EXPANSIÓN DE LA RESPONSABILIDAD SOCIAL EMPRESARIAL Y CORPORACIONES TRANSNACIONALES EUROPEAS. ENTRE LA PLURALIDAD NORMATIVA Y LOS ACUERDOS GLOBALES Margarita Barañano Cid Profesora Titular de la Universidad Complutense Introducción. En los últimos años estamos asistiendo a un aumento del interés por la responsabilidad social corporativa, reflejado, entre otros muchos aspectos, en la proliferación de declaraciones, debates, congresos o encuentros sobre la materia, así como en la multiplicación de iniciativas y de actividades al respecto, llevadas adelante por muy diferentes instituciones y actores sociales. Es verdad que, como ya señalaba el Libro Verde de la Comisión de las Comunidades Europeas, Fomentar un marco europeo para la responsabilidad social de las empresas, su protagonismo es mayor en el caso de las grandes empresas. Y ello es así además en un doble sentido, tal y como corraboró la investigación europea en la que se apoya este trabajo 1. En primer lugar, son las empresas más grandes las que con más frecuencia han puesto en práctica programas 1 Se trata de la investigación titulada Régulation sociale des entreprises transnacionales européennes (ESTER), realizada por nueve universidades de siete países europeos dentro del VI Programa Marco de la Comisión Europea para la investigación y el Desarrollo, y en la que participé como responsable del equipo de la Universidad Complutense. Dicha investigación fue llevada a cabo entre junio de 2004 y junio de 2007, bajo la dirección de la profesora Daugareilh. El trabajo de campo, basado en una metodología de escenarios e investigación cualitativa, se apoyó en tres oleadas de entrevistas en profundidad. La primera, realizada a finales del último trimestre de 2004 y durante los dos primeros de 2006?, se centró en cuatro empresas transnacionales con sede principal en cada uno de los siete países participantes, entrevistando tanto a los representantes de la compañía en esta materia como a otros stakehorlders vinculados a cada una de ellas, tanto miembros de organizaciones no gubernamentales, como de sindicatos, grupos de proveedores, accionistas, consultores, o consumidores. En total, se realizaron x entrevistas. La segunda oleada, de menor entidad, se abordó en el segundo semestre de 2006?, consistiendo en la realización de nuevos encuentros con dos de las empresas transnacionales entrevistadas con anterioridad. Pese a la brevedad del tiempo transcurrido, esta segunda fase permitió constatar ciertos desplazamientos en la concepción de la responsabilidad, que serán referidos en el apartado de este trabajo dedicado al concepto de responsabilidad social empresarial. Por último, la última oleada se realizó a finales del 2006 y durante los primeros meses del 2007. Los entrevistados fueron en esta ocasión algunos de los actores estratégicos de la responsabilidad en cada país, incluyendo desde reputados representantes de las organizaciones empresariales, no gubernamentales, o sindicales, hasta políticos encargados del tema, expertos, o miembros de algunas de agencias de verificación más conocidas. Se llevaron a cabo un total de x entrevistas, cuyas principales conclusiones se incluyen en el análisis sociológico aquí recogido. Este análisis se apoya también en algunas de las aportaciones de los economistas participantes en el proyecto ESTER, de naturaleza teórica y empírica, basadas en el examen de las entrevistas en profundidad, la realización de una encuesta por correo a todas las transnacionales europeas de al menos mil empleados, y el estudio de las páginas web y de los informes publicados por las empresas, utilizando una muestra integrada por 533 de estas firmas. 1 de responsabilidad social. En segundo lugar, todo apunta a que, cuanto mayor es la compañía, más amplia es también la política de responsabilidad social. Ahora bien, muchas otras instituciones, tanto públicas como privadas, incluyendo los gobiernos, los parlamentos, las administraciones públicas o distintas organiizaciones internacionales, han coadyuvado a este reciente protagonismo de la responsabilidad social, bien sea de forma directa, incorporando iniciativas en esta materia 2, o bien participando en el diseño, la aplicación o la verificación de la desarrollada por otras entidades. El propio lanzamiento del documento de la Comisión Europea3 citado señala, en buena medida, la entrada en la etapa de entronización de la responsabilidad en que ahora nos encontramos. El despliegue de la responsabilidad social corporativa de las grandes transnacionales presenta ciertos denominadores comunes, de una parte, y singularidades muy importantes, de otra, según los países y empresas concretas concernidas. La propia amplitud e imprecisión de sus contenidos, así como la diversidad de sus instrumentos, y el debate en torno a su definición, alimentan estas diferencias. En último extremo, su expansión se produce en un marco de complejidad creciente de la vida social, que acompaña a la globalización y sus consecuencias. En las páginas que siguen se comienza presentando este contexto de cambios, en el que emergen nuevos riesgos y oportunidades de naturaleza multiescalar, esto es, impulsados por la dimensión global, pero en los que intervienen también dinámicas y procesos referidos a otras escalas espaciales, tanto del ámbito local o regional como nacional o transnacional. En esta primera parte se aborda también la genealogía de la responsabilidad social empresarial, así como su creciente relevancia en la imagen y reputación de las empresas que la promueven. En la segunda parte se presenta el pluralismo y la diversidad que caracterizan hoy tanto al concepto como a los contenidos de la responsabilidad social 2 Esta incorporación de distintos instrumentos de responsabilidad social por distintas entidades, no necesariamente empresariales, es cada vez más frecuente, como se ha constatado, por ejemplo, en el caso de España. Así, en el documento titulado Definición y ámbito de la responsabilidad social empresarial, elaborado en las sesiones de trabajo I, II, y III del Foro de Expertos en Responsabilidad Social Empresarial, auspiciado por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales de este país (www.mtas.es/empleo) , se afirmaba lo siguiente “si bien la responsabilidad social corresponde en primer lugar a las empresas, se extiende a todas las organizaciones que aportan un valor añadido a la sociedad, sean públicas o privadas, con ánimo o sin ánimo de lucro”. 3 Es indudable que la publicación del Libro Verde sobre responsabilidad social de la Unión Europea de 2001 supuso un apoyo muy importante a la difusión de esta cuestión en distintos países europeos, al tiempo que constituye uno de los documentos internacionales de ámbito europeo más citado por las grandes transnacionales de este contexto. 2 empresarial. El debate sobre este concepto se articula en torno a tres grandes concepciones del mismo, de acuerdo con las conclusiones extraídas de ESTER, la investigación europea ya citada. Esta cuestión remite, además, a la pluralización de los actores involucrados, directa o indirectamente, en la responsabilidad, examinada en el mismo apartado. También se sintetizan los principales dilemas que rodean hoy al tema, retomados en el apartado final como parte de los retos de futuro. Entremedias, se realiza también un rápido recorrido por los contenidos de la responsabilidad social; los principales instrumentos empleados por las transnacionales europeas; y, en fin, la polémica sobre el seguimiento, aplicación y verificación de las políticas sostenidas en este terreno. I.- Antecedentes y expansión actual de la responsabilidad soial corporativa en un contexto de transnacionalismo y globalización. 1.- Trayectorias de la responsabilidad social empresarial Los orígenes más lejanos de la responsabilidad social se remontan al debate sobre la función social de la empresa, así como, de modo más amplio, a las relaciones entre la economía, la sociedad, la cultura y el derecho. Por lo que hace a su desarrollo más cercano, si algunas empresas transnacionales se refieren a la responsabilidad como algo muy reciente, otras remiten sus antecedentes a determinadas prácticas desarrolladas desde los años cincuenta de la pasada centuria en adelante 4. Así sucede, por ejemplo, con una serie de iniciativas filantrópicas, o relativas al ámbito de la acción social de la empresa. Algunas de ellas forman parte hoy de la responsabilidad social de estas compañías; otras han sido suplantadas por nuevas actividades. Pero, en cualquier caso, muchas están presentes en los discursos sobre la responsabilidad social que 4 Este dato, y los restantes que se recogen a continuación, relativos a la cronología del inicio y la consolidación de la responsabilidad social de las transnacionales europeas, se apoyan muy estrechamente en la información extraída del trabajo de campo de la investigación ESTER. En cualquier caso, la tendencia de algunas empresas a identificar esta panoplia de actividades previas como parte de una suerte de “responsabilidad social empresarial latente”, previa al estado “patente” actual de esta cuestión, dificulta la reconstrucción precisa de su genealogía, muy variable según las diferentes versiones ofrecidas por las empresas entrevistadas. El informe final de la investigación citada apuntaba la posibilidad de que, en algunos casos, esta inclusión de iniciativas anteriores dentro de la responsabilidad social de la compañía respondiera al interés por identificarse como “pioneras” en esta materia, lo que, a su vez, pondría de manifiesto la importancia que hoy se le concede a la misma, y su repercusión en la imagen corporativa. En algunos países, como es el caso, entre otros, de España, se asume que la incorporación de la responsabilidad social empresarial es más reciente. Por otra parte, hay un acuerdo casi unánime respecto de la entrada de la responsabilidad en una nueva etapa desde finales de los noventa, y sobre todo, desde el inicio de este siglo. 