Crisis de Deudas en Latinoamérica en los años de 1930 y 1980: viejas comparaciones y nuevas hipótesis.1 Carlos Marichal (El Colegio de México) y Manuel Bautista González (UNAM) Abstract Para entender el estallido de las diferentes crisis de deuda soberana en Latinoamérica es de gran utilidad estudiar la vinculación entre políticas monetarias y políticas fiscales para evaluar la capacidad de sostener el servicio de la deuda externa soberana de cualquier gobierno. En la primera parte de este ensayo comparamos las causas de las crisis de deudas en los años treinta con los principales detonadores crisis de deudas soberanas en los años ochenta. En cambio, la resolución de las crisis, es decir la posibilidad de restructurar las deudas, dependió esencialmente de la capacidad de los acreedores de ofrecer esquemas de refinanciamiento. En la segunda parte del ensayo analizamos el contrate entre la situación en los años treinta, cuando los bancos y tenedores de bonos exigieron pagos sobre deudas externas pero n general no obtuvieron respuestas favorables de los gobiernos deudores. De allí que la moratorias o defaults continuaran en la mayoría de los casos hasta 1945. En contraste, en medio de la crisis de deudas soberanas en los años ochenta, los bancos internacionales pudieron organizarse de manera conjunta y ofrecer paquetes de refinanciamiento que los gobiernos deudores no tuvieron opciones sino de aceptar. Una de las facetas más interesantes y sorprendentes de la enorme crisis financiera global que estalló en octubre de 2008, cuyas consecuencias se han prrolongado a lo largo de buena parte del año de 2009 es que no ha provocado suspensiones de pagos sobre las deudas soberanas de los gobiernos de los países en desarrollo de nuestros días. Es cierto que algunos países de Europa del Este y Grecia han enfrentado problemas en 2009 para mantener el servicio de sus deudas, pero éste no ha sido el caso de aquellos países que son importantes deudores en Latinoamérica, África u Asia. Working paper preparado para la sesión sobre “Crisis financieras globales en perspectiva histórica: 1929 y 20082009” coordinada por Graciela Márquez del Segundo Congreso Latinoamericano de Historia Económica. 1 1 ¿Qué explica esta situación? Probablemente pueda atribuirse a dos factores principales, especialmente en el caso latinoamericano que revisamos en este trabajo. En primer lugar, desde 2000 en adelante los bancos centrales de la mayoría de los países en desarrollo han acumulado ingentes reservas en divisas “fuertes” (dólares, euros, yenes), alcanzando volúmenes sin precedentes que aseguran la posibilidad de cubrir el servicio de sus deudas externas sin enormes dificultades. En segundo término, después de varios meses de caída en el comercio internacional, se ha ido recuperando la demanda por materias primas en el segundo semestre de 2009, especialmente de petróleo, cobre, hierro, café y soya, que constituyen importantes exportaciones de numerosos países en desarrollo: los ingresos derivados de las exportaciones han contribuido a que puedan acumularse reservas monetarias en dichos países y, al mismo tiempo, han sostenido los ingresos fiscales de los gobiernos deudores. Estas circunstancias contrastan notablemente con las experiencias del impacto mucho más negativas de las crisis económicas y financieras en otras épocas históricas, especialmente aquellas de los años de 1930 y del decenio de 1980. En este ensayo adelantamos la hipótesis de que para entender los defaults y las moratorias de deudas soberanas en ambos períodos, es de considerable utilidad enfocar la atención en el cruce entre políticas monetarias, políticas fiscales y los impactos de crisis internacional en la capacidad de pagos de los gobiernos. Nuestro estudio centra la atención específicamente en Latinoamérica, en los 1930s y 1980s, estableciendo algunas comparaciones y contrastes de casos nacionales. 2 Nuestro trabajo parte de una serie de interrogantes que se han planteado con anterioridad en la literatura económica e histórica comparativa pero que siguen dando pie a nuevas investigaciones. Es un hecho que desde el estallido de la crisis de deudas soberanas en 1982, numerosos economistas intensificaron el estudio de la historia financiera y monetaria desde una óptica comparada. Un campo especialmente fértil para la investigación fue el latinoamericano, algo que no era nada raro, dada la intensidad de la crisis de las deudas soberanas en la región. Un trabajo pionero que comparaba el impacto financiero en Latinoamérica de la Gran Depresión de los 1930s con la crisis de de los años de 1980 fue el de Jeffrey Sachs (1982), pero posteriormente también entraron a la lid investigadores como Peter Lindert, Albert, Fishlow, Victor Aggarwal, Barry Eichengreen y Barbara Stallings, con estudios más sistemáticos. También hay que resaltar las contribuciones del conjunto de autores de ensayos en varios libros de historia económica comparada de Latinoamérica editados por Rosemary Thorp, José Antonio Ocampo y Enrique Cárdenas, así como los estudios de casos de la deuda por países de economistas como Oscar Ugarteche.2 Posteriormente, se multiplicaron los estudios comparativos sobre otras regiones y ello ha dado pie a trabajos muy amplios que utilizan la experiencia histórica para avanzar en la teoría de las crisis a nivel global y en el largo tiempo. En particular, podemos señalar la importancia de los trabajos de los especialistas en historia monetaria y financiera, Michael Bordo y Barry Eichengreen, quienes han enfatizado la importancia de Jeffrey Sachs…..; una selección de ensayos de Portes, Fishlow, Eichengreen y Aggarwal se encuentran en Barry Eichengreen y Peter Lindert, eds.,; V Aggarwal, LIBRO EN CAMBRIDGE… …………Rosemary Thorp, Latin America in the 1930s: The Role of the Periphery in World Crisis, Nueva York, St. Matrtin’s Press, 1984; Enrique Cárdenas, José Antonio Ocampo y Rosemary Thorp. eds., Industrialización y Estado en la América Latina: la leyenda negra de la posguerra, México, Fondo de Cultura Económica , 2003; Oscar Ugarteche, 2 3 estudiar lo que llaman crisis gemelas (twin crises), a lo largo del último siglo: éstas se caracterizan por el entrelazamiento de crisis cambiarias y crisis de deuda.3 Este enfoque es de especial pertinencia para nuestro estudio. Pero es nuestro deber subrayar que lo que planteamos en esta ponencia (working paper) constituye simplemente una agenda de avances y preguntas que pueden servir para un futuro proyecto de investigación, que requiere mayor trabajo y fundamento empírico. La danza de los millones, 1920-1929 Hemos sugerido que para entender las diferentes crisis financieras en Latinoamérica es sugerente estudiar la vinculación entre políticas monetarias (en especial las políticas adoptadas por gobiernos de consuno con los bancos centrales), políticas fiscales y la capacidad de sostener el servicio de la deuda. Por este motivo, en esta primera sección ofrecemos un resumen de las principales tendencias en materia de políticas monetarias y de deuda de los gobiernos latinoamericanos durante el período de entreguerras. Argumentamos, en primer lugar, que el regreso a la ortodoxia monetaria del patrón oro- unos años después del fin de la Primera Guerra Mundial- estuvo estrechamente vinculada con políticas expansionistas de endeudamiento externo por casi todos los gobiernos de la región: en realidad, se trataba del patrón cambio oro. Desde mediados del decenio de 1920, casi todos los países latinoamericanos adoptaron una forma de “gold exchange standard, por el cual las reservas en metálico o divisas fuertes (libras esterlinas, dólares y francos) acumulados por los bancos públicos 3 M. Bordo y B. Eichengreen, “Is the Crisis Problem Growing More Severe?” Economic Policy 24, 2001, pp. 51-82. 