ARQUITECTURA, EDUCACIÓN Y SOCIEDAD. Forum internacional de tesis doctorales ESCENARIO EDUCATIVO. Línea 3: Salud mental, arquitectura y urbanismo. COMUNICACIÓN: PLAYGROUNDS EN EL SIGLO XXI. UNA REFLEXIÓN SOBRE LOS ESPACIOS DE JUEGO EN LA INFANCIA. Autoras: Virginia Navarro Martínez, Laura Organvídez Yanes, Tibisay Cañas Fuentes, Sara Parrilla Cubiella, Ana Parejo Farnés. RESUMEN DE LA COMUNICACIÓN Los nuevos conceptos pedagógicos de mediados del siglo XIX provocaron un cambio radical en el modo de concebir los juguetes y los juegos haciéndolos más apropiados para favorecer el aprendizaje del niño. Las teorías de Pestalozzi, desarrolladas posteriormente por Froebel y favorecidas por el cambio social, hicieron que a finales del XIX se planteara la necesidad de destinar parte de los espacios urbanos a la infancia. Las primeras áreas de juego estaban vinculadas a los parques urbanos, con el objetivo de solventar la necesidad de jugar al aire libre de los más pequeños y protegerlos del peligro de las calles. Desde su origen, se encontró una relación directa entre la salud, el desarrollo cognitivo de los niños y sus espacios de ocio. La mayoría de las formas de juego son fundamentales para un desarrollo saludable, pero se considera que el modo libre y espontáneo de diversión asociada a estos espacios es el más beneficioso de ellos. Tal vez sea el único equipamiento social que presenta una finalidad educativa concreta y una clara relación con la salud. Existen tres factores influyentes en el diseño de los espacios de juego: los avances pedagógicos, los modelos sociales predominantes y las ideas urbanísticas vigentes. De esta forma, se puede establecer una correlación entre los modelos de ciudad y los diferentes tipos de parques infantiles y, desde ese estudio, aproximarnos a los playgrounds del siglo XXI, objetivo último de la presente comunicación. Se abordarán así en una primera parte las correspondencias mencionadas, para posteriormente pasar a definir los diferentes espacios de juego existentes enunciando sus características principales. Con la aparición de los primeros Kindergarten creados por Froebel en 1837, se inició una reflexión sobre la importancia de la actividad lúdica del niño en sus procesos de aprendizaje. Además de sus conocidos "dones", que tanto influyeron a Frank Lloyd Wright, este pedagogo alemán es el precursor de los areneros como lugar de juego, que aún hoy son empleados en numerosos parques infantiles. Lo adecuado de su uso se debía a que era un material moldeable, que permitía su vertido y que favorecía la relación de grupo. El Haus Pestalozzi-Froebel en Berlín cuenta con uno de los jardines de arena más hermosos y extensos de Europa. No obstante, el sentido educativo del juego infantil perdió vigencia a principios del siglo XX, cuando se impusieron las teorías higienistas. Tras la Gran Guerra (1914-1918), la vivienda social en Europa adquirió gran importancia y arquitectos y planificadores buscaron mejorar las condiciones de vida en las ciudades, dando por ello relevancia a las escuelas y los equipamientos infantiles. La aparición del Movimiento Moderno fijó la imagen estética de estas iniciativas. La cubierta de la Unidad de Habitación de Marsella, aunque posterior a esta etapa (1947-1952), reúne en el jardín de niños los principales conceptos de este periodo previo: la enseñanza como corazón del proyecto social y el uso higienista de la terraza como solarium. De hecho, Francia se había incorporado al movimiento de las Open Air Schools en 1922, tras el primer congreso internacional que se celebró en París sobre este tema, y había construido en Suresnes uno de sus ejemplos más brillantes y difundidos, la École en plein air (1935-36) de E. Beaudouin y M. M. Lods. Pero no fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) cuando el espacio de juego alcanzó una verdadera dimensión urbana con la serie de intervenciones de Aldo van Eyck en la reconstrucción de Amsterdam. Este arquitecto holandés trabajó en el Departamento de Obras Públicas y diseñó más de setecientos playgrounds (1946-1978), donde experimentó con las combinaciones formales de mínimos elementos y la coreografía optimista que impregnarían su trabajo posterior. La estrecha relación con los artistas del grupo CoBrA y los viajes por el continente africano alimentaron su visión crítica del racionalismo arquitectónico, defendiendo en todo momento la creatividad frente al funcionalismo. Miembro del Team X y de la denominada Tercera Generación, manifestó un interés antropológico capaz de obtener una "vuelta al origen" que garantizara la transmisión de las más importantes esencias y conceptos profundos del habitar humano. La dotación de mobiliario urbano para el juego, antes inexistente, quedaría a partir de entonces asociado a estos espacios. En noviembre de 1959 se redactó la Declaración de los Derechos del Niño por la Asamblea General de las Naciones Unidas basado en un texto anterior de 1929, en la que se reconocía el jugar como un derecho universal del individuo y, al mismo tiempo, un instrumento de la política social. Esta declaración resume la paradoja del discurso moderno del juego, ya que el niño no tiene voluntad directa sobre el mismo al depender éste de decisiones administrativas. Esta contradicción trató de superarse con la aparición de los adventure playgrounds, un espacio sin equipamiento en el que los niños aportan el contenido y el significado a través de la acción. Frente al espacio tradicional, en los playground adventures el mobiliario se crea con materiales de construcción y objetos en desuso. La necesidad de un responsable que administrase el uso de herramientas y materiales y controlase la seguridad de los niños, impidió la extensión de este modelo. Sin embargo, algo de su espíritu se ha recuperado hoy en día a partir de la investigación de Robin Moore (Childhood's Domain: Play and Place, 1986) que ha mostrado como las áreas equipadas de juego deben compensarse con otras marginales preferiblemente arboladas o silvestres que, aunque para los adultos parezcan abandonadas o degradadas, los niños puedan hacer suyas. Los playscapes son un tipo de parque de juegos que pueden reunir el sentido de propiedad por el que aboga Moore, al tiempo que garantizan unas condiciones de seguridad y bienestar. Estos espacios están diseñados por arquitectos especializados en construir paisajes para jugar y abarcan un gran rango de opciones que permite a los niños ser creativos y usar la imaginación. En este orden de ideas, se pueden encuadrar también los creative playgrounds. En los últimos 20 años, la participación infantil en la definición de sus propias áreas de juego, demandada desde los años 70, empieza a hacerse realidad mediante iniciativas sociales como La citta dei Bambini de Francesco Tonucci o Las ciudades amigas de la infancia de Unicef. Una característica importante de estas iniciativas es que han ampliado el conjunto de espacios urbanos destinados a la infancia ya que, además de juego, la ciudad debe proporcionar al niño otras garantías tales como seguridad, autonomía personal y movilidad y favorecer, a través del reconocimiento y la identificación del espacio urbano, la identidad del habitante con su medio. Así, la calle como lugar de ocio y el recorrido seguro son los nuevos espacios que el siglo XXI recupera para la infancia.