[PDF]Aspectos legales y éticos en Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia

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Aspectos legales y éticos en Psiquiatría de la Infancia y la Adolescencia
M. A. García Llorente, P. Rodríguez Ramos
La condición legal de menor, el ejercicio de la psiquiatría y el hecho de la relación
médico-paciente, dan lugar y están sujetos a normas éticas y legales que delimitan el
marco dentro del que han de desarrollarse las actuaciones de la psiquiatría para la
infancia y la adolescencia.
La práctica clínica constituye la actuación habitual; pero ésta queda incluida
muchas veces en actuaciones conjuntadas con servicios sociales, escolares y judiciales.
Esto implica que durante el desarrollo de las actuaciones médicas y de las de
coordinación con otros servicios relacionados, se mantenga el obligado respeto a la
intimidad y a otros derechos del menor y de su familia; y que se trabaje en la detección y
la notificación de situaciones de desprotección infantil.
El ejercicio de la actividad psiquiátrica responsable implica, entre otras, dos
exigencias relacionadas; una la ética de proporcionar al paciente un tratamiento acorde
con los conocimientos actualizados sobre el trastorno, y otra legal de estar cumpliendo
con las leyes que regulan esta actividad. De ellas emanan diversas obligaciones que,
referidas a la práctica clínica, son: 1)Atender los problemas para los que se está
capacitado, y derivar aquellos en que no se es competente; 2) documentar con
regularidad y transparencia la historia clínica, el proceso diagnóstico-terapéutico, la
información a los interesados, toma de decisiones, evolución, consideraciones sobre la
competencia del paciente y su familia, así como las solicitudes de consentimientos y sus
resultados; 3) consultar con otros psiquiatras cuando existan dudas significativas sobre
partes del proceso asistencial (normas, prácticas terapéuticas, etc.), documentando
también esas consultas; y 4) mantener la confidencialidad de todo lo anterior que pueda
afectar a la intimidad del menor y de su familia.
Difícil tarea es la de conocer todas las normas éticas acordadas por colegios
profesionales y asociaciones científicas, lo mismo que las normas legales vigentes,
regionales, nacionales y comunitarias. Además son múltiples las situaciones de duda y
frecuentes las contradicciones en la interpretación.
Definiciones clave.
Conflicto social: Cuando un menor comete algún hecho tipificado en las leyes penales
como infracción penal (art.____ Ley Orgánica 51/00 sobre la Responsabilidad Penal de
los Menores
Desamparo: Situación que se produce de hecho a causa del incumplimiento, o del
imposible o inadecuado ejercicio de los deberes de protección establecidos por las leyes
para la guarda de los menores, cuando éstos queden privados de la necesaria asistencia
moral o material.
Infancia (legal): Etapa de la vida desde el nacimiento hasta los 18 años (Art.1
Convención de derechos del niño; art. 315 Código Civil; art. 19 Código Penal).
Menor: Sujeto de derechos que deben ser reconocidos, practicados y defendidos por
los organismos responsables de su materialización además de por los padres.
Maltrato: Circunstancia que pueda perturbar o comprometer física o psíquicamente el
proceso evolutivo del menor.
1
Negligencia:
Tratamiento negligente:
Situación de riesgo: Aquella que, derivando de cualquier índole, perjudique el
desarrollo personal y social del menor (Art.17 Ley Orgánica 1/96 de Protección Jurídica
del Menor).
Leyes concernientes a la actividad clínica y de investigación (ética y normativa legal).
Internamiento de los menores por causas psiquiátricas.
Todos aquellos menores que reciben tratamiento psiquiátrico internados por ese
motivo en hospitales o centros especiales por indicación psiquiátrica, requieren el permiso
judicial y están sujetos al control del juez de menores.
Los internados por otras causas y que son objeto de interconsulta a psiquiatría no
precisan el informe judicial previo, excepto cuando la continuidad de su ingreso pase a
depender del criterio psiquiátrico y lo vaya ser por tal causa.
