Documento 29859

Anuncio
La historia existe y el hombre evoluciona como resultado esencial de lo que observa y que consiguientemente
asimila e implementa. La fe, la experiencia y el conocimiento logrado a lo largo de muchos éxitos y fracasos
generan los cambios de mentalidad que constituyen los ciclos históricos.
Respecto del período que nos interesa en esta presentación, debemos recordar que durante los últimos años de
la Edad Media y los primeros del Renacimiento, en la Europa Occidental, se produjo la llamada Época de
Transición que marcó lentamente nuevos rumbos en los diversos sistemas políticos, culturales, sociales,
económicos y religiosos.
Hacia mediados del siglo XI Europa se encontraba en un período de evolución desconocido hasta ese
momento. La época de las grandes invasiones había llegado a su fin y el continente europeo experimentaba el
crecimiento dinámico de una población ya asentada. Renacieron el comercio, la urbanización y la
industrialización que permitieron a las ciudades acumular grandes riquezas. En estos centros urbanos
imperaba un espíritu renovado, se impusieron nuevas costumbres y nuevas formas de gobierno. Las familias
más ricas y poderosas debieron afrentar violentos encuentros entre otras familias de iguales características: era
una competencia por ser el mejor, el más rico, el más importante. Se desarrolló, por lo tanto una sociedad y
cultura que fueron complejas, dinámicas e innovadoras.
Si la Alta Edad Media estuvo caracterizada por la consecución de la unidad institucional y una síntesis
intelectual, la Baja Edad Media estuvo marcada por los conflictos y la disolución de dicha unidad. Fue
entonces cuando empezó a surgir el Estado moderno y la lucha por la hegemonía entre la Iglesia y el Estado.
El fracaso de los poderes universales que habían pretendido dirigir la cristiandad medioeval, se vio reflejada
en la nueva visión civil que quería mantener vivo a un imperio ya entrado en una crisis irremediable,porque la
bula de oro (1356) entregó el imperio a manos de los monarcas y específicamente en Alemania a los príncipes
electores y diluyó el poder en reinos locales, y en la nueva espiritualidad, ya que la doctrina de los pontífices
de mantener una Iglesia cristiana universal debió ceder por las contradicciones internas ante el surgimiento de
las Iglesias nacionales.
Los cismas de los siglos XIV y XV provocaron una gran crisis de autoridad en la Iglesia. La existencia
simultánea de dos o más Papas y los quiebres producidos por la Reforma Protestante, dejaron profundas
huellas de cambio a pesar de los intentos antirreformistas de los concilios. Además, el hombre de la época
medioeval enfrentaba la angustia permanente de la muerte. Un tercio de la población moría a causa de la peste
negra, miles entregaban vidas en las Cruzadas y otros tantos en las frecuentes guerras entre señores y reyes. El
pesimismo reinante le dio al pensamiento religioso el carácter de un callejón sin salida que era necesario
enfrentar para encontrar nuevas formas de expresión, las que germinarían en los siglos siguientes con el
humanismo renacentista.
Es así como el teocentrismo, principal manifestación de la vida intelectual durante la Edad Media, cedió ante
una nueva corriente de pensamiento: el antropocentrismo.
Como dije anteriormente, las terribles penurias causadas por las pestes, las continuas guerras y la posterior
hambruna, detonaron rebeliones en el mundo rural. Una situación similar ocurrió en el mundo urbano, que se
vio afectado además por el estancamiento del comercio, hecho que provocó una gran efervescencia entre los
distintos sectores sociales.
La burguesía buscaba aliarse a los monarcas para romper las trabas impuestas por los señores feudales. En
efecto, el desarrollo de la vida urbana, el florecimiento comercial y las incipientes industrias se veían frenadas
por el poderío señorial que limitaba todas las libertades políticas y económicas. Esta alianza de mutuo
beneficio entre monarcas y burgueses agudizó la decadencia y pérdida de poder de los señores feudales, que
ya se había desgastado como consecuencia de las Cruzadas.
1
Lo anterior se agravó, además y entre otras importantes causas, por el fracaso de sucesivas producciones
agrícolas que resultaron como consecuencia de muy largos inviernos y húmedos veranos que conllevaron a
que el hambre se extendiera por toda Europa Occidental, por la peste negra que apareció en el continente en
1348− traída de Asia en un barco genovés− y que en pocos meses se extendió por todo Europa y,
especialmente, por la guerra de los cien años (1337−1415) que surgió entre algunas casas reales en virtud de
la disputa que se generó por la sucesión de la corona de Francia.
Consecuencia de lo anterior y debido al despoblamiento de los espacios rurales, se produjo una fuerte
disminución en la producción agraria que conllevó, a su vez, un descenso en el valor de la tierra e impulsó a
los señores feudales a superar sus pérdidas explotando a los campesinos con los peores abusos. Como
contrapartida estallaron, en forma espontánea y con un signo antifeudal, revueltas campesinas en diversas
regiones de Europa.
En las principales ciudades manufactureras, dada la restricción de los mercados, los maestros artesanos
entraron en conflicto con sus oficiales y los conflictos derivaron en huelgas que cada vez fueron más
frecuentes.
El Renacimiento, por su parte, marca el inicio de las formas del capitalismo o, lo que es lo mismo, de un
sistema económico en el cual predomina el capital por sobre los demás medios de producción. Dicho capital, a
su vez, se encuentra por lo general y en gran medida en manos de un sector privado −en contraposición con el
sector público− que postula la iniciativa individual como gran incentivo para solucionar los problemas de
pobreza y de subdesarrollo que afectaban y que continúan actualmente afectando a gran parte de la
humanidad. En la Edad Media (siglo XIII) encontramos sus raíces, y sus primeras manifestaciones
aparecieron en las ciudades libres del Norte de Italia y de los Países Bajos, que habían acumulado grandes
cantidades de dinero gracias al comercio con Oriente. Como práctica económica, el capitalismo tiene como
objetivo la generación del lucro y la obtención de la máxima ganancia; y las bases de su desarrollo son el
comercio a gran escala y los negocios.