3 reconstruyen estas grandes corporaciones. La entrada en los años setenta marca el comienzo de una suerte de segunda fase dentro de los inicios de la responsabilidad social, que, a su vez, madura en los ochenta, con instrumentos como los balances sociales, o el mayor énfasis en las actuaciones relativas al medio ambiente y a las políticas laborales internas. A partir de entonces se entroniza el protagonismo de la responsabilidad social, reseñable ya desde los noventa, y consolidado sobre todo en los primeros años del presente siglo. Protagonismo éste compatible, por otra parte, con la persistencia del estadio de formalización de los instrumentos desplegados en esta materia, así como con una notable vaguedad e indeterminación de su definición y contenidos5. La responsabilidad social pasa, no obstante, a convertirse incluso en un tema de “moda”, muy vinculada a la atención a la imagen, sin dejar de ser por ello una cuestión controvertida. Algunos, los más críticos, encontrarán aquí la razón de su descrédito; otros, más optimistas, y tal vez haciendo de necesidad virtud, pondrán el acento en sus nuevas oportunidades. Por nuestra parte, trataremos de comprender el significado sociológico de su relevancia y de su repercusión en la reputación de las instituciones que la promueven, analizando el contexto de profundos cambios sociales en que se produce su expansión. 2.- Transnacionalismo, globalización y ascenso de la responsabilidad social empresarial. El ascenso de la responsabilidad social tiene lugar en un contexto de reconfiguración a escala transnacional de las relaciones sociales y económicas, y de rearticulación espaciotemporal a escala global. Esta relación privilegiada con el transnacionalismo y los procesos globales ha sido puesta de manifiesto, entre otras fuentes, por diversas declaraciones relativas a la responsabilidad social, auspiciadas por distintos organismos públicos internacionales. Estos documentos se ha hecho eco de los nuevos cambios y desafíos vinculados a la expansión de los procesos transnacionales y globales desde finales de los años setenta de la pasada centuria, y, a su vez, ha incidido de forma importante en el impulso de la responsabilidad social por parte de distintas instituciones, públicas y privadas. Así, es habitual que distintos actores interesados en la responsabilidad, como sucede con buena parte de las grandes empresas transnacionales 5 Esta apreciación se deriva de los informes de los siete países participantes en la investigación ESTER, como se abordará más adelante. 4 europeas, aludan explícitamente a estas declaraciones como inspiradoras de su política en este terreno, o que incluso sean firmantes de sus propuestas6. En otros casos, la investigación ha puesto de manifiesto su impacto en la promoción de la responsabilidad en contextos nacionales donde su recepción era aún muy incipiente, como sucedió, entre otros, en el caso español7. Todo lo cual confluye en evidenciar cómo las dimensiones global y transnacional forman parte destacada de la conformación de los discursos sobre la responsabilidad social en su versión más extendida, que toma cuerpo con el último cambio de siglo. En muchos de estas declaraciones y propuestas se insta a las empresas y a los agentes sociales a comprometerse con una política de responsabilidad, recalcando que ésta debe traspasar las fronteras nacionales, e incluso europeas. Esta recomendación de una aproximación transfronteriza a la responsabilidad, recogida también en otros documentos nacionales8 se sustenta sobre todo en la referencia, muy repetida, al nuevo contexto de “inversiones multinacionales” y a la constitución de “cadenas de producción planetarias”9. Estos textos conceden así una relevante atención a las reconfiguraciones espaciales derivadas de los procesos de cambio socio-económicos y medioambientales en curso, cuya expansión avalaría la conveniencia de crear nuevos compromisos normativos como los que la responsabilidad supone, adecuados a esta nueva espacialidad. La complejidad de ésta última comprendería tanto dinámicas de deslocalización y reestructuración en ámbitos muy distintos como procesos de 6 En muchos casos, además, los temas generales a partir de los cuales diseñan sus acciones de responsabilidad emanan fundamentalmente de los contenidos enmarcados en los compromisos internacionales a los que se han adherido, así como de los clubes o foros a los que pertenecen, relacionados con estas declaraciones. Ello sucede sobre todo con el Pacto Mundial de Naciones Unidas, de 2000. La investigación ESTER puso de manifiesto el hecho de todas las empresas transnacionales estudiadas citan esta declaración. Otros documentos repetidamente aludidos por las empresas transnacionales europeas investigadas en ESTER son los Principios Rectores de las Empresas Multinacionales, adoptado por la OCDE en 1977 y revisado en 2000; Las Convenciones fundamentales de la OIT, entre ellas, la Declaración Tripartida sobre las Empresas Multinacionales y la Política Social, de 1977 y modificada el año 2000; y el Libro Verde de la Comisión de las Comunidades Europeas de 2001, ya citado, y las comunicaciones posteriores sobre el tema de 2002, 2004 y 2006. También se citan el Global Reporting Initiative, de 1997, revisado en 2006; los estándares medioambientales de ISO-; o la Declaración Universal de Derechos Humanos de Naciones Unidas de 2000. 7 Se trata de uno de los aspectos puesto de manifiesto por el estudio realizado en nuestro país dentro de la investigación citada en la nota anterior, desarrollada por sendos equipos de la Universidad de Castilla-La Mancha y de la Complutense de Madrid. 8 Es el caso, entre otros, del reciente Informe de la Comisión de Trabajo y Asuntos Sociales para potenciar y promover la responsabilidad social de las empresas, Boletín Oficial serie D. núm 424, 4 de agosto de 2006. Este texto contextualiza la expansión de la responsabilidad en el marco de la globalización, la sostenibilidad y la gobernanza. 9 Comisión de las Comunidades Europeas, op. cit, página 12. 5 movilidad acelerada de los flujos y actividades, liberados de muchos de los anclajes del pasado. La atención de múltiples organismos internacionales a la responsabilidad social así como la proliferación de declaraciones como las señaladas, remite, en definitiva, al ascenso de los flujos y actividades transnacionales desde los años setenta del pasado siglo10. La empresa multinacional comienza entonces a tener un protagonismo que no dejará de aumentar hasta hoy, abriendo el nuevo tipo de espacio regulativo y de despliegue de los procesos de la vida social más arriba referidos. No es coincidencia que sea en esta misma etapa cuando las grandes compañías comiencen a incorporar determinadas prácticas, vinculadas a los estilos de dirección o a ciertas herramientas consideradas hoy las antecesoras de las políticas de responsabilidad social. La entronización de la globalización a partir de los años noventa supone tanto la consolidación del transnacionalismo como la generalización de la responsabilidad social, cuestiones todas éstas que además no dejan de expandirse aceleradamente desde entonces. El estiramiento de la vida social más allá de las fronteras de los estados nación, la emergencia de la “empresa red”11 y de los fenómenos asociados -como la subcontratación, la externalización o la división espacial del trabajo- o las nuevas posibilidades de la conexión en tiempo real, forman parte de este contexto. Como consecuencia, emerge con fuerza la cuestión de la extraterritorialidad de multitud de procesos, cuyo ámbito regulativo sobrepasa los confines del estado-nación en donde hasta hace pocas décadas tenía lugar su regulación. Como se ha sintetizado, asistimos a una brecha creciente entre la dimensión global o transnacional de muchas de las dinámicas económicas o sociales, y la naturaleza preferentemente estatal o interestatal de buena parte de los marcos jurídicos 12, caracterizándose éstos últimos además por una mutación más lenta que las primeras. En este marco emerge con fuerza la empresa transnacional, desempeñando además un nuevo papel, no sólo como motor de estos cambios sino también como ordenadora y productora de reglas en este espacio global. 10 Véase lo expuesto al respecto, entre otros, en diversos trabajos de Held, D. y McGrew, A., como los publicados en 1999, 2002a, 2002b o 2004. 11 Resulta muy interesante al respecto el extenso análisis de la sociedad y de la empresa red incluido en el texto de Castells de 1997, o los desarrollos posteriores expuestos en sus obras de 2002 y 2006, así como las referencias incluidas en la publicada en 2007. 12 Véase al respecto lo expuesto, entre otros, por Held, D. (2002a, 2004), Moreau, M. A. (2006), Laporta, F. J. (2007) o Baylos, A. (2007). 