HISTORIA DEL PENSAMIENTO RELIGIOSO SOBRE LA FAMILIA Tercera Unidad

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HISTORIA DEL PENSAMIENTO RELIGIOSO SOBRE LA FAMILIA
Tercera Unidad: RELIGIÓN Y CONTROL DE LA FAMILIA
Tema 1: El crecimiento de la población: la explosión demográfica
Cuadro Nº 01: Evolución de la población humana
Durante la mayor parte de la historia la población casi no creció. Según estimaciones se presume
que entre los años 10000 y 4000 a.C. el crecimiento de la población mundial era por término
medio del 0,0002% anual, lo que se traduce en un incremento de 5 personas al año en todo el
mundo. En ese período de tiempo el planeta estuvo habitado por unos 20.000.000 de individuos.
A lo largo de los siguientes 4.000 años la población aumentó a un ritmo ligeramente superior,
alcanzando una cifra cercana a 200.000.000 en el siglo I d.C., manteniéndose así durante 600
años. Durante los siguientes 650 años creció un 75%, con un ritmo anual inferior al 0,1%. La
población humana en 1250 se hallaba fuertemente concentrada en unas cuantas regiones donde se
practicaba la agricultura sedentaria y surgieron las ciudades. Cerca del 75% del total de la
población vivía en el 6 ó 7 % de la superficie terrestre seca de nuestro plantea, mientras que el
93% restante del territorio mundial se hallaba deshabitado o servía de hábitat a pueblos nómadas
que vagaban por extensos territorios, con una densidad de no mayor de 0,5 habitantes por
kilómetro cuadrado. Prácticamente la totalidad del incremento de la población procedía de la
conquista de los nómadas o la adopción de la agricultura por ellos y a su asentamiento en
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poblados. La escasa evolución de las técnicas de cultivo así como la alta cuota de mortalidad
sobre todo infantil, explica la reducida variación de la máxima cantidad de personas que podían
vivir en una cierta superficie.
Es más, desde el año 1250 la población mundial comenzó a disminuir debido a la aparición de
nuevas epidemias y a la utilización de técnicas de cultivo inadecuadas que provocaron en muchas
zonas el empobrecimiento del suelo. Entre tanto, la enorme expansión del imperio mongol
gobernado por nómadas se tradujo en una interrupción del crecimiento del territorio controlado
por los pueblos agrícolas y constructores de viviendas. La población mundial no volvió a
aumentar hasta el año 1450, fecha en la que se produjo la eclosión. Su incremento se produjo en
dos olas largas una entre 1450 – 1650, la otra entre 1700 hasta el año 2000.
También se observa que aproximadamente a partir de 1450 la población aumentó rápidamente en
Asia oriental, Europa y probablemente en la India, existiendo también signos de crecimiento en
otras regiones densamente pobladas como Egipto. La población total del mundo alcanzó pronto
nuevos máximos, y esta vez las cifras nunca más volvieron a caer por debajo de los niveles
previos a 1450. A finales del siglo XVII se produjo un ligero descenso, pero hacia el año 1700 la
población mundial contaba como mínimo con 600.000.000 habitantes.
Existen muchas teorías para explicar esta variación masiva. Tras la disolución del imperio
mongol y del siglo de inestabilidades que vino a continuación, surgieron -en diferentes regionesEstados más fortalecidos. Sus gobiernos se beneficiaron de una agricultura más desarrollada,
traducida en una mayor recaudación de impuestos y mayor número de habitantes, lo que a su vez
significaba más soldados. A su vez este incremento poblacional fomentó un aumento paralelo de
cultivos y asentamientos en las regiones fronterizas. Si bien no se produjo ningún avance
significativo en las técnicas agrícolas, el incremento de la educación y de la imprenta, las
técnicas vigentes se podían transmitir a un número mayor de gente. La medicina era todavía
bastante ineficaz, pero la formación y producción de libros especializados contribuyeron a la
difusión de ciertos principios básicos de los cuidados infantiles y prenatales, especialmente en
China, Japón y Corea.
Hacia mediados del siglo XVIII, China, Japón y Europa occidental habían alcanzado nuevos
máximos de población y estaban experimentando crecimientos muy rápidos que los conocidos
hasta entonces. A partir de este momento, dichas regiones conocieron disminuciones de
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población únicamente temporal y muy ligera. En el siglo XIX, la mayoría del resto del mundo
siguió el mismo camino, rompiendo todas las cifras de población anteriores. Hacia 1800 la
población total del mundo era de unos 950.000.000, hacia 1900 de 1.650.000.000 y actualmente
ronda los 6.000.000.000.
