Madurez del amor matrimonial. Dra Ana María Araújo de Vanegas.

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Madurez del amor matrimonial
Siempre me ha llamado la atención, el hecho de que
aquellos
cuentos de hadas, donde hay princesas rosadas y príncipes azules,
terminan siempre el día de la boda. Creo, que esa imaginería ha
creado en muchas personas, la idea de que el matrimonio es como
una prolongación del noviazgo, de las ilusiones, del romanticismo,
sin
que
allí
quepa
la
vida
real,
donde
esas
ilusiones
necesariamente se deben ir convirtiendo en realidades. No creo
que haya que ser un gran analista, para intentar entender el por
qué. El mundo de la ilusión, de los planes, del romanticismo a
ultranza, pareciera no resistir la vida matrimonial.
Dentro del marco de este Congreso, y con el apoyo de grandes
maestros, hemos estado dando vueltas a la afectividad, al amor, a
la educación para amar. Ahora, nos corresponde focalizar el amor
matrimonial, no tanto desde su esencia o las formas de solucionar
conflictos, todo eso ya ha sido tratado magistralmente. Pretendo
ahora, que nos asomemos a la dinámica del amor, al hecho mismo
de que los cónyuges, somos seres vivos, abiertos a adquirir
perfecciones, porque no somos perfectos.
1. Enamoramiento en- amor in love.
Si volvemos a los cuentos de hadas, encontramos que los
enamorados
contraen
matrimonio
casi
simultáneamente
al
momento de su primer encuentro, bajo la fuerte emoción que ese
encuentro les pudo producir. Ortega y Gasset, cuando describe el
amor de enamoramiento, dice que se caracteriza por
“dos
Ana Maria Araújo de Vanegas. – II Congreso de la Familia – Agosto 28 y 29 de 2003
1
ingredientes: el sentirse <<encantado>> por otro ser que nos
produce <<ilusión>> íntegra y el sentirse absorbido por él hasta la
raíz de nuestra persona como si nos hubiera arrancado de nuestro
propio fondo vital y viviésemos trasplantados a él. (…) Lo esencial
es que se sienta entregado al otro, cualquiera que sea la decisión
de su voluntad”1. De alguna manera, ese encantamiento impide ver
en el amado dimensiones distintas a aquellas que le enamoraron,
más aún, si alguien o alguna circunstancia pretendieran cambiar la
imagen idealizada que tenemos, la rechazaríamos pensando que es
una equivocación, o un debilidad transitoria, o envidia de los
demás… Ese encantamiento conlleva una detención del tiempo y
un ignorar todo aquello que pueda amenazar o ensombrecer esa
ilusión.
Por otro lado, al haber encontrado un ser capaz de hacernos sentir
de tal manera ilusionados, felices, queremos estar para siempre
juntos, unidos. Ya el enamorado no concibe la vida sin el amado. Al
respecto dice el Dr. Rojas: “Mi búsqueda llega por fin a su destino
final: el encuentro amplio y variado con la persona a la que amo.
Este es el punto al que quería llegar. Enamorarse es encontrarse a
uno mismo en otra persona. Verse por fuera reflejado y encarnado
en alguien concreto que ahora se vuelve singular y aparece con
fuerza delante de mí, de mi camino, en mi trayectoria vital”2.
A partir de ese momento, la propia vida tiene sentido en, con y por
el amado. No hubiera importado si la boda de nuestros príncipes
hubiera tardado unos días o unos meses más. Lo que ahora nos
1
2
Ortega y Gasset, José, Estudios sobre el amor, Círculo de Lectores, Barcelona, 1969, p.34
Rojas, Enrique, Remedios para el desamor, Ed. Temas de hoy S.A. Madrid 1992 p. 63,64
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2
interesa, más que la duración del noviazgo, es el hecho de que se
casaron en la etapa del enamoramiento. Ortega nos invita a que
hagamos de lado “los gestos románticos y reconozcamos en el
<<enamoramiento>> -…- un estado inferior del espíritu, una especie
de imbecilidad transitoria. Sin anquilosamiento de la mente, sin
reducción de nuestro habitual mundo, no podríamos enamorarnos”3.
Al quedar la atención exclusivamente centrada en el amado, es muy
difícil ver otras cosas, se pierde libertad, se está fijado en el otro, de
ahí que sea necesario volver a ensanchar el horizonte vital e ir
llenándolo de los proyectos y de realizaciones en los que tengan
lugar la cotidianidad, el trabajo, las demás relaciones humanas, la
propia fe, en fin, el resto de aspectos de la vida.
