Viernes: Un camino hacia la santidad: vivir en lo fundamental Sábado: Un camino hacia la santidad: la perseverancia en la oración “Si fascinados por la belleza de las cosas, pensaron que éstos eran dioses, sepan cuánto las aventaja el Señor de todas ellas. Pues fue el autor mismo de la belleza quien las creó” (Sab 13,1-9). “…¿Creen acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar?” (Lc 18,1-8). Saber discernir entre los medios y el fin, entre lo relativo y lo absoluto, es una tarea de cada día. Y en ella se juega la verdad y la felicidad de nuestra vida. ¿Por qué teniéndolo todo, por qué alcanzando las metas más ambiciosas, teniendo momentos de diversión, el corazón no se sacia; incluso se experimenta decepcionado después de alcanzar aquello que prometía dar toda la felicidad? Porque solemos confundir el placer con la felicidad, los medios con el fin. Todos estos son medios para llegar al fin de nuestra vida. El Libro de la Sabiduría recalca esto con fuerza. Nos dejamos impresionar por lo creado y no reconocemos al que creó todo (cf. Sab 13,3). Podemos pasar la vida detrás de lo accesorio sin llegar a lo fundamental. Vivir distraídos con aquello que pasa, sin estar atentos a lo fundamental y dejarlo pasar. En el evangelio de hoy (Lc 17,26-37), Jesús aparece hablando a sus discípulos sobre la venida inminente del Reino. Y con la actitud de alienación en la que vivía la sociedad corrompida en los tiempos de Noe (cf. Gn 68) y de Lot (Gn 19,24-28), los invita a estar alertas. La gente estaba despreocupada, solo Noe y su familia que estaban a la escucha atenta de la Palabra de Dios se salvaron. Las situaciones límites, siempre nos llevan a preguntarnos por lo fundamental. Contemplando las situaciones que nos presenta el evangelio de hoy, preguntémonos si este día ¿fuese el último de nuestra existencia, estamos anclados en lo fundamental? La perseverancia es una virtud que necesita trabajarse, sobre todo cuando viene la dificultad. Cuando todo va bien en un matrimonio, en una empresa, en un proyecto, etc, solemos tener motivaciones de más para seguir apostando por aquello. Pero cuando comenzamos a tener dificultades, cuando nos vemos amenazados, perseguidos, perseverar es una meta difícil de alcanzar. Pautas de Oración SANTIDAD “Yo les aseguro que esa pobre viuda ha “La vocación de los discípulos misioneros a la santidad” echado en la alcancía más que todos. Porque los demás han echado de lo que les sobraba; pero ésta en su pobreza, ha echado todo lo que tenía para vivir” (Mc 12,38-44). Que lección de amor nos da el evangelio de hoy. El amor no mira su propio interés, no busca si no el bien del amado. La calidad del amor que tenemos se prueba en la capacidad que tenemos de desprendernos de nosotros mismos aun en las situaciones más adversas. Jesús mira en la ofrenda de la viuda pobre, el amor que le tiene a Dios. Ella ofrece no lo que le sobra, sino lo que tiene para vivir, da su vida en esa ofrenda. Qué contraste, los ricos daban en abundancia, mientras que esa mujer da dos moneditas de muy poco valor. Sin embargo Jesús dice a sus discípulos que esa viuda echó más que todos. Podemos ofrecer a Jesús muchas cosas, pero la ofrenda más valiosa es nuestra vida. ¿Quién se está llevando lo más valioso de tu vida? ¿en la oración le das a Jesús lo mejor de tu tiempo o lo que te sobra?. La mujer de la parábola que cuenta Jesús en el evangelio de hoy, nos enseña una lección de perseverancia. Aun cuando todo contradecía sus esperanzas, no se dio por vencida. Esta mujer, ya no tenía quien viera por sus intereses; y el juez, quien tendría que hacerle justicia era un corrupto. ¿Cuál es el único recurso que le quedaba? Su Insistencia, y ésta le valdrá para conseguir aquello que pedía: “Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo:...voy a hacerle justicia para que no me siga molestando”. No es Dios Padre un Dios misericordioso con sus hijos? “¿Puede olvidarse una Madre de su hijo?, aunque esto pase Dios no se olvida”, nos dice el profeta Isaías. Si este juez, escuchó a esa viuda y le hizo justicia, siendo injusto, ¡cuánto más nuestro Dios!. Pero necesitamos aprender a perseverar en la oración. A pedir con insistencia: “la oración es