Estructuras sociales en el siglo XIX

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TEMA 9: LAS NUEVAS ESTRUCTURAS SOCIALES
1.− El nacimiento de la sociedad clasista
DEL INMOVILISMO SOCIAL A LA MODERNIDAD
La sociedad española vivía condicionada por una estructura social que apenas había experimentado
modificaciones. En el siglo XIX las cosas cambiaron. Las medidas de los liberales a partir de 1833 liquidaron
la sociedad característica del Antiguo Régimen, sentando las bases de una nueva: la sociedad clasista.
Como consecuencia, la nobleza española, uno de los grupos beneficiarios de la desamortización, vio surgir en
la periferia peninsular una burguesía nacida gracias a la industrialización. En Castilla y León se fortaleció
una burguesía agraria y financiera con la venta de los bienes comunales, el caciquismo y el negocio
ferroviario.
Este proceso de modernización generó complejos problemas de adaptación. El primero fue cómo dar cabida,
dentro de la nueva estructura social, a los obreros industriales y a los campesinos. El segundo fue cómo
resolver los antagonismos entre el obrero y el burgués: el primero quería remediar sus problemas a través de
movimientos revolucionarios, mientras que el segundo confió en los aparatos administrativo y represivo del
Estado. Entre ambos, la Iglesia intentó la obra de pacificación del Asocialismo cristiano@.
2.− La nueva estructura social. Los estratos superiores
LA ARISTOCRACIA
La nobleza desapareció como categoría en los censos oficiales, pero no perdió su lugar predominante en la
estructura social.
Aunque mantuvo durante algún tiempo su influencia en la vida pública española, no fue ajena a los cambios
políticos y económicos que se llevaron a cabo en el reino isabelino, y las corrientes democráticas le hicieron
perder terreno como clase social diferenciada.
Resultó beneficiada de la desamortización la nobleza latifundista de mediados de siglo. Por contra, la
desvinculación de patrimonios favoreció la desaparición de muchas casas de la vieja hidalguía: algunos
quedaron como pequeños agricultores; otros pasaron a la industria y al comercio; unos terceros ingresaron en
la nueva clase media como funcionarios, militares e intelectuales.
El desarrollo de Madrid como capital del estado y centro de la vida intelectual española influyó
poderosamente en la estimación de los valores aristocráticos, ya que la nobleza residía en la capital. Los
nobles convivían y se mezclaban con los militares y los políticos. De ahí surgió el nuevo tipo de cortesano,
sólidamente establecido en sus bases latifundistas, liberal en política y conservador desde el punto de vista
religioso y social.
LA IGLESIA Y EL CLERO
La Iglesia católica representó durante esta época una fuerza social de gran influencia en la vida pública
española. Sin embargo, los sucesos acontecidos después de la muerte de Fernando VII pusieron de manifiesto
la ruptura de los lazos que, tradicionalmente, la habían vinculado con el pueblo.
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Las causas de la ruptura fueron la pasión política manifestada por algunos sectores del clero regular en el
alzamiento carlista; el resentimiento de los vasallos de abades y priores; el deseo de la burguesía de adueñarse
de las tierras, solares de monasterios y conventos de la Iglesia; y la pérdida de prestigio del clero ante los
embates ideológicos del momento.
Así, se comprenden las medidas dictadas desde el gobierno con el objeto de la extinción de numerosas
comunidades religiosas, la desamortización y pública subasta de sus bienes y la aceptación de la Santa Sede
de la situación generada, al negociar el Concordato de 1851. Por lo demás, el clero secular disfrutó de un
amplio favor popular.
A mediados de siglo, un movimiento de recuperación de la Iglesia dio lugar al nacimiento de los primeros
indicios de un pensamiento social católico, en el que el jesuíta Antonio Vicent fue la figura más
representativa.
Circunstancias históricas habían conducido a un abandono de las actividades imprescindibles para el idóneo
funcionamiento de las diócesis. Los obispos españoles dedicaron todos sus esfuerzos a su reorganización; todo
fue reflexionado y regulado. Esta tarea estuvo acompañada de una revitalización de la vida espiritual y
religiosa.
LA NUEVA CLASE ASCENDENTE: LA BURGUESÍA
En algunas áreas periféricas, le situó una burguesía vinculada a un proceso de modernización económica. En
el resto del país prevaleció la alta clase media, cuyos intereses divergían de los de la burguesía.
En Cataluña, la burguesía se vinculó a la industria textil. En otros puntos, como Bilbao, San Sebastián, Cádiz,
Málaga o Valencia, predominó la burguesía mercantil. Ambos tipos se complementaban en cuanto a
mentalidad: los comerciantes fueron más progresistas y radicales, mientras que los fabricantes fueron más
conservadores y proteccionistas, siendo ambos grupos liberales ideológicamente.
Barcelona acogió la primera estructura realmente burguesa del siglo XIX español. Madrid concentraba la
alta burguesía de financieros y contratistas del Estado, los llamados asentistas. Con la expansión económica
de los años cincuenta, la burguesía amplió sus filas, situándose en las grandes ciudades.
Los burgueses triunfaron en todos los campos de la vida española: a través del sufragio censitario fueron los
árbitros del Parlamento, y a través de la prensa, de la opinión. La libertad, la propiedad y un progresismo
cultural fueron los horizontes de la burguesía.
Las agitaciones del sexenio revolucionario sirvieron para intensificar la conciencia de clase de la burguesía.
Renunció, entonces, a sus veleidades progresistas para abandonarse en los cómodos brazos de la
Restauración, que le brindó la consecución de sus ideales políticos y sociales.