6 Junto a los organismos internacionales, se convierte así en protagonista de la regulación en estos nuevos ámbitos transnacionales, para lo que cuenta con un importante grado de autonomía. 3.- Nuevos riesgos y detonantes de la incorporación de la responsabilidad social empresarial y su reconfiguración multiescalar. La atención de la responsabilidad social a las cuestiones transnacionales, así como la participación de las grandes corporaciones o instituciones desarrolladas a esta escala en su formulación, no equivale a negar la intervención de otros procesos y agentes, muy diversos, cuya actuación se desenvuelve en otras escalas espaciales. Así, en la configuración de la responsabilidad social actual están confluyendo las propuestas y actuaciones de diferentes localidades o ámbitos regionales o subestatales, sin olvidar la dimensión global, de una parte, o la de los estados nación, de otra. Todas ellas se imbrican, bajo nuevas modalidades, en esta nueva escala transnacional emergente. De la misma manera, en el territorio delimitado por cada una de ellas pueden intervenir procesos que también están presentes en otras de las escalas señaladas. En definitiva, y como ha señalado Sassen13, en lo local puede estar lo global o transnacional, al tiempo que éstos están atravesados por flujos y relaciones que vienen de ámbitos inferiores. Asistimos, en consecuencia, a la reconstrucción multiescalar de la vida social, algo que se percibe también en el caso de la responsabilidad social. La responsabilidad social, por otra parte, no sólo remite al “transnacionalismo por arriba”, así llamado por su vinculación con las instituciones formales de mayor relevancia, como las grandes corporaciones, las principales instituciones internacionales o las entidades supranacionales. Por el contrario, apenas podría haberse extendido del modo en que lo ha hecho sin el concurso de un abigarrado entramado de nuevas y viejas organizaciones y movimientos sociales, desde los sindicatos hasta las organizaciones no gubernamentales o del tercer sector. El impacto de lo que, cogiendo en préstamo el término acuñado por Smith y Guarnizo, podríamos denominar el “transnacionalismo por abajo”14 no sólo ha sido relevante en la historia más reciente de la responsabilidad social, sino que incluso está reforzándose en la actualidad. Ello se constata, entre otros 13 14 Véase sobre todo su texto de 2007. Véase, entre otros, el texto de estos autores de 1998. 7 aspectos, en el protagonismo adquirido por este tipo de entidades no lucrativas en los organismos encargados de la reflexión o regulación del marco general de desarrollo de la responsabilidad social, o bien en la actitud más favorable de un número mayor de grandes compañías a su contribución en algunos casos en este terreno. Esta interpretación de la responsabilidad como producto del juego de fuerzas desplegado no sólo “por arriba”, sino también “por abajo”, se aleja, así, de algunas de las lecturas más comunes, que han tendido a considerarla como un producto casi exclusivo de las grandes corporaciones empresariales. En un sentido amplio, además, es la sociedad civil en su conjunto la que se ve concernida por esta nueva cuestión, más allá de los agentes internos del mundo empresarial o de los que lo circundan. La intervención “desde abajo” de estos agentes tiene lugar sobre todo a partir de finales de los años ochenta, cuando la opinión pública mundial se ve sacudida tanto por las conclusiones de distintos estudios científicos sobre el futuro de la tierra como por las noticias relativas a graves problemas medioambientales, escándalos financieros, casos de corrupción o situaciones de vulneración de los derechos humanos –derivado del uso de trabajo infantil o forzado, etc.-. El ascenso de estos nuevos riesgos, agudizados por su expansión global, pone sobre el tapete la necesidad de controlar los efectos nocivos del desarrollo15. El impacto de muchos de estos riesgos es mayor “abajo”, esto es, en los entornos más desfavorecidos, en donde desembocan a través de la cadena de deslocalizaciones, externacionalizaciones y subcontrataciones que conforma la empresa red. Es aquí donde la vulnerabilidad es mayor, y también donde la presencia de estándares mínimos o de coberturas regulativas resulta más escasa o es inexistente. Otros riesgos, como los medioambientales, aún impactando de modo más intenso o inmediato en los territorios más cercanos, acaban trasladándose por su propia naturaleza, más temprano o más tarde, a escala global. Pero tanto unos como otros han actuado en los últimos años como detonantes de la entronización de la responsabilidad social. Efectivamente, es en este contexto de sensibilización ante el ascenso de los nuevos riesgos globales y sus asimetrías cuando un número creciente de corporaciones transnacionales ponen en marcha sus políticas en esta materia, en parte en respuesta a estos nuevos peligros y a sus propios riesgos corporativos. Estos desencadenantes son, 15 Véase, entre otras, la investigación de García Perdiguero, T. (2003) al respecto. 8 además, muy semejantes en unos países y otros, evidenciando el profundo calado de la mudanza acontecida y su dimensión transnacional y global16. 4.- La responsabilidad social empresarial como representación. La vinculación de la responsabilidad social con el interés de las empresas en conjurar los eventuales riesgos que pudieran dañar su reputación pone de manifiesto, a su vez, la centralidad de la imagen hoy para la competitividad de la empresa, no sólo en sentido negativo sino también positivo. La presión externa procedente de las organizaciones no gubernamentales -sobre todo de las internacionales-, los sindicatos, los movimientos de consumidores, u otros agentes, ha jugado un papel decisivo en esta dirección. Su movimiento “desde abajo”, a la vez de presión y de negociación, sin excluir la denuncia o la confrontación, ha impactado en el interés creciente de las empresas por su imagen. Además, en los últimos años ha sido muy frecuente la alusión a la supuesta rentabilidad económica de las políticas de responsabilidad, manifestada en su impacto en los mercados. Esta consideración ha gozado de una importante aceptación, más allá de su demostración empírica 17. Así, se recomienda, por ejemplo, referirse a la responsabilidad como una inversión y no como un “gasto”, que vendría a añadirse a su rentabilidad social18. En este sentido se llega a hablar de la responsabilidad social como una seña de identidad de las empresas que la adoptan. Se añade a ello también su interés también como posible elemento de diferenciación, lo que resultaría doblemente importante en un contexto de competitividad y de incorporación todavía desigual de la misma en el mundo empresarial. Así, se sugiere, por ejemplo, fundamentar una de las principales señas de identidad de la empresa europea 19 en esta singularidad, esto es, en el plus regulativo representado por la responsabilidad social. Por último, algunas empresas aluden a la inevitabilidad de introducir la responsabilidad 16 Concretamente, estos detonantes resultan muy similares en todos los países examinados en la investigación ESTER. Las variaciones de su impacto parecen relacionarse en todo caso más con el tamaño o el sector de las empresas concernidas. 17 Se trata de un supuesto que aparece reiteradamente en buena parte de los informes nacionales de la investigación ESTER, en los que se alude a su importancia en la valoración de la empresa, y, en consecuencia, en la competitividad y rentabilidad. No obstante, el análisis económico llevado a cabo dentro de esta investigación no ha hallado una constatación de este supuesto. 18 Véase, por ejemplo, entre otros documentos, lo recogido al respecto en el Libro Verde de la Comisión de las Comunidades de 2001, op. cit., página 4. 19 Op. cit., página 4. 9 social hoy, debido a la presión de la competencia, que sitúa en inferioridad de condiciones a las compañías que carecen de esta herramienta20. La relevancia concedida a las representaciones e imágenes de la responsabilidad social evidencia, por último, la importancia creciente del informacionalismo y la reflexividad social, así como el ascenso creciente de la opinión pública y la sensibilización planetarias. Así, en el contexto de compresión espacio-temporal actual, a la vez que se asiste a una re-centralización creciente de la información “por arriba”, en un número determinado de grandes agencias de noticias transnacionales, se produce, de otro lado, una impresionante descentralización de la información “por abajo”, accesible en tiempo real casi desde cualquier parte del planeta, e integrada por noticias procedentes de casi todas las escalas espaciales. La información puede ser almacenada, distribuida y procesada simultáneamente en partes muy distintas del mundo, lo que contribuye a la emergencia de los nuevos movimientos sociales y las nuevas oleadas de activismo globales, así como al peso creciente de las representaciones simbólicas e imaginarias desarrolladas a esta nueva escala. Esto no significa que los procesos o representaciones desarrollados en otras escalas inferiores pierdan relevancia. Por el contrario, el nuevo escenario ofrece nuevas oportunidades para que lo ocurrido en las localidades o en otros espacios subestatales o transnacionales impacten a nivel mundial. Lo que sucede es que muchas de estas representaciones o dinámicas sociales son ahora de naturaleza multiescalar, esto es, se reconstruyen de forma compleja a caballo de múltiples escalas a la vez, impactando casi instantáneamente en poblaciones muy distintas del mundo y en sus prácticas. Es verdad que en este juego de escalas no todos cuentan con las mismas cartas. Pero también es cierto que la circulación cada vez más fluida de estas representaciones dificulta su control “por arriba”, aumentando extraordinariamente la diversidad y complejidad de sus modalidades. A su vez, la incidencia de estas nuevas posibilidades de transmisión de información en las prácticas sociales, y, sobre todo, en los mercados da cuenta de la relevancia de la reflexividad hoy. En este contexto, la responsabilidad social se convierte en un medio eficaz de garantizar la buena reputación, anticipándose a los riesgos e incertidumbres “fabricados” (Giddens: 2000), cada vez más importantes en el mundo actual. En 20 Así lo señalaban, por ejemplo, las corporaciones transnacionales entrevistadas por el equipo de Francia en la investigación ESTER. 