4 y por los propios gobiernos daban sustento a un sistema de convertibilidad casi fija de las monedas de cada país. Debemos recordar, sin embargo, que en los años de 1920 la situación bancaria en Latinoamérica era bastante variada: por ejemplo, en Argentina y Brasil los ejes de la política monetaria eran manejadas por una serie de complejos acuerdos entre los gobiernos y los mayores bancos estatales (como el Banco de la Nación en Argentina y el Banco de Brasil), mientras que en México y los países andinos, estas políticas fueron compartidas por gobiernos y los recientemente creados bancos centrales de ese decenio, que tenían un grado de autonomía muy relativa. Pero debe enfatizarse que en casi todos los casos, desde 1925 se había regresado a un patrón monetario de convertibilidad. Estas políticas monetarias no estaban desvinculadas del auge de endeudamiento externo que tuvo lugar en el período. El aumento del endeudamiento externo de la región fue un resultado indirecto de la crisis comercial mundial de 1921 cuyo violento e inesperado impacto sobre los precios de las exportaciones de materias primas tuvieron el efecto de provocar una abrupta caída de ingresos fiscales (especialmente aduaneras) y convenció a los dirigentes latinoamericanos de que no les quedaba otra opción que buscar el apoyo financiero de los Estados Unidos para darle mayor solidez a sus finanzas públicas.4 No obstante, la oposición inicial de las autoridades de Washington a los préstamos externos y la actitud todavía poco favorable de los inversionistas norteamericanos limitó la posibilidad de colocar los bonos externos en los Estados Unidos en los años de 1922-1923. Para contrarrestar estos obstáculos, un cierto número de firmas bancarias neoyorquinas 4 Las mejores fuentes sobre las inversiones estadounidenses en este período son Barbara Stallings, Banker to the Third World, ya citado, y las obras clásicas de Max Winkler, United States Investments in Latin America (Boston, 1928) y Cleona Lewis, America's Stake in International Investments (Washington, D. C., 1938). 5 dieron los primeros pasos para aclimatar los mercados financieros norteamericanos a los títulos latinoamericanos. En esto tuvieron bastante éxito, y la colocación aumentó rápidamente, alcanzando su punto mas elevado durante los años de 1925-28, cuando los banqueros estadounidenses vendieron cerca de 1,500,000,000 de dólares en bonos latinoamericanos a inversores nacionales e internacionales. (Ver Cuadro 1.) La danza de los millones -término que se acuñó especialmente para describir a la fiebre financiera en Cuba y Colombia- ilustraba el alcance de las relaciones financieras cada vez más estrechas que ahora vinculaban a los mercados financieros de La Habana, Bogotá, Buenos Aires y Río de Janeiro con la colosal máquina de dinero de Wall Street. El repentino triunfo de la ofensiva financiera norteamericana provocó el asombro de los contemporáneos y dio origen a una abundante literatura periodística y académica que bautizó a los años de 1920 como la era de la diplomacia del dolar.5 Esta frase pretendía señalar el advenimiento de la mayoría de edad de los Estados Unidos como potencia económica y política preeminente en Latinoamérica. Implícitamente, también sugería que los banqueros de Nueva York y los diplomáticos de Washington estaban en camino de convertirse en procónsules de un imperio hemisférico en expansión. La influencia de los Estados Unidos ya era dominante y rigurosa en varios países pequeños del Caribe y de Centroamérica (varios ocupados por los marines), mientras que la 5 El término fue acuñado por periodistas pero luego adoptado por académicos. Véanse, por ejemplo Joseph Freeman y Scott Nearing, Dollar Diplomacy: A Study in American Imperialism (Nueva York, 1926); Leland Jenks, Our Cuban Colony: A Study in Sugar (Nueva York 1928); Margaret Marsh, Our Bankers in Bolivia (Nueva York, 1928); Melvin Knigth; The Americans in Santo Domingo (Nueva York, 1928); J. F. Rippy, The Capitalists in Colombia (Nueva York, 1931); C. Kepner y J. Soothill, The Banana Empire (Nueva York, 1935) Existen traducciones, por ejemplo, del libro de Freeman y Nearing (Madrid, 1926), del de Marsh (Madrid, 1928), y del de Knight (Madrid, 1929), pero en general son difíciles de localizar. La Editorial Palestra de Buenos Aires reeditó algunos de estos títulos en una colección dirigida por Gregorio Selser, entre 1960 y 1965. 6 situación era distinta y más compleja en México y en las naciones mayores de Sudamérica. Por ejemplo, el análisis de las finanzas de Brasil (el prestatario más pródigo de la década) demuestra que las autoridades de Río de Janeiro y Sao Paulo fueron responsables de la formulación y realización de una política crediticia bastante independiente, ya que durante el apogeo de los préstamos externos lograron conservar importantes vínculos con influyentes firmas bancarias europeas, especialmente británicas. Los banqueros de Nueva York tendían a dominar las finanzas externas brasileñas pero no llegaron a monopolizar las transacciones. Distinta era la situación en las repúblicas menores como Haití, Santo Domingo, Nicaragua y Cuba, en tanto poderosos grupos financieros de los Estados Unidos impusieron un férreo control sobre las políticas fiscales, monetarias y crediticias de cada una de estas naciones.6 Ello se logró mediante el uso directo de la fuerza militar y a través de las presiones ejercidas por el Departamento de Estado. La diplomacia del dólar equivalía en estos casos a una simbiosis de colonialismo financiero y militar. En resumen, la experiencia de los países pequeños fue distinta y mis trágica que la de las grandes naciones de Latinoamérica en esta época. Los préstamos negociados con los banqueros neoyorquinos demostraron ser 6 Veánse los penetrantes ensayos sobre la intervención financiera de los Estados Unidos en el Caribe en Paul Drake, ed., Money Doctors and Economic Reforms in Latin America from the 1890s to the Present, Nueva York, Scholarly Resources, 1994. 7 cruciales para el equilibrio de las balanzas de pagos latinoamericanas durante los años de 1920 y para el mantenimiento de los intercambios financieros y comerciales dentro del triángulo formado por Europa, América Latina y los Estados Unidos. La importancia de este triángulo mercantil y financiero fue reconocido por los mismos banqueros. Un alto empleado de la importante casa bancaria de Seligman Brothers de Nueva York y gestor de varios empréstitos peruanos, explicó la vinculación entre las deudas europeas y los préstamos norteamericanos a los países latinoamericanos de la siguiente manera: "Sucedió, después de la guerra [de 1914-1918], que Inglaterra, Francia y otros países europeos tenían que pagar por un gran excedente de importaciones de los Estados Unidos. ¿Dónde podían hallar los dólares necesarios? Los obtuvieron principalmente de Sudamérica y de otros lugares en donde habían invertido capital ... utilizando las remesas de ganancias ... para reembolsar a los Estados Unidos por un exceso de importaciones de este país y también para cubrir los pagos de la deuda de guerra ... Nosotros prestábamos el dinero a Latinoamérica y así los europeos conseguían dólares para pagarnos a nosotros ... Era un movimiento triangular".7 Desde el punto de vista de los banqueros, por lo tanto, los préstamos contribuían a equilibrar las balanzas de pagos internacionales y, por ende, a facilitar las operaciones de la economía capitalista a escala mundial. Desde la perspectiva muy distinta de los ministros de finanzas latinoamericanos, los empréstitos tenían finalidades más limitadas, siendo considerados como instrumentos claves para cubrir déficits públicos, o para promover obras públicas que no podían realizarse con ingresos fiscales ordinarios. Para facilitar la contratación de los créditos en dólares, numerosos gobiernos latinoamericanos solicitaron la asistencia de expertos financieros de los Estados Unidos 7 United States Senate Committee on Finance, Sale of Foreign Bonds or Securities in the United States, Washington D.C., 1932, pp. 1606-1607. 