Las Institutas de Gayo son traducidas por primera vez al castellano en Cuba. Lic. Léster A. Martínez Quintana. Profesor de Derecho Romano e Historia del Derecho de la Universidad de Oriente en Santiago de Cuba. E-mail: [email protected] Quiso la casualidad que en el año de 1816 se produjera un extraordinario descubrimiento para la ciencia jurídica mundial. En esta fecha el historiador y diplomático alemán B. G. Niebuhr, de paso en Verona en el curso de una misión que le encomendara la Academia de Berlín en Roma, leyendo en la Biblioteca Capitular de esa ciudad un texto de las Epistulae de San Jerónimo, escrita en el siglo IX, se percató de que dicha obra estaba escrita sobre otro texto que había sido cancelado. Al echar un vistazo sobre este presumió que el mismo resultaba importante desde el punto de vista jurídico. Inmediatamente dio cuenta del descubrimiento a Savigny, quien en 1817 reconoció el texto como las Institutas de Gayo.1 La Academia envió entonces a Verona a Goeschen y a Bekeer, este último prontamente reemplazado por Hollweg, quienes hicieron posible que saliera a la luz el primer estudio del manuscrito, publicando el primero de ellos el texto en latín en 1820.2 En 1822 algunos profesores de la Facultad de Derecho de París introdujeron en Francia este descubrimiento, publicando los Comentarios de Gayo en la “Ecloga juris civiles”. En 1824 Goeschen publicó una segunda edición mejorada, que aunque defectuosa, fue la más completa que se conoció hasta 1874.3 1 De las Institutas de Gayo lo único que se conocía hasta la fecha señalada eran los párrafos de ésta citados en el Digesto, así como en la Mosaicarum et Romanarum Legum Collatio y sobre todo el Epitome Gai de la Lex Romana Visighotorum. En 1732 una página de las Institutas fue descubierta por Scipion Maffei, pero su hallazgo pasó prácticamente inadvertido. 2 Se publicó con el título Gaii Institutionum Commentarii IV, é códice rescripto bibliothecae capitularis Veronensis auspiciis regiae Scientarium Academiae Borussicae nunc primun editi, Berol, Imp. Rimer. 3 En la traducción al castellano que se hiciera de las Instituciones, Madrid 1845, Vid infra, su traductor nos ilustra acerca de los principales estudios que sobre Gayo y sus Instituciones se habían hecho hasta 1824. Ellos son: Antonio Cabrera de Avendaño: Interpretatio ad jurisconsultum Caium, Lib. I ad leges XII tabb. Madrita, 1638; Fran Car. Conrado: Obs. de vera aetate Caii jurisconsulto, in Actis Erudit. 1727, m. febr., p.59-67; Eiusdem: Pr. De Caii libris rerum quotidianorum sive aureorum. Viteb, 1728, 4 et lib I. Parergor, num.7, p.113-143; Eiusdem: Vindicia observationum de vera Caii aetate, lib II, parergor, num.5, p.279-292, Maiansi, Lib IV, Epistol II, p.185-191, ed. Lips; Hugo: Diatr. Caius, ein Zeitgenosee Caracallas, in civilist. Magazín, B. II, Heft III, p.358-378; Dirksen, Lib I, p.109-114; Goeschen, sobre las res quotidianae de Gayo, in der Zeitschrift für gesh. Rw, T-I, p.54-57; G.A.H. Dittmar: Spec. I, de nomine, aetate, studiis ac scriptis Gaii Jurisconsulto Romani. Leips. 1820; Puchta, civil Ahandl, n.4, Ed. Resulta altamente probable que las Instituciones de Gayo no se conocieran en Cuba hasta los primeros años de la década de 1830, pues hasta entonces no encontramos noticias de ella en ningún lugar.4 El viernes 29 de noviembre de 1833 el Diario de la Habana publica el Prospecto del “Repertorio Cubano de Ciencias, Literatura y Artes”, que desde el mes de enero del siguiente año se empezaría a publicar con este título, lo cual es una colección de escritos inéditos “compuestos en esta isla, sobre legislación, historia, antigüedades y ciencias y literatura en general de diferentes autores”. En dicho Prospecto se anuncia como objeto de esta obra: “sacar a la luz pública composiciones apreciables que tiene ya el editor en su poder y que estaban en el olvido, sea por una modestia excesiva de sus autores, sea por obstáculos que les hayan presentado para la impresión, o por otras causas cualesquiera.” La obra se distribuirá por cuadernos de a dos pliegos cada uno doblados en 4º y que será algo mayor que el llamado Español, “la paginación será muy