10 consecuencia, esta herramienta se incorpora al núcleo medular de la identidad corporativa. Más allá de los riesgos externos, las presiones procedentes del interior de las propias empresas han sido también detonantes importantes para la adopción por parte de aquéllas de políticas de responsabilidad social. Estas presiones han sido ejercidas por diferentes grupos. Así, uno de los sectores que parece haber propugnando con más fuerza su implementación ha sido el de los directivos. También, en algunos casos, los comités de empresa nacionales e internacionales o los sindicatos han coadyuvado en esta dirección. Por último, hay, asimismo, experiencias en las que los propios trabajadores han solicitado a las empresas mayor compromiso con la responsabilidad social21. Determinados procesos de negociación colectiva, en los supuestos de despidos colectivos o de deslocalizaciones, han actuando también como un acicate para la implantación de medidas de responsabilidad social empresarial. II.- Pluralidad de agentes, concepciones y contenidos de la responsabilidad social. 1.- Del monopolio estatal a la pluralización de los agentes de la responsabilidad social empresarial. La expansión de la responsabilidad social se ha producido en un contexto de grandes cambios, riesgos y conflictos nuevos. En la misma dirección, su definición y aplicaciones se han visto rodeadas de controversias en los que han participado una gran cantidad de actores sociales. De aquí su caracterización como una noción difusa y fluida, objeto de muy distintas conceptualizaciones, casi tan numerosas como los actores de que proceden, involucrados, directa o indirectamente, en la responsabilidad social empresarial. Un primer agente central, ya presentado, lo constituyen las grandes empresas transnacionales, que concentran la mayor parte de las iniciativas de los operadores privados en esta materia. Diversas instituciones internacionales, como Naciones Unidas, La OIT, La OCDE, o la Unión Europea, han jugado también un papel estratégico en la definición de la responsabilidad social empresarial y en la delimitación de sus contenidos. Otras entidades subestatales, regionales o locales han 21 Así ha sucedido en algunas empresas transnacionales holandesas, o en otras belgas o británicas, como se puso de manifiesto en el informe de los equipos españoles del proyecto ESTER sobre el concepto de responsabilidad social empresarial. 11 participado, asimismo, en la configuración de determinadas experiencias de responsabilidad, aplicando algunos instrumentos concretos de la misma, o exigiendo o primando su cumplimento en la adjudicación de contratos22. Entremedias, las contribuciones de los estados siguen siendo relevantes, no sólo en el establecimiento del marco general de actuación, sino también impulsando debates e iniciativas de impacto estratégico, o aprobando recomendaciones o códigos de conducta en determinados ámbitos, como el mercado de valores u otros23. El papel jugado por las organizaciones no gubernamentales, nacionales e internacionales, en relación con la responsabilidad social pone de manifiesto, asimismo, la pluralización acontecida en este terreno, en comparación con el abordaje de la cuestión industrial o social de etapas anteriores. Así, el esquema de relación tripartita entre el mundo empresarial, las organizaciones sindicales, y la mediación estatal, cede paso a un escenario mucho más complejo, del que pasan a formar parte un número muy amplio de “stakeholders”. Estas “partes interesadas”24 además, son reconocidas como actores centrales de la responsabilidad social empresarial en muchos de los documentos y declaraciones nacionales e internacionales más influyentes, así como en las memorias, informes o instrumentos de responsabilidad de un número creciente de operadores privados. Dentro de ellas se incluyen no sólo a las organizaciones no gubernamentales o a los sindicatos, sino también a los consumidores o los inversores, los accionistas, los proveedores, las consultoras o las agencias de certificación o evaluación. Además, junto a los que cabría definir como grupos de interés “internos”, bien por formar parte de la empresa o institución de que se trate o por estar directamente relacionados con ella, en la acepción más amplia de este concepto se incluye casi al conjunto de la sociedad. Muchos de aquéllos, además, refuerzan su internacionalización en los últimos años, creando redes de organizaciones europeas y latinoamericanas para trabajar en responsabilidad social, o realizando informes a esta escala sobre productos responsables, como, por ejemplo, se ha constatado entre asociaciones de consumidores 22 La investigación ESTER puso de manifiesto algunos ejemplos en esta dirección en el caso de algunas administraciones locales o autonómicas españolas, y, sobre todo, de Italia. 23 Cabe citar, entre otras actuaciones de incentivación pública de la responsabilidad social empresarial, la creación en Francia de un grupo de trabajo interministerial o de una Secretaría de Estado en el Reino Unido; la puesta en funcionamiento de un Foro de Expertos o Multistakeholders en Italia o España; o, en fin, la aprobación en éste último país por parte de una Comisión parlamentaria del informe ya citado para promover la responsabilidad social, o el documento tripartito al efecto acordado en el marco del diálogo social entre el Gobierno, las organizaciones empresariales y las sindicales, de diciembre de 2007. 24 El término stakeholders ha sido también frecuentemente traducido como “grupos de interés”. 12 en el caso español25. Las organizaciones sindicales, cuyo protagonismo ha estado anclado de modo preferente en los espacios nacionales, a pesar de contar con importantes estructuras internacionales desde tiempo atrás, vienen abordando también su reconfiguración a escala global, a fin de garantizar su presencia en el escenario en el que se plantean hoy algunos de los principales retos del mundo laboral, como el respeto de los derechos humanos o la no discriminación26. 2.- El debate sobre el concepto de la responsabilidad social empresarial: dilemas y cuestiones centrales. Muchos de estos actores sostienen concepciones diferentes sobre la responsabilidad social empresarial, implicándose de una u otra forma en el debate sobre su significado o sus aplicaciones. La pluralidad de actores involucrados en esta materia se ha trasladado así a la propia diversidad de acepciones de esta noción, reflejada también en la multiplicidad de sus contenidos o desarrollos. Cabe, no obstante, articular esta multiplicidad de conceptos de la responsabilidad social empresarial en torno a una serie de dilemas, que dan cuenta de la mayor parte de las posiciones al respecto. El primero es el relativo a la oposición entre su identificación con el cumplimiento de la ley, de una parte, o con el compromiso de ir más allá de lo establecido legalmente, de otra, en relación con una serie de contenidos determinados –económicos, sociales, medioambientales, etc-. La mayor parte de los conceptos de responsabilidad social de las empresas transnacionales estudiadas en ESTER remiten a uno de los dos polos de esta dualidad. La oposición entre la concepción voluntaria de la responsabilidad social empresarial o la obligatoriedad de la misma, constituye otro de los aspectos más debatidos, en estrecho contacto con el primer dilema apuntado. En los últimos años, además, la cuestión de la obligatoriedad se ha diversificado, incluyendo desde las versiones que la equiparan con la imperatividad legal hasta las que focalizan su atención en la exigibilidad, verificación o control de su aplicación, a través de técnicas jurídicas más matizadas. En tercer lugar, el dilema acerca de la unilateralidad o multilateralidad es otro de los ejes estratégicos de la controversia. Impulsado inicialmente sobre todo por los stakeholders más activos, impregna hoy buena parte de las declaraciones públicas, los documentos internacionales u otras proposiciones nacionales, locales o regionales. 25 Así se puso de manifiesto en la investigación realizada por los equipos españoles dentro de la investigación europea ya mencionada. 26 Véase, entre otros, lo recogido al respecto en Daugareilh, I. (2006). 