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III Reunión Internacional
sobre la Sierva de Dios Luisa Piccarreta
Corato (Bari, Italia), 28 de Octubre de 2005
3ª CONFERENCIA
8
La espiritualidad de la Divina Voluntad
N
o son pocos los místicos conocidos por una particular “doctrina” que caracteriza su vida espiritual. Por ejemplo, de Santa Teresa de Lisieux es el camino de la pequeñez en el abandono
confiado en Dios; de Santa Faustina Kowalska es “la Divina Misericordia”; de Santa Margarita o de Sor Josefa Menéndez es la devoción al Sagrado Corazón de Jesús; della Sierva de Dios
Concepción Cabrera es “la Encarnación Mística”; de la Madre Eugenia Ravasio es la revelación del
Padre Celestial… etc. Los místicos (¡a menudo mujeres!) han ofrecido a la Iglesia sus propios tesoros
de vida espiritual como fruto de “revelaciones” o experiencias místicas che han vivido, examinadas y
confirmadas por la Iglesia.
¿Cuál es, en pocas palabras, la doctrina espiritual que caracteriza a Luisa Piccarreta? Es “el
vivir en la Divina Voluntad”. Es la Voluntad misma de Dios, dada por El como don supremo y
recibida por su criatura, el hombre, como su heredad y su propia vida.
1 – Su “espiritualidad” se encuentra en sus escritos. Luisa ha escrito mucho, no obstante haber asistido
de niña tan sólo a la primera o segunda clase de escuela primaria y teniendo, por lo tanto, una cultura
humana súmamente pobre. No es, por consiguiente, fácil literatura mística, como la de quien desea dar
a conocer sus propias pretendidas visiones o revelaciones sobrenaturales; se trata por el contrario de
un doloroso testimonio, de una vida crucificada por amor, durante muchos años de cama, que Luisa
transcurrió en la oración y en el silencio, oculta a todos y en la obediencia. Y sólo la obediencia
consiguió que escribiera, con inmensa violencia que ella tuvo que hacerse. Escribió sólo para
obedecer a sus Confesores, encargados de ella por los Arzobispos, y por lo tanto, por obediencia a la
Iglesia; una obediencia que a Luisa le costó un verdadero martirio continuo. Lo que ha escrito no es
fruto de la cultura o del arte de una escritora, del deseo de dar a conocer sus propias visiones o
revelaciones, no procede de un misticismo falso y peligroso, sino de la “Señora Obediencia”, come
ella la llama. Solamente después de muchos años se rindió a la idea de que sus escritos fueran
publicados por los Sacerdotes encargados.
No se trata en absoluto de “mensajes” de tipo carismático, como tantos (auténticos o presuntos)
que circulan hoy día, porque eso era simplemente inexistente en la mente de Luisa. Ni tan sólo la
narración de su vida y de sus pensamientos, porque ella nunca hubiera hablado de sí misma. Luisa ha
vivido una intensísima vida interior, de la cual ha escrito, como han escrito tantos otros autores
antiguos y recientes en la Iglesia, de quienes se conocen sus experiencias íntimas espirituales,
habiendo dejado un testimono de su propia vida como una doctrina ascético-mística.
A Luisa sólo en parte podemos considerarla así, porque sus escritos no sólo describen un
itinerario de vida espirituale, sino que son la promulgación del eterno Proyecto o Decreto de Dios,
que anuncia el cumplimiento de su Reino: el Reino de la Divina Voluntad.
Esto es evidente en los tres “LLAMAMIENTOS” (“Appelli”) escritos por Luisa, que son como la
síntesis de todo su mensaje: el “Llamamiento” escrito por Luisa como Prefacio a sus Volúmenes,
cuando supo que iban a ser publicados, el “Llamamiento del Rey Divino”, que promulga el Reino de
su Voluntad, y el “Llamamiento materno de la Reina del Cielo”, en su libro “La Virgen María en el
Reino de la Divina Voluntad”.
Lo que Luisa ha vivido es su espiritualidad, lo que ha escrito es su doctrina. En el caso de ella no
es posible separar una cosa de otra. Pero además, ni una ni otra son cosas suyas, sino de Jesús, y
sólo después las ha hecho suyas. Luisa ha escrito sólo lo que ha vivido. Su vida interior es
exactamente la Vida de la Divina Voluntad. Detenernos en considerar cada una de las múltiples
virtudes que en ella resplandecen, sería perder de vista que son como las hojas o las flores del árbol
que es la Divina Voluntad, cuyo fruto es el Reino.