aprovechada para que contenga mucha materia, la impresión bella y el papel muy bueno.” Se fija el precio de suscripción en 9 reales por cada cuatro cuadernos. A continuación el propio Prospecto nos ofrece la primera noticia que hemos podido encontrar sobre la obra de Gayo en nuestro país: “la colección principia con las “Instituciones de derecho romano” de Gallo recientemente descubiertas en Verona: manuscrito curiosísimo, cuya aparición ha formado época en el estudio de aquel derecho. Se publicará a continuación un “tratado completo sobre las doce tablas de las leyes romanas”, que comprenden su historia, textos con sus traducciones, y explicación de aquella latinidad antigua…” 5 Pocos días después el mismo diario anuncia nuevamente la publicación de las instituciones, remarcando la enorme utilidad que la misma tiene no sólo para Ganz Scholien cum Gaius, Berlín, 1821; H.R. Brinckman: notae subitanae ad Gaii Insitutionum Comentarios, Slesvici et lips, 1821; Everardi Dupont: disquisitiones in comentarium IV Insitutionem Gaii recenter repertarum, Lugd. Batax,.1822; Unterholzner: conjecturae de supplendis lacunis quae in Gaii Institutionum Comentario quarto ocurrunt. Vratislav, 1823, Themis, T.1, p.287 et t.VI; E. Schrader: Was gewinnt, die Romisc. Rechtsg. durs Gaius, etc. Heidelberg, 1823; Burnouf: de re judicata, París, 1824; Promptuarium Gaianum, sive doctrina et latinitas, quas Gaii Instituciones et Ulpiani fragmenta exhibent, in alphabeti ordinem redactae, Goett, 1824; Van Erde: Specimen Juridicum de legis actionibus, Gron, 1824; Van Swinderem: Comment. Ad Gaii, I, p.1, Gron. 1823; Bethmann Holweg: Disertatio de causae probatione, Berlín 1820. 4 Las pocas referencias que se hacen de Gayo pertenecen lo que de él aparece en el Digesto y otras fuentes ya citadas. 5 Diario de la Habana, No 331, viernes 29 de noviembre de 1833, p.2, col.4. los que se interesan por el estudio de las leyes sino también como material literario de la antigüedad. En esta nota se advierte del escaso conocimiento que se tiene de la obra de Gayo en esta ciudad, a donde habían llegado por esos días dos o tres ejemplares del original latino.6 Estos ejemplares pertenecen a la edición de París 1822 que se publicó en la Ecloga juris civiles, como veremos después. Efectivamente, en enero de 1834, como estaba previsto, apareció el primer volumen de esta interesante publicación que comienza con el texto en castellano de la obra de Gayo, poniéndosele como título: “INSTITUCIONES/ DE DERECHO ROMANO/ ESCRITAS POR GAYO/ DESCUBIERTAS RECIENTEMENTE EN UN MANUSCRITO DE LA BIBLIOTECA/CAPITULAR DE VERONA/ LAS TRADUJO DEL LATÍN D.A.F.A.7 Por la nota de Advertencia que el editor inserta al inicio de la obra sabemos que los tres ejemplares en latín que habían llegado a la Habana por estos años de la Instituta de Gayo, de los primeros seguramente recibidos en Cuba, pertenecían a la edición de París de 1822 con algunas notas de la primera 6 Diario de la Habana, No.350, lunes 16 de diciembre de 1833, p.2, col.4. El anuncio se titula “Instituciones de derecho romano de Gayo” y por su interés lo reproducimos íntegramente: “Con la traducción castellana de este curiosísimo manuscrito, recientemente hallado en una biblioteca de Verona, va a principiar el “Repertorio Cubano” de ciencias, literatura y artes, cuyo prospecto se imprimió en el número 331 de este Diario, y que se publicará en Enero próximo si en todo el corriente mes se reúne, como es de esperar, el número de suscriptores que baste a cubrir los costos. El editor del “Repertorio Cubano” ha creído que estas Instituciones debían ocupar el primer puesto en la colección por varias razones. Ya hace algunos años que corren impresas; se enseña por ellas el derecho romano en muchas universidades de Europa, y esto sólo sin hablar del mérito que en sí encierran, y de la utilidad grandísima que de ellas sacarán cuantos la consulten, era una razón harto poderosa para estimular a su pronta publicación al que las había traducido, sobre todo cuando apenas se conoce tal obra en esta ciudad, a donde hace muy poco llegaron sólo dos o tres ejemplares del original latino. El editor está íntima