España visigótica Intentaré resumir aquÃ- las caracterÃ-sticas principales que hacen del reino visigodo de la penÃ-nsula ibérica un caso particular de la conformación de los reinos romanos−germánicos. Adeline Rucquoi muestra cómo se fusionan dos modos de concebir al poder regio: el romano y el germánico. Hacia fines de la Antigüedad tardÃ-a unos de los magnates visigodos, Atanagildo, es reconocido como el rey luego de fuertes luchas por hacerse del poder. Es éste quien emprende una polÃ-tica centralizadora, luego seguida por sus sucesores, eligiendo como capital de su reino a Toledo. Cinco años más tarde, su sucesor asocia al trono a Leovigildo quien marcara el final de la instalación visigoda en la penÃ-nsula. Este proceso según Rucquoi se hizo mediante tres ejes: 1) Unificación territorial y religiosa, 2) La colaboración de los católicos y 3) El mantenimiento de la infraestructura romana. • La unificación territorial comprendió aquellas zonas abandonadas por la administración romana. Al sur de la penÃ-nsula, sobre la costa mediterránea se conquista Mérida y Cartagena en manos de Bizancio. Al norte se anexiona Cantabria y al reino de los suevos. A esta polÃ-tica centralizadora se deben agregar la acuñación de moneda con efigie propia y la adopción de las regalÃ-as imperiales como sÃ-mbolo de poder. • La llegada de los visigodos no supuso una transformación abrupta de la administración romana. Los obispos, que poseÃ-an un amplio poder jurisdiccional desde el siglo IV, fueron absorbiendo las funciones administrativas ejercidas por los romanos. La cultura de este sector era puramente mediterránea y no habÃ-a perdido contacto con Bizancio. Estos dos factores incidirán en la concepción del poder regio. Recaredo, el sucesor de Leovigildo, invierte la unificación religiosa llevada por su padre convirtiéndose al catolicismo en el 587. Desde entonces se conformara una monarquÃ-a teocratica que será en lo sucesivo legitimada y sustentada por la iglesia Católica mediante los Concilios de Toledo. Con la abjuración del arrianismo no solo se unificaban las creencias de gobernantes y gobernados. El rey ya no era elegido por principio hereditario sino por la Iglesia. A raÃ-z de la conversión de Recaredo, la iglesia le suministro al poder los fundamentos intelectuales y jurÃ-dicos heredados de Roma y Constantinopla: ahora el rey era ungido como rex sacerdos, considerado vicario de Dios, su función militar era una función divina. Entre las disposiciones de los concilios de Toledo son de capital importancia la intervención eclesiástica en la elección del soberano junto con los magnates, la restricción del acceso al trono de religiosos , esclavos y extranjeros, la separación de los patrimonios reales y fiscales y la función del rey frente a la perfidia de judÃ-os y herejes. El papel polÃ-tico de los intelectuales abrió el camino al estudio como un medio de ascenso social y lucha contra las herejÃ-as. Las escuelas episcopales priorizaron la enseñanza de las sietes artes liberales y fortalecieron el papel de las ciudades como focos culturales. El arte, por su parte, fue el instrumento propagandÃ-stico de la realeza a lo largo del territorio. La arquitectura se inspiro en la liturgia y la música, como el plano cruciforme, y los palacios tenÃ-an influencia bizantina. • La supervivencia de las estructuras jurÃ-dicas y administrativas produjeron que las facciones aristocráticas aprovecharan sus recursos y hombres para adquirir independencia para fortalecer su lucha por acceder al trono. La debilidad de las técnicas agrÃ-colas junto con las catástrofes naturales empobrecieron a la población. Por ultimo el ejército y la presión fiscal contribuyeron a agravar la crisis de las últimas monarquÃ-as visigodas. A nivel administrativo ya dijimos que las funciones del rey como vicario de dios consistirán en velar por el bienestar espiritual y material del pueblo. Para ello debÃ-a ejercer la justicia, mantener la paz, recaudar 1 impuestos y promulgar leyes, pero ante todo defender la fe. El rey no gobernaba solo, le acompañaban una asamblea de obispos que trataba problemas religiosos y civiles para todo el territorio visigótico, y un Senatus o aula regia que consistÃ-a en un grupo restringido de laicos y religiosos que operaban a modo de consejo real y elegÃ-an al rey Por su parte la administración territorial continúo manteniendo la división romana de las seis provincias y se continúo cobrando los impuestos de la lugatio y capitatio recauda en metálico, como asÃ- también los derechos de aduana y mercados. Estos impuestos se destinaron al mantenimiento del ejército apostados en las fronteras del reino a cargo de los dux visigodos. Estos dux ejercitus podÃ-an exigir a los grandes propietarios el envió de tropas serviles. La evolución social que se inicio en los siglos III y IV llevo a una división más polarizada: los potentiores y los humillores, basada en la riqueza y el poder. La fusión entre los grandes propietarios nobles visigodos y los que ocupaban los altos cargos palatinos produjo una repartición de poderes y una comunidad de intereses. Hacia el siglo VII el desarrollo económico, social y las estructuras polÃ-ticas y administrativas se simplificaron. Las antiguas categorÃ-as jurÃ-dicas dejaron a la sociedad dividida entre privilegiados y no privilegiados. La caÃ-da del poder visigodo en el 711 frente a los musulmanes ha dado lugar a múltiples tentativas de interpretación. Una es el de la crisis moral que lo ve como un castigo causado por los pecados de sus gobernantes. Otra es el exceso de centralización ya que la rápida desaparición del rey no justifica un debilitamiento de la monarquÃ-a. Ya que de existir principados independientes la resistencia al Islam hubiese durado más. El fenómeno de privatización del poder se reforzó en el año 650, mientras que la ruralizacion llego a ser una caracterÃ-stica económica y social del reino visigodo lo que disminuyo aun más la capacidad de defensa. Otras interpretaciones se relacionan con los intereses nobiliarios por detentar el poder gracias al sistema de monarquÃ-a electiva , y el rebrote del hambre y las epidemias en los años 702 y 710 mientras que vascones y cantabros amenazaban la frontera norte del reino , la frontera opuesta del advenimiento musulmán. Para la autora la entrada musulmana a la penÃ-nsula fue a merced de las luchas por el poder entre la nobleza: el clan de Witiza, rey anterior, adopto el partido musulmán. La llegada de los musulmanes puso fin a esta ultima manifestación del poder romano en la penÃ-nsula, pero el concepto de poder sustentado por el derecho y la función de defensor los fidei fue una de las principales aportaciones que reapareció dando una carácter particular a ala realeza medieval. No hubo fractura con la romanizad. Durante el siglo VIII hay una autonomÃ-a y fragmentación social donde los nobles adjudicatarios concertaron mayor poder. Evangelina Ferrari. Rucquoi, Adeline; Historia medieval de la PenÃ-nsula Ibérica, México, Colegio de Michoacán, 2000, pp. 37−72 2