2 – ¿Cuál es la esencia de su mensaje? ¿Luisa da algún anuncio en particular? Lo dice el Señor:
“Gracia más grande no podría conceder en estos tiempos tan tormentosos y de carrera desenfrenada
hacia el mal, que hacer saber que quiero conceder el gran Don del Reino del Fiat Supremo”.
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Se trata del cumplimiento de ese Reino que invocamos en el Padrenuestro: que su Voluntad se ha
de cumplir en la tierra de un modo nuevo, de la misma forma como se cumple en el Cielo, donde la
Divina Voluntad es Vida, es la fuente y el mar infinito de todos los bienes y felicidad, la Vida de Dios
y de sus hijos, la posesión de su Herencia. Se trata de un modo nuevo de vivir la relación filial con
Dios, una nueva espiritualidad o santidad: la santidad del vivir en Su Querer. Por tanto, el punto de
partida del gran Mensaje Ntro. Señor lo expresa diciendo: “Vengo a quedarme con vosotros para
hacer vida juntos y vivir con una sola Voluntad, con un solo Amor”.
Así pues, ¿cuál es precisamente la novedad en lo que escribe? ¿Hasta dónde llega lo que otros
escritores espirituales han dicho sobre la Divina Voluntad y dónde empieza el don nuevo de Luisa?
Responde el Señor: “Hija mía, no se quiere entender: vivir en mi Voluntad es reinar, hacer mi
Voluntad es estar a mis órdenes. Lo primero es poseer, lo segundo es recibir mis órdenes y
cumplirlas. Vivir en mi Querer es considerar mi Voluntad como cosa propia, es disponer de Ella.
Hacer mi Voluntad es considerarla como Voluntad de Dios, no como algo propio, ni poder disponer
de Ella como se desea. Vivir en mi Voluntad es vivir con una sola Voluntad, que es precisamente la
de Dios... Vivir en mi Voluntad es vivir como hijo; hacer mi Voluntad es vivir como siervo. En el
primer caso, lo que es del Padre es del hijo... Y luego, ésto es un don que quiero dar en estos tiempos
tan tristes, que no sólo hagan mi Voluntad, sino que la posean. ¿Acaso no soy Yo dueño de dar lo
que quiero, cuando quiero y a quien quiero?... No te extrañes si ves que no entienden. Para entender
deberían disponerse al más grande de los sacrificios, como es el no dar vida, aun en las cosas santas,
a la propia voluntad. Entonces sentirían qué cosa es poseer la Mía y tocarían con la mano lo que
significa vivir en mi Querer”... (18-09-1924)
3 – Hace falta una aclaración. ¿Son lo mismo“Divina Voluntad” y “Divino Querer”? ¿Dónde se
coloca el Amor?
LA DIVINA VOLUNTAD, que Jesús llama en el Evangelio “la Voluntad del Padre”, es en Dios lo
más íntimo, vital, esencial: “Ah, todo está en mi Voluntad. Si el alma la toma, toma toda la
sustancia de mi Ser y contiene todo en sí” (2-3-1916).
Dicho de otra forma: la Voluntad es sustantivo (la palabra que expresa la sustancia), mientras que
todos los atributos divinos (Amor, Bondad, Eternidad, Inmensidad, Inmutabilidad, Justicia, Misericordia, Omnipotencia, Omnividencia, Santidad, Sabiduría, etc.) son sus adjetivos: “La Divina Voluntad
es buena, santa, infinita, eterna, omnipotente, sapientísima, misericordiosa, inmutable…”
“EL DIVINO QUERER” es la Voluntad de Dios en acto, indica lo que hace y por eso es un verbo.
Mientras que cuando decimos “los quereres” indicamos las cosas que Dios quiere. La distinción entre
“voluntad” y “querer” (aunque de hecho coinciden) es la misma que hay entre “el corazón” y “el
palpitar”, o bien entre un motor y el movimiento de ese motor. Otra cosa más es el efecto que produce
el palpitar, o sea, la vida, o bien el funcionamiento del motor, como sería por ejemplo el viajar. En el
caso del “querer”, el efecto que produce es “EL AMOR”. De este modo, bien puede decir el Señor que
“el Amor es el hijo de la Divina Voluntad”, es decir, su manifestación y comunicación.