8 para ayudarlos a reorganizar sus sistemas de finanzas públicas con miras a conseguir el visto bueno de los grandes bancos neoyorquinos ya que se calculaba que los bancos podrían mostrarse dispuestos a conceder préstamos si se vinculaban con reformas fiscales y financieras basadas en modelos norteamericanos. El más famoso de dichos expertos financieros que recorrió Latinoamérica en los años de 1920 fue Edwin Kemmerer, un profesor de economía de Princeton, quien llegó a ser conocido en la época como el international money doctor. Kemmerer encabezó misiones financieras a Colombia (1923), Guatemala (1924), Chile (1925), Ecuador (1926-27), Bolivia (1927) y Perú (1931), llevando consigo a un pequeño equipo de expertos, quienes se dedicaron a estudiar diversos aspectos de los sistemas fiscales y financieros de estos países con el fin de proponer reformas.8 Por lo general, las misiones recomendaban que se establecieran sistemas de contabilidad pública más sofisticados, que los presupuestos fuesen equilibrados, que se mantuvieran suficientes reservas de oro para lograrla adscripción al patrón oro (o, mas precisamente, el gold exchange standard), y que se crearan bancos centrales según algunas de las normas del Federal Reserve Bank de Nueva York y/o del Banco de Inglaterra. Debe agregarse, que al igual que en el caso de los empréstitos de principios de siglo, la ortodoxia monetaria tendía a ser premiada por los banqueros extranjeros, concediendo préstamos a los gobiernos latinoamericanos que mantenían la libre convertibilidad de sus monedas. 8 Sobre las misiones Kemmerer véase Paul Drake, The Money Doctor in the Andes: The Kemmerer Missions, 19231933, Duke University Press, 1989. Asimismo veáse Robert Seidel, «American Reformers Abroad. The Kemmerer Missions in South America, 1923-1931», Journal of Economic History, vol. 32, núm. 2 (1972), pp. 520-545. Para un análisis del papel de Kemmerer en Ecuador véase Linda A. Rodríguez, The Search for Public Policy: Regional Politics and Government Finances in Ecuador, 1830-1940 (Berkeley, 1985), 9 Entre 1921 y 1930 la mayoría de los gobiernos latinoamericanos se lanzaron a una verdadera orgía de préstamos externos, autorizando la emisión de un total de 50 empréstitos nacionales, 40 provinciales y 25 municipales. (Véase Cuadro I.) El mayor prestatario fue Brasil, el cual incremento su deuda externa en más de 600 millones de dólares. Otros grandes deudores incluían a Argentina, Chile y Colombia, aunque en términos de deuda per cápita los países que asumieron las mayores cargas crediticias fueron Cuba, Bolivia y Uruguay. Como en anteriores etapas de endeudamiento externo, la construcción de ferrocarriles y puertos se situaba entre las prioridades de los planes de desarrollo de los gobiernos, pero ahora otros objetivos adicionales cobraron mayor importancia en el decenio de 1920, en particular, proyectos de modernización urbana, incluyendo la construcción de escuelas y hospitales, el establecimiento de plantas de gas y electricidad, la construcción de sistemas modernos de alcantarillado y la pavimentación de calles y avenidas. A su vez, en las zonas rurales se prestó especial atención a la construcción de carreteras. Debe agregarse, por otra parte, que en contraste con principios de siglo cuando un mayor número de préstamos se utilizaron para refinanciar viejas deudas, en los años de 1920 el grueso de los fondos provenientes de los mercados de capitales estadounidenses sirvieron para la creación de infraestructura básica en América Latina. En este sentido, la danza de los millones tuvo ciertos efectos positivos, aunque no debe olvidarse que una parte de los dineros inevitablemente fueron mal administrados y/o condujeron a negocios turbios.9 En todo caso, el auge de los 9 El análisis más detallado de varios de los negocios y contratos derivados de los préstamos se encuentra en la investigación que llevó a cabo el Senado de los Estados Unidos, United States Senate Committee on Finance, Sale of 10 préstamos externos (que alcanzó su apogeo entre 1925 y 1928) fue relativamente breve, siendo interrumpido por el debacle de Wall Street en 1929 y el derrumbe económico subsiguiente a escala mundial. La Gran Depresión de los años de 1930 y crisis de las deudas latinoamericanas La crisis de 1929 y el subsiguiente abandono del patrón oro contribuyeron de manera pronunciada a las eventuales suspensiones de pagos sobre la deuda en los años de 1930. Pero debe recordarse que, inicialmente, todos los gobiernos latinoamericanos intentaron sostener su adhesión al patrón cambio oro. Sin embargo, las presiones externas superaron sus capacidades de resistir durante mucho tiempo. Desde finales de 1929, el colapso del comercio y las finanzas internacionales hundió a varias de las economías latinoamericanas en una depresión económica, que duraría hasta fines de 1932 o principios de 1933, dependiendo del país. La fragilidad del modelo tradicional de desarrollo exportador se tornó evidente a medida que los principales mercados de Estados Unidos y Europa redujeron su demanda por los principales productos de exportaciones- azúcar, café, carne, lana, cobre, estaño, plata y petróleo procedentes de Centro y Sudamérica y del Caribe.10 Los precios de dichos productos cayeron en picada, lo cual hizo que los ingresos en divisas extranjeras obtenidos de las exportaciones descendieran de manera radical. En contra parte, también cayeron las importaciones. La abrupta caída del comercio internacional, que tocó fondo en 1931-1932, redujo los Foreign Bonds or Securities in the United States, Washington D.C., 1932. 10 Para información sobre las tendencias de las exportaciones por países véanse los cuadros y fuentes citados en Rosemary Thorp, ed., Latin America in the 1930's: The Role of the Periphery in World Crisis, St. Martin's Press, Nueva York, 1984. 11 ingresos fiscales e hizo cada vez más difícil hacer frente a las obligaciones contraídas con los acreedores extranjeros. En un trabajo ya clásico, Rosemary Thorp señaló que la caída en los precios de los productos primarios para el conjunto de la región entre 1929 y 1932 fue enorme, alcanzando un 32% entre pico y fondo. 11 Como consecuencia, las suspensiones de pagos sobre deudas soberanas se hicieron inevitables en la mayoría de los países latinoamericanos, pero no en todos. [INSERTAR GRAFICAS ii.A de precios de productos primarios, 1925-1935.] En enero de 1931, Bolivia se convirtió en la primera nación latinoamericana en declarar una moratoria unilateral sobre el pago de su deuda externa, siendo seguida por Perú en mayo y por Chile en julio.12 Poco después, el mayor deudor latinoamericano, Brasil, anunció una suspensión parcial de sus pagos internacionales. (Véase Cuadro II). El gobierno brasileño prometió remitir bonos provisionales en vez de oro a los acreedores pero indicó que tomaría las medidas necesarias para renovar los pagos en divisas fuertes con la mayor premura posible.13 Tales promesas no eran huecas, pero la crisis financiera en Brasil y el resto de América Latina tendió a profundizarse irrevocablemente. Durante 1932 se produjeron nuevas suspensiones de pagos, incluyendo moratorias parciales por parte de los gobiernos de Colombia y Uruguay. El gobierno colombiano realizó notables esfuerzos para seguir haciendo frente a sus 11 R Thorp, ed., Latin America in the 1930's: The Role of the Periphery in World Crisis, p. 12. 12 Sobre las moratorias bolivianas y peruanas, véase Ernesto Galarza, "Debts, Dictatorship and Revolution in Bolivia and Perú," Foreign Policy Association Reports, 13 de mayo de 1931, pp. 101-119. 13 Sobre las renegociaciones de las deudas nacionales, provinciales y municipales de Brasil, véase Kimber, Kimber's Record of Government Debts 1934, pp. 230-341. 