Jean Pierre y Carmencita de 28 y 19 años, se conocieron en
Manizales. Ella empezaba la carrera de medicina, el un alto
ejecutivo francés de una multinacional. Con solo verse, Cupido los
unió de tal manera que ya no tenían ojos sino el uno para el otro.
Su noviazgo estuvo hecho de buenos restaurantes, diversión,
teatro, rumba, y pronto, comenzaron a tener trato sexual. La familia
de ella consideró prudente alejarlos para que pudieran pensar las
cosas mejor, y con la esperanza de que terminaran las relaciones
sexuales. Ante esto, el propuso matrimonio, ella volvió y
unos
meses después se casaron. Los padres de ella les facilitaron un
apartamento y continuaron pagando la carrera de su hija.
Tres
años después, piden ayuda: Ella se ha vuelto muy aburrida, no
tiene la misma disponibilidad para fiestas y salidas. El no ve la
importancia de mudarse a algo propio, o comprar algún mueble y
3
Ortega y Gasset, op.cit, p. 75
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3
menos a tener hijos, considera que eso lo ataría4. En la mayoría de
los casos “El amor auténtico y el falso se comportan – vistos desde
lejos- con ademanes semejantes”5, de ahí que sea tan difícil saber
en qué momento, ese primer movimiento de la afectividad se
convierte en un amor capaz de hacerse cargo de un proyecto
matrimonial.
2.
Amor: la instalación ontológica en el ser del otro, en el otro.
Quisiera hablar del amor de la mano del profesor Julián Marías,
quien señala que “Estar enamorado no significa tener unos
determinados sentimientos referentes a otra persona. Es una
determinación ontológica. En el ser mismo de la persona que ama
va incluida la persona amada en cuanto tal, es decir, en ese modo
concreto del amor (…). La persona amada forma rigurosamente
parte de la vida del que ama, como un momento de su constitución
ontológica, y sin ella, no se la puede entender. La persona
enamorada, no se agota en sí misma, sino que trasciende e incluye
a otra; y esta es una esencial posibilidad ontológica del hombre”6
Cuando se ama así, se ama a la persona, como un ser íntegro a
cuya existencia me he ligado desde el momento en que la amo y
para siempre. No es solamente un asunto de sentimientos
amorosos en los cuales yo me siento encantada, los incluye, pero
es mucho más, es un saber que la realidad que yo soy, está
instalada en el ser del amado, y viceversa, ese amor entonces
otorga sentido y plenitud a la propia vida. Por ello, “El amor –lo que
4
Cf. Araújo y Vanegas, La felicidad conyugal, un proyecto de vida. Universidad de la sabana, cap. 12
Ortega y Gasset, op.cit p. 97
6
Marías Julián, La obra de Unamuno: Un problema de filosofía en la escuela de Madrid. Obras
Completas, Madrid, pp. 319,320.
5
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es en verdad el amor- no se refiere a las cualidades, a los actos,
mucho menos a los sentimientos de la persona amada, sino a su
existencia (…). Y por eso también es posible que sobreviva a la
persona amada, y entonces ésta pasa a formar parte del ser que
ama en el modo concreto de la privación”7. Cuando hemos amado
a una persona que se nos ha ido, ella pervive en nosotros bajo la
forma de los recuerdos, de los momentos compartidos, de lo
construido conjuntamente, de sus enseñanzas, y los creyentes,
tenemos además esa certeza del encuentro allende esta vida, y de
podernos comunicar de una manera nueva, más permanente, y de
poder contar con su intercesión ante Dios.
“Cuando se está instalado en el amor, desde él se hacen muchas
cosas, una de ellas amar. Esto lo expresa admirablemente nuestra
lengua –y otras, pero no todas- con las palabras ‘enamorarse’,
‘enamorado’, ‘enamoramiento’, en todas las cuales aparece
reveladoramente el ‘en’ que indica la instalación.””8 Distingue
Marías en el enamoramiento dos momentos, el primero se refiere
al proceso por el cual llegamos a enamorarnos, al que me he
referido en el anterior apartado; y el segundo se refiere al estado o
situación de quien está enamorado, es a este segundo al cual se
refiere con el concepto de instalación, se está en-amor el inglés
utiliza un vocablo muy preciso: in love.