La Divina Voluntad por lo tanto es algo que está más allá, por encima de todo lo que Ella misma
hace, de las cosas que Dios quiere o no quiere o que permite. Es la fuente y la causa suprema de todo
lo que Dios es, de la Vida inefable de la Stma. Trinidad y de sus Obras de Amor eterno. Es como “el
Corazón” íntimo de Dios, de las Tres Divinas Personas, que da vida a todo lo que Dios es y a todo lo
que las Divinas Personas hacen.
Otra palabra característica de Luisa (¡hasta en latin!) es “Fiat” (“¡Hágase!”). ¿Qué significa para
ella? No sólo es como decir “de acuerdo, sí”, sino que expresa su partecipación al Querer de Dios y a
Su obra. Esta palabra resume todo lo que Luisa ha dicho y ha vivido, igual que expresa todo lo que
Dios hace, es más, la Vida misma de Dios, su Acto eterno y absoluto, expresión de su Querer
infinitamente Santo.
Cuando Jesús le habla del “tercer Fiat”, le está hablando del cumplimiento del Padrenuestro.
4 – Luisa insiste mucho en que se ha de cumplir la petición del Padrenuestro: “Hágase tu Voluntad,
así en la tierra como en el Cielo”. Ella la escribe en parte en latin, como una frase “técnica”: “se ha
de cumplir mi Fiat Voluntas tua, así en la tierra como en el Cielo”. ¿Qué quiere decir con eso?
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Hacer la Divina Voluntad no es una novedad; la novedad es que Dios nos está invitando a vivir en
su Querer, como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en su Querer eterno.
La novedad es la Divina Voluntad operante en la criatura y la criatura operante de un modo
divino in Ella. La novedad es esta Gracia de las gracias, este Don de los dones: que no sólo hagamos
lo que Dios quiere que hagamos, sino que su Voluntad sea nuestra, vida de nuestra vida, para vivir y
reinar con Ella y en Ella. La novedad es un intercambio continuo de voluntad humana y Divina,
porque el alma, temiendo de la suya, pide que sea sustituida para cada cosa y en cada momento
por la Voluntad misma de Dios, la cual la va colmando de gozos, de amor y de bienes infinitos,
devolviéndole la semejanza divina perdida con el pecado y el fin para el que el hombre fue creado por
Dios, que era vivir como hijo de Dios, tomando parte en todos sus bienes.
La novedad es que Jesús, mediante el don de su Voluntad a la criatura, forma en ella una vida
Suya y una forma de presencia Suya real, de tal modo que esta criatura Le sirve de Humanidad. Lo
cual, desde luego, no es mediante una especie de “unión hipostática” (dos naturalezas y una sola
persona), sino por unión de dos voluntades, la humana y la Divina, unidas en un solo Querer, que,
lógicamente, no puede ser sino el Divino. Esta criatura forma el triunfo de Jesús, es “otro Jesús”, no
por naturaleza, sino por gracia, según las palabras de San Juan: “…Para que, como es El, así seamos
también nosotros en este mundo” (1 Jn.4,17)
5 – Hasta el lector más distraído se da cuenta de que los escritos de Luisa presentan como dos fases.
En la primera es evidente su condición de víctima y por consiguiente, junto al gran trabajo
ascético-místico de la Gracia en ella, aparece toda la formación relativa a las virtudes, la
correspondencia a la Gracia, la terribile realidad del pecado (la separación de la voluntad humana de
la Voluntad de Dios) con todas sus consecuencias, las glorias de la Cruz, etc.
En la segunda, el tema es, precisamente, la Divina Voluntad y su Reino. Aquí el alma penetra en
la inmensa misión universal que es llamada a realizar, junto con Jesús, viviendo en el Querer Divino,
para preparar y obtener la venida y el triunfo de su Reino.
Ambas fases tienen en cierto modo como característica, respectivamente, la Misericordia Divina,
que hace de todo por salvar al hombre (incluídos los castigos), y “el Reino de Dios su Justicia” o
Santidad de las santidades.En los diez primeros volúmenes hallamos la primera fase; a partir de la
mitad del 12° se desarrolla la segunda fase. No estan divididas de un modo neto, las vemos juntas en
los volúmenes 11° e 12°, o sea, en los años que van desde 1912 a 1921. Al final de su vida, Jesús
explica a Luisa lo que ha hecho en ella en los primeros tiempos y cómo todo aquel intensísimo trabajo
de la Gracia en su alma fue para prepararla a depositar en ella las verdades de su Divina Voluntad.
