MÓNICA Y LAURA. Mónica tiene doce años y tiene una gran inteligencia y una alta creatividad, le gusta mucho dibujar , está yendo a unas clases de pintura y se siente bien, por fin puede estar con personas que tienen los mismos intereses que ella, puede preguntar sin que nadie que esté sentado al lado se dé con el codo y se ría , está mucho más tranquila en casa, sus padres la han llevado a varios museos, se aburre menos porque entre semana después de hacer los deberes mira y consulta libros de arte, para comprender y comparar diversos estilos, espera estas clases con ilusión y se siente intelectualmente ocupada y ¡por fin ha encontrado algo que la llena!. Va ser el cumpleaños de su hermana Laura, que tiene 15 años y con la que no se suele llevar bien, en el centro escolar puede decirse que se ignoran, en casa hablan poco y normalmente están lo que se dice “picadas”. Mónica es sensible a toda esta situación, se nota diferente a sus amigas y a su hermana mayor y por tanto culpable, sabe que a ustedes esta rivalidad les preocupa, sabe que han hablado con Laura y está intentando no meterse tanto con ella, incluso el otro día la ayudó a elegir la ropa, ya que a ella eso le da igual pero en el colegio sus compañeras la critican. Ha encontrado un modo de agradecérselo. Le hará un retrato al óleo a Laura por su cumpleaños. Se pasa horas mirando estilos pictóricos, pensando, quiere poner todo su interés. Su hermana tiene los ojos grandes y muy separados, el pelo no es dócil aunque el color es bonito, la boca es muy pequeña y los dientes incisivos están muy separados. Hará un retrato perfecto. Mónica llega feliz el sábado con su retrato a la hora de comer. El escándalo esta montado una vez más. Laura se ve horrible, “Mónica lo ha hecho aposta... está lista, siempre tiene que estar por encima de los demás... como ella no se cuida y no valora el aspecto físico, tiene que meterse conmigo y mi pelo para hacerme daño, etc.” DAVID. David vuelve a casa de mal humor, tira la cartera y reclama a gritos la merienda. Preguntamos que le pasa y conseguimos que nos medio explique, que en clase cuando la profesora de Naturales preguntó a Carlos, que se sienta a su lado, sobre las fases de la luna y le dijo que muy bien, entonces él intervino explicando, que la luna se vea más grande cuando aparece en el horizonte, que cuando está alta en el cielo nocturno, no se debe a las leyes de la naturaleza sino a cómo percibe el cerebro humano y luego continuó con las teorías de las distancias aparentes y el tamaño aparente. Todos se rieron, pero a eso ya se va acostumbrando, pero Carlos, con el que se lleva bien y es su amigo, se enfadó y dijo que le dejara en paz para siempre. WU. La historia de Wu es recogida por F. GAGNÉ (1.999) y nos parece un buen ejemplo de algunas de las características de las personas con alta capacidad y la influencia del entorno sobre ellas. Wu nació ciego en el Sur de Vietnam, jamás conoció a su padre y su madre murió cuando él contaba 4 años. Él y su hermana fueron recogidos por una mujer que los utilizaba como esclavos y los maltrataba. Dos años más tarde lograron escapar de su “protectora” y llegar a las calles de Saigón. Allí vivían como mendigos durmiendo y viviendo en la calle o en el campo. Uno de los lugares favoritos de Wu para mendigar era la puerta de una barbería: allí había una radio que emitía música americana que le gustaba mucho y él golpeaba un trozo de madera siguiendo el ritmo. Un día le oyó un músico que entró en la barbería y le dijo: “Tienes el ritmo de un batería profesional, ¿te gustaría tocar un tambor de verdad?” El músico le llevó a su casa y le puso en las manos unas baquetas y le dio instrucciones. Wu tocó estrepitosamente la batería y se quedó asombrado de los sonidos que inundaron la casa. A partir de aquel día, volvió todos los días a ejercitarse y ensayar. Un año después, tocaba en un grupo musical. Pasado un tiempo, cuando Wu tenía 13 años, un amigo del músico escuchó a Wu tocar la batería y le dijo que quería presentarlo a Sr. Truog; también era ciego y uno de los mejores profesores de música clásica. Cuando Truog le escuchó tocar, le dijo: “Tienes talento, serás mi alumno”. A partir de aquello momento, Wu y su hermana vivieron en una residencia de jóvenes y él aprendió diferentes instrumentos de cuerda. Pasaron algunos años y Wu siguió estudiando, pero un día oyendo la radio oyó una música que le cautivó y le pareció diferente a todas; se trataba de un concierto del guitarrista español Andrés Segovia. Se compró una guitarra de segunda mano y aprendió Braille. Wu tocaba durante horas la guitarra que le permitía expresarse como nunca lo había hecho. Una audición para un programa de becas en EE.UU. le permitió trasladarse a América donde David Grimes, director de un programa de guitarra clásica, le escuchó y quedó maravillado por su oído y su memoria: podía tocar casi toda la pieza nota a nota oyéndola una sola vez. Años después, ganó el concurso de la Asociación Americana de Profesores de Cuerda de América del Sur. En Vietnam la música le había dado la fuerza necesaria para sobrevivir; en América su esfuerzo le otorgó un triunfo que jamás había imaginado.