Ricardo Diego Carbajal - Colegio de Magistrados Ctes

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LOS EFECTOS NO QUERIDOS DE UNA LEY DESEADA
La duda,
es la jactancia de los intelectuales.
La ley 26061, con su D.R. Nº 415/06 (intervención expresa y directa del P.E.N.), aniquiló la
existencia de su homónima 10.903 que databa del año 1.919. Es una norma nacional que tiene
aspectos diversos y varios de ellos seriamente criticables desde su rigurosidad técnico – jurídica,
e inclusive, hasta podría ser – léase el termino hipotético - de dudosa constitucionalidad. Sin
perjuicio de que, además, ha dado pocos resultados positivos que justifiquen el dictado de una
regla jurídica que rija en el territorio de la Nación.
Si bien no hace al punto especifico de esta labor, uno de los efectos que si bien no han sido
advertidos por el legislador nacional, pero se han producido en la realidad, es que aquellos
debieron haber previsto la probable incapacidad – o desinterés - de los gobiernos provinciales de
lograr la implementación de programas a los efectos que los órganos administrativos
competentes de cada provincia reciban los fondos – dinero – que permitan la aplicación efectiva
de la norma, organismos a los cuales esta ley les ha derivado el ejercicio del patronato de la
minoridad, sumas de dinero que por cierto son manejados monopólicamente por el gobierno
nacional.
Desde la vigencia de esta norma nacional el Juez de menores ha visto modificada – por
disminución – su ámbito de actuación y de disposición respecto de los menores que comparezcan
ante el tribunal.
El punto central sobre el que pretendo realizar un comentario es sobre si esta nueva ley, de
alguna manera afecta, aunque fuere tangencialmente, a la ley 22.278/22.803 que es la ley que
rige el derecho penal minoril. Ab - initio y haciendo una lectura superficial, lo cual es impropio
de un técnico – jurídico, parecería que no.
Y por que digo que por lo menos en principio; porque es una ley que se estaría refiriendo a los
menores abandonados, faltos de asistencia, en peligro material o moral, o respecto de los cuales
se este afectando sus derechos mas básicos y elementales; o sea, que dicha ley se estaría
refiriendo al cambio de titularidad del patronato de la infancia en las hipótesis antes
mencionadas.
El dictado de la ley 26.061 ha generado opiniones y controversias. Ello es indudable. Sin embargo
destaco, que, han existido y existen, con el dictado de leyes nacionales, situaciones
interpretativas mucho más graves que la aquí planteada. Quedará en el intérprete jurídico
entender a quién corresponde la responsabilidad en este tipo de circunstancias. Verbi gracia, las
normas nacionales que modificaron el Código Penal con las llamadas leyes - Blumberg, que
imponen penas exageradas a la mera tenencia de armas, por ejemplo, generando incoherencias
normativo - jurídicas por no actuar con un sentido y criterio de política criminal, sino
resolviendo sobre la coyuntura, como de hecho también sucede con la ley 26.061.
Lo cierto es que el artículo 1 de la ley 22278/22803, cuando hace mención a las facultades del
juez de menores en el caso de menores inimputables a los cuales se le enrostra un ilícito de tipo
penal, utiliza el termino “…lo dispondrá…”.
Hoy, con la vigencia de la nueva ley 26.061, en la cual las funciones del patronato de la
minoridad que tenia el juez de menores, han sido desplazados hacia el órgano administrativo
¿permite dicha norma jurídica que un juez de menores siga IMPONIENDO medidas restrictivas a
un menor inimputable, aunque el mismo se halle imputado de un delito?.
Adelanto mi respuesta negativa. Explicaré por que.
Destaco que la posición que sustento es la minoritaria, al menos hasta la fecha, lo que no quiere
decir mucho, ya que los que algo entendemos de derecho, sabemos que esas circunstancias
varían con el devenir de los años, y es loable que así suceda, debiendo aceptarse los cambios de
paradigmas, solo permitiéndonos modificar nuestra forma de pensar y razonar se puede avanzar
en una ciencia, no pudiendo un hombre de derecho arraigarse a nociones que queden vacías de
contenido, solo por no aceptar cambios. Hay un error que no puede cometer un interprete
jurídico, bajo ningún punto de vista, y es que sus conclusiones no sean, por lo menos, lógicas y
necesariamente derivadas de un razonamiento sistémico y coherente, pudiendo ser sus
conclusiones, correctas o incorrectas, pero los atributos antes mencionados son la presencia
mínima para llegar a una resolución teórica lo mas cercana posible a la adecuación del análisis
con la realidad fáctica. Señalo, como dato específico que no se ha expedido, aún, sobre el punto
en cuestión la C.S.J.N..
