parecen estar relacionados con el comportamiento delincuente incendiario en los adolescentes. Algunos estudios sugieren que es probable que estos adolescentes tengan historias de abuso físico y otros patrones violentos de interacción en su familia. Estas familias muestran un funcionamiento significativamente más patológico en áreas como resolución de problemas y comunicación, respecto a las familias de adolescentes no problemáticos. También hay relación entre el comportamiento incendiario y la psicopatología parental. En concreto, el alcoholismo paternal y la psicosis maternal incrementan el riesgo de recaídas en los adolescentes pirómanos. Tanto como en el comportamiento de adolescentes normales, la participación en el grupo de iguales influencia en gran medida en comportamiento de los adolescentes incendiarios. Estudios actuales confirman el efecto de un grupo negativo en el desarrollo del comportamiento delincuente. La mayoría de los adolescentes comienzan el fuego con uno o dos amigos. Los casos clínicos indican que el grupo de amigos apoya y anima el hecho de prender fuego, y hasta proporciona un ambiente seguro en el que los adolescentes pueden refugiarse una vez iniciado intencionadamente un fuego destructivo. La evidencia sugiere que la afiliación continuada con este tipo de grupo promueve la continuidad del comportamiento delictivo más allá de la adolescencia. El hecho de prender fuego es visto por el grupo como un comportamiento aceptable y los adolescentes pueden creer que su comportamiento les proporcionará cierto grado de atención y reconocimiento en el grupo. El apoyo del grupo de amigos al comportamiento incendiario puede ser uno de los factores sociales más influyentes en reforzar la probabilidad de que el comportamiento se repetirá mientras no sea descubierto y no tenga consecuencias inmediatas ni a largo plazo. El rendimiento académico, el comportamiento en el colegio y el hacer novillos se relacionan con la conducta delincuente, incluyendo la incendiaria, en los adolescentes. Los logros académicos de los adolescentes pirómanos están significativamente por debajo de la media. Estos jóvenes tienen largos historiales de fracaso escolar, y puede que estén uno o dos años por detrás de la clase que les correspondería por su edad. Hay estudios que indican que estos adolescentes a menudo son disruptivos en clase y a menudo se meten en peleas con sus compañeros. Muchos de ellos han suspendido numerosas veces o bien han sido expulsados de más de un colegio. Algunas condiciones ambientales, como estresores específicos, pueden estar directamente relacionadas con los incendios provocados por adolescentes. Es probable que en estos estresores se incluyan alteraciones frecuentes y repentinas en las relaciones familiares, por separación, divorcio o muerte. Se ha constatado que este tipo de alteraciones se dobla en los adolescentes pirómanos respecto a los que no lo son. Los padres de estos adolescentes afirman que sus hijos experimentaron un mayor grado de estrés en sus vidas en los seis meses anteriores al fuego. La información clínica sugiere que, al menos en algunos casos, inmediatamente antes de prender el fuego, los adolescentes pueden engancharse al consumo de alcohol o de drogas. Además hay casos en los que el comportamiento incendiario va acompañado de otros actos delincuentes, incluyendo pequeños robos y vandalismo. Se ha descrito que inmediatamente después prender el fuego los adolescentes suelen dejar la escena e ir a un punto seguro desde el que observar cómo quema el fuego. No es probable que pidan ayuda para apagarlo. Esto es consistente con la idea de que tampoco es probable que estos adolescentes experimenten culpa o remordimiento una vez iniciado el fuego. Quizás, si experimentaran estos sentimientos, emprenderían las acciones apropiadas para ayudar a apagar el fuego. La atención y reconocimiento que pueden obtener de su grupo de referencia probablemente reforzará la conducta incendiaria, especialmente si ésta no es descubierta. Parece como si estos adolescentes experimentaran relativamente poco miedo al castigo por su actividad delictiva, ni consideraran los potenciales resultados negativos de pérdida de propiedad o daño personal. ¿Cuál es el diagnóstico diferencial de la piromanía? El diagnóstico psiquiátrico más frecuentemente asociado a la piromanía es el trastorno de conducta. Los rasgos clínicos más característicos de este trastorno son las dificultades de comportamiento en casa y en la escuela, la baja autoestima, los pobres resultados académicos y la baja tolerancia a la frustración, que desemboca en irritabilidad y ataques de ira. Además, la ocurrencia del comportamiento incendiario es un buen predictor de comportamiento agresivo y antisocial en jóvenes diagnosticados con trastorno de conducta. Es probable que los varones pirómanos diagnosticados con trastorno de conducta tengan historias de dependencia del alcohol; mientras que las chicas o mujeres pirómanas con trastorno de conducta a menudo tienen historias de alteración del estado de ánimo con autolesión o intentos de suicidio. También es más probable, tanto entre chicos como entre chicas, que cuando existe la concurrencia de ambos diagnósticos, el trastorno de conducta desemboque en comportamiento criminal más persistente. Algunos estudios relacionan hiperactividad, déficit de atención, piromanía y trastorno de conducta. No obstante es necesario realizar más investigación empírica para determinar hasta qué punto esto es cierto y la naturaleza de dichas conexiones. También hay estudios que indican la relación entre piromanía y algunos trastornos mentales graves como la esquizofrenia, la disfunción cerebral orgánica y el retraso mental. Algunos de estos estudios sugieren que la piromanía ocurre en jóvenes psicóticos en respuesta a cierto tipo de delirios. El papel jugado por la piromanía en la psicopatología severa es aún desconocido y queda abierto a especulación teórica y evaluación empírica. El diagnóstico de piromanía en niños se remonta a 1951 (Lewis y Yarnell), aunque actualmente suele reservarse fundamentalmente para adultos. Entre los criterios diagnósticos DSM-IV se encuentran: i) provocación deliberada e intencionada de un incendio en más de una ocasión, ii) tensión o activación emocional antes del acto, iii) fascinación, interés, curiosidad o atracción por el fuego y su contexto situacional, iv) bienestar, gratificación o liberación cuando se inicia el fuego, o cuando se observa o participa en sus consecuencias. ¿Cuál es el tratamiento de la piromanía? Los objetivos de una estrategia terapéutica efectiva son el eliminar el comportamiento incendiario y modificar la psicopatología subyacente. Se han desarrollado técnicas psicoterapéuticas específicas para este tipo de problema. Ya que la evidencia teórica y empírica sugiere que existe un complejo número de variables asociadas a la piromanía, la tendencia es la de la aplicación de terapias multidisciplinares. Muchas de estas aproximaciones terapéuticas son de reciente aplicación, por lo que carecen de estudios empíricos que apoyen su efectividad. A pesar de ello, las evaluaciones clínicas de estos métodos sugieren que, por lo menos a corto plazo, son efectivas en eliminar el comportamiento incendiario de estos niños y adolescentes. La psicoterapia individual y familiar son las dos modalidades predominantes. El foco principal de la psicoterapia individual reside en la eliminación inmediata del comportamiento incendiario, y secundariamente en provocar cambios en la psicopatología subyacente. La modificación de conducta y la terapia cognitivo-conductual son los dos tipos de tratamiento más usados. El principal