el ejercicio de la fe”, y la fe nos anima a luchar por aquello que sentimos perdido. ¿Tiene esperanza ese matrimonio que conoces, esa situación de injusticia que estás viviendo, esa persona que te preocupa? Sí, si perseveras en la oración sin desfallecer (Lc 18, 1). Permanece en una vida de oración aunque los resultados se hagan esperar, porque ésta te llevará a seguir luchando. VIVIR EN OFRENDA: UN CAMINO HACIA LA Vivir en ofrenda: un camino a la santidad Fraternidad Católica Misionera Verbum Dei Medrano No. 917 Tel. 36 17 86 63 82/2009 Pagina Web: www.fmverbumdei.com/mx Podemos experimentarnos como la viuda, muy pobres para amar, para comprometernos, para vivir lo que Jesús nos propone, porque los sentimientos no nos acompañan, porque la voluntad se resiste. Pero es la oportunidad para darle todo a Jesús, para amarle con toda nuestra vida. La llamada a la santidad es llamada al amor, que como Jesús se ofrece en todo lo que hace y lo que da. Es la experiencia de alegría al donar la vida. Y la experiencia de confianza, porque a Dios nadie le gana en generosidad, nos da el ciento por uno de lo que le damos, y esto lo vemos en la viuda de Sarepta (1 Re 17,10-16), que dando lo que tenía para vivir, no le volvió a faltar lo necesario. Recorramos este día el camino de la donación de la vida. Lunes: Un camino hacia la santidad: ser sacramento de la presencia de Jesús “Un hombre me llevó a la entrada del templo…por debajo del umbral manaba agua… Estás aguas van hacia la región oriental…entrarán en el mar de aguas saladas y lo sanearán. Todo ser viviente que se mueva por donde pasa el torrente, vivirá” (Ez 47, 1-2.8-9.12) Hoy celebramos la fiesta de la dedicación del la basílica de Letrán en Roma. ¿Qué llamada nos hará nuestro Dios en la liturgia de este día? El templo es el lugar para encontrarnos con Dios. Es cierto que Él trasciende todo espacio y lugar, es Misterio, pero se deja encontrar por quienes le buscan. En la Tienda de encuentro le habla a Moisés cara a cara. El profeta Ezequiel nos presenta una imagen preciosa del templo; y en ella, es como si Dios quisiera provocar en nosotros el deseo de saborear, de experimentar como el profeta, su presencia, la vida que quiere darnos. Podemos acostumbrarnos a su presencia, sin disfrutarla, pero si este día pidiéramos la experiencia novedosa y fresca del encuentro con él. Si experimentáramos como la primera vez la vida que nos da el encuentro con él, esa agua que sanea el corazón del pesimismo, la mediocridad, su Palabra como medicina ante la enfermedad del orgullo, el egoísmo. Y en el encuentro con Él, preguntémosle si nuestra vida está siendo lugar de encuentro con Él para los demás. Nuestra mente, nuestra voluntad, nuestro corazón “contiene” a Dios, o se han instalado otros dueños? Así como en el templo de Jerusalén (Jn 2, 13-22). ¿Jesús encuentra espacio en nosotros para que los demás lo vean? Que saque de nosotros aquello que no nos deja ser sacramento de su presencia para los demás Dios, para que seamos ese canal por donde Él de la vida, y sanee por donde pasemos. Martes: Un camino hacia la santidad: el servicio alegría de servir, no por la paga de los demás, sino por identificarnos con Jesús. Miércoles: Un camino hacia la santidad: una vida eucarística agradecimiento a Dios y a los demás? ¿Cuáles son?. Jueves: Un camino hacia la santidad: vivir el presente en la esperanza “Así también ustedes, cuando hayan cumplido todo lo que se les mandó, digan: no somos más que siervos; solo hemos hecho lo que teníamos que hacer” (Lc 17,7-10). “Uno de ellos, al ver que estaba curado, regresó, alabando a Dios, en voz alta, se postró a los pies de Jesús y le dio las gracias” (Lc 17,11-19). “…¿Cuándo llegará el Reino de Dios? Jesús les respondió: El Reino de Dios no llega aparatosamente…el Reino de Dios ya está entre ustedes” (Lc 17,20-25) El servicio no es algo que esté muy de moda, o a lo que se le haga mucha propaganda. Pero por eso mismo cuando encontramos una persona al servicio de los demás, brilla, llama la atención. Este día Jesús nos invita a ser de esas personas, a responder a la llamada a la santidad, pareciéndonos a Él: haciendo de nuestra existencia una vida para los demás. Jesús nos