Los límites de la gobernanza Abstract La ponencia parte de las teorías de la gobernanza para plantear los posibles límites que se derivan de dos de los elementos a los que se enfrentan: la complejidad y los intereses. Las teorías de la gobernanza plantean un modelo de intervención de la ciudadanía en la gestión pública que supone cambios en distintos aspectos: en el papel de los gobiernos como posibilitadores de la intervención pública, en las relaciones sociales entre los decisores y los ciudadanos, en relación con la posesión del conocimiento, o en el modelo general de gestión pública. Por contra, estos potenciales cambios chocan frontalmente con las dinámicas habituales en los procesos de toma de decisiones en los dos aspectos mencionados en la parte inicial del resumen (complejidad e intereses) que, a la poste, limitan o dificultan, en gran medida, su plena aplicación. En conclusión, si bien la teoría de la gobernanza tiene un sustento lógico consolidado, presenta dificultades prácticas que la condenan a quedar relegada a espacios de poca complejidad y de pocos intereses enfrentados. Mientras, en aquellos contextos complejos y que presentan disparidades de intereses (o intereses muy fuertes por parte de grupos que tienen capacidad de presión), los procesos de gobernanza no tienen cabida. Keywords Gobernanza, gestión pública, complejidad, intereses Las teorías de la gobernanza El concepto de gobernanza hace referencia a una filosofía política que supone, por un lado, una reducción de la distancia que separa a la ciudadanía del sistema político en los procesos de toma de decisiones (Navarro, 2008) y, por el otro, la asunción de la práctica discursiva como forma de generar consensos entre diferentes grupos sociales con posiciones divergentes, para poder, así, mejorar la legitimidad de las decisiones finales. Una posible definición de gobernanza sería, en palabras de Calame y Talmant, “la capacidad que tienen las sociedades humanas de dotarse de sistemas de representación, instituciones, procesos y órganos sociales para administrarse a sí mismas mediante una acción voluntaria” (Calame y Talmant, 1997); aunque com el importante aporte de Rhodes, en tanto que la forma de funcionar de la gobernanza actual no debe caracterizarse por la jerarquización de los individuos presentes en los procesos de toma de decisiones, sinó la presencia de actores corporativos autónomos y redes entre organizaciones (Rhodes, 1997). El punto de partida sobre el que se basa la gobernanza es la transformación de la gestión pública a partir de incidir en la mejora de la legitimidad de las decisiones, incorporando diferentes actores a los procesos de toma de decisiones, de manera que el resultado final del proceso sea fruto de un proceso de negociación discursivo e inclusivo. De toca manera, la apuesta por la gobernanza no incide solamente en la legitimidad. Blanco y Gomà (Blanco y Gomà, 2002), plantean una série de déficits en el modelo democrático que necesitan, para ser subsanados, de la aplicación de modelos de gestión innovadores. A saber, las crecientes dificultades del conocimiento, la complejidad de los valores, los intereses y las preferencias que inciden en las decisiones, el caracter insostenible del sistema jerárquico de toma de decisiones y, finalmente, la creciente interdependéncia de los problemas y los actores políticos. La gobernanza, según los mismos autores, debe superar estas dificultades a partir de reconocer la propia complejidad como un valor propio del proceso político, así como de plantear un sistema de gobierno plural que incluya la participación de diversos actores y, también, de proponer una nueva distribución de los poderes públicos en los procesos de gobierno a partir de la adopción de nuevos roles por parte de los agentes implicados, incluyendo a los políticos, en primer lugar, y promoviendo la utilización de nuevos instrumentos. Así pues, podemos resumir el sentido de la gobernanza en tres proposiciones que constituyen su núcleo central: - implica el reconocimiento, la aceptación y la integración de la complejidad como un elemento intrínseco al proceso político - Implica un sistema de gobierno que toma las decisiones que le corresponden mediante la participación de diversos actores en redes plurales. - Conlleva una nueva posición