13 En definitiva, se trata de la implicación de las partes interesadas, e incluso del conjunto de la sociedad, en la conversión de las empresas en instituciones socialmente responsables. Por último, otro aspecto del debate tiene que ver con su ámbito de aplicación, bien se conciba de manera universalista, esto es, referido a la totalidad del entorno transnacional o global en que se despliegan las actividades de la empresa concernida, o por el contrario, de modo relativista, es decir, limitado por el respeto a las distintas legislaciones nacionales o locales vigentes en los lugares a donde se trasladan o acontecen los fenómenos a regular con la responsabilidad. 3.- La responsabilidad social como plus regulativo. La mayor parte de las empresas transnacionales entrevistadas en ESTER, así como el Libro Verde sobre responsabilidad social de la Comisión de las Comunidades Europeas, identifican la responsabilidad social empresarial con el plus regulativo que va más allá de la legislación vigente27. En esta concepción se distingue nítidamente la responsabilidad social de la legal, lo que suele ir unido también a la asunción de la voluntariedad de los compromisos en este terreno, supuesto éste que siguen apoyando hoy la casi totalidad de las corporaciones transnacionales, en consonancia con las principales instituciones europeas. La diferencias entre unas y otras se refieren más a los mecanismos de verificación y control previstos, muy vagos y casi limitados al perímetro de actuación de la empresa, en unos casos, y más exigentes y mesurables, así como abiertos a la implicación de los stakeholders o a las agencias o instituciones externas, en otros. El contraste entre la posición de las corporaciones y éstos últimos es también particularmente intenso en este punto, ya que muchos de los integrantes de las llamadas partes interesadas han venido condicionando la credibilidad de las políticas de responsabilidad al establecimiento de, al menos, unos requisitos mínimos. En la mayor parte de las ocasiones, además, las corporaciones transnacionales europeas que asimilan la responsabilidad social a las prácticas y actuaciones voluntarias que van más allá de la legislación vigente defienden al menos inicialmente, la unilateralidad de las mismas. La responsabilidad se concibe así de modo 27 Como se recoge en dicho Libro Verde La mayoría de las definiciones de la responsabilidad social de las empresas entienden este concepto como la integración voluntaria, por parte de las empresas, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus interlocutores. 14 autorreferencial, teniendo como actor central y casi exclusivo a las empresas que la promueven, y concediendo un escaso o nulo papel a los grupos de interés, considerados más como receptores y beneficiarios que como copartícipes de las políticas de la compañía en esta materia. Esta versión unilateral de la responsabilidad social empresarial cuenta con ejemplos en casi todos los países europeos, al menos en los estudiados en ESTER, pero se aleja de lo defendido en el ya citado Libro Verde y en otros documentos internacionales de alto impacto, como el Pacto Mundial, en los que se contienen referencias explícitas y repetidas al papel de los stakeholders28. No obstante, en casi todos los países examinados, junto a las prácticas unilaterales, se desarrollan también aspectos de corregulación, bajo una u otra modalidad 29. Además, en la investigación europea citada se puso de manifiesto un cierto desplazamiento en determinados países desde posiciones iniciales de unilateralidad hasta la apertura a prácticas y concepciones más participadas, presentes ya en 2006 30. En cualquier caso, ambas cuestiones, la corregulación o la multilateralidad de la responsabilidad social empresarial, de una parte, y su obligatoriedad o exigibilidad y verificación, de otra, vienen constituyendo no sólo uno de los centros estratégicos de la controversia en torno a esta materia en los últimos años, sino también uno de los ejes principales de presión de muchos de los actores sociales implicados en la remodelación de la misma, sobre todo de los más “débiles”31, esto es, los más alejados del corazón de las instituciones del llamado “transnacionalismo por arriba”. 4.- La responsabilidad social desde la perspectiva de los stakeholders: multilateralidad y corregulación de las prácticas empresariales. 28 Ello sucede también en otros muchos documentos y declaraciones, internacionales y nacionales. Así, por ejemplo, por lo que hace al caso español, cabe recordar, entre otros datos, su reconocimiento explícito en el Informe para potenciar y promover la responsabilidad social de las empresas, aprobado por el Congreso, que se refiere a ellos como “actores involucrados en la responsabilidad social empresarial”. Algunos de los representantes de las principales organizaciones fueron además citados a comparecer, y sus testimonios se recogen en dicho documento. 29 Así, por ejemplo, al menos en cinco de lo siete países estudiados alguna de las corporaciones posee instrumentos de responsabilidad negociados, como es el caso de los acuerdos marco, los convenios sindicales o los protocolos sociales. 30 Estos cambios en la responsabilidad social empresarial sirvieron de base, por ejemplo, para elaborar la ponencia presentada por el equipo sociológico español de ESTER en la reunión celebrada en la Universidad de Hamburgo, que llevaba por título Implementación de la responsabilidad social empresarial. Novedades y avances en el período 2004-2006. Dicho equipo estuvo compuesto por Margarita Barañano Cid, Guacimara Gil y Mar Maira. 31 Así se puso de manifiesto en el informe final de ESTER entregado a la Comisión Europea. 15 Precisamente, las propuestas de estas últimas organizaciones, esto es, de buena parte de los stakeholders que pugnan “desde abajo” por reforzar la multilateralidad o exigibilidad de la responsabilidad social empresarial, fundamentan un segundo concepto de la misma. Esta noción parte de la ya examinada, esto es, en buena medida concibe la responsabilidad como un plus normativo respecto de lo ya legislado. En esta dirección, se rechaza la posibilidad de que las empresas que se limiten a dicho cumplimiento puedan ser consideradas socialmente responsables. Ahora bien, junto a esta primera condición, se entiende que la responsabilidad social empresarial ha de contar, como segundo requisito, con la participación de las partes interesadas, así como con una apertura al conjunto de la sociedad, manifestada en la transparencia, la rendición de cuentas o la introducción de mecanismos adecuados de seguimiento o verificación. Este concepto ha conocido, a su vez, muy distintas versiones según los actores concretos implicados, pero casi todas ellas coinciden en atribuir un papel central a estos últimos requisitos mencionados. Las organizaciones no gubernamentales, sobre todo las de carácter internacional, han jugado un papel muy activo en la configuración de este concepto de responsabilidad. También han colaborado activamente a la difusión de esta acepción, no sólo mediante la presión y la negociación, sino, asimismo, mediante su participación en múltiples foros y comités de reflexión y propuestas, de carácter internacional y local, público y privado32. Las organizaciones sindicales se configuran también como actores protagonistas en el desarrollo de este segundo concepto de la responsabilidad social empresarial. En algunos casos, su posición reactiva inicial ante ésta, sustentada por el temor a sus consecuencias desreguladoras, cede paso a una involucración activa. En esta dirección, los sindicatos, aún sin abandonar complemente el recelo suscitado por la debilidad y vaguedad de los compromisos que esta nuevo tipo de herramienta supone33, pugnan por ampliar el marco de la negociación colectiva en la responsabilidad social empresarial. Su presión “por abajo” se dirige, en consecuencia, a aumentar su exigibilidad, así como sobre todo a garantizar la introducción de mecanismos de verificación, control y 32 Así, son mencionados expresamente como actores de la responsabilidad, por ejemplo, por el propio Pacto Mundial de Naciones Unidas y por otras iniciativas de este tipo. Por lo que hace al caso español, cabe recordar, entre otros datos, su reconocimiento explícito por parte del Informe para potenciar y promover la responsabilidad social de las empresas, aprobado por el Congreso, como “actores involucrados en la responsabilidad social empresarial”. Algunos de los representantes de las principales organizaciones fueron además citados a comparecer, y sus testimonios se recogen en dicho documento. 33 Véase al respecto, entre otros, los comentarios recogidos en Merino, A (2005a) y (2005b), Vitale, D. (2007), o Maulucci, M. (2004). 