A) Internamiento no voluntario: “El internamiento de menores se realizará en todo caso
en un establecimiento de salud mental adecuado a su edad, previo informe de los
servicios de asistencia al menor”. “El internamiento por razón de trastorno psíquico de
una persona que esté sometida a la patria potestad, requerirá autorización judicial”. En
la misma resolución que acuerde el internamiento se expresará la obligación de los
facultativos que atiendan a la persona internada de informar periódicamente al tribunal
sobre la necesidad de mantener la medida”. “....el Juez, de oficio, recabará información
sobre la necesidad de proseguir el internamiento cuando lo crea pertinente... y
acordará lo procedente...”. “Los informes periódicas serán emitidos cada seis meses a
no ser que el tribunal... señale un plazo inferior”. “....cuando los facultativos que
atiendan a la persona internada consideren que no es necesario mantener el
internamiento, darán de alta al enfermo y lo comunicarán inmediatamente al tribunal
competente”.
B) Internamiento voluntario: La legislación española no contempla el internamiento
psiquiátrico de un menor por decisión de sus padres o tutores ni por su propia
voluntad, salvo en aquellos que están emancipados; sin que por el momento se haya
establecido una normativa o exista jurisprudencia sobre posibles ingresos voluntarios
de adolescentes que los psiquiatras consideran capaces de comprender los motivos
clínicos de su internamiento y por lo tanto maduros o competentes para que su
consentimiento haga innecesaria la participación de sus padres o tutores, y
fundamentalmente el conocimiento y la autorización judicial.
Por lo tanto los internamientos de niños y adolescentes, capaces o no de
comprender la necesidad de su ingreso, deben acomodarse a las normas de un
internamiento involuntario.
Sólo los menores emancipados pueden ser internados de forma voluntaria, como
en los casos de mayoría de edad.
Estudios realizados con adolescentes internados (entre 12 y 18 años con edad
media de 14) ponen de manifiesto que tenían insuficiente comprensión de las causas
clínicas que motivaron su ingreso; pero su capacidad de comprender los aspectos
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prácticos y legales relacionados con el mismo, resultaban mayores que las de adultos
en internamiento involuntario. Siendo importante la capacidad cognitiva y mostrándose
suficiente, parecen requerirse otros aspectos de juicio y autocrítica no presentes en
muchos casos (Casimir y Billick 1994). Sólo el 22% de los 30 pacientes estudiados por
estos autores alcanzaban el nivel suficiente de competencia para considerar su
decisión.
J.Sánchez Caro (1998) ha elaborado la versión española del cuestionario utilizado
por loa autores anteriormente citados para evaluar la capacidad de un adolescente.
Por su interés y utilidad práctica se reproduce en el anexo: Cuestionario de Capacidad
para Adolescentes Internados.
Un procedimiento recomendable para el internamiento urgente de un menor
debería incluir los siguientes elementos:
1.- Información al menor según su grado de discernimiento, y siempre que sea posible
a los padres o tutores, de: a) motivos y objetivos clínicos, b) beneficios esperados, c)
riesgos personales y clínicos derivados del no internamiento, d) riesgos inherentes al
propio internamiento, e) previsiones de duración del internamiento.
2. Informe al Juzgado de Menores dando cuenta del ingreso por razón de urgencia o
recomendando dicho ingreso; pudiendo incluirse en este informe la misma información
ya transmitida al menor y/o a sus tutores.
3. En caso de requerirse una ambulancia psiquiátrica para el traslado se deberá
proporcionar por escrito, a los sanitarios que se vayan a hacer cargo del menor, la
solicitud de traslado al centro sanitario correspondiente, adjuntando copia del escrito
remitido al juzgado.
Los internamientos programados, de acuerdo con los psiquiatras que van a
hacerse cargo de su tratamiento ingresado, no requieren el informe al juzgado; pues la
decisión clínica definitiva corresponde a los psiquiatras del centro de internamiento.
Capacidad de una persona menor de edad para decidir. Respeto a su intimidad.
Repercusiones en la práctica clínica.