Las dos fases, podemos decir, corresponden a “hacer la Voluntad de Dios” y a “vivir en la
Voluntad de Dios”. Como si dijéramos: “hacer una casa” y “vivir en la casa”. Primero hay que
hacerla, y cuando está suficientemente en condiciones se hace la mudanza y se vive en ella. Por eso el
Señor le dice casi al principio de sus lecciones:
“Hija mía, lo principal para que Yo entre en un alma y forme en ella mi morada, es el
desprendimiento total de todo. Sin eso, no sólo no puedo Yo vivir en ella, sino que ni siquiera puede
residir ninguna virtud en el alma. Después que el alma ha hecho salir todo de ella, entro Yo y unido
a la voluntad del alma costruimos una casa. Los cimientos de ella se basan en la humildad y cuanto
más profunda es, tanto más altas y fuertes serán las paredes. Las paredes serán hechas con las
piedras de la mortificación, cementadas con el oro purísimo de la caridad...etc” (29.10.1899). Y el
Señor sigue explicando minuciosamente el significado espiritual de cada elemento de esa casa. De esa
forma El quiere formar su morada en la criatura, para acostumbrarla a que viva con El, y después
hacerle que pase a vivir en El, en su Morada, o sea en su Voluntad.
6 – Llegamos al punto esencial: ¿Qué es el “vivir en la Divina Voluntad”? ¿Acaso no es hacer o
cumplir la Voluntad de Dios, que todos los Santos conocen y hacen? Está claro que no es cuestión de
palabras, sino que estamos ante algo nuevo, es decir, algo desconocido hasta ahora.
Así Jesús le dice: “Los mismos Santos se unen conmigo y hacen fiesta, esperando con ardor que
una hermana suya sustituya sus mismos actos, santos a nivel humano, aunque no a nivel divino; Me
ruegan que cuanto antes haga entrar a la criatura en este ambiente divino…” (13-2-1919)
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En otro pasaje Luisa dice: “¿Será posible que (Jesús) haya dejado pasar tantos siglos sin dar a
conocer estos prodigios del Divino Querer y que no haya elegido entre tantos Santos a uno que
diera comienzo a esta santidad totalmente divina? Y eso que estuvieron los Apóstoles y tantos otros
grandes Santos, que han asombrado a todo el mundo…” (3-12-1921)
“Amor mío y Vida mía, yo aún no logro convencerme: ¿cómo es posible que ningún Santo haya
hecho siempre tu Stma. Voluntad y haya vivido de la forma como ahora dices, en tu Querer?”
Y el Señor le contesta: “…Desde luego que han habido Santos que han hecho siempre mi Querer,
pero han tomado de mi Voluntad en la medida que la conocían. Ellos conocían que hacer mi
Voluntad era el acto más grande, lo que más honor Me daba y lo que conducía a la santificación, y
con esa intención la hacían y eso tomaban, perché no hay santidad sin mi Voluntad, y no puede
resultar ningún bien, santidad grande o pequeña, sin Ella” (6-11-1922)
“Hija mía, en mi Voluntad Eterna encontrarás todos mis actos, como también los de mi Madre,
que envolvían todos los actos de las criaturas, desde el primero hasta el último que tendrá que existir,
como dentro de un manto, del cual, teniendo como dos partes, una de ellas se elevava hasta el Cielo
para devolver a mi Padre, con una Voluntad Divina, todo lo que las criaturas Le debían: amor,
gloria, reparación y satisfacción; la otra permanecía como defensa y ayuda para las criaturas. Nadie
más ha entrado en mi Voluntad Divina para hacer todo lo que hizo mi Humanidad. Mis Santos han
hecho mi Voluntad, pero no han entrado en Ella para hacer todo lo que hace mi Voluntad y recoger
como en una sola ojeada todos los actos, desde el primer hombre hasta el último, y hacerse sus
actores, expectadores y divinizadores. Con hacer mi Voluntad no se llega a hacer todo lo que mi
Eterno Querer contiene, sino que desciende limitado a la criatura, en la medida que la criatura
puede contenerlo. Sólo quien entra dentro de El se ensancha, se difunde como luz del sol en los
eternos vuelos de mi Querer y, encontrando mis actos y los de mi Madre, añade el suyo. Mira en mi
Voluntad: ¿acaso hay otros actos de criatura multiplicados en los míos, que llegan hasta el último
acto que ha de cumplirse en la tierra? Fíjate bien; no encontrarás ninguno. Eso significa que nadie
ha entrado. Estaba reservado abrir las puertas de mi Eterno Querer sólo a mi pequeña Hija, para
unificar sus actos a los míos y a los de mi Madre y hacer que todos nuestros actos fueran triples ante
la Suprema Majestad para bien de las criaturas. Ahora, habiendo abierto las puertas, pueden entrar
otros, con tal que se dispongan a un bien tan grande”. (6-11-1922)
7 – Luisa habla a menudo del Reino de Dios que se ha de cumplir, que va a venir; Luisa pide
diciendo que “el Querer Divino venga a reinar”. Con toda evidencia eso significa:
- 1°, que el Reino de Dios es que su Voluntad se cumpla;
- 2°, que la Voluntad del Padre ha establecido su Reino en la Stma. Humanidad de Jesucristo,
dándole todos sus atributos y derechos divinos;
- 3°, que todo lo que Jesús posee en su Adorable Humanidad quiere darlo a su Cuerpo Místico.
