PARTICIPACIÓN POLÍTICA JUVENIL

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1 PARTICIPACIÓN POLÍTICA JUVENIL
¿UN MEDIO PARA LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS?
PARTICIPACIÓN POLÍTICA JUVENIL
¿UN MEDIO PARA LA RESOLUCIÓN DE CONFLICTOS?
JULIA CASTELLANOS MEDINA
JULLY MILENA FRANCO
Facultad de Sociología
Universidad Santo Tomás – Sede Bogotá
ABSTRACT:
Hablar de jóvenes y de participación política en este contexto deja ver una serie de
complejidades que pueden analizarse desde el abordaje teórico y práctico de ciertas
disciplinas, en este caso se sitúa dentro del campo de la sociología y se convierte en un
reto importante dentro de las prácticas investigativas de sus propios estudiantes.
Con esta ponencia se busca un ejercicio de reflexión y aproximación al tema de la
resolución del conflicto desde la participación política juvenil, entendida como un proceso
social, que radica en la "la posibilidad que tienen los ciudadanos de incidir en el curso de
los acontecimientos políticos" (Sabuceo, 1998); es decir, las acciones que realizan los
jóvenes para incurrir en los asuntos del Estado, y en el ámbito político, social y cultural
en el que están inmersos, esto se logra a través de los mecanismos establecidos o que
son creados y legitimados por ellos mismos.
Este acercamiento se realiza a partir del desarrollo de la investigación “La cultura
participativa de las y los estudiantes de la Facultad de Sociología de la USTA” que se
inserta dentro de la línea de formas de movilización y acción colectiva que se esta
ejecutando actualmente por parte del semillero Espacio Abierto.
Este ejercicio se realiza a partir del interés por evidenciar cómo la participación política
se convierte en una herramienta que tienen los jóvenes para promover la resolución del
conflicto social y armado que atraviesa el país desde otros escenarios, entendiendo que
el conflicto hace parte de las relaciones sociales y que no está referido solamente a
acciones violentas, porque no se puede negar su existencia como parte de la vida, antes
de trascender las fronteras del respeto al otro y del uso de la violencia como una
herramienta.
PALABRAS CLAVES: Conflicto, prácticas políticas juveniles, cultura participativa y
medios de resolución de conflictos.
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1. INTRODUCCIÓN
Hablar
hoy
de
participación
política
juvenil
tiene
que
estar
vinculada
necesariamente al proceso social y político que se está viviendo. Esto debido a que la
diferenciación temporal y espacial tanto de la violencia y el conflicto no gira en torno a
una sola polarización entre amigos y enemigos claramente definidos, ni entorno a un eje
de conflictos específicos (económico, étnico, religioso, nacional, etc.) sino que sus
contradicciones se producen en medio de distintas dinámicas de orden y procesos
históricos diferentes (González, 2004).
Por lo tanto, esta reflexión se construye en tres momentos a partir de los cuales se
busca reconocer la participación política juvenil en un contexto universitario y urbano
como un elemento de mediación en escenarios políticos, sociales y culturales en los
cuales se crean esquemas y mecanismos de participación teniendo en cuenta que esta
se concibe como un proceso dado por acciones formales e informales, que busca
mayores niveles de visibilización, incidencia y legitimidad social.
En primer lugar, se toman en cuenta ciertos referentes normativos que se tiene
frente a la participación política, los mecanismos e instancias institucionales existentes
que permiten a las y los jóvenes incurrir en la toma de decisiones que los afecten como
ciudadanos y ciudadanas, complementado esto con una breve descripción del contexto
juvenil que se vive en Colombia desde escenarios locales.
En segundo lugar, se abordará el tema del conflicto social y armado, desde los
planteamientos de Elsa Blair y otros autores, una discusión que no se extiende
demasiado, no porque desconozca la importancia que ha animado el debate generado
entre distintas disciplinas, académicos y especialistas en el tema, sino por cuestiones
reflexivas en la construcción del ejercicio que se propone.
Finalmente, se establecerá la relación existente entre el conflicto y la participación
política, esta última como parte fundamental de la actividad ciudadana y herramienta
para la resolución concertada de los conflictos existentes, desde alternativas diferentes
de participación y de construcción activa de un escenario incluyente. Donde se pueda
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reconocer el joven como sujeto político, activo, crítico y propositivo frente a distintas
realidades y problemáticas sociales.
En la actualidad, el tema de la participación política juvenil, ha tomado lugar desde
diferentes disciplinas y esto lo muestran las investigaciones1 que se han realizado que
dan cuenta del rol y la importancia que asumen hoy las y los jóvenes frente a su
participación activa en escenarios políticos y en este caso frente al conflicto social y
armado en Colombia.