16 eventual sanción en sus aplicaciones. Estas directrices, que aglutinan los principales denominadores comunes de la actuación en este terreno de estas organizaciones tan diversas, se completan con la defensa de la multilateralidad de las políticas de responsabilidad, frente a su diseño autónomo y unilateral. Ello implica su participación en las mismas, sobre todo en relación con la dimensión laboral. También contempla la de otros muchos actores, incluyendo, por ejemplo, a las organizaciones no gubernamentales, algunas de las cuales comparten con las sindicales su agrupación en torno a redes de actuación en esta materia. Los esfuerzos de estas organizaciones en la dirección señalada han acabado coadyuvando, de una u otra manera, al ascenso de nuevas modalidades de responsabilidad, más participativas y abiertas a la negociación colectiva. La entronización de instrumentos como los acuerdos marco sectoriales supranacionales, desarrollados dentro del marco del diálogo social europeo, o sobre todo, los acuerdos marco globales, también llamados pactos o convenios mundiales -de los cuales se han firmado ya casi sesenta con empresas multinacionales que tienen su sede principal en los países de la Europa comunitaria-, constituye un buen ejemplo del complejo juego de actuaciones “por arriba” y “por abajo” que rodea al despliegue actual de la responsabilidad, y que está incidiendo en una expansión de las fórmulas contractuales y de autonomía colectiva, frente al mayor impacto de la unilateralidad en las herramientas más tempranas de la responsabilidad34. Esta segunda acepción de la responsabilidad social empresarial, sustentada por los stakeholders más relevantes por su activismo político y social, es, en general, también favorable a la aplicación universalista de esta herramienta, o al menos, a hacerla extensiva a la totalidad de los contextos transnacionales o globales en que se desarrollen las actividades de las empresas en la actualidad. Esta cuestión constituye otro tercer eje estratégico de la repercusión social y la credibilidad de la responsabilidad social hoy. Según esta concepción, una de sus principales contribuciones debería consistir precisamente en garantizar unos compromisos mínimos destinados a compensar las profundas asimetrías existentes hoy entre las condiciones medioambientales, de vida, de trabajo en los países del centro y los alejados del mundo desarrollado. En esta dirección apuntan algunos análisis sobre la posibilidad de que ciertos instrumentos de la responsabilidad social contribuyan a establecer una suerte de 34 Véase Baylos, A. (2004 y 2007). 17 estándares universales, sobre todo en el ámbito laboral 35. Ello resulta doblemente importante hoy, como se ha examinado ya, por el nuevo contexto de nuevas fragilidades y desigualdades derivadas del entorno de la empresa red, y del ascenso de las economías informales conectadas con otros sectores emergidos en otras partes del mundo 36. Buena parte de los documentos internacionales han coincidido en señalar la relevancia estratégica que la responsabilidad puede representar en la regulación de estos nuevos procesos transnacionales y globales, que tienen una cobertura desigual y escasa, o que incluso carecen por completo de la misma. Ahora bien, más allá de las propuestas y de las declaraciones de las firmas, que en su gran mayoría afirman aplicar globalmente sus políticas de responsabilidad social, lo cierto es a día de hoy contamos con muy poca información sobre estas realidades. Es más, los resultados obtenidos de la investigación ESTER parecen sugerir la existencia de grandes diferencias en el despliegue de la responsabilidad social empresarial dentro y fuera del ámbito europeo. Así, si dos terceras partes de las compañías declaran monotorizar la aplicación de la responsabilidad social en sus propias filiales, sólo menos de la mitad reconoce supervisar a sus proveedores, y menos de una quinta parte controla a sus subcontratistas37. Muchas de estas compañías tampoco cuentan con dispositivos para realizar un seguimiento de la aplicación de los instrumentos y las prácticas de la responsabilidad social fuera de Europa. Por otra parte, los sindicatos europeos, aunque han comenzado a adoptar ya una posición más pro-activa en la verificación y control de las políticas en este terreno, apenas han participando hasta ahora en el diseño y la aplicación de las mismas fuera de la Unión Europea 38. En definitiva, aunque en las definiciones de la responsabilidad se mencione su aplicación transnacional o global, o bien su exportabilidad más allá de los países donde se localizan las sedes centrales de las empresas, lo cierto es que esta cuestión sigue constituyendo todavía una asignatura pendiente, que espera el momento de concretar sus promesas y oportunidades. 5.- La responsabilidad social empresarial como el cumplimiento de la ley. 35 Véase, entre otros, Posner, M. y Nolan, J. (2003). Ahora bien, según estos autores, para que estos instrumentos desempeñen esta función deben contar, como condiciones básicas, con una definición precisa y mensurable de los estándares perseguidos; una garantía de independencia y transparencia en el seguimiento y verificación de su aplicación; una información accesible e igualmente transparente sobre las actividades en este terreno; y una implicación de los sindicatos y organizaciones no gubernamentales activas en los lugares de trabajo. 36 Véase M. Castells, 1997. 37 Véase el informe final de la investigación ESTER, página 13. 38 Op. cit., página 13. 18 El tercer concepto de la responsabilidad social empresarial extraído del trabajo de campo de ESTER es el que la identifica con el cumplimiento de la legislación vigente39. Se defiende que una empresa puede definirse como socialmente responsable si garantiza este cumplimiento. La mayoría de las compañías que sostienen esta idea suelen realizar, no obstante, actividades paralelas, en el área de la filantropía o de la acción social, que consideran parte de sus actuaciones de responsabilidad social. Éstas últimas frecuentemente consisten en programas sociales, educativos o culturales referidos tanto a sus empleados como a su proyección exterior, especialmente en relación con determinadas localidades o colectivos desfavorecidos. También mencionan iniciativas medioambientales de estatuto semejante. Algunas de las Fundaciones u organizaciones sociales implicadas en estas actividades comparten esta concepción de la responsabilidad social empresarial, lo que sucede con más asiduidad en el caso de las de carácter nacional que internacional. Este concepto de la responsabilidad social empresarial se acompaña, además, casi en la totalidad de los casos, de una consideración voluntaria y unilateral de la misma. La decisión de incorporarla, su diseño, seguimiento y aplicación, correspondería así a la empresa que la promueve, casi de modo exclusivo. La participación de los grupos de interés no se considera, en consecuencia, necesaria en ninguna de estas fases del despliegue de la responsabilidad social empresarial. No obstante, las empresas suelen colaborar regularmente con algunos stakeholders, sobre todo con las organizaciones que corresponden al modelo más arriba citado, en el desarrollo de las actividades complementarias que definen como parte de su responsabilidad social. La incorporación de ésta última, además, por su carácter limitado, no suele acompañarse de grandes transformaciones en el modelo de gestión de la empresa. Así, su abordaje suele circunscribirse a un servicio alejado de los órganos de decisión, o se incluye dentro de alguno de los departamentos ya existentes, como recursos humanos, comunicación y estudios, etc. Ello contrasta con los cambios que acompañan al despliegue del primer concepto de responsabilidad social, que suele suponer la creación de áreas de trabajo más cercanas a la dirección, con vocación 39 La investigación ESTER puso de manifiesto la proximidad a este concepto de algunas grandes empresas, Fundaciones, y organizaciones no gubernamentales españolas, así como también de otras belgas y británicas. No obstante, conviene recordar que el trabajo de campo se centró en cuatro empresas transnacionales de cada país, incluyendo los stakeholders más significados en cada caso. Además de las iniciativas complementarias de carácter social ya citadas, algunas empresas incluyen también dentro de este concepto de responsabilidad cosas tales como la oferta de los productos a un precio adecuado y accesible a los consumidores, o la garantía del empleo y las condiciones laborales, lo cual la reduce claramente al cumplimento de la ley. 19 incluso de aplicación transversal a toda la compañía. En esta misma dirección, la mayor parte de las empresas que defienden esta concepción de la responsabilidad no son partidarias de su exigibilidad, aludiendo, en sentido contrario, a su papel como elemento de distinción de la corporación, a manejar a voluntad por parte de la empresa. Tampoco se considera adecuado o necesario introducir mecanismos precisos de seguimiento, control o verificación de la responsabilidad, ni implicar a las partes interesadas en esta tarea. Por lo que hace finalmente al debate acerca de la exportabilidad fuera de la Unión Europea, esta concepción de responsabilidad social suele optar por el “respeto” de las respectivas normativas vigentes en los entornos donde se desarrolla la actividad empresarial, aunque sus estándares sean más bajos que los del marco legal europeo. Esto es, no se plantea el debate acerca de la conveniencia de aplicar las normas más favorables, ni tampoco sobre la necesidad de desplegar la responsabilidad social en la totalidad del espacio transnacional abarcado por la empresa. Todo lo cual es compatible, sin embargo, con la realización de proyectos voluntarios de ayuda en los países terceros, en la línea de la citada concepción filantrópica de las actividades empresariales. 6.