Tesis sobre el fenómeno de la murga como instaurador

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Tesis sobre el fenómeno de la murga como instaurador
del arte popular callejero (2da. Parte)
por Daniel E. Creche
En Meyerhold N°1 ofrecimos la primer parte de la historia de cómo se desarrolló
de la murga arte popular callejero. Entregamos, a continuación, la 2da. y última parte
que completa su historia sobre el asentamiento de las murgas en el Río de la Plata.
Los Tablados. Escenario natural de las murgas
Durante la década del 20 se torna característico, fundamentalmente en
Montevideo, la construcción de "tablados". Estos consistían en rústicos escenarios
emplazados en las esquinas, autogestionados, financiados y construidos por la gente del
barrio organizada en comisiones ad hoc.
Con el paso del tiempo la ornamentación fue ganando complejidad e
incorporando creaciones artísticas populares. Allí actuaban las murgas durante todo el
mes de carnavales y concurría un nutrido público muñido de sillas y bancos propios.
La proliferación de tablados, el acceso libre y gratuito al espectáculo, y la
extensión de las celebraciones carnavalescas barriales otorgaron a las murgas la
oportunidad de ser vistas por mayor cantidad de espectadores con mayor continuidad.
Este fenómeno que reforzó el creciente movimiento de murgas tuvo lugar entre 1930 y
1950, fecha en que el ejemplo es imitado con gran éxito por los clubes barriales que en
muy poco tiempo, en virtud de su infraestructura, logran capturar el público en grandes
bailes despoblando los tablados.
Además de las actuaciones en corsos, tablados y clubes, otra de las tradiciones
murgueras era "la recorrida". Esta consistía en visitar a los vecinos durante la época de
carnaval y cantarle sus canciones. Los vecinos recibían a la murga en sus casas o
corralones y a cambio de las humoradas los invitaban con comida y bebida. Es de
destacar que este hábito no se daba sólo en Buenos Aires y Montevideo sino también en
localidades de los cordones citadinos. Testimonia este hecho datos aportados por la
murga Los Pegotes de Florida, (aún en actividad) nacida en 1924 en la localidad de
Florida, partido de Vicente López, Prov. de Buenos aires. Esta murga se llamaba
originalmente Los siete gansos, pero durante una recorrida "El Chino" Alberto
Domínguez, integrante de la murga, escuchó que uno de los vecinos comentaba a otro:
"Estos son unos pegotes", frase que valió el cambio de nombre a la agrupación que al
año siguiente se presentó en el carnaval como Los pegotes de Florida.
En la década del 30 los barrios emergen con fuerza en las agrupaciones de
carnaval, que pasaron a tener nombres paródicos acompañados del nombre del barrio de
origen, y es en este punto donde el sentido de pertenencia hace su aparición, cuando
comienza a diferenciarse paulatina y sostenidamente la evolución del movimiento de
murgas uruguayas y porteñas.
Algunas de las murgas porteñas ya legendarias que hacen furor en esta década
son: Los eclécticos de Villa Devoto, Los averiados de Palermo, Los criticones de Villa
Urquiza, Los curdelas de Saavedra. También comienza a manifestarse una hibridación
mayor de culturas y tradiciones en las murgas, el crisol de razas operado por la
inmigración incorpora tradiciones antiguas, cánticos autóctonos y vestimentas
regionales.
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El nombre de algunas sociedades aluden en muchos casos directamente a su
lugar de origen, así aparecen Stella di Roma, Amanti a Castagna, Salamanca, Lago di
Como, Orfeón gallego, Los marinos del sud, que imponen melodías pertenecientes a
canciones mexicanas, brasileras y tangos cambiando sus letras por estribillos paródicos
y risueños.
Se ingresa a una murga por amistades previas; sus integrantes se conocen por
compartir el vecindario, la parentela, la barra del club de fútbol. La incorporación a una
murga es voluntaria. Muchos jóvenes “cuelgan la levita” con el casamiento o cuando
asumen mayores obligaciones, pero el murguero de alma se ingenia para estar siempre
involucrado en algunos de los numerosos roles que se desempeñan en estas
agrupaciones.
