Museos como medios de comunicaci n: Aportes al cambio social desde los museos de ciencias , de Dra. Patricia Castellanos Pineda, Universitat Oberta de Catalunya (UOC) (Espa a)

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Actas – V Congreso Internacional Latina de Comunicación
Social – V CILCS – Universidad de La Laguna, diciembre 2013
Museos como medios de comunicación:
Aportes al cambio social desde los museos
de ciencias
Dra. Patricia Castellanos Pineda – Universitat Oberta de Catalunya (UOC) –
[email protected]
Resumen: Los museos han superado el papel de instituciones encargadas de
la conservación patrimonial, y complementarias de la educación formal. Ahora
pueden equipararse a cualquier medio de comunicación y han asumido un
papel importante
en
la
sociedad
similar al que
desempeñan
otros
equipamientos culturales. Gracias a los cambios sociales y políticos que la
sociedad ha vivido, el museo pasó de la esfera privada a la pública dejando de
lado su vertiente elitista.
Desde la década de los 60, se han venido impulsando diferentes tareas
relacionadas con estas instituciones y que pretenden acercarse a la sociedad
y, sobre todo, participar de la vida de las comunidades. Así, los museos
aportan una nueva manera de participar y contribuir al crecimiento de una
sociedad.
En el caso de los museos de ciencias tenemos que tener en cuenta que el
veloz desarrollo científico-tecnológico, genera desigualdades informativas entre
aquellos que tienen conocimientos científicos y los que no. A esta situación
pueden contribuir los museos como generadores de cambio social gracias a las
acciones singulares que asumen y al voluntarismo de muchos de sus
profesionales. En algunos lugares, por ejemplo, en países latinoamericanos,
los propios museos implementan políticas que buscan aportar un grano de
arena al desarrollo de la sociedad en la que están inmersos. En España, hasta
hace pocos años comienzan a emprenderse acciones que buscan incluir
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grupos tradicionalmente marginados como es el caso de las personas con
discapacidad, los presos y las personas mayores.
A partir de una aproximación teórica y de algunos ejemplos de acciones
concretas, se busca ubicar al museo como una institución importante en las
acciones de cambio social desde una institución tradicionalmente vinculada a la
alta cultura.
Palabras clave: Cambio social; medios de comunicación; museos de ciencias,
público vulnerable; desarrollo científico
1. Introducción
A partir de la segunda mitad del siglo XX los museos han cambiado su manera
de llegar al público. Desde su nacimiento han sido considerados parte de la
llamada “alta cultura” no sólo por el tipo de contenidos que incluyen sino
también por la relación unidireccional que se establecía con los visitantes. Por
ejemplo, en el siglo XVIII, algunos museos británicos exigían a la gente del
pueblo tener una recomendación de un aristócrata que certificara que la
persona era “gente de bien” para poder entrar a ver una colección. A raíz de la
Revolución Francesa, la democratización de diferentes instituciones y
estamentos sociales, políticos y gubernamentales, dieron la posibilidad a las
mayorías a acceder a las colecciones reales que hasta entonces estaban
cerradas al público.
¿Cómo pueden este tipo de instituciones contribuir al cambio social? Para
contestar esta pregunta debemos revisar rápidamente la evolución que han
tenido. Desde los años 60 el cambio del paradigma museístico ha sido
fundamental en la relación que tiene hoy día la institución con el público. Su
presencia, al igual que la de otros equipamientos culturales como las
bibliotecas, ha adquirido protagonismo en la vida cotidiana de la ciudadanía.
Gracias a los cambios sociales y políticos que la sociedad ha vivido, el museo
pasó de la esfera privada a la pública dejando de lado su vertiente elitista.
En la actualidad no se puede dudar del valor tanto patrimonial como educativo
y comunicativo de los museos, ya que a lo largo de su historia se han
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consolidado y adaptado, en la medida de sus posibilidades, a un mundo más
exigente y competitivo. La democratización del arte y la ciencia a través de los
museos públicos, y la divulgación del conocimiento científico son sólo dos de
los aspectos positivos que han influido en el cambio de su relación con la
sociedad y de la necesidad de su compromiso con los públicos vulnerables.