de los poderes públicos en los procesos de gobierno, la adopción de nuevos roles y la utilización de nuevos instrumentos de gobierno. En el mismo sentido, Brugué y Gallego (Brugué y Gallego, 2001) conciben la gobernanza como una forma de democratizar la administración pública, para, así, mejorar la calidad de la democrácia. En este sentido, plantean que no sirve sólo para mejorar la legitimidad se las decisiones públicas, sino que, en tanto que elementos correlacionados y en retroalimentación constante, la gobernanza ejerce un importante papel en la mejora de la eficiencia, a partir de la inclusión de actores con intereses contrapuestos en la toma de decisiones, haciéndolos partícipes de la decisión final, así como de la información necesaria para la negociación del consenso, mejorando, no sólo la decisión final negociada, sinó también la información disponible acerca de la misma. Cabe añadir que la negociación inclusiva ayuda a eliminar las resistencias habituales en la toma de decisiones que, finalmente, generan ineficiencias en la gestión pública. El tiempo que se inverte en la negociación, mantienen, se ahorra en la justificación de la decisión. Otros autores defienden que la gobernanza tiene, también, una función educativa, en tanto que incide sobre la satisfacción de la voluntad de una parte de la ciudadania de implicarse políticamente mediante un proceso más relevante y propio de la modernidad reflexiva que no el que plantea la democracia representativa (Subirats, 2002), así como en facilitar a la ciudadania la comprensión de la complejidad que se deriva de la gestión pública y la visibilización de la negociación como un proceso útil para la resolución de problemas y como base de consenso y legitimación, superando la confrontación política. La gobernanza, pues, dispone de una notable serie de virtudes o ventajas ante las formas de gestión tradicionales, lo que lleva a Navarro (Navarro, 2008) a plantear que ésta ejerce el papel de un puente que une los dos lados del “río de la democracia” , las clases políticas y la ciudadania, y que permite el intercambio de información entre ellas, mejorándose, así, el conocimiento y la comprensión mútua. La aplicación de la gobernanza y la creación del mencionado puente implican cambions en la gestión en diversos sentidos: - implica cambios en las decisiones, no tanto en referencia a su contenido final, sino en relación a la forma seguida para alcanzarla, con un mayor grado de legitimidad y con una mayor potencialidad en relación a su eficiencia. - Implica cambios en las instituciones, en tanto que la forma de trabajar dentro de la administración forzosamente debe cambiar, ya que debe ser más transparente y flexible - Implica cambios en los procesos, ya que la forma de negociar las decisiones cambia completamente en el paso de la tecnocracia a la gobernanza. - Implica cambios en el poder, ya que, en definitiva, la gobernanza supone una diferente relación con el poder, en tanto que los políticos comparten la decisión final con la ciudadanía. - Finalmente, implica cambios en la ciudadanía, en relación con la función educadora de la gobernanza y la toma de conciencia de la complejidad y la importancia de la cogestión del lo público. Gobernanza, complejidad e intereses En un modelo de democracia tradicional, las instituciones públicas tienen el control de la capacidad de sanción y la aplican en un sentido más limitador que posibilista. Es decir, las instituciones disponen de un marco legal y relacional en que se especifican cuáles son las posibilidades de incidir por parte de la ciudadanía en las decisiones públicas: procesos electorales y relaciones interpersonales, a partir de la existencia de un sistema de lobbys o de ciudadanía organizada. Etzoni-Halevy (Etzoni-Halevy, 1993) plantea que en las democracias conflictivas tiene lugar una doble competencia, una horizontal que genera competencia entre los cargos electos y la oposición, así como entre las instituciones, y una vertical que acontece entre las élites establecidas y las sub-élites, entendiendo estas segundas no como la ciudadanía sino como aquellas personas que ocupan cargos intermedios como pueden ser las asociaciones y los movimientos sociales (y, en menor medida, los lobbys), que, en principio, representan los intereses de