objetivo de la psicoterapia cognitivo-conductual es el enseñar a los jóvenes a reconocer la urgencia de prender el fuego, interrumpir la conducta antes de que comience y sustituir dicha conducta por comportamientos socialmente adecuados para expresar sus emociones subyacentes (Bumpas, 1983). Existe un número de técnicas utilizadas en modificación de conducta que resultan útiles para eliminar o reducir el comportamiento incendiario, como el castigo, el refuerzo positivo, etc. Muchas de estas técnicas son utilizadas de manera conjunta. En algunos casos se ha utilizado la Terapia Familiar Breve, fundamentalmente reestructurando la autoridad parental, modificando los patrones de comunicación e interacción entre padres e hijos, e incluso fijando normas de seguridad y protección para la familia. También existen algunos programas de tratamiento hospitalario, de orientación psicodinámica y conductual. En el primer caso el tratamiento se basa en la naturaleza de la alianza terapéutica establecida entre el paciente y el personal hospitalario. En el segundo caso se identifican -para cambiarlos- los comportamientos específicos, incluyendo a los miembros de la familia en el proceso terapéutico una vez que la conducta incendiaria se ha eliminado. La aproximación multidisciplinar es consistente con la idea de la unión de una compleja red de factores individuales, sociales y ambientales y el desarrollo del comportamiento incendiario patológico en niños y adolescentes. Este tipo de tratamiento incluye la eliminación del comportamiento incendiario, la mejora de habilidades sociales, emocionales y de funcionamiento académico. Se utilizan, entre otras, técnicas cognitivas de control del impulso, técnicas de relajación y el entrenamiento en habilidades y conocimientos de seguridad y supervivencia respecto al fuego. La selección de la mejor estrategia de intervención dependerá de la severidad de la piromanía y su sintomatología asociada. Si ésta es severa y el niño o adolescente representa un peligro para él mismo, se recomienda la hospitalización. En caso contrario pueden aplicarse las técnicas mencionadas anteriormente fuera del contexto hospitalario. La evidencia clínica apoya dichas técnicas, hasta que se desarrolle una evaluación científica más rigurosa sobre la efectividad relativa de cada una de estas aproximaciones terapéuticas. BIBLIOGRAFÍA GENERAL American Psychiatric Association DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Masson. Barcelona 1995. Bumpass, E., Fagelman, F. y Brix, R. Intervention with children who set fires. American Journal of Psychotherapy, 37, 328-345. 1983. Canter, D. y Fritzon, K. Differentiating arsonists: a model of firesetting actions and characteristics. Criminal Psychology, 3, 73-96. 1998. Gaynor, J. y Hatcher, C. The Psychology of Child Firesetting: detection and intervetion. Brunner-Mazel. New York 1987. Hanson, M. et al. Firesetting during the preschool period: assessment and intervention issues. Canadian Journal of Psychiatry, 40, 299-303. 1995. TRASTORNOS DE LA IDENTIDAD SEXUAL TRASTORNOS DE LA IDENTIDAD SEXUAL ¿Qué es la Identidad Sexual? A nivel cognitivo la identidad sexual o de género ha sido definida como el reconocimiento del propio niño en la identificación con un sexo determinado, el ser consciente de que uno pertenece al sexo masculino o femenino. A nivel afectivo, este sentido de pertenencia es valorado emocionalmente, por lo que el niño experimenta un sentimiento de comodidad o seguridad al ser niño o niña. La identidad de género de un niño o niña viene condicionada por la estimulación hormonal durante el periodo prenatal y postnatal de maduración del niño, así como a una serie de factores psicosociales, íntimamente unidos la adopción de determinados comportamientos de masculinidad o feminidad que vienen definidos culturalmente. A este conjunto de conductas es a lo que denominamos roles sexuales. El concepto de rol sexual hace referencia a la identificación y reproducción por parte del niño de ciertas conductas consideradas socialmente como prototípicas de hombres o de mujeres. La identidad sexual se inicia en etapas tempranas de la infancia y depende, por una parte, de factores genéticos y hormonales, y por otra del sexo atribuido al niño al nacer y al rol sexual en el que se lo educa. ¿Qué se observa en niños y adolescentes con TIS? En determinados casos se produce una disociación entre el sexo anatómico del niño/a y su identidad sexual. Esta disociación produce un profundo malestar que se manifiesta en el deseo de pertenecer al otro sexo. Entonces hablamos de un Trastorno de la Identidad Sexual (TIS). El rasgo más común del TIS es una identificación y una preferencia hacia el rol sexual característico del otro sexo. Esto puede inferirse a partir de múltiples manifestaciones conductuales de identificación sexual, como intereses en juguetes, deseo de vestirse con ropa del otro sexo, preferencias hacia roles y actividades imaginarias, preferencias a la hora de relacionarse con sus compañeros, determinados rasgos de personalidad, etc. La identificación con el otro género también se expresa a través de afirmaciones verbales como que a uno le gustaría pertenecer –o incluso que pertenece– al otro sexo. Además, los niños con TIS frecuentemente tienen pocas cosas positivas que decir sobre su propio sexo, rechazando igualmente sus características anatómicas. Parece que experimentan un sentimiento de disforia sexual o de incomodidad o dificultad por pertenecer al género al cual pertenecen, alterándose profundamente el sentimiento normal de masculinidad o feminidad. En la adolescencia, cuando el cuadro clínico se parece más a lo que se observa en adultos con TIS, el sentido de disforia de género se hace más difícil de ignorar o disimular. ¿Cuál es la prevalencia del TIS? No hay estudios que hayan constatado formalmente la prevalencia del TIS en niños. Se ha sugerido, sin embargo, que estimaciones conservadoras de prevalencia se pueden inferir de los datos respecto a la prevalencia del transexualismo en adultos, ya que el comienzo del TIS suele tener lugar en la infancia y adolescencia. Tales datos se basan en el número de personas que acuden a clínicas de tratamiento hormonal y quirúrgico. Atendiendo a este criterio, el número de adultos transexuales es pequeño. Algunas estimaciones sugieren una prevalencia de uno de cada 11.000 hombres y una de cada 30.000 mujeres, aproximadamente (Bakker, 1993). Estimaciones más liberales de prevalencia pueden extraerse a partir de estudios con niños en los que se evalúan comportamientos específicos de género cruzado. Por ejemplo, el estudio estandarizado del CBCL (Achenbach, 1981), incluía información sobre el porcentaje de madres de niños y niñas clínicos y no clínicos que cumplían con los ítems: “se comporta como del sexo opuesto” y “desea ser del sexo opuesto”. A los 4-5 años el 16’3% de los niños y el 18’6% de las niñas se comportan como si pertenecieran al otro sexo, descendiendo al 3% y al 16’5% respectivamente a los 12-13 años. Los hallazgos de Achenbach sugieren que hay una diferencia de sexo en la ocurrencia de un comportamiento de género cruzado suave (1-4%), desapareciendo esta diferencia cuando el comportamiento es más extremo. El principal problema de estos datos es que no diferencian los patrones duraderos, múltiples y persistentes de comportamiento de género cruzado del fenómeno transitorio. Los datos de este tipo probablemente sobreestiman casos de TIS, aunque los métodos de recogida de datos pueden considerarse como herramientas de evaluación general útiles para un estudio posterior más detallado. ¿Ha cambiado la incidencia del TIS en las últimas décadas? Desafortunadamente