Criterios en la información diagnóstica de los trastornos graves del desarrollo Soler, J.M. y Ampudia, M.S. Habitualmente, la primera valoración diagnóstica de un niño, con trastornos que llegan a condicionar el curso de adquisición y la organización global de los aspectos evolutivos esenciales en su desarrollo, se realiza en el marco de un medio institucional general. Nos referimos a las instituciones que acogen situaciones de tipo diverso, prescindiendo de las diferencias particulares que puedan existir entre uno u otro lugar concreto. Esto es lógico con la serie de circunstancias de distinto signo a partir de las que se inicia habitualmente un proceso diagnóstico en el ámbito que tratamos. Podemos reseñar muy brevemente algunas de ellas: -Casos en los que unos determinados signos y síntomas conforman un cuadro reconocible y de identificación clínica inmediata, o cuasi inmediata, que cursará con retraso en el desarrollo. Un ejemplo típico sería el síndrome de Down. -Casos en los que, con independencia de una posible definición sindrómica inicial, se produce una situación de anomalías físicas que requieren un abordamiento médico, como consecuencia de la cual, se sospecha la existencia de un cuadro más extenso. Realizada la verificación conveniente, se determina la existencia de un retraso global del desarrollo. -Casos relativos a niños que, por diferentes razones, han requerido asistencia, inmediata al nacimiento, en las unidades de neonatología y que quedan definidos como situaciones de riesgo en la medida en que pueden resultar con secuelas más o menos graves o permanentes en su desarrollo. -Casos recibidos en consulta ambulatoria, pediátrica o neurológica, a partir de la existencia, o bien de anomalías comportamentales, o bien de dificultades en la adquisición de los patrones de comportamiento descritos en el desarrollo evolutivo del niño. -Casos recibidos para investigación etiológica y, en su caso, confirmación diagnóstica, procedentes de medios educativos, de consulta privada, de servicios psicopedagógicos, etc. y relativos a insuficiencias en el aprendizaje o la adaptación. Evidentemente en todas estas circunstancias descritas, la resolución diagnóstica y el abordamiento inicial de la situación se realizan normalmente por parte de los servicios existentes en lo que hemos definido como medio institucional general. Podríamos decir que es un hecho que responde al "orden normal de las cosas" en función de la organización asistencial al uso. La realidad que se acaba de reseñar coexiste con otra igualmente usual: una vez realizada la evaluación diagnóstica y la primera orientación correspondiente, el trabajo de tipo terapéutico/educativo que efectuamos con estos niños tiene lugar en un medio distinto que tiene unos objetivos igualmente diferenciales; las necesidades que se plantean, y su abordamiento, se encuadran en el marco de una atención esencialmente psicopedagógica que cuidará del planteamiento, desarrollo y control de unos objetivos orientados no ya al diagnóstico sino a la tarea educativa y terapéutica. De modo que los niños, cuando inician su integración en una institución educativa especializada, han realizado normalmente todo un primer proceso que ha terminado con la información diagnóstica del hecho del retraso del desarrollo con todo lo que ello comporta, y con la indicación de una necesidad de asistencia específica. Uno de los trabajos de investigación que en este momento estamos llevando a cabo, pretende estudiar las características del proceso de ajuste/equilibrio del núcleo familiar ante la aparición de una situación de trastorno del desarrollo en uno de sus miembros. Por una parte se estudian, en un abordamiento descriptivo y analítico, las características y actitudes derivadas de la comunicación diagnóstica, para definir el contenido y cualidad de los cuadros relacionales subsiguientes; por otra, se pretende un análisis de los procesos de equilibración que sucesivamente se van produciendo, en un intento de abordar de forma sistemática lo que suele enunciarse de modo genérico como "aceptación familiar". Vamos a tomar algunos datos parciales de este trabajo. Se refieren a la ocurrencia de una serie de fenómenos que, con unos índices de frecuencia importantes, caracterizan la posición familiar en el momento de su recepción en los centros que se dedican al trabajo terapéutico/educativo y son los siguientes: -Deficiencias en el contenido informativo que se supone debiera poseer la familia acerca de la propia definición del problema. -Lagunas y errores en la interpretación de los contenidos esenciales de la información que poseen. -Falta de claridad y criterios erróneos con respecto al pronóstico o a las posibilidades de evolución y de aprendizaje/adaptación. -Falta de información relativa a las cuestiones de orientación sobre el proceso de escolarización, institucionalización, perspectivas educativas, marco asistencial y recursos. -Secuencia de repeticiones innecesarias del proceso diagnóstico. -Confusión y tensiones en el núcleo familiar relativas a los aspectos de tipo etiológico. 