Las palabras “así en la tierra como en el Cielo”, en Jesús y María son perfecta realidad: “como es en
el Padre así es en el Hijo”. Por eso, mientras que Jesús y María vivían en la tierra el Reino de Dios
estaba en la tierra. Pero en nosotros esas palabras tienen que ser un deseo ardiente, una invocación
incesante, porque son una Promesa divina, en espera del triunfo definitivo de su Reino en nosotros.
San Agustín dice: “Hágase en la Iglesia como en Nuestro Señor Jesucristo; hágase en la Esposa, que
es su prometida, como en el Esposo, que ha cumplido la Voluntad del Padre”.
- 4°, Esta Promesa divina del Reino todavía se tiene que cumplir en la tierra de la forma como ya
se cumple en el Cielo. Lo cual supone dos cosas: que no sólo hemos ir al Reino de Dios después de la
muerte, sino que el Reino de Dios todavía tiene que venir en el tiempo histórico de la Iglesia, y no
puede acabarse el mundo sin que antes tenga su pleno cumplimiento (Se trata del restablecimiento del
orden de la Creación, como era antes del pecado); y que el Reino de Dios todavía no ha venido,
porque no hay que confundirlo con el Reino de la Redención o con la Iglesia.
- 5°, Este Reino, que la Iglesia invoca incesantemente en el Padrenuestro, respecto a la Redención
y a la Iglesia es como el Fruto respecto al árbol: esencialmente ya está presente en el árbol desde el
principio, desde que fue plantado. El árbol fue plantado, es cultivado y crece, se cubre de hojas y de
flores, pero todo eso tiende como finalidad al tiempo de los frutos. Así la Redención, los Sacramentos,
la Iglesia y toda la obra del Espíritu Santo en ella tiene como fin el Reino de la Divina Voluntad.
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8 – Luisa vivió toda una vida en cama, en los más extraños y misteriosos sufrimientos (de los que ella
da cuenta de una forma minuciosa y conmovedora). Por eso parece bastante lógico que su
pensamiento corra a menudo a la Pasión de su Amado Señor, con una profundidad de comprensión y
una intensidad de participación afectiva extraordinaria… Toda su vida fue una inmolación por amor a
Jesús y a sus hermanos pecadores, un estado de víctima en favor de la Iglesia.
Pero ahora la pregunta es: todo ese indecible sufrimiento de Jesús y suyo, ¿qué tiene que ver
con su visión del “vivir en el Divino Querer”, del “Reino de la Divina Voluntad”?
Nos habríamos imaginado, simplemente, una actitud de resignación, de “obediencia hasta la
muerte y muerte de Cruz”, un abandono ante la Voluntad de Dios, un “Fiat”… por así decir, de
sumisión, de consentimiento incondicional, un “Fiat” pasivo ante Dios… Por el contrario, su
espiritualidad, que surge como la aurora y eclipsa todo lo demás, la que en un ella en un determinado
momento se convence que no es sólo para ella, sino que la tiene que ofrecer a todos, es ese “entrar” o
“fundirse en la Voluntad de Dios”, es ese sustituir en cada cosa su voluntad con la Voluntad Divina y
hacerla suya, y por consiguiente es un “Fiat” que ya no es el suyo, humano, ante Dios, sino el mismo
“FIAT” Omnipotente y Eterno de Dios, que lo hace suyo y que no es en modo alguno una respuesta
pasiva, sino una partecipación activa y consciente, cada vez más consciente, en todo lo que hace el
“FIAT” o Querer Divino, en todas sus Obras, en el Acto eterno de su Vida…
Luisa es invitada a obrar como Jesús, en su Querer: “Ven en mi Voluntad, para hacer lo que
hago Yo” (25-07-1917). “Ahora, queriendo que estés conmigo en mi Querer, quiero tu acto continuo” (28-12-1917). Y así todo lo que Luisa siente y hace es la Vida de Jesús, que El repite en ella
(25-12-1918). Todo lo cual no es algo reservado tan sólo a Luisa. Jesús espera las criaturas que
vengan a vivir en su Querer y que repitan en su Voluntad lo que El ha hecho (29-01-1919).
