Seudónimo: Ally Categoría: Crónica UN SOLISTA BIEN ACOMPAÑADO ¿Cómo se llega a ser Patrimonio Cultural vivo del Perú? Interpretar solos de guitarra por el mundo, con una maestría admirada por la crítica internacional, no basta. Ser creador, pedagogo y recopilador, tampoco. Ser un hito de la guitarra andina no es gratuito. Raúl García Zárate no buscó serlo y guarda la medalla junto a todas las demás. No son más que títulos. Lo suyo con la guitarra fue amor a primer oído. Dos guitarras están mirándose frente a frente. La de la izquierda canta un acorde varias veces, y la otra tartamudea tratando de imitarla. Se nota que ya ha tocado antes, pero está intentando una nueva melodía. “Usa este dedo mejor”. Un pequeño atril las separa. “Tienes que familiarizarte con la canción, ¿estás escuchando los discos?” “Sí, los dos”. “Tienes sentido del ritmo, eso es básico” “Ya maestro” “Listo calisto”. Raúl García Zárate ha terminado una clase y acompaña a su alumno hasta la puerta para despedirlo. Las clases son casi siempre por las tardes. Susana García cuenta que su padre cumple una rutina diaria. A las ocho en punto el desayuno, para luego emprender una caminata de sesenta minutos. A su regreso, pesca notas en la guitarra por un par de horas. Almuerza siempre a la una y cena a las siete. Gracias a esta disciplina, el también abuelo García ha logrado mantenerse sano en general. Cuando va a salir de gira o va a dar un concierto, prepara con varias semanas de anticipación el repertorio y practica además por las tardes. “La música es como un apostolado” le dijo una vez a un alumno. En la sala destaca un retrato suyo al óleo. Varias fotos de él y su esposa adornan los estantes. “Ella cantaba muy bien, tenía bonita voz y bastante gusto. A veces cantábamos los dos.” El 18 de mayo del 2004, Antonieta Morales falleció. El mismo año que García cumplía 60 años de vida artística. Su hijo Carlos Alberto – gerente general de Producciones Raúl García Zárate – le organizó una gira por varios departamentos para celebrar. Un viaje por todo el Perú que lo ayudó a superar la nostalgia y el vacío que le había dejado su esposa. “Para mí en realidad es un refugio el arte. La música me permite superar los problemas que nunca faltan.” “Ayacuchano, huérfano pajarillo, a qué has venido a tierras extrañas”, le reclama el huayno. A conmover, impactar y complacer los oídos más exigentes de Europa, Asia y América, con las afinaciones de mi tierra, diría. En el estudio hay una vitrina especial para todas las medallas y premios que ha recibido hasta hoy: Palmas Magisteriales en el grado de Amauta, Palmas Artísticas en el grado de Maestro, otras en el grado de Comendador, su designación como Hombres de este Siglo, como Patrimonio Cultural Vivo, etcétera. La pared de enfrente está atiborrada de los anuncios de sus presentaciones alrededor del mundo. En los estantes de los costados, distintos trabajos en artesanía y otros regalos que siempre llegan. Casi todos son retratos suyos o en honor a él. Se lo puede ver a los pies de la cruz, entre los músicos de una fiesta y hasta en el cielo. --- Oído. No lo es todo, pero es lo principal. Le fue mal en teoría musical cuando integraba la banda del colegio, pero aún así dio un concierto en el que dejó perplejos a todos. “Es que la música tradicional se aprende de oído, por la vía oral, eso no está escrito. Enseñar es un poco difícil también, sobre todo en la guitarra andina que requiere una técnica distinta a la de la guitarra clásica y de otras escuelas, entonces el oído es el que trabaja.” Quién creería que el que hoy es llamado Maestro por muchos, nunca tuvo uno. Lo que alimentó su arte fue una infancia desarrollada en una familia de músicos que siempre se reunía a tocar. Además de su padre y sus tíos, sus hermanos formaban en realidad una especie de orquesta: Hernán tocaba rondín; Oscar, quena y César, guitarra. Nery cantaba junto a Celinda y Angélica, sus hermanas. El pequeño Raúl – “no he crecido mucho tampoco” - escuchaba encantado la música que hacían en casa y la que pasaban por la radio – “Los Morochucos” - para luego correr a la trastienda y, escondido, repetir con la guitarra lo que habían estado ensayando sus tíos. Tenía miedo de que lo descubran, pues los guitarristas de Ayacucho eran famosos por ser bohemios, y no quería que sus padres le impidieran tocar. Esta práctica ‘clandestina’ lo ayudó bastante a abstraer e interiorizar la música. Hasta que un día su tío lo descubrió y avisó a su papá quien, lejos de preocuparse, le compró su primera guitarra. “Quise impresionarle y toqué el arreglo de un pasodoble.