DISEÑO ARQUITECTÓNICO LATINOAMERICANO O EL JUEGO DE LA RESISTENCIA DISEÑO ARQUITECTÓNICO DE LA RESISTENCIA O EL JUEGO LATINOAMERICANO Dr. Alberto Álvarez Vallejo En América Latina: Ahí está el poeta meditabundo... queriendo arreglar el mundo, con una sola cuarteta. Nicomedes Santa Cruz (Perú) Introducción El desconcierto. El llamado a la resistencia Ruinas de ayer y de hoy: Zinacantepec, México I. El desconcierto: El llamado a la resistencia Es necesario hacer un llamado a los arquitectos latinoamericanos (mexicanos) a “la resistencia” por lo local, para una revaloración del pensamiento arquitectónico, pues éste debe orientar la acción.Este llamado ha pretendido realizar un diseño arquitectónico más acorde a las necesidades sociales locales de México y de América Latina, su relación con el exterior, en el proceso de globalización. Se deja la idea de la dependencia o del subdesarrollo, o bien vernos a nosotros mismos como los habitantes de esta América: como orangutanes incapaces de regeneración. En sustancia estos españoles sostienen que los indios son tan brutos como al principio, ebrios por instinto, lascivos en todas las diferencias de este vicio, perezosos, ladrones,sin instrucción y aún sin doctrina cristiana (Zea, 1978). 1.1 La historia del llamado a la resistencia La historia de este México mestizo y su unidad, tiene elementos que definen el origen de su identidad cultural, pero, como comenta Leopoldo Zea, en la invasión del ejército norteamericano en 1847: “los estadounidenses no hicieron sino imitar a los españoles cuando conquistaron a México y la América, como ellos, entraron sin dificultad, apoyados en las rivalidades que tenían entre sí los diversos pueblos de estas tierras. El llamado a la resistencia tiene en este espacio de globalización un doble sentido: la resistencia en sí, y la defensa de lo local, o bien, hacer el juego de la resistencia y dejar que se “nos conquiste aprovechando nuestras propias diferencias. La raza latinoamericana. ¿Es posible realizar este llamado a la resistencia dadas las condiciones históricas, como dice Sarmiento, acerca de las razas que se originan después de la conquista? Las razas americanas viven en la ociosidad y se muestran incapaces, aún por medio de la compulsión, para dedicarse a una trabajo duro y seguido (Zea, 1978). Este desconcierto histórico que se manifiesta por el origen y conformación de América Latina, propicia discusiones en los ámbitos teóricos, se realizan propuestas desconcertantes surgidas de la urgencia de entrar a la modernidad que niega este origen. El desconcierto: el llamado a la resistencia. Entre los modernismos y lo que somos Vivienda no urbana: Zinacantepec, México. Edificio “inteligente”. Metepec, México La raza fue una de las preocupaciones pesimistas de los latinoamericanos, según el sistema evolucionista de Spencer, era la raza, la que llegaría a ser una preocupación central del pensamiento social latinoamericano, durante fines del siglo XIX y gran parte del siglo XX. “Se puede afirmar que en este momento existen reminiscencias de discusión en este aspecto de la raza”. En México, Vasconcelos unía al mexicanismo de Justo Sierra, el mestizaje como base de la nacionalidad, con el americanismo cosmopolita de Rodó y García Calderón. Teoría centro periferia (no sólo la raza).La noción centro-periferia aceptada, se acercó a los proyectos emancipadores de América Latina. Fue retomada para fundamentar los planes y programas de estudio de: el CYAD (Ciencias y Artes para el Diseño) de la Universidad Metropolitana de la Ciudad de México; y el proyecto de auto-gobierno de la Facultad de Arquitectura de la UNAM, alrededor de 1970 en México, así también, en otros países latinoamericanos. La formación del arquitecto y su ejercicio profesional.La educación de los arquitectos es parte de este llamado a la resistencia por lo local y su incorporación al proceso global y no del juego de la resistencia aceptando la derrota. La globalización incorpora el valor agregado del diseño arquitectónico local de cada país, sólo que, cada país debe de observar la mejor manera de incorporar este valor en beneficio de las condiciones locales, en este caso, la vivienda u otras formas arquitectónicas. 