los tipos de datos de epidemiología infantil requeridos para responder a esta cuestión no existen. Se dispone de fuentes de información indirectas, pero son difíciles de utilizar. Considérese, por ejemplo, el actual debate respecto a la incidencia de tendencia homosexual. Algunos autores mantienen que la incidencia es bastante estable, mientras otros sostienen que se ha incrementado. Si la primera visión es correcta, entonces también puede esperarse una incidencia estable de los TIS, ya que existe un porcentaje inespecífico de adultos homosexuales que probablemente experimentó TIS en su infancia (al menos de forma latente). Si la última visión es correcta, entonces uno puede esperar encontrar un mayor número de niños con síntomas de TIS. Los cambios en los patrones educativos de los niños, respecto al comportamiento de rol sexual son otra fuente indirecta de información sobre los cambios en la incidencia del TIS. Hay autores que señalan, en base a su experiencia clínica, que las madres que han intentado “masculinizar” a sus hijas o “feminizar” a sus hijos con el fin de prepararlos para “roles sociales radicalmente nuevos” no han producido niños “andróginos”, como esperaban, sino niños que evidencian un “rol estereotípico de género cruzado que asustaba a sus padres”. No se ha estudiado en profundidad el efecto educativo de los padres para moldear el rol comportamental sexual en los niños, por lo que no podemos afirmar que un tipo de educación menos convencional esté introduciendo TIS inadvertidamente. ¿Hay diferencia de prevalencia entre niños y niñas? Se ha observado de manera consistente que existe mayor número de referencias en niños que en niñas respecto a la identidad sexual. Esto se ha reflejado tanto en estudios de investigación como en estudio de casos clínicos, en los que se señala una ratio aproximada de 6’6 niños por cada niña (los estudios de muestras clínicas indican una prevalencia más alta de conductas sexuales atípicas comparándolas con las de la población general). Una posible explicación es que factores sociales jueguen un rol en esta disparidad. Por ejemplo, está bien constatado que los padres, profesores y amigos son menos tolerantes con el comportamiento de género cruzado en los niños que en las niñas (los padres relacionan las conductas femeninas del niño con homosexualidad en la vida adulta), lo que podría conllevar a diferencias de sexo en los casos que llegan a la consulta clínica. Otra posible fuente de error es el menor interés por el estudio del TIS en las niñas (Mardomingo, 1995). Todo ello, teniendo en cuenta que los estudios epidemiológicos sobre el TIS son escasos, no nos permite sacar conclusiones definitivas respecto a la prevalencia del TIS. ¿Cuándo empieza el TIS? Los signos comportamentales iniciales del TIS suelen aparecer durante la primera infancia (edad de los primeros pasos) y años preescolares, años en los que pueden observarse los patrones más convencionales de comportamiento de sexo. En algunos casos los padres señalan que comportamientos como usar vestidos del sexo opuesto empezaron antes del tercer cumpleaños. Rara vez el TIS se inicia en la vida adulta. ¿Cómo es el comportamiento de un niño con TIS? El asunto clínico central concierne al grado en el que se presenta un patrón de signos comportamentales, para poder inferir hasta qué punto un niño sufre TIS. En su forma leve, el niño siente malestar hacia su propio sexo, pero reconoce el sexo al que pertenece. En su forma grave, la identificación con el sexo contrario es tan intensa que se desea profundamente una apariencia externa en todo similar, recurriendo al tratamiento hormonal y a la corrección quirúrgica. En todo caso el síntoma común es el sentimiento de inadecuación respecto del propio sexo. En los niños, el cuadro clínico, en su forma completa incluye las siguientes características: - un deseo ocasional o frecuente de ser niña o una insistencia de que él es una niña. - expresiones verbales o comportamentales de disforia anatómica (por ejemplo, decir que no les gusta su pene y que preferirían una vagina; orinar en posición sentada realzando la fantasía de tener genitales femeninos). - frecuente uso de ropa u otros complementos femeninos (pintarse las uñas, usar maquillaje, etc). - una preferencia por roles femeninos y una evitación de roles masculinos en juegos simbólicos. - una preferencia por juguetes y actividades estereotípicamente femeninos (p.e. jugar a las casitas, a los papás y mamás) y una evitación de los masculinos (p.e. juegos violentos, peleas). - uso recurrente de manierismos afeminados o estereotípicamente femeninos. - una preferencia por las niñas como compañeras de juego y una evitación de los niños como compañeros de juego - una evitación de los juegos violentos y/o participación en deportes grupales con niños. En las niñas el cuadro es similar. Incluye: un deseo ocasional o frecuente de ser niño o una insistencia de que ella es un niño; expresiones verbales o comportamentales de disforia anatómica; intensa aversión a usar ropa estereotípicamente femenina e insistencia en llevar ropa estereotípicamente masculina; una preferencia por roles masculinos y una evitación de roles femeninos en juegos simbólicos; una preferencia por juguetes y actividades estereotípicamente masculinas y una evitación de las femeninas; uso recurrente de manierismos estereotípicamente masculinos; una preferencia por los niños como compañeros de juego y una evitación de las niñas como compañeras de juego; un fuerte interés por los juegos violentos y participación en deportes grupales con niños. La consulta al médico suele producirse cuando el niño empieza a ir al colegio dado el rechazo que produce en los compañeros, que le conduce al aislamiento social. El niño toma conciencia, entonces, del carácter problemático de sus sentimientos y deseos. En las niñas la consulta suele producirse más tarde, dada la mayor tolerancia social. Durante la infancia deben considerarse varios aspectos del desarrollo. Un aspecto concierne a las constataciones del niño de querer ser del otro sexo o en la insistencia de que él o ella pertenecen al otro sexo. Podrían esperarse mayores dificultades con el autoetiquetado de género en los niños con TIS durante los años preescolares y cuando el cuadro clínico general es extremo y quizás, cuando hay problemas de funcionamiento psicosocial general. No obstante, lo más frecuente cuando hablamos de TIS es que el niño/a sabe cuál es su sexo, pero desea pertenecer al otro sexo. Un segundo asunto evolutivo concierne a la variación en los marcadores evolutivos de identificación de género cruzado. Algunos comportamientos, tales como preferencia de amistades del otro sexo, parecen ser estables a lo largo de la infancia; sin embargo, otros comportamientos, como actividades e intereses de rol, pueden sufrir importantes cambios. Por ejemplo, niños que muestran una preocupación hacia las muñecas y juegan interpretando el rol de madre, es menos probable que lo hagan a medida que se acercan a la adolescencia, pero puede que continúen manifestando preocupaciones femeninas como un intenso interés en la moda femenina y una idealización de actrices y estrellas del rock. Los manierismos afeminados de estos niños pueden llegar a hacerse más prominentes. Es menos probable que los niños mayores manifiesten deseo de cambiar de sexo, pero la persistencia de disforia de género en estos niños puede expresarse de otras maneras, como el menosprecio del propio sexo y la idealización del otro sexo. El último asunto evolutivo concierne al significado del deseo de cambio de sexo durante la infancia y la adolescencia. Ese deseo podría relacionarse con varios factores