12 obligaciones con los acreedores extranjeros, pero para 1935 los bancos oficiales habían agotado sus reservas, por lo cual se hizo ineludible la moratoria.14 Uruguay fue más afortunada: durante varios años el gobierno pagó los intereses en forma irregular, pero posteriormente logró reanudar el servicio íntegro de su deuda.15 Mientras tanto, en el Caribe y América Central la situación financiera también se tornaron inestables. Los gobiernos de Costa Rica y Panamá suspendieron pagos en 1932. Ese mismo año, el dictador de la República Dominicana, Trujillo, congeló los pagos de los fondos de amortización de su deuda, pero siguió remitiendo intereses a los banqueros de Nueva York que respaldaban su régimen. En Cuba las administraciones de Grau San Martín (1933) y de Mendieta (1934) suspendieron el servicio del muy discutido empréstito de obras públicas de 1927, pero siguieron pagando los intereses sobre el resto de la deuda externa. En cambio, en Haití, Honduras y Nicaragua no se efectuó ninguna suspensión de pagos, ya que bancos de los Estados Unidos recaudaban sistemáticamente un porcentaje de los derechos arancelarios y enviaban estas sumas a los acreedores. En resumen, algunas de las repúblicas latinoamericanas más pequeñas lograron evitar la moratoria, pero la mayoría de las naciones más grandes no tuvieron igual suerte. La única excepción entre estas últimas fue Argentina, que mantuvo los pagos de intereses y amortización sobre el conjunto de sus deudas sin interrupción hasta su liquidación total en 1946.16 Pero aun en el caso argentino fue 14 R. Thorp y C. Londoño, «The Effect of the Great Depression on the Economies of Perú and Colombia», en Thorp ed., Latin America in the 1930's, pp. 96-97. 15 Sobre las renegociaciones de la deuda externa de Uruguay, véase Juan Ferrando, Reseña del crédito público del Uruguay (Montevideo, 1969), 1, cap. 9. 16 Las únicas excepciones fueron unos cuantos préstamos provinciales sobre los cuales se suspendió pagos entre 13 necesario llevar a cabo complejas negociaciones con los banqueros extranjeros. De esta manera, a lo largo de la década de 1930 y buena parte de la siguiente, todos los gobiernos latinoamericanos estuvieron involucrados en complejos reajustes de las enormes deudas que habían contraído con los banqueros e inversores norteamericanos y europeos.17 ¿Cuales factores explican las suspensiones de pagos latinoamericanos? En primer término, pude observarse que durante los años de 1929 y 1930, y en algunos casos también en 1931, los gobiernos deudores siguieron pagando el servicio de sus deudas porqué siguieron apegados al “gold exchange standard”. En dichas circunstancias, era su obligación y la de los bancos centrales, mantener la convertibilidad fija. Pero una vez que Inglaterra abandonó el patrón oro en junio de 1931, existían pocos incentivos para seguir aferrados al viejo régimen monetario. Después de haber agotado casi todas sus reservas de divisas fuertes, ya no existían opciones para la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. No tenían suficiente metálico para seguir cubriendo el servicio de las deudas externas y, además, las caídas en sus ingresos fiscales estaban generando fuertes deficits públicos. Tenían que decidir si deseaban mantener la convertibilidad o si más bien valía la pena adoptar controles de cambios e, inclusive, la inconvertibilidad monetaria. La mayoría de los gobiernos adoptaron la inconvertibilidad, lo cual les dio latitud para aumentar la emisión de papel moneda y estimular sus economías. No obstante, la inconvertibilidad, evidentemente hizo aún más difícil 1933 y 1935. En este último año, el gobierno argentino tomó medidas para pagar los intereses adeudados mediante la entrega de bonos nacionales a los acreedores. 17 Una penetrante revisión reciente de este tema desde una óptica internacional es Barry Eichengreen y Richard Portes, ""Debt and Default in the 1930's: Causes and Consequences," European Economic Review, 30 (Junio), 599640. 14 asegurar el servicio de la deuda externa, lo cual ayuda a explicar los numerosos defaults y moratorias de la época. En el caso de Colombia, José Antonio Ocampo demostró como a pesar de los intentos notorios de los gobiernos por sostener la adscripción al patrón oro, la disminución de las reservas causaría una situación insostenible. Las pérdidas de reservas internacionales fueron de 32% en 1929, 16% en 1930, y de 26% en 1931. Después de la suspensión del pago de servicio de la deuda externa y la adopción de controles de cambios, se logró estabilizar las reservas que aumentaron ligeramente a lo largo del resto del decenio. 18 La situación fue similar en Brasil, Bolivia, Chile, Perú y varios países más, que analizaremos en una versión más elaborada de este trabajo. [INSERTAR GRAFICA IIB, con reservas latinoamericanas, 1913-1939] En resumidas cuentas, la observación de hace un cuarto de siglo de Carlos Díaz Alejandro con respecto a las ventajas de abandonar el patrón oro en los años treinta en gran parte de Latinoamérica, sigue pareciendo válida. Es más, se ha visto confirmado de manera mucho más amplia por trabajos como los de Barry Eichengreen, Golden Fetters, (1994) que adopta el mismo argumento para el resto del mundo después de 1931. Díaz Alejandro escribía en 1984: “The abandonment of the old parities allowed several countries the 18 José Antonio Ocampo, “The Colombian Economy in the 1930’s” en Rosemary Thorp, ed., op. cit., p. 128. 15 maintenance and expansion of domestic liquidity which combined with other policies led to the reasonably good economic performance in reactive countries (during the 1930s)…”19 LA DANZA DE LOS MILES DE MILLONES EN LOS AñOS DE 1970 Durante los años treinta, la Segunda Guerra Mundial y la posguerra, la mayoría de los gobiernos latinoamericanos mantuvieron controles de cambios y sistemas monetarios que limitaban la convertibilidad. Nominalmente, desde el acuerdo de Bretton Woods (1944), las monedas de dichos países tenían como referente esencial su valor en relación con el dólar, el cual operaba como virtual ancla del sistema monetario internacional en los países capitalistas. En principio, ello se debía al hecho de que el dólar era convertible a 35 dólares por onza de oro, pero en la práctica se basaba en el enorme poderío económico, político y militar de la primera potencia mundial después de 1945. No obstante, durante los años cincuenta, muchos países latinoamericanos sufrieron procesos bastante agudos de inflación y de devaluaciones sucesivas de sus monedas. Pero normalmente se regresaba a un sistema de paridades fijas, ya que no era nada común la libre flotación de las monedas. Si bien algunas de las devaluaciones provocaron problemas serios en los mercados financieros locales, debe tenerse en cuenta que las posibilidades de reestablecer un cierto equilibrio en las balanzas de pagos en los países latinoamericanos eran considerables. Por una parte, la aplicación de 19 “Latin America in the 1930s”, en R. Thorp, op. cit., p.47. 16 tarifas más altas, solía provocar una caída asaz abrupta de importaciones, lo cual contribuía a un nuevo equilibrio. A su vez, debe recordarse que en los años cincuenta y la primera mitad de los sesenta, el endeudamiento externo de los gobiernos fue limitado y el servicio podía cubrirse sin demasiadas dificultades. En momento de crisis de balanzas de pagos, el Fondo Monteario Internacional proporcionaba préstamos puente que lograban un nuevo equilibrio. A ello también contribuía un flujo relativamente pequeño de inversiones directas extranjeras que fue llegando a la región Así, poco después de las diversas devaluaciones, se solía a un régimen nuevo de paridades casi fijas. Estas normas de paridades cuasi/fijas también caracterizaban a los sistemas monetarios de los países industrializados más importantes aparte de los Estados Unidos: Gran Bretaña, Francia, Alemania, Japón, Italia, Holanda, Bélgica, Suecia y Japón. No obstante hacia fines del decenio del los años sesenta, en medio de la Guerra de Vietnam, el dólar se vio sujeto a crecientes presiones al igual que diversas monedas europeas. Los ataques especulativos socavaron el sistema de Bretton Woods, que se vio debilitado cada vez más por los crecientes deficits norteamericanos. Finalmente, en medio del caluroso verano de 1971, Richard Nixon convocó a sus principales asesores económicos a una reunión en la casa de campo presidencial, Camp David para llevar a cabo una conferencia secreta. La recomendación final fue propuesta con energía por el secretario del Tesoro, John Connally. Se resolvió suspender la llamada ventana del oro de la Reserva Federal, lo que implicaba que ya no se podrían intercambiar dólares por el metal áureo. Para los países europeos y para Japón, esta decisión fue una sorpresa 17 