y sinceramente persuadido de que al publicar esta obra dará gran placer, no sólo a los letrados y jóvenes aprovechados de esta isla que se distinguen por afición y amor a la ciencia de las leyes y al saber en general, sino también a todos los amantes de la literatura que se complacen con los monumentos de la antigüedad, y que gustan de explotar las minas de la erudición. Para que en lo posible no fuere indigna de las personas indicadas a quienes más particularmente se ofrece, ha procurado el traductor verter el sentido del original con la exactitud más escrupulosa que le ha sido dable y aún se esfuerza en imitar la manera y el estilo del autor. Además la edición que va a hacerse en el “Repertorio Cubano” de las Instituciones de Gayo, será sin duda alguna más útil que la publicada en París el año de 1822 en la “Ecloga juris civiles”, pues no sólo se leerá en lengua vulgar, ventaja de que no se goza con aquella, sino que además de incluir sin excepción cuanto ella trae, contiene las curiosísimas notas que se deben a la erudición y laboriosidad de Goescher, Bluhm, Becker, Holweg, Boulet, etc. cuyo principal objeto es llenar las lagunas del manuscrito. Por todas esta razones y por la utilidad que promete el proyecto del “Repertorio” que será con el tiempo una verdadera biblioteca de las más curiosas y de más mérito que en nuestro suelo se compongan, es de esperar que será protegida la empresa, y que no llegará al extremo doloroso de renunciar por falta de suscriptores suficientes para sufragar los costos precisos a un proyecto que a nada menos conspira que a dar lustre y gloria al país con la publicación de buenos escritos y con el estímulo que presenta a los estudiosos.” 7 En la Biblioteca Nacional de Cuba se encuentran varios ejemplares de esta interesante publicación. edición de Goeschen de 1820. Sin embargo, la traducción se realiza sobre la segunda edición de Goeschen que apareció en Alemania en 1824, considerada entonces la mejor y más completa. Al texto de Gayo se le agregan las excelentes notas del propio Goeschen y otras de Boulet, Haubold, Holweg, Hugo, de gran importancia para ampliar y profundizar en el estudio del derecho romano.8 La obra se publica sólo en lengua castellana y aparece en un momento en que el latín había decaído considerablemente en Cuba como lengua para la enseñanza y el estudio del derecho y en general de las carreras de la universidad. Ella es la razón por la cual se aprecia en la Isla en esta etapa un gran interés por las traducciones de obras del derecho romano.9 Digamos ahora algunas palabras sobre el traductor de la obra. En virtud de las reglas impuestas por el Editor del “Repertorio”, dadas a conocer en el Prospecto, las composiciones que se remitiesen a ésta para su publicación debían garantizar su anonimato, acompañándose sólo con un epígrafe o señal para conocerlas y reclamarlas en su momento y bajo cubierta al editor. Por este motivo encontramos solamente las iniciales del traductor, que como se ha visto son A.F.A. a lo que antecede, como era costumbre, la D., de Don. Ante esta situación, para conocer la identidad del traductor, se hizo necesario investigar y cotejar dichas iniciales con las de los juristas más renombrados de la época, comenzando por aquellos que se encontraban en la lista de suscriptores que aparecía al final del volumen10. La pista más segura nos las da el propio Repertorio que a continuación de la Instituta de Gayo, publica un análisis crítico de la obra titulada “Sistema musical de la lengua castellana”, escrito por D.S. de M y de S., y al inicio aparece una dedicatoria que dice: “A la 8 A los cuatro libros de la Instituta se le llaman Comentarios, y así se publican. El Comentario I: Derecho de Gentes y Civil, pp. 4-27, incluye 51 notas; el Comentario II: De la división y adquisición de las cosas hasta la diferencia entre los fideicomisos y los legados directos, pp. 28-53, incluye 38 notas; Comentario III, De las herencias abintestato hasta, De las injurias, pp. 54-77, incluye 41 notas. Y el Comentario IV: De la división de las acciones hasta, Del Vadimonio, pp. 74-99, incluye 39 notas. 