CARTA PASTORAL DE PENTECOSTÉS 2013 "El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rom 5,5) 1. EN EL AÑO DE LA FE “NOS CONDUCE EL AMOR”, “ DIOS ES AMOR”. Queridos hermanos y hermanas: Querer comprender algo del misterio divino, de lo que Dios es, de cómo es según la revelación, esto, nos permite entendernos mejor a nosotros mismos. "En tu naturaleza Dios eterno, conoceré mi naturaleza", rezaba Santa Catalina de Siena. Conociéndolo me conozco, y conozco lo que estoy llamado a ser, porque fuimos creados a imagen y semejanza de Dios. Y conociendo a Dios en su vida íntima, también puedo conocer mejor al Espíritu Santo, cuyo Pentecostés celebramos. Nos preguntamos: ¿Y qué es Dios? ¿Cómo es?, "Dios es Amor" (1 Jn 4,8.16). Y es amor porque no es un solitario, una isla, un ser aislado; sino una familia, una comunidad de amor. Dios en su ser más íntimo no es una soledad sino una Trinidad, una Trinidad de amor. "En verdad ves la Trinidad, si ves el amor", decía San Agustín . Y agregaba: "He aquí que son tres: el Amante, el Amado y el Amor" refiriéndose al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo. (De Trinitate.) Cada Persona divina tiene algo que decirnos (y hacernos participar) porque fuimos creados no solamente a imagen y semejanza de Dios, sino en particular a imagen del Padre, a imagen del Hijo y a imagen del Espíritu Santo. Por eso ¡Reconoce , cristiano tu dignidad y quién está en ti! 2. EL ESPIRITU SANTO EN LA TRINIDAD El Padre es la eterna fuente del amor: el Amante. Es el que comienza siempre a amar, la gratuidad del amor, el que ama sin esperar nada a cambio. Al amarnos nos hace buenos, nos contagia su amor creador, nos capacita para amar: "Dios no nos ama porque seamos buenos y bellos; Dios nos hace buenos y bellos porque nos ama" (Lutero). De Él puede decirse, antes que nadie, lo que aconsejaba san Juan de la Cruz: "Donde no hay amor, pon amor y sacarás amor". Dios no se cansará jamás de amarnos; porque no nos ama por nuestros méritos, sino porque siempre es el primero en amar y por siempre continuará amando. ¿Sé amar como el Padre? ¿Cómo vivo la gratuidad del amor? ¿Sé amar gratis o mi amor es interesado y pretendo el reconocimiento? ¿Tomo la iniciativa de amar o espero la del otro? 3. Si el Padre es el eterno Amante, el Hijo es el eterno Amado. Es el que siempre se deja amar, la recepción del amor, el eterno gracias al amor del Padre. El Hijo nos hace entender que no es divino solamente el amor; es también divino el dejarse amar, el recibir el amor. No es divina sólo la gratuidad, el dar amor desinteresado y gratis; sino también la gratitud, el ser agradecidos. ¡Dios –desde su vida íntima, desde siempre– sabe decir gracias! El Hijo es la obediencia viviente, aquel que siempre sabe decir sí al amor del Padre. ¿Sé dejarme amar a imagen del Hijo? ¿Cómo vivo la gratitud? ¿Sé decir gracias? ¿Les hago fácil a los otros amarme? ¿Posibilito al otro que me ame? ¿Estoy abierto al Amor? ¿Discrimino? 4. En la relación del Amante y el Amado está el Espíritu Santo: el Amor entre el Padre y el Hijo. En la contemplación del misterio de la Tercera Persona existen dos grandes tradiciones teológicas: la de Oriente y la de Occidente, con distintas acentuaciones. En la tradición occidental –desde san Agustín– el Espíritu Santo es visto como el vínculo de amor eterno que une al Padre y al Hijo. El Espíritu es la unión, la paz, el abrazo, la comunión entre las personas divinas. Cuando el Espíritu entra en nosotros produce la unidad, nos reconcilia con nosotros mismos y nos une a Dios y con los hermanos. De esto hablé en la Carta Pastoral de Pascua, donde el Papa Francisco nos decía que el Paráclito es el que, dentro de la Iglesia, "mantiene la unidad" en las diferencias , "no en la igualdad, sino en la armonía". ¿Me esfuerzo por vivir la unidad con todos? ¿Vivo en mi apostolado la espiritualidad de la comunión? ¿Respeto, acepto y "celebro" los carismas de los demás? ¿Busco la reconciliación? 