A fines del siglo XV y al inicio del siglo XVI, el capitalismo, el racionalismo y el espíritu de empresa del
hombre renacentista inician su proceso de contravenir la moral económica de la Iglesia medioeval. Con el
capitalismo se legitimaban los intereses elevados en los préstamos y las grandes ganancias. La aparición de
este nuevo sistema económico está íntimamente ligado a la circulación del dinero, procedente de grandes
fortunas de mercaderes y al descubrimiento de yacimientos de plata. El crecimiento de la población originó,
por su parte, un aumento de productos alimenticios y la acumulación del dinero, por otra parte, generó la
inclinación por el lujo, favoreciendo así la producción y el comercio.
En el siglo XVI apareció la economía nacional en donde las monarquías y los comerciantes generan una
relación de mutuo beneficio, ya que las primeras necesitaban financiar sus empresas, su burocracia y los
servicios públicos, y los segundos ganaban mayor seguridad y estabilidad. Las nuevas monarquías medían su
poderío por la riqueza material y sus disponibilidades de dinero. Trataban de ser autárquicas, creando políticas
proteccionistas para evitar la fuga del oro y la plata que respaldaban la economía.
La influencia del capitalismo puso a los negocios en el centro de la actividad económica. La nobleza,
propietaria de la tierra, vio disminuidas sus rentas y por lo tanto aumentó la carga sobre los campesinos. Por
otra parte, los grandes hombres de negocios forman una verdadera aristocracia urbana, llegando en forma
paulatina a tener una cada vez mayor relevancia en la estructura social.
La prosperidad alcanzada por los mercaderes y banqueros fue el impulso que lanzó al capitalismo europeo a la
búsqueda de oro y plata. Por un lado, la caída de Constantinopla en poder de los turcos (1453) interrumpió el
normal flujo del comercio y, por otro, algunos países tuvieron que buscar nuevas rutas para restablecer
intercambio con Oriente. Por esto, banqueros y compañías mercantiles financiaron los primeros viajes de
descubrimiento.
2
Durante la época del absolutismo, las actividades económicas se intensificaron y aumentaron
considerablemente. Siguieron desarrollándose aquellas tendencias que habían surgido durante la Edad Media
y el Renacimiento. El capitalismo empezó a imponerse en todas partes como sistema económico, si bien se
mantuvieron aún muchas formas económicas no capitalistas. Hubo un gran incremento en las actividades
comerciales e industriales, ya que la monarquía absoluta, al tratar de realizar la unidad política, se esforzó
también por crear la unidad económica, y se formaron también grandes mercados y economías nacionales.
La evolución económica fue la principal causa del cambio de mentalidad en el hombre medieval,ya que creó
la necesidad en el hombre de conocer nuevos horizontes. La raíz de nuestra economía proviene de este cambio
de mentalidad, en donde no se busca la supervivencia de la Edad Media, sino que el lujo y la obtención de la
máxima ganancia. Es un sistema individualista y competitivo. De aquí viene la actual globalización de la
economía.
La lectura anterior nos muestra como las necesidades espirituales y de desarrollo del hombre continúan
inalterables y siguen siendo casi las mismas a lo largo de los siglos y de la evolución de la humanidad.
¿Cómo no maravillarnos frente a las inquietudes religiosas, de educación, de protección a la familia, de
desarrollo personal y de las naciones que han estado permanentemente enfrentando los hombres e intentando
conjugar en forma armoniosa para respetar los derechos naturales básicos de los unos y de los otros?
En mi opinión, es sintomático que el mayor conocimiento o educación y la mayor libertad que ha ido
alcanzando el hombre le ha permitido siempre intentar desarrollar nuevos sistemas de vida que se basan en
una economía que respeta la capacidad individual y que fomenta la creatividad en las personas. De hecho, el
anterior mayor control de los señores feudales, de los maestros artesanos, de los gremios, de las monarquías y,
posteriormente, del comunismo −en cuanto sistemas de control basados en el linaje o en el Estado− han ido
siempre perdiendo su fuerza frente al ímpetu creador del hombre libre y consciente de la necesidad de trabajar
con perseverancia para lograr el ansiado desarrollo personal y familiar.
Esto último, además, unido a la existencia de los valores transmitidos por Cristo, ha permitido así que el
hombre, sin renunciar a lo anterior, se preocupe también por el desarrollo y bienestar de aquellos que no han
logrado alcanzar metas superiores y exigir, asimismo y a los señores respectivos −hoy, al Estado− que ocupen
los dineros proporcionados y recolectados a través de una innumerable cantidad de cargas e impuestos en
generar las condiciones necesarias y objetivas que permitan la conquista de las aspiraciones más deseadas.
Claramente, han existido y continuarán existiendo importantes lagunas en la historia que impiden u
obstaculizan el logro de lo anterior. Lamentablemente, también, han existido y continuarán existiendo
generaciones enteras que se verán inmersas en un oscurantismo trágico que impedirá su desarrollo y que
generará su sometimiento a uno o más tiranos o sistemas de control absoluto. No obstante, la existencia de
información, de comercio y de la trascendencia del hombre a través de la fe, permitirán siempre percibir con
claridad los beneficios que reporta un sistema en el cual los hombres son esencialmente libres para desarrollar
sus capacidades y para posteriormente comercializar las mismas en beneficio propio y de su descendencia.
3
Documentos relacionados
Descargar