9 Merece destacar aquí la traducción con algunas notas que hace del latín al castellano, el ínclito bayamés D. José Antonio Saco a las “Recitaciones de Heineccio”, sin dudas la obra más popular en Hispanoamérica para la enseñanza de la jurisprudencia romana hasta mediados del siglo XIX. Este trabajo fue realizado por Saco durante su primera y breve estancia en Estados Unidos, publicándose en Filadelfia en 1826 y con ediciones posteriores en Madrid y París. Dicha traducción sirvió de texto del Seminario Conciliar Habanero de San Carlos desde 1829.También se traduce en Cuba en 1847 directamente del francés, por Manuel de Zequeira y Caro, abogado de esta Isla, la obra “Influencia del Cristianismo en el Derecho Romano” del galo Raymond Théodore Troplong. 10 Ilustres personalidades de la época se suscribieron a esta obra: Joaquín Santos Suárez, Domingo del Monte, Escmo Sr. Conde de Fernandina, Nicolás Escovedo. academia Cubana de Literatura, en testimonio de Amistad y Aprecio dedico este imperfecto análisis crítico de la obra titulada Sistema Musical de la lengua castellana.” Firmado por Antonio Franchi de Alfaro. Alfaro muestra aquí una gran erudición en el conocimiento de las lenguas antiguas: griego y latín, realizando análisis propios de un filólogo. El siguiente trabajo que publica el “Repertorio” se titula: “Sobre las causas justas de guerra. Discurso leído en la Real Academia de Jurisprudencia por D.A.F.A.” En este se dice que su autor es un destacado jurisconsulto y ex alumno y amigo del catedrático de San Carlos Don José Agustín Govantes (1796-1844). Finalmente se publica también el “Tratado completo sobre las Doce Tablas de la Leyes Romanas, ordenado por D.A.F.A.”. En la advertencia que acompaña esta obra se nos dice que su traductor es el mismo que tradujo las instituciones de Gayo, pero sin decirnos su nombre, sino tan solo las referidas iniciales, nos habla además del interés que despertó en la Habana la obra de Gayo, por lo que se hizo necesaria su inmediata publicación en castellano.11 Después de relacionar todos los datos que nos ofrecen las fuentes citadas y otras que más abajo se referirán, no tenemos ninguna duda de que las iniciales A.F.A, corresponden a Don Antonio Franchi de Alfaro y Lemour, quien era también el Editor del “Repertorio Cubano.” La nota de advertencia dice: “Después que el traductor de las Instituciones de Gayo entregó su manuscrito en la Real Academia de Jurisprudencia para que le censurase, creyó que sería muy útil publicar los textos de las doce tablas que la diligencia de los anticuarios había recogido sin tener el auxilio de la citada obra, a fin de que comparando lo que hasta ahora de aquel antiguo y memorable código de los decenviros, se juzgase con más conocimiento de causa de los adelantos que se debían a la aparición reciente de Gayo. Con este objeto solicitó y consiguió varios tratados; rectificó las citas, y como advertirá el lector, hizo alguna observación sobre los sistemas de los eruditos, y aclaró a su parecer algunas dudas. Pero como esta empresa laboriosa requirió muchísimo tiempo, no pudo completar su trabajo haciendo la historia de las doce tablas, y añadiéndoles un comentario indispensable, según se proponía, cuando se le dio el permiso para publicar las mencionadas “Instituciones” en el Repertorio Cubano de Ciencias, Literatura y Artes, cuya impresión fue preciso acelerar por complacer a muchos amigos, deseosos de que el manuscrito de Gayo viese cuanto antes la luz pública. Faltando tiempo al editor para concluir su tratado, y estimulado a su publicación por la utilidad que sabía deben producir, tuvo en este apuro la dicha de notar que en la obra de Boulage intitulada “Conclusión sobre las leyes de las doce tablas”, se hallaba un excelente discurso preliminar, que además de la historia de aquel código, contenía un examen curiosísimo de varios puntos generales, y a su final las explicaciones o comentarios deseados. No vaciló pues en traducirlos en la persuasión de que lo que deseaban sus lectores era una obra útil y sin importarles que se hubiese compuesto por uno solo o por muchos, y renunció en obsequio de sus compatriotas a la parte de gloria que pudo caberle si hubiera continuado en sus investigaciones. Que el libro que ahora se da a la prensa sea de algún valor a los ojos del público, es todo lo que desea, aunque sólo se le de el título de editor, con el cual se contenta.” A continuación se publica el “Discurso preliminar, extractado casi en su totalidad de Boulage”, luego el texto de las XII Tablas con interesantes comentarios tanto de la gramática del mismo como de su contenido jurídico. 