2 Como puede comprobarse, la definición global que se podría hacer de la situación familiar no es, ciertamente, positiva. Las observaciones que acabamos de realizar tienen, a nuestro entender, una significación que, expuesta en forma de enunciado, constituye el hecho sobre el que se pretende reflexionar en este trabajo: cuando se reciben estos niños en los centros educativos se encuentran con una serie de circunstancias de distinto orden, expresivas de un proceso de información diagnóstica incorrecto e incompleto. Si lo que se acaba de expresar responde a la realidad, la conclusión parece elemental: hemos de realizar un análisis y una reconsideración de los criterios que subyacen al ejercicio de la labor diagnóstica en los medios en que ésta de realiza. Sin embargo podría argüirse razonablemente que aún cuando las observaciones descritas correspondan a la realidad de la situación familiar, la conclusión que se extrae de ellas es gratuita. De manera que es precipitado y sesgado desde el punto de vista de la interpretación hacer un prejuicio de la labor institucional a partir del análisis de las condiciones familiares; más aún cuando la información extraída en los centros educativos es aportada por la propia familia. La objeción tendría su base en la subjetividad de la posición familiar en cuanto a la percepción e interpretación de los hechos que determinaría deformaciones en la supuesta realidad objetiva. En este sentido en lugar de aceptar la conclusión expuesta, sería indicado hacer una llamada al investigador para que no incurriera en errores tan importantes y graves desde un punto de vista metodológico y conceptual. Habría que plantearse, además, si la necesidad de revisión debe referirse a la realización estrictamente técnica de la labor asistencial o bien si ésta última estaría a salvo en la medida en que los fenómenos descritos se debieran a una cuestión de diferencia de criterios institucional-asistenciales. Esto es: se produciría una divergencia de modelo, existiendo criterios distintos entre la institución que diagnostica y el centro de educación que recibe los niños, con respecto a los propios objetivos de la información diagnóstica. Así, la definición de insuficiencia en cuanto a la información, realizada desde los criterios sostenidos por el centro educativo no permitiría concluir de forma tan evidente en la necesidad de realizar una revisión del trabajo diagnóstico en sí mismo. Cabe, asimismo, una interpretación apriorística de inevitabilidad de los fenómenos descritos. La pregunta sería si las características descritas se producen, simplemente porque "deben producirse"; si son inevitables en tanto en cuanto ocurren necesariamente como pura lógica de los propios procesos psicológicos con independencia de cualquier abordamiento asistencial. En este caso tampoco la conclusión expuesta tendría sentido. 3 Incluso es posible pensar que el hecho de que ocurran situaciones como las descritas no es en sí mismo importante en las repercusiones que comportan, de modo que no tiene el suficiente peso específico como para motivar un replanteamiento de la asistencia, con todas las dificultades que ello puede comportar. Como puede verse por lo que se acaba de exponer en estas últimas líneas no es tan claro que ante los fenómenos expuestos, todos estemos de acuerdo en que la raíz o razón de los mismos se ubique en el "ámbito diagnosticador" ni en que ello requiera una revisión de los criterios técnicos empleados en el trabajo realizado. Nuestra posición al respecto es, sin embargo, clara: creemos que existe una relación entre la aparición de las características que hemos mencionado y los criterios y esquemas de acción que estamos empleando implícita o explícitamente en el momento de la información diagnóstica. Frente a las objeciones que se acaban de plantear, sostenemos las siguientes opiniones: -Las situaciones problemáticas que se producen no deben justificarse y asumirse en base a la