durante la temprana infancia. Por ejemplo, un niño podría razonar que debido a que prefiere actividades del otro sexo, sería lógico ser una persona del otro sexo. O un niño podría pensar que haciendo actividades del otro sexo, cambia de sexo, una manifestación del pensamiento preoperacional que tiene lugar antes de alcanzar la constancia de género. Factores familiares también podrían ser importantes para niños pequeños que perciben que a un padre le gustaría que fuera del otro sexo. De esta manera se hace altamente improbable que los niños pequeños conceptualicen el deseo de cambiar de sexo de la misma manera que los adolescentes. ¿Por qué ocurre el TIS? La identidad sexual de una persona es un fenómeno complejo y aún no muy bien conocido. En él intervienen factores genéticos, neuroendocrinos y ambientales. Los niños con TIS no muestran invariablemente signos claros de alteración sexual física, lo que descartaría una marcada anomalía hormonal prenatal. De esta manera la búsqueda de influencias biológicas en el desarrollo del TIS debe focalizarse en factores que no afectan la configuración de los genitales externos. A continuación señalaremos algunos de los factores biológicos y psicosociales que pueden ayudarnos a explicar por qué ocurre el TIS. ¿Cuáles son los mecanismos biológicos implicados en el TIS? Existe un conjunto de factores genéticos, neuroendocrinológicos y neuropsicológicos relacionados con el TIS. Las hormonas sexuales ejercen un papel organizador y diferenciador de la función cerebral a través de su actuación sobre los mecanismos de neurotransmisión, modulando la vida relacional del niño con el medio ambiente. A continuación describiremos algunos factores biológicos que pueden estar implicados en la génesis del TIS. NIVEL DE ACTIVIDAD El Nivel de Actividad (NA) es una dimensión comúnmente aceptada de temperamento, con alguna evidencia de base genética y posiblemente influencias hormonales prenatales. Respecto a los niños con TIS, el NA como factor predisponente es una posibilidad prometedora porque muestra una fuerte diferencia de sexo, con los niños con un NA más alto que las niñas. El juego violento, otro comportamiento dismórfico sexual, tiene alguna similitud con el NA en el hecho de que a menudo se caracteriza por un alto gasto energético; sin embargo un rasgo distintivo es que se trata de un comportamiento de interacción social que engloba secuencias como “lucha” y “persecución”. A diferencia del NA, una marcada evitación del juego violento es uno de los criterios definitorios del TIS en niños en el DSM-IV. Usando medidas a partir de la información dada por los padres sobre NA, se ha encontrado en algunos estudios que los niños con TIS tienen un NA inferior que los niños controles. También se ha visto que las niñas con TIS tienen un NA mayor que las niñas controles; de hecho, las niñas con TIS tienen un NA mayor que los niños con TIS, mientras que para los controles se observa la típica diferencia de sexo. Es posible, por ello, que un atípico NA sea un factor temperamental que predisponga al desarrollo del TIS. Por ejemplo, un niño de baja actividad con TIS puede encontrar el típico comportamiento de juego de otros niños como incompatible con su propio estilo comportamental, lo que puede dificultarle la integración exitosa en su grupo de iguales masculino. Quizás estas variaciones del NA dentro del mismo sexo están relacionadas con variaciones en los patrones de secreción hormonal prenatal y convergen con estudios recientes de la literatura animal experimental. Este modelo animal –que muestra una disociación entre diferenciación comportamental dismórfica sexual y diferenciación genital- tiene su más directa relevancia en la explicación del marcado comportamiento de género cruzado en niños con TIS. PESO AL NACER De promedio los niños pesan más que las niñas al nacer. Hay, por supuesto, muchos factores que influyen en las variaciones del peso al nacer (PN). Un factor hipotético es la diferencia de sexo en exposición prenatal a los andrógenos. En un estudio las niñas con hiperplasia adrenal congénita tuvieron una media mayor de bajo PN que las niñas no afectadas. En otro estudio los niños con la forma completa del síndrome de insensibilidad andrógina fueron comparables en bajo PN a las niñas. Hay estudios en los que se compara los PN de los niños con TIS y con muestras controles clínicas de niños y niñas. Los controles clínicos muestran la esperada diferencia sexual de PN. Los niños con TIS tienen un significativo menor PN que los niños controles clínicos, pero no muestran diferencias significativas con respecto a las niñas controles clínicas. Aunque no está claro qué factores o conjunto de factores responden a la diferencia probando-control en PN, los resultados son consistentes con el posible rol de hipoandrogeneización prenatal de los probandos con TIS. LATERALIDAD Algunos más varones que mujeres muestran una preferencia por la mano izquierda en tareas unimanuales tales como escribir. No existe un consenso establecido para entender las bases de esta diferencia sexual. Factores genéticos juegan un rol claro en determinar la preferencia manual. Otra línea de investigación implica factores prenatales y/o perinatales adversos que elevan la lateralidad zurda por encima del estándar del 10% de la población general. Se ha encontrado que los niños con TIS tienen una tasa significativamente elevada de lateralidad zurda (19,5%) comparándola con niños normales y con niños de población clínica con diagnósticos heterogéneos. Los estudios paralelos con adultos varones con TIS, así como estudios de varones adultos homosexuales, muestran que estos individuos también parecen tener una tasa elevada de lateralidad zurda. Actualmente la explicación de dicha elevación sigue sin aclararse, pero factores candidatos se han centrado en algún tipo de alteración prenatal que, de alguna manera, afecta a la diferenciación comportamental dismórfica sexual. RATIO DE SEXO EN HERMANOS Y ORDEN DE NACIMIENTO Los niños con TIS tienen más hermanos que hermanas y su orden de nacimiento es posterior. Alguna evidencia adicional muestra que los niños con TIS nacen posteriormente en relación al número de hermanos mayores, pero no de hermanas. En un estudio los niños controles clínicos no mostraron evidencia del ratio de sexo en hermanos ni en su orden de nacimiento. Estos hallazgos se mezclan con estudios de varones adultos con TIS y orientación homosexual, que también tienen un exceso de hermanos respecto a las hermanas y un orden de nacimiento posterior. Un estudio del orden de nacimiento en niñas con TIS mostró que tenían un orden de nacimiento anterior comparado con las controles clínicas. Una explicación biológica de los resultados en varones tiene que ver con las reacciones inmunes maternales durante el embarazo. El feto varón es sentido por las madres como mas “extranjero” (antigénico) que el feto hembra. Basándose en estudios con animales inferiores, se ha sugerido que una consecuencia de esto es que las madres producen anticuerpos que “desmasculinizan” o “femeinizan” el feto varón, pero no masculinizan o desfeiminizan el feto hembra. Este modelo predeciría que los varones que nacen más tarde podrían estar más afectados, ya que la antigenicidad de la madre aumenta con cada embarazo de varón, lo que es consistente con la evidencia empírica del ratio de sexo en hermanos y el orden al nacer de probandos TIS. En la actualidad, sin embargo, este mecanismo no ha sido formalmente probado en humanos. APARIENCIA FÍSICA La influencia de la apariencia física, incluyendo el atractivo, en la percepción social e interacción ha sido ampliamente estudiado por psicólogos