mayúscula. Mientras que algunas naciones tuvieron que revaluar sus monedas de manera pronunciada, otras tuvieron que devaluar, iniciándose así la era de los tipos de cambio flexibles. Los acuerdos de Bretton Woods habían llegado a su fin y comenzaba una nueva época con un grado mucho mayor de volatilidad financiera a escala internacional. La flexibilización de los tipos de cambios amenazó a todos las economías pero al mismo tiempo impulsó los crecientes flujos de capitales a escala internacional. Las empresas multinacionales y los grandes bancos (que los acompañaban en su proceso de expansión mundial) se beneficiaron enormemente de la apertura. La flexibilización también ofreció grandes oportunidades a los más acaudalados inversores -tanto de centro como de periferia- ya que ahora contaban con mayores posibilidades de colocar fondos fuera de su país de residencia. Pronto volvió a instalarse la inestabilidad financiera en los mercados mundiales, pudiendo identificarse nuevos ciclos de especulación y burbujas de endeudamiento, similares a los de períodos anteriores a la gran crisis de 1929. Estas tendencias provocaron una creciente preocupación entre economistas críticos o heterodoxos, como era el caso de Hyman Minsky, quien fue de los primeros en construir una nueva teoría sobre la inestabilidad inherente de los mercados financieros. En forma paralela, otro economista con una enorme experiencia en finanzas y comercio internacional, Charles Kindleberger, publicaría un libro muy citado en 1978 sobre pánicos y crisis financieras en la historia con objeto de alertar al público de las amenazas latentes en la nueva coyuntura.20 Vale la pena recordar, que 20 Charles Kindleberger, Manias, Panics and Crashes. A History of Financial Crises, Nueva York, Basic Books, 1978. 18 estas corrientes de pensamiento contribuyeron a sentar algunas de las bases de la reflexión de las escuelas que analizan las causas de la volatilidad en los mercados financieros. La flexibilización creciente de los mercados financieros durante el decenio de 1970 alentó nuevos flujos de capitales internacionales, aunque solamente una parte se dirigía a las economías industrializadas. La mayor paradoja de esta coyuntura fue que se produjo una explosión de los flujos financieros entre dos regiones de la periferia: Medio Oriente y América Latina. Sin embargo, dichos flujos no eran transferidos directamente sino a través de la banca estadounidense y la banca europea. La acumulación de enormes excedentes de petrodólares (como se dio en llamar a los ingresos extraordinarios por la venta de petróleo a precios elevados) por un puñado de países árabes requería nuevos vehículos y caminos para reciclarse. Por consiguiente, los agentes de los bancos globales se convirtieron en vendedores en gran escala de préstamos para América Latina. La velocidad del incremento del endeudamiento externo fue sorprendente. Durante la década de 1960, la cantidad de empréstitos contratados por Argentina, Brasil, México y otros países de la región latinoamericana había sido relativamente modesta. La mayor parte de esos créditos fueron proporcionados por agencias multilaterales tales como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (fundado en 1960). Desde 1973, en cambio, el número de préstamos externos contratados por los países latinoamericanos aceleró su ritmo y el número de bancos privados extranjeros involucrados en las transacciones también se multiplicó de manera sorprendente. El auge del endeudamiento alcanzó su apogeo durante 1978-1981 cuando los gobiernos 19 prestatarios se dejaron arrastrar a tal punto por la manía financiera que llegarían a contratar docenas de empréstitos simplemente para pagar los que habían contratado previamente. La extraordinario multiplicación de los préstamos externos que tomaron los gobiernos latinoamericanos en los años setenta fue determinada en una parte significativa por la evolución de la economía mundial. En primer término, el alza de los precios de las materias primas incrementó los ingresos de numerosas naciones del Tercer Mundo y, especialmente, de los exportadores de petróleo. En América Latina el aumento de ingresos por concepto de exportaciones no fue tan espectacular como en las naciones árabes, pero aun así promovió un rápido incremento de la importación de bienes de consumo y de bienes de capital. La expansión del comercio fue acompañada por la intensificación de los flujos financieros internacionales, impulsados por las agresivas estrategias de los mayores bancos de los Estados Unidos, Europa occidental y Japón.21 El rápido crecimiento de nuevos mercados financieros a escala mundial era testimonio del creciente volumen de excedentes de capital dinero que estaban manejando los bancos, una parte sustancial formada por fondos acumulados por los países árabes. Los bancos no sólo deseaban sino que necesitaban invertir estos fondos provechosamente. Como resultado, cuando la mayoría de las naciones latinoamericanas comenzó a aumentar sus demandas de crédito externo, pudieron obtener el dinero rápidamente. En resumen, el auge crediticio latinoamericano estuvo estrechamente vinculado a un ciclo comercial expansivo y a la aceleración de los flujos internacionales 21 La internacionalización de la banca de los Estados Unidos ya había comenzado en los años de 1960, pero en el decenio de 1970-1980 cuando se intensificó a la par que los bancos de todas las principales potencias económicas; de allí que tanto los bancos europeos como los japoneses compitieran con los bancos norteamericanos en los préstamos latinoamericanos. Sobre la rivalidad entre los bancos internacionales veáse Robert Devlin, Debt and Crisis in Latin America: The Supply Side of the Story, Princeton, Princeton University Press, 1989 . 20 de capital. Debe señalarse, por otra parte, un importante factor nuevo que distinguía este ciclo de endeudamiento de los años de 1970 de las del pasado. En el decenio de 1920, por ejemplo, todos los empréstitos latinoamericanos a largo plazo consistían en emisiones de bonos que eran colocados entre millares de inversores a través de las bolsas. Ocasionalmente, algunos bancos adquirían un pequeño porcentaje de los bonos para su propia cartera, pero el grueso de los valores permanecía en manos de un amplio círculo de individuos, quienes luego se fueron agrupando en asociaciones de tenedores de bonos para proteger sus intereses. En los años de 1970, por el contrario, la mayoría de los préstamos latinoamericanos fueron otorgados directamente por los más poderosos bancos comerciales de los Estados Unidos, Europa occidental y Japón. Algo sorprendentemente, acumularon gran parte de los bonos de los préstamos en sus propias carteras sin revenderlos. Estos bancos se convirtieron, por lo tanto, en los principales acreedores directos de los países latinoamericanos. También existieron algunas novedades con respecto a las entidades deudoras en los años de 1970. El contraste con anteriores etapa de endeudamiento latinoamericano es significativo. En la década de 1920 la mayor parte de los préstamos fueron contratados por los gobiernos nacionales, provinciales o municipales. En el decenio de 1970 en cambio, los principales prestatarios fueron las grandes empresas estatales, la mayor parte de ellas industriales. Entre 1976 y 1981 por ejemplo, el cliente más importante en los mercados monetarios internacionales fue la compañía petrolera 21 mexicana Pemex.22 Pero también existían otras firmas latinoamericanas de propiedad estatal fuertemente comprometidas en la fiebre financiera, tales como Petrobrás y Electrobrás de Brasil, la Corporación Venezolana de Fomento, Ecopetrol de Colombia, Entel y YPF Energía de Argentina, Petroperú y muchas más.23 Los mayores deudores de los años setenta fueron, por consiguiente, las empresas industriales más importantes y tecnológicamente más avanzadas de América Latina en los campos de la producción del petróleo, la energía nuclear, la energía hidroeléctrica, la aviación, el acero y el aluminio, entre otros sectores. Importantes tomadores de empréstitos también fueron los bancos de