deformación de la información que se produciría exclusivamente como resultado de la posición subjetiva de los padres. -No están ligadas a posibles diferencias básicas en cuanto a la concepción de los objetivos más elementales que debe desarrollar la institución que realiza la labor diagnóstica. -No debe asumirse el principio de inevitabilidad en tanto en cuanto la permanencia/modificación de los procesos psicológicos que se producen en los padres tiene que ver con variables de tipo asistencial. -Es importante la evitación de situaciones como las descritas en tanto en cuanto tienen un efecto condicionante negativo sobre el proceso de asistencia que es necesario seguir tanto con el niño como con la familia. Entendemos, por tanto, que es necesario analizar los factores que intervienen en la aparición de los fenómenos descritos, así como los posibles criterios correctores. Las opiniones que se acaban de expresar se justifican en el contexto del análisis que se realiza a continuación. Hay una cuestión previa y fundamental frente a la que es necesario tomar posición ya que es fundamental en el análisis. Es la siguiente: Qué compete como objetivo a la institución general que realiza la labor diagnóstica en lo que se refiere a la última fase de la información, cómo debe ser definido y cuál es el criterio que determina si ha sido cubierto. La discusión global de este punto nos llevaría a considerar en primer término si el 4 objetivo debería ser definido como el logro de un equilibrio en la posición familiar o bien simplemente como la transmisión de unos contenidos de información a las personas que han realizado la demanda diagnóstica. No vamos a centrar la discusión sobre esta posible alternativa. Simplemente vamos a convenir el criterio mínimo en el que probablemente todos estamos de acuerdo: con independencia de otras consideraciones el objetivo elemental de transmisión de información debe ser necesariamente asumido. Sería difícil estar en desacuerdo al respecto. Lo que ya no queda tan claro, al menos implícitamente, es la definición del objetivo. No hay duda de que una exploración será más o menos extensa, incluirá más o menos elementos según se alcance antes o después la comprensión del fenómeno que se estudia, ya que si esto no se consigue el diagnóstico no se puede considerar concluido. Ahora bien, ¿cuándo queda cubierto el objetivo en el caso de la información? ¿el acto asistencial concluye cuando el técnico/emisor ha descrito y explicado todo el contenido que se supone debe explicar al padre-madre/receptor? ¿el objetivo de la información ha de darse por concluido cuando el mensaje ha sido emitido con independencia de las características de la recepción? ¿el parámetro a utilizar ha de ser escogido precisamente desde la perspectiva de la recepción? ¿puede hablarse de información sin incluir como requisito la correcta recepción de un mensaje transmitido? Son una serie de preguntas que deben ser respondidas. La cuestión que subyace a todas ellas y en función de la cual el contenido de la respuesta será uno u otro es la interpretación del concepto de información y su traducción asistencial. Nuestra posición al respecto es la siguiente: La finalidad de la acción asistencial no es la emisión de información, sino la transmisión de la misma de modo que el objetivo último es que el significado del mensaje sea captado por el receptor. Así, el parámetro o criterio evaluador de la eficacia en el objetivo propuesto ha de tomar en cuenta la medida en que el significado del mensaje es asumido. Si esto no se consigue, el sentido asistencial de la acción técnica queda en entredicho en su propio planteamiento, ya que prescinde de la dimensión proyectiva consustancial a la propia definición de la asistencia. El sentido sería parecido al que se aplica en un programa educativo. No se justifica en sí mismo, sino en la dimensión de cambio que puede producir en el individuo que aprende. De modo que los objetivos de aprendizaje quedan cubiertos cuando el alumno ha efectuado el cambio pretendido. Un programa educativo que se desentendiera de entrada, por definición, de la comprobación del aprendizaje por parte del alumno y que prescindiera de este aspecto en su organización, no tendría razón de ser, sería difícilmente asumible y resistiría muy mal cualquier análisis, bien desde el punto de vista conceptual, bien desde la dimensión aplicada. 