1.2 La cultura del desconcierto Existen tres Américas. Una es la que se produce por la influencia lusitana, de una idiosincrasia de autosuficiencia, bastante cerrada y con valores propios. La segunda, es la heredera de las grandes civilizaciones precolombinas (México, Colombia, Perú). La tercera, la del Cono Sur, con una débil tradición cultural autóctona respecto de la anterior (Murtinho, 1991). Por otro lado: el Movimiento Moderno, la influencia internacional en arquitectura hacia América Latina y del mundo, ha sido para muchos arquitectos y estudiosos de la cultura, la influencia obligada y el campo de acción de las teorías de la modernidad. La relación centro-periferia, es culturalmente hablando, eminentemente subjetiva; nos sentimos periferia porque vemos un centro fuera de nosotros. El desconcierto: la no armonía con el desarrollo moderno. Por cierto no es posible -ni necesario- convertirse en el centro del mundo. Pero sí es posible -y necesario- convertirnos en el centro de nosotros mismos (Waisman, 1991). La resistencia por lo local incluye también la asimilación de teorías dominantes en beneficio de las explicaciones locales y no de su alejamiento o negación: esto es la posmodernidad. El diseño arquitectónico latinoamericano en el desconcierto. El valor cultural de lo simbólico y de lo cultural en tanto representaciones y figuraciones que modelan consiste en discutir la distancia jerárquica entre cultura alta y cultura popular, en borrar el privilegio aristocrático de la cultura superior (letrada) y re-legitimar la cultura baja como escenario de resignificaciones sociales y de las transgresiones estéticas (Brunner, 1992). Esto fortalece el llamado a la resistencia para re-significar todas las expresiones espaciales y temporales de la arquitectura, de su discusión en las aulas y de readecuar los procesos de su enseñanza y aprendizaje, bajo un modelo cultural que permita buscar esta identidad por lo local. 1.3 El desconcierto y la identidad latinoamericana La llegada del Movimiento Moderno trae también la formación de la historia de la enseñanza de la arquitectura en América Latina. La tecnología y la enseñanza de la arquitectura también han caminado juntas, la primera se asocia con una dosis altísima de eficiencia, y nosotros en América Latina somos terriblemente ineficientes. Los latinoamericanos somos de andar despacio, eso nos gusta y nos caracteriza. Debido a lo anterior, la adopción de las teorías del Movimiento Moderno tomó peculiaridad entre nosotros, se formularon ritmos que determinaron la imagen de nuestras ciudades y pueblos. Enseñanza de la arquitectura y la identidad. En las escuelas de arquitectura se fomentó una enseñanza poco reflexiva en la mayoría de los casos, propiciando ciudades grises y mostrando la realidad cruda de los países latinoamericanos.Las complejidades y contradicciones del momento nos permiten afirmar que, en el desconcierto generalizado tenemos la certeza sobre los valores de una arquitectura que surja de nuestro tiempo y de nuestro espacio.Para Salmona (1991) es un espacio que nos exige actuar sobre las condiciones de los requerimientos sociales urgentes, con modalidades de acciones creativas frente a problemas inéditos fruto de la marginalidad radical y global que degrada el proceso de personalización de nuestras comunidades. La enseñanza y la identidad. Este debate de la enseñanza afirma el desconcierto y la necesidad del llamado a la resistencia, de explicar esta vuelta a lo local en función de las relaciones mundiales globales. Las contradicciones en el desconcierto son históricas, en algunos países de América Latina, en 1916, Pablo Hary decía: “salvo los ladrillos, la cal, la arena y alguna que otra tabla de cedro, todo el material de nuestros edificios es importado” (Ramos, 1981).El desconcierto y la búsqueda de identidad cultural, han planteado la necesidad de que el estudio de la arquitectura en esta realidad global, deba de hacerse en forma integral e interdisciplinaria y no quedar como una expresión de ambos anhelos. II. La ironía El diseño arquitectónico y la realidad latinoamericana. América Latina es rural y urbana, no es posible negar esta realidad, que de manera cierta explica Juan Acha en su teoría de los consumos: “el consumo del diseño arquitectónico es un proceso históricamente determinado por la sociedad que lo produce” (Acha, 1990). Ante esta realidad diversa en América Latina, existe una preocupación por el método de enseñar y hacer arquitectura, el más apropiado considerado como una herramienta que ayuda a resolver, controlar y sistematizar el diseño. ¿Es posible la consolidación de una propuesta del diseño con identidad nacional, cuando el diseño arquitectónico no tiene origen en Latinoamérica, y tampoco es invención latinoamericana? Estas reflexiones nos conducen al delirio latinoamericano: la identidad y la integración. 