Asi se baila el tango en Tokyo Por Héctor Pavón Garúa. En Ginza, distrito elegante y caro de Tokio, garúa. No es casual, entonces, que un tango se insinúe desde el tercer piso de un edificio pequeño, en un callejón donde hay bares semiocultos por cañas de bambú. Fuera de allí, movimiento perpetuo de personas por las tiendas más exclusivas de la ciudad que incluye el desfile por las puertas del tradicional Teatro Nacional de Tokio; puertas adentro, funciona el Argentina Tango Dance. Es un club, salón de baile, de práctica y enseñanza donde asisten los milongueros locales y donde las estilizadas figuras de Yanagido & Natsuki develan los secretos de la danza porteña a un grupo de principiantes japoneses que han sido convocados por el tango. Están tan apasionados como concentrados. Con zapatos brillantes, orillean la pista, escuchan la música, reciben las instrucciones con respeto y las cumplen rigurosamente. Natsuki se desliza hacia el equipo de música y hace girar un cd de D'arienzo. Nuevos abrazos, nuevas miradas. Así se baila el tango en Japón. Este es apenas uno de los muchos lugares donde se aprende y se baila tango. Según Hisao Iizuka, vicepresidente de "La academia del tango de Japón", en su país hay más de 70 tanguerías que se distribuyen entre Tokio (Canaro, Garufa, El compadrito) y otras ciudades como Osaka, Kobe, Yokohama, Okinawa, Nagoya, Naha, entre muchas otras. Y por todas ellas han yirado orquestas típicas, cuartetos, tríos, solistas, bailarines, espectáculos. Pero además también existen unas cien asociaciones, clubes, pequeñas comunidades, centros culturales donde se escucha tango y se comparten historias al igual que en muchos lugares comunes e insólitos de Buenos Aires. De acuerdo con la investigación del historiador japonés Shuhei Hosokawa titulada "El tango en Japón antes de 1945; formación, deformación transformación", en El tango nómade (Corregidor), una de las primeras referencias al tango en este país es de 1914. En ese entonces, el diario "Ehime Shinbun" de Shikoku, se refiere a la "fiebre del baile del tango" en Europa. El 20 de mayo de ese año, Thomas Lector y Dorothy Smaller bailaron un tango en el Yokohama Grand Hotel. Un crítico de entonces escribió sobre ese hecho: "el baile del tango, hablando en general, se puede describir como gimnasia. Sus veloces saltos y su movimiento ágil no les va a las mujeres japonesas..." La misma pareja presentó en Tokio, el 13 de junio de ese mismo año, un espectáculo de tango en el Yurakuza Theatre. Hacia 1921 ya había bailarines que habían aprendido a bailar tango en París y en 1930 se publica el libro Cómo bailar el Tango Argentino: Aprenda por sí mismo de Junzaburo Mori, quien aprendió a bailar con el barón Megata. Megata es el personaje clave en la historia del tango en Japón. Según Hosokawa: "Mori sostiene que el barón Megata era el único que sabía bailar el tango auténtico, debido a su estancia en París. Mori, ferviente francófilo, criticaba el tango superficial 'americano' de Valentino." Para la investigadora y directora de contenidos del sitio 10tango.com, Irene Amuchástegui, Megata fue el gran difusor del tango en Japón. Los primeros discos que circulaban en Japón eran los suyos hasta que los elevados y burocráticos costos de importar los discos lo llevaron a iniciar una negociación con la filial japonesa de Víctor y de ese modo se logró importar una cantidad importante de matrices con las que se editaron los primeros discos de tango en Japón. Ya en 1925 existían tanguerías muy conocidas y míticas en Tokio como Florida, Kokka, Ginza; en Kioto, King; en Osaka: Tigar y en Yokohama: Florida y Kagetsuen. Hacia 1930 las casas Víctor, Columbia y Telefunken produjeron a artistas como la orquesta de Eduardo Bianco, Rosita Quiroga, Olinda Bozán. En 1932 se estrena el filme Luces de Buenos Aires: la voz de Carlos Gardel llegaba al sol naciente. Y es a fines de esa década cuando nace el furor por el, ya, malogrado Zorzal Criollo. Hacia 1936 actuaban cinco conjuntos de tango y tres orquestas típicas japoneses. Megata y Mori representaban de algún modo el estilo francés de baile que se enfrentaba con el estilo británico que otros tangueros pretendían establecer. "La escuela francesa valorizaba la espontaneidad y la intuición, mientras la británica, el método y la formalidad. Fue esta última la que dominó en Japón", explica Hosokawa. Es en los años previos