NUEVA EVANGELIZACIÓN Y RELIGIOSIDAD POPULAR Javier

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NUEVA EVANGELIZACIÓN
Y RELIGIOSIDAD POPULAR
Javier Leoz
Delegado para la Religiosiad Popular
(Pamplona-Navarra)
1. En la exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, Pablo VI recomendaba orientar la
religiosidad popular mediante una pedagogía de evangelización (n. 48). No toda
religiosidad popular tiene que ver con el catolicismo y, desgraciadamente, con un
compromiso serio con el cristianismo y el seguimiento a Jesús. En algunos casos, incluso,
puede ser un velo que oculte o distraiga la verdad del Evangelio.
2. Ya Pablo VI, a la Religiosidad Popular, la llamaba gustosamente “Piedad Popular”.
Distinguiéndolas en el sentido de que, la segunda, viene tamizada por las diversas
manifestaciones culturales, de carácter privado o comunitario, que en el ámbito de la fe
cristiana se expresan principalmente, no con los modos de la sagrada liturgia, sino con las
formas peculiares derivadas del genio de un pueblo o de una etnia y de su cultura. Y, por el
contrario, la RP no tiene relación necesariamente con la revelación cristiana.
3. La distinción entre piedad popular y religiosidad popular es clara en el orden
conceptual, pero el discernimiento de la vivencia de ambas realidades no carece de
dificultades, y sin embargo resulta fundamental para poder ofrecer criterios y
orientaciones pastorales útiles para la evangelización. Hay diversas opiniones al respecto:
aquellos que quieren conceptuar todo en el término Religiosidad Popular (sin distinción
alguna) y los de aquellos otros que la quieren delimitar a aspectos más folclóricos,
culturales o sociales.
4. La Nueva Evangelización nos exige diferenciar los dos aspectos. Es más; una piedad
popular (privada o pública) puede llevar a una religiosidad popular. Históricamente así ha
sido. La vivencia interna de los sacramentos, de Cristo, de María, de los santos, etc, ha
llevado luego a multitud de expresiones fruto de la experiencia divina. ¿Pero puede
potenciar la Iglesia una RP sin referencia la liturgia o, incluso, en paralelo a ella? Creo que
no. O por lo menos no a cualquier precio.
5. Por otro lado la cultura laicista o secularista empuja a tejer una vida social, familiar,
educativa o política exenta de Dios. Es entonces cuando, la RP, si que puede servir
como cauce y camino para impregnar y no olvidar ciertos valores constitutivos de nuestra
tierra o de nuestro continente. Como condición, ante la Nueva Evangelización, habrá que
reconocer como condición la revitalización o formulación de la fe, el ejercicio de la caridad
cristiana como algo innegable y la santidad de la vida por la acción litúrgica y sacramental.
6. Es necesario valorar la práctica de tantos fieles que asisten a las grandes fiestas y
peregrinaciones, y procurar que la Misa ocupe en ellas un lugar central, así como
aprovechar dichas ocasiones para fomentar una mayor y más viva participación en las
misas dominicales. Es urgente, para llevar a ese fin, que el compromiso de los agentes
consagrados (sacerdotes o religiosos) se tomen más en serio su presencia en aquellos
órganos de decisión o consultivos que se encuentran al frente de ese elenco de cofradías,
archicofradías, patronatos, etc. La presencia del sacerdote posibilita el discernimiento y
garantiza la comunión con la Iglesia.
7. El Directorio sobre Piedad Popular (2001) establece claramente que la liturgia y la
piedad popular no deben sustituirse entre sí, ni mezclarse. La liturgia no se puede
banalizar cuando, la piedad popular, invade o desvirtúa lo sagrado. La liturgia no puede
asumir al cien por cien todos los aspectos sincretistas que, a veces, la piedad popular trae
consigo. No es una función de circo o de entretenimiento. El Misterio o está presente o,
por el contrario, podemos caer en la celebración y exaltación de un simple fenómeno
cultural.
8. La práctica de la piedad popular, visualmente por lo menos, nos pueden llevar a
intuir que es un signo de pertenencia al catolicismo. Sin embargo tenemos un gran
reto: que los fieles, los cofrades, los peregrinos o devotos pasen de la piedad vivida o
celebrada (en asentimiento y sentimiento) a una unión más comprometida y firma con la
Iglesia. ¿Cómo? Amándola, ayudándola y aceptando sin reservas la verdad que nos
transmite de parte del Señor. Aquí está el termómetro de una sincera o débil religiosidad
popular.
9. Uno de los principales desafíos que se impone a los pastores de la Iglesia en la
nueva evangelización es recuperar para la plena y activa vida eclesial a una multitud
de bautizados que por la gracia de la iniciación cristiana están llamados a ser
discípulos y misioneros de Jesucristo. ¿Qué dificultades encontramos? En muchos
momentos, fruto de la mentalidad individualista, se pretende acallar o incluso evitar la voz
de la Iglesia, su opinión sobre temas de especial trascendencia en esas convocatorias que,
en su origen, están precisamente ligadas a una experiencia comunitaria de fe y de vivencia
eclesial. Una piedad popular deberá siempre contar con un elemento imprescindible: ha de
ser receptiva y portadora del mensaje del evangelio y de la Iglesia. Ésta, por el contrario,
no deberá hablar mucho de sí misma pero sí insistir en que, la Iglesia, es la que ha dado
ese color, esa tradición a sus hijos.
10. En su reunión con la Asamblea Plenaria de la Comisión Pontificia para América
Latina, Benedicto XVI puso de relieve la enorme riqueza que aporta la religiosidad
popular a la nueva evangelización, y alertó sobre las «formas desviadas de religiosidad
popular que, lejos de fomentar una participación activa en la Iglesia, crean confusión» y
descafeínan la fe. Para el Papa, la RP no puede ser olvidada pero «existen ciertas formas
desviadas de religiosidad popular que, lejos de fomentar una participación activa en la
Iglesia, crean confusión y pueden favorecer una práctica religiosa meramente exterior y
desvinculada de una fe bien arraigada e interiormente viva». Así, advirtió de que «la piedad
popular puede derivar hacia lo irracional y, quizás también, quedarse en lo externo», y, por
eso, estas prácticas «tienen siempre que purificarse y apuntar al centro» de la fe.
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