3.− La nueva estructura social. Las clases medias
En un estrato distinto de la aristocracia y de la burguesía se situaban las clases medias. Numéricamente, tenían
una importancia muy restringida; a ella pertenecían los intelectuales, los funcionarios, el Ejército y el
artesanado.
LOS INTELECTUALES
Poseían una instrucción superior a la del resto de las clases medias, que les permitió gozar de cierta dignidad
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económica e intervenir activamente en la vida pública. Destacaron los médicos y los abogados.
Las preocupaciones higiénicas y sanitarias del siglo hicieron de los médicos un grupo muy respetado y de
sólida influencia social. Pocas veces cayeron en las sendas del socialismo en sus ideas de libertad y de
tolerancia ideológica por pertenecer a la clase media.
Los abogados, junto con los notarios, constituyeron un grupo social caracterizado por el respeto a la ley y la
tolerancia ciudadana. Entre ellos se formó la clase parlamentaria más distinguida.
EL EJÉRCITO
Los generales, jefes y oficiales del Ejército formaron parte de las clases medias, y en algunas ocasiones del
estrato superior de la sociedad. Era llamado para arbitrar los conflictos políticos. Esta tarea le llevó a
considerarse intérprete y depositario de la voluntad popular.
La oficialidad española se refugió en el seno del pueblo, generalmente entre la clase media. Los nobles
quedaron refinados a regimientos.
Dentro del Ejército, los generales gozaban del poder y de la influencia, preparaban conspiraciones y
pronunciamientos y alternaban con la alta sociedad. La oficialidad se formaba en centros de enseñanza
específicos, el más prestigioso de los cuales fue el Real Colegio de Artillería.
La Revolución de 1868, la Gloriosa, les sorprendió por su marcado carácter democrático y su actitud
antimilitarista. Este hecho torció el rumbo de la oficialidad que se orientó hacia actitudes más conservadoras.
LA DISGREGACIÓN DEL ARTESANADO
La base de las clases medias urbanas estuvo constituida por el trabajador agremiado. Propietario de un
pequeño taller, no pudo resistir el impacto de la introducción de la máquina de vapor. Su definitivo deterioro
se debió a la ofensiva de la burguesía contra unas instituciones heredadas, los gremios, a los que consideraban
un obstáculo en el camino hacia el progreso técnico y la producción capitalista.
El artesanado se vio afectado por un progresivo proceso de deterioro social, de proletarización.
4.− Las clases populares
EL MUNDO RURAL: LOS CAMPESINOS
A mediados de siglo, cerca del cincuenta y cinco de la población agraria era jornalera; otro once por ciento
era arrendataria; y un treinta y cuatro por ciento era propietaria. Era lógico el deseo generalizado de tierra
entre el campesinado español. Las medidas adoptadas por la burguesía liberal para reformar la propiedad
provocaron la transferencia de la propiedad eclesiástica a la aristocracia y a la burguesía, sin que se
beneficiaran de ella los pequeños propietarios rústicos, los jornaleros y el peonaje.
La presión social existente entre los campesinos se manifestó en ocasiones en la ocupación violenta del suelo,
como ocurrió en Casabermeja; pero lo más frecuente fue su desviación hacia el bandolerismo, el contrabando
y la mendicidad.
Cuando el progresismo llegó al poder y se puso en marcha la desamortización, la venta de bienes propios y
comunes provocó en Andalucía una oleada de agitaciones, que fueron violentamente reprimidas. A excepción
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de las tierras vasconavarras, catalanas y valencianas, la situación general del campesinado era lamentable.
Todo ello explica el rápido desarrollo de las doctrinas internacionalistas en las regiones de predominio
agrario, caso de Andalucía, a partir de la monarquía.
LOS OBREROS, LA FÁBRICA Y EL MOVIMIENTO OBRERO
La mentalidad obrera fue fruto de la evolución social en la única región realmente industrializada del país:
Cataluña. Su situación en las fases iniciales del desarrollo industrial fue realmente calamitosa: excesiva
duración de la jornada de trabajo, inseguridad del empleo, salario muy bajo, desamparo absoluto ante la
enfermedad, el paro y la vejez. Además, las mujeres y niños trabajaban en condiciones infrahumanas.
La actuación del proletariado industrial pasó por las siguientes fases:
− Empezó por presentar un carácter estrictamente reivindicativo. Sus propósitos alcanzaron un éxito fugaz a
raíz de la promulgación de la Ley de 1839, que autorizaba la creación de sociedades con fines benéficos.
Hubo momentos de acción mancomunada entre patronos y obreros, en defensa de la producción nacional,
amenazada por la introducción en el mercado español de productos textiles extranjeros. Estas experiencias les
hizo descubrir los límites del Estado liberal, al comprobar cómo sus asociaciones eran perseguidas hasta
quedar fuera de la ley.
− Percibieron la necesidad de politizar su actividad: era la única forma de asegurar legalmente su derecho de
asociación y dar solidez jurídica al resultado de sus esfuerzos colectivos. La fuerza política que capitalizó la
confianza obrera de este momento fue el Partido Democrático− Republicano.
− Un paso más en el proceso de radicalización se produjo después de la Revolución de 1868, cuando el
movimiento obrero entró en contacto con los hombres de la Primera Internacional. Los internacionalistas
Fanelli y Lafargue proporcionaron un instrumento de acción poderoso y eficaz: una teoría que afirmaba el
protagonismo de la clase obrera en su propia liberación.
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