a la Segunda Guerra Mundial que comienzan los viajes de los "exploradores" japoneses en busca de las raíces del tango argentino. Músicos e investigadores desembarcan en Buenos Aires para buscar discos, libros y las claves de la esencia tanguera. Esta ciudad se convierte en la meca cultural, el faro donde se produce la música que, todavía, inexplicablemente los seducía y encantaba. Pero en los 40, la guerra provocaría un corte y un punto de inflexión determinante para el tango. El gobierno japonés decide prohibir la música anglosajona pero no el tango. Poco después, el nacionalismo japonés censura toda música extranjera y la música argentina pasa a "cuarteles de invierno". Pero más allá de las prohibiciones, hasta el año 1945, Hosokawa registra la grabación de 38 tangos absolutamente japoneses. Y para fines de los 40 comienzan a destacarse las cantantes Ranko Fujisawa y Shinpei Hayakawa que viajan con frecuencia a la Argentina. En 1954 se produce un nuevo desembarco argentino en Japón con Juan Canaro y su orquesta. A este arribo le siguieron, entre otras, las de Osvaldo Pugliese y Francisco Canaro. En las décadas posteriores, se multiplicaron las giras de primeras figuras del tango argentino en todas sus versiones. Astor Piazzolla, Roberto Goyeneche, Raúl Garello, Osvaldo Piro, Susana Rinaldi, Virginia Luque, Raúl Lavié, Leopoldo Federico, Juan Carlos Copes, Gloria y Eduardo, entre muchísimas otras estrellas y otros que sólo brillaron en Japón. Quien no viajó, pudiendo hacerlo, fue Aníbal Troilo. Cuando le ofrecieron ir a Tokio, en los años setenta, con cierta ironía ingenua dijo: "¿Para qué voy a ir a Japón si allá no conozco a nadie...?" Cuando el tango vivía un letargo prolongado en las décadas del 60 y 70 en la Argentina, se fortalecía en lugares como Japón. En 1981, Luis Alfredo Alposta, autor del libro El tango en Japón, escribió la letra de "A lo Megata", en homenaje a la obra del pionero japonés, a la que Edmundo Rivero le puso música grabándolo en 1983 con el acompañamiento de la orquesta de Leopoldo Federico en la que actuaba el bandoneonista Yoshinori Yoneyama. Después llegaron los grandes espectáculos como Tango argentino y Tanguera. Pocos días atrás, se celebró un festival multigénero en Roppongi, Tokio, donde se fundieron figuras como Mora Godoy; la orquesta de José Colángelo; Jairo; Julia Zenko; Alfredo Casero, con la orquesta del bandoneonista Ryota Komatsu y el Cuarteto Astrorico (Astor + Troilo + Federico) y parejas de baile japonesas para celebrar el lanzamiento del sitio 10tango.com en japonés. Ryota aprendió los secretos del tango escuchando a su madre que lo tocaba en piano y los del bandoneón con el músico marplatense Cacho Gianini radicado en Japón. Un siglo de música extranjera habla de un fenómeno. En noviembre pasado se realizó el Cuarto Festival de Tango en Japón. El tango electrónico de Bajo Fondo; Gotan Project o Tanghetto, ha generado toda clase de seguidores. Hasta la literatura ha tomado registro de su éxito. Haruki Murakami ha admitido su importancia dentro de la música que se escucha en Japón y Banana Yoshimoto escribió una novela titulada Argentine hag, que es el apodo de la novia del protagonista, Yuri, una mujer de 50 años fascinada por el tango. Siempre quedará pendiente y a la espera de una respuesta contundente el porqué del gusto y pasión de los japoneses por el tango. Hay versiones que enlazan los sonidos del bandoneón con melodías tristes y melancólicas del Japón. Otros creen ver en las letras, sensaciones similares a cantos tradicionales que expresan angustias existenciales que se emparentarían con ciertas letras tangueras. Pero es en la danza donde se descubre, se devela, una pasión pocas veces vista. Es en el abrazo donde los japoneses sacan a flor de piel aquello que guardan, o reprimen, interiormente. En Japón no es común el contacto físico en público y es en este baile donde los japoneses encuentran una excusa, un motivo para acercarse al otro. Natsuki Kamata baila, es profesora y junto con su pareja pasó una temporada en Buenos Aires tomando clases de tango. Así define su sensación mientras corrige las posturas de sus alumnos: "Es una danza de un profundo sentimiento, cada uno expresa allí su vida y en el abrazo se siente la personalidad del otro y se produce una comunicación sin palabras". Sólo piensa en volver a Buenos Aires. Héctor Pavón [email protected]