LOS GITANOS Y OTRAS COSAS A mí me lo dijo Lolo, el de Candelas, viene todos los días a despertarme. - “Elín, avánzate, yo ya me avante, ¡si ves qué perones!”. Pobre tía Frusa, no le dejamos ni una pera. Bueno, las de las copas. No llegamos ni desde la tapia. - “Vamos a ver los gitanos”. Así me dijo. Un poco de miedo tenía yo, ya lo creo, aparte del “Saca untos” y “Cordones”, también nos metían miedo con los gitanos. Decían que robaban niños y los vendían por el camino. Y más cosas, todas malas. Los gitanos están bajo la nogalona. Allí tienen el campamento, una lumbre entre varias peñas con un pote todo negro lanzando vapor al aire. Bultos de trapos y alforjas al pie del tronco de la nogal. Varias gitanas afanadas en los cestos, haces de mimbres por el suelo, los hombres alejados con sus burros, a los que peinan con mucho mino las crines, y unos niños de nuestra edad que nos miran en silencio. Sus miradas son aviesas, intrigantes. … La verdad que nos dan miedo, por eso nos acercamos poco a poco, con disimulo, como si íbamos a ver las truchas del río. … Esa fue la primera vez que yo vi a los gitanos. Con los años me acostumbré a verlos. Nos visitan con frecuencia. En los inviernos, no, solo en verano o primavera, no sé por qué, pero es así. En el barrio de abajo Toñines tiene una casa vieja con portaleja. Allí acampan también. A él no le gusta, pero ¿qué hacer? Para ocupar la cuadra que decimos del toro, tienen que pedir permiso al tío Indalecio, solo lo hacen cuando llueve. A mi me gusta que vengan los gitanos. Es una novedad. Como el pueblo es tan aburrido. Como cuando viene la cacharrera. Es una señora de Cistierna. Viene con su borrico, extiende paja en el suelo y allí pone sus cacharros de barro y porcelana, lo hace en la plaza, y lo cambia por lana, por cobre, por metal, también por hierro colado, ni que decir que por dinero mejor, pero ¿quién lo tiene?. Ella conoce a todo el mundo. - “¿Y tu hombre?”, le dice a las mujeres. - “En la mina está”, le dicen ellas. A nosotros nos dice: - “Ve a buscar a tu madre. ¿De quién eres?. Seguro que de fulana”. Luego agrega: - “Te saqué por la pinta”. Yo por más que busco la pinta, no me la encuentro. Pero ella lo dice y acierta. - “Mirar, mirar qué cazuelas de Pereruela. Cinco vendí en Aleje, me las quitan de las manos”. - “Y de los orinales, qué me dices, se puede comer en ellos. Llévate dos, mujer, te hago buen precio”. - “La lana no vale nada. Porque tengo una partida que entregar, si no ya no cogía más”. Por esto dice, mientras pesa en la romana que sujeta brazo en alto, - “Te daré dos cazuelas para las sopas de ajo. Pa una y media da, no da pa más”. - “Anda que vas bien servida”. Engaña con tanta gracia que da gusto. Esto me recuerda a mi abuela Eloína. Le gustaba que la espulgaran, se quedaba dormida. Me decía: - “te daré una peseta por cada liendre”. Nunca vi una liendre, ni nunca me dio la peseta. Ella decía: - “Vale más lo que yo prometo, que lo que dan otros”. Y así me quedaba yo pensando: “¡pues va a ser verdad!” Me quedé los gitanos para atrás, ¡qué le voy a hacer!, son las cosas que se amontonan, pero es que me acuerdo de uno que venía al pueblo a vender hilos, agujas, lazos, puntillas y peines. Peinetas también, claro. Lo mejor lo de los peines, los tenía de hueso y de plástico con colores y todo, de un bonito, era para verlos. Así que llegó una chulina y le dice: - “Quiero un peine, pero el mejor, el más caro”. Le dio el de plástico, y ella de un contento que no veas. Me dijo: - “Era el más barato”. - “¿No me digas? El que me lo dijo le dicen los formalitos. Son dos hermanos. Ahora se dedican a las antigüedades. No es que entiendan de esas cosas, ellos van por los pueblos y compran lo que pillan, si después hacen doblete mejor que mejor. Por sus manos han pasado estatuas de vírgenes y santos, cálices, relojes, de todo lo que te puedas imaginar. Las arcas viejas muy apetecibles, y las mesas, los bargueños, cuando están rotas las reparan las dejan como viejas, que