Entendiendo que la importancia de la participación no solo esta determinada por el
contexto institucional representado en la normatividad existente, sino que también
adquiere relevancia en términos del capital social que poseen los individuos.
En este caso, los jóvenes desde el mundo de la vida cotidiana, desde las
interpretaciones que hacen de la realidad donde interactúan, direccionan sus dinámicas,
acciones y pensamientos, logrando tomar posiciones, unas más radicales que otras, en
defensa de sus intereses, identidades, derechos, situaciones, etc., que muchas veces no
concuerdan con los espacios de participación formal de representación política.
2. LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA JUVENIL
En la Constitución Política se señala a Colombia como un Estado Social de Derecho,
desde la constituyente de 1991, se buscó establecer mecanismos que permitieran una
mayor participación e inclusión de las y los ciudadanos en los procesos políticos y
sociales que se estaban dando, se veló porque la democracia participativa se convirtiera
en la base de una transformación para el bienestar y desarrollo del país. Se incluyeron
entonces diferentes elementos y herramientas con las cuales se pudiesen reclamar sus
derechos y velar por una mayor equidad en términos políticos y sociales.
Para el caso particular de las y los jóvenes es hacia la década de los años 60,
Dentro de las investigaciones más importantes en el ámbito latinoamericano se encuentran la de Rossana
Reguillo de México sobre culturas juveniles y prácticas políticas, Margulis en Argentina, Germán Muñoz en
Colombia, sobre políticas públicas juveniles. El CINDE (Centro de estudios avanzados de niñez y juventud)
de la Universidad de Manizales desarrolla trabajos sobre acción colectiva y la Universidad Javeriana desde su
Observatorio de juventud plantea la necesidad desde el mismo mundo juvenil indagar por prácticas políticas,
identidades y acciones colectivas.
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donde se originan ciertas reacciones frente a diferentes fenómenos de la época, entre
ellos: la defensa de los derechos y deberes civiles, la influencia de políticas ideológicas
externas, el papel original de la manifestación en la calle como signo de la capacidad y el
poder de resolver una crisis a través de ella y la protesta como expresión puntual de un
acto de inconformidad.
Poco a poco los movimientos estudiantiles y las organizaciones de jóvenes
empiezan aparecer como actores importantes dentro del curso de la historia y la vida
social del momento, ya que es a partir de la organización desde la cual se puede dar una
transformación y cambio real de las circunstancias.
Con esto no se quiere desconocer las acciones que pudieron haber sucedido en
otros momentos, pero para lo que pretendemos demostrar, es aquí donde se marca un
punto importante en la historia, ya que empieza a ser visible una mayor exigibilidad de
los derechos al Estado por parte de los estudiantes, utilizando mecanismos jurídicos,
políticos y sociales a partir de los cuales la organización y la movilización estudiantil se
convierten en un sector activo de la protesta social (Archila,1999). Logrando ver cómo al
distanciarse de los movimientos de los agentes irregulares armados, se establecen como
una salida política al problema del conflicto armado.
Algunos organismos institucionales como la CEPAL y la OIJ, develan esta situación
tensionante para algunos gobiernos por su trascendencia política y social. Es entonces
que se evidencia la necesidad de crear herramientas legales con las cuales las y los
jóvenes se identificaran y regularan su comportamiento. .
En el contexto colombiano, hacia el año de 1997 se proclama la ley 375, Ley de
Juventud, definida esta última como el cuerpo social dotado de una considerable
influencia en el presente y futuro de la sociedad, que puede asumir responsabilidades y
funciones en el progreso de la comunidad colombiana. Y al mundo juvenil como los
modos de sentir, pensar y actuar de la juventud, que se expresan por medio de ideas,
valores actitudes y de su propio dinamismo interno (Mójica, 2000).
Sumado a esto se buscaba la definición, desarrollo y consolidación de la Política
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Nacional de Juventud y por medio del Decreto 089 del 2000 se estableció la organización
y el funcionamiento de los Consejos de Juventud como espacios de participación juvenil y
mecanismos de participación, interlocución, veeduría y construcción concertada de las
políticas de juventud (Anzola, 2001).
Cuando
hablamos
de
mecanismos
de
participación
nos
referimos
a
las
herramientas o dispositivos que nos permiten trascender escenarios y acciones de
intervención, ya que lo principal no es su legalidad sino su legitimidad.