- La diversidad de contenidos de la responsabilidad social empresarial. La pluralidad y vaguedad del concepto de responsabilidad social empresarial se acompaña de una gran indeterminación de sus contenidos, ramificados por muy distintos ámbitos. Este aspecto ratifica, en consecuencia, que estamos ante una noción difusa y fluida, sobre la que apenas existe consenso, y que constituye hoy una suerte de cajón de sastre donde se agrupan iniciativas muy variadas. No sólo su contenido es evanescente, sino que combina, de manera poliédrica, cuestiones muy diversas, que afectan, por ejemplo, tanto a los llamados derechos de primera generación como a los de las restantes40. Así, dentro de la responsabilidad social se suelen incluir desde la cuestión del trabajo infantil o la libertad sindical, hasta los derechos sociales, la prevención o salud en el trabajo, la conciliación de la vida personal y laboral o la atención a la discapacidad, sin olvidar los asuntos medioambientales o el combate de la corrupción. Por otra parte, la apertura a los temas de tercera o cuarta generación, más que relegar los correspondientes a etapas históricas anteriores, parece englobarlos, bajo 40 Véase, entre otras, las referencias de L. Ferrajoli (2004 y 2007) o de A. Cantaro (2006) sobre la cuestión. Cantaro, tras distinguir cuatro generaciones sucesivas de derechos – centradas, respectivamente, en los derechos civiles, políticos, sociales y en los llamados “nuevos derechos”- se detiene tanto en la ampliación progresiva de las fronteras de éstos últimos, como en la acumulación de unos y otros dentro del extenso elenco actual de derechos, op. cit., páginas 10 y 11. 20 nuevas modalidades, en el complejo mosaico de contenidos de la responsabilidad social. Su transnacionalización favorece, además, este collage, no siempre ordenado y armonioso, de asuntos que remiten en nuestra memoria a diferentes momentos y espacios, y que hoy casi inevitablemente entran en contacto en nuestro mundo global. Más allá de la atención diferencial a unos y otros asuntos, que se deriva del propio concepto de responsabilidad sostenido, así como del área de actividad de la empresa o institución implicada, resulta muy relevante desde el punto de vista sociológico esta coexistencia y hasta superposición desordenada de temas que nos transportan a espacios y tiempos sociales muy diferentes. Así, las cuestiones relativas al medioambiente, la integración de la discapacidad o a la conciliación de la vida laboral y personal -que sólo en años recientes están siendo objeto de una atención social relevante-, conviven dentro de la responsabilidad con la prohibición del trabajo infantil o forzoso, que remite a los orígenes del industrialismo. Todas ellas, por su parte, coexisten con las relativas a la protección social, los derechos sindicales y el diálogo social, típicas de la etapa fordista. Esta suma de contenidos reitera, a su vez, algunos de los aspectos más destacados de la mudanza social actual, en general, y de la reconfiguración de la responsabilidad hoy, en particular. En primer lugar, apunta su carácter global, que deja atrás viejas distinciones entre el afuera y el adentro, al representar precisamente una nueva interconexión a escala planetaria. La protección de derechos humanos básicos en países terceros constituye hoy más que nunca un reto de actualidad para los países centrales, puesto que afecta a trabajadores de sus grandes corporaciones, a través de los mecanismos de la empresa red. También tiene que ver con las condiciones laborales en que se producen las mercancías que consumen sus ciudadanos. Los llamados derechos de tercera o cuarta generación conviven de esta forma dentro de la responsabilidad con algunos de los que constituyeron el corazón de los de la primera o segunda generación, revistiendo éstos últimos una nueva actualidad en el marco del tiempo real y simultáneo y de las relaciones espacialmente “estiradas” a escala global en que hoy vivimos. Más allá de esta gran diversidad de contenidos, se suele considerar que la responsabilidad social reposa en tres grandes pilares: el medioambiental, el económico, y el social (Henderson, 2004). Es cierto que sus áreas adicionales de interés resultan tan amplias que desbordan su resumen en estas tres dimensiones, lo que ha contribuido a reforzar el escepticismo de los más críticos respecto de las posibilidades de alcanzar una mayor precisión en esta materia. En cualquier caso, junto a los tres grandes bloques 21 citados conviene distinguir al menos otro, relativo a la dimensión laboral, además del dedicado a la protección de los derechos humanos, o a objetivos sociopolíticos como la lucha contra la corrupción. A todos estos aspectos hay que añadir las relaciones con la comunidad local, o las prácticas más cercanas al ámbito de la acción o la asistencia sociales. Además, en los últimos años han cobrado fuerza las actuaciones en relación con grupos de necesidades específicas, como las personas con discapacidad, o bien las relativas a la igualdad de género, incluyendo las referidas a la conciliación de la vida laboral y familiar. Estos nuevos capítulos pueden, en último extremo, agregarse a los ya distinguidos, esto es, al económico y al social. La cuestión medioambiental no sólo se recoge prácticamente en todas las declaraciones internacionales relativas a la responsabilidad social, sino que probablemente sea el aspecto más citado de todos los que la componen. De aquí que en algunos casos la cuestión de la sostenibilidad medioambiental llegue casi a confundirse con la responsabilidad, no sólo debido a la proliferación de acepciones que las relacionan, sino también por la centralidad que esta temática adquiere dentro de las políticas definidas como socialmente responsables. Esta estrecha relación entre la noción de desarrollo sostenible y responsabilidad social, reflejada, asimismo, no sólo en las memorias o informes, sino también en distintas iniciativas, o en la propia concepción de la responsabilidad, se corroboró, además, en la investigación europea citada 41. La información disponible parece sugerir también que en la actualidad los temas medioambientales son objeto de una atención particularmente señalada por parte de las instituciones cuyas actividades pudieran tener, de alguna u otra manera, un mayor impacto en este terreno, como es el caso, por ejemplo, de las compañías petroquímicas o de la construcción. La dimensión social agrupa, en segundo lugar, un abanico también muy importante de cuestiones incluidas también dentro de la responsabilidad empresarial, que no en vano se adjetiva como “social”. Como se recordaba en la investigación ESTER, el significado con el que se emplea éste último término es, como mínimo, doble. De una parte, engloba muchos de los temas sociolaborales, específicamente referidos al mundo del trabajo. Así, desde el trabajo infantil o forzoso, la salud y 41 Véase el informe final de la investigación ESTER, página 4. Así, por ejemplo, la incorporación de la responsabilidad social a las empresas ha reposado, en algunos casos, en la figura del llamado “delegado de desarrollo sostenible”, creada al efecto, op. cit., página 6-7. 22 seguridad en el trabajo, las condiciones laborales y el salario justo, la no discriminación en todos los ámbitos, la inserción laboral de los colectivos desfavorecidos, o la estabilidad en el empleo en caso de deslocalizaciones o reestructuración empresarial, suelen incluirse en esta dimensión. Lo mismo sucede con la protección social, aunque su presencia suele ser menor que la de otros aspectos citados. Ahora bien, en segundo lugar, la responsabilidad social empresarial se alarga hasta englobar, asimismo, otras muchas cuestiones, relativas al ámbito de la vida social en un sentido genérico. Se agrupan así dentro de ella asuntos como la integración de las personas con discapacidad, las políticas de fomento del trabajo de la mujer, o las relaciones con la comunidad local, junto con otras muchas iniciativas emparentadas con la acción social de la empresa. La tendencia general de múltiples corporaciones a enriquecer su política en este terreno incluyendo dentro del mismo toda una multitud de actuaciones previas, que ahora se resignifican bajo esta nueva denominación, o que se ponen en marcha al amparo de la creciente popularidad de esta cuestión, se traduce en el engrosamiento de este pilar social de la responsabilidad. Esta expansión casi sin límites de sus contenidos sociales, pone de manifiesto, una vez más, la vaguedad de la responsabilidad, y las dificultades de su definición, que en algunos momentos parece oscilar entre una recreación de la política social de la empresa, o de las iniciativas filantrópicas de corte tradicional, por un lado, y la atención a las cuestiones sociales “estrella” de nuestro tiempo, de otra. Por último la responsabilidad social engloba también una serie de contenidos económicos, relativos sobre todo a la transparencia y buen gobierno de la empresa, así como a la sostenibilidad de la compañía, de su actividad, y de su impacto en el entorno. La centralidad de éste último término y de su relación con la responsabilidad vuelve así a ponerse de manifiesto, apuntándose ahora su carácter multidimensional. Esto es, la sostenibilidad sobrepasa lo estrictamente medioambiental abarcando también otras muchas dimensiones, económica, social, cultural, o política. Su contenido, alude en consecuencia, de modo amplio, a la propia supervivencia de la vida social y del medio en que se despliega, esto es, se vincula, en último extremo, con la preocupación por el futuro del ser humano y del planeta. Esta orientación de la responsabilidad hacia el desarrollo sostenible, forma parte, además, del ascenso del tiempo “glacial” (Lash y Urry: 1994), relativo a la visión de conjunto de la duración de la tierra, que según sus formuladores, se