sociales. En un estudio clínico de niños muy femeninos severos, se realizó la siguiente afirmación: “Hemos notado que a menudo tienen caras bonitas, con pelo fino, encantadoras complexiones, movimientos graciosos, y –especialmente- grandes ojos penetrantes”. En un estudio sistemático del atractivo físico en una muestra de niños con TIS y un grupo control masculino, se pidió a los padres que describieran la cara de sus hijos. Los padres de los niños con TIS describieron más a sus hijos –respecto a los padres controles- como “hermosos” y “femeninos”. Por otro lado, estudiantes universitarios puntuaron el atractivo de los niños con TIS y los niños controles a partir de fotografías. Los niños con TIS fueron juzgados significativamente más atractivos, hermosos, guapos y bonitos que los sujetos controles. En otro estudio, las niñas con TIS, fueron juzgadas como menos atractivas, hermosas, guapas y bonitas que las niñas controles. En un tercer estudio, los niños con TIS fueron juzgados significativamente como menos “niños totales”, masculinos y duros que los controles, mientras que las niñas con TIS fueron juzgadas como más masculinas, duras y “marimachos” en apariencia que las niñas controles (Green, 1974). Debe señalarse que el atractivo no necesariamente debe ser conceptualizado como rasgo biofísico fijo; el moldeamiento social de la apariencia física es claramente posible. Observaciones clínicas sugieren que algunos padres alteran sutilmente la apariencia física de los niños con TIS para inducir un “look femenino” en los niños y un “look masculino” en las niñas. Además, algunos niños insisten ellos mismos en alterar su apariencia física. Por ejemplo, algunas niñas con TIS insisten en cortarse el pelo corto y llevar ropa que las permita pasar como niños. La apariencia física, entones, puede ser un factor predisponente en el desarrollo del TIS, puede ayudar a perpetuar el trastorno, o puede simplemente ser uno de los signos clínicos del trastorno. ¿Cuáles son los mecanismos psicosociales implicados en el TIS? Los factores ambientales y sociales modulan y modifican la predisposición sexual inducida por los factores biológicos. A continuación describimos algunos factores psicosociales relacionados con el TIS. ASIGNACIÓN SEXUAL AL NACER Ya que la mayoría de los niños con TIS no tienen un estado intersexual físico concurrente (trastorno de base biológica por el que resultan afectados aspectos parciales de la anatomía o fisiología sexual de un individuo), la asignación de sexo al nacer va invariablemente unida a los marcadores externos de sexo biológico. En algunos estados intersexuales físicos se retrasa la asignación sexual y, en ocasiones, cambiando la asignación sexual inicial. Se ha argumentado que el retraso prolongado o la incerteza sobre el “verdadero” sexo pueden contribuir a un conflicto de identidad sexual en individuos afectados. Esta no parece ser la situación de los niños con TIS. No obstante, es recomendable la asignación sexual lo antes posible, y en cualquier caso, antes de los tres años, periodo considerado crítico en este sentido. PREFERENCIA DE GÉNERO PRENATAL Es común en los padres expresar una preferencia prenatal de género. Siendo otros factores iguales, los padres tendrán un hijo del sexo no preferido el 50% de las veces. ¿Es más probable que los padres de hijos con TIS, respecto a los controles, afirmen haber tenido el deseo de un hijo con el sexo contrario? La respuesta simple parece ser no, por lo menos en lo que se refiere a las madres con niños con TIS. Se ha observado, sin embargo, que el deseo maternal hacia una niña está significativamente asociado con la composición sexual y el orden al nacer. Entre los niños TIS con solamente hermanos mayores, el porcentaje de madres que desean una hija es significativamente mayor que respecto a los probandos con otras combinaciones de hermanos/as. REFUERZO SOCIAL DE COMPORTAMIENTO DE GÉNERO CRUZADO Debería reconocerse que algunos críticos son bastante escépticos sobre el rol de la socialización parental en la inducción de diferencias sexuales en el comportamiento en niños normales o con variaciones de sexo. En años recientes, la importancia del ambiente educativo también ha sido cuestionada en la literatura sobre los estados intersexuales físicos. En ella se ha discutido sobre la identidad de género a largo plazo del caso de un niño normal, cuyo pene fue accidentalmente seccionado durante una rutinaria circuncisión a los 7 meses, y subsecuentemente reasignado como niña a los 2 años de edad. El paciente aparentemente se diferenció y mantuvo la identidad de género femenina hasta al menos los 9 años. El seguimiento a largo plazo, sin embargo, reveló que el paciente cambió su género y empezó a vivir como varón en la temprana adolescencia, lo que se ha sido interpretado por algunos como la constatación de un papel mucho más fuerte de las influencias biológicas que de las psicosociales en la diferenciación de género. Sin embargo, los críticos han señalado interpretaciones alternativas a este caso. En otro caso de ablación de pene, en la cual la reasignación de género a niña ocurrió a los 7 meses, la identidad de género del paciente fue descrita como inequívocamente femenina a la edad de 26. Los clínicos de diversas orientaciones teóricas han descrito consistentemente que la respuesta de los padres al comportamiento temprano de género cruzado en niños con TIS es típicamente neutral (tolerancia) o incluso de apoyo. Respecto a los niños varones con TIS podemos decir que en cuanto un comportamiento femenino empieza a emerger, no hay rechazo de ese comportamiento por parte del principal cuidador del niño. En un estudio de entrevista estructurada, se encontró que las madres de niños con TIS eran más propensas a tolerar o animar comportamientos femeninos y menos propensas a animar comportamientos masculinos que lo que lo eran las madres de niños controles clínicos y normales. Por supuesto, deben reconocerse las limitaciones de este tipo de datos obtenidos a partir de entrevista. A pesar de todo, un aspecto de estos datos merece un especial comentario. Como ya se ha señalado, los clínicos de diversas perspectivas teóricas han observado la aparente tolerancia, o incluso apoyo del comportamiento femenino por parte de los padres de niños con TIS. Sin embargo, el hecho de que estos padres se hayan sometido a asesoramiento clínico, normalmente significa que en este momento están preocupados por el desarrollo de la identidad sexual de sus hijos. No obstante, se ha observado que una mayoría de padres no realiza esfuerzos de manera sistemática para limitar o redirigir el comportamiento de género cruzado de su hijo, particularmente durante el periodo inicial sintomatológico y durante varios periodos posteriores. Las razones por las cuales los padres podrían tolerar, si no animar, tempranos comportamientos de género cruzado parecen ser bastante diversas, sugiriendo que los antecedentes a este “estado final” son múltiples en origen. Algunos padres dicen estar influenciados por las ideas de la educación no sexista. En otros padres, los antecedentes parecen enraizarse en conflictos vividos alrededor de asuntos de género. Por ejemplo, un pequeño grupo de madres (alrededor del 10%) de niños con TIS parecen experimentar algo que se ha venido a llamar duelo de género patológico. Durante el embarazo, existe un fuerte deseo de una niña (en todos los casos la madre ya había dado a luz por lo menos otro hijo, pero no hija). Tras el nacimiento del hijo “no preferido”, este deseo parece colorear fuertemente la percepción y la relación de la madre con su nuevo hijo, y hay fuertes signos de ambivalencia sobre su estatus sexual. Algunos