Aquí es importante hacer aclaraciones conceptuales desde la misma participación
política, entendida como un proceso social (González y Velásquez, 2003) que resulta
de la acción intencionada o la intervención social (directa o indirecta) de individuos y
grupos en busca de metas y logros específicos, en función de intereses diversos,
dándoles la oportunidad de reconocerse como actores, identificándose por medio de
expectativas y demandas comunes con la capacidad de traducirlas a formas de actuación
colectiva en el contexto de tramas concretas de relaciones sociales y de poder (González,
1995).
Los procesos participativos se pueden encontrar desde dos esferas. La primera es
la esfera de la acción colectiva, en la cual por medio de organizaciones sociales (no
importa si son de carácter transitorio) se canalizan procesos de demandas, exigencias
reforzados por la acción conjunta de sujetos en búsqueda de reconocimiento de derechos
y control social de las instituciones del Estado. La otra esfera es la pública, en la cual se
vela por una realización del interés común, por medio de los mecanismos y canales
institucionales (Velásquez, 2003).
Dado este contexto deviene una preocupación desde las identidades juveniles por
mostrar en diferentes escenarios lo que son y su posición ante el mundo, las llamadas
culturas
juveniles
o
tribus
urbanas
representadas
manifestaciones políticas de identificación evidentes,
por
diferentes
grupos
con
desde el cuerpo, por ejemplo,
como un mecanismo simbólico de representación y resistencia, la organización con fines
diversos, ambientales, restitución de derechos de género, derechos humanos, objeciones
de conciencia etc. Que empiezan a involucrarse en diferentes escenarios, dejando ver
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que no sólo es necesario actuar desde los mecanismos formales para tomar posición,
asumir postura e incidir en el curso de la vida social y política.
Dejando ver que las diferentes manifestaciones artísticas, académicas y culturales,
son alternativas de comunicación y rechazo frente a la vía armada como una forma de
hacer política.
3. APROXIMACIONES AL CONFLICTO
El conflicto tiende hacer un “proceso interactivo”, entre dos o más partes, en un
contexto determinado, éste puede hacer o no uso de la violencia ya que puede darse la
existencia de conflictos sin violencia, pero no violencia sin conflicto (Ramírez, 2003).
Desde diversos puntos de vista teóricos, entre ellos desde las visones de
sociólogos y psicólogos, el conflicto se considera una fuerza motivacional que lleva al
cambio. Por lo tanto podría existir una relación directa entre estas dos variables, en la
medida que el conflicto y el cambio son inseparables. Ya que éste como tal genera
transformaciones en diferentes ámbitos de la vida personal y social que desempeña un
actor en determinadas situaciones; el cambio hace parte de la cotidianidad y la vida del
hombre, y es a partir del mismo que la sociedad crece y se desarrolla, surgen nuevas
ideas y movimientos, sin la necesidad de hacer juicios de valor que alimenten la dualidad
entre lo bueno y lo malo.
De la multiplicidad de interacciones subjetivas, de esos intercambios, de esos
encuentros y desencuentros, de los fenómenos de discriminación, desigualdad y
exclusión social que se viven diariamente, y de la que se nutre la existencia del individuo
como ser único y como miembro de un grupo o grupos, es que surgen la cantidad de
conflictos que día a día asfixian a las sociedades. Todos esos comportamientos se
producen en un espacio social, con una significación simbólica de acciones y
repercusiones de cualquier índole, que en él se viven.
Hay que tener en cuenta que desde que el conflicto fue objeto de estudio y materia
de investigación para analizar sus causas y su naturaleza, y fundamentalmente, sus
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formas de resolución, hasta llegar al momento actual, se han dado tres corrientes o
enfoques de explicación: el tradicional, el de relaciones humanas y el interactivo
(Robbins, 1994), el enfoque tradicional en el cual todo conflicto es malo y es sinónimo de
violencia, destrucción e irracionalidad, y que por tanto había que evitarlo, porque
afectaba negativamente a las personas, grupos y organizaciones.
El enfoque de relaciones humanas, en el cual el conflicto es un proceso natural y
por lo tanto inevitable, aquí se plantea que no siempre es negativo y que puede ser
beneficioso para el desempeño de las personas y los diferentes grupos sociales. Por
último el enfoque interactivo acepta el conflicto como algo natural, pero además sostiene
que es conveniente fomentarlo, “un grupo armonioso, pacífico, tranquilo y cooperativo,
tiende a ser estático, apático y a no responder a las necesidades del cambio y la
innovación”. Por tanto se recomienda estimular el conflicto en un grado manejable que
incentive la creatividad, la reflexión, la forma más eficiente de tomar decisiones, la
disposición al cambio.