5 Es posible que lo que se acaba de expresar parezca innecesario por obvio. Sería bueno que así fuera; que lo expresado resultara banal en la medida en que tal obviedad conceptual se produjera y, en consecuencia, se proyectara al ámbito asistencial en una simple traducción lógica del plano de los conceptos al de los criterios de acción. Ciertamente esto no ocurre, con lo cual es necesario deducir que, o bien la obviedad conceptual no es tanta y que hay posiciones dispares en cuanto a la concepción del significado de la acción de información diagnóstica, o bien que hay acuerdo conceptual pero que se produce un corte en el plano de la asistencia. En todo caso dejamos de lado el análisis de esta última cuestión ya que lo que nos interesa en este momento es, simplemente, dejar explicitado claramente el significado que, desde nuestro punto de vista, ha de arrogarse necesariamente al término información y, consiguientemente, hacer una extensión lógica de tal interpretación al concepto "información diagnóstica". De modo que podemos finalizar esta líneas estableciendo como principio que: la acción asistencial denominada "información diagnóstica" tiene como objetivo la transmisión por parte del técnico de un contenido de información que los padres deben poseer, lo cual excede en su significado la mera acción de emisión de información e implica inevitablemente la verificación de una recepción ajustada del mensaje. Es fundamental para el análisis que se efectúa a continuación, tener en cuenta lo que se acaba de expresar, ya que es la base sobre la que se realiza la interpretación que sostiene la relación entre la situación inadecuada de los padres en el momento de acceder a los centros educativos y la falta de ajuste en la labor diagnóstica. Los fenómenos que han sido descritos como característicos en el núcleo familiar y que dan lugar a dificultades de diverso orden, son resultado de la combinación de factores distintos. Vamos a considerar solamente tres de los que corresponden al ámbito de la organización y de los criterios de asistencia. -La desconexión práctica real existente entre los distintos ámbitos técnicos e institucionales que intervienen en el proceso de asistencia al niño que determina una influencia negativa especialmente importante en los inicios del mismo. -La diversidad de criterios que en la práctica existe sobre los contenidos a desarrollar y la forma de hacerlo en el ejercicio concreto de información a los padres. -La falta de adecuación técnica entre la metodología habitual empleada en el desarrollo de la información diagnóstica y las necesidades y requisitos que ésta plantea. 6 Vamos a desarrollar primordialmente el último punto, ya que, desde nuestro punto de vista y sin disminuir la posible relevancia que puedan tener los otros dos, es la razón fundamental -aunque no única- de los problemas que intentamos analizar. El esquema podría ser el siguiente: 1. En el curso de la información diagnóstica se producen una serie de fenómenos de tipo psicológico, completamente lógicos y previsibles de antemano, que muy frecuentemente dificultan o impiden la correcta comprensión por parte de los padres del contenido que se les está intentando transmitir. 2. Resulta difícil/imposible resolver la situación en el seno de la organización habitual del trabajo ya que ordinariamente ésta respeta de forma curiosamente rígida, a pesar de su inadecuación, el clásico esquema de: entrevista/historia - exploración entrevista/información. 3. Como consecuencia, una vez realizada la entrevista final de exposición de información, la secuencia de trabajo se da por acabada, quedando lógicamente sin cubrir el objetivo esencial en la información diagnóstica cual es el de la transmisión de la información tal y como anteriormente lo hemos concebido. El inicio de la secuencia tiene su raíz en el propio contenido de la información que debe transmitirse. El núcleo de la información está constituido por un hecho esencial: la existencia de un trastorno grave. La significación que ello tiene genera conflicto por sí mismo, con independencia de la influencia de otros factores como pueden ser las características personales del técnico emisor y/o de las personas receptoras, el enfoque o la forma de transmisión. Se han descrito en múltiples ocasiones las reacciones que se producen ante la comunicación de la existencia de un hecho como el que tratamos y por ello no vamos a abundar en absoluto en la descripción de las mismas. Simplemente vamos a aceptar en lo esencial la existencia de la realidad que reflejan las descripciones realizadas, ya que lo que nos interesa en este caso es resaltar una cuestión: La lógica