A este cambio de relación entre el museo y el público ha contribuido la
corriente teórica conocida como “Nueva Museología” que surge porque en las
últimas tres décadas del siglo XX se produce un cisma entre los defensores del
museo tradicional y los que buscaban la implicación del visitante. Por otra
parte, la aparición de los centros de ciencia, basados en la manipulación de
elementos interactivos, han sido también significativos en el diálogo museosociedad. El hecho de que el museo de hoy sea un medio de comunicación,
fortalece y facilita el diálogo entre la institución y el público (Castellanos
Pineda, 2008). El desarrollo de las Tic y el auge de las redes sociales han
permitido aumentar esta relación incluso, con personas que presencialmente
no conocen el museo.
También contribuye la nueva mirada hacia el museo como un medio de
comunicación, emisor, en este caso, de mensajes científicos.
Algunos autores defienden la visión de que la comunicación de estos centros
se corresponde con la de un sistema de comunicación no masivo (Knez y
Wright, Morgan y Welton, Hooper-Greenhill), mientras que otros ven en ellos un
mass media (Cameron, Miles, Hodge y D’Souza, Verón y Levasseur, Huyssen).
Las dos tendencias han convivido desde finales de los sesenta.
El planteamiento teórico lo desarrolla por vez primera el museólogo canadiense
Duncan Cameron en 1968, a través del artículo “A view point: the museum as a
communication system and implications for museum education”, en el que
reivindica el punto de vista del museo como un sistema de comunicación y las
consecuentes implicaciones para la educación que se desarrolla en ellos.
Cameron utiliza la clásica propuesta de Shannon y propone un sencillo
esquema integrado por tres elementos: emisor que sería el museo, el medio o
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canal a través del cual se comunica y que equivaldría a las “cosas verdaderas”,
y el receptor, que sería el visitante. Cameron añade la retroalimentación o
feedback de Melvin De Fleur1, como base para verificar la efectividad de la
exposición. La retroalimentación permite al equipo de la exposición comprobar
si hay concordancia entre el mensaje que emiten y reciben los visitantes 2.
Figura 1. Esquema de Cameron integrando el feed-back. Fuente: Hooper-Greenhill, 1998.
En una sociedad mediada por la ciencia y la tecnología y su veloz desarrollo la
información científica se convierte en un elemento diferenciador y este aspecto
puede problematizar un proceso que, desde su nacimiento, ha sido lento y
poco apoyado por parte de la mayoría de gobiernos.
En el caso del patrimonio científico tenemos que tener en cuenta que el veloz
desarrollo científico-tecnológico, genera desigualdades informativas entre
aquellos que tienen conocimientos científicos y los que no. Los medios de
comunicación especializados en ciencia y, entre ellos, los museos de ciencias
se convierten en “nuevos intermediarios culturales”, siguiendo a Bourdieu, pues
su materia prima es la ciencia, que forma parte de los llamados “nuevos
bienes”. Recordemos, que Bourdieu los definía como aquellos que pertenecen
1
En 1960, Melvin de Fleur agrega un elemento al modelo de Shannon. Se trata del feedback o
“retroalimentación”, que señala la respuesta que el receptor devuelve al emisor. En el caso de
los museos es la comprensión del mensaje, la aceptación de responder encuestas, la
asistencia a conferencias, talleres y en general a las actividades externas a las exposiciones
que se programan.
2
La retroalimentación es uno de los objetos de análisis de los estudios de visitantes, el método
que utilizan los museos y que equivale a los estudios de recepción de los medios de
comunicación.
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al ámbito de la información y la educación. Este tipo de bienes son consumidos
por los miembros de la “Nueva Clase” definida por Galbraith como las personas
con una amplia formación académica e intelectual. Galbraith y Bourdieu
señalaban que la educación también se convierte en un medio de “distinción”,
de señalar diferencias entre los que han recibido formación y los que no
(Castellanos, 2009). En este contexto, la información científica es nuevo
elemento para consumir y, de esta manera, acentuar las desigualdades entre
aquellos que están informados y los que no.
En el actual escenario del consumo cultural enmarcado por los “nuevos
intermediarios” y el consumo de los “nuevos bienes” tenemos dos factores
relacionados con el consumo de la información científica y tecnológica:
1.
El consumo de la información no va necesariamente ligado al estatus
social ni económico. Está relacionado con la percepción de que la ciencia y la
tecnología es un asunto que compete sólo a los expertos.
