LA BANDA DE TITO En un lugar de Asturias de cuyo nombre no puedo acordarme porque hace muchos, pero que muchos años, así como 20.000, vivían dos clanes: el Clan de los Ardinenses y el Clan de los Cobayescos. Ambos separados por el Gran Río. Llevaban una vida tranquila: cazaban, pescaban, cosían sus ropas y representaban escenas de la vida en las paredes de “su hogar”. En uno de esos clanes, el de los Ardinenses, había un grupo de jóvenes interesados por una actividad que, sin saberlo ellos, revolucionaría nuestra vida futura; pero… no adelantemos acontecimientos. Esos jóvenes eran cuatro: Tito.-De unos 12 años, pelo y ojos castaños, estatura media. Trabajador, competitivo y siempre en estado de búsqueda de nuevas cosas que hacer. Homopepe.-Amigo de Tito, rubio, ojos azules. Le gusta comer y odia perder, le encanta ser el centro de atención. Cuevona.-Pelo y ojos negros, alegre e imaginativa. Le gusta hacer bromas a sus amigos e inventar signos para comunicarse entre ellos. Huesilla.- La pequeña del grupo, pelo rizado, tiene un ojo de cada color, uno verde y otro azul. Su mayor afición hacer collares y pulseras con piedritas y conchas del Gran Río. Estos cuatro compartían un secreto: habían descubierto una cueva con una gran cámara central en la que, después de sus quehaceres diarios, pasaban horas y horas haciendo lo que más les gustaba: cantar, danzar y, sobre todo, producir “ruidos deliciosos” con unos instrumentos que ellos mismos habían fabricado. Tito tocaba el membranófono, lo había hecho con un trozo de piel de reno que había cogido a su madre mientras cosía una túnica para su hermana. Homopepe tocaba la flauta, construida con un hueso de oso que su padre le había regalado por su cumpleaños. Cuevona tocaba el cordófono y las estalactitas pero su pasión era la de componer los signos que después todos emitirían a gritos en la gran cámara. Huesilla era una enamorada del mar, allí iba a recoger conchas y caracolas para su otro entretenimiento, la fabricación de collares. Se había hecho una virtuosa del soplido con caracola. Se pasaban lunas y lunas en su gruta, soñando con el día en que pudiesen mostrar al mundo su talento. Y….cosas del destino, ese día llegó en forma de gritos. -Alguien se acerca-dijo Tito desde lo alto del árbol donde estaba recolectando castañas junto a sus inseparables amigos. -Es Croman, nuestro amigo del Clan de los Cobayescos- dijo Cuevona. -Vengo a deciros que, en breve, nuestro jefe atacará a vuestro clan para quedarse con la cueva grande- dijo Croman, sin aliento. Los cuatro amigos salieron corriendo para avisar a su gente. Nadie quería una guerra, sabían que sólo traían muerte y desgracias. -Tenemos una idea- dijo Tito, después de hablar con sus amigos. -Haremos una guerra, pero de sonidos. -¿De sonidos?-preguntó Ardino, el jefe del clan. Tito y sus amigos explicaron a los suyos sus nuevas aficiones y sabían que, en los demás clanes, había también jóvenes con sus mismos gustos de “sonidos”. A la mañana siguiente, una representación de los ardinenses, se adentró en territorio cobayesco con la propuesta. Éstos aceptaron el reto y fecharon para la tercera luna el “combate sonoro”. La noticia se extendió a otros clanes como Los Sardallones y los Moriescos. Llegó el gran día, la tercera luna, todos se dirigieron a la Gran Cámara. Comenzaron los Sardallones, todos acompañados con sus membranófonos. (La canción se entonará con la música de “Mi carro de Manolo Escobar) “Mis instrumentos me looos robaron ayeeer en la cueva fría. ¿Dónde estarán mis instrumentos? ¿Dónde estarán mis instrumentos? Donde quiera que estén mis instrumentos son míos porque yo los construí cerca del río.“ -Bravo, bravo-gritaban los cobayescos. En segundo lugar, aparecieron los moriescos. (La canción se entonará con la música de En la granja de Pepito) “En la Cueva de la Moría, bumba bumba bom. Todos tocan instrumentos, bumba bumba bom. Con el cardófono,plin,plin Los palillos,pin,plín. La flauta…” No pudieron cantar más porque se les olvidó la letra. En tercer lugar, actuaban los cobayescos. (La canción se entonará con la música de Hacia Belén va una burra”) “Hacia la cueva va un mamut, bum, bum. Yo me asustaba, yo me asusté, Yo salí corriendo, yo me escapé… En aquel momento el cordófono de Croman se rompió y no pudieron seguir. -UUUUUUUh-gritaban los asistentes. Por fin, era el turno de Tito y sus amigos, que se había puesto el nombre de “La banda de Tito”. Cogieron sus instrumentos y comenzaron. (La canción se entonará con la música de Asturias, patria querida) Ardinenses es nuestro claaan, valientes hasta la muerteee. Luchamos y peleamoos y nunca nos asustaaamos. Vivimos en una cueva llena de muchas goteras que llegan hasta la tierra y nos apagan la hoguera. pero la sangre ardeniense está siempre muy caliente y no dejaremos nunca que nadie nos entre. Al finalizar la canción, todos se quedaron impresionados, ya se habían olvidado de batallas y guerras y lo único que les apetecía era danzar y cantar alrededor del fuego. Tito y su banda hicieron una petición: que todos los años se celebrase esa quedada en la tercera luna y que se hiciese en la gran cámara, que bautizaron con el nombre de La Cuevona, en homenaje a su amiga que había compuesto los signos de la canción ganadora. El tiempo daría la razón a Tito y los conciertos de La Cuevona han llegado hasta nuestros días y daría también la razón al dicho de que “la música amansa a las fieras. Fin CUENTO COOPERATIVO: EL CLAN DE LOS ESCRITORES: CRIS, ELI, DAVID, OLAYA, SARA, CLAUDIA Y MARTÍN EL CLAN DE LOS MÚSICOS: CECILIA, ELÍAS, IYÁN, IVÁN Y MANUELA EL CLAN DE LOS DIBUJANTES: PAULA, LUKAS, CARLA Y MARIO REALIZADO POR EL ALUMNADO DE 1º A DIRIGIDO POR LA PROFESORA DE LENGUA: MYRIAM PANDO