2.1 La realidad moderna, la ironía latinoamericana Para el europeo moderno del siglo XIX, América no es sino un lugar para explotar, incluyendo en esta explotación a los nativos, bastará el ser nativo de América para ser visto como inferior (Zea, 1978). Por esta razón y otras en igual sentido Alberdi de argentina, en el siglo XIX, al negar al habitante nativo de América preguntaba: ¿queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa? Traigamos pedazos vivos de ellas en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslas aquí (Zea, 1978). Estos fueron los argumentos, para la formación de una América moderna. Las ironías. Bunge arguyó en otra forma de ironía de América Latina: la forma de gobierno de una nación debe de interpretarse como una consecuencia orgánica de su herencia racial y psicológica y no como una abstracción independiente. Si un país es orgánicamente monárquico o republicano o monarquiza o republicaniza, los laboratorios, las artes, la arquitectura, los libros. En América Latina, donde el régimen de caciques es orgánico, toda la vida se ha “caciquizado” (Hale, 1990). México es un país de instituciones, ello se refleja en la institucionalización de la arquitectura. La “mejor” ironía. Las ironías han sido una manifestación del origen latinoamericano, pero sobre todo de las interpretaciones de los modelos que han tratado de explicar la existencia de América Latina. Hegel compara América Latina con Europa y establece lo siguiente: “los pájaros del norte no podían competir con el colorido de su plumaje con los del sur tropical, sin embargo cantan mejor” (el ruiseñor y la alondra que no existen en los trópicos). Quizá la baja calidad armónica de nuestros pájaros no se deba tanto al calor tropical como al hecho de que los habitantes de la selva tenían voces chillonas, de modo que el día que dejen de oírse en la selva los sonidos así articulados de hombres degenerados, muchos de los plumíferos cantores producirán también melodías más refinadas (Brunner, 1992), es decir, bajo el esquema emancipador de la modernidad producida en Europa. La arquitectura y la cultura en general en América Latina. Se desarrolla con esta obligatoriedad de la modernidad y las condiciones reales de la naturaleza latinoamericana; sé estetiza la producción arquitectónica: grandes coloridos barrocos y ciudades grises en los últimos años. Se conforman dos ciudades en América Latina: la ciudad de los sueños y fantasías de Macondo y la ciudad de los signosTamara. 500 años después de su descubrimiento, proporciona la fusión de todas estas experiencias constitutivas de nuestra modernidad: una danza en que ningún signo puede sostenerse de pie por mucho tiempo por la presión de los cambios tecnológicos y culturales que ahora llevan sobre Macondo cada noche “la pobreza que se adiestra en las escuelas vespertinas, lejos del salón intelectual” (Brunner, 1992). 2.2 La ironía actual en arquitectura Modernizar la tradición es un concepto que se incorpora a la discusión de la integración de los países de América Latina a la globalización. ¿Qué se entiende por modernizar la tradición? Sé ha comentado que en arquitectura es volver a lo local, pero sobre todo es ver cómo esta vuelta se incorpora a la globalidad. La modernización en México ha sido no tomar en cuenta al indio o, en el mejor de los casos, sólo le ofrecen la opción de desindianización y destradicionalización; para los tecnócratas modernizadores el indio representa por definición lo no-moderno, lo arcaico, una reliquia folklorica del pasado que la nación mestiza en trance de modernización no puede menos que olvidar y trascender. ¿Cómo hacer convivir al adobe y a la teja con las tecnologías más avanzadas de construcción del centro? El adobe y la teja se han encarecido para el habitante de América Latina, el concreto (hormigón armado) se ha vuelto el material y proceso constructivo más democrático. ¿Cómo hacer partícipe a la población de las tecnologías ecológicas que demanda la realidad de América Latina, si un considerable sector de ella, tanto en el campo como en las grandes concentraciones urbanas, ha sido autoconstruido, sin contar con la participación de arquitectos o urbanistas? (Fernández, 1991). Una conclusión irónica.Esta ironía latinoamericana se da