Convivencia entre Judíos y Musulmanes

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Centro Virtual Estudios Judaicos – Convivencia entre judíos y musulmanes
Ricardo H. S. Elía
UNA VERDAD HISTORICA
LA CONVIVENCIA ENTRE JUDIOS Y MUSULMANES
argenpress.info 08/12/2002
No es cierto que judíos e islámicos sean enemigos irreconciliables. La historia demuestra
lo contrario.
¿Fue sólo casualidad o mero pragmatismo el hecho que un califa corbobés como
Abderrahmán III tuviese en la figura del judío Hasday Ibn Shaprut a su mejor ministro y
médico, y que otros judíos se convirtieran en los visires más poderosos de Granada? ¿Fue
resultado del azar el hecho de que viajeros judíos como Benjamín de Tudela o Jacobo de
Ancona recorrieran casi todo el mundo musulmán durante los siglos XII y XIII sin
salvoconductos y sin ningún tipo de trabas o cuestionamientos? Los ejemplos de la
convivencia entre judíos y musulmanes en Al-Andalus/Sefarad abruman por su número
y hablan a las claras de que judíos y musulmanes eran parte activa e integrada de una
sociedad pluralista y mestiza basada en la creencia de que unos y otros eran hijos del
mismo padre. La Historia aporta la esperanza que hoy no ofrece la política.
El palacio de la Alhambra
En la Edad Media (según la historia de Europa), la civilización musulmana -que entonces
brillaba por el dinamismo y el prestigio de su filosofía, su literatura y sus ciencias- ejerció
una gran influencia sobre la cultura judía.
En aquella época, sabios, eruditos, poetas y literatos judíos escribieron en árabe la
mayoría de sus obras. También adaptaron en hebreo los modelos literarios árabes, muy
especialmente en Al-Ándalus -la España islámica-, llamada Sefarad por los judíos, que
conoció el florecimiento de una espléndida cultura judeomusulmana a lo largo de ocho
centurias. Desde fines del siglo VIII d.C., Sefarad se convirtió en la usual apelación
hebrea de la Península Ibérica.
La interacción entre judíos y musulmanes comienza con la llegada de estos últimos a la
Península. Sabiendo los judíos hispanos y los visigodos arrianos que los musulmanes
profesaban un acendrado monoteísmo y destacaban por su generosidad y comprensión
con los pueblos que encontraban a su paso, a partir del año 690 comienzan a enviar
mensajes de socorro a aquéllos que estaban consolidando su establecimiento en el Norte
de África. El auxilio se concretará con la llegada del contingente árabo-bereber dirigido
por Tariq Ibn Ziyad (m. en 720) y Mughit ar-Rumi en 711, que luego de vencer al rey
Roderico (Rodrigo) entre Gibraltar y Cádiz, avanza hacia el norte y asedia Córdoba.
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Haim Zafrani
Confirmando esta verdad histórica, el erudito judeomarroquí y profesor emérito de la
Universidad de París Haim Zafrani (Essaouira, 1922) nos dice que: 'Durante el asedio, los
judíos se encierran en sus hogares esperando impacientemente el desenlace.
Contrariamente a lo que sienten por los godos y su clero, no temen en absoluto la llegada
de los musulmanes en los que tienen puestas todas sus esperanzas, pues no olvidan que
los reyes visigodos los han oprimido despiadadamente. Sirviéndose de estratagemas, los
judíos -según narran los historiadores musulmanes y cristianos-contribuyeron a facilitar la
entrada del ejército islámico a la ciudad, celebrando su victoria. Mughit los tomó a su
servicio, confiándoles la guardia de la ciudad. Lo mismo ocurrió en Toledo, y en Sevilla,
donde Musa Ibn Nusair dejó una guarnición judía para mantener el orden'.
Opiniones eruditas
La doctora Manuela Marín Niño, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de
España, asegura que 'los judíos del norte de África sabían que El Corán -y este libro era
conocido en todos los territorios ocupados por los musulmanes- admitía la libertad de
cultos de todos los pueblos que tenían un texto revelado y les adjudicaba un rango igual
al de los cristianos, sus perseguidores en España... En consecuencia, los judíos
peninsulares no vacilaron en convertirse en auxiliares de los conquistadores árabes e
inscribirse como soldados para guardar el orden en algunas recién ocupadas (v.g. Sevilla)
y permitir que las fuerzas de choque continuaran su avance en todas direcciones'.
El arabista e islamólogo francés Lévi-Provençal en su obra erudita y monumental deja
bien sentada la cuestión de por qué los judíos y otros pueblos de la región apoyaron el
emprendimiento musulmán: 'Tariq vio cómo se unía a sus tropas una masa de
descontentos del propio país, satisfechos de eludir, mediante la incorporación al
vencedor, la dura condición de la servidumbre y la iniquidad del régimen visigodo. Por su
parte, los judíos del sur de España le ofrecieron desde este momento todo su concurso'.
Otro tanto corrobora la doctora Rachel Arié, especialista del Centre National de la
Recherche Scientifique (CNRS) de París: 'Los cronistas árabes se hicieron eco del apoyo
activo que los judíos del sur de España, oprimidos por los visigodos, prestaron a los
musulmanes durante la conquista. En la primera parte del siglo VIII, los invasores
musulmanes confiaron a los judíos de Granada, establecidos allí desde la época de los
romanos, la vigilancia de la ciudad, mientras ellos proseguían su avance. En el transcurso
del siglo VIII se permitió a los judíos de Al-Ándalus, al igual que a los mozárabes, el libre
ejercicio de su culto... los judíos de la España musulmana adoptaron muy pronto la
lengua árabe, al tiempo que el romance. En el siglo X eran tan numerosos en Granada
que el cronista al-Razi llamó a la ciudad Garnata al-Yahud, la Granada de los judíos'.
Musa ibn Nusair
La conquista de Tariq, consolidada luego por Musa Ibn Nusair (640-714), permite a los
judíos españoles convertirse en miembros de un dominio que se extiende desde el
Atlántico hasta la China: esto significa reencontrarse con sus hermanos de las demás
comunidades judías de Oriente y de África del Norte y reanudar sus lazos socioculturales
y económicos.
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A partir de entonces, y durante casi ocho siglos, los judíos y musulmanes peninsulares
lograrán juntos una serie de portentos y modelos que deberían servirnos a nosotros,
conflictuados e inconsecuentes hombres y mujeres del siglo XXI, a recapacitar sobre el
espíritu que embargaba a nuestros antepasados judíos.
Un medievalista
El medievalista francés Charles-Emmