La España Medieval. 1−_La evolución política de los reinos peninsulares. A/ Castilla. Desde los últimos años del siglo XIII, Castilla se vio sacudida por continuos problemas políticos. La monarquía no consigue imponer su autoridad a una nobleza fortalecida por los grandes repartos territoriales de este siglo y que aprovechaba los momentos difíciles (minoría de edad de los reyes, guerras dinásticas,...) para resarcirse (recuperarse) de los problemas causados por la crisis de esta época a costa del patrimonio y de la autoridad real (rentas, jurisdicciones,...). A pesar de estas dificultades, el reino de Castilla fue fortaleciéndose progresivamente durante los siglos XIV y XV. Las teorías políticas que, basándose en el derecho romano, convertían al rey, de señor de vasallos en soberano de súbditos, fueron difundidas por los tratadistas políticos. Así, aunque la nobleza conservó e incrementó su poder económico y social, la monarquía afirmó su supremacía política. Las cortes, que carecían de funciones legislativas, y los municipios que fueron controlados por los corregidores reales, nunca supusieron un contrapeso efectivo al poder real. B/ Aragón. La estructura territorial de la Corona y los antiguos y arraigados usos políticos obstaculizaron el autoritarismo monárquico en Aragón. La tradición feudal, especialmente viva en Cataluña, consideraba al rey como primum inter pares (primero entre iguales), de sus vasallos más poderosos: aristocracia, clero y patriciado urbano (normalmente burgueses dedicados al comercio). Los tratadistas políticos desarrollaron la teoría pactista, según la cual la autoridad real se fundamenta en el consentimiento de los gobernados, es decir, en un pacto con el reino, representado por sus clases dominantes. Las cortes fueron adquiriendo mayor importancia y prestigio hasta convertirse en un contrapeso efectivo del poder real. Dotadas de funciones legislativas desarrollaron órganos permanentes (Diputación General: grupo reducido y permanente de miembros de la Asamblea General, que permanece activo hasta que se vuelven a reunir) para velar por el cumplimiento efectivo de los acuerdos tomados en ellas. A pesar de estas limitaciones al ejercicio del poder, los monarcas de la Corona de Aragón, siguiendo la tendencia de la época, trataron continuamente de reformar su autoridad y atribuciones. 2−_La proyección exterior de los reinos hispánicos. A/ Aragón y el Mediterráneo. Entre los siglos XIII y XV, en rivalidad directa con Francia y con la oposición del papado, la corona de Aragón construyó un gran imperio mediterráneo. En 1282, Pedro III incorporó Sicilia. En el reinado de Jaime II (1291−1327), tuvieron lugar las campañas de los Almogávares (árabe: Al−múgawar, el que hace algaras, saqueos), que eran soldados mercenarios al servicio de Aragón, que se apoderaron de los territorios bizantinos del Ática y de la Beocia, donde crearon los ducados de Atenas y Neopatria , vinculados durante algún tiempo a la Corona de Aragón. Jaime II también intervino en la conquista de Cerdeña. La hegemonía en el mediterráneo se completó cuando Alfonso V, el magnánimo, se proclamó rey de Nápoles en 1443. El expansionismo mediterráneo favorecía esencialmente a la burguesía del litoral catalán, con Barcelona como centro de una importantísima actividad comercial en competencia con las grandes repúblicas mercantiles italianas (Génova, Pisa y Venecia), la estructura política de estos dominios siguió el mismo esquema que en la península, pasando pronto a ser gobernados por príncipes pertenecientes a la familia del rey con casi total 1 independencia. B/ Castilla y el Atlántico. Después de los grandes avances territoriales de la primera mitad del siglo XIII y hasta la guerra final contra Granada, la actividad de conquista castellana se redujo al llamado problema del Estrecho. Castilla mantuvo un duro enfrentamiento por su dominio con Granada y con los últimos invasores norteafricanos, los benimerines (dinastía beréber que controlaba entonces el norte de África) por Alfonso XI en las batallas del Salado (1340) y Palmones (1343). La política exterior castellana se apoyó en una colaboración casi continua con Francia, especialmente tras la implantación de la dinastía Trastámara. La guerra civil entre Pedro I (el Justiciero, el Cruel) y su hermanastro Enrique de Trastámara se convirtió en un episodio más de la guerra de los Cien Años entre Inglaterra y Francia. Los ingleses apoyaron a Pedro I, pero Enrique III, tras asesinar a su hermano, logró imponerse gracias a la ayuda francesa (1369). Castilla colaboró militarmente con Francia en la guerra y redobló su presencia comercial en el mar del Norte, sustituyendo las lanas castellanas a las inglesas en Flandes y en el norte de Francia. En el reinado de Enrique III (1390−1406), los nobles normandos La Salle y Bethencourt como vasallos del rey de Castilla tomaron posesión del archipiélago canario (Fuerteventura, Lanzarote, La Gomera y Hierro). Esto suscitó una rivalidad con Portugal que no resolvió hasta que Castilla aceptó que el litoral africano fuera de dominio exclusivo portugués con la excepción de las islas Canarias (tratado de Alcasobas, 1479). 3−_Crisis y transformaciones de la economía. A/ Castilla. Desde principios del siglo XV se produjo un relanzamiento económico adaptado a las nuevas circunstancias: aumento de la población urbana e integración en la economía europea a través de la ruta comercial del Estrecho del mar del Norte impulsada por los genoveses. Algunos cultivos de importación alcanzaron una gran expansión (vid y olivo), especialmente en Andalucía. Pero el hecho más destacado es el auge de la ganadería lanar. La nobleza latifundista que controlaba la Mesta (unión de ganaderos, encargados de vigilar el ganado) y la monarquía potenciaron este sector convertido en el principal motor de la economía castellana. El comercio de exportación de lanas dio vida a un área económica con centro en Burgos que se proyectaba en los puertos del Cantábrico, especialmente los vascos. La costa atlántica andaluza era otra importante área comercial con su principal foco en Sevilla, centro de construcción naval, escala entre la ruta del Atlántico y el Mediterráneo y centro del comercio con el litoral africano y Canarias. La principal industria castellana fue la textil peor menos importante de lo que correspondía a la gran producción lanera, limitándose a abastecer el mercado interior con productos de baja calidad sin poder competir con los paños flamencos. B/ Aragón. Entre 1275 y 1356 las zonas marítimas de la Corona de Aragón (Cataluña y Baleares fundamentalmente) alcanzaron una formidable expansión económica paralela a la militar. La base de esta prosperidad fue un intenso comercio en todo el ámbito mediterráneo impulsado por una activa 2 burguesía. Los mercaderes catalanes en dura competencia con genoveses y venecianos importaban especias, trigo y algodón y exportaban tejidos, manufacturas del hierro y armas. Estimuladas por el comercio, las actividades manufactureras se extendieron por todo el Principado y consiguieron un gran florecimiento y variedad. En el trabajo del hierro se introducen avances técnicos muy importantes y la construcción naval alcanzó un gran desarrollo (astilleros reales, atarazanas). La industria textil fue otro de los pilares de la economía catalana. Pero desde mediados del siglo XIV se inicia en Cataluña una crisis económico y social agravada en el siglo XV a causa de la persistencia de las epidemias, los conflictos sociales y la guerra civil durante el reinado de Juan II. En el siglo XV, Valencia pasó a ocupar el lugar de Barcelona en lo económico. El reino de Aragón, sin salida al mar, desarrolló unas estructuras económicas y sociales más parecidas a las de Castilla: preponderancia de la aristocracia y de los intereses agropecuarios (agricultura y ganadería). Como en Castilla, los ganaderos se agruparon en organismos (Casa de Ganaderos de Zaragoza) que no llegaron a tener el carácter general de la Mesta castellana, ni su gran influencia económica. 4−_Crisis y tensiones en el ocaso de la Edad Media. 4.1 La crisis demográfica. Tras el crecimiento de la población experimentado en los siglos XI al XIII, en el XIV se produce un notable descenso consecuencia de la gran mortalidad desencadenada principalmente por la epidemia de peste negra. En el siglo XV hay una recuperación que a finales del mismo volvió a situar a la población en los niveles de comienzos del siglo XIV. Tanto las epidemias como la posterior recuperación demográfica afectaron de forma desigual a los reinos hispánicos. En Castilla, donde los estragos de la peste parecen haber sido en conjunto más atenuados, la recuperación es perceptible desde los inicios del siglo XV. Sin embargo en Cataluña las epidemias fueron más graves y la crisis continuaba a finales del siglo XV, cuando los restantes estados de la Corona de Aragón habían superado el bache demográfico. 