De ahí que el verdadero amor no se puede dirigir a algunos de los
componentes del ser, dejando de lado la totalidad, cuando se hace,
sobrevienen los ‘fracasos’ amorosos y conyugales, los desencantos,
el retirarse del compromiso que conlleva el matrimonio de buscar el
7
8
Ídem. Pp.320
Marías, Julián, Antropología Metafísica. Madrid 1973. ed. Revista de Occident Pp196, 197
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bien del otro y la apertura y crianza de los hijos, situaciones a las
que dolorosamente estamos asistiendo en gran número en los
últimos años. Esto es así, porque si se toma como objeto del amor
lo agradable, la belleza, lo que aparece a mis sentidos, a mis
necesidades, lo que apela a mi afectividad o atrae mi condición
sexuada, o aún aspectos más íntimos como sus conocimientos o
sus principios, o su capacidad de acompañarme, su modo de ser,
pero tomados aisladamente y no como parte integrante de una
totalidad amada, en la que también caben otros aspectos, a veces
menos agradables, como defectos del carácter, o se patentizan
carencias que en un primer momento se ignoraban, o porque la
salud y la belleza escasean, entonces, sobreviene la desilusión, a
veces bajo la acusación del engaño: él/ ella me engañó, mostraba
una cara amable cuando en realidad era un energúmeno, etc.
Resulta triste pensar, que en un país como este, la misma ley que
dice proteger la familia, y que la consagra como la célula
fundamental de la sociedad, también contemple entre las causales
de divorcio “Toda enfermedad o anormalidad grave e incurable,
física o psíquica, de uno de los cónyuges, que ponga en peligro la
salud mental o física del otro cónyuge e imposibilite la comunidad
matrimonial”9 Código Civil Colombiano.
Me gusta pensar en la vida matrimonial como en una travesía en un
gran velero, que zarpa de puerto entre alborozos y esperanzas, en
un día soleado, con buen viento y un par de tripulantes dispuestos a
llegar a puerto. Tienen claridad inicial más o menos clara sobre el
puerto al que quieren llegar, y mucho entusiasmo. Por la travesía,
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encontrarán gente maravillosa alguna de las cuales hará también
del barco su propio hogar, verán paisajes hermosos, puertos
soñados, encontrarán sol, lluvia, vientos de popa, pero también
calma chica, tormentas, puertos menos agradables… En muchas
ocasiones, no habrá más remedio que anclar y bajar las velas, en
otros, habrá que remar duro para seguir la travesía y siempre, habrá
que cuidar la tripulación y confirmar el camino.
Cuando se va al matrimonio con un proyecto que se quiere sacar
adelante unidos, con la firme intención de amar, de complacer, de
compartir, de llegar juntos al puerto, entonces, dice el psiquiatra
Aaron Beck que se patentizan ”las fuerzas que deberían mantener
unida a una pareja. Amar y ser amado están, por cierto, entre las
experiencias
más
ricas
que
pueden
tener
las
personas.
Agreguemos a éstas los otros productos colaterales de la relación:
intimidad, compañerismos, aceptación, apoyo, por mencionar sólo
unos pocos. Tenemos a alguien que nos consuela cuando estamos
afligidos, que nos alienta cuando estamos desanimados y que
comparte nuestras emociones cuando ocurren cosas buenas. Y
está por añadidura la gratificación sexual que proporciona la
naturaleza como aliciente especial para la pareja. Tampoco se
puede subestimar la satisfacción de tener hijos y construir juntos
una familia”10.
Si la persona ama con la totalidad de su ser, mantener ese amor
requiere de acciones amorosas que lo alimenten, tales como
comprender, acompañar, pensar en lo que el cónyuge necesita para
9
Código de Derecho Civil Colombiano, art. 145, numeral 6, ley 25 de 1992,
Beck, Aaron, Ed. Paidós, Buenos Aires 1998T p. 15
10
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7
colaborarle, a veces haciendo cosas por él, otras permitiendo que
haga aquello que necesite o que acuda a las ayudas y asesorías
pertinentes, otras veces convendrá conocer en aquello que le gusta
para halagarlo, comprender y disculpar, esto iría en la línea del dar,
pero también hay que cuidar la línea del recibir: apreciar lo que me
da y comunicarlo, pedir lo que necesito y no estar esperando a ser
adivinados, sino adelantarnos para
después evitar un disgusto,
escuchar, comprender.