9 – Parecería casi como si en Luisa hubiera dos personas, como dos espiritualidades distintas (si bien
íntimamente relacionadas), como dos mundos, como dos realidades tan grandes que se nos escapan…
Una, por decir así, parece más a nuestro alcance, al menos para darnos una idea: la que habla de
obediencia, de la cruz, de las virtudes… Pero luego está la otra, la del “vivir en la Divina Voluntad”.
Son las dos vocaciones o misiones de Luisa: la primera, como “Víctima” con Jesús en la Obra de
la Redención, y la otra, que Jesús le presenta después, como la depositaria de las verdades sobre la
Divina Voluntad, como quien está a la cabeza de la nueva generación suspirada por Jesús, que
tendrá todo en común con El, la Divina Voluntad como vida… Al final del Vol. 12°, el Señor le dice a
Luisa que hasta entonces ella ha cumplido el oficio que su Stma. Humanidad tuvo en la tierra (como
Víctima); que a partir de entonces desempeñará el mismo oficio de la Divina Voluntad en su
Humanidad (una tarea activa) (17-03-1921).
Y así como su espiritualidad se explica solamente con su doctrina (la Divina Voluntad, Vida de
Dios y Vida destinada a sus hijos), así se explica también con su doble oficio: el de víctima y el otro,
de dar comienzo al “vivir en la Divina Voluntad” y ser la depositaria de sus verdades, que por medio
de ella son manifestadas.
“Hasta ahora te he tenido conmigo para aplacar mi Justicia e impedir que castigos más duros
llovieran sobre la tierra; ahora (…) quiero que tú, conmigo, en mi Querer, te ocupes en preparar la
era de mi Voluntad. A medida que te adentrarás en el camino de mi Querer, se formará el arcoiris de
paz, que formará el eslabón de unión entre la Voluntad Divina y la humana, gracias al cual tendrá
vida mi Voluntad en la tierra y comenzará a ser escuchada la oración mía y de toda la Iglesia: venga
tu Reino y hágase tu Voluntad, así en la tierra como en el Cielo”. (02-03-1921)
Esto quiere decir que la espiritualidad de Luisa (por así decir) se sumerge por un lado en la obra de
la Redención y por el otro en el cumplimiento del Reino de Dios, el Reino de la Divina Voluntad
Efectivamente, hay dos escritos de Luisa, que representan estas dos Obras divinas y corresponden
también a dos etapas de su vida: la primera, en que Jesús la ha formado como otra Humanidad para El,
y la segunda, para actuar como Jesús en la Voluntad del Padre. Son respectivamente “Las Horas de la
Pasión” y “La Vuelta (o Paseo) del alma en la Divina Voluntad”.
“Las Horas de la Pasión” no son una narración o una simple meditación de la Pasión de Jesús,
como la han contado tantos autores espirituales. Son oración, como un gimnasio o una escuela de
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vida, en que nos unimos a Jesús para aprender a hacer con El y como El lo que El hacía interiormente
por nuestra Redención.
“La Vuelta (o Paseo) del alma” es, como dice Luisa, el “modo práctico y eficacísimo de dar
vueltas por la Stma. Voluntad de Dios, para pedir el Reino del FIAT Divino en la tierra”. Es la
continua plegaria con la que el alma se une a la Divina Voluntad en todas sus obras (la Creación, la
Redención, la Santificación), para adorarla, bendecirla, darle las gracias y amarla, pidiendo en todo
que venga su Reino.
10 – Pero Luisa, personalmente, ¿tiene un papel o una misión especial en todo ésto? Mi respuesta
a esta pregunta no pretende ser superior a la que la Santa Iglesia dará un día, sino tan sólo la que
resulta de la lectura de sus escritos.