cuando los estudios de arquitectura se formalizan en México, durante el siglo XIX, los temas preferidos fueron los edificios de prestigio, para simbolizar la grandilocuencia, la prosperidad y el brillo de la burguesía triunfante que sabía vivir como en Europa (Ramos, 1981). En la práctica actual (2010) como profesionales de la arquitectura no estamos ante nuestra realidad, sino dentro de ella, tomando parte en el juego de intereses que la componen, jugando a la resistencia o haciendo el juego de la resistencia. Irónicamente se dice que hace tiempo que ha muerto, al menos en teoría del conocimiento, la búsqueda de los “universales”, aunque no faltan los que manipulan su espectro, pero los universales como parte del Movimiento Moderno, propugnaban por la igualdad y práctica de una arquitectura para todos. ¡Que ironía! En la ciudad de México cerca de la mitad de población del área metropolitana vive en terrenos ilegales, en asentamientos irregulares, y el 70% de los ciudadanos ocupa viviendas de alquiler (López, 1981). Una ironía final. En la práctica, la arquitectura en México ha compartido los esquemas de modelos económicos obligados por las políticas internacionales y por las interpretaciones de los estados de América Latina. En México el resultado es: una vivienda cara y de mala calidad, o al menos no tan buena como la de la alta burguesía. Los arquitectos que están de acuerdo con todo esto, aplican un diseño y estética diferenciales que van desde el “good design”, el vernaculismo y el historicismo postmodernista de la burguesía, hasta los cajones con “manita de gato” del racionalismo de mercancía de consumo masivo. Y aún así, inalcanzable para la mayoría (López, 1981). ¡Qué ironía, la del juego de la resistencia! III. El delirio El pensamiento postmoderno de lo posible.Entiéndase por delirio la perturbación transitoria de la razón o la existencia de confusión mental. Ante el pensamiento postmoderno, el delirio se presenta con el rebuscado planteamiento de la modernidad como un proyecto emancipador y alternativo: “el desarrollo de la especie humana se dará a partir de los paradigmas de acción, el cambio permanente en la acción”, es ahí donde está el diseño arquitectónico. Para Habermas la modernización está en la teoría del conocimiento, en la esfera de la ciencia y en la esfera de la moral, por lo cual se puede afirmar que no hemos asimilado la modernidad y por lo tanto no podemos renunciar a ella, en otras palabras. No hemos alcanzado los tres niveles de asimilación de la modernidad: conocimiento, ciencia y moral, no hemos construido modernidad, otros han pensando por nosotros.La modernidad es un estado pretencioso de universalidad y de excesiva razón, pero Latinoamérica no sólo es razón, es emoción, es lo que somos; la construcción de la modernidad tiene que estar en relación con este argumento final: ¡lo que somos!.La respuesta al delirio. Es el canto a la resistencia, el comodín, que es la discusión de lo posible, de la vuelta y revaloración de lo local, de la búsqueda de la identidad en nosotros y no en el centro. 3.1 Los tipos de delirio Los modelos del centro siempre han sido imitados: en el siglo XIX América se prestó a mimetizar los modelos de Inglaterra, Francia y Estados Unidos. Argentina retomó las imágenes del modelo sajón, propiciando la migración de europeos a sus territorios desocupados. Durante el porfiriato en México se adoptó el modelo francés, la aristocracia se jactaba de imitar las modas y los etilos arquitectónicos franceses, se construyeron palacios con tecnología y materiales importados, era de suponer que sólo la mano de obra no calificada junto con algunos materiales fuera nacional.Un delirio socialista. Las ideas socialistas llegaron a América Latina y se toparon con las ideas nacionalistas, como parte de estas tendencias totalizadoras de países del centro. Mariategui decía que el mito es la idea, de que, es la revolución socialista la que sólo puede elevar “el alma del indio”. El indio debe de buscar la regeneración mirando hacia su pasado, hacia “el más desarrollado y armónico sistema comunista” de los incas. El proletariado indígena espera su Lenin (Hale, 1990). Un delirio mexicano. Para Vasconcelos la nacionalidad, ya fuera americana o iberoamericana en el sentido amplio, residía en el mestizaje racial y cultural, mientras que Mariategui, en Perú rechazaba los esfuerzos pasados y presentes por occidentalizar al indio (Hale, 1990). Esta forma de delirio fundamentó los movimientos nacionalistas económicos y culturales de México y otros países de América Latina. La pintura mural en México y la arquitectura con énfasis nacionalista tuvo gran incidencia en la primera mitad del siglo XX; sus cruces con el Movimiento Moderno tuvieron interpretaciones en México tales como: la construcción de la Cuidad Universitaria, y otros ejemplos que muestran la interpretación revolucionaria del funcionalismo popular y social. 