acción de los mecanismos de defensa -en cualquiera de los sentidos que puedan actuar- ante la gravedad de la información, la desorganización resultante de la inevitable reacción emotiva, y cualquiera otra de las características que se quieran aceptar, dificultan de modo sustancial la dinámica de transmisión de información que se está pretendiendo. La posición actitudinal que se deriva de una situación de este tipo no tiene nada de patológico o anómalo. Desde un punto de vista psicológico, los fenómenos reactivos que se desencadenan son lógicos y normales y en este sentido pueden y deben preverse de antemano. De igual manera pueden anticiparse los efectos que suponen en cuanto a la recepción de la información por parte de los padres. Sin embargo, el desfase que habitualmente se produce en cuanto a precisión de conceptos e 7 interpretación de contenidos entre el informador y el receptor se agudiza de una forma importante. De una parte se produce una distorsión en la comprensión de la información, que no resulta entendida ni recibida en su justa dimensión De otra se disminuye la cuantía de la información recibida en tanto en cuanto gran parte del desarrollo de la entrevista de información se centra en el hecho nuclear de la existencia del fenómeno de retraso; aún cuando esto no ocurra atendiendo a la distribución objetiva del tiempo, los demás contenidos no son incorporados adecuadamente ya que quedan en un segundo plano. Se puede decir que, una vez realizada la acción informativa, la diferencia entre la información que "objetivamente" ha sido relatada por el técnico y la que "subjetivamente" ha sido recogida por los padres, es suficientemente notoria como para afirmar la existencia de lagunas de contenido y de interpretación. El control de esta situación en la entrevista de información escapa de las posibilidades del técnico que la dirige en tanto que no está sujeta a una cuestión de organización "objetiva" de los contenidos por su parte, ya que el problema es precisamente relativo a la acción de los procesos "subjetivos" de las personas receptoras de tales contenidos. Por otra parte, el progresivo ajuste que los padres deben de realizar hasta lograr una comprensión correcta de la realidad y un logro adecuado de la información general que deben de poseer, no es posible en el marco de una sesión de entrevista. El proceso de ajuste que ha de realizarse por parte de los padres supone una evolución gradual que requiere la manipulación del factor "tiempo". Este se constituye en requisito imprescindible para permitir la secuencia "recepción de contenidos" -"interpretación subjetiva" - "contrastación de la interpretación realizada" - "acción de modificación sobre la misma", que permitirá disminuir las diferencias de significado entre el mensaje emitido y el mensaje recibido. Los padres, por razones obvias, no pueden efectuar este proceso sin la existencia de un intervalo temporal que les permita elaborar, aún cuando esta elaboración no sea consciente o explícita, los contenidos que les son transmitidos. De modo que, el marco de nuestra organización habitual de trabajo, en el cual la información diagnóstica tiene lugar en una sesión/entrevista, se constituye en determinante negativo que impide la posibilidad de realizar el proceso descrito. Su resolución no es posible en el contexto de una sesión de trabajo, por muy extensa que ésta sea. La conclusión es la ineficacia de la acción asistencial que se pretende en razón de una falta de adecuación de nuestro procedimiento de trabajo a las características de la demanda que la realidad nos plantea. Si el objetivo que se pretende es la transmisión de una información, en los términos 8 de la interpretación realizada anteriormente, esto significa que hay unos contenidos que el técnico posee, con un significado concreto y unas connotaciones determinadas, que deben pasar a conocimiento del receptor. Si este conocimiento no es realizado, hemos efectuado una intervención no ajustada que, al menos, puede calificarse de ineficaz. En último término, si la finalización de una acción asistencial ha de producirse en el momento en que sus objetivos han sido cubiertos, hemos de convenir que este criterio teóricamente asumido parece no aplicarse en la circunstancia que estamos comentando. Las razones por las cuales esto ocurre guardan relación con dos cuestiones relativas a la concepción de los modelos de asistencia que pueden incidir por separado o conjuntamente y que pueden tener más o menos peso específico en unos u otros