Esto requiere una actitud de apertura hacia el otro, que se nutre en
los detalles y acciones de la vida cotidiana. “El amor conyugal
requiere voluntad. Si bien no se produce así en el enamoramiento ni
en los primeros momentos compartidos, es más adelante cuando
aparece con toda claridad la necesidad y la importancia de hacer
entrar en juego esta herramienta psicológica. ¿Por qué? Porque su
presencia afirma y refuerza ese amor a través de una conquista
diaria, tenaz, perseverante, llena de audacia. Hay que cultivar el
amor día a día; si no, se evapora, se enfría, se pierde. El amor
conyugal, como proyecto de vida en común, necesita de la voluntad.
Voluntad supone querer, insistir, poner los medios adecuados para
conseguir algo y superar dificultades de dentro y de fuera”.11 Creo
que ese es
el compromiso matrimonial, ser capaz de tomar la
propia vida, una vida que imagino, que anticipo, que sueño, pero
que no se cómo será, y entregarla al amado con la firme voluntad
de ser y hacer lo mejor para él. ¿Pude haber una acción más
grande de amor que entregar la propia vida, las
actitudes, los
deseos y propósitos de hacer feliz al amado? Qué miopes podemos
ser cuando luego, enredamos ese maravilloso proyecto con un
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interminable memorial de agravios que se trae a colación con
motivo o sin él, de forma
lacerante, vengativa,
sin ánimo de
encontrar soluciones, de pasar la página, de perdonar.
Aclara el doctor Rojas que “Comprometerse a amar a alguien es
reservarle su vida afectiva. No hay amor auténtico si no existe un
compromiso voluntario mediante el cual uno se hace cargo de
cuidar y atender a la persona amada. El vínculo es lazo necesario
de ese amor. Dar su palabra y ofrecerse. El amor es brindarse,
invitar a proyectarse juntos, ofrecer lo que se es y lo que se tiene. El
amor exige la libertad del amado, de ahí que revele un conflicto de
la libertad”12. La libertad capaz de asumir un compromiso de vida,
como lo es el matrimonial, es capaz de romper el egocentrismo y
comprende que la vida matrimonial es un compromiso gozoso y
esforzado, que convoca a la totalidad de cada esposo para llevar
juntos la nave a
puerto. No será posible hacerlo si solamente
participa del proyecto la sensibilidad y el disfrute.
En el primer congreso de la familia, hice una disertación sobre el
amor conyugal, que pretendía aclarar los distintos tipos de amor, y
ofrecer pautas para clarificar las relaciones entre romanticismo y
compromiso. Allí invitaba a los congresistas de aquel momento a
comprender que la felicidad conyugal no es cuestión de momentos,
o de romance, aunque mejor si lo hay, sino de una ferra voluntad
que busca el bien del amado. El amor matrimonial es por su
naturaleza recíproco, y permanente, yo me pregunto ¿podrá haber
felicidad fuera de la cotidianidad? ¿Será viable una relación que
11
12
Rojas, Enrique, Op. cit pp. 111,112
Ídem Pp. 121
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9
sólo se nutre de momentos mágicos y olvida el servicio, el cuidado,
cotidiano, opaco, que permite el encuentro y el crecimiento de los
esposos y de su familia? Se requiere mirar juntos en la misma
dirección y comprobar que el camino emprendido y recorrido lleve
realmente a la felicidad conyugal y familiar, que los proyectos
individuales no los alejen del camino o peor, los lleven a bajarse del
barco y cancelar la travesía, si esto fuera así, entonces, al
descubrirlo, deben los esposos estar dispuestos a rectificar el
rumbo, a dejar lo que estorbe, y a incorporar lo que falte.
Por esto, en necesario que los esposos también conozcan aquellos
rasgos de su personalidad o de su quehacer que pueden
obstaculizar el buen desarrollo de la relación para mejorarlos, por
amor, no como una imposición externa que me quita libertad! Si ya
entregamos la libertad!
3. Descubrir al amado más allá del romanticismo y la pasión.
Decíamos al inicio, que
propia
realidad
el enamoramiento a menudo oculta la
y la del amado.
