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La educación superior y el
desarrollo sustentable
Carolina Armijo de Vega
Mónica Álvarez Tovilla
En las últimas décadas ha aumentado el interés en los
aspectos ambientales, especialmente para promover
un desarrollo que esté en armonía con el ambiente.
Como resultado de este interés, nuevas regulaciones
han surgido de fuentes nacionales e internacionales
que buscan influir en las formas como se está
llevando a cabo el desarrollo.
El impacto directo de la contaminación del aire,
el agua y el suelo en la salud humana, ha dominado
el debate desde el inicio de las preocupaciones por
el medio ambiente a finales de los años sesenta. En
las economías desarrolladas, el manejo ambiental
era principalmente un aspecto de reacción a
los problemas ambientales y para controlar la
contaminación usando soluciones de control más
que de prevención. Con el paso del tiempo, la
aproximación hacia los problemas ambientales se ha
enfocado cada vez más en anticipar su ocurrencia a
través de medidas preventivas. Eventualmente, los
horizontes espaciales y temporales han cambiado de
lo local a lo global y de lo inmediato y de corto plazo
a las necesidades de las generaciones futuras.
La Cumbre de Río de Janeiro de 19921 es
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ampliamente reconocida como el parteaguas de los
aspectos ambientales internacionales. Representó
la culminación de muchos años de debates sobre la
degradación ambiental alrededor del mundo (Fiskel,
1997). Cientos de miles de personas de todos los
ámbitos de la vida, se unieron al proceso de Río
para apoyar a otras naciones y así tomar decisiones
difíciles y necesarias para asegurar un planeta sano
para las generaciones futuras.
El mensaje de la cumbre reflejó la complejidad
de los problemas que tenemos enfrente, desde
la pobreza extrema hasta los impactos negativos
al ambiente como consecuencia del consumo
excesivo por las poblaciones más afluentes. A partir
de este mensaje los gobiernos reconocieron la
necesidad de redirigir planes y políticas nacionales e
internacionales para asegurar que todas las decisiones
sobre la economía tomaran en consideración las
repercusiones al medio ambiente (UN, 2000).
El documento resultante de la Cumbre de Río fue
el llamado Agenda 21. Este documento contiene una
amplia gama de planes de acción. Bajo los términos
de la Agenda 21, el acuerdo central fue la necesidad
de buscar un camino que lleve a alcanzar las metas
del desarrollo sustentable (DS).
Sorprendentemente, el sector industrial fue uno
de los primeros en responder a las ambiciosas metas
de Agenda 21. En este sentido fue muy significativo
el establecimiento, en 1990, del World Business
Council on Sustainable Development (Consejo
Mundial de Negocios para el Desarrollo Sustentable).
Este grupo influyente de industriales detonó
iniciativas para promover el desarrollo sustentable
dentro de la industria. Publicaron un libro llamado
Changing course (Cambio de ruta) en donde se
describen los retos y las oportunidades relacionadas
con el desarrollo sustentable. Este grupo admitió
que era necesario hacer cambios importantes en
los sistemas de producción con el fin de alcanzar
las necesidades y aspiraciones de una población en
crecimiento haciendo uso de los recursos naturales
de una manera sustentable.
Después de 1992 muchos países se sumaron
a las iniciativas del desarrollo sustentable e
implementaron políticas nacionales. El llamado
para el DS también alcanzó a México. Así, fueron
lanzadas diferentes iniciativas para la protección
ambiental. Poco tiempo después, las regulaciones
ambientales mexicanas empezaron a demandar
sistemas de manejo ambiental y certificación
ambiental en diferentes sectores industriales con el
fin de desarrollar y fortalecer las capacidades para el
cuidado ambiental.
En México y en el mundo existen muchos
otros esfuerzos para la protección ambiental en
diferentes ámbitos, sin embargo, a pesar de estos
esfuerzos, estamos muy lejos de un desempeño
sustentable. Una visión sistémica nos lleva a concluir
que las preocupaciones ambientales, sociales y
económicas no se limitan al ámbito industrial; es
necesaria la participación activa de todos los sectores
de la sociedad. En este sentido, la educación y,
particularmente la educación superior, juega un
papel crucial para incrementar las acciones a favor
del desarrollo sustentable.
El papel de la educación superior
Las universidades juegan un papel clave en guiar a
la sociedad hacia un futuro sustentable, tanto en la
educación de los futuros tomadores de decisiones
del mundo como en el desempeño de las propias
operaciones de las instituciones. Se requiere de
una nueva visión de la educación superior para
afrontar de manera profunda los retos que enfrenta
nuestra sociedad para contrarrestar las prácticas
actuales no sustentables y destructoras del ambiente.
Incidentalmente, Agenda 21 también reconoce que
la “educación juega un papel crítico para promover
el desarrollo sustentable y mejorar la capacidad
de las personas para enfrentar retos ambientales
y de desarrollo”. De manera similar, la Unesco
(1997) argumenta que el poder de las universidades
para educar, brinda a la humanidad las mejores
esperanzas y los medios más efectivos para alcanzar
el desarrollo sustentable.
Hace treinta años se firmó la primera declaración
de sustentabilidad relevante para la educación
superior. A la fecha, representantes de diversas
universidades de todo el mundo han firmado más
de una docena de declaraciones de este tipo.
Sin embargo, la aproximación hacia el DS en las
diferentes universidades varía mucho.
Se considera que una universidad sustentable
debe implementar prácticas en las sietes áreas que se
explican a continuación:
1 Oficialmente conocida como la Conferencia de las
Naciones Unidas en Medio Ambiente y Desarrollo.
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1) Las declaraciones escritas de la visión y la
misión institucional deben expresar sus filosofías y
compromisos explícitos hacia la sustentabilidad.