posibles signos de duelo de género patológico podrían ser depresión postparto severa relacionada con el nacimiento de un hijo, sueños recurrentes sobre estar embarazada de una niña, retraso en poner el nombre y vestir al niño con ropa del otro género, etc. RELACIONES PADRES-HIJO En el caso de los niños dismórficos sexuales, se ha observado clínicamente una relación muy cercana entre madre e hijo y una relación distante, periférica, entre padre e hijo. Como ha llegado ha decirse…“cuanta más madre y menos padre, más feminidad”. Existen algún estudio sobre la de cantidad de “tiempo compartido” con los hijos de los padres de niños femeninos y niños normales durante los primeros 5 años de vida. Contrariamente a lo que podríamos prever, las madres de niños femeninos afirman pasar menos tiempo con sus hijos, comparado con la cantidad de tiempo que las madres de los niños controles recuerdan haber pasado con los suyos. Consistente con la predicción, los padres de niños femeninos afirman haber pasado menos tiempo con sus hijos comparado con la cantidad de tiempo de los padres de los niños controles. Así, este método de evaluación de relaciones padre-hijo confirmó el lado parental de la ecuación, pero dio resultados opuestos a la predicción por el lado maternal. De esta manera, al menos en lo que se refiere a la madre, la calidad de la interacción madre-hijo puede haber sido más importante que la pura cantidad de tiempo que gastan juntos. A pesar de estos hallazgos respecto al tiempo compartido, hay pocas dudas de que los niños con TIS se sienten más cercanos a sus madres que a sus padres. En parte esto podría deberse a una percepción del niño de similitud con la madre, pero también surge de las sutilezas cotidianas de la interacción padres-hijos. Desafortunadamente no hay estudios sistemáticos de las relaciones padres-hijas de niñas con TIS. Estudios clínicos preliminares sugieren que para estas niñas, la relación madre-hija está a menudo alterada, lo que podría denominarse como “desidentificación” de la madre. Durante los primeros años de estas niñas, una variedad de factores parecen alterar el desarrollo de una relación cercana madre-hija; como consecuencia hay una devaluación de la feminidad y una sobrevaloración de la masculinidad, situación que los padres parece que animan. Estos estudios clínicos preliminares sugieren que la calidad de las relaciones padres-hijos en niños con alteración de género difiere bastante de la de las niñas con alteración de género. PSICOPATOLOGÍA GENERAL El papel de la psicopatología maternal en la génesis y perpetración del TIS ha recibido una gran atención teórica y clínica, pero desafortunadamente limitada evaluación empírica. La disponibilidad de estudios empíricos ha sido limitada a las madres de niños con TIS (no se dispone de estudios comparables de madres de niñas con TIS). Se ha observado que las madres de niños con TIS muestran más signos de psicopatología que las madres de niños normales, incluyendo más puntuaciones psicopatológicas en entrevistas diagnósticas de borderlines y más síntomas depresivos en el Beck Depression Inventory. Los datos muestran que, de promedio, las madres de niños con TIS tienen niveles de distrés emocional y alteraciones psiquiátricas comparables a las madres de controles clínicos, pero superiores a las madres de controles normales. Utilizando la Symptom Checklist 90 Revised, las madres de niños con TIS puntúan más alto en casi todas las subescalas, respecto a las madres de niños controles normales; mientras que las puntuaciones de las madres de controles clínicos se sitúan entre los dos otros grupos. Las madres TIS tienen picos de puntuación en las subescalas obsesivocompulsivo, depresión y hostilidad. Utilizando la Diagnostic Interview Schedule, el 30% de las madres cumplen criterios para dos diagnósticos y el 24% para tres o más diagnósticos. Los diagnósticos más comunes son Episodio Depresivo Mayor (39,6%) y Depresión Mayor Recurrente (32,1%). Sí parece a partir de los datos epidemiológicos que, de promedio, las madres de niños con TIS tienen una historia de elevadas alteraciones psiquiátricas. Los datos emergentes de distrés emocional y alteraciones psiquiátricas en las madres de niños con TIS indican que es más común que en las madres de niños controles normales y al menos comparables a las madres de niños controles clínicos. Aun nos queda el problema de la especificidad, en que estas características maternas no son únicas de las madres de niños con TIS, sino comunes a las madres de niños clínicos en general. Consecuentemente, el distrés emocional maternal / funciones alteradas son tomados solamente como factores de riesgo no especifico en el desarrollo del TIS. Si el estado emocional de la madre realmente afecta a la génesis del TIS, entonces debería existir evidencia de alteración psiquiátrica previa y durante la emergencia de los síntomas del niño. Los datos sugieren que así es, y que la presencia de dificultades emocionales en las madres no es simplemente una reacción por tener un niño con TIS. Se ha argumentado que la presencia de psicopatología deja a las madres emocionalmente desvalidas, lo que conlleva ansiedad e inseguridad en el hijo, lo que es en parte responsable de la aparición sintomatológica. Una hipótesis específica podría ser que la disponibilidad emocional errática y desigual de las madres activa la ansiedad de separación de los niños, lo que a la vez activa los síntomas del TIS. De hecho, parece que los niños con TIS tienen mayores tasas de ansiedad-rasgo (tal y como se desprende a partir del Test de Ansiedad de Separación y de entrevista estructurada a las madres). El posible papel jugado por la ansiedad de separación en la génesis del TIS incrementa las cuestiones generales sobre la calidad de la relación madre-hijo. Se ha encontrado que el tipo de apego a la madre entre niños y niñas con TIS de 3 a 6 años, se clasifica en su mayoría (73%) como apego inseguro, una tasa comparable a aquella de un grupo control clínico interno y a la de otros estudios de poblaciones clínicas. Ya que el apego inseguro y la ansiedad de separación son probablemente factores de riesgo inespecíficos, la cuestión crucial que permanece es por qué sólo una pequeña minoría de niños desarrolla la “solución fantasiosa” de querer ser una niña. Varios factores predisponentes se ven implicados, incluyendo características temperamentales del niño, la relación premórbida con la madre, la posición del padre en el sistema familiar, que la psicopatología familiar ocurra durante el sensible periodo de la formación de la identidad de género, etc. Actualmente, sin embargo, la cuestión de la especificidad queda sin responder de manera satisfactoria. Una posible variable mediadora podría ser la importancia que el género del niño tiene para la madre o su actitud hacia los hombres y la masculinidad en general. A este respecto, el duelo de género patológico, como se ha dicho anteriormente, podría ser un prototipo potencial. El duelo de género patológico parece ser parte de la historia de la familia en sólo una pequeña minoría de casos; así que se requieren otros caminos para explicar el rol de la alteración maternal en la génesis del TIS. Parece haber diversas maneras sobre cómo responden los padres al temprano comportamiento de género cruzado del niño (bien animándolo, bien tolerándolo). Desde un punto de vista clínico y terapéutico es importante identificar las motivaciones con respecto al refuerzo selectivo de comportamientos tipo sexuales. El rol de las influencias parentales en la génesis y perpetuación del TIS también ha recibido una gran cantidad de atención clínica y teórica, pero de nuevo una muy