ámbitos asistenciales, y con otra relacionada simplemente con una mecánica rígida en la asistencia, acentuada por condiciones institucionales. Aún cuando no vamos a detenernos en su desarrollo, probablemente es conveniente al menos citarlas. Las dos primeras pueden definirse como la supervivencia en la asistencia psiquiátrico-psicológica de algunas características del modelo médico clásico y la falta de acomodación de las pautas de acción -ordinarias en el modelo psicológicoa las situaciones que plantean necesidades particularmente específicas. La última puede ser una mera dificultad instrumental. En ocasiones, aún en el supuesto de unos criterios claros en cuanto a las condiciones que ha de cumplir una acción asistencial, resulta muy difícil la modificación de las pautas de funcionamiento de un servicio ya constituido y con un volumen de requerimientos que ordinariamente obligan a un abordamiento acelerado de las demandas existentes. En cualquier caso, admitidas las limitaciones que la práctica asistencial impone, es necesario dejar claro que, desde un punto de vista estrictamente técnico no constituyen en sí mismas una justificación aceptable. En todo caso y para finalizar este apartado, es difícil, desde esta perspectiva, aceptar el argumento anteriormente expuesto de que la insuficiencia y/o deformación en la interpretación que los padres hacen de la situación en el momento de iniciar el proceso educativo del niño retrasado es una cuestión achacable a ellos mismos en cuanto que hacen una modificación subjetiva de la supuesta información objetiva que les ofrecemos en el momento del diagnóstico. Y es difícilmente aceptable no porque no sea cierta la insuficiencia o la deformación, sino porque, resultando la misma de una respuesta lógica de la estructura psicológica del individuo, no ha sido tomada en consideración de forma conveniente en la información diagnóstica. De modo que es necesario convenir que las características de la situación que los padres presentan guarda relación en una parte importante con las características del trabajo previo que con ellos se ha realizado. En cuanto a la inevitabilidad de los fenómenos típicos descritos inicialmente habría que decir otro tanto. Sería absurdo pretender que en ningún caso se van a producir si 9 el trabajo de información diagnóstica se realiza correctamente. Pero indudablemente, en ausencia de unas condiciones adecuadas en el proceso descrito, la probabilidad de su ocurrencia es evidentemente mucho mayor. Los otros dos factores citados como variables relacionadas con las características que presenta el núcleo familiar en el momento de incorporarse a los centros de educación son los que se refieren a posibles divergencias de criterios en cuanto a los contenidos a desarrollar en la información diagnóstica y a la falta de conexión entre los medios que intervienen en la asistencia. El primero de ellos no requiere muchas explicaciones y, además, está directamente ligado al segundo. Simplemente plantear dos cuestiones: El enfoque general de una institución que desempeña la misión de detección y diagnóstico en el caso de los problemas del desarrollo, es ciertamente distinto que el de una institución educativa, y esto se refleja normalmente en los contenidos y criterios que rigen la práctica. Ahora bien, no hay que perder de vista que el contenido fundamental de la asistencia que deben recibir estos niños es esencialmente educativo y, en este sentido la labor diagnóstica que se realice debe de tomar este hecho como referencia para organizar una parte de la acción que le compete. El diagnóstico debe tener una clara proyección hacia el proceso terapéutico, si no quiere correr el riesgo de perder parte de su sentido fundamental y esto es algo que en ocasiones no se refleja en la práctica y que contribuye a la existencia de algunas de las dificultades inicialmente descritas. Por una parte, en muchos casos quedan sin incluir en la información diagnóstica contenidos cuyo tratamiento y forma de abordaje inicial resulta de gran importancia posteriormente. Por otra parte no se contempla suficientemente la necesidad de asumir la responsabilidad de la conexión de los padres con la institución educativa, como parte de los roles a desempeñar por el medio que realiza la detección y la definición diagnóstica. Este hecho de falta de relación institucional que se traduce de muy diversas maneras a lo largo del proceso de educación de estos niños, tiene en los primeros momentos una relevancia especial. La posición de