11 Todo parece indicar que Alfaro emprendió la traducción de Gayo en el primer semestre del año de 1833 y que antes de esa fecha no conocía dicha obra. 12 Desgraciadamente del Repertorio se publicó este único volumen, al parecer por falta de materiales inéditos para publicar.13 A pesar de la información que hemos podido obtener sobre Franchi de Alfaro, no encontramos ninguna donde se le reconozca como el traductor de las Instituciones de Gayo.14 De su paso por la universidad habanera sabemos que inició allí sus estudios de derecho civil en 1823 y que tuvo que interrumpirlos algún tiempo debido a una larga y penosa enfermedad que sufrió por entonces.15 Al incorporarse, terminó 12 La prueba más convincente es la nota c), p.130 que aparece en el citado discursos sobre las causas justas de guerra leído en la Academia habanera el día 31 de enero de 1833, discurso escrito al parecer, antes del 18 de noviembre de 1832, pues ese día Govantes pasó un oficio al Director de la Academia juzgándolo favorablemente. La nota dice: “Quizá no tuvo presente este autor la definición de Justiniano (Inst. Lib.1ro, tit.2, §1) tomada probablemente de Gayo (Comment. 1ro, §1), “Quod vero naturales ratio inter omnes homines constituit, id apud omnes populos peraeque custoditur vocaturque jus gentium.”(más el que estableció entre todos los hombres la razón natural, se observa con mucha igualdad por todos los pueblos, y se llama derecho de gentes…) 13 Así se expresa el editor en una nota final: “no habiéndose obtenido el fin principal que se llevó al publicar el Repertorio, debe finalizar.” Lamentándose de que hubieran autores que conservaran inéditos muchos de sus trabajos y no los quisieran publicar. 14 CALCAGNO, el ilustre Biógrafo cubano, en su “Diccionario Biográfico Cubano”, Impreso en 1885 y 1886, Editor e Impresor D. Elías Fernández Casona, p.284 dice: ANTONIO FRANCHI ALFARO Y LEMAUR, Natural de la Habana, escritor público, que adoptó principalmente el campo de la traducción; abogado distinguido, humanista, matemático, buen latino y mejor helenista. Estudió en la Universidad de Alcalá, fue catedrático de Griego en la reformada de la Habana, y dio luego clases en el “Columbia Collage de N. York. En 1827 fundó en la Habana “Miscelánea de Literatura”, de que se publicaron sólo ocho números: en 1833 “El Repertorio Cubano”, publicación científica: son también producciones suyas, “El Foro de la Habana”, novela, y “Observaciones sobre el método de enjuiciar”, 1845. En N.York imprimió una “gramática”, reproducción de la 4ta edición de la Academia, con adiciones suyas de Salvá y demás progresistas, con una “Ortografía de la lengua kastellana,(sic) fonética ó konforme a la pronunciación(sic)”, 1853. En esa ciudad falleció en 1866.” A esta obras citadas por Calcagno podemos agregar los “Principios de jurisprudencia y práctica masónica”, Habana 1867, 319p; y el folleto “Aclaración”, 2da edición, Habana 1879, 20p. con 5000 ejemplares. Por su parte, el padre de la Bibliografía Cubana, Antonio Bachiller y Morales (1812-1889), en sus “Apuntes para la Historia de las Letras y de la Instrucción Pública en la Isla de Cuba”, 3t, t2,, Habana, Imprenta de P. Massana, calle de O´Relly, Número 110, Año de 1859, nos dice que en este volumen del Repertorio se publicaron la Instituta de Gayo y la Ley de las XII Tablas, sin referirnos sin embargo, el nombre de su traductor. 