La capacidad del ser humano para a) comprender y analizar la información y b)
tomar decisiones razonables al respecto, va creciendo con el desarrollo. El criterio
profesional respecto a las decisiones para aceptar o no un tratamiento por parte de un
adolescente depende de las características de cada menor, mientras que la normativa
legar remite siempre a la mayoría de edad.
No obstante, y atendiendo a la evidencia de la evolución personal (dimensional y
no categórica), la interpretación de la ley tiene que responder con flexibilidad al hecho
de que los menores de más allá de 12 años van teniendo una capacidad creciente de
decisión razonada sobre sí mismos, hasta alcanzar una capacidad similar a la del
adulto en edades que, naturalmente, no se corresponden casi nunca con el día de su
mayoría de edad.
Tal capacidad también varÍa según circunstancias a) de la persona, b) de su
estado en ese momento y c) de la diversa complejidad y la variada eficacia terapéutica
de las propuestas sujeto de decisión...
Una de las definiciones clínicas de capacidad más extendida es la de Lynn (1983):
“La habilidad mental del paciente para decidir de acuerdo con sus objetivos, intereses
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y valores” (versión en español de J.Sánchez Caro). Su aplicación en la adolescencia
resulta compleja debido al variado grado de estabilidad en cuanto a objetivos,
intereses y valores que suele mostrarse en esta etapa del desarrollo, así como a su
variado grado de influibilidad.
La independencia de juicio y criterio, la capacidad de comprender las propuestas
terapéuticas y de razonar sobre ellas, y el grado de autonomía o susceptibilidad
respecto a sus familiares y amistades son los elementos más importantes sobre los
que se podría establecer un criterio sobre el grado de capacidad, competencia o
madurez.
Por el momento se carece de un protocolo/cuestionario maestro, o de directrices
consensuadas para establecer la capacidad en los adultos; por ello no parece tan
decepcionante que resulte algo más difícil disponer de elementos de juicio similares
para establecer criterios mínimamente compartidos que permitan valorar el grado en
que un adolescente tiene capacidad, competencia o madurez para decidir sobre sus
opciones terapéuticas con independencia de sus padres o tutores.
El cuestionario de Appelbaum y Grisso (1988) tiene la cualidad de explorar cuatro
criterios fundamentales para la valoración clínica: 1) comprensión de la información
recibida, 2) apreciación de la situación y de sus consecuencias, 3) Razonamiento
sobre riesgos y beneficios de las opciones propuestas, y 4) Comunicación de una
decisión al respecto. (Ver anexo Cuestionario para Evaluar los Criterios de Decisión).
Otro sistema de evaluación de la capacidad o competencia es el gradual de Drane
(1985). Este sistema distingue tres niveles o categorías, especificando en cada nivel
tres aspectos:
a) el tipo de decisiones terapéuticas que alcanza a discernir, b) los estados mentales
característicos del nivel, y c) unos criterios de capacidad. (Ver anexo)
El énfasis en los derechos del menor, que no habrían de estar siempre
administrados por sus padres o tutores, se corresponde con la evidencia de que el
desarrollo personal va permitiendo tomas de decisiones responsables antes de la
mayoría de edad; tal como enfatizan diversos autores y comienzan a reconocer
algunos estados de Norteamérica y la legislación británica (Grisso y Vierling 1978,
Plotkin 1981, Schering y Reppucci 1988, Shields y Johnson 1992, Little 2002).
Además, ya no se mantiene el prejuicio ancestral de que los padres siempre actúan a
favor del interés de los hijos.
Evaluar la capacidad de decisión de un menor es un requisito indispensable
durante la adolescencia, y de esa evaluación van a derivarse consecuencias clínicas,
éticas y legales. El mayor bien del menor y la ponderación de beneficios y perjuicios
para su mejoría o recuperación, serán las directrices que orienten la actuación del
psiquiatra ante dificultades en la relación tanto con adolescentes con buen grado de
capacidad de decisión como con sus padres o tutores... En este sentido, la legislación
británica ha reconocido en 1986 que un menor de cualquier edad con suficientes
capacidad de comprensión e inteligencia sí puede otorgar consentimiento para
tratamiento médico (Little 2002).