3.2 Los delirios culturales Una referencia inicial de la cultura, se considera a la cultura como un universo de sentidos que no se comunica ni existe independientemente de su mundo de producción, de circulación y recepción, consumo o reconocimiento.A principios del siglo XX, comenta Octavio Paz (Brunner, 1992), estábamos ya instalados en una pseudomodernidad: ferrocarriles y latifundismo, constitución democrática y un caudillo dentro de la mejor tradición hispanoárabe, filósofos positivistas y caciques precolombinos, poesía simbolista y analfabetismo. Los aristócratas porfiristas, elites intelectuales y burguesía, vivían en su isla a costa de las masas de trabajadores, la modernidad había llegado para ellos; los nativos ilustrados se habían formado ya a imagen de Europa, pero con color indio, un elemento esencial de la modernidad en México del siglo XIX. A partir de los años cincuenta del siglo XX, es decir desde el momento en que se inicia la transformación de los modos tradicionales de producir, transmitir y recibir cultura, se conforma el enfoque de la cultura moderna. La modernidad ha nacido en América Latina, no de la cabeza de los modernizadores y de la irradiación de sus ideas en las cabezas de sus contemporáneos, sino mediante la operación de los aparatos culturales que la producen, incluso a espaldas de nuestros intelectuales (Brunner, 1992). En arquitectura se tiene una participación amplía con la adaptación de las formas funcionalistas internacionales asimiladas por las modas nacionalistas de elites intelectuales. A partir de 1950 ha estado en curso una verdadera revolución: por lo menos los siguientes fenómenos simultáneos y convergentes: la educación se ha vuelto una empresa masiva; los públicos educados o semieducados han terminado por imprimir particulares gustos, sensibilidad y valores a la cultura de masas; el nuevo imaginariosocial-de-masas latinoamericano es producido por la televisión, igual que en su formación interviene la escuela y la ciudad; la cultura moderna, es rápida emergencia, se constituye en la propia idea del “querer-ser-modernos”.En esta modernidad de masas. La producción y consumo de arquitectura, tuvo una asimilación que equivocó valores tradicionales por valores modernos, en esta ansiedad de querer ser modernos: al sustituir el adobe por “tabicón” y teja por concreto armado, produjo una ciudad gris que modificó su imagen. Brunner diría que Macondo es la metáfora de lo misterioso o mágico real, que se ocultaría en esta masividad gris, traído por las categorías de la razón y por la cartografía política comercial y científica de los modernos. 3.3 El delirio de la identidad cultural La elaboración de una cultura nacional se transformó en un objetivo primordial de los nuevos estados de América Latina, esto fue, como producción cultural interno de cada estado nación que lo identificaría como un estado moderno. En esta etapa actual de globalización, México está embarcado en un ambicioso proyecto de modernización. Áreas como, el diseño arquitectónico tiene en este planteamiento la suerte de poder participar en proyectos científicos y tecnológicos, el problema es vislumbrar en este proceso de competencia mundial, cuáles son los aspectos en los que se puede ser competitivo hacia dos sentidos: lo interno-local y lo externo-mundial. La identidad en arquitectura. Comprende por lo menos tres elementos principales: primero, la percepción de su permanencia a través del tiempo, su pasado histórico es reconocido por la edificación arquitectónica que identifica luchas y resistencias hegemónicas que forman parte de nuestra historia; segundo, la percepción de unidad, que en el caso de las ciudades mexicanas y de América Latina, se perciben islas donde la riqueza y la pobreza sólo comparten el tiempo y el territorio; tercero, la capacidad de reconocerse y ser reconocido en cuanto portador de una determinada identidad, la producción del objeto arquitectónico en México, si nos identifica, pero también