(…) Tenía algunas escalas que pensé que lo impresionarían, pero sin inmutarse me dijo: “Muy bonito. Ahora toca un huayno.” Luego preguntó: “¿con cuál de los dos te sientes más a gusto?”. “Bueno, con el huayno porque no tengo ningún temor de equivocarme”. “La música de tu pueblo, la música que tú has escuchado está más íntimamente ligada a tus vivencias, tienes una idea de cómo es esa música, sabes qué significan las letras y puedes interpretarla con bastante conocimiento, a diferencia de otras músicas”, dijo. Eso se me quedó grabado a través de todos los años que vine cultivando [el arte] y pensé que, efectivamente, la única música que yo podría interpretar y transmitir, era la que yo conocía y había vivido desde mi infancia.”, le confesó a Camilo Pajuelo, ex alumno suyo. Ese espíritu ha guiado la obra de Raúl García Zárate hasta hoy. Ricardo Villanueva, que fue su alumno particular hace algunos años y está por grabar un disco, aprendió del maestro que más allá de la técnica, teoría o las notas que se ejecutan, lo más importante es transmitir el mensaje que tiene la música. No se puede tocar una canción que uno no conoce o no ha interiorizado. García recomienda a sus alumnos escuchar el tema en su versión cantada, pues la letra en la música popular es como la partitura para los músicos clásicos. No hay más partitura que la letra del pueblo. Cómo saber, sino, la intensidad de una nota, el vibratto en una melodía. Cómo sino ponerle el sabor propio a la canción. Para el guitarrista Octavio Santa Cruz, el trabajo de Raúl en talleres con estudiantes del conservatorio demuestra que aquí, como en otras partes, la técnica instrumental académica no está necesariamente reñida con la estética andina. Y así lo demuestra Camilo Pajuelo, uno de los afortunados que llevó el taller especial de Guitarra Andina en el Conservatorio, que convirtió a Raúl en Profesor Honorario. La preparación académica y la guitarra andina no se contraponen pues “su técnica recoge precisamente varios elementos de la guitarra clásica. Un ejemplo es la postura, empleando el banquito para el pie izquierdo”. Por otro lado, García Zárate ni ningún otro artista “de oído” tiene nada que envidiar a otro con preparación académica. “Se desmerece injustamente a los músicos de oído, a aquellos que nunca fueron a un conservatorio o a una escuela de música. Esta realidad, lamentablemente, solo refleja nuestros prejuicios y revela el síndrome colonial aún presente en distintos aspectos de nuestra vida cotidiana.”. Gracias a Camilo, que realizó su tesis de maestría en el departamento de musicología de la Universidad de Helsinki (“Raúl García Zárate: Fundamentos para el estudio de su vida y obra”, 2005), el maestro realizó una gira por los países nórdicos, donde todos los públicos quedaron impactados con la interpretación de la música andina, en especial de aquella canción que ya es una insignia de todos los ayacuchanos y que Raúl ha sabido distinguir Adiós pueblo de Ayacucho. Debido al trabajo de García Zárate otras personas continúan con un estilo de guitarra andina y no solo en el Perú. El 2004, luego de dar un concierto en el Palacio de la Guitarra de Japón, fue invitado a dar una clase maestra. Una pareja de japoneses que ya cantaba y tocaba la música de Raúl, se acercó. La cantante “Parihuanita”, con vestimenta huamanguina, lo abrazó y le dijo en quechua Ama Qonqawaychu, ‘no me olvides’, y naturalmente Raúl se quedó impactado y conmovido. Este año, la pareja oriental realizó conciertos en Lima y Ayacucho. “Tu guitarra es el registro vivo del ser humano y verdaderamente étnico. Raúl, la persona que puede imitarte no existe, ya que tu guitarra deberá ser de todos los seres humanos por su característica etnológica verdadera”, expresa admirado Yoshio Arakawa, concertista de guitarra japonés. Como explica la etnomusicóloga Chalena Vásquez “Los discos grabados, así como su propia actividad docente, ayudan a fortalecer una corriente o escuela de guitarra andina popular. Le llamamos escuela popular en el sentido de que no se desarrolla en aulas académicas, pero que sus enseñanzas - sus formas de tocar, adaptaciones de canciones y de danzas a la guitarra solista- son un ejemplo que siguen muchas otras personas. Con el trabajo de todos se puede apreciar una corriente musical de la guitarra en el Perú, en el estilo andino.” --- Las tardes en la Plaza Mayor de Ayacucho son poco menos bulliciosas y ajetreadas que el mediodía. Las nubes negras sobre los cerros anuncian lluvias a lo lejos. Igual que hace cuarenta años, cuando en pleno caminar de caballeros galantes y sus señoras, de jovencitas con vestido recatado tomando un helado, se comenzó a escuchar una melodía. ‘¿De dónde sale esa canción? ¿De quién es?’