llama a ser chispas que se propaguen en el cañaveral de los ambientes donde nos encontramos (cf. Sab 2,23-3,9), y los encendamos con el servicio. La vida pasa tan de prisa, sin embargo cada día está lleno de acontecimientos que necesitamos descubrir como tesoros ocultos, podemos pasar encima de un campo que contiene riquezas innumerables sin darnos cuenta. Podemos también pasar cada día, sin descubrir todo lo que Dios nos regala, o vivir cada día una existencia eucarística: en acción de gracias permanente. Los equilibrios en la vida no son fáciles, solemos ser pendulares, de extremos. “El pasado fue mejor que el presente”, “Cuando venga el futuro todo será distinto”, solemos pensar. Hoy se nos hace la invitación a vivir el hoy, a aprender a disfrutar y valorar el momento presente y al mismo tiempo a no perder la esperanza de un mañana mejor. Le preguntaba a alguien sobre la santidad y me decía que para ella la santidad era parecerse a Jesús. Este día, nuestro Maestro nos invita a parecernos a Él sirviendo. Intentemos por este día, “solo por hoy” – como decía el papa Juan XXIII-, “hacer lo que nos toca”, como invita Jesús a sus apóstoles. Es que Jesús no valora nuestros esfuerzos para servir a los demás, porque es una obligación hacerlo? No, nos invita a servir sin esperar recompensa, porque servir no nos es tan difícil, pero servir gratuitamente, eso sí que cuesta. Servir cuando el otro no se da cuenta de los que hacemos, cuando no nos dan las gracias, cuando no valoran lo que hemos hecho, ahí el amor alcanza una nota difícil de cantar. Pero para aprender a vivir este día sirviendo gratuitamente, necesitamos abrir los ojos al que cada día se nos sirve, aun cuando no nos damos cuenta. Nos sirve el amanecer, nos sirve la vida, o te la diste tú? Nos sirve su palabra, su cuerpo. Y es que así es el amor, vive para servir. Que hoy experimentemos la El evangelio de hoy, esa invitación nos hace. Diez leprosos salen gritando al encuentro de Jesús, para pedirle que los cure. Jesús les envía al sacerdote, y en el camino se curan, solo uno, regresa con Jesús a agradecerle. Jesús se admira de que solo uno se haya dado cuenta de que estaba salvado , no solo curado. ¿Por qué si los diez leprosos se curaron, solo uno agradece? Porque este samaritano descubrió que la salvación no venía de él, sino que le había sido dada por Jesús. El pueblo de Israel vivía la expectación del Reino de Dios: “¿cuándo llegará el Reino de Dios?”, con la esperanza de la llegada del Mesías que los librara de la opresión en la que vivían. Y esa irrupción tendría que ser espectacular. La presencia de Dios, su acontecer, está muy lejos del espectáculo, porque es amorosa, y el amor aunque es fuerte es al mismo tiempo humilde. Cuesta trabajo comprender esta lógica. ¿El Reino ya está, dónde? En ese hombre que predicaba el amor, amigo de publicanos y prostitutas, misericordioso con los olvidados, y marginados. En una misma familia, un grupo de trabajo, un salón de clases, una comunidad, se puede vivir externamente lo mismo pero solo aquel que en lo cotidiano, se descubre salvado por Jesús vive en acción de gracias. Reconoce los dones y la salvación que Jesús le ofrece incluso en los momentos más difíciles, en los tramos del camino más espinosos y difíciles de recorrer. Si aprendiéramos de este leproso a vivir la vida agradeciendo todo, nos daríamos cuenta de que tenemos más de lo que percibimos que nos falta, y viviríamos con más alegría y compromiso la vida, reconociendo que todo lo recibimos. ¿Percibes en ti, en los demás los frutos del A veces esperamos acontecimientos grandiosos, conversiones radicales que nos hagan sentir que la hora ya llegó, que por fin llegó nuestro día. Y cuántos momentos sencillos dejamos pasar sin reconocer que es ahí donde Jesús nos invita a vivir, a construir el Reino. “¿Cuándo será más unida mi familia? ¿Cuándo en la comunidad seremos más santos, más coherentes? ¿Cuándo habrá un ambiente de más fraternidad en el trabajo, un mundo más justo?” Hoy mismo, si te das cuenta de que en ese momento Jesús quiere hacerlo posible en ti. La posibilidad de todo aquello que deseamos está presente ya, aunque caminemos esperando la plenitud de eso que anhelamos.