5. En la tradición oriental el Espíritu Santo es llamado "Éxtasis de Dios". Él no sólo une al Padre y al Hijo, sino que hace "salir" a Dios de sí mismo. Es el que rompe el círculo trinitario del amor, abriéndolo a la criatura. El Espíritu Santo es el don, el regalo, el éxtasis , el éxodo, la salida de Dios. Cada vez que Dios sale de sí mismo de una manera incontenible, según las Escrituras lo hace en el Espíritu : en la creación el espíritu aleteaba sobre las aguas; los profetas eran movidos y hablaban por el espíritu; la Encarnación sucede por obra y gracia del Espíritu Santo; en la muerte y la Resurrección Jesús entrega su Espíritu; en Pentecostés el Espíritu se derrama sobre la Iglesia naciente. 6. EL ESPIRITU DESDE LA TRINIDAD "Amar no es mirarse el uno al otro; es mirar juntos en la misma dirección" (Saint-Exupéry) . Cuando nos dejemos contagiar del Espíritu Santo, no podremos más, quedarnos mirándonos unos a otros; tendremos la necesidad de de salir y llevar a los demás el don del amor con el cual hemos sido amados. El signo verdadero de la experiencia del Espíritu Santo es la pasión misionera, el anuncio y el testimonio, el servicio de la caridad. Un creyente o una comunidad que no viva esta urgencia del amor, esta necesidad incontenible de llevar a los demás el Evangelio de Dios, en el testimonio de la vida, en el anuncio de Palabra y en el servicio de la Caridad, no ha realizado la plenitud del amor... ¿Me siento llamado por Dios a una misión única, irrepetible y maravillosa? ¿Me doy cuenta de cuál es mi misión? ¿Participo de obras de caridad y apostolado? ¿Conozco el Plan Pastoral diocesano? ¿Sé las necesidades que tiene mi Parroquia? ¿Colaboro con el Consejo Pastoral para que la evangelización sea más eficaz? ¿Cómo estoy viviendo el año de la fe? ¿Confieso en público mi fe? ¿Tengo el coraje de testimoniar y defender las verdades de Cristo aunque para el mundo de hoy, parezcan "anticuadas"? 7. EL ESPIRITU SANTO INQUIETO EN NOSOTROS El Espíritu Santo empuja a las personas y a la Iglesia a salir, a avanzar, a convertirnos, pero nosotros a veces oponemos resistencia y no queremos cambiar. El Papa Francisco en su homilía del 16 de abril: “Siempre y entre nosotros existe esa resistencia al Espíritu Santo. Para decirlo claramente: el Espíritu Santo nos molesta. Porque nos mueve, nos hace caminar, empuja la Iglesia a ir hacia delante. Y nosotros somos como Pedro en la Transfiguración: ‘Ah, qué bello, estamos aquí, todos juntos!’… que no nos molesten. Queremos que el Espíritu Santo se adormezca… queremos domesticar al Espíritu Santo. Y eso no funciona. Porque Él es Dios, Él es ese viento que va y viene y no sabes de dónde. Es la fuerza de Dios, es quien nos da consuelo e impulso para seguir adelante. Pero… ¡seguir adelante! Es esto lo que fastidia. La comodidad es mas linda”. Y el 6 de abril en Santa Marta decía sobre la importancia del Espíritu Santo para la vida cristiana y la necesidad de tratarlo y escucharlo: "No se puede entender la vida cristiana sin la presencia del Espíritu Santo: no sería cristiana. Sería una vida religiosa, pagana, que da lástima, que cree en Dios, pero sin la vitalidad que Jesús quiere para sus discípulos. Y aquello que da la vitalidad es el Espíritu Santo, presente. (...) Pidamos la gracia de acostumbrarnos a la presencia de este compañero de camino, el Espíritu Santo, de este testigo de Jesús que nos dice dónde está Él, cómo encontrarlo, qué cosa nos dice Jesús. Tenerle una cierta familiaridad: es un amigo. Jesús lo ha dicho: ‘No, no te dejo solo, te dejo a Él’. Jesús nos lo deja como amigo. Antes que termines cada jornada tengamos la costumbre de preguntarnos: ¿Qué cosa ha obrado el Espíritu Santo en mí, hoy? ¿Qué testimonio me ha dado? ¿Cómo me ha hablado? ¿Qué cosa me ha sugerido?" A modo de conclusión. En el Año de la Fe, seamos testigos del amor Trinitario y corresponsables en realizar cada día la obra del Amor, que purifica, sana y construye la unidad. Los Bendigo de corazón en el Señor y los consagro al Corazón Inmaculado de María. ¡DIOS ES AMOR! +Baldomero Carlos Martini Obispo de San Justo