desarrollo de propiedad estatal, que buscaban fondos en el extranjero para canalizarlos hacia una gran variedad de proyectos industriales y de infraestructura. En resumen, la deuda externa actual pesaba sobre los sectores más dinámicos y complejos de las economías de las naciones latinoamericanas, vinculando la dependencia financiera y la tecnológica de manera mucho más estrecha que en épocas anteriores. Pero aun cuando una proporción sustancial de los empréstitos externos se destinaron a propósitos productivos, sería erróneo argumentar que éste fue siempre el caso. De hecho, una de las características más notables de las transacciones financieras latinoamericanas del decenio de 1970-80 fue el enorme incremento en préstamos destinados a objetivos militares. La negociación de empréstitos militares no carece de antecedentes en la historia latinoamericana; en los primeros tres cuartos del siglo XIX los 22 La cantidad de fondos pedidos en préstamos por PEMEX es materia de especulación. Como observó un periodista: «PEMEX no publicita sus deudas y, además, ha insistido que se mantengan secretos un buen número de los préstamos que ha tomado en el exterior.» «Latin American Survey», Euromoney, abril de 1981, pp. 55-56. 23 Una apreciable cantidad de información acerca de los empréstitos tomados por las empresas estatales latinoamericanas puede encontrarse en artículos publicados entónces en las revistas financieras Euromoney, Institutional Investor y BOLSA Review (Bank of London and South American Review). 22 préstamos para fines militares fueron frecuentes, pero posteriormente disminuyeron en importancia. Durante la década de 1970, en cambio, las fuerzas armadas de numerosas naciones latinoamericanas contrajeron un número muy elevado de créditos —aunque aún hoy se desconocen las cifras exactas— con banqueros internacionales para financiar la adquisición de armas y promover la expansión de industrias militares. 24 En el decenio de 1970, los gobiernos militares en el Perú, por ejemplo, contrataron una cadena de préstamos durante los años setenta para adquirir cientos de tanques soviéticos y decenas de aviones de reacción Mirage franceses. De forma similar, el régimen dictatorial de Brasil utilizó una gran cantidad de fondos externos para construir su sofisticado y poderoso complejo militar-industrial. Pero sin duda, los militares más comprometidos en el negocio turbio de este tipo de empréstitos fueron aquellos de las dictaduras argentina y chilena, que desde mediados de la década de 1970, contrataron préstamos por miles de millones de dólares para fomentar un proceso de creciente militarización de sus respectivos países, esencial para el mantenimiento de sus regímenes represivos. Y no está de más sugerir que en todos estos casos, los banqueros internacionales y las firmas transnacionales demostraron ser socios entusiastas de esta enloquecida carrera armamentista. Finalmente, el servicio del conjunto de deudas externas se tornó cada vez más pesado y difícil, por lo que en los últimos años del decenio de 1970, y especialmente entre 1978 y 1980, la mayoría de los gobiernos y empresas paraestatales endeudadas recurrieron a una enorme cantidad de préstamos de refinanciamiento. Se trataba en 24 Hay escasa información publicada acerca de los préstamos militares de la época. Algunos datos son resumidos en el artículo «Batalla con las armas», en Visión, 20 de mayo de 1985, pp. 6-22. 23 efecto de un gigantesco equema tipo Ponzi , por el cual los gobiernos cubrían sus adeudos con dinero fresco de nuevos inversores/acreedores. Eventualmente, este sistema estaba condenado a hundirse. VII. Crisis de la deuda latinoamericana en los años ochenta A pesar del frenési financiero en los préstamos a países en desarrollo, no fue sino hasta finales de la década de 1970 cuando académicos y periodistas comenzaron a llamar la atención sobre los peligros de este tipo de dependencia financiera. 25 No obstante, ni los prestatarios ni los prestamistas reconocieron la gravedad de la situación hasta demasiado tarde. La situación del endeudamiento externo latinoamericano se tornó peligrosa recién a raíz de la subida de las tasas de interés en 1980. La chispa que encendió el cataclismo financiero no se originó en América Latina, sino que se derivaba del abrupto incremento de tasas de interés en Estados Unidos. Cuando el nuevo gobernador de la Reserva Federal, Paul Volker, (quien asumió el cargo a fines de 1979), decidió cortar la inflación de raíz, lo hizo elevando las tasas de interés domésticas de manera inesperada y dramática. (Véase Figura 4. ) Como resultado, las tasas de interés de corto plazo de las deudas internacionales también presionó subieron y empujaron al alza el servicio de la deuda externa latinoamericana, lo que hizo que la crisis fuera inevitable. 25 Véase, por ejemplo, el estudio pionero de Cheryl Payer, The Debt Trap: The International Monetary Fund and the Third World (Nueva York, 1974). Otro trabajo precursor fue Miguel Wionzcek, ed., Endeudamiento externo de los países en desarrollo (México, 1979). 24 03/01/1973 30/05/1973 24/10/1973 20/03/1974 14/08/1974 08/01/1975 04/06/1975 29/10/1975 24/03/1976 18/08/1976 12/01/1977 08/06/1977 02/11/1977 29/03/1978 23/08/1978 17/01/1979 13/06/1979 07/11/1979 02/04/1980 27/08/1980 21/01/1981 17/06/1981 11/11/1981 07/04/1982 01/09/1982 26/01/1983 22/06/1983 16/11/1983 11/04/1984 05/09/1984 30/01/1985 26/06/1985 20/11/1985 16/04/1986 10/09/1986 04/02/1987 01/07/1987 25/11/1987 20/04/1988 14/09/1988 08/02/1989 05/07/1989 29/11/1989 25/04/1990 19/09/1990 Figura . Tasa efectiva de interés de los fondos federales de Estados Unidos, 1970-1989 (%) Tasa de interés efectiva de los títulos de deuda federal de referencia de los Estados Unidos, 1973-1990 (puntos porcentuales) 25 20 15 10 5 0 Fuente: Federal Reserve Board, "Historical Data", http://www.federalreserve.gov. 25 El aumento de las tasas de interés afectó sobre todo aquellos préstamos con tasas variables (especialmente los contratados en 1979-1981) e provocó un súbito aumento en el servicio de la deuda. Para cubrir ese servicio hubo que utilizar las reservas de los bancos centrales pero éstos estaban en niveles muy bajos. En parte ello se debía a la inflexibilidad de los sistemas monetarios de la mayoría de los países latinoamericanos en e3l decenio de los años de 1970 que solían ser de paridades fijas. Para muchos gobiernos de la región, era motivo de orgullo el mantener estas paridades (en gneral artificialmente altas) pero además eran apoyadas por poderosos sectores industriales que encontraban en dichas políticas monetarias, un instrumento de defensa proteccionista. Sin embargo, un efecto perverso adicional de las paridades fijas fue que las clases adineradas de la mayor parte de Latinoamérica aprovecharon para invertir un monto creciente de sus ahorros y capitales en el exterior, precisamente en la medida que aumentaban los riesgos de futuras devaluaciones. La fuga de capitales fue absolutamente fenomenal entre 1977 y 1981, contribuyendo a que la entrada de fondos por préstamos fuera acompañada simultáneamente por una salida casi equivalente de capitales de la región. Sorprendentemente, el Fondo Monetario Internacional no prendió las señales de alarma y contribuyó a que los países deudores no se preocuparan de mantener reservas altas de oro o divisas fuertes. Este error fue mayúsculo y no debe pasarse por alto en la historia financiera del período, pero rara vea ha sido estudiado en detalle. Por otra parte, 26 una vez que los precios de determinados commodities comenzaron a bajar, las tesorerías tampoco pueden obtener recursos fiscales en divisas fuertes para pagar el creciente servicio de la deuda. Ello contribuiría a generar las condiciones que llevaron a suspensiones de pagos sobre deudas externas y devaluaciones. La suspensión de pagos por el gobierno mexicano en agosto de 1982 inició una crisis de deuda que rápidamente se propagó. El cese de pagos fue replicado por otros gobiernos latinoamericanos que también estaban altamente endeudados. Como resultado, se debilitaron los mercados financieros y los flujos de capital internacionales. De inmediato se buscaron respuestas de emergencia. Para noviembre de 1982, los actores clave —tecnócratas mexicanos, banqueros internacionales y funcionarios del Departamento del Tesoro de Estados Unidos— llegaron a un acuerdo sobre un paquete de $8,000 millones de dólares (aproximadamente la suma que México necesitaba para pagar el servicio de su deuda en 1982 y comienzos de 1983): el FMI proporcionaría $4,500 millones de sus líneas ampliadas de giro para ayudar a garantizar los pagos por servicio de la deuda mexicana; el Banco de Pagos Internacionales (BIS, por sus siglas en inglés) otorgaría $1,850 millones en créditos; y la Commodity Credit Corporation y el Fondo de Estabilización del Tesoro de Estados Unidos proporcionaría $1,000 millones cada uno en fondos adicionales de corto plazo26. 