2) Se deben incorporar los conceptos de
sustentabilidad en todas las disciplinas académicas de
formación profesional así como en la investigación
por parte de académicos y estudiantes.
3) Se debe promover un cambio de paradigma
de las prácticas actuales que lleven a una reflexión
consciente del papel de la institución en su contexto
social y ecológico.
4) Puesto que la investigación y la enseñanza
son los propósitos fundamentales de las instituciones
académicas, el conocimiento de la sustentabilidad
debe ser un criterio importante en los sistemas de
contratación, permanencia y promoción de sus
empleados.
5) La institución crea una “huella ecológica”, por
lo tanto, en sus operaciones y consumos la institución
debe seguir políticas y prácticas sustentables.
6) La institución debe apoyar servicios
comunitarios para estudiantes que enfaticen ciertas
prácticas orientadas a la sustentabilidad.
7) La institución debe promover celebraciones
públicas, estudiantiles y académicas de la
sustentabilidad en el campus, tales como
celebraciones del día de la Tierra, conferencias,
pláticas, etcétera.
Aunque han tenido lugar muchas conferencias,
reuniones y talleres sobre los avances hacia la
sustentabilidad en la educación superior, todavía
no se puede considerar que los esfuerzos hacia la
sustentabilidad sean una corriente generalizada en
la mayoría de las universidades, como tampoco se
puede afirmar que éstos sean homogéneos en todo
el mundo. De hecho, estudiosos del tema están
de acuerdo en que las aproximaciones hacia la
sustentabilidad difieren entre instituciones, países,
políticas y declaraciones. Sin embargo, la tendencia
general es que cada año más universidades se
involucren en esfuerzos de sustentabilidad.
El cuidado ambiental como parte del reto de la
sustentabilidad
Las preocupaciones por el medio ambiente forman
parte del reto de la sustentabilidad. El sector de la
educación superior ha sido muy activo en promover
iniciativas de cuidado ambiental. El cuidado
ambiental implica la puesta en marcha de prácticas
para disminuir los impactos ambientales generados
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por las operaciones normales de las instituciones. De
esta forma, los programas de protección ambiental
pueden crear mejoras ambientales en el campus
universitario.
Una gran variedad de iniciativas ambientales
se han implementado en universidades, y éstas
comprenden un amplio espectro de actividades tales
como eficiencia en el consumo de energía, ahorro
de agua, manejo de residuos y reciclaje, compras
verdes, sistemas de transporte verde, minimización
de residuos peligrosos, paisaje, entre otras.
Estas iniciativas en ocasiones enfrentan
problemas ocasionados por diferentes variables
que entran en juego pero que resultan difíciles de
detectar debido a que el manejo de una universidad
es complejo y centrado en sistemas (tecnología
y procesos) que han evolucionado a lo largo del
tiempo. A pesar de esta complejidad, la manera
usual de enfrentar los problemas en el campus es a
través de una perspectiva puntual y muy localizada
que ataca solamente las consecuencias inmediatas
en lugar de las causas que originaron el problema.
Entonces, cuando se aplica una perspectiva puntual
y muy localizada para resolver un problema que se
ha desarrollado por años con consecuencias en un
área mayor, la solución pretendida tendrá un alcance
limitado temporal y espacialmente. Además de la
variable espacial y temporal, por puntual y local se
entiende también una perspectiva que considera un
limitado número de variables del total involucrado en
un problema dado.
La perspectiva puntual y muy localizada es
llamada “pensamiento reduccionista” que es lo
opuesto al pensamiento sistémico. Bajo la perspectiva
del pensamiento sistémico la organización es vista
como un patrón holístico de partes interconectadas
porque su carácter individual depende del todo
(Mintzberg, 1995). En otras palabras y para el caso
que nos ocupa en este artículo, el pensamiento
reduccionista enfatiza el análisis de las partes de un
problema ambiental en oposición a una perspectiva
sistémica de la sustentabilidad (Shriberg, 2002).
Por lo tanto, cuando se quiere hacer un cambio
hacia “operaciones verdes” del campus universitario,
el pensamiento reduccionista promovido por las
universidades, nubla la posibilidad para detectar las
relaciones entre las partes involucradas para resolver
el problema.
Podemos concluir entonces que para afrontar
nuestra responsabilidad como universitarios
ante el reto del desarrollo sustentable, debemos
iniciar acciones en diferentes ámbitos (docencia,
investigación, vinculación, operaciones)
considerando a la institución como un gran
sistema cuyas partes están actuando de manera
interdependiente. De esta manera se podrán
anticipar potenciales problemas y ser resueltos antes
de que se pongan en peligro el esfuerzo, tiempo
y recursos invertidos en las iniciativas hacia la
sustentabilidad que se traten de promover.
Bibliografía
Fiskel, J. (1997). The motivating forces. En: J.Fiskel (Ed.),
Design for environment: creating
eco-efficient products and processes
(pp. 15-22). Mexico City: McGraw-Hill.
Mintzberg, H., Quinn, J. B., & Voyer, J. (1995). The strategy
process. Englewood Cliffs, New Jersey: Prentice Hall.
Shriberg, M. (2002). Sustainability in U.S. higher
education: organizational factors influencing campus
environmental performance and leadership. The
University of Michigan.
UN (United Nations) (2000). The World Conferences.
Briefing papers homepage [On-line]. Available: http://
www.un.org/geninfo/bp/worconf.html
Unesco (1997). Educating for a sustainable future: A
transdisciplinary vision for concerted action. In S. a.
C. O. United Nations Educational (Ed.), Environment
and Society: Education and Public Awareness for
Sustainability.
Carolina Armijo de Vega y Mónica Álvarez Tovilla
Facultad de Ingeniería, UABC, Ensenada.
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