Aquí el conflicto aparece como un fenómeno dinamizador del cambio de las
relaciones sociales y la búsqueda de un orden colectivo, ajeno a la falsa ilusión de su
erradicación definitiva. Dentro de ciertos límites el conflicto sería un mal necesario en la
relaciones de negociación e interés de participación política.
4. EL CONFLICTO SOCIAL Y ARMADO COLOMBIANO
El conflicto social se puede entender como un proceso de interacción tensionante y
contenciosa entre actores sociales que comparte diferentes orientaciones, se puede dar
dentro de los ámbitos políticos, económicos de carácter privado o público. Los cuales no
están marcados necesariamente por acciones violentas, pero sí las pueden desencadenar
en algún momento.
Cuando nos referimos al conflicto armado es necesario hacer la precisión del uso
de la violencia como herramienta principal, ésta puede ser legitimada o no por las partes
y actores que se encuentran inmiscuidos en este choque, de acuerdo a sus intereses y
propósitos, en el ámbito cultural, social, económico, político etc. Por su parte el conflicto
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social hace referencia a tensiones existentes dentro de las relaciones sociales que no
están marcados necesariamente por la violencia, sino por diferentes elementos
estructurales que generan problemas como desigualdad, inequidad, intolerancia etc.
Para este caso particular, se entiende por violencia en el contexto del conflicto
armado “el conjunto de relaciones de fuerza donde el poder está mediado por las armas
y cuyo fin último es la destrucción física del adversario” (Blair, 1999).
La violencia va mucho más allá del enfrentamiento cara a cara, o cuerpo a cuerpo
entre los actores fundamentales del conflicto, ya sea que estos actúen directa o
indirectamente en él, ya que en el contexto colombiano hemos podido llegar a evidenciar
el carácter predominantemente político de algunas perspectivas que la reducen al
“empleo legítimo o ilegal de la fuerza” (Blair, 1999).
El conflicto armado se caracteriza por el enfrentamiento de carácter militar y
violento, dentro de un determinado espacio y contexto social e histórico, de dos o más
partes, estas pueden ser actores individuales o grupos de carácter social, ideológico o
político. El carácter violento puede estar medido por las diferentes tipologías que tiene la
violencia, entre ellas de carácter físico, psicológico entre otras, que generan una coacción
y dominio sobre la sociedad, por medio de actos que pueden estar o no legitimados y que
intervienen también en el conflicto armado.
Es aquí donde se debe ligar la discusión que se ha planteado anteriormente: la
participación política juvenil y el conflicto social y armado. La relación que existe entre
ambos procesos adquiere importancia en la medida que el primero logra convertirse en
una forma de organización y socialización de los grupos que transforman y posibilitan el
cambio social por medio de la acción política y el segundo como un escenario propicio
para dicha participación.
5. LA PARTICIPACIÓN POLÍTICA JUVENIL ¿MEDIA O NO EL CONFLICTO?
La violencia como parte fundamental de la historia y del conflicto social y armado
colombiano se arraigó en la memoria y en la cultura de nuestra sociedad, funcionando en
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torno
a
las
relaciones
de
interés-territorios-población,
que
inciden
de
manera
determinante en la acción de los sujetos, la distribución del poder político y el ingreso
económico, condicionando la persistencia y ampliación de la pobreza, la desigualdad
social y la injusticia, con lo cual limita el desarrollo político y la creación de bases reales
para la construcción de una sociedad digna y equilibrada.
Una situación y un escenario de apertura política en el cual como jóvenes
preguntamos ¿Cuáles son los mecanismos existentes para que la situación actual
cambie? ¿Cuáles se pueden crear?¿Quién o quiénes pueden hacer algo para mediar la
diferencia, para contrarrestar la intolerancia? ¿Cómo generar nuevos espacio de
convivencia?. Aunque no se requieren respuestas inmediatas a estas preguntas, sí se
quiere evidenciar la importancia de los jóvenes en la construcción de ciertas formas de
relaciones sociales y políticas, que minimicen las expresiones de injustita y discriminación
social.
Demandas de reconocimiento social que logran fundamentarse sobre la acción
política de las y los jóvenes como estrategias de agenciamiento, una acción política
juvenil que logra trascender los discursos cotidianos para entenderlos y reconstruirlos.
Porque el joven es potencia y el conflicto dinamizador de cambio, en esta relación de
acción e interpretación del contexto, es donde se puede construir propuestas hacia la
resolución del conflicto armado, porque al hablar de participación política juvenil en
distintas expresiones, damos poder a esta participación como potencia que es efectiva en
la transformación de la sociedad y efectiva ella misma en lo real.