“El alto grado de emoción y
gratificación mutua, durante la primera etapa del enamoramiento,
sirve a menudo como una especie de patrón por el cual las parejas
juzgan las etapas posteriores de su matrimonio”13. Es importante ir
conociéndose mutuamente. Para esto es conveniente tener en
cuenta que: 1, la persona posee una riqueza tal que no basta una
vida para conocerla, 2, como la vida es dinámica, lo habitual es que
uno vaya también cambiando y pasando por diversas edades y
circunstancias que le van dando nuevas características. No somos
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como una foto. 3, la vida matrimonial también tiene sus edades, no
es lo mismo un matrimonio joven en etapa de ajuste a
la vida
matrimonial, que una pareja con hijos pequeños, o una con chicos
adolescentes, u otra que inicia o termina su etapa de crianza y se
encuentra en situación de ‘nido vacío’.
Tampoco reaccionamos
igual en épocas de bonanza –económica, afectiva, de salud- que en
épocas de pobreza, en momentos de cansancio, o de euforia, o de
agotamiento, etc.
Es normal que en ese largo trasegar, vayamos haciendo acopio de
buenos y malos momentos, de alegrías y dolores, de situaciones
más o menos complejas, que exijan una juventud de espíritu en los
esposos que les permita aprender a adaptarse a los cambios. Por
esto es importante comprender que habitualmente la llama de la
pasión, que se suele presentar como un fuego abrasador, ha de
transformarse en brasas que otorguen calidez y luz, que iluminen y
mantengan vivo el amor. Cuando ese fuego
devorador no se
transforma, se corre el grave riesgo de consumir al amado, y de él
sólo quede un palitroque negro, quemado, inservible, del que poco
a poco hasta los buenos momentos vividos juntos se van
desvaneciendo, para
dejar patentes sólo las dificultades, el
cansancio, la rutina. Mientras que cuando el amor se ha ido
transformando en vida cotidiana, en detalles continuos de cuidado y
de cariño, las brasas siguen ahí, calentando, iluminando y con
nuevos vientos, también se encienden en pasión y romance. “
“El amor transforma mi realidad pasada y presente, pero sobre todo
ilumina mi futuro”. (Pág. 70) AB Somos seres furturizos, orientados
vital y existencialmente hacia delante, y el pasado gravita sobre el
13
Beck Op.cit p. 57
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11
presente en forma de experiencia acumulada. Si ese presente y ese
pasado se viven sin una clara dirección, corremos el riesgo de que
se vuelvan fardos imposible de cargar. Ante el pasado debemos
reconocer la experiencia acumulada, su debe y su haber para poder
con ese legado construir futuro. Ortega señalaba que “¡Nuestra vida
está hecha con la trama de nuestros sueños!”14. Henry Ford
consideraba que un hombre pobre no era aquel que no tuviera
dinero, sino
el que no tuviera un sueño por el cual vivir. No
podemos estar en la familia sin proyectos, sin sueños e ilusiones,
no podemos caer en la actitud de quien lo da todo por visto, de
quien se conforma con ir pasando, con un presente anodino sin
fuerza argumental que tire de él y de los suyos hacia mejores
horizontes.
4. Casarse bien, es una lotería
A menudo se escucha decir que el matrimonio es una lotería, o uno
se apunta al número ganador o está condenado al fracaso. En mi
opinión, esto no es del todo cierto, o mejor dicho, es casi totalmente
falso. La única suerte fue la de conocer una persona con quien
empezamos una amistad, un enamoramiento. A partir de ahí, habrá
que conocerse, tratarse, ayudarse y lograr unos cauces adecuados
para consolidar la relación.
La felicidad conyugal es el proyecto de vida, no se trata de un golpe
de suerte, sino de un trabajo en el sentido más maravilloso de la
palabra. Cuando esa unión conyugal se rompe, sería absurdo
culpar al destino. Es importante analizar las actitudes que en cada
uno de los esposos favorecen o dificultan esa unión.
14
Ortega y Gasset, Op.cit p. 16
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12
Considero que las grandes herramientas para culminar el propósito
inicial, haciendo frente a los malos vientos y las turbulencias que
puedan amenazar con hundirlo son unos principios compartidos,
unas actitudes que favorezcan el desarrollo de ese plan común, y
unas buenas habilidades comunicativas que permitan realmente
hacer común lo propio, compartir, consolidar la unión.