la ciudadanía. En el caso catalán, este tipo de relación ha sido, históricamente, muy vinculado al movimiento asociativo, como modelo piramidal de gestión del capital social, teniendo una relación directa el hecho de ocupar cargos de responsabilidad en estas asociaciones y la capacidad de incidir en los espacios de decisión. Tradicionalmente, las asociaciones de vecinos fueron promocionadas por parte de las instituciones como una forma de vincular la actividad política con la ciudadanía, a partir de plantear que éstas eran un interlocutor válido con los ciudadanos. La aplicación de modelos de gobernanza incide en este aspecto fomentando el carácter posibilitador de la capacidad de sanción, en detrimento de su capacidad limitadora. La aplicación de nuevos modelos de toma de decisiones que salen del patrón de los procesos electorales y la pertenencia a determinados movimientos sociales provocan que los espacios de incidencia en los modelos de gestión cambien y se democraticen. Si añadimos que estas asociaciones intermedias o movimientos sociales (sub-élites) no tienen la representatividad que anteriormente tenían, se hace más necesario aún que se plantee una reestructuración de los canales de comunicación vertical entre las instituciones y los individuos, así como de la posibilitación de la interacción de estos elementos mediante procesos innovadores o diferentes de los tradicionales. La gobernanza, pues, supone el planteamiento de nuevas formas de toma de decisiones que superan el marco legal establecido, con un efecto directo sobre cuatro de las cinco implicaciones que planteaba Navarro (Navarro, 2008) anteriormente. En primer lugar, la aplicación de la gobernanza en relación con la capacidad de sanción de las instituciones supone que estas deban encontrar los espacios o los canales adecuados para desarrollarla, de manera que se posibilite la gobernanza. En segundo lugar, supone que los procesos de toma de decisiones sean integradores y, por tanto, posibiliten la participación de la ciudadanía, y no sean procesos exclusivos para aquellos que ya tenían su canal democráticos de intervención operativo tradicionales. Seguidamente, en debe los modelos replantearse la relación de poder, permitiendo el conocido empoderamiento de los ciudadanos, es decir, posibilitarles para decidir. Finalmente, supone la apertura a la ciudadanía de la capacidad de decidir y educarla en la forma de decidir, posibilitando la continuidad de este marco de decisión. En relación con otro elemento básico para la acción social, el conocimiento, la aplicación de medidas de gobernanza también supone un cambio importante en cuanto a la definición teórica del proceso de gestión pública. En los modelos de democracia tradicional, la gestión y el uso del conocimiento corresponde a las instituciones públicas, quienes emplean la información y el conocimiento desde una perspectiva tecnocrática, tanto para satisfacer las necesidades que se derivan de la gestión, en tanto que no se tenga conocimiento suficiente para abordarla, como para legitimar una decisión, aportando la información adicional necesaria para justificarla. El conocimiento, pues, es una herramienta al servicio del poder que se encarga de gestionarlo y promocionar aquellos aspectos que se consideren más adecuados para alcanzar sus propios objetivos. Con la aplicación de medidas de gobernanza, se plantea una democratización del conocimiento como base para el posterior proceso compartido de toma de decisiones. La base para compartir la capacidad de gestión es el compartir, también, aquellos conocimientos necesarios para desarrollarla. Por tanto, si bien el conocimiento sigue teniendo un carácter orientador de la toma de decisiones, gana en visibilidad y forma parte, de manera indispensable, del proceso educativo que supone la gobernanza. Por otro lado, del mismo modo que anteriormente se referenciaba la dependencia de la capacidad de sanción respecto de la voluntad política, en relación con el conocimiento y su gestión se puede establecer una relación similar y, incluso, ir más allá. En primer lugar, es necesario plantear que la forma de elegir el conocimiento necesario para ser democratizado también depende de la voluntad política, en tanto que el liderazgo en los procesos de gobernanza corresponde a las