De allí que llevar acabo procesos de diversa índole como crítica a un orden o mejor
a un “desorden social”, sea una manifestación de grupos juveniles en el contexto urbano
y en algunos casos en el rural. Comprobar y demostrar que la eficacia de los mecanismos
institucionales de participación no es la mejor ni la más adecuada, con ello evidenciar la
exclusión a la que se ven sometidos debido a formas de pensar diferentes, acciones
colectivas reconocidas como amenazantes al sistema, generan una apatía, un conflicto y
a su vez una propuesta política de innovación.
Si bien la política es entendida como la actividad que comporta una actitud
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reflexiva. Corresponde a la actividad de todo miembro de la sociedad, en la medida que
interviene o trata de intervenir en los procesos que permiten llegar a decisiones respecto
a la forma de gobierno y a su estructura, a los planes gubernamentales y a las
condiciones dentro de las cuales se ejerce la libertad individual (Mora, 2004), esto en el
marco institucional pero también hace referencia a decisiones que permitan a las
comunidades una mejor calidad de vida, estrategias de resolución del conflicto, como
dice un graffiti de las calles bogotanas, hoy lema de un periódico local “somos iguales,
porque pensamos diferente”.
Y es que la diferencia marca la pauta y a su vez es la herramienta para pensar que
las cosas pueden cambiar, aun más si lo vemos a la luz del conflicto armado, en este
caso desde la participación juvenil aunque no son los únicos esquemas críticos o formas
lógicas de pensamiento que se crean de la realidad
Es en ese mundo juvenil que para muchos es oscuro, desconcertante, trivial o
extravagante, que desde un reconocimiento interno de sus condiciones sociales, políticas
y económicas, no muy favorables, se convierte en un actor potencial del cambio, actor
cada vez más político y no politizado; esto no sucede desde la pertenencia a un partido
político, o desde los consejos locales, o desde su participación en las elecciones. Es desde
su ser y hacer en el mudo, desde reconocer a otro como un igual porque difiere y
contradice, es desde el cuerpo como parte de la expresión simbólica, es desde lo local
como una base para pensar lo global, es desde el teatro, la música, diferentes
expresiones transformadas y mostradas desde el arte y desde hechos reales.
Los jóvenes participan y lo hacen como sujetos transformadores, legitiman en sus
contextos mecanismos diferentes e incluyentes que permiten evidenciar un compromiso
político y social, estas acciones hacen parte de acciones colectivas de manera
intencionada en busca de metas y logros específicos (González, 1995). De allí que se
conviertan en estrategias de resolución, no como la finalización de un problema o
terminación de algo, más bien como la transformación de unas condiciones impuestas
por un modelo de violencia legitimada en un Estado débil desde las instituciones y desde
la misma construcción de ciudadanía.
Procesos alternativos de resolución y concertación en lo local, construyen el
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reconocimiento de actores diferentes en escenarios diversos que convocan a una
transformación de pensamiento y un actuar más que a un hablar.
Con esto no se quiere decir que el conflicto armado llegue a su fin, pero al
reconocer la participación política más allá de mecanismos e instancias formales, nos
permite evidenciar que se construye un ciudadano más activo, un ser político más
influyente, desde manifestaciones diferentes y mecanismos no formales de participación
que lo pueden ayudar a transformar.
5. A MANERA DE CONCLUSIÓN
El conflicto aparece en escena como un fenómeno dinamizador del cambio de las
relaciones sociales y la búsqueda de un orden colectivo. Dentro de ciertos límites llega a
convertirse en una fuerza unificadora, pero fuera de éste se convierte en un elemento de
ruptura y contradicción que plantea la necesidad de cambios de estructuras políticas por
medio de distintos mecanismos.
Es aquí donde entra en juego la participación política juvenil, participación de
acción, en la cual el joven tiene relevancia por su carácter propositivo, potencializador y
utópico, porque “la acción como utopía, se logra convertir en agente de transformación
de la realidad”.
En este caso, una resolución de conflictos estaría medida por la construcción del
proyecto de colectivos y de ciudadanía que no se agota sólo en la exigibilidad de los
derechos sino que es aquí el escenario en el cual muchas de las actividades sociales
tienen la facilidad de ser políticas.
Visto así, es con la participación política juvenil en el escenario del conflicto social
y armado que se muestra la relación de sujetos de acción que se hacen así mismos en la
acción política, y lo más importante en su definición es la acción misma, con intereses,
sentimientos y justificaciones.
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