15 ACUH, Expediente de la carrera literaria seguida por D. Antonio Franchy de Alfaro, en la Real y Pontificia Universidad de San Gerónimo de la Habana, No. 4823, (numeración actual) año de 1825. A folios 12 vta y 13 se lee un informativo del Br. D. Francisco Vildósola, natural de la ciudad de México y vecino de la Habana donde asegura “haber asistido a oír las lecciones de derecho civil para todo el curso que dio principio en 14 de septiembre de 1823 y finalizó en igual fecha de 1824, del mismo modo sabe que Alfaro padeció en dicho año una larga y penosa enfermedad por la cual le fue preciso retirarse al campo a restablecerse, que todo le consta en virtud de haber sido su condiscípulo en esta Real y Pontificia Universidad…” En folio 11 el Dr. Pablo José María, Encargado de Medicina, Cirujano Médico, afirma que en marzo de 1824 Alfaro sufrió “varias inflamaciones agudas del hígado”, lo que le duró como cincuenta días, “cuya enfermedad lo trajo a un estado de debilidad tal que fue preciso pasara tres meses al campo en donde se recuperó completamente.” En folio 18 D. Manuel González del Valle, Abogado de la Real Audiencia del Distrito, Catedrático interino de Prima de Derecho en la Real y Pontificia Universidad certifica que D. Antonio Franchy de Alfaro asistió al primer curso de la clase de su regencia desde el los cuatro cursos correspondientes para obtener el grado de Bachiller en Derecho en el Real Seminario de San Carlos de la Habana bajo la tutela del catedrático D. José Agustín Govantes.16 En mayo de 1827 realiza el ejercicio correspondiente para el título de Bachiller en Derecho Civil ante el Claustro Pleno de la Real y Pontificia Universidad.17 Su amor y pericia en las lenguas antiguas, que como nos dice Calcagno le habían ganado fama de buen traductor, lo llevó a que con la reforma de estudios ocurrida en la Universidad en 1842, ocupara la Cátedra de Griego de la Literaria de la Habana, desde donde pidiera en 1850 al Rector de la misma “su poderosa e ilustrada protección para la empresa que he concebido de formar un léxico griego-español y español-griego que tanta falta hace para la enseñanza y de que carecemos en España.”18 Por su expediente administrativo de la Universidad también sabemos que en noviembre de 1851 se le autoriza licencia por un año, como había pedido, para irse a Europa, licencia que comenzó a disfrutar el día 22 de marzo de 1852, y que durante su ausencia fue acusado del delito de traición.19 Se le suspendió catorce de septiembre del año 1823 hasta el 14 de marzo de 1824, “en cuyo tiempo ha defendido dos quodlibetos demostrando aplicación y aprovechamiento.”La misma certificación se repite a continuación firmada por los catedráticos Br. D. Evaristo de Zenea y Luz, sustituto de Prima de Instituta concordada y el Br. D. Joaquín José del Valle, 16 Seguramente fue uno de los tantos jóvenes de la época que matricularon como alumnos externos del Seminario ante el prestigio que habían alcanzado allí los estudios de Derecho. En los folios 21 al 24 del citado expediente, aparecen las certificaciones del Licenciado D. José Agustín Govantes acreditando la asistencia y buen aprovechamiento de Alfaro en las clases de Derecho Civil impartidas por él en el Seminario desde el catorce de septiembre de 1825 hasta el 14 de mayo de 1827. El curso duraba desde septiembre hasta marzo. En folio 25 certifica, en fecha 16 de mayo de 1827, que “D. Antonio Alfaro ha estudiado los cursos de estatuto necesarios para obtener el grado de Bachiller y lo considero apto para presentarse al examen que debe preceder a dicho grado.” 17 Idem, folio 27 vta: “En la siempre fidelísima Ciudad de la Habana, en veinte y cinco de mayo de este presente año, se examinó para recibir el grado de Br. en Leyes, D. Antonio Franchi de Alfaro y fueron jueces los Sres Doctores cuya suscripción antecede y aprobaron nemine discrepante y a mandado del Rmo Sr. Vice-Rector Fr. Juan Govín el confirió el grado el Sr. Dr. D. Pedro Antonio de Ayala, Decano de la Facultad. Repartió propina y del todo doy fe”, firmado por el Fr. Ambrosio Herrera, Secretario de la Universidad. Los catedráticos que asistieron a su examen fueron: José Abraham Elcid, Luis Oyarvide, José Aragón, Ramón Rodríguez, Francisco de Córdova, José María Gallego, Santiago de la Huerta, Manuel González del Valle, Antonio Viera, Ramón Valdés, Juan Francisco Chaple, Lucas de Ariza, Joaquín María de Purinar, Gaspar Joaquín Chaple, Leonardo Brito y José de Jesús Ramírez. (folios 26, 26vta, 27 y 27vta.). Realizados los sorteos para los quodlibetos defendió el punto: “Non ergo perfectam patria potestatis nicem gerit tutela,” Ed ex prima apertione sort. Lib. 26 D.D. de tutelis. El ejercicio comenzó a las 9 de la mañana de ese día. 18 ACUH, Expediente Administrativo No. 2115, Cátedra de Griego, sin folios. También se desempeñó como profesor de Geografía e Historia Universal en esta misma universidad. 