es la gracia. Tienen que tener agujeros de polillas, si no se hacen, se las dispara con un tiro de escopeta, y ya está. Claro que el cartucho hecho con sal; al disolverse deja el agujero. Son muy ladinos, malos no, ¡ni mucho menos! “Para comprar”, me dicen, “tienes que ser muy educado. Lo interesante es que te dejen entrar en las casas para poder ver la mercancía. Si te gusta una cosa y crees que es buena, lo mejor es despreciarla y fijar la atención en otra cosa. Un bargueño tallado y con cajonera, de nogal, lo ves enseguida. Al lado un arca de chopo muy limpito, casi sin uso. Le dices que te interesa, que tienes un encargo, que pida por él. Bueno, que el bargueño a lo mejor también. Claro que tan apolillado poco vale. Te da un precio, por ejemplo tres mil pesetas, y tu ríes y le dices: “pides mucho. No puedo con tanto. Bueno, con bargueño y todo a lo mejor”. La cosa es entrar en el trato. Terminas dando mil más. Ella terminará creyendo que te ha liado. El bargueño adecentado, puede valer veinte mil. Disfrutan contándolo, claro que yo más. ¡Lo que se aprende de estas gentes!. A Salva lo conocí de casualidad. Va de compañero con Andrés. Salva empezó con lo del lote, ahora es anticuario. Un año pasó en la cárcel por el cambiazo de una Virgen. El cura les denunció. La verdad que el no era el culpable, pero lo pagó sin decir mus. Eso le honra. La Virgen del barroco, de mucho valor, ¡ya lo creo!. Hicieron otra igualita. Se llevaron la buena. ¿Dónde estará ahora?. Seguro que en Holanda o Bélgica, vete tú a saber. Hablando y hablando me contó lo de Santa Olaja. ¡El muy mamón! Él fue el que timó a la abuela, y a Pipio. Fue con el lote. Vendían telas amañadas, con mucho preste. ¡Lo que es el no entender!. El sastre de Aleje, apenas la tocó, dijo: “De aquí no sale nada, y menos un traje. Una falda, si me apuras, un vestido, pero apenas se lave, se acabó”. Venga, va, que cuento lo de los gitanos. Los que vienen por el pueblo con mas frecuencia son una familia. De todos, todos, no me acuerdo. A la abuela la decían “Maderones”. Una bruja, vieja, arrugada, desdentada, los ojos como los de los lagartos, y al hablar, salivaba las palabras, le salían sucias, gritonas. Me creo que la temían todos. “¡Ja!, mira la vieja cómo se pone”. Pero hacían lo que ella mandaba. La llevan en el burrico, espatarrada, panza abajo, sobre un colchón con mucha mierda, la verdad. La bisabuela Josefa le dijo un día, en plan de chufla: - “¿Cuántos años tienes, Maderones? Ella la miro un buen rato. Luego escupió y le contesta: - “Uno, no ves que no he mudao”, mientras le enseñaba la boca toda desdentada. El gitano mayor se llama Lisardo. Luego Lalo, Perico. Periquín, la Macona, la Tani y el Valdao. Eran más, seguro, ¡qué le vas a hacer!, así de pronto como que no me salen. Jesús Lisardo, ¡que facha de hombre! Más bien bajo y fornido, todo pelos, la barba se le junta con los del pecho, le salen por la camisa que lleva atada con un nudo en la cintura. Y los ojos, negros, grandotes, como los de los búhos, miran sin dirección, para todos los sitios a la vez, y sin pestañear. ¿Reírse?, ni una vez. La voz suena a lata. Muchas veces restralla. ¡Cómo será que los burros hacen las instrucción, como los soldados, igualito, cuando dice “soooo”, o, “arreee”. Riñe mucho con Maderones. Le dice: - Mira la vieja, cómo se pone. Me voy a cagar en tus muertos, bruja vieja. Las gitanas le dicen: - “Deja a la abuela, que se nos berrincha, y la da el ataque. Lalo, Perico, y Periquín, gitanos, sin más. El Valdao ya es otra cosa. Como la abuela, pero en pequeño, todo torcido. Anda a rastras, con los pies perdidos. La cabeza le va para un lado y el cuerpo para otro, pero de un rápido anda, como un lagarto, y siempre farfullando cosas de gitanos. No hay quién le entienda. ¡Coge unos cabreos! … A la abuela le saca la lengua, con unos ojos desafiantes, mientras ella le maldice. La Macona es una gitanota, con mucho de todo. Las tetas como calderos, el culo grande, los ojos grandes, el