La tasa de crecimiento era posiblemente del 0,3% anual en el siglo XVIII, entre 0,5 y 0,6% en el
XIX y de un sorprendente 1,5% en el siglo XX. Algunos países han conocido tasas de
crecimiento superiores al 3% anual, doblando su población en un periodo de aproximadamente
23 años.
Ese mayor número de personas requería una mayor cantidad de alimentos. En gran parte del
mundo, el rendimiento máximo posible de alimentos por unidad de superficie no aumentó de
manera significativa hasta la invención de los fertilizantes y los pesticidas químicos, la cual tuvo
lugar hacia 1900. Así, en los siglos XVIII y XIX se produjo una gran expansión del área total
cultivada, especialmente en el continente americano, en Rusia, Australia y en el sudeste asiático
al tiempo que continuaba la difusión de las mejores técnicas de cultivo.
Los cambios en la organización económica y social de muchos lugares sirvieron igualmente
como impulso para el crecimiento de la población. Hasta el siglo XVIII muchas sociedades
impedían a los ciudadanos contraer matrimonio y tener hijos mientras no fueran capaces de
mantener una familia, lo cual, por lo general, implicaba heredar las posesiones de los padres.
Pero en el siglo XVIII, especialmente en Europa y en Asia oriental, cada vez más personas se
ganaban el sustento trabajando para terceros y sin esperar a heredar las tierras, las herramientas o
el comercio familiar. Así pues, comenzaron a tener hijos a una edad más temprana y en mayor
número.
A medida que se incrementaban las tasas de nacimiento, decrecían las de mortalidad. La
disminución de la tasa de mortalidad antes de 1900 puede atribuirse tanto a la adquisición de
nuevos conocimientos médicos, así como a una mayor difusión de los existentes; a una política
ambiental más eficaz, expresada en un mejor recojo de basura y en el suministro de agua potable,
así como a otras medidas relativas a la sanidad pública. En la década de 1900, las tasas de
mortalidad decrecieron tan vertiginosamente que la población ha continuado creciendo incluso en
muchos lugares donde las tasas de natalidad han disminuido drásticamente.
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Hacia finales del siglo XVIII en los esquemas de población humana tuvo lugar un tercer gran
cambio denominado, “transición demográfica” o “explosión demográfica”. En algunas regiones
del mundo, el esquema de unas tasas de natalidad relativamente elevadas compensadas por tasas
de mortalidad altas comenzó a desplazarse en el sentido de una elevada tasa de natalidad y de
disminución de la mortalidad, características de la mayor parte del mundo actual.
De otro lado las expectativas de vida se vieron incrementadas significativamente. En el siglo
XVII la esperanza de vida oscilaba aproximadamente entre 25 y 33 años, incluso en la clase alta
de lugares de relativa abundancia, como Inglaterra o el delta del Yangtzé en China la esperanza
media de vida en el momento del nacimiento rondaba los 35 ó 40 años y en la mayoría de los
demás lugares de los que se dispone de algún registro. Esta circunstancia hacía necesario tener un
término medio de 6 hijos por mujer para mantener la estabilidad de la población. Actualmente, en
los países desarrollados ha crecido la esperanza de vida, la cual está bordeando los 75 años, por
lo que sólo se precisarían 2,1 descendientes por mujer para mantener la población estable.
La mayor parte del mundo ha experimentado esta transición demográfica, aunque en épocas y
con porcentajes diferentes. En un principio, las tasas de mortalidad decrecieron y las de natalidad
permanecieron constantes o disminuyeron ligeramente, lo que provocó una explosión
demográfica y la destrucción de un viejo equilibrio entre nacimientos y defunciones frecuentes.
A la larga, las tasas de natalidad continuaron disminuyendo, lo que dio lugar a un nuevo
equilibrio con reducidas tasas de natalidad y una población bastante estable cuyos miembros
gozaban de una existencia longeva.
En Europa, donde existe la mayor cantidad de pruebas, las tasas de mortalidad comenzaron a
descender a finales del siglo XVIII. Concretamente, las tasas de mortalidad de lactantes y niños
disminuyeron de manera drástica, en parte debido al descubrimiento de una vacuna contra la
viruela y en parte debido a la evolución de las técnicas de alumbramiento.