26 Datos de José Angel Gurría, La política de la deuda externa, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, y Secretaría de Hacienda, Deuda externa pública mexicana, México, Fondo de Cultura Económica, 1988, apéndice final. 27 Aparte del enorme tamaño del rescate, algo sin precedentes en la historia financiera latinoamericana, hay que tener en cuenta la complejidad de la estructura de las deudas mexicanas. Como demuestran cuadros anexos de la deuda mexicana en el período, contrataron deudas diversos sectores del gobierno federal y también empresas y bancos privados. Entre los mayores deudores fueron una amplia gama de empresas paraestatales y bancos estatales. No se contaba con una idea realmente precisa del monto total ni del costo de servicio de esas deudas. [INSERTAR CUADROS DEUDA A LATINA Y MEXICO 1970-1990] La crisis de la deuda se convirtió muy rápidamente en una amenaza para muchos bancos en Estados Unidos, Europa y Japón, debido a que mantenían pesadas carteras de bonos gubernamentales latinoamericanos. En contraste con los años de 1930, cuando las moratorias de las deudas latinoamericanas fueron un factor de menor importancia en la crisis internacional, a principios del decenio de 1980- se consideraban una bomba de tiempo en potencia para la banca internacional. Ello tenía mucho que ver con la preocupación de las autoridades políticas y financieras de los Estados Unidos, Europa y Japón que consistía en un hecho simple pero potencialmente devastador para sus sistemas bancarios: el valor de los papeles de deuda externa de los países en desarrollo que retenían los mayores bancos comerciales en sus portafolios era, en algunos casos, igual o superior al propio capital contable de dichos bancos. De acuerdo con detallados estudios, los veinte mayores bancos del mundo eran responsables por 50% de todos los préstamos internacionales a los países en desarrollo. Si nos limitamos a los bancos norteamericanos, cada uno de los nueve mayores bancos tenía en promedio en su 28 cartera más de ocho mil millones de dólares de este tipo de deudas soberanas. 27 En el caso de Citibank, los préstamos latinoamericanos representaban 174% de su capital; para Bank of America la cifra era 158% y Chase Manhattan era 154%. En el caso del poderoso banco de Manufacturers Hanover, solamente sus préstamos a Brasil representaban 77% de su capital. De este modo se comprende que si los gobiernos de la periferia suspendían pagos, estos bancos entrarían técnicamente en bancarrota. 28 La primera gran restructuración financiera fue aquel negociado entre el gobierno mexicano y los numerosos banqueros acreedores entre septiembre de 1982 y enero de 1983, acuerdo preliminar que evitó la suspensión de pagos sobre la enorme deuda externa del gobierno que se acercaba entonces a la cifra de 80,000 millones de dólares. Algunos banqueros sintieron tanto alivio que proclamaron que la crisis de la deuda latinoamericana había sido superada. Sin embargo, menos de dos años más tarde, en junio de 1984, se supo que las autoridades financieras argentinas estaban contemplando seriamente la posibilidad de una suspensión de pagos de sus obligaciones externas. Al mismo tiempo, llegaron noticias desde Chicago acerca del colapso de una institución bancaria de primer orden, el Continental Illinois Bank; asimismo, en Nueva York, la prensa financiera comentaba el exceso de deuda latinoamericana acumulada por el Manufacturera Hanover Bank y otras grandes instituciones financieras; y en Londres se rumoreaba que el poderoso Midland Bank se había sobregirado con valores argentinos, brasileños y mexicanos. Sin embargo, Argentina no llegó a suspender sus pagos y, una 27 R. Devlin, Debt and Crisis in Latin America, p.95-96. 28 Ibid, p. 214. 29 vez más; los banqueros anunciaron orgullosamente la superación de la crisis. No obstante, era claro que existía una preocupación muy extendida de que los bancos mayores de los Estados Unidos y de Inglaterra seguían en problemas. Ello originaría renovadas negociaciones entre acreedores y deudores, hasta alcanzarse los acuerdos del Plan Brady entre 1988 y 1990 que permitió remover de los libros de los grandes bancos globales gran parte de las deudas latinoamericanas aún vigentes. Conclusiones: Sin duda, los rescates financieros de los años ochenta organizados por los consorcios de bancos internacionales (con apoyo del FMI y del gobierno de Estados Unidos) sirvieron para salvar a los bancos internacionales de la bancarrota e impidieron defaults excesivamente prolongados de los gobiernos deudores. El contraste es notable con los años treinta, cuando se produjeron numerosos defaults muy prolongados, durando en algunos casos desde 1931 hasta 1946. En cambio, en los ochenta los consorcios de bancos internacionales aseguraron que a pesar de algunas moratorias cortas, en casi todos los casos de restructuraciones de las deudas, eventualmente se acordaron mecanismos de refinanciamiento. 29 Una de las principales diferencias entre ambas épocas estriba en el hecho de que en los años treinta, los bancos que se encargaban de las renegociaciones de las deudas no eran tenedores muy fuertes de deudas latinoamericanas ya que la mayoría de los bonos estaban en manos de millares de inversores. Los bancos de la época no se veían amenazados directamente por la posibilidad de un default, sino que, al contrario, eran 29 Altimir y Devlin (1994) han estudiado en detalle las características de estas multiples moratorias, en general cortas, que atravesaron las renegociaciones de las deudas en los ochenta, pero sin que se produjeran defaults prolongados. 30 los tenedores de bonos los que perdían con las supensiones de pagos. Por su parte, los gobiernos latinoamericanos de los años treinta tenían pleno conocimiento de que en medio de la Gran Depresión y con la contracción de los mercados financieros internacionales, no existían opciones de obtener más préstamos o mecanismos atractivos de refinanciamiento. En cambio, en los años ochenta, los grandes bancos internacionales eran los tenedores directos del grueso de los préstamos a los gobiernos latinoamericanos y sus bancos y empresas paraestatales. Como consecuencia, tenían un gran interés en que se mantuviera el servicio de la deuda. Caso contrario, podrían ser sujetos a auditorías en los que se podría demostrar que los préstamos latinoamericanos representaban una enorme proporción de su capital. En esta situación, temían que se declara que estaban en peligro de hundirse y ello podía provocar ataques especulativos contra las acciones de dichos bancos y/o pánicos bancarios por parte de los depositantes. En dicha situación, los bancos tenían enormes incentivos para obligar a los gobiernos a aceptar planes de refinanciamiento, que consistían esencialmente de adelantar préstamos para cubrir los intereses atrasados. Los nuevos préstamos simplemente se añadían a la deuda externa ya existente y por ello, las deudas latinoamericanas no cesaron en crecer. El resultado está la vista. Hoy en día los países latinoamericanos cargan con una serie de enormes deudas externas cuyo servicio han logrado en cubrir en los últimos decenios y de manera más sorprendente medio de la crisis financiera global de los últimos dos años. En cambio, en