Luego de este inexorable desvío, explicaré porque digo que, desde la vigencia de la ley 26.061,
el juez penal con competencia en menores, tiene vedado disponer medidas a título de
patronato, respecto de un menor inimputable, aunque el mismo se halle imputado de un delito.
Ninguna duda cabe y esto ni siquiera lo discute la postura mayoritaria, que lo que el juez hace al
“disponer” de la persona menor de edad inimputable – acusada de un delito – es el ejercicio del
patronato. Esto es unánime. Lo señalan en este sentido autores como Gonzalez del Solar, Julio
B. Maier, Julio J. Martinez Vivot (h) quien dice textualmente “…Así, nos encontramos, con que el
juez en este aspecto, no es un mero espectador, sino que por el contrario, asume un papel
activo, de carácter dinámico, que le impone adoptar todas las medidas a su alcance para
procurar esa “adecuada formación”, a la que alude el texto legal, y que no es otra cosa que el
cumplimiento efectivo de la funcion de patronato, que Estado ejerce a traves de sus jueces.
…”. La negrilla y el subrayado me pertenecen.
Por supuesto que esta opinión era previa a la entrada en vigencia de la ley 26.061.
Como consecuencia de lo antes dicho, al suscripto le surge el interrogante de pensar; si esa
facultad de disposición es el ejercicio del patronato, aclárese que no es otra “cosa” – ESA ES SU
NATURALEZA JURIDICA -, y dicha potestad que detentaban – y ostentaban - los jueces de
menores ha sido sustraído de su ámbito de competencia funcional y trasladado al órgano
administrativo, por imperativo legal, es consecuencia de ello que los jueces, sin declarar la
inconstitucionalidad de la ley 26.061, no pueden disponer medidas que afecten la libertad o que
de cualquier otra manera psicológicamente perturben al menor, aunque dicho menor
inimputable este incurso – como imputación - en una conducta prevista en el catalogo penal
nacional como delito; al menos no lo pueden hacer, entendiendo que eso es lo mismo – ejercicio
de patronato – que venían realizando hasta el dictado de la ley 26.061, y si lo hacen violan dicha
ley. Me adelanto en señalar, que siempre que un juez cumpla un mandato constitucional –
Convención de los Derechos del Niño – no puede ser acusado por no cumplir con un ley federal,
que es jerárquicamente inferior, según la siempre citada pirámide de Kelsen. Por ello el juez
podrá disponer las medidas que entienda son las mejores para el niño – Interés Superior del Niño
– aunque no sean las “ideales” para el menor y aunque restrinja sus derechos, pero NO fundando
sus resoluciones en normas jurídicas que han cercenado sus funciones, sino en la plena
operatividad de normas constitucionales, que datan de casi dos décadas de vigencia.
Y claro, aquí puede decirse que esto no es mas que un juego de palabras y que el juez fundado
en normas constitucionales, puede disponer medidas que afecten al menor; ello no deja de ser
parcialmente cierto, pero que quede debidamente zanjada una cuestión: NO LO HACE
EJERCIENDO EL PATRONATO, lo podrá hacer fundado solo en normas constitucionales y para
asegurar el Interés Superior del Niño, no actuando como “un buen padre de familia” y en
cumplimiento del patronato que ya no tiene, por lo que los límites y fundamentos con los que
debe actuar son totalmente diferentes, de allí la importancia de conocer la naturaleza jurídica
de cada institución. Y lo podrá hacer porque el derecho penal de menores es un derecho penal
esencialmente tuitivo y solo eventualmente represivo, que busca la reinserción del menor,
buscando aniquilar la problemática subyacente que lo llevo a delinquir y en dicha postura, con
fundamento en normas constitucionales, podrá dictar medidas restrictivas del ámbito de libertad
del menor, lo menos intromisivas que le fuere posible, (como última ratio y por el menor tiempo
posible – RIAD, Reglas de Beijing), sin que ello implique, bajo ningún punto de vista, ejercicio
del patronato.