El profesor David Isaacs, de la Universidad de Navarra y gran
colaborador del Instituto de la Familia de la Sabana, en su libro
Dinámica de la comunicación en el Matrimonio señala algunas
actitudes que favorecen la realización de ese proyecto:
 “No puedo pensar en la vida sin mi cónyuge. Al hacer mis planes
y proyectos de futuro siempre le tengo en cuenta”15 Esto implica
un saber compartir muchos aspectos de la vida, un buscar
modos de compatibilizar los proyectos individuales con el
matrimonial, y
comprender que“Lo específico y exclusivo del
matrimonio es compartirse en comunidad el amor sexual y el
servicio a la fecundidad humana. En lo que, en todo caso, han de
ser uno es en cuanto varón y mujer”16
 “Yo quiero a mi cónyuge tal como es, es decir, con sus
cualidades y con sus defectos”17
 “Me siento cada vez más solidario con mi
cónyuge”18 Esto
implica un saberse corresponsables el uno del otro, proteger los
valores comunes que se viven, defender al esposo o esposa
frente a elementos hostiles.
15
Isaacs, David, Dinámica de la Comunicación en el Matrimonio, Eunsa, Pamplona, 1986, p. 19
Ídem. p.21
17
Ídem. P.24
18
Ídem. P. 25
16
Ana Maria Araújo de Vanegas. – II Congreso de la Familia – Agosto 28 y 29 de 2003
13
 “El matrimonio es una aventura a correr los dos”19 Es muy gráfico
el término aventura para señalar
un camino en el cual nos
encontraremos con tantos aspectos y circunstancias nuevas o
desconocidas, y porque apunta a una actitud abierta a nuevos
retos a vivir juntos.
 “Estoy entregado a
mi
cónyuge”20
sintonizado
con sus
posibilidades y necesidades, no tener agendas ocultas que
impliquen cotos cerrados en la relación, o peor, que puedan
significar engaño o desconfianza.
 “Tener y educar a nuestros hijos es una preocupación que nos
une”21 Es fundamental para la vida matrimonial que exista una
apertura a la vida, y el posterior cuidado de los hijos. Cuidado
que en el ser humano va más allá de la nutrición y la salud, se
debe concretar en un sin fin de acciones educativas. Es vital que
los esposos tengan unos objetivos educativos claros, que sean
capaces de compartir unos valores, de conversar sobre cada hijo
y encontrar los procedimientos más adecuados para educarlos
en los distintos aspectos de la vida.
 “Pienso que mi matrimonio es para siempre”22. Existen en
nuestro tiempo posturas contrarias, que se plantean como un
compromiso condicionado: “Nos vamos a vivir juntos para ver
qué pasa”, bautizados que prefieren casarse por lo civil porque si
no funciona “nos divorciamos y ya”, o ante las dificultades “mejor
nos separamos”, “yo no me casé para sufrir”, etc.
19
Ídem. P. 27
Ídem. P.29
21
Ídem. p.31
22
Ídem. P. 33
20
Ana Maria Araújo de Vanegas. – II Congreso de la Familia – Agosto 28 y 29 de 2003
14
Todo ello fruto de una mentalidad hedonista y escapista, con un
compromiso precario,
débil, que en el fondo no respeta la
dignidad de la persona y la utiliza “mientras sirva” y cuando deje
de servir, la desecha.
La persona no puede ser objeto de
experimentación, ni de dominio, es fin en sí misma y debe ser
tratada de acuerdo con su dignidad. El ser humano no puede ser
poseído por nada ni por nadie, y el quien libremente se entrega
en el matrimonio como persona íntegra, por eso es don.
5.
Comunicación
Sobre comunicación se ha dicho y escrito mucho y muy bueno.
Pero no querría terminar mi intervención sin señalar algunas pautas
que la pueden favorecer. En nuestro libro La felicidad conyugal un
proyecto de vida,
hay un capítulo sobre el tema, por lo que
intentaré abordar nuevos aspectos.
Para hacerlo quisiera en esta ocasión hacerlo de la mano del Dr.
Aaron T. Beck, profesor de psiquiatría de la Universidad de
Pennsylvania y autor de numerosos libros, entre los cuales destaco
Con el amor no basta, allí asegura que: “Cuando ocurren los
conflictos, a menudo por una mala comunicación, los cónyuges
parecen estar más dispuestos a acusarse mutuamente que a
pensar en el conflicto como en un problema
que puede
solucionarse. A medida que surgen las dificultades y proliferan las
hostilidades y los malentendidos, los cónyuges pierden de vista
aquellos aspectos positivos que su pareja les aporta y representa,
es decir, alguien que los apoya, que realza sus experiencias, que
comparte la construcción de una familia. En última instancia, llegan
Ana Maria Araújo de Vanegas. – II Congreso de la Familia – Agosto 28 y 29 de 2003
15
a dudar de la propia relación y pierden así la oportunidad de
desenredar los nudos que deforman el mutuo entendimiento”23.