Jesús mismo le explicó que, como otra Humanidad suya, ella tomaba parte en sus mismos oficios,
de Redentor y de Rey: “Amada mía, hasta ahora has ocupado ante Mí el oficio que tuvo mi
Humanidad en la tierra. Ahora quiero cambiarte l’ufficio, dándote otro más noble, más amplio:
quiero darte el oficio que tuvo mi Voluntad en mi Humanidad. ¿Ves cómo es más alto, más sublime?
Mi Humanidad tuvo un comienzo, mi Voluntad es eterna; mi Humanidad es circunscrita y limitada,
mi Voluntad no tiene límites ni confines, es inmensa. Oficio más noble y distinguido no podría darte”
(17-03-1921). “Hija mía, no temas: ¿no te acuerdas que ocupas dos oficios, uno de víctima, y el otro
oficio más grande, de vivir en mi Querer, para restituirme la gloria completa de toda la Creación?”
(20-09-1922). Por eso Jesús le dijo: “Tu misión es grande, porque no se trata sólo de la santidad
personal, sino que se trata de abrazar todo y a todos y de preparar el Reino de mi Voluntad a las
humanas generaciones” (22-08-1926).
San Anibal M. di Francia escribió de ella: “Nuestro Señor, que de siglo en siglo aumenta cada vez
más las maravillas de su Amor, parece que de esta virgen, que El llama la más pequeña que haya
encontrado en la tierra, desprovista de toda instrucción, haya querido formar un instrumento idoneo
para una misión tan sublime, que ninguna otra se le puede comparar, es decir EL TRIUNFO DE
LA DIVINA VOLUNTAD en el mundo entero, de acuerdo con lo que se dice en el Pater Noster:
FIAT VOLUNTAS TUA, SICUT IN CŒLO ET IN TERRA”.
11 – Dejemos por ahora a Luisa: ¿Cómo podemos hacer nosotros nuestra su espiritualidad?
Es evidente que su vocación como“víctima” es sólo de Luisa y de ciertas almas llamadas a serlo
por el Señor, y es también evidente que su misión de dar comienzo al cumplimiento del Reino de la
Divina Voluntad en la tierra es una misión única, irrepetible: pero nosotros, ¿cómo podemos poner
en práctica lo que leemos?
Los primeros Apóstoles siguieron a Jesús, que volviéndose dijo: “¿Qué buscais?”. Respondieron:
“Maestro, ¿dónde vives?”. Y Jesús: “Venid y vereis”.
En otras palabras: empecemos a leer, sabiendo que Jesús ha dicho: “Por tanto, escuchadme; y os
ruego, hijos míos, que leais con atención estas palabras que os pongo delante y sentireis la necesidad
de vivir de mi Voluntad. Yo Me pondré a vuestro lado cuando leais y os tocaré la mente, el corazón,
para que comprendais y decidais querer el Don de mi «Fiat» Divino”.
El conocimiento es indispensable; se ama en la medida que se conoce. Cuando ese conocimiento empieza a impregnar no sólo la mente, sino también el corazón, se nota que se empieza a ver
todo con una luz diferente, a tener otros gustos y deseos, a orar de un modo nuevo, “distinto”, a tener
otro tipo de relaciones con las Tres Divinas Personas, con la Madre Celestial… Nos cambia la vida sin
que pensemos cómo cambiarla nosotros…, porque nuestro interés ya es sólamente Jesús y su interés…
12 – Es fácil decir “vivir en la Divina Voluntad”, pero luego se suele reducir, prácticamente, a vivir
de acuerdo con la Voluntad de Dios. Sin embargo, ¿en qué consiste realmente, prácticamente?
Tan sólo en la medida que es una vida que se vive, se va comprendiendo su realidad y su alcance
infinito, y se constata cuánto sea distinto de hacer nosotros la Voluntad de Dios o de vivir estando a
sus órdenes, “de acuerdo con Ella”. Para comprender de alguna forma la espiritualidad de Luisa hay
que empezar a vivirla, así como el Evangelio se conoce sólo a medida que se vive.
Dice Jesús: “Quiero tanto que las criaturas tomen mi Voluntad; es lo que más me importa, es mi
mayor deseo. Todas las demás cosas no me interesan como eso, aun las cosas más santas, y cuando
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logro que el alma viva de mi Voluntad me siento triunfante, porque eso contiene el bien más grande
que puede haber en el Cielo y en la tierra” (23-3-1910).