Esto no es un eufemismo al que tan acostumbrado nos tiene el derecho penal de menores, que
dice que hay “internación” y no privación de la libertad, cuando en esencia termina siendo lo
mismo; un determinado lugar de donde la persona no puede salir por su propia voluntad. Este
comentario es una crítica central al contenido jurídico de la ley 26.061, en parte al menos, ya
que pudo haber vaciado de atribuciones al juez penal minoril, al no prever un sinnúmero de
situaciones y entre ellas se destaca la injerencia en la ley 22.278, que pudo haber sido mas
grave de no estar vigente la Convención de los Derechos del Niño, con rasgo constitucional.
Con la vigencia de dicha norma internacional, el menor es un sujeto de derecho y no ya un
menor en “situación irregular” al que hay que proteger con las mejores medidas “que solo el
juez de menores conoce cuales son”, léanse las comillas; hay que darle un procedimiento que
garantice su “protección integral”, sus derechos dentro de un proceso judicial, tales como gozan
los adultos – defensa en juicio, principio de legalidad, principio de inocencia, principio de
culpabilidad, principio de derecho penal del acto – ni mas ni menos que eso, que además se
encuentran reconocidos en los articulos 18 y 19 de la Constitución Nacional, lo que le es negado
si no se aplica operativamente las normas internacionales, violando no solo dichas normas supra
– legales, antes mencionadas, sino también el articulo 3 de la CDN. Párrafo aparte merece la
contradicción entre la ley 26.061 y el artículo 441 del Código Ritual Penal Local, que habla
específicamente de “medidas tutelares”; pregunto: es razonable mantener su vigencia, es
compatible, jurídicamente, aplicar dicho artículo procesal y, al mismo tiempo, la ley 26.061?; no
son lógicamente contradictorias?. Acaso dicho artículo no vulnera la Convención de los Derechos
del Niño al seguir con la doctrina de la “situación irregular” cuando la norma constitucional
considera al menor, un “sujeto de derecho”?. Son preguntas a responder por los lectores.
Entiendo, obviamente, que se contraponen.
Esta labor debe servir solo como reflexión de saber y conocer efectivamente, a conciencia, QUE
INSTITUCION JURIDICA estamos aplicando al resolver una determinada cuestión y conocer cual es
su naturaleza jurídica, solo así podremos conocer su extensión, limites y alcances; no puede
seguirse hablando, en términos serios, de patronato en este tipo de instancias, ya que la ley
26.061 suprimió la potestad judicial de “disponer”, a título de patronato, de los menores
inimputables, sea que se hallen abandonados, en peligro moral o material o, en el caso que nos
interesa, incurso en delitos de tipo penal.
Aunque los legisladores nacionales que aprobaron esta ley no se hayan percatado, la ley 26.061
impacta centralmente en la ley 22.278/22.803 y en los códigos procesales locales - ¿es esto
último, constitucional? - e impide al juez ejercer funciones de patronato que le han sido
quitadas por el legislador nacional de su ámbito de incumbencia funcional, por lo que debe
abstenerse de tomar este tipo de medidas, si las entiende fundadas en facultades de las que
actualmente carece – léase patronato de la minoridad -; en cambio, si considera mejor para los
derechos del niño aplicar algún tipo de medida proteccional, la deberá fundar en normas
constitucionales.
Es bastante complicado tratar de entender la finalidad de los legisladores nacionales y no es
correcto ir a la exposición de motivos (como pretende la postura mayoritaria), ya que ello no es
fuente del derecho, por lo que su aplicación no es vinculante, pero de lo que no tengo dudas, es
que al expedirse en este sentido lo hizo imbuido en la indudable influencia que la ley 10.903
tenia sobre la 22.278.
La ley 10.903 – el patronato de la minoridad en cabeza del Poder Judicial - es el sustrato por el
cual el juez podía “disponer” de los menores en los términos de la ley 22.278 y al dictar la ley
26.061, la legislatura nacional no advierte que tocó a la institución jurídica que permitía al juez
de menores con competencia penal, disponer de su persona, el legislador debía saber que la ley
22.278 estaba directamente relacionada con la ley 10.903 al momento de derogar esta última;
ello es así, pues como dije antes la naturaleza jurídica de la disposición tutelar, tanto la
provisoria como la definitiva, ES EL EJERCICIO DEL PATRONATO. La ley 22.278 se presenta
afectada, contaminada, inculcada del patronato de la ley 10.903, con un neto corte de la ley
hoy derogada.
Ahora, ¿Por qué se cuestiona la aplicabilidad de esta ley al régimen penal de la minoridad?. La
postura mayoritaria ensaya algunos esbozos que no satisfacen los requerimientos de un
pensamiento para estar siquiera cercano a la certeza. Refutaré los principales argumentos.