Con independencia de criterios clínicos o éticos, y en ocasiones en contradicción
con ellos, la precaución frente a conflictos legales recomienda que siempre sea
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requerido el consentimiento de los padres o tutores; con algunas excepciones como
cuando el trastorno del menor suponga un riesgo para él mismo o para otros, en casos
de abuso del menor, en orientaciones sobre drogas o alcohol, y cuando los tribunales
ordenan el tratamiento. Así Sánchez Caro y Sánchez Caro, basados en el
funcionamiento legal americano dada la escasez de criterios en nuestro medio,
distinguen las siguientes excepciones al consentimiento de los padres y/o de los
menores:
a) El menor maduro, o competente, o capaz:
b) El menor emancipado:
c) El tratamiento de urgencia:
d) Tratamiento ordenado por un tribunal sin consentimiento de los padres:
La necesaria confidencialidad deriva de la obligación ética y legal de respetar la
intimidad en el ejercicio de la medicina, al existir una situación especial de confianza
médico-paciente que, en el caso de la psiquiatría suele implicar el necesario
conocimiento de secretos muy íntimos del paciente; conocimiento imprescindible para
el buen desarrollo de su atención clínica. Además en psiquiatría infantil y juvenil la
obligada confidencialidad requiere guardarse ante diversas relaciones: entre los
propios padres, padres-hijo, hijo padres, y entre hermanos. En las actuaciones con
servicios educativos, sociales e incluso judiciales, también es de obligado
cumplimiento el respeto a la intimidad, conjugado con el mayor bien del paciente.
Normas generales como el Código Deontológico y diversas leyes como la General
de Sanidad o el Código Penal son la referencia ético-legal obligada a este respecto,
mientras que la práctica clínica cotidiana puede plantearnos situaciones particulares
en las que resulte muy complicado el ajuste de las facetas clínicas, éticas y legales.
En la práctica clínica no es raro que tengan lugar situaciones de conflicto para las
actividades de diagnóstico, información y tratamiento, y para la adecuación ética y
legal del psiquiatra. Algunas de estas situaciones serían:
a) Los adolescentes considerados con capacidad suficiente respecto al un problema
concreto de índole psiquiátrica que suponga un riesgo para ellos, podrían ser
1)atendidos en consulta por ese problema y 2)recibir el tratamiento correspondiente
con su consentimiento; sin informar a sus padres ni solicitar el consentimiento de
éstos cuando el menor se opone a ello. No obstante parece razonable y precavido
que los padres o tutores pudieran tener una información suficiente, intentando
siempre el acuerdo con el menor.
b) La información sobre tratamientos, farmacológicos y psicoterapéuticos, deberá
proporcionarse a los menores de forma completa pero adecuada a su grado de
comprensión, y a los padres o tutores de forma pormenorizada. Pero a medida que
tal capacidad es más evidente será menos predominante la decisión de aceptar o
rechazar dicho tratamiento por parte de los padres; acaso de forma más evidente
en aspectos relacionados con los tratamientos de psicoterapia.
c) A lo largo del proceso de tratamiento se producen diversas situaciones de
comunicación con los padres en las que deben tenerse en cuenta tanto la
salvaguarda de la alianza terapéutica como el respeto a la intimidad del menor, y
cuya resolución va a depender de la madurez apreciada en el adolescente. La
información a los padres ha de guardar un difícil equilibrio entre criterios técnicos,
éticos y legales que van a depender de varios condicionantes, siendo los que aquí
conciernen: 1) el grado de capacidad apreciado en el menor, 2) el deducido de su
estado clínico y 3) las cuestiones sujeto de intimidad y 4) los riesgos objetivos para
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su tratamiento y evolución. Estas últimas han de ser comentadas previamente con
el menor, o informar a éste de que su intimidad sólo será violada en interés de su
beneficio, tras comunicárselo a él y/o por motivos de imperativo ético-legal
relacionados con la protección de su persona o de la integridad física de otras
personas (ver apartado de Confidencialidad e Intimidad).