instituciones. Si bien el conocimiento en los modelos de gestión tradicionales jugaba el papel de legitimador de las decisiones, en el caso de la gobernanza este papel se transforma en el de orientador de las decisiones. En este caso, también hay que contar con los derechos socialmente adquiridos por tradición por parte de las sub-élites que planteaba Etzoni-Halevy como interlocutores de la ciudadanía, así como el hábito de las instituciones de recurrir a estas entidades o movimientos sociales para plantear la comunicación o el intercambio de información. Una de las dificultades con que se encuentra la aplicación de medidas de gobernanza pasa por la superación de esta relación tradicional por dos motivos básicos, por las resistencias al cambio por parte de ambos interlocutores (instituciones y asociaciones o movimientos sociales) y por las dificultades para plantear formas alternativas de interrelación vertical. Otro elemento que se apoya sobre la gestión del conocimiento y que, sin duda limita la idea de la gobernanza en ámbitos complejos, guarda relación con la dificultad de explicación y de comprensión de diversos temas o campos sobre los que hay que decidir. No todos los actores que participan en un proceso de gobernanza están igual de preparados para entender la información necesaria para comprender ciertos ámbitos complejos, lo que reduce su legitimación teórica para la participación. Este es un elemento que puede ser percibido tanto por los gestores de la res pública como por los encargados de producir el conocimiento e incide, negativamente, en la intervención de determinados grupos sociales en los procesos de decisión. La interrelación de estos aspectos en relación con los modelos tradicionales de gestión pública implica un cambio en el papel del individuo. Si bien en los modelos de gestión tradicionales, el papel de los individuos es asimilacionista respecto de las decisiones institucionales, en tanto que deben asumir que la decisión es la mejor de las posibles (eficiencia) y es tomada atendiendo a las necesidades reales de los ciudadanos (legitimidad), con lo que la única opción disponible, pues, es aceptar la decisión tomada o oponerse a ella. En el caso de la aplicación de modelos de gobernanza, el papel de los individuos debería ser propositivista, en tanto que pueden colaborar en el proceso de creación de las decisiones públicas (lo que, a partir de lo comentado anteriormente, incide sobre la eficiencia y la legitimidad de las decisiones). De esta manera, los dos elementos comentados anteriormente, se añade la posibilidad de "participar" como una prevención a la “protesta”. Sin embargo, los aspectos que se han comentado alertando de los peligros o dificultades que esconden estos elementos positivos, pueden generar que la propositividad de la gobernanza se convierta en un falso teatro en el que ni se decide ni se legitima la gestión pública, y que esta "participación" simplemente sea una aceptación de los intereses dominantes, tanto políticos como relacionados con la forma de gestionar dominante. Este la "falso complejidad teatro", si mediante no se el pueden conocimiento superar las tradicionales interrelaciones entre las instituciones y el tejido asociativo o los movimientos sociales, corre el peligro de contar con los mismos actores de los procesos tradicionales de decisión, y generar una situación en que, realmente, lo único que haya cambiado sea el nombre de la obra ("capacidad de influencia" por "gobernanza") y el escenario ("reuniones más o menos formales" por "procesos de participación ciudadana") En este segundo caso, la gobernanza no aportaría nada ni en el sentido de mejorar la gestión pública, ni en el sentido de cambiar la forma de entender la acción social en la relación entre los individuos y las instituciones. Pero no por motivos teóricos respecto de la concepción de la idea de la gobernanza, sino por la forma como se ha convertido en su aplicación práctica y cómo han interaccionado los diferentes elementos o actores que toman parte. Con la intención de resumir las ideas sugeridas en este punto, se presenta el siguiente cuadro-resumen Aspectos en que la gobernanza Aspectos en que la gobernanza no ejerce un efecto positivo ejerce un efecto positivo - La aplicación de medidas de - Esta transformación de