“Quiero que estés siempre en mi Querer... Quiero sentir tu corazón palpitante en el Mío con mi
mismo amor y dolor; quiero sentir tu querer en el Mío, para que, multiplicándose en todos, Me dé
con un solo acto las reparaciones de todos y el amor de todos; y mi Querer en el tuyo, para que,
haciendo mía tu pobre humanidad, la eleve ante la Majestad del Padre como víctima continuamente”
(4-7-1917).
“He aquí por qué te hablo a menudo del vivir en mi Querer, que hasta ahora no he manifestado a
nadie. Todo lo más han conocido la sombra de mi Voluntad, la gracia y la dulzura que contiene el
hacerla; pero penetrar en ella, abrazar su inmensidad, multiplicarse conmigo y penetrar en todo
–aun estando en la tierra– , en el Cielo y en los corazones, ésto no es conocido todavía, tanto que a
no pocos les parecerá extraño y quien no tiene abierta la mente a la luz de la Verdad no comprenderá
nada” (29-1-1919).
“Quiero que la criatura entre en mi Voluntad y de un modo divino venga a besar mis actos,
sustituyéndose a todo, como Yo hice. Por eso, venga, venga; la suspiro, la deseo tanto que hago
fiesta cuando veo que la criatura entra en este ambiente divino y, multiplicándose conmigo, se
multiplica en todos y ama, repara, sustituye a todos y por cada uno de un modo divino. Las cosas
humanas ya no las reconozco en ella, sino que todas son cosas mías. Mi Amor surge y se multiplica,
las reparaciones se multiplican infinitamente, las sustituciones son divinas...” (13-2-1919).
Luisa nos enseña cuál es la tarea propia del vivir en la Divina Voluntad: “...Mientras oraba mi
intención era entrar en el Querer Divino; y en él, haciendo mío todo lo que en él existe y del que
nada puede escapar, pasado, presente y futuro, y haciéndome corona de todos, en nombre de todos
presentaba ante la Divina Majestad mi homenaje, mi amor, mi satisfacción, etc.” (5-1-1921).
“¿Te parece poco que mi Voluntad Santa, Inmensa, Eterna, descienda en una criatura y,
juntando mi Voluntad con la suya, la haga perderse en Mí y me haga vida de todo lo que hace la
criatura, hasta de las cosas más pequeñas? De manera que su palpitar, sus palabras, su
pensamiento, su movimiento, su respiración, son de Dios, viviente en la criatura; esconde en ella el
Cielo y la tierra y en apariencia se ve una criatura. Gracia más grande, prodigio más portentoso,
santidad más heroica no podría darte, que mi FIAT” (6-6-1921). “Es una voz que hace eco en todo y
dice: ¡Amor, gloria, adoración a mi Creador! Por eso, quien vive en mi Voluntad es el eco de mi voz,
la ripetidora de mi Vida, la perfecta gloria de mi Creación” (28-3-1922).
Qué cosa sea el vivir en la Divina Voluntad, Jesús lo ha expresado en su oración al Padre,
después de su última Cena: “Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío” (Jn. 17,10).
En efecto, para vivir en la Divina Voluntad, antes Jesús tiene que tomar posesión efectiva de todo
lo nuestro (de lo que somos, tenemos y hacemos), El ha de ser, no sólo espectador, sino a la vez el
Protagonista de todo en nosotros, de nuestra vida (“Ven, Divina Voluntad, a pensar en mi mente…
etc.”), de manera que podamos decir: “Ya no soy yo quien vive, sino Cristo quien vive en mí” (Gal.
2,20); pero después –y ésta es la novedad, lo específico de la espiritualidad de Luisa– hace falta
que a su vez la criatura tome realmente posesión de todo lo que es Jesús, de todo lo que Le pertenece y
de su Vida, haciendo todo lo que El hace, con El y como El. De lo contrario, no se puede decir que sea
“vivir en la Divina Voluntad”.
En conclusión, vivir en la Divina Voluntad es llegar a ser (por gracia) una sola cosa con Jesús,
haciendo nuestro todo lo que es suyo para darlo a todas las criaturas, para sustituir lo que hace cada
criatura con el obrar divino de Jesús y por consiguiente darle a Jesús, de un modo divino, la
correspondencia por todo en nombre di cada criatura. O bien, dicho de otra forma, dar con Jesús a las
criaturas todo el Amor del Padre, y dar al Padre todos los homenajes que se Le deben de parte
de todas las criaturas (adoración, gloria y alabanzas, acción de gracias, reparación y amor universal).
La espiritualidad de Luisa no es un problema, una tarea o una misión personal, sino que es como la de
Jesús y María, universal.
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