limitada evaluación empírica, delimitada a los padres de niños con TIS. Una versión implica al rol del padre por virtud de su ausencia de la matriz familiar. A lo largo de diez muestras de niños con TIS, la tasa de ausencia del padre (por ejemplo, separación o divorcio) era de 34’5%. Es improbable, sin embargo, que esta tasa difiera significativamente de la tasa encontrada en poblaciones clínicas en general, si no de la de la población general. Se encontró que las separaciones parentales ocurrían más tempranamente en las familias de niños con TIS respecto a los controles normales, por lo que es posible que la cuestión temporal sea una variable adicional a considerar. Se encontró también que los padres de niños con TIS (ambos padre-presente y padreausente) dijeron estar menos tiempo con sus hijos que lo que lo estaban los padres de niños controles, durante los primeros años de vida del niño. Desafortunadamente hay poca investigación sistemática sobre psicopatología paternal. Se han realizado algunos estudios de padres de niños con TIS, predominantemente de clase media-alta. En uno de ellos, en la entrevista clínica estructurada DSM-III, los 12 padres entrevistados recibieron un diagnóstico en el eje I de un trastorno presente o pasado (con más frecuencia abuso de sustancia y depresión), y 8 de ellos también recibieron por lo menos un diagnóstico en el eje II. Los datos de los que disponemos indican que el abuso del alcohol ha sido el diagnóstico más común. Sea como sea el patrón exacto de funcionamiento emocional paternal, son de aplicación los mismos aspectos de interpretación respecto a las madres. ¿Qué trastornos se asocial al TIS? Los niños y adolescentes con TIS sufren con frecuencia otros trastornos psiquiátricos asociados, como trastornos de conducta, ansiedad de separación, sintomatología depresiva y dificultades de socialización (Coates y Person, 1985; citado por Mardomingo, 1995). Los problemas de conducta se incrementan con la edad, indicando el carácter progresivo de las dificultades de adaptación. ¿Qué Tests pueden identificar niños con TIS? No existen tests biomédicos conocidos que puedan identificar niños con TIS. Como ya se ha señalado, varios parámetros de sexo biológico, tales como los cromosomas sexuales y la apariencia de los genitales externos, son invariablemente normales. Para la evaluación psicológica puede usarse una serie de relatos parentales y medidas comportamentales para evaluar el comportamiento sexual en los niños con TIS. Desde la perspectiva diagnóstica debería reconocerse que no hay ningún test que reemplace a una entrevista clínica que cubra los signos comportamentales del TIS. Estas medidas tienen una fuerte validez discriminante y constituyen una fuerte línea de evidencia de que el TIS es, de hecho, un síndrome distinto. Los datos de tests psicológicos, en general, muestran un patrón consistente en que el porcentaje de falsos negativos (cuando se deja de diagnosticar un TIS cuando la persona sí lo padece) parece ser mayor que el porcentaje de falsos positivos (cuando se diagnostica un TIS sin que la persona lo padezca). ¿Cuál es el diagnóstico diferencial del TIS en la infancia? El TIS en el niño se basa en estos dos síntomas básicos: i) intenso malestar en relación con el propio sexo; deseo de ser del otro sexo o afirmación de que se pertenece al otro sexo, y ii) rechazo de las características sexuales anatómicas propias e intenso interés en las actividades del otro sexo, adoptando los modos de vestir y participando en los juegos del sexo contrario. Durante la infancia deberían considerarse diversos aspectos de diagnóstico diferencial en relación al TIS. El hecho de vestirse con ropa del otro sexo que ocurre en algunos niños parece ser cualitativamente diferente del hecho de vestirse con ropa del otro sexo que caracteriza al TIS. En este último caso suele tratarse de ropa externa, como vestidos, zapatos y joyas, que ayuda a realzar la fantasía de ser como del otro sexo. En el primer caso el vestido concierne al uso de ropa interior (p.e. medias y braguitas). Los datos clínicos muestran que en estos niños no están presentes otros signos de identificación con el otro sexo. De hecho, la apariencia y el comportamiento de estos niños son convencionalmente masculinos. La experiencia clínica sugiere que este tipo de “vestirse con ropa del otro sexo” tiene algún tipo de función autotranquilizante. Muchos adolescentes y adultos varones que exhiben fetichismo travestista recuerdan vestirse con ropa del otro género durante la infancia. Cuando están presentes todos los signos del TIS, no es difícil hacer el diagnóstico. No obstante existe una zona de transición entre comportamiento de género cruzado clínicamente significativo y meras desviaciones estadísticas de la norma de género. La experiencia clínica sugiere que los niños que caen en esta zona ambigua se desenvuelven pobremente en los grupos de iguales masculinos, evitan el juego violento, no se inclinan por el atletismo ni otras actividades masculinas convencionales y se sienten de alguna manera incómodos siendo varones; sin embargo, estos niños no desean ser niñas y no muestran una preocupación intensa por la feminidad. No está claro si este patrón comportamental de hecho constituye un síndrome diferente o es simplemente una forma suave del TIS. En las niñas, el principal aspecto en el diagnóstico diferencial concierne a la distinción entre niñas con TIS y lo que comúnmente se ha venido a llamar “marimachos”. Ambos grupos de niñas comparten una serie de rasgos comunes. En parte, los criterios DSM-III- R para el TIS en niñas se modificaron con la esperanza de una mejor diferenciación de estos dos grupos de niñas. Al menos tres características pueden resultar de gran utilidad en el diagnóstico diferencial: (a) Por definición, las niñas con TIS indican una intensa infelicidad con su estatus femenino, mientras que este no sería el caso de las “marimachos”; (b) las niñas con TIS muestran una intensa aversión a llevar ropa culturalmente definida como femenina bajo cualquier circunstancia, mientras que las marimachos no muestran esta reacción, aunque puedan preferir llevar ropa informal, como vaqueros; y (c) las niñas con TIS, a diferencia de las “marimachos”, manifiestan una incomodidad -con hechos o palabras- con su anatomía sexual. ¿Cuál es el diagnóstico diferencial del TIS en la adolescencia? Durante la adolescencia, es probable encontrarse al menos cuatro tipos de problemas psicosexuales. Los niños con un TIS no resuelto sufren el riesgo de buscar soluciones hormonales y quirúrgicas a su problema. Los criterios DSM-IV de TIS en adolescentes o adultos enfatizan la persistencia de identificación de género cruzado y la incomodidad con el propio sexo, incluyendo el deseo de reasignación sexual hormonal o quirúrgica. A nivel diagnóstico es importante evaluar la fuerza y persistencia del deseo de cambiar de sexo, porque las decisiones clínicas se ven influenciadas por la relativa intractabilidad de la condición. En este caso suele usarse el diagnóstico Trastorno de la Identidad Sexual no Especificado. Un segundo tipo de problema psicosexual ocurre entre adolescentes que han tenido una historia de TIS o una variación del mismo. Estos adolescentes continúan mostrando signos de identificación de género cruzado, pero no admiten una orientación homosexual ni profesan un deseo de cambio de sexo. A menudo son derivados por su continuo ostracismo social. El grado de distrés sentido varía con respecto a la identificación de género cruzado continuada. Es difícil aplicar cualquier diagnóstico formal DSM-IV en estos casos, aunque podría emplearse el Trastorno de la Identidad Sexual no