Permanentemente hay que volver a recordar aquello que los llevó a
contraer matrimonio y entender que para cumplir con una misión, la
que sea, hay que estar dispuestos a renunciar a aquello que nos
aleje de la meta. Puede haber dificultades externas, pero también
internas que nos lleven a olvidar la misión. Conviene cuidar de no
dar tanta importancia a la eficacia que se descuide la relación
conyugal o la paterno filial. Es cierto que para sacar adelante un
hogar, se deben realizar muchas cosas: conseguir los medios
económicos, mantener una casa, cuidar la alimentación y la salud,
educar a los hijos y además atender a las propias relaciones
familiares, de trabajo o amistad. Todo ello, puede hacernos creer
que eso es lo importante, y no es así, todo eso es importante con
carácter medial, lo que verdaderamente importa, son las personas
mi entender, las dos más inmediatas son: por un lado, renunciar a la
dispersión, ya que si se tocan demasiadas teclas será difícil que se
haga bien y con profundidad; tener tantos objetivos como el<<vaso
quebrado>> es la mejor manera de no hacer nada, llegando a la
improductividad por demasía. Por otra parte, hay que decir que no a
las continuas incitaciones que provienen del exterior y que terminan
distrayéndonos de nuestra verdadera meta. Ambos puntos cuestan,
son arduos y examinan nuestra capacidad de entregarnos a algo y
dejar de lado todo aquello que de una forma u otra nos desvía de la
ruta fijada”. P. 64,65 ER
23
Beck, Op. cit. p. 17
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16
Querría retomar varios aspectos: la pérdida del horizonte, al
nublarse el proyecto porque surgen malentendidos, dificultades,
problemas externos e internos a la misma relación, resulta difícil
seguir imaginando un futuro juntos y la memoria pierde la capacidad
de centrarse en los sueños compartidos, en las cosas buenas que
se han vivido y construido, para centrar la atención en las
dificultades y dolores presentes, hurgando en el pasado razones
que justifiquen y aumenten el malestar.
Como resultado, se enfrenta el conflicto bajo el prisma de las
acusaciones, de buscar culpables, de justificar las propias actitudes
negativas, no se ven los problemas como situaciones a resolver.
Lógicamente
esto
dificulta
enormemente
la
búsqueda
de
soluciones, y llega a empantanar de tal modo la afectividad que se
cree firmemente imposible reconstruir la vida en común. Es
fundamental que los esposos comprendan que en la base de
muchos conflictos existen malentendidos debidos a diferentes
perspectivas, a su historia personal, a hábitos adquiridos desde la
niñez, y que no deben ser interpretados como maldad, egoísmo,
desamor, sino como situaciones hasta entonces desconocidas y
que deben aprender a manejar.
Ese amor, no
puede convertir en una búsqueda frenética de
felicidad, esta, cuando es buscada por sí misma suele ser esquiva,
y menos considerar al cónyuge como la única fuente de felicidad
posible. Esto sería empobrecer la relación, y pedirle imposibles a
un ser humano. Por eso, es necesario que los esposos tengan otras
fuentes de crecimiento y satisfacción como el trabajo, el estudio, la
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17
crianza de los hijos, las amistades, y sobre todo Dios. Es Él quien
puede dar sentido pleno a la vida, en las buenas y en las malas,
quien puede ser realmente un espejo en el que miremos nuestras
acciones
e intenciones para rectificar los propios errores, es el
mejor modelo de amor, comprensión y perdón. Si la relación no es
capaz de trascender el plano sensible y trascender, antes o
después convierte al otro en una simple fuente de autosatisfacción,
lo cosifica utilizándolo en provecho propio y desconociendo su ser
personal.
En esta línea del trascender, es importante que los esposos tengan
proyectos comunes, no me refiero en este momento a una
planeación de metas individuales o egocéntricas como: en tal año
compramos casa, en tal otro hacemos un viaje por Europa, o nos
vamos a hacer un master, después cambiamos el carro, entonces
ya habremos disfrutado la vida y podremos encargar un hijo antes
de hacernos muy mayores y se pueda complicar… ¡No! Me refiero a
planes que les permitan abrirse a los demás, primero a los hijos,
misión principal de esta apertura, y luego a apoyar a otros, a
comprender que el sentido último de la vida y del matrimonio nos
trasciende, está más allá de nosotros mismos.