Sin embargo, el nivel de vida y la esperanza de vida para los adultos no mejoraron notablemente
hasta mediados del siglo XIX, época en la que las mejoras de higiene, suministro y
almacenamiento de productos alimenticios, vivienda y calefacción doméstica marcaron una
diferencia significativa en las expectativas de vida. Por ejemplo, la esperanza de vida en
Alemania se disparó desde los escasos 30 años en 1860, alcanzó los 60 años en 1930, antes de la
utilización de los antibióticos para combatir distintas enfermedades, mientras que las tasas de
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natalidad comenzaron a disminuir a finales del siglo XIX en la mayor parte de Europa y
Norteamérica, y en forma especialmente brusca en el siglo XX. En la actualidad si no existiera la
inmigración, la mayoría de los países industrializados tendrían poblaciones decrecientes.
Muchos otros países industrializados, como Japón, Taiwán, Corea y Australia, han sufrido una
transición demográfica parecida. En la mayoría de los casos esta transición se inició en una época
más tardía que en Europa occidental y Norteamérica, pero en cambio se produjo de forma más
rápida. En los demás entornos la situación es más complicada.
En muchos países pobres las tasas de natalidad siguen siendo elevadas porque los padres creen
que tener muchos hijos constituye la única forma de garantizar que alguno de ellos sobrevivirá
hasta llegar a adulto. Además, en estas áreas menos industrializadas son pocos los trabajos que
requieren una educación formal, por lo que los niños y niñas pueden comenzar a contribuir a la
economía familiar a edades bastante tempranas. No deja de constituir una ironía que las altas
tasas de natalidad sean las que probablemente contribuyan a mantener la pobreza en estos países.
Las tasas de natalidad se ven firmemente frenadas por una prosperidad creciente. La
urbanización produce el mismo efecto, ya que al trasladarse las familias a las ciudades, les resulta
mucho más costoso adquirir o alquilar una vivienda para una familia numerosa. Igualmente la
urbanización retarda las posibilidades del individuo de obtener ingresos significativos, pues aquí
los trabajos requieren un mínimo de formación básica. También, la formación de la mujer es un
tercer factor que influye de manera notable en las tasas de natalidad. Las mujeres con formación
tienen más probabilidades de que se les presenten oportunidades de trabajo personal, y por ende
es más factible que entren en conflicto con un matrimonio temprano y la crianza inmediata de los
hijos e hijas; además, es más probable que sepan cómo acceder y utilizar los controles de
natalidad. Algunos países, especialmente China, han reducido drásticamente las tasas de
natalidad, incluso en poblaciones rurales pobres, aplicando incentivos económicos y medidas de
fuerza.
A medida que en muchos lugares disminuyeron las tasas de mortalidad durante los últimos 100
años, la población mundial se ha visto incrementada a un ritmo mayor que en cualquier otra
época anterior. Las tasas de natalidad en los países desarrollados han comenzado igualmente a
descender, y en ello juega un rol creciente la planificación familiar consciente. Así pues, muchos
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expertos opinan actualmente que la población llegará a estabilizarse en algún momento antes del
año 2100, pero después de haber aumentado al menos en 2.000 millones.
Cuadro Nº 02: Crecimiento mundial de la población
¿Por qué nos hemos dedicado tan detalladamente al problema de la demografía y del desarrollo
de la población mundial? La razón es muy sencilla. El tema de la explosión demográfica está
estrechamente vinculado al problema del control natal y eso por su parte es un tema muy
delicado para la doctrina cristiana. Entonces, cuando uno busca ensayos de índole cristiana
referido al tema de la demografía encuentra trabajos que presentan la problemática de manera
individualizada y que ponen el peso en la responsabilidad del individuo. Desde allí no se percibe
el problema en la perspectiva mundial, sino por el enfoque del individuo y la importancia que ese
tiene en el momento de tomar la decisión a favor o en contra de la aplicación de un control natal.
Según nuestro parecer con esta actitud se evade la confrontación con la realidad del crecimiento
explosivo de la población mundial para no inducir a una actitud que favorece la regulación la tasa
de crecimiento y con ello la aplicación de medios anticonceptivos.
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Cuadro Nº 03: Comparaciones poblacionales entre países
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