Refieren, quienes pretenden impedir la aplicación de esta norma en el ámbito penal de
menores, que la presente es una “¿LEY CIVIL?”.
Resulta paradójico dicho pretenso fundamento, ya que no debe olvidarse el origen de la
normativa en cuestión.
Señalo que, previo a la ley 22.278, la normativa nacional penal minoril estaba contenida en la
ley 14.394 (artículos 1 a 13), para luego continuar con una enunciación de temas
específicamente vinculados a cuestiones, ahí si, netamente civiles, tales como capacidad
matrimonial, ausencia con presunción de fallecimiento, etcétera.
También aquí, si es tan tajante la supuesta distinción de normas – sostengo categóricamente que
no es así -, como se aduce, pudo haberse cuestionado dicha normativa, por tener causa civilista.
Quienes sostienen tal marcada diferencia de tipos de normas separándolas por las ramas del
derecho, considerando que las leyes son “o civiles o comerciales o penales o administrativas”,
desconocen que esta distinción muchas veces, tiene solo un fin didáctico y no responden a
diferentes esencias de contenido; la univocidad del DERECHO no está ya en crisis, véase,
también, las recíprocas influencias en las llamadas “leyes penales en blanco”, que son
completadas en sede administrativa. ¿Que naturaleza tendría – civil, penal, comercial –, según
esa errónea postura, la antiquísima ley 514 de supresión de la prisión por deudas?, que se halla
contenida en el Código Civil de la Nación, ya que la misma modificó el Código de Comercio de
Nación, refiere, también, a deudas civiles y menciona, además, el instituto de la prisión
preventiva; institución del derecho – procesal - penal. Simplemente es una ley nacional, con
aplicación y efectos en diversas ramas del derecho.
Es mas, la tan nombrada 10.903, tenía contenido penal; véase sino lo que disponía el artículo 15
y c.c. de la derogada norma nacional. Resulta necesario una lectura profunda de las leyes y
comprender que indudablemente el componente psicológico de la 22.278 es haber traído la
influencia prístina de la ley 10.903, hasta que esta ultima se derogó.
Otro argumento, que cae por sí mismo, a poco que se analiza la cuestión, es el esgrimido
refiriendo que si se hubiera querido modificar la normativa penal vigente para los menores no
seguirían “dando vuelta” en el Congreso Nacional proyectos de leyes que refieren expresamente
la implementación de un nuevo Régimen Penal para niños, niñas y adolescentes, en especial uno
de la Dra. Elisa Carrio, que busca una abrogación del sistema penal de la minoridad, no ya una
simple derogación normativa. Ello es en cierta forma correcto.
Pero sostener esto presenta un supino error de conocimiento de la realidad actual e histórica de
nuestro país. Es importante destacar que en la República Argentina se han dictado leyes que
terminaban no satisfaciendo los motivos que justificaran su existencia. Muchas de las leyes
vigentes no son precisamente excelentes ni presentan la especialidad requerida. Ello es una
realidad innegable. Hay leyes formalmente vigentes, que forman parte del sistema normativo
jurídico, y sin embargo, no son de aplicación estricta y mecánica por los Tribunales, ya que es
función de éste órgano del Estado encontrar los medios para aplicar esas normas de manera
correcta y realizar una exégesis técnicamente adecuada. El Poder Judicial debe interpretar las
normas de manera coherente, ya que las leyes pueden darse de bruces con la realidad y es allí
donde el juez debe agudizar sus sentidos para cumplir su labor; sobre todo, en casos como el
que aquí comento, donde se modifican normas de manera no prevista y se TOCAN aspectos de la
realidad no previstos inicialmente, o sea que no era objeto de su pretensión al legislar.
En ocasiones, no siempre, las leyes egresan del Congreso Nacional para solucionar coyunturas.
Esto termina corroborando la hipótesis inicial, al evidenciar que el legislador no advirtió la
incumbencia de la reforma al dictar la norma en análisis.
Lo que no puede hacerse, es ignorar la vigencia de una norma nacional; si ha cumplido los pasos
formales previstos en la Constitución Nacional; ES LEY DE LA NACION y hasta que un juez, ante
un caso concreto, conforme al sistema judicial difuso de control de constitucionalidad vigente en
nuestro país, no considere que existe suficiente gravedad institucional – lo que deberá fundar
debidamente - para declarar su no adecuación a la Constitución Nacional, la misma DEBE
APLICARSE.
