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PINCELADAS SOBRE ARQUITECTURA PARA EDIFICIOS EDUCACIONALES
Autores: Agnieszka Stepien, Lorenzo Barnó, Beatriz Villanueva y Francisco Javier Casas.
Palabras clave: Edificios educacionales, arquitectura, niños.
Tema de comunicación: B.5 _ Del proyecto hasta la construcción.
Tener la posibilidad de hacer el proyecto de un centro de educación es uno de los mejores
momentos que puede vivir un arquitecto. En él se concentran todos los grandes temas de la
arquitectura y a los cuales se les suma el plus de que el usuario no es un usuario cualquiera. El
protagonista del edificio es un niño y eso marca de manera decisiva el devenir del proyecto. El
solo hecho de ser conscientes de que es uno de los primeros edificios públicos con el que tendrá
contacto, es ya una gran responsabilidad; la arquitectura haciendo de profesora con su sola
presencia. A veces, se olvida que gracias a ello los niños aprenderán a disfrutar y valorar la
arquitectura. Si queremos aspirar a una sociedad seria y responsable en materia de arquitectura
y ciudad, no se nos ocurre mejor idea que invertir en la calidad de arquitectura educacional.
Para un edificio educacional creemos que se debe huir del espectáculo y apostar por
una arquitectura silenciosa, austera y en donde la mano del arquitecto se vea lo menos posible.
Lo que diferencia la pura construcción de la arquitectura, es la delicadeza y la sensibilidad. Estas
arquitecturas han de ser la suma de un mundo racional (y razonable), que nace del estudio y
análisis, más un mundo subjetivo, comandado por la intuición y que tiene que ver con ese “no
se que” del que nos hablaba Miguel Fisac. (1)
Valorar el entorno y no llamar excesivamente la atención han de ser premisas de partida. No
parece que sea una buena enseñanza para sus usuarios el que sus fachadas anden “sacando
pecho”. Más bien, ha de ser algo integrado y contenido, metido en el entorno, tirando lazos con
él y sobre todo con gran respeto por el lugar. Este respeto no tiene nada que ver con la pleitesía,
sino con ser capaces de leer el entorno a diferentes niveles: simbólico, cultural, topográfico,
medioambiental, paisajístico, etc. En fin, ser un buen y dialogante vecino. Cuando la arquitectura
es arquitectura no necesita pegar chillos.
Otro gran tema para un edifico escolar es la luz y la orientación del edificio. No es tan clara la
estrategia a seguir y dependerá de otros factores como las vistas o la ubicación geografica en
que se encuentre (la valoración del sur cambiará, lógicamente, en función del emplazamiento).
Como bien insiste Alberto Campo Baeza (2), la luz define (y construye) el espacio y es el material
más valioso y barato de la arquitectura. Esto, realmente, sucede en cualquier proyecto, pero en
esta tipología es especialmente importante.
Las aulas deben atrapar esta luz, pero deben dar paso a una iluminación justa, pues, como
afirma Francesco Tonucci (3), “si los proyectos tienen un exceso de luz terminan siendo
diseñados para que ser admirados por los colegas y publicados en las revistas especializadas,
en vez de serlo para que adaptarse a las necesidades de los niños y de los docentes”. Por lo
tanto, que los niños crezcan envueltos por una luz neutra, controlada y matizada es un punto del
todo relevante. Que haya espacios abiertos a un bonito paisaje, que se puedan enmarcar
determinadas vistas, que la naturaleza forme parte del proyecto como un elemento más o que los
espacios de estancia se vuelquen a un patio controlado y definido por recios muros, son
decisiones que hay que tomar de manera muy consciente.
A este análisis sobre la orientación, hay que sumar la variable bioclimática. Esa relación con el
sol del edificio, hará que gaste poca energía en invierno y que se esté fresco en los meses
calurosos sin la ayuda de costosa tecnología que acaba, tarde o temprano, siempre fallando. A
su vez, tener claro el concepto de inercia térmica, poner un aislamiento que supere ampliamente
los mínimos exigidos, un porche bien situado (y dimensionado) y una correcta ventilación
cruzada pueden ser los mejores aliados para este tipo de estrategias. A ellas, hay que unir el uso
de materiales sanos y que no tengan una gran huella ecológica.
Lo mejor de todo es que este tipo de estrategias pasivas y el uso materiales más
saludables suelen ser estupendos garantes para que el niño disfrute de un hábitat adecuado.
Y ya por último, se debieran poner encima de la mesa los mecanismos “clásicos de la
arquitectura”. En estos edificios para la educación, conceptos como la relación interior –
exterior (poder estar dentro con la sensación de estar fuera y viceversa), la transición, el umbral o
el espacio intermedio se hacen más necesarios que nunca. Aquello que tiene que ver con la
medida de las cosas es lo que terminará validando los espacios propuestos. Todo debe tener su
dimensión adecuada, pero unas medidas pensadas para personas. Por el hecho de ser niños,
entendemos que no todo puede estar proyectado a escala “mini”. Lo mismo ocurre con el color.
Es necesario y debe estar, pero abusar de él puede ser igual de contraproducente que su
ausencia. Si queremos que los niños lo valoren y aprendan a disfrutar de él, tiene que aparecer
en lugar adecuando, en la cantidad precisa, y con la intensidad justa.
En fin, que lo que debe primar es algo tan sencillo como garantizar que nuestra arquitectura
nazca con vocación de servicio y en donde la prioridad sea cubrir las necesidades reales de los
ocupantes del edificio.
(1) Miguel Fisac Serna _ Arquitecto. (Daimiel, Ciudad Real, 29 de septiembre de 1913 — Madrid, 12 de mayo de
2006).
(2) Alberto Campo Baeza _ Arquitecto (Valladolid, 1946).
(3) Francesco Tonucci _ Pensador, psicopedagogo (Fano, 1941).
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