entroniza en las opiniones y en el imaginario de las sociedades como consecuencia de la globalización y los cambios que la acompañan. En cualquier caso, su 23 expansión, sobre todo por lo hace al aspecto económico, guarda una estrecha relación con las crisis, convulsiones y escándalos que estallan a finales de los años ochenta del pasado siglo, y que conducen a una mayor sensibilización ante la desregulación de los nuevos procesos transnacionales y globales. De ahí el interés por hacer de las corporaciones instituciones más prudentes y respetuosas, así como por reducir tanto los costes humanos como los impactos medioambientales o económicos de la globalización. En esta concepción amplia, se entiende la responsabilidad social como la prevención de los riesgos y la contribución a la cobertura y aseguramiento de las necesidades sociales, incluyendo aspectos tales como la transparencia de las compañías, la colaboración con los stakeholders, las buenas prácticas en el mundo financiero, o el combate de la corrupción. Las referencias a los “principios de negocio”, o la integridad y ética de la empresa, forman parte de esta dimensión económica de la responsabilidad, que algunas compañías han implantado también en sus filiales en otros países 42. Más allá de esta acepción, esta dimensión se ha traducido también en el compromiso declarado de las empresas transnacionales por seguir una conducta socialmente responsable, incluyendo muy distintas prácticas e iniciativas concretas. III.- Algunos apuntes finales. El interés por la responsabilidad social ha crecido de manera notable en los últimos años, alcanzando un importante protagonismo en múltiples iniciativas privadas y públicas. Su entronización se produce de forma paralela al ascenso del transnacionalismo y la globalización, que ponen sobre el tapete nuevas realidades de naturaleza multiescalar. Estás últimas, impulsadas por los cambios globales, involucran también a procesos desplegados en otras escalas espaciales. Se produce así una brecha creciente entre el ámbito multiescalar de muchos de estos nuevos fenómenos sociales, de una parte, y el carácter estatal o interestatal de los principales marcos normativos, de otra. En este contexto emergen nuevos riesgos y conflictos, que estallan sobre todo a partir de las últimas décadas del siglo pasado, y que carecen de regulaciones precisas. Los desastres medioambientales, las crisis sociales, o los escándalos financieros ponen 42 La investigación ESTER constató la existencia de este tipo de realizaciones en diferentes empresas transnacionales en buena parte de los países estudiados. Como se ha comentado, en algunos casos la incorporación de determinadas medidas de responsabilidad social empresarial parece guardar cierta relación también con las características del sector. Así, por ejemplo, en el ámbito financiero, amenazado por distintos escándalos empresariales, existe un especial interés por los contenidos económicos de la responsabilidad, como la transparencia y el buen gobierno. 24 de manifiesto la necesidad de encauzar el desarrollo global, introduciendo la cuestión de la sostenibilidad en la primera página de las agendas políticas. Las empresas transnacionales responden a estas circunstancias incorporando diversas iniciativas de responsabilidad social, a fin de neutralizar los efectos en su imagen de estos nuevos riesgos. Las políticas en este terreno comienzan respondiendo a una concepción unilateral de la responsabilidad social empresarial, que consuena con el margen de autonomía de estas instituciones en el nuevo ámbito extraterritorial en que se producen ahora muchas de sus actividades. Distintas organizaciones mundiales e internacionales ratifican, además, declaraciones o recomendaciones dirigidas a introducir unos mínimos denominadores comunes regulativos en estos nuevos espacios transfronterizos. Por su parte, otros actores sociales, como las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos u otras asociaciones y movimientos sociales, presionan “desde abajo”, reivindicando actuaciones socialmente responsables y sostenibles. Es verdad que algunas de las organizaciones que despliegan su actividad en este terreno oscilan entre el rechazo de estas nuevas normas “atípicas”, como la que la responsabilidad social representa, de una parte, y los intentos de participar activamente en su diseño, a fin de incrementar su carácter vinculante y el control de su aplicación, de otra. Incluso algunas versiones más extremas llegan a descartar por completo el interés de esta nueva herramienta, reduciéndola a una “moda” pasajera, o todavía peor, a un mecanismo concebido para desregular de forma completa diferentes aspectos del mundo del trabajo -como la duración de la jornada, la salud o la prevención laborales-, cubiertas ahora en nuestro mundo por normativas legales “duras”. En cualquier caso, muchas de ellas plantean cada vez más, bien la obligatoriedad de estos nuevos compromisos, o, al menos, la exigibilidad y cumplimiento de determinados estándares, así como el seguimiento, verificación y control de aplicación. A este fin, reclaman asimismo su participación no sólo en la aplicación sino también en el diseño de la responsabilidad social de las empresas, desde una perspectiva que contempla la multilateralidad de esta cuestión y su puesta en práctica por igual en la totalidad de los espacios en que se desarrollan las actividades de la nueva empresa red. Más allá de su posible utilización como medio desregulador, algunas de las nuevas acepciones de la responsabilidad insisten en su carácter complementario respecto de las normativas legales judicializables, a las que no deberían en ningún caso reemplazar. La responsabilidad social empresarial vendría así a ampliar la cobertura normativa, al 25 tiempo que permitiría introducir elementos regulativos en espacios carentes de los mismos, o necesitados todavía de normas muy flexibles para posibilitar su coordinación a través de nuevos sistemas de coordinación transnacional (Sciarra: 2004, Cabeza: 2007). Las referencias de Held (2004: 69) a la conveniencia de que, además de introducir hoy en los códigos de conducta voluntarios de las grandes empresas transnacionales los principios de Naciones Unidas, éstos sienten las bases de un protocolo internacional vinculante a esbozar en el largo plazo, apuntan en esta misma dirección, como también es el caso de la afirmación de Sitglitz (2006: 256) relativa a la necesidad de que la responsabilidad social empresarial se complemente con “una normativa más dura”. La propia vaguedad del concepto de responsabilidad social empresarial, la indeterminación de sus contenidos, y las ambigüedades que rodean a sus instrumentos y ámbitos de aplicación, posibilitan así un abanico muy amplio de efectos, a caballo entre las desregulaciones y las re-regulaciones múltiples, o entre el adelgazamiento de las coberturas normativas, de una parte, y su ampliación a nuevos contextos, de otra, contribuyendo incluso en este segundo caso a prefigurar estándares universales exigibles en diferentes grados. El carácter excesivamente difuso de la responsabilidad social empresarial dificulta, en muchos casos, no sólo su credibilidad, sino también su aplicación con vocación universalista, aunque se trate de una suerte de universalismo “contextual” (Beck: 1998), atento a las singularidades socioculturales de los distintos entornos. En demasiados casos parece prevalecer el sometimiento sin más a las legislaciones y prácticas imperantes en los distintos espacios de actuación de las empresas transnacionales, aunque ello suponga una reducción drástica de los estándares mínimos, que a veces incluso son inexistentes. Lejos de ser inusual, esto último resulta más que frecuente hoy, entronizando una suerte de “relativismo” en la materia. Algo parecido sucede con la exigencia de la responsabilidad social empresarial en el conjunto de la cadena de externalizaciones, deslocalizaciones y subcontrataciones que compone la empresa red. Los datos de la investigación europea ESTER corroboran las importantes limitaciones y ambigüedades que parecen existir al respecto, ya que la vigencia de esta herramienta parece resultar más débil conforme se abandona el mundo desarrollado. Es en éste último donde ha sido concebida, pero también aquí su efectividad es menor, puesto que los estándares normativos son más elevados y garantistas. Su gran oportunidad, relativa a la cobertura regulativa, niveladora y 26 complementaria en los nuevos espacios de la globalización, queda entonces parcial o totalmente comprometida. Seguramente este déficit regulativo es más achacable a las versiones más difusas de la responsabilidad que a las abiertas a los sistemas de control, participación y verificación. La responsabilidad social empresarial presenta hoy, en definitiva, una gran heterogeneidad, como son también muy diversos los puntos de vista o los agentes que están influyendo en su definición, así como los instrumentos en los que se está apoyando. Más allá de las divergencias y convergencias constatadas, y de los desplazamientos y avances realizados, los dilemas que han rodeado a la responsabilidad social siguen, en buena medida, vigentes. El debate en Europa sobre esta cuestión de “nuestro tiempo”, con su promesa de nuevas oportunidades y la desconfianza por sus limitaciones, sigue, en consecuencia, abierto. 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