la gobernanza permite transformar capacidad de sanción depende la capacidad de sanción de las exclusivamente de la voluntad instituciones públicas para que política de que así sea. sean menos limitadoras y, por tanto, más posibilitadoras de la acción social - Las resistencias por parte de las instituciones y las asociaciones y movimientos sociales para - Plantea, también, la superación de las relaciones tradicionales que superar el modelo tradicional de gestión e interrelación. se dan entre las el satélites y las sub-el satélites a partir de la búsqueda métodos de vinculación de la ciudadanía en los procesos de gestión. - Plantea la democratización del - El conocimiento cambia de conocimiento como base para la papel, de legitimador de las correcta ejecución de los procesos decisiones orientador de las de toma de decisiones decisiones. - El conocimiento está sujeto a la capacidad de comprensión del mismo, por lo que legitima o deslegitima a los actores en función de si disponen de esta capacidad para entenderlo no. - Supone el paso de un modelo - Corre el peligro de convertirse asimilacionista de la gestión en un "falso teatro" en que los pública en que los individuos se individuos, que los actores son los posicionan a favor o en contra a "mismos de siempre", y se un modelo propositivista en que dedican a aceptar y legitimar los los individuos pueden "participar" intereses políticos o relacionados con el conocimiento dominante. ¿Que espacio queda para la gobernanza? A raíz del que se acaba de comentar, se puede plantear que pueda haber diferentes niveles en la aplicación de modelos de gobernanza a partir de dos elementos básicos: la voluntad política de crear las condiciones para que ésta pueda tener lugar y la complejidad, entendida como dificultad de comprensión del conocimiento a emplear para gestionar correctamente los procesos de toma de decisiones. La voluntad política se configura a partir de los intereses que los gestores tengan en torno al ámbito que se esté trabajando. Si hay que decidir en torno a un ámbito irrelevante, la gobernanza se puede desarrollar con todo su potencial para que los resultados sólo pueden ser positivos para los gestores. Por el contrario, si hay que decidir en torno a un ámbito en que hay depositados muchos intereses por parte de aquellos grupos que dan apoyo a los gestores, dejar la decisión en manos de ciudadanos despolitizados podría no resultar rentable, o incluso peligroso, desde un punto de vista político. Por otro lado, la incidencia de la complejidad del conocimiento hace que aquellos procesos que sólo puedan ser entendidos a partir de una determinada formación previa sean apartados del modelo de la gobernanza y manteniendo el proceso de decisión bajo el modelo tecnocrático. La interrelación de estos dos elementos puede acabar condenando a las políticas de gobernanza a ocupar un espacio más bien irrelevante en la gestión pública, a partir de entender que la correlación que siguen los intereses y la complejidad en relación con la gobernanza es inversamente proporcional: además intereses en juego, menos aplicación de medidas de gobernanza, y además complejidad en relación con el conocimiento, menos gobernanza. Figura 1: El espacio de la gobernanza en la interrelación entre los intereses y la complejidad. Fuente: creación propia Bibliografia Blanco, I. y Gomà, R. (2002) “Proximidad y Participación: Marco conceptual y presentación de experiencias” en Subirats, J. Gobiernos locales y redes participativas, Barcelona, Ariel, pp.21-43. Brugué, J. y Gallego, R. (2001) “¿Una administración pública democràtica?” en Font, J., Ciudadanos y decisiones públicas, Barcelona, Ariel, pp.43-61. Calame, P. y Talmant, A. (1997) L’etat au coeur, le Meccano de la Gouvernance, París, Desclée de Browyer. Etzoni-Halevy, E. (1993) The Elite Connection: Problems and Potential of Western Democracy, Cambridge, Polito Press. Navarro, C. (2008) “Sobre la naturaleza y rendimientos del “Puente Democrático Participativo””, Inguruak – Revista vasca de sociologia y ciencia política, vol. 45, nº20, pp. 23-43. Rhodes, R.A. (1997) Understanding governance. Policy networks, governance, reflexivity, and accountability. Buckingham, Open University Press. Subirats, J. (2002) Gobiernos locales y redes participativas, Barcelona, Ariel.