se identifica esta asimilación por una cultura externa trasnacional. La identidad tiene que ser buscada ahora en la globalización. La modernidad de la modernidad o postmodernidad. Como dicen algunos, sería entonces eso: la mundialización de la cultura, la homologación universal. Y modernizarse sería lo mismo que dejarse englobar, estamos asistiendo a un modo único de cultura basado exclusivamente en el principio y la lógica del valor de cambio, de la mercantilización de las cosas, del entorno, de las relaciones (Giménez, 1996).El arquitecto chileno Enrique Browne (1996) fundamenta una posible tendencia latinoamericana en arquitectura: mediante la adecuada conjugación del “espíritu del tiempo” (global) con el “espíritu del lugar” (local) con lo que todo folklorismo o reaccionarismo (juego de la resistencia) es eliminado, y puede buscarse una versión propia de la modernidad de la modernidad (o postmodernidad). IV. El comodín. El canto de la resistencia En la postmodernidad existe la posibilidad de jugar con todo, no hay discurso válido, sino que, puede haber varios. La postmodernidad tiene esa posibilidad, la razón es subjetiva y Latinoamérica diversa.En México y el resto de Latinoamérica se han establecido muchas escuelas de arquitectura, se han formado numerosas asociaciones, pero poco se ha hecho sobre la eficacia del trabajo del arquitecto, se ha dado poca comunicación entre los arquitectos. Los posgrados no son alentadores, y las instancias de ganar terreno sólo se dan para llenar espacios y huecos.Es necesario tomar una posición y una cosmovisión acerca del diseño arquitectónico, que generen una conciencia gremial con los siguientes rasgos: que tenga claridad en los roles institucionales; que asimile el concepto de interdisciplinariedad (multidisciplinariedad y trasndisciplinariedad); que revalore la función social del diseño arquitectónico (arquitectura con fines sociales); que replantee y rescate el reconocimiento, es decir, que genere un estatus de la propia disciplina; que redistribuya el trabajo y amplíe los roles permitidos. 4.1 El canto salvaje del ave de bello plumaje latinoamericano Chillido salvaje.Tradición y modernización sólo se oponen como tipos ideales polares, pero históricamente no son totalmente incompatibles ni excluyentes. No solo pueden entremezclarse y coexistir, sino también reforzarse recíprocamente. La arquitectura ha mostrado en la práctica la convivencia histórica de procesos constructivos y formas arquitectónicas tradicionales con las modernas. La tradición ha fortalecido lo moderno en distintas épocas, por ejemplo el regreso a la teoría gótica fundamentó el art nouveau. Lo nuevo frecuentemente se mezcla con lo antiguo, y la tradición puede incorporarse y adaptarse a la nueva sociedad emergente. Existen algunas tradiciones cerradas y retardatarias, pero hay tradiciones también abiertas, culturalmente elásticas y receptivas al cambio (Giménez, 1996). El análisis de la identidad cultural en la producción arquitectónica. Necesita partir desde los medios de producción y circulación, y por las formas y condiciones de la recepción para así poder dotarse de los contextos en que una cultura puede ser interpretada. La ciudad es el escenario más importante del consumo objetual de la arquitectura, donde la recepción del mensaje objetual se materializa y se ubica en los diferentes contextos para su interpretación. Macondo. Ciudad de los símbolos arquitectónicos tradicionales que construyen identidad cultural, no es Europa (y no lo será) por que no comparte una misma racionalidad. Macondoamérica. Es simultáneamente superior a cualquier otra cosa porque tiene “poesía” y revela “pasión” y comunica “misterio” y habla en lenguas y manifiesta el pleno poder de una naturaleza que acoge a los hombres en su manto (Brunner, 1992). “Tamaramérica”. Una ciudad donde existen distintos tiempos discontinuos pero simultáneos, copresentes; creencias y principios de organización de la cultura que coexisten en abierta pugna o soterradamente, todo eso ha sido una clase relativamente permanente de lectura e interpretación de la cultura latinoamericana; compartida por los “macondianos” y por los críticos de la pseudomodernización, que están más cerca de un contexto latinoamericano, o mexicano como en nuestro caso. 4.2 El canto de la arquitectura latinoamericana (Mexicana) La arquitectura como respuesta a la identidad regional, no considera negativa la recepción de influencias