La isla de los ceibos Fabini proyectaba la composición de una ópera sobre tema campesino. Ya había elegido el entorno donde se iba a desarrollar la escena. A orillas del arroyo Solís Chico (Canelones), encontró un conjunto de árboles en el que predominaban los ceibos. Numerosas especies de pájaros concurrían allí en el verano y sus cantos creaban una sonoridad especial que Fabini llamaba cajita de música. Al encanto auditivo se sumaba el encanto visual de los ceibos florecidos con su color rojizo. Mientras la mayoría de los creadores dejan la composición de la obertura o preludio de ópera para último término, utilizando el material expuesto a lo largo de la obra, Fabini comienza a componer su pretendida ópera (otros dicen que proyectaba un ballet), por la obertura a la que llamó La isla de los Ceibos. Más tarde quita de la partitura el término obertura, sustituyéndola por poema. Isla no debe entenderse como una extensión de tierra rodeada por agua, sino en el sentido gauchesco: conjunto de árboles en una llanura o valle. Esta obra es su segundo poema sinfónico (el primero es Campo). Fabini se muestra más concreto que en Campo y la base armónica no es otra cosa que el canto de los muchos pájaros de la isla. La obra se estrenó el 14 de setiembre de 1926 en el Teatro Solís y está dedicada al Mtro. Vladimir Shavitch y meses más tarde Fabini obtiene por su composición el Premio Nacional de Música. Fabini es nombrado Agregado Cultural y Artístico de la Embajada de Uruguay en Estados Unidos y hace conocer en Washington sus dos obras para orquesta. La Orquesta Filarmónica de New York, bajo la dirección de Shavitch, graba en discos 78 rpm, Campo y La Isla de los Ceibos, siendo Fabini el primer compositor latinoamericano en utilizar el procedimiento de grabación eléctrica. La compositora Graciela Paraskevaídis en su libro Eduardo Fabini, cita un comentario escrito por Edgar Varese sobre La Isla de los Ceibos que tuvo oportunidad de conocer el 12 de febrero de 1928, en New York: “... Esta noche tuvo lugar en el concierto sinfónico de los domingos en la Metropolitan Opera, la primera audición del poema sinfónico de Eduardo Fabini La Isla de los Ceibos. La obra, recibida entusiastamente por el numeroso público, se impone a los músicos por la lógica de su estructura, la impecabilidad de sus desarrollos y por la poesía y la frescura de las ideas. La riqueza y la variedad de los timbres sonoros, así como la flexibilidad y la firmeza de la materia orquestal, revelan en el joven maestro una cultura sólida y disciplinada, y una imaginación de la que se espera con impaciencia los frutos futuros ...” Fabini, comentaba los conciertos en Estados Unidos en un reportaje que le hiciera Avelino Costa Sapello, publicado en Montevideo en 1928 con el título de Charlando con maestros: “... Mis poemas fueron aplaudidos, sí, quizás bastante por la amabilidad de aquellas gentes o por la sensación de un motivo de música para ellos nuevo. Una orquesta formidable en su disciplina, en el tecnicismo y alma de sus componentes ... Quedé profundamente emocionado ... Pero mi mayor satisfacción era la de haber llevado hasta una nación grande, algo descriptivo de la belleza del campo de mi patria y del alma de su poblador”. La Isla está influenciada por la música de Claude Debussy, sobre todo por El Mar. La obra fue incluida repetidas veces en los conciertos de la flamante OSSODRE y a partir de 1944, aparece una versión coreográfica creada por Vania Psota. La Isla de los Ceibos está instrumentada para: 2 flautines, 2 flautas, 2 oboes, 2 fagotes, 4 cornos, 2 trompetas, 3 trombones, 1 tuba, timbales, arpa (piano), celesta, primeros violines, segundos violines, violas, violonchelos y contrabajos. Miguel Garibaldi