. Seducidos por ese viento musical, más gente se dirigía a la plaza. Era el primer disco de Raúl García Zárate, el primer vinilo de guitarra sola, sonando por los parlantes de la Municipalidad. 1966. Un maestro de guitarra del Conservatorio le había pedido a Raúl acompañarlo a una prueba en los estudios de SonoRadio. En la cabina, de casualidad, le preguntaron: -¿Usted toca? -Un poquito -¿Por qué no prueba? Tocó dos temas y, en seguida, el gerente de ventas que había invitado al maestro le habló en privado: ‘Quiero hablar mañana con usted.’ Al día siguiente sin rodeos le propuso grabar un disco. Coordinaron los detalles y así salió a la venta su primer longplay titulado ‘Ayacucho’, una recopilación de los temas más representativos de su tierra. Contra los pronósticos de la directiva, que aseguraba que huayno en guitarra no vendía, el disco rompió el récord de ventas en el país. Ahí donde estaba prohibida la música ‘de los cholos’, como en el Jirón de la Unión, ahí se comenzó a escuchar. Ese mismo año, en una especie de festival de música peruana, Raúl conoció a quien más tarde debería cierto reconocimiento, el escritor José María Arguedas. ‘Está entre nosotros el maestro Raúl García Zárate, quien nos va a obsequiar una canción’, anunció el locutor Denegri, de Radio Nacional. En medio de las palmas, lo hicieron subir al estrado y le dieron una guitarra que “no tenía ninguna condición para tocar solo, pero complací pues”. En el camerino estaba Arguedas. -¿Lo pusieron en apuros? -Sí. -¿Ha leído usted mi artículo? -No, no. -He escrito un artículo sobre su primer disco en El Comercio. -Gracias, muchas gracias. Pero impresionado quedó García luego de leer el periódico “Me sorprendió todas las expresiones que hacía. Parecía que hubiera conversado conmigo y conocía todos los detalles. Un hombre tan informado de la música popular y tradicional. A partir de esa fecha yo lo admiré muchísimo, e incorporé a mi repertorio todas las canciones cantadas por él. Por ejemplo ‘Alberja sarwi’, ‘Yo estoy cerca al lago de Tambobamba’, como una memoria del maestro Arguedas.” --- Cuando tenía 14 años, su padre murió. Siendo el cuarto hijo, el joven Raúl asumió mayores responsabilidades que lo alejaron de la vida bohemia de esa época. Del colegio a la tienda, de la tienda a dormir. No aceptaba las salidas con sus amigos pues al día siguiente tenía que levantarse a las seis. Pero eso también lo ayudó a concentrarse en tocar más para él. Solo una vez su hermano Nery lo ‘disfrazó’ de adulto con un abrigo que llegaba al suelo para ir a dar serenata a una chica. Quería estudiar Medicina, pero eran siete hermanos y era un poco difícil mantenerlos siendo médico. Así que decidió “defender a su familia” y estudió Derecho en San Marcos. Los dos primeros años de Letras los cursó en la Universidad San Antonio Abad del Cuzco. Cuando terminó sus estudios entró a trabajar al Poder Judicial y pasó al fuero privativo de Trabajo. Paralelamente a su carrera como abogado, grabó en total diez longplays con su hermano Nery, haciendo el dúo “Los Hermanos García”. La voz de Nery era tan dulce y especial que lo apodaron ‘El pajarillo’. Por eso el día de su muerte, el 6 de noviembre de 1980, se celebra en su memoria el día de la canción ayacuchana. “Los estudiosos dividían el desarrollo de la música ayacuchana en un antes y un después de los hermanos García Zárate, porque con ellos empieza la grabación de los primeros longplays.”, afirma Alberto Eyzaguirre, sobrino de Raúl que desde siempre estuvo inmerso en el mundo musical andino. Dirige actualmente el grupo cultural Tradiciones de Huamanga, y sostiene que gracias a que Raúl tenía una cualidad que hacía que la música ayacuchana no sea rechazada ni sentida con prejuicios, él pudo acceder a que se graben LP, como también pensaba Arguedas: “Este hecho ha logrado producir el inesperado caso de un intérprete que puede ofrecer ‘limpia’ la música folklórica, ante el gran público que involuntariamente ha adquirido prejuicios contra los indígenas”. --- Recién llegado a Lima, el joven Raúl sintió un ambiente un poco negativo respecto de lo andino, y con el sueño de imponer su música en la capital logró tener un espacio en Radio Nacional, ‘Raúl García y su guitarra’ después del informativo nacional. Luego vino el segundo sueño: grabar un disco. El tercero se hizo realidad en el año 78, cuando en un brindis en la Alianza Francesa Robert J. Vidal, representante y organizador de conciertos de guitarra, luego de escucharlo le preguntó “¿Usted quisiera ir a París?”. “¿Por qué no?”