El juez de menores debe aplicar la ley 26.061, la ley 22.278, si las entiende constitucionales, y
en su caso, declarada que fuere la violación de normas constitucionales de parte de estas
normas nacionales y su inaplicabilidad al caso concreto, puede avanzar y aplicar directamente
las normas operativas de la Convención de los Derechos del Niño, por ende estaría aplicando
normativa constitucional, lo que de ninguna manera, obviamente, puede ser tachado, salvo que
alguien, a esta altura de la ciencia jurídica, ose cuestionar la validez de la norma hipotética
fundamental de Kelsen.
También, la postura por ahora mayoritaria, refiere que la derogación de una ley por otra debe
ser expresa y la 26.061 no menciona que derogue a la 22.278. Ello es incorrecto, hay normas
posteriores que derogan a las anteriores, aunque no hagan expresa referencia a ellas.
Ilustra de manera manifiesta el maestro Eugenio Zaffaroni – Ministro de la CSJN - en su obra
“Derecho Penal – Parte General Zaffaroni – Slokar – Alagia -” - “…en el derecho penal es posible
advertir múltiples racionalizaciones que responden a ciertos contextos históricos y que son
consagradas por legisladores que responden a un determinado contexto cultural y de poder con
una impronta ideológica poco compatible con el Estado de Derecho, y que, por ello, sin ser
expresamente derogadas pierden vigencia al cambiar las circunstancias que le dieron origen.
Esta realidad es ostensible y genera la obligación por parte de los operadores judiciales de
rastrear su genealogía, poner al descubierto los componentes del Estado de policía que arrastran
y neutralizarlos cuidadosamente…”. La negrilla y el subrayado me pertenecen.
La argumentación es lisa y llanamente exacta para describir la situación como la que es objeto
de análisis en este caso y me releva de cualquier comentario adicional; solo basta con
remontarnos a la fecha de dictado de la ley 22.278 (año 1.980) y podrá comprenderse los
orígenes y fundamentos dictatoriales que la han afectado. El cambio de paradigmas, implica
inexorablemente, modificar los razonamientos científicos.
Esta supuesta “¿ley civil?” tiene tres artículos a los que me referiré para terminar de cerrar que
esta es una ley nacional con aplicación diversa y no solo restringida a las cuestiones
prevencionales de la minoridad.
El articulo 19 habla de “… Las personas sujetos de esta ley tienen derecho a su libertad personal
… No pueden ser privados de ella ilegal o arbitrariamente … La privación de libertad personal
…”.
¿Que sentido puede tener en una ley “civil” enunciaciones referidas a “privación de libertad” y a
“libertad personal”?. La respuesta está abierta.
El articulo 27, sin distinguir si hace referencia al menor víctima o victimario, ni a procesos
penales o civiles, dice que los menores tienen los siguientes derechos y garantías “…A ser
asistido por un letrado preferentemente especializado en niñez y adolescencia… …En caso de
carecer de recursos económicos el Estado deberá asignarle de oficio un letrado que lo
patrocine…”.
El artículo impone una obligación procesal y no distingue, por lo que no corresponde distinguir,
según el viejo adagio legal. Esto es solo aplicable al proceso civil o los menores en conflicto con
la ley penal, también, tienen estos derechos y garantías?; lo pueden alegar y demandar?;
entiendo que sí. Pero, entonces, esta norma invade con esta disposición las autonomías
provinciales dictando normas de procedimiento que fueron reservadas por las provincias que
forman de la República Argentina?. También queda la respuesta abierta.
El articulo 31 manda: “DEBER DEL FUNCIONARIO DE RECEPCIONAR DENUNCIAS. El agente público
que sea requerido para recibir una denuncia de vulneración de derechos de los sujetos
protegidos por esta ley, ya sea por la misma niña, niño o adolescente, o por cualquier otra
persona, se encuentra obligado a recibir y tramitar tal denuncia en forma gratuita, a fin de
garantizar el respeto, la prevención y reparación del daño sufrido, bajo apercibimiento de
considerarlo incurso en la figura de grave incumplimiento de los Deberes del Funcionario
Público.” Esta parte de la ley, conjuntamente con los argumentos antes vertidos, termina por
demostrar los efectos que ésta ley tiene en el ámbito penal.