los años treinta se suspendieron pagos sobre gran parte de las deudas latinoamericanas, y hacia finales de la Segunda Guerra Mundial se llevaron a cabo negociaciones internacionales complejas que permitieron reducir dichas 31 deudas a niveles bajos. Evidentemente, ello nos habla de muy fuertes contrastes no sólo en términos del contexto histórico y de geopolítica internacional en ambos períodos, sino también en el funcionamiento de los mercados financieros, que han cambiado de manera dramática. APENDICE CUADRO I Préstamos Externos a Gobiernos Latinoamericanos, 1920-1930 (a) País y Entidad Gubernamental Argentina Gob. Nacional Gobs. Provinciales Gobs. Municipales Núm. de préstamos Valor (b) Objetivo (c): Obras públicas Objetivo (c): Refinanciación Objetivo (c): Otros 10 8 7 288.800 102.601 28.017 38.100 52.878 28.017 233.700 47.601 ---- 17.000 (d) 2.122 ---- 3 66.000 43.000 23.000 ----- Brasil Gob. Nacional Gobs. Provinciales Gobs. Municipales 5 21 10 219.007 343.939 78.0302 75.000 110.212 62.302 144.077 87.744 15.000 ---145.983 (e) ---- Chile Gob. Nacional Gobs. Municipales Banco Hipotecario de Chile 10 3 5 228.778 24.000 90.000 176.696 24.000 ---- 52.092 ------- ------90.000 (f) Colombia Gob. Nacional Gob. Provinciales Gobs. Municipales Banco Hipotecaria Colombiano 2 8 6 5 60.000 67.350 27.585 21.840 60.000 66.100 20.085 ----- ---1.250 7.500 ---- ---------21.840 (g) Costa Rica Gob. Nacional 3 10.990 9.800 1.190 ---- Cuba Gob. Nacional 5 155.973 40.000 79.000 36.973 (h) República Dominicana Gob. Nacional 2 20.000 15.000 5.000 ---- Bolivia Gob. Nacional 32 El Salvador Gob. Nacional 3 21.609 ---- 21.609 ---- Guatemala Gob. Nacional 3 9.465 4.590 4.515 ---- Haití Gob. Nacional 2 18.634 ---- 18.634 ---- Panamá Gob. Nacional 2 20.500 4.500 12.000 4.000 (i) CUADRO I Préstamos Externos a Gobiernos Latinoamericanos, 1920-1930 (a) País y Entidad Gubernamental Núm. de préstamos Perú Gob. Nacional Gobs. Provinciales Gobs. Municipales 5 1 1 Uruguay Gob. Nacional Gobs. Municipales 3 2 Valor (b) Objetivo (c): Obras públicas Objetivo (c): Refinanciación Objetivo (c): Otros 105.814 1.500 3.000 57.366 1.500 1.500 44.448 ---1.500 ---------- 55.081 15.307 55.081 15.307 ------- ------- Fuentes: A. Kimber, Kimber's Record of Government Debts (Londres, 1929 y 1934 eds.); Corporation of Foreign Bondholders, Annual Reports (Londres, 1928-1935); Foreign Bondholders Protective Council, Annual Reports (Nueva York, 1934, 1936). a) Esta lista incluye únicamente emisiones de bonos externos a largo plazo de entidades gubernamentales latinoamericanas. No incluye las emisiones a corto y mediano plazo (de uno a cinco años). b) Todas las emisiones de bonos en divisas distintas a dólares estadounidenses (por ejemplo, libras esterlinas, pesetas o francos) han sido convertidas a dólares estadounidenses de acuerdo con las tasas de cambio contemporáneas. No obstante, las cifras presentadas aquí son sencillamente los cálculos publicados de los valores nominales de los bonos emitidos, pero no reflejan necesariamente las sumas precisas vendidas, lo cual podría conocerse solamente mediante un detallado estudio de cada préstamo, utilizando aquellos documentos pertinentes que pueden encontrarse en archivos gubernamentales o bancarios. c) Las cifras incluidas bajo la categoría del «Objetivo» de los préstamos proporcionan una estimación general, pero ciertamente no precisa del destino exacto de los fondos prestados. Estas cifras se basan en los objetivos descritos en los contratos de crédito, pero sólo una meticulosa revisión de cada préstamo, utilizando documentos financieros del gobierno de cada país proporcionaría un informe estadístico completo y confiable del desembolso real de los fondos. d) Una emisión de bonos en España en 1927, por 100 millones de pesetas, para la compra de armamentos. e) Bonos emitidos a favor del Instituto del Café de Sao Paulo para el programa de valorización del café. f) Bonos hipotecarios del Banco Nacional de Chile, empleados ostensiblemente para desarrollo agrícola. g) Bonos del Banco Hipotecario Agrícola de Colombia, empleados ostensiblemente para desarrollo agrícola. h) Bonos del Programa de Estabilización de Precios del Azúcar emitidos en 1930 con garantía de la Corporación Nacional Cubana de Exportación de Azúcar. i) Bonos emitidos para fortalecer las reservas del Banco Nacional de Panamá. 33 34 CUADRO II Relación de las Moratorias y Renegociaciones de las Deudas Latinoamericanas, 1931-1950 (a) País Fecha inicial de moratoria Deuda Externa (b) consolidada en 1933 (dólares USA) Renegociaciones Argentina No hay moratoria 864.000.000 Intereses y amortización pagados regularmente hasta la liquidación final de deuda externa en 1946. Bolivia enero 1931 63.000.000 Moratoria continuada hasta 1948 cuando empiezan negociaciones para cancelar intereses atrasados, pero no capital. Brasil octubre 1931 (moratoria parcial) 1.239.000.000 Renegociaciones 1933, 1940, 1943. Con último acuerdo una porción del capital reducido en su valor. Chile julio 1931 343.000.000 Durante algunos años pagos parciales de intereses. En 1948 arreglo con acreedores. Colombia febrero 1932 (moratoria parcial) 164.000.000 Pagos parciales hasta 1935. Sigue moratoria total. Renegociaciones 1940, 1942, 1944 y 1949 para reducción de pagos de intereses. Costa Rica noviembre de 1932 21.000.000 Cuba 1933/1934 (moratoria parcial) 153.000.000 Pagos de intereses sobre parte de deuda externa suspendidos 1933/34, pero renovados posteriormente. República Dominicana octubre de 1831 (moratoria parial 16.400.000 Suspendidos únicamente pagos fondos amortización. Pagos de intereses continuaron regularmente. Ecuador julio de 1931 23.000.000 Deuda permanece en moratoria total hasta mediados de década 1950. 1933 - bonos consolidados ofrecidos para cubrir intereses atrasados. 1935, nueva moratoria, que continúa hasta 1946. 35 CUADRO II (continúa) Relación de las Moratorias y Renegociaciones de las Deudas Latinoamericanas, 1931-1950 (a) País Fecha inicial de moratoria El Salvador enero de 1933 Guatemala Deuda Externa (b) consolidada en 1933 (dólares USA) Renegociaciones 4.000.000 Renegociación en 1936 para renovación de parte de pagos intereses. En 1946 arreglo final que cancela 50% de intereses atrasados. febrero de 1933 (moratoria parcial) 14.000.000 Moratoria parcial de fondos amortización, pero continúan pagos de intereses. 19461951 la deuda liquidada mediante amortización. Haití No hay moratoria 13.000.000 Pagos de amortización e intereses continúan regularmente bajo supervisión y control de los Estados Unidos Honduras No hay moratoria 4.000.000 México 1914 Nicaragua Pagos regulares bajo supervisión del National City Bank (NY). 684.000.000 Renegociación de la deuda en 1930, pero en términos incumplidos. Arreglo final de deuda externa nacional en 1942, y de deuda de compañía ferroviaria nacional en 1946. Según estos acuerdos, capital e intereses reducidos en 90%. No hay moratoria 21.000.000 Pagos amortización reducidos, 1932-46, pero pagos de intereses continuaron en su totalidad. Panamá enero 1932 16.000.000 Renegociación en 1933, pero moratoria parcial continúa hasta 1946. Paraguay junio 1932 3.000.000 Servicio de la deuda reanudado en 1938. Perú mayo 1931 114.000.000 Uruguay enero 1932 (moratoria parcial) 98.000.000 Venezuela No hay moratoria ------- 1934-37 reanudación parcial de pagos de intereses. En 1947 Perú ofrece arreglo basado en reducción pagos intereses. Plan de reajuste final en 1951. Pagos amortización temporalmente suspendidos, pero continúan pagos de intereses. Había extinguido su deuda externa para 1933. Fuentes: A. Kimber, Kimber's Record of Government Debts (Londres, 1934 ed.); Corporation of Foreign Bondholders, Annual Reports (Londres, 1930-1952); Foreign Bondholders Protective Council, Annual Reports (Nueva York, 1934, 1936-1950). (a) La información en este cuadro resumido debe complementarse con datos adicionales de fuentes citadas, así como en otras fuentes. (b) Incluye bonos externos a largo plazo aún no redimidos. No incluye deudas externas a corto plazo o «flotantes». 36 AGREGAR CUADROS PENDIENTES…. 37