Hoy estamos presenciando generación caracterizada por el
síndrome de Peter Pan, viviendo en la tierra de Nunca jamás,
educada para el éxito, para el disfrute, que entiende la libertad
como no tener ataduras o asumir compromisos. Estas condiciones
Ana Maria Araújo de Vanegas. – II Congreso de la Familia – Agosto 28 y 29 de 2003
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personales hacen difícil sacar adelante una relación estable. Beck
señala la existencia de “cualidades especiales como compromiso,
sensibilidad, generosidad, consideración, lealtad, responsabilidad,
confiabilidad, que son determinantes para una relación feliz. Los
cónyuges deben cooperar, transigir y proceder con decisiones
solidarias. Deben saber adaptarse, reconocer errores y perdonar.
Tienen que ser tolerantes con los defectos, errores y rasgos
particulares del otro. Si se cultivan esas “virtudes” durante cierto
período, el matrimonio se desarrolla y madura”24. Estas virtudes
son propias de personas maduras, preparadas para entablar
relaciones maduras.
6. DESAVENIENCIAS
Cuando aparecen las desavenencias, conviene conocer algunos
factores que pueden agravar el conflicto porque suscitan reacciones
negativas:
 Promesas quebrantadas o pactos hechos a veces desde el
noviazgo que al no cumplirse ocasionan gran decepción y
desconfianza
 Falsas expectativas: Usualmente los contrayentes tienen
expectativas sobre la relación que no son posibles de
mantener en la vida cotidiana, o que se descuidan por falta de
cuidar los detalles de cariño y comunicación que mantienen
vivo el amor y las ilusiones.
 Pensar que el esposo o la esposa tienen poderes de
adivinación, de esto surgen los Debería, debería saber que
eso a mi me molesta, o que yo esperaba X ó Y. O los No
24
Beck, Op. Cit. p. 16
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debería haber hecho esto o aquello por haber vulnerado un
derecho que uno consideraba tener.
 Miedos ocultos: la parejas tienden a fijarse en lo que está mal
en sus matrimonios y a no querer ver lo que está bien. A
dudar de que la situación pueda mejorar y se cae así en un
fatalismo sobre la relación. Este a veces se incrementa y toma
la
forma de pensamientos catastróficos, que sólo ven
desastres futuros, más sufrimientos, repetición de los
comportamientos dolorosos, cerrándose así aún más el
horizonte.
 Significados simbólicos: la tendencia natural a interpretar las
palabras y comportamientos desde un código personal que en
la mayoría de los casos no coincide con los del otro.
 Detectar “pensamientos automáticos” que nos llevan
a
interpretar toda situación desagradable, o no esperado como
una agresión personal intencionada que desencadena ira.
Beck recomienda
preguntarse a sí mismo cuáles son los
hechos que desencadenaron esos pensamientos negativos, si
hubiera otras posibles interpretaciones, si la interpretación
dada se desprende le los hechos o de recuerdos y temores
pasados.
 Evitar el pensamiento absoluto: todo o nada, blanco o negro.
Admitir que existen matices, grados de agresión o de olvido, o
de muchos otros factores que pueden gravitar en una acción.
Invita el Dr. Beck a “distinguir la verdad, mi apreciación de la
verdad, los hechos y las intenciones. Es lamentable que en
relaciones estrechas, en las que el pensamiento claro y la
corrección de nuestros errores son de particular importancia,
fallamos sobre todo en reconocer y rectificar los juicios erróneos
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que nos formamos acerca de nuestra pareja. Además, aunque las
parejas piensen que hablan el mismo lenguaje, lo que dicen y lo que
sus compañeros oyen suelen ser cosas muy diferentes25
Para concluir, podemos afirmar que amar es aceptar, aprobar, no
entender la vida sin el amado, pero si ese amor se descuida, pierde
el rumbo, ocasionará muchos sufrimientos y en no pocos casos se
truncará ese proyecto conyugal. Lo verdaderamente importante es
buscar los medios oportunos para corregir el rumbo, un día y otro,
de manera que al final de la existencia lleguemos unidos al puerto
de la Felicidad que no termina, podamos así terminar bien la obra.
Veremos entonces que habrá valido la pena sortear las dificultades
externas e internas que hayamos encontrado por el camino. ¡No
compliquemos el amor!
25
Beck. Op cit p. 13
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