2.
La información sobre ciencia y tecnología es susceptible de convertirse
en materia de desigualdad entre los que tienen conocimiento científico (aunque
sea mínimo) y los que no. También entre los que pueden o no comprar
tecnología.
En este contexto es necesario tener en cuenta que los estudios que se han
realizado en el tema de la Percepción Social de la Ciencia no incluyen a la
población rural, por lo cual, ya existe un marco diferenciador en el que sólo se
tiene en cuenta la opinión urbana que, a la larga, es la que tiene un mayor
acceso a la información, especialmente en los países en vías de desarrollo.
Por eso, cuando se habla de inclusión social y de lo excluyente que puede
llegar a ser el acceso a la información científica es necesario tener en cuenta
que, de momento, sólo se ve la punta del iceberg, es el comienzo de un
análisis que por ahora cubre a la población urbana. Establecer estrategias que
permitan que la información científica llegue a todas las capas de la sociedad,
tiene que pensarse de manera similar a como se busca la penetración de las
TIC. Más allá de crear salas de exposiciones itinerantes, por ejemplo, se
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necesita tener en cuenta que la accesibilidad no es únicamente física sino
sobre todo de igualdad de oportunidades.
El abismo que se genera entre los grupos alfabetizados científicamente y los
que no, es susceptible de convertirse en causa de exclusión e, incluso,
autoexclusión social, de la misma forma que lo es la ausencia de recursos
económicos. Existen sectores sociales mucho más sensibles y
que
tradicionalmente viven en riesgo de marginación debido a su procedencia
socioeconómica y, en algunos casos, geográfica.
2. La exclusión y la inclusión
Darle a la exclusión el estatus de problema social tiene su origen en la Francia
de la segunda posguerra mundial luego de que el crecimiento en ese país fuera
demasiado lento (Silver, 1994). El término se atribuye a René Lenoir, quien
después se desempeñó como Secretario de Estado para la Acción Social del
gobierno de Chirac. Lenoir agrupa a aquellas personas que no tienen ningún
tipo de protección social, ni siquiera el cubrimiento de la salud, bajo el concepto
de “excluidos”. Este sector de la población entra en las políticas sociales de los
70 bajo los términos “integración” e “inserción” y tiene su fundamento teórico en
los postulados de Rousseau respecto a la solidaridad, el nuevo contrato social
y la cohesión (Op. Cit).
Hablar de exclusión es un tema recurrente no sólo en el mundo industrializado,
sino especialmente sensible en los llamados países del “tercer mundo” que
tienen que lidiar con problemáticas complejas.
Países en los que más del 50% de la población vive en el lindar de la pobreza y
en los que la llegada de la globalización y de la Sociedad del Conocimiento no
han hecho más que incrementar las cifras de desigualdad especialmente en
sectores tradicionalmente castigados como las minorías étnicas, los ancianos y
los niños.
Es precisamente el concepto de ciudadanía el que se convierte en un punto
clave en cuanto se considera una manera para contribuir con la inclusión. Para
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Marshall (1998) “a través de la relación entre la educación y la estructura
ocupacional, la ciudadanía opera como un instrumento de estratificación
social”. Y en este sentido, los museos tienen mucho que decir como
instituciones de educación no formal, uno de sus roles tradicionales.
El concepto de exclusión refleja también distintas nociones de integración
social, solidaridad y ciudadanía, que además se utilizan para el establecimiento
de políticas. Para Silver, sin embargo, el establecimiento de categorías de
personas excluidas puede contribuir a todo lo contrario e incluso, al surgimiento
de guetos.
En el caso latinoamericano, uno de los investigadores que más ha trabajado el
tema es Manfred Max-Neef quien promovió la teoría del Desarrollo a Escala
Humana, en la que se superaba los modelos tanto del desarrollismo como del
monetarismo tradicionalmente ligados a una posición economicista del
desarrollo. Lo que propone Max-Neef y que han seguido investigadores como
Antonio Elizalde, entre otros, es basar el modelo en la satisfacción de las
necesidades fundamentales del ser humano, “en la generación de niveles
crecientes de autodependencia y en la articulación orgánica de los seres
humanos con la naturaleza y la tecnología, de los procesos globales con los
comportamientos locales, de lo personal con lo social, de la planificación con la
autonomía y de la sociedad civil con el Estado” (Max-Neef, 2006).
