CONSIDERACIÓN POLÍTICA DE LA EDUCACIÓN Manuel de Puelles Benítez (1985) La educación ha interesado al poder político desde que las sociedades humanas se convirtieron en comunidades políticas, sea cual fuere el grado de su evolución y madurez. Sabine nos recuerda a este respecto la extraordinaria amplitud con que Platón estudia el tema de la educación en cuanto instrumento necesario para que el Estado sea armónico, hasta tal punto que algunos autores han llegado a considerar que la educación constituye el objeto principal de La República. La razón por la que todos los poderes políticos se han ocupado de la educación estriba en que ésta es, sin duda, una institución idónea para la transmisión de una ideología determinada. De hecho, la Historia de la Educación es en buena parte la historia de las luchas de los diferentes grupos ideológicos y políticos por mantener su control sobre la educación. Sin entrar ahora en ello, sí nos interesa destacar cómo la educación, sometida durante toda la Edad Media a la tutela de la Iglesia, comienza a ser objeto de intervención por el Estado a partir de la Reforma, especialmente en los territorios incorporados a ella, si bien sólo con la Revolución Francesa se hará extensible a todos los países el nuevo dogma de las potestades educativas del Estado. Como sabemos, la historia del siglo XIX es, en lo que nos concierne, la historia de la lucha entre el Estado y la Iglesia por conseguir el control de la educación, la hegemonía educativa. Se trata, pues, de transmitir desde el Estado los nuevos valores del liberalismo político, pero también de asignar al nuevo sistema de instrucción pública un papel fundamental en la consolidación del moderno sentimiento de nación, de hacer de la educación ur. factor de integración. El estudio, pues, de la educación desde el punto de vista político, como fenómeno que interesa a todo poder, es tan antiguo como el mundo. En cambio, el estudio de la influencia de la educación sobre la política es más reciente. Nos referimos ahora no tanto a las implicaciones ideológicas que lleva consigo todo fenómeno educativo, como, por ejemplo, a la influencia de la educación en la aparición de actitudes autoritarias o a las relaciones existentes entre la educación y la democracia. Más aún, si lo que queremos poner de relieve es la infuencia de los sistemas educativos sobre los sistemas políticos, entonces hay que reconocer que sólo hasta muy recientes décadas ha sido objeto de estudio por los politólogos. ¿A qué se debe este olvido de la Ciencia Política respecto de algo que hoy nos parece evidente, respecto de las funciones políticas de los sistemas educativos? La razón hay que buscarla en la fragmentación metodológica que sufrieron las ciencias sociales en el siglo pasado. Al reivindicar cada ciencia social para sí la autonomía de su objeto, el resultado fue el olvido de otros aspectos colindantes y la dificultad de comprensión total de la realidad. De este modo, no sólo se descuidaron los aspectos políticos del sistema educativo, sino también los económicos, sociales y culturales. Sólo con el auge de los estudios de la Educación Comparada comenzaron a salir a la luz diversos aspectos extraeducativos, aunque a veces los mismos comparatistas pusieran el acento más en el análisis introeducativo que en los aspectos generalizables no académicos. Por otra parte, el olvido de los estudios sobre las funciones políticas del sistema educativo se debe también, en parte, a la posición de muchos educadores que creían manejar así la religión y la política de la escuela. Pero la Política Educativa, en cuanto Ciencia Política aplicada, no es en modo alguno una ciencia normativa, sino una ciencia positiva que se limita a constatar lo que es, no lo que debe ser, es decir, a estudiar las funciones políticas que los sistemas educativos efectivamente cumplen, con independencia de que eso sea bueno o malo, aspecto éste que debe ser considerado por la Filosofía Política pero no por la Política de la Educación. Al estudiar las funciones políticas del sistema educativo actual, sea en los países más avanzados, sea en los más subdesarrollados, todos los politólogos están prácticamente de acuerdo en considerar que la escuela cumple una doble función política: de un lado, asegura en buena parte, mediante la socialización política, la lealtad básica hacia el régimen político establecido; de otra, garantiza en buena medida el reclutamiento de la elite política. Nos parece acertada la definición de socialización que aporta Lindzey cuando alude al proceso global por el cual un individuo, nacido con un conjunto de posibilidades de comportamiento extraordinariamente amplio, es llevado a desarrollar un comportamiento circunscrito a lo que es habitual y aceptable para su propio grupo. Aunque hay cierto consenso sobre este concepto, las discrepancias aparecen cuando lo que se trata de especificar es la orientación que sufre ese proceso. Así, para la Antropología Cultural todo el proceso de socialización se dirige hacia la conservación y transmisión de un modelo cultural a través de las diversas generaciones. Por el contrario, para la Filosofía Política lo importante en este proceso es el control que a su través se realiza de los impulsos innatos del individuo, potencialmente antisociales, ordenándolos de acuerdo con el interés común. Finalmente, cabe considerar también este proceso subrayando el objeto social del mismo, es decir, el aprendizaje de los roles o papeles institucionalizados por la sociedad. Con todo ello queremos decir que el proceso de socialización admite distinto calado según sea el enfoque desde el cual se estudia. De esta manera, al lado de la socialización como aculturación, como control social o como aprendizaje de roles, podemos situar, en su especificidad, a la socialización política. El interés por la socialización política proviene de los politólogos estadounidenses de procedencia funcionalista, aunque dicho interés haya pasado hoy también al continente europeo. El origen, pues, hay que buscarlo en la obra de Merrián (1931) The making of citíziens, reactualizada en 1959 con la publicación de la obra de Hyman, Political Socialization. Con tales palabras se alude a un particular fenómeno de socialización a través del cual el individuo adquiere conocimientos, pautas de comportamiento y sentimientos hacia el sistema político bajo el que vive. El primer agente de socialización política es la familia. Dicho proceso se realiza en el seno familiar prácticamente en todas las sociedades, aunque la importancia de la familia como agente de socialización política depende también de otras variables, fundamentalmente de la relación con la escuela. Asimismo, su importancia no es la misma en unas sociedades que en otras. En las sociedades subdesarrolladas la familia ocupa un lugar preeminente dado el alto grado de fragmentación existente: la familia aparece como el grupo al que hay que prestar adhesión total, por el que hay que luchar, en el que se produce la protección, lo que mina la confianza en las instituciones públicas y en el sistema político en general. En cambio, en las sociedades desarrolladas la familia cede normalmente su lugar a otros grupos e instituciones como la escuela, el grupo de iguales, los medios de comunicación social, los partidos políticos, etc. DE PUELLES, M. 1985 Política y administración educativas. Madrid: Universidad Nacional de Educación a Distancia, UNED.