d) En los casos de reconocida capacidad, la historia clínica, o datos particulares de
ella, así como los informes pertinentes, no siempre serán accesibles a los padres o
tutores. Esto sería consecuente con los principios éticos de no maleficencia y de
respeto a la autonomía. Sólo la consecución de un bien superior, como el beneficio
de la sociedad, y respondiendo a decisiones judiciales, justificaría que sean
revelada información íntima; que no tiene porqué incluir la historia clínica completa,
sino que debería restringirse a los aspectos directamente relacionados con el bien
superior.
Los “conflictos de competencias” emanados de estas situaciones podrían
derivar en disputas administrativas o legales. Por ello será siempre aconsejable,
sobre todo en los casos más complejos y/o disputados, poner en conocimiento de
la Fiscalía de Menores tales situaciones de conflicto.
Por múltiples razones, resulta conveniente que la valoración fundamentada del
grado de capacidad de un menor quede registrado en su historia clínica;
convirtiéndose en un dato más entre las impresiones clínicas que habitualmente se
reflejan.
e) Los pacientes capaces, y los padres o tutores tienen derecho a recibir sus
informes clínicos. (MARIANGELES abordar las cuestiones de relación con
servicios sociales y escolares y la dosificación de la información en estas
situaciones. Las solicitudes de permiso para hacerlo, y la información de las
medidas acordadas).
f) La información a los centros escolares, y la comunicación con los profesores,
deben realizarse a través de los padres o del menor capacitado y/o con permiso
expreso de éstos.
Consentimiento Informado.
Respuesta por un paciente, capaz y atento, de aceptación de las actuaciones
terapéuticas propuestas tras la explicación comprensible de la naturaleza de su
enfermedad, y del balance entre los efectos de ésta y los riesgos/beneficios
derivados del tratamiento, así como de otras alternativas terapéuticas y de la
evolución más probable en caso de no ser tratado.
El contenido de la información, según Sainz y Quintana (1994), comprende:
1. Amplitud suficiente para asegurarse de se ha comprendido la naturaleza, las
consecuencias y los riesgos substanciales de la intervención.
2. Habilidad y juicio profesional para comprender qué riesgos deben ser advertidos
y cómo, según las peculiaridades del paciente.
3. Respeto a las decisiones, tácitas o explícitas, de no ser informados. En estos
casos debe informarse a la familia sin menoscabo de la relación médicopaciente.
En los casos de menores la Ley General de Sanidad establece que el
consentimiento informado deberán otorgarlo los padres o tutores. Pero el Código
Civil (arts. 154.3 y 162.1) exceptúa a los padres o tutores de la representación legal
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de los hijos para aquellos actos relativos a los derechos de la persona y otros que
el hijo, de acuerdo con las leyes y con sus condiciones de madurez, pueda realizar
por sí mismo. A este respecto, Sánchez Caro y Sánchez Caro (1998, pg. 352)
destacan que la determinación de las condiciones de madurez bastantes o del
suficiente juicio del menor no pueden ponderarse más que en relación con las
circunstancias concretas y con la importancia de la decisión que se exige.
En algunos países de la Unión Europea se reconoce una edad, entre 15 y 16
años, para aceptar el consentimiento informado del menor sin necesidad del de los
padres; aunque con limitaciones según las intervenciones médicas a realizar. La
Ley del Menor (1996) no establece una edad en que se reconozca este derecho
antes de los 18 años, haciendo referencias generales a la Constitución y a los
derechos fundamentales de la persona.
El Convenio de Oviedo (1997) aborda la cuestión en el art. 6 distinguiendo:
1.
Como regla general, sólo podrá efectuarse una intervención a una
persona que no tenga capacidad para expresar su consentimiento,
cuando redunde en su beneficio directo.
2.