. “Ya va a tener noticias mías”. A la semana le mandó una carta de invitación a un Encuentro Internacional de Guitarra, inaugurado por el maestro Andrés Segovia. La actuación de García Zárate causó gran impacto, al punto de que lo declararon la Revelación de esa semana. “El próximo año usted va a ser nuestro invitado de honor” le aseguró Vidal. “Por los caminos andinos, en las cuestas del Perú, oí por primera vez los ecos nostálgicos de un corazón puro. Cuando mi ensueño se hubo esfumado, me encontré en compañía de un gran artista por su talento y la autenticidad de su música. Por primera vez me encontraba en presencia de un hombre penetrado de profunda humildad por su arte. Tocaba con el ademán minucioso y tierno del artesano que ama la obra de fino acabado y los poemas sonoros se instalaron en nuestros corazones como la tibieza de los rayos del sol. A partir de ese día, ese artista y su música se convirtieron en mis amigos. ¡Cómo olvidarlo! El se llama Raúl García Zárate”, declararía luego Robert Vidal a Radio France de París. A su regreso al Perú, ya estaba casi decidido el gran paso que tomaría en su vida. Raúl dejaría el trabajo para dedicarse de lleno a la música. Con sus veinte años de servicios al Estado ya podría tener una pensión, así que a partir de ese año decisivo nunca más pisó un juzgado. Había estado rechazando constantemente invitaciones de viajes debido al trabajo, así que su familia lo tomó tan alegre y naturalmente como él. Su esposa también renunció y realizaron las giras juntos. “Raúl García Zárate es uno de los que se ha dedicado tanto al instrumento que ha sacado esta música en un formato de percusión tan limpia y tan virtuosa que sale a relucir de esa forma. Quizás los guitarristas anteriores no habían tenido esa dedicación de pulir tanto el estilo, pero sin quitarle esas pequeñas cositas que le dan el sabor”, cuenta orgulloso de haber sido su alumno, Ricardo Villanueva. --“El caso del doctor Raúl García es el ejemplo más cabal y notable del guitarrista de la clase señorial que domina el repertorio completo de una ciudad andina en la cual están, asimismo, representados los estratos sociales y culturales del Perú Andino” dijo Arguedas una vez. Javier Echecopar, otro guitarrista importante de nuestro país – especializado en guitarra clásica, con un disco de Guitarra Andina - coincide en su Historia de la Guitarra en el Perú: “Raúl García Zárate, mestizo ayacuchano, sintetiza a cabalidad la forma y el sentimiento con que entiende el hombre andino la guitarra. Su influencia ha sido determinante para la concepción de la escuela de la guitarra ayacuchana. Pocos años después otro ayacuchano nos marca con fuego: Manuel Prado Alarcón, ‘Manuelcha’, guitarrista campesino de recursos inacabables. Ambos forman la gran base de la guitarra andina y gracias a ellos ahora son muchos excelentes guitarristas que tocan cashuas, Huaynos, mulizas, danzas de tijeras, etcétera.” Llevar la voz de los huaynos, yaravíes, marineras, pasacalles y distintas danzas del país en las cuerdas de una guitarra nos remonta a una mixtura cultural desde la época de la conquista. Si bien los españoles ejercían dominación en distintos ámbitos, es en la música que los indios pudieron expresarse más, con fusiones y transformaciones de los mismos instrumentos y ritmos. Así, la música de García Zárate ha llegado hasta nuestros días con siglos de historia en su madera. Para muchos, García Zárate ha estilizado bastante la música andina para hacerla más digerible a otros públicos, o puede ser simplemente un ‘gusto refinado’. Para otros, como para el musicólogo Camilo Pajuelo, en la obra de don Raúl se encuentra representado, condensado magistralmente, el ser multicultural de nuestro país. Pero ante tanta discusión, ante tantos galardones, premios y títulos y ante todo lo que representa, Raúl García ni se inmuta. Él vive tranquilo dando clases a quien se lo pida, alejado del run run, a veces haciendo gestiones con el gobierno para implantar cursos de música en las escuelas y otros proyectos de ese tipo. Recalca siempre que nuestra música ha sufrido demasiadas distorsiones con la tecnología y por ello se está perdiendo cada vez más su valor. Menudo y sencillo me acompaña hasta la salida de su casa. Tan sencillo como cuando ingresó al escenario de su primer concierto y todo el público comenzó a reír porque la guitarra era más grande que él y ya ni se veía. Sentado en la silla que le habían preparado, sus pequeños pies colgaban. Y la gente seguía riendo, hasta que el profesor le colocó un banquito debajo de los pies y las carcajadas resonaron hasta la calle. Pero en cuanto empezó a rasgar las primeras notas, el público enmudeció.
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