La representación artística de la murga porteña esta integrada por tres
momentos: el desfile de entrada, canción de presentación, canción de critica, canción de
homenaje, la matanza que es el momento en que los bailarines se destacan por la energía
del movimiento, los saltos y las destrezas. Es la combinación de la demostración de
baile donde tiene que quedar expresada toda la pasión murguera y donde cada bailarín
tiene mas libertad para mostrar sus habilidades y resistencia física. Finalmente termina
con canción y desfile de Retirada. En cada desfile los integrantes se ordenan de a dos de
menos a mayor. Abren el desfile el estandarte, que lleva en letras brillantes escrito el
nombre del grupo. La vestimenta es otro signo que identifica a cada grupo.
Confeccionada en tela brillante, los trajes combinan dos o más colores que son propios
de esa murga. En la década el ’30 los centro-murga solían actuar en las calles; su
presentación debía ser imponente para permitir que sea vista desde gran distancia.
Banderas, dados, abanicos gigantes, lanza llamas abrían la marcha. Los niños (llamados
mascotas) continuaban seguidos por las jóvenes. Sobre el final la banda con
instrumentos de percusión era rodeada por los directores de baile, que eran los mejores
bailarines masculinos. Cuando llegaban al escenario del corso o del club subían el
portaestandarte, los cantores, algunos jóvenes del coro y a veces la banda rítmica. Sobre
el escenario un recitado o canción de presentación informan al público las señales del
grupo: su nombre, el barrio de origen, y sus intenciones de alegrar y hacer reír. Las
canciones se entonaban con melodías tomadas de la música popular, entre las que el
tango tiene un lugar preponderante.
Continuaba la parodia o crítica. “El murguero en sus canciones plasma lo que
siente, aquello que a mucha gente le pasa pero no lo puede cantar, el cantor es el
pregonero del pueblo”, nos dice Fito Bompart, cantor murguero con mas de 40 años de
actuación carnavalesca. En las canciones de crítica no se trata de canciones de protesta o
de denuncia sino de una visión paródica de la realidad. Desde un ángulo eminentemente
grotesco, las críticas desacralizan temas solemnes, se burlan de los ambientes del poder,
del lujo y la riqueza.
La última canción era la despedida o Retirada. Aquí el tango era un genero muy
popular empleado por los autores murgueros. Las melodías nostálgicas reforzaban la
tristeza de la despedida, donde los murgueros volvían a insistir en presentarse como los
artífices del humor y la risa, los voceros del pueblo. La inspiración del letrista refuerza
el deseo de volver. El reencuentro es el aliciente para enfrentar la despedida. Para
retirarse del lugar la murga volvía a marchar rearmando el esquema del desfile de
entrada. Ambos desfiles se realizaban bailando al ritmo del bombo con platillo
incorporado en la parte superior del bombo, que iban contrapunteando con los silbatos
de los directores de baile y algunos cantores.
El baile murguero es individual e improvisado; un paso rítmico muy marcado
durante la marcha con amplios movimientos de brazos. Saltos acrobáticos cuando el
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ritmo se acelera. Durante los saltos los murgueros quedan suspendidos en el aire.
Concentran la atención por el gran despliegue físico.
La incorporación de mujeres en forma masiva se produce a partir de la década
del ‘60. En cuanto a los instrumentos de percusión al bombo con platillos y al silbato se
el agregaron los redoblantes obteniendo una gama de bajos, medios y agudos. En el año
1986 el centro-murga Los Reyes del Movimiento de Saavedra revolucionaron el ritmo y
la composición de la murga porteña clásica incorporando un cencerro y al año siguiente
tambores de un solo parche llamados ‘zurdos’.
La murga porteña es básicamente arte popular. Nace en los barrios, suburbios y
arrabales. Tiene sus orígenes mezclados entre los descendientes de los esclavos negros,
criollos, inmigrantes europeos. Muchos años de historia y una larga serie de
transformaciones hicieron que la murga porteña sea lo que es hoy.
Este movimiento va adquiriendo cada vez mayor importancia. Los murgueros
cada vez somos más y, día a día, es más la gente que ve las presentaciones de las más de
100 murgas que hay en la Ciudad de Buenos Aires. Incluso los medios van, lentamente,
incluyendo pequeños espacios en donde la murga aparece.
Aún así la historia de la murga es una imagen borrosa, es el recuerdo de los que
vivieron los carnavales de antaño.
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