Cuando, según la ley, un menor no tenga capacidad para expresar su
consentimiento para una intervención, ésta sólo podrá efectuarse con
autorización de su representante, de una autoridad o de una persona o
institución designada por la Ley. La opinión del menor será tomada en
consideración como un factor que será tanto más determinante en
función de su edad y de su grado de madurez.
El reconocimiento de los derechos del menor (privacidad, confidencialidad,
solicitar asesoramiento y consentir tratamiento) ha de equilibrase con su condición
legal que exige permiso de los padres o tutores, y en muchas ocasiones la
colaboración de éstos en el tratamiento. Tal equilibrio resulta especialmente
complejo cuando se analiza caso por caso; y sobre todo en los adolescentes a
medida van adquiriendo mayor grado de capacidad. Frente a la exigencia legal de
informar a sus mayores y que éstos consientan o no, puede presentarse el
imperativo ético de tratar a un adolescente que el clínico considera capaz y no
quiere que sus padres sean informados, o de respetar su derecho a no recibir
tratamiento aunque los padres lo consientan.
Las consideraciones sobre la necesidad de apoyar los derechos del menor
quedan bien resumidas por Croxton et al (1988):
1. En la sociedad actual la función protectora de la familia está fallando para
muchos adolescentes.
2. Algunos padres no quieren reconocer que los problemas psíquicos de sus
hijos son importantes, y que tienen consecuencias relevantes.
3. Algunos padres tienen conflictos tan severos entre ellos y con sus hijos,
que el conocimiento de la relación terapéutica solo serviría para exacerbar las
diferencias y para comprometer física o psicológicamente al hijo.
4. Los padres pueden rechazar el consentimiento para tratar a sus hijos
debido a sus propios temores o prejuicios.
Una cuestión discutida, y especialmente relevante para la psiquiatría de la
infancia y la adolescencia, es si las psicoterapias requieren el consentimiento
informado. Dado que se trata de una elección terapéutica entre otras alternativas,
incluso entre diversas psicoterapias, y que puede decidirse si se asocia o no a
otras intervenciones, parece evidente el deber de ser informar y solicitar
consentimiento. Además, existen riesgos durante su aplicación, y las
consecuencias de la psicoterapia repercuten sobre la estabilidad de la persona y la
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de la familia. El Convenio de Oviedo (1997) en su art. 5 requiere el consentimiento
informado para todos los actos médicos, “especialmente las intervenciones
practicadas con fines preventivos, diagnósticos, terapéuticos, rehabilitadores o de
investigación”; por lo tanto las incluye implícitamente.
Una propuesta de modelo para el consentimiento informado en psicoterapias
de larga duración (Wenning 1993) parece también aplicable a formas menos
prolongadas. La información recomendada abarca:
1. Diagnóstico utilizado y recomendación para el tratamiento. 2. Riesgos y
beneficios potenciales del mismo. 3. Alternativas terapéuticas. 4. Necesidad de la
psicoterapia. 5. Disponibilidad económica. 6. Métodos y plazos de evaluación de la
respuesta al tratamiento.
El consentimiento recogido en la historia clínica puede ser verbal o,
preferentemente, escrito. El formulario de consentimiento para tratamientos
farmacológicos de Sánchez Caro (1998) se reproduce en el anexo.
No parece existir un formulario para el consentimiento escrito de los
tratamientos psicoterapéuticos; incluso se discute si es necesario pedirlo dado que
no se trata de una actuación sobre el cuerpo del paciente
Testimonio como psiquiatra en condición de testigo.
Testimonio como psiquiatra en condición de perito. El Informe Pericial.
Informe Pericial Psiquiátrico: Dictamen, punto de vista o juicio aportado, por una
persona experta desde la perspectiva psiquiátrica, sobre unos hechos en los que no
está previamente implicada y que forman parte de un proceso judicial, a fin de
proporcionar al tribunal mayor grado de comprensión y mejor capacidad de valoración
sobre tales hechos.