desconcierto y desconocimiento inicial de los padres que se encuentran con un niño retrasado no ayuda a evitar la pérdida de tiempo que se produce hasta que el niño se integra en un centro de educación, por no mencionar el aumento de las probabilidades del conocido peregrinaje que los padres realizan en ocasiones, en sucesivos intentos de encontrar un resquicio posibilista en el diagnóstico ya realizado. Toda la exposición hecha hasta aquí y que intenta reflejar la implicación que tiene el trabajo realizado en el momento de la detección en la existencia de las características, negativas a nuestro entender, que se aprecian posteriormente en el medio familiar, no 10 tiene una finalidad de crítica peyorativa. Se trata, por el contrario, de plantear unos puntos de vista -fruto de la reflexión más o menos acertada- sobre una problemática real, con objeto de aportar posibles criterios de actuación. Lógicamente son criterios acordes con las ideas que hemos desarrollado en líneas precedentes. Desde un punto de vista conceptual, sería necesario plantearse que es precisa una reconsideración en los casos que tratamos del objetivo que debe cubrir lo que entendemos por información diagnóstica. Hemos de aclarar y convenir cuál es el significado que hay que otorgar al mismo y cuál es su extensión y cuál el criterio que determina la finalización de la acción asistencial. En nuestra opinión y tal como concebimos el tema, el rol a desempeñar por parte del técnico en el desarrollo de este objetivo es el de un apoyo al proceso de elaboración de la información que debe ser realizado necesariamente por parte de los padres para llegar a conseguir una adecuada información y una interpretación más ajustada de la realidad que tienen que afrontar. La labor a realizar, por tanto, no se reduce a una mera proposición de los contenidos que se considera que los padres han de conocer, sino que ha de incluir el ejercicio de los mecanismos adecuados para que la información sea finalmente incorporada de forma conveniente. Partiendo de los procesos psicológicos necesarios, para que ello se produzca, es imprescindible introducir modificaciones de método en el sistema de información. Por una parte en cuanto a la estructura interna de la entrevista, ya que lógicamente deja de ser una sesión puramente prescriptiva para asumir un sentido analítico en la significación común del término. Por otra parte en cuanto a la sustitución del modelo "sesión puntual de información" por el modelo "proceso de información". Este aspecto es importante por dos motivos: en primer lugar porque plantea la apertura de un proceso cuya finalización no está predeterminada rígidamente de antemano ya que dependerá de las características de su propio desarrollo; en segundo lugar porque puede suponer problemas de interpretación y de orden práctico que es necesario aclarar. No se está proponiendo la realización de un proceso indefinido, sino simplemente la apertura del mismo con una finalidad limitada y un criterio de finalización preestablecido de acuerdo a un mínimo y a un máximo. La finalidad del proceso no es más extensa que el logro de una comprensión adecuada de los contenidos de información. En este sentido la acción de asistencia 11 finaliza cuando este objetivo se considera alcanzado. Existe sin embargo la posibilidad de que se produzcan dificultades especiales que comportarían un proceso excesivamente largo y no asumible por la institución. En este caso la finalización se produce en el momento en que se cumple una condición todavía no expuesta: el establecimiento de la conexión con el centro que haya de continuar la asistencia. En el orden práctico esta propuesta puede suponer dificultades en el sentido de un aumento en el tiempo dedicado a cada caso en función del número de sesiones de trabajo. Es un aspecto en cuya valoración no entramos. Desde el punto de vista técnico no es valorable si responde a una adecuación necesaria entre la demanda y la respuesta asistencial. El punto de vista organizativo y de condiciones institucionales queda fuera del alcance de estos comentarios. Una última sugerencia referida a la cuestión de la conexión institucional que se acaba de citar. La inclusión de este aspecto como criterio en la organización del trabajo debería considerarse seriamente. No parece necesario extenderse en la enumeración de las aportaciones positivas que esto supone. Desde el soporte a la propia situación de los padres hasta un apoyo fundamental en la evitación de la problemática que hemos analizado. 12