En este modelo, la participación del individuo agrupado en las diferentes
instancias de la sociedad civil, busca integrar a la población para superar el
tradicional “rol paternalista del Estado Latinoamericano” (Op. Cit.). El
planteamiento de Max-Neef intenta, precisamente, dar relevancia a lo que
llama “actores invisibles” que, en otras palabras, son los sectores poblacionales
tradicionalmente excluidos y que pueden contribuir a establecer una sociedad
más participativa a través del establecimiento de redes horizontales y de las
micro organizaciones, estrategias que para el autor representan un aporte, más
no la solución estricta de las desigualdades sociales.
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3. Museos e inclusión
A pesar de que algunos gestores piensan que los museos deben ceñirse a sus
funciones más tradicionales, un gran número de museos no ignora el entorno
en el que está ni la situación en la que vivimos. Estamos inmersos en
diferentes crisis (económica, política, social, de seguridad, de valores, etc…) la
sociedad de hoy debe enfrentar un cúmulo de situaciones que le envuelve en la
incertidumbre (Beck, 1992) y la sensación de riesgo. En este contexto, no sólo
el trabajo de las instituciones es fundamental sino que también se requieren
esfuerzos gubernamentales de fondo, para establecer políticas que redunden
en esta función del museo. Como señala Sandell (2003), para que los museos
se conviertan en agentes eficaces para la inclusión social, es necesario un
cambio de paradigma en la función social del museo y de sus prácticas de
trabajo.
En diferentes partes del mundo el tema de la inclusión de los públicos se ha
venido trabajando de manera voluntariosa más que por ser una política definida
por las instituciones, a pesar de que sean conscientes de su necesidad. Desde
finales de los años 90 del siglo XX, el debate ha dejado de pertenecer al ámbito
teórico para moverse al práctico (Sandell, 2002). Generalmente, la inclusión en
los museos ha sido asumida desde el punto de vista de la accesibilidad física y
psíquica, por ello, los programas y las acciones orientadas hacia colectivos
como personas con discapacidades físicas y psíquicas, se han emprendido
desde hace más de dos décadas en diferentes partes del mundo.
Sin embargo, existen también otro tipo de exclusiones como las señaladas por
Max-Neef, Silver, Elizalde, y otros autores y que tiene que ver con la situación
socioeconómica de las personas. Elizalde (2002) llama la atención de un
fenómeno particular y es el retroceso en el ascenso social entre una
generación y otra. Se refiere a aquellos individuos pertenecientes a las clases
más pobres, que han logrado completar sus estudios. En términos de Bourdieu
pertenecerían a la llamada “Nueva Clase” si no fuera porque el sistema no
puede absorberlos y terminan cayendo de nuevo en la pobreza. En la misma
situación se encontrarían muchos miembros de las clases medias cuya vida
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mejoró gracias al trabajo, el sacrificio y la dedicación, y como resultado de la
crisis económica se ven desempleados, perdiendo sus casas y el nivel de vida
que habían alcanzado. Situación extremadamente dura por cuanto es la
primera vez que experimentan una crisis de tal relevancia (Op. Cit.). Es la
situación que se vive actualmente en Europa y particularmente, en países
como España en donde las generaciones mejor preparadas han tenido que
emigrar buscando un lugar en el que puedan trabajar. Muchos de ellos
pertenecientes a la clase obrera y a la clase media que no han tenido acceso a
oportunidades laborales a pesar de su alta preparación.
En este sentido, la experiencia del Reino Unido, muestra dos líneas claras y
que se derivan de todo lo que hemos visto anteriormente:
1. La línea centrada en atender a los públicos con discapacidades físicas
y/o psíquicas
2. La línea centrada en aquellas personas afectadas por otro tipo de
exclusiones (sociales, económicas, víctimas de racismo, etc.)
Estas líneas se han visto impulsadas y, de alguna manera, favorecidas por las
políticas gubernamentales al respecto y que permitieron, por ejemplo, que en el
año 2000 se publicara el uno de los estudios más completos en la relación
“Museos e inclusión social” elaborado por el Group of Large Local Authority
Museums (GLLAM) en el que participaron 22 miembros del grupo.