4.2 Las tensiones sociales. A/ Castilla. En Castilla se produjeron numerosos conflictos de carácter antiseñorial. La aristocracia latifundista que se afirmó como grupo social prepotente sin el contrapeso de una poderosa burguesía, se consolidó al amparo de la inestabilidad política, usurpando tierras y campesinos de la Iglesia y de la propia Corona (realengos). La generalización del mayorazgo aseguraba además su patrimonio. Las ciudades para oponerse al poder de los señores se organizaron en hermandades que se enfrentaron, incluso militarmente, a la aristocracia. Los abusos señoriales promovieron también revueltas campesinas como las de los irmandiños gallegos en su fase final (1467−1470). B/ Corona de Aragón. En Cataluña fue endémico el problema de los payeses de remensa (campesino adscrito a un dominio señorial, que sólo podía abandonarlo mediante el pago de una redención). Los señores acuciados por la crisis aumentaron las exigencias sobre los campesinos de sus señoríos (malos usos) suscitando un fuerte movimiento de resistencia. El conflicto no se resolvió hasta el reinado de Fernando el Católico (sentencia arbitral de Guadalupe, 1486: la casi totalidad del campesinado catalán consiguió la liberación de la remensa y la supresión de los malos usos a cambio de una compensación económica a los señores). Los conflictos urbanos enfrentaron en ciudades como Barcelona los intereses de la clase artesanal 3 (menestrales), excluida de los cargos municipales, con la alta burguesía (ciutadans honrats), partidaria del comercio libre y que monopolizaba el gobierno municipal. Esta rivalidad económica tuvo su expresión política en la lucha entre la Busca (partido de las clases medias, artesana, proteccionista) y la Biga (el patriciado urbano, oligárquica, comercial y partidaria del liberalismo) por el control del municipio barcelonés. En estos conflictos sociales y políticos, la monarquía intervino en beneficio de sus propios intereses políticos (alternando su apoyo de forma que le debiesen el favor e impidiendo que ninguno de los dos grupos consiguiese demasiado poder). C/ Las minorías marginadas. Las minorías étnico−religiosas, en especial los judíos, fueron duramente afectadas por la crisis. En casi toda España (y Europa), y como expresión de un odio avivado por la Iglesia, se produjeron motines anti−judíos con matanzas y saqueos que estallaron en realidad como desahogo ante las calamidades de la época. La hostilidad del pueblo y un activo proselitismo cristiano (intentos de que otros adopten una determinada religión) se tradujo en numerosas conversiones. Así, libres de obstáculos, muchos conversos progresaron socialmente, pero se creó con ello un nuevo problema que haría crisis en el reinado de los Reyes Católicos: la limpieza de sangre. Peculiar racismo surgido en el siglo XV, para que se considerasen a los católicos, los individuos debían tener al menos 4 generaciones de católicos por encima de ellos, su ascendencia no debía estar contaminada por el judaísmo. A raíz de esto los reyes Católicos crearon la Santa Inquisición castellana (Torquemada era un judío converso). 4.3. Crisis religiosa y cambio de mentalidad. Las grandes mortandades dejaron entre los pueblos hispanos una huella de pesimismo y desmoralización. Se generalizó una actitud materialista ante la vida, y la religiosidad popular se impregnó de superchería(superstición). La propia Iglesia atravesó una profunda crisis: relajación de la vida monástica, mínimo nivel intelectual del clero, avidez de bienes materiales,... sin embargo apenas se tienen noticias de movimientos heréticos como en el resto de Europa (herejía: interpretaciones en contra del dogma establecido del texto sagrado). Las dramáticas conmociones de la época provocaron una crisis de los principios tradicionales que inspiraban la vida social. En este período de transición, junto a normas e ideas del pasado, se abren paso entre los habitantes de la península algunos de los rasgos que definirán la mentalidad moderna del hombre europeo: el individualismo (frente al carácter comunitario y corporativo de la sociedad medieval), religiosidad personal e intimista (frente al ritualismo externo y formal), espíritu crítico (frente al dogmatismo de la cultura tradicional), vitalismo y apreciación de los goces de la vida (frente a su negación ascética). La creciente secularización (pérdida de los valores religiosos) de la sociedad reflejada en estas ideas estaba unida al progreso de la burguesía que las inspiró y empezó a disputar a la Iglesia su pasado monopolio cultural. Menos pujante fue la burguesía en Castilla que en la Corona de Aragón, donde la nobleza fue la principal animadora de la cultura laica. Todos estos hechos e ideas confluyeron en la rica literatura de le época en la que también se manifestó con fuerza la sensibilidad popular. 4