Este artículo obliga al agente público, bajo apercibimiento de considerarlo incurso en
incumplimiento de los deberes de funcionario público, a RECEPCIONAR Y DAR TRAMITE A LA
DENUNCIA, que le fuera puesta en conocimiento por un niño, niña o adolescente por haberse
cometido un delito en perjuicio del mismo.
Este menor puede presentarse solo, o inclusive dada la hipótesis que luego se presente la
Asesora de Menores y/o los progenitores y pretendan dejar sin efecto los dichos del menor, el
funcionario policial – si la denuncia se realizare en una Comisaría – tiene el imperativo legal de
tomar dicha declaración y darle el tramite previsto al efecto. A tales fines no deberá labrar un
Acta Circunstanciada, como si solo hubiera recibido una notitia criminis y actuare de oficio, sino
que debe dar el impulso de una denuncia formal por haberse – prima facie – cometido un delito
de acción pública en perjuicio de un menor (o inclusive acciones dependientes de instancia
privada, como por ejemplo un abuso sexual – artículo 119 del C.P.), y no estoy hablando de la
situación excepcional ya prevista en el articulo 72 del Código Penal cuando el menor victima
haya sido por ejemplo, abusado sexualmente por un ascendiente o “…hubiere intereses
gravemente contrapuestos…”, sino que EN TODO CASO debe procederse conforme manda el
articulo 31 de la ley 26.061. Lo que esta ley hace es considerar al menor, aun al impúber, como
un sujeto de derecho.
Surge evidente, entonces, que esta ley, posterior, entra en colisión no solo con el articulo 54 y
c.c. del Código Civil, sino también, y fundamentalmente, con el articulo 72 del Código Penal de
la Nación. También modifica, si ello fuere constitucionalmente admisible, los artículos 177, 178
s.s. y c.c. del Código Ritual Penal local, avanzando en las facultades procesales expresamente
reservadas por las provincias. Deberán ser los jueces los encargados de adoptar la correcta
interpretación; lo que es, a esta altura indudable, es que la impronta de esta ley, se extiende de
manera más amplia que la pretensión inicial del legislador.
Como lo manifestara al principio. Mas allá de sus intenciones, el legislador nacional y el Poder
Ejecutivo Nacional, han dado trámite a una ley que afecta a diversas instituciones del sistema
jurídico argentino. Es el Poder Judicial, ahora, el que tiene la responsabilidad de aplicar el
derecho, de manera coherente y conforme a la totalidad del plexo normativo vigente, lo que
incluye, obviamente y de manera prioritaria, la Convención de los Derechos del Niño.
No defiendo la ley. Ni siquiera defiendo su dudosa constitucionalidad, lo que debería ser objeto
de otro análisis. Pero, debe entenderse y aceptarse que hay una ley nacional vigente y que ello
tiene efectos jurídicos que no pueden ser ignorados, so pretexto de argumentos pueriles y
débiles en su argumentación; quien entienda lo contrario deberá encontrar los fundamentos
adecuados para declarar su inconstitucionalidad al caso concreto.
Aquí si corresponde una respuesta concreta. Esta ley tiene efectos en el régimen penal de la
minoridad, impronta de lleno a la ley 22.278 y hasta ha modificado el Código Penal de la Nación
y las normas procedimentales locales, por lo menos hasta que fuere declarada su
inconstitucionalidad, conforme lo mencionara en la parte preliminar de este comentario.
Por último, es dable destacar que si bien como lo marqué al inicio, la postura sustentada por el
suscripto no es la mayoritaria, tiene importante aval doctrinario, sustento jurisprudencial como
en importantes, sesudos y medulosos fallos se han expedido en este sentido el Juez de Menores
de la ciudad de Tunuyán – Mendoza y la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y
Correccional Federal – Sala 1ª, en un fallo suscripto por los Dres. Gabriel Cavallo y Eduardo
Freiler, de muy interesante lectura ambos, e inclusive legislativos provinciales como la ley 2302
(arts. 93 a 95) de la Provincia de Neuquén que recepta una postura acorde con la aplicación de
la ley 26.061 en el proceso penal; por lo que la discusión está abierta y si este trabajo sirve para
que por lo menos un solo técnico jurídico se replantee la cuestión y se permita tratar de
entender que los cambios son inexorables y la adecuación de los pensamientos debe avanzar y
no anquilosarse antojadizamente, aunque finalmente no coincida con la postura que sostengo, la
finalidad del suscripto estará cumplida.Dr. Ricardo Diego Carbajal
Abogado – Secretario Penal
Juzgado de Menores Nº 1
Corrientes – Capital
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