4. Aproximación a la inclusión social en los museos catalanes
Al igual que en otras partes del mundo, la relación museos-inclusión social ha
venido de la mano del voluntarismo de los trabajadores de las diferentes
instituciones y la necesidad de atender públicos con discapacidades físicas y
psíquicas3. Aunque no se presenta un estudio detallado de las instituciones
museísticas catalanas, a continuación vemos los dos ejemplos más destacados
3
Desde 2005 en España ha comenzado a utilizarse el término “Diversidad funcional” en lugar
de “discapacidad” o “minusvalía”. El término se acuñó durante el Foro de Vida Independiente
como una manera de dejar de lado otros apelativos considerados por algunos afectados como
peyorativos.
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de museos que están intentando consolidar una línea de trabajo con la
población vulnerable.
Museo Marítimo de Barcelona: Es uno de los pioneros en España en la labor
con personas en riesgo de exclusión socio económica. Se encuentra ubicado
en el Raval, uno de los barrios más antiguos y con algunos de los mayores
índices de pobreza de Barcelona, además de ser uno de los sitios con mayor
asentamiento de inmigrantes paquistaníes y marroquíes. Es el primer museo
español (y el segundo europeo) en tener un departamento de Responsabilidad
Social y parten del hecho de que el acceso a la cultura es uno de los derechos
fundamentales de los ciudadanos. El edificio de la institución, recientemente
reformado, goza de una situación inmejorable en el que se han derribado las
barreras arquitectónicas.
En estos momentos trabajan con la Universidad
Politécnica de Catalunya (UPC) a fin de desarrollar un software especial para
personas ciegas o con visión reducida. Por ejemplo, en 2011 en compañía de
la cooperativa Norai - Raval SCCL, Impulsem SCCL y la Fundació Surt,
estabelcieron el proyecto NORAI mediante el cual buscaban, entre otras cosas,
contribuir con la mejora de la calidad de vida de los habitantes del barrio. Para
ello, NORAI tiene la doble función de tener en cuenta la gastronomía marítima
y contribuir en la formación y la inserción laboral de las personas en riesgo de
exclusión social del entorno.
NAT-Museu Blau. Con unas colecciones de más de tres millones de ejemplares
(mineralogía, la petrología, la paleontología, la zoología y la botánica) esta
institución cuyo origen se remonta a hace 132 años, tiene programas no sólo
en el tema de la accesibilidad sino también en otro tipo de comunidades en
riesgo de exclusión. Un ejemplo de ellos es el “Museo ambulante”, un programa
que se inició en 2008 y que funciona como una maleta pedagógica que visita
comunidades que por diferentes razones no pueden movilizarse (como los
enfermos crónicos, gente mayor y presos de todas las edades). El proyecto
piloto lo desarrollaron en colaboración con el Centro Penitenciario de Jóvenes,
y desarrollaron talleres educativos. En 2010 el proyecto recibió el tercer premio
INNOVA del Salón Expodidáctica y una mención de honor en el I Premio
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Iberoamericano Educación y Museos, convocado por la Unidad Técnica
Ibermuseos de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI).
5. Mirando el futuro
Sin duda alguna, el cambio de paradigma que vivieron las instituciones
museísticas en los años 60 ha seguido evolucionando con la llegada del nuevo
siglo. Los retos que impone la nueva sociedad a raíz de cambios económicos,
tecnológicos y sociales, requieren de una respuesta de los museos que forman
parte de la vida de las personas.
Estas instituciones han adquirido un compromiso con la sociedad incluidos los
públicos vulnerables cuyos integrantes se encuentran en permanente
indefensión a raíz de un sistema que tradicionalmente les ha dejado de lado.
Además del impulso y el voluntarismo que ponen los trabajadores de estas
instituciones, conscientes de la diversidad de sus públicos, se requiere un
compromiso por parte de los gestores y los responsables políticos a fin de
establecer programas que contribuyan a la inclusión de los sectores
tradicionalmente dejados de lado por el sistema.
Las partidas presupuestarias para cumplir tales cometidos son imprescindibles
al mismo nivel que cualquier otro sector del museo. Sólo de esta manera, las
instituciones museísticas podrán contribuir a generar un cambio social en la
sociedad de la que forma parte.
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NAT. Museu Blau:
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694_2,00.html
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