El contenido ha de ser descriptivo de la cuestión solicitada, comprensivo sobre su
explicación desde la ciencia psiquiátrica, valorativo de lo descrito y deducido, para que
basado en criterios científicos aporte unas conclusiones psiquiátricas respecto a los
hechos y las consecuencias de tal cuestión; todo ello expresado mediante un lenguaje
preciso y que sea comprensible por un tribunal lego en psiquiatría.
Una estructura habitual de los informes periciales psiquiátricos en la infancia y la
adolescencia podría ser la siguiente:
1. Introducción: Solicitantes y motivo del informe. Cuestiones a responder con el
estudio.
2. Características del estudio y Fuentes de Información.
3. Antecedentes Personales.
4. Antecedentes familiares.
5. Entrevista y Evaluación del estado mental.
6. Exploraciones complementarias: Descripción e interpretación de resultados.
7. Entrevistas con los padres y/o tutores.
8. Diagnóstico.
9. Conclusiones.
10. Recomendaciones para el mayor bien del menor.
8
En el estudio se irán señalando las circunstancias que han contribuido a la
aparición y el desarrollo del proceso psicopatológico que pudiera existir, o que
suponen un riesgo para el desarrollo del menor; así como las consecuencias
apreciadas en éste.
En el ámbito familiar es necesario conocer la organización personal, biográfica y
actual, de los padres y otros miembros significativos del grupo nuclear.
Los informes periciales respecto a menores afectados por las confrontaciones entre
los padres separados que disputan su custodia, han de ajustarse básicamente a los
criterios clínicos y éticos que responden al mayor bien del menor; porque su objetivo
es proporcionar la información y las conclusiones expertas que faciliten a los
intérpretes de las leyes unos cauces de actuación orientados al beneficio del menor,
sin partidismo en la confrontación parental. En este sentido, existen unos criterios que
contribuyen a organizar la exploración y la elaboración del informe; éstos son:
- El estado mental de los padres, sus antecedentes y su organización laboral y
residencial.
- Sus relaciones afectivas y emocionales; con los hijos y en otros ámbitos.
- El grado de capacidad y dedicación apreciado en los padres para el proceso de
crianza y cuidado de los hijos.
- Los estilos de autoridad de cada padre y su mayor o menor adecuación a las
características de los hijos.
- Las preferencias de los hijos respecto a las posibilidades de convivencia con cada
padre; teniendo en cuenta las edades y el grado de madurez y grado de
sugestibilidad de cada menor.
La exploración y los informes periciales de menores que pueden haber sido
víctimas de maltrato y/o abuso sexual son muy complejos. Las entrevistas con los
niños y con los padres requieren conocimientos, experiencias y habilidades que
minimicen los efectos de la tendencia a depositar en el explorador los sentimientos de
hostilidad, y las actitudes negativistas producto de encontrarse cuestionados y en
riesgos de separación familiar o juicio.
Con el menor es necesario adaptarse a su nivel de desarrollo (biológico y mental);
así como a la actitud temerosa, ambivalente, y por tanto precavida, reticente o
abiertamente hostil, que suele adoptar debido a las experiencias previas sufridas y a
las consecuencias “catastróficas” que intuye (influencias y amenazas de la familia
extensa, rechazo, repercusiones sobre la familia nuclear, desconfianza del adulto). La
actitud de cada menor ante uno u otro sexo puede indicar la conveniencia de elegir
entrevistadores masculinos o femeninos. Diversos autores ofrecen directrices para la
exploración de estos casos (Besharov 1994, ver anexo).
En el informe, además de las consideraciones generales antes señaladas es
conveniente que puedan ofrecerse otras conclusiones sobre el grado de fiabilidad de
la información, basados en el análisis de los relatos y en las apreciaciones de
características personales como memoria, capacidad de separar fantasía y realidad,
sugestibilidad. En este sentido, de Paul y Arruabarrena (2002) sintetizan sus criterios y
los de otros expertos para establecer el grado de veracidad y credibilidad de lo
declarado por un menor.
Aspectos legales de la Investigación en Psiquiatría Infantil y Juvenil.
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