Especificado para indicar que el adolescente continúa luchando con su identidad sexual. Un tercer tipo de problema psicosexual caracteriza a los adolescentes que han sido derivados bien por ellos mismos, bien por una persona significativa, por su comportamiento u orientación homosexual. Algunos de estos jóvenes tienen una historia de TIS o una variación del mismo. La razón de la derivación varía, pero desde un punto de vista del diagnóstico diferencial es importante descartar problemas continuados centrados en la identidad sexual. Para aquellos jóvenes que están preocupados por su orientación sexual suele utilizarse el diagnóstico de Trastorno Sexual no Especificado. El último tipo de problema psicosexual se refiere a los chicos adolescentes que se visten con ropa del otro sexo, en parte, con el propósito de la excitación sexual. La extensión de esta conducta varía. En su forma completa puede aplicarse el diagnóstico de fetichismo trasvestista. Parece que estos chicos tienen una orientación heterosexual y se muestran notablemente masculinos en su conducta. Una historia de TIS no es parte del cuadro clínico, pero algunos de estos chicos piensan en la cirugía de cambio de sexo y están en riesgo de transexualismo. Según el DSM-IV, los adolescentes que cumplen los criterios del TIS con este tipo de historia de desarrollo suelen tener una orientación sexual heterosexual. ¿Cuál es el tratamiento del TIS? Se han empleado varias aproximaciones terapéuticas para tratar a los niños con TIS, incluida la terapia de conducta, la psicoterapia, la terapia familiar, el asesoramiento a padres, la terapia de grupo y las combinaciones eclécticas de estas estrategias. Todas estas estrategias parecen tener utilidad clínica. Desafortunadamente no se han llevado a cabo estudios comparativos formales, por lo que sigue sin quedar claro cuál es el tipo de tratamiento más eficaz. El tratamiento debe encaminarse a mejorar los sentimientos de malestar e inadecuación respecto de la propia identidad sexual, aminorar el sufrimiento de sentirse distinto y el aislamiento social, mejorar la imagen personal y tratar la posible psicopatología asociada. Haremos tres comentarios generales sobre el tratamiento del TIS. En primer lugar, la experiencia clínica sugiere que la intervención puede reducir más el conflicto de identidad sexual durante la infancia que durante la adolescencia. El pronóstico para reducir la disforia sexual severa después de la pubertad es bastante pobre. De igual manera, cuanto antes se empiece el tratamiento mejor. En segundo lugar, se ha discutido mucho sobre la importancia de trabajar con los padres de los niños con TIS. Cuando hay un nivel alto de discordia marital y psicopatología parental, el tratamiento de estos problemas facilita mucho el trabajo más específico sobre los aspectos de la identidad sexual. Dirigir el comportamiento de género del niño en su entorno diario requiere que los padres tengan los objetivos claros y un lugar en el que poder discutir las dificultades. Ya que la dinámica de los padres y la ambivalencia sobre el tratamiento pueden contribuir a perpetuar el TIS, es importante para el terapeuta tener una relación apropiada con los padres, con el fin de dirigir y trabajar sobre todos estos aspectos. En último lugar, el terapeuta necesita considerar de cerca las metas u objetivos del tratamiento. En parte esto se conceptualiza en el marco teórico terapéutico, pero también depende de la preocupación de los padres y en cierta medida de la del niño. Dos objetivos a corto plazo pueden ser: la reducción o eliminación del ostracismo y del conflicto social, y el mitigar la psicopatología asociada. Objetivos a largo plazo se han centrado en la prevención de disforia sexual postpuberal y homosexualidad. Los clínicos contemporáneos son, sin embargo, sensibles a la importancia de ayudar a la gente a integrar una orientación sexual homosexual en su sentido de identidad. No es sorprendente, sin embargo, que la mayoría de los padres de niños con TIS probablemente prefieran el desarrollo de una orientación heterosexual. Es importante señalar que actualmente no existe una clara evidencia de que el tratamiento afecte a la orientación sexual posterior. ¿Y qué pasa después? Los estudios de seguimiento señalan problemas de identidad y orientación sexual al llegar a la adolescencia, mostrando que el resultado más común a largo plazo es la homosexualidad. Estos datos convergen netamente con los estudios retrospectivos de adultos varones homosexuales que han evaluado la presencia de comportamiento de género cruzado en la infancia. Los adultos con TIS, particularmente los de orientación homosexual, invariablemente reportan una historia de género cruzado en la infancia. Estudios prospectivos de niños con TIS, principalmente varones, han encontrado que sólo una pequeña proporción persiste en la idea de cambiar de sexo después de la pubertad, aunque el porcentaje aparece considerablemente superior a lo que uno esperaría basándose en tasas de población general para transexualismo. Claramente, la identificación de género cruzado en la infancia es un marcador comportamental para la posterior homosexualidad o para un TIS adulto no resuelto. ¿Pueden hacerse predicciones más finas (p.e. predecir posterior homosexualidad frente a TIS; homosexualidad frente a heterosexualidad)? La experiencia clínica ha sugerido que los niños que no salen de la identificación de género cruzado grave al entrar en la adolescencia pueden encontrarse en mayor riesgo de una posterior disforia sexual. La situación clínica en o cerca de la transición de la infancia a la adolescencia puede ser crucial para diferenciar una disforia sexual de otras alteraciones. Existen estudios en los que se compara un número de variables en la infancia en niños femeninos clasificados como bisexuales u homosexuales con niños femeninos clasificados como heterosexuales. Estos estudios sugieren que la continuación de ciertos comportamientos femeninos a lo largo de la infancia está asociada con posterior homosexualidad. Por lo que podría ser que la persistencia de los comportamientos femeninos sea más importante que su extensión durante los años de la temprana infancia. En los mismos estudios se observa que menos tiempo compartido padre-hijo en los primeros dos años de vida también está asociado con una posterior homosexualidad, pero no lo está la cantidad de tiempo compartido madre-hijo. BIBLIOGRAFÍA GENERAL Achenbach, T.M. y Edelbrock, C.S. Behavioural problems and competencies reported by parents of normal and disturbed children aged four through six-teen. Monography Soc. Res. Child Development, 46, 1-82. 1981. American Psychiatric Association DSM-IV. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales. Masson. Barcelona 1995. Bakker et al. The prevalence of transsexualism in the Netherlands. Acta Psychiatrica Scandinava, 87, 237-238. 1993. Eguíluz, J. Introducción a la Psicopatología. IM&C Eds. Madrid 2001. Green, R. Sexual Identity conflict in Children and Adults. Basic Books. New York 1974. Mardomingo MJ. Trastornos de la Identidad Sexual, en Rodríguez Sacristán, J. Psicopatología del niño y del adolescente: Ed. Universidad de Sevilla. Sevilla 1995. Stoller, R.J. Sex and Gender. The Development of Masculinity and Femininity. Aronson. New York 1968. COLABORADORES DE LOS CAPÍTULOS -Guitart Plá, Marc Psicólogo Clínico. Centre Psicopediàtric GUIA -Ibáñez Bordas, Rosa Maria Psicóloga Clínica. Unidad de Paidopsiquiatría. Centro Médico Teknon. -Serrano Troncoso, Eduard Psicólogo Clínico. Unidad de Paidopsiquiatría. Centro Médico Teknon. -Soler Prats, Lluís Psicólogo Clínico. Unidad de Paidopsiquiatría. Centro Médico Teknon.