19 En fecha 10 de noviembre de 1852 la Sección Primera de la Secretaría política envía un oficio al tesorero de la universidad en el que alude que “Atendiendo a los cargos que en la causa que instruye el Fiscal de la Comisión Militar D. Francisco Javier Mendoza por delito de traición, resultan contra el catedrático D. Antonio Franchi de Alfaro, ausente con licencia por un año desde el 22 de marzo último; de la cátedra por Real Orden de 22 de julio de 1853, por ausentarse más de dos meses, según dispone el Reglamento Universitario. No nos cabe ninguna duda de que la referida traducción se debió al aludido jurista habanero, y que esta fue la primera vez que se llevó el texto latino de las instituciones de Gayo al idioma castellano. Quizás la prueba más fehaciente de esto último que decimos nos la ofrece la Portadilla de la traducción que en 1845 se publica en Madrid, donde se afirma ser “la primera vez que se traduce la Instituta de Gayo al castellano”, desconociendo obviamente la traducción cubana de más de diez años antes.20 Es indiscutible que la presentación a los ávidos lectores cubanos de la traducción al castellano de la obra más importante para la enseñanza del derecho en la antigua Roma, contribuyó a incrementar el conocimiento y hasta el interés por el estudio del derecho romano en la isla, aún cuando el depauperante estado de la universidad, planes de estudio y métodos de enseñanza, que perduraron durante mucho tiempo en la Isla, conspiraban contra el desarrollo verdaderamente científico del derecho.21 he tenido por conveniente disponer, que se le suspenda a éste el abono de todo el sueldo que le corresponda en esa Real Universidad hasta nueva orden.” De esta acusación no sabemos mucho. 20 En la Portadilla se lee: LA INSTITUTA/ DE GAYO/DESCUBIERTA RECIENTEMENTE EN UN PALIMPSECTO DE LA/ BIBLIOTECA CAPITULAR DE VERONA/TRADUCIDA POR PRIMERA VEZ AL CASTELLANO/con notas que facilitan la inteligencia del testo/[Bigote]/MADRID/IMPRENTA DE LA SOCIEDAD LITERARIA Y TIPOGRÁFICA/CALLE DE LA MANZANA, NUM.14./1845. De ella no sabemos el nombre del traductor. Existe un “Prefacio del traductor francés” en el que afirma que ha “emprendido la traducción de estos comentarios en el convencimiento de ser este el medio más eficaz de propagar la circulación de una obra tan interesante, y no porque juzgase que una versión, por esmerada que sea, puede nunca suplir por el testo (sic) mismo. Sin duda desearíamos que los alumnos no necesitasen de semejante ayuda; pero ya que es del todo indispensable a muchos, vale más que estudien a Gayo, no diré en la traducción, sino por medio de ella, que dejar de hacer un estudio tan importante.” Al igual que la cubana esta traducción se hizo sobre la base de la Edición de Goeschen de 1824, con las notas de éste, pero se diferencia de aquella en que se publica también el texto latino. En el Archivo Central de la Universidad de la Habana hemos consultado esta obra. 21 El Dr. José Antolín del Cueto en Discurso pronunciado ante el Claustro General de la Universidad de la Habana el 25 de mayo de 1916, en Elogio del Dr. Leopoldo Berriel y Fernández, publicado en la Revista de la Facultad de Letras y Ciencias de esa Universidad, No. 1, V. XXIII, Julio de 1916, se quejaba de esta situación: “Vivíamos del todo fuera de las grandes corrientes del pensamiento jurídico internacional, por razones y deficiencias económicas que aquí desde esta tribuna denunció en 1888, con inusitada valentía, mi amigo el Dr. Johnson y en parte porque el estado de la legislación española anterior a la promulgación del Código Civil no consentía aprovechar el riquísimo material científico acumulado en Europa después del descubrimiento de la Instituta de Gayo.” p. 8.