pelo enmarañado le cae sobre la cara al agacharse, pone la mano en la cadera con mucha gracia, te mira de frente, como para hacerte un retrato. ¿Y la Tani,? Una gitanilla que promete; enjuta de carnes, calza unos zapatos rojos que no llena. Luce subida sobre ellos. y anda con mucha gracia, moviendo el cuerpo en balanceos ostentosos. Es guapa de cara, los ojos dos brasas, la boca perfecta deja ver unos dientes blanquísimos, el pelo lo lleva suelto, le cae sobre los hombros, y cuando mueve la cabeza, va y viene caprichoso. - “Dame un real, payo, y te canto, te bailo”. Periquín la acompaña con las palmas. Los rapaces la seguimos por el pueblo cuando salen a pedir, si no real no hay baile, ella es muy suya. Canta y baila eso de las cuevas, haber si me acuerdo: “De las cuevas que hay en Grana, ha venido de tierra lejana, una niña princesa real, una niña princesa gitana, Tani la llaman de nombre, es más bonita que un sol, no camela corona real, que camela gitano español, ¡ay! Tani que mi Tani que mi Tani ¡ay! Tani que mi Tani que mi to…manda Undiver. con palabras que se funden los metales”. … La Tani cuando baila se trasforma. Mueve los brazos con mucha gracia, y sus caderas, y los hombros, y los gestos de la cara, y el brillo de sus ojos. Cuando dobla la cintura el pelo se desparrama, como una cascada de fuego. La Tani a mí me gusta, aunque no es muy lavada. Una primavera volvieron los gitanos. Acamparon en la cuadra de Gertrudis, junto la casa de Pedro, en la calle alante. Cuando ví a la Tania no podía creerlo, no era la misma; estaba gorda, como las mujeres que se engordan por un tiempo, solo en la barriga. Lo que se dice preñada, preñadísima, ¡ya lo creo!. Luego ocurrió lo que tenia que pasar. Cuando llegó la hora, todos los gitanos revueltos. Maderones chillaba como una perra. Ni que decir el Valdao. ¡Que alaridos, Dios!. Todos pensamos en una pelea a muerte. Cuando los mayores preguntaron: - ¿Qué pasa?”. La Macona que nada. - Va a parir la Tani, ¿qué va a pasar?. ¡Mira los payos! . - ¡Virgen de los Reñones!, decía la Tani. Lo decía una y otra vez entre alaridos. Las mozas más decididas fueron a ver lo que pasaba. Allí Araceli, Aurelia, Julia, y así unas cuantas. Pipio es aprendiz de mozo, con sus carnes escasas y ademanes sueltos, está presto a la ayuda. Tiene experiencia. Ha visto parir a muchas vacas, y a las ovejas. Quiere ayudar pero las mozas le rechazan, la Macona también. -¡Virgen de los Reñones!, llora la Tani, entre alaridos. - Cuando la metía, ahora no, dice la Macona. La cuadra no es sitio para parir. A mi casa no, me mata mi madre. ¿A dónde llevarla?. En la hornera de la abuela Eloína, al olor del pan, entre artesas. Mientras Pipio va y viene, a buscar a tía Bárbara, por ropas, por sábanas. … ¡Cuántas cosas precisan!. El agua ya está caliente en el balde. El parto avanza, ya llora el crío. … La tía Bárbara con manos expertas, ata el ombligo con cuerda de hacer morcillas, como ha hecho siempre con los niños de Santa Olaja, no importa que sea gitano, un ombligo redondo, y en su sitio. ¿Se brindó? Pues claro, ¡cómo no!, y la Tani tuvo caldo de gallina, y vino de quina Santa Catalina, ¡ya lo creo! En el bautizo Pipio fue padrino, por méritos propios, si señor. Aurelia la madrina. Testigos los gitanos, así fue. Los gitanos tiene que tener nombre de gitanos, piensa Pipio. Cuando Don Cándido le pregunta: -¿Cómo se va llamar?. El dice: - Gerineldo, El cura le mira irritado, con la concha suspendida en el aire. - Gerineldo, Gerineldo. ¿De dónde sacas ese nombre? Todos se quedan en silencio. - Se llamará Felipe Cruz. Así ha de ser. -Felipe Cruz,¿vis baptizari? -Volo, repite Pipio, asustado. Felipe Cruz Heredia y algo más. Rezara así en los libros de registros? Es cosa de investigar, digo yo. Ni confites, ni caramelos de menta, ni de tofe. ¡Fíjate! , garbanzos fueron, que así que nos dimos cuenta pensamos: “Otra de Pipio”. … Pipio es mucho Pipio. No sé por qué, esto me recuerda la Navidad León 24 de Diciembre del 2005