extranjeras, de hecho, históricamente América Latina y su cultura se han desarrollado sobre la base de estas influencias, mezclándolas, sintetizándolas, aunque la mayoría de las veces mimetizándolas. El caso de la arquitectura de Barragán es un buen ejemplo, ya que, es notoria la influencia recibida del cubismo y del neoplasticismo, pero que recombinada con el espíritu mexicano dan un resultado diferente y nuevo que causa sensación en todo el mundo. Lo mismo sucede con el trabajo del uruguayo Eladio Dieste donde podrán reconocerse las influencias de Gaudí o de la tradición constructiva ladrillera catalana, pero reelaborado de tal forma que ha surgido un producto propio e inédito (Browne, 1991). 4.3 El canto final Se puede “esquematizar” con ironía, delirio y acomodación las siguientes alternativas y actitudes que presentan estudiantes y profesionales de la arquitectura en México y en otros países de América Latina. Primero las tendencias más comunes: La formalista estetizante: Sólo se preocupa por la forma del edificio y lo ve como una obra de arte individual. La tecnócrata: Se interesa por los problemas que sustenta que son meramente técnicos, la arquitectura es una técnica y lo que importa es que esté bien resuelta, la belleza es aleatoria, lo importante es que “funcione”, representa a las capas tecnócratas del sistema que viajan en helicóptero para supervisar sus obras. Los arquitectos construyen vivienda popular y viven en residencias con alberca propia. Claro nos referimos a los gerenciales porque por desgracia hay muchos arquitectos que piensan igual y sólo son empleados. La populista estatal: La arquitectura es “un servicio”, hay que construir en masa para el pueblo y según los planes del Estado, al menos hay que decirlo en cuanto congreso se pueda, al dejar de ser el estado protector, esta tendencia ha disminuido su presencia, llegando a las compañías privadas. En segundo lugar tenemos las tendencias progresistas: La economicista. La arquitectura no existe, la inventaron los arquitectos. Lo que hay en el capitalismo son soportes materiales de las relaciones de explotación, la vivienda es un lugar donde se produce la fuerza de trabajo para el sistema. Por lo tanto el diseño es una actividad burguesa. No hay que diseñar, hay que investigar y desarrollar la técnica: La populista alternativa. Sólo hay que diseñar para el pueblo, para las comunidades y los asentamientos irregulares. Hay que buscar una tecnología popular que utilice los recursos que tienen esos grupos. La alternativa de la arquitectura de la ciudad democrática: Partimos de la convicción de que una escuela de arquitectura no tiene como papel dirigir y decidir acerca del cambio social y político, sin embargo, puede contribuir de manera importante. Las fuerzas progresistas son la democratización del país en todos sus aspectos: hacer una sociedad equitativa y sustentable. Para ir concluyendo. Nuestra modernidad no es abstracta sino propia y posible. Los gérmenes de nuestro desarrollo, se encuentran en nosotros mismos, en nuestro pasado están ocultas algunas vetas de nuestro futuro, estos son los “recuerdos del futuro”. Finalizo con ésta reflexión que pongo a la consideración de los estudiantes de arquitectura: América Latina sólo podrá desempeñar un papel relevante en la historia mundial si se reconoce la especificidad de su aporte cultural, de su síntesis cultural, en otras palabras, habría que ser latinoamericano para ser universal y no encerrarse en la aldea. El final. Los autores de la guerra y el triunfo posterior del panamericanismo y la guerra fría sepultaron, durante aproximadamente veinticinco años, esta problemática, sustituyéndola por el tema del desarrollo. Hoy hablamos con la voz de la diversidad y con el centro en nosotros mismos, en México o en Latinoamérica. Acha, Juan. Introducción a la teoría de los diseños. 2ª ed. Trillas. México. 1990. Brunner, José. J. “La ciudad de los signos y Entonces ¿existe la modernidad en América Latina? En América Latina, cultura y modernidad. CNCA/Grijalbo, México. 1992, pp 37-72 y 121-134. López, Rangel Rafael. Tendencias y actitud de los profesionistas y estudiantes de la arquitectura ante su realidad. En Cuadernos de arquitectura latinoamericana. 2ª. Época. No. Uno. México noviembre de 1981, pp. 25-33. Zea, Leopoldo. Filosofía de la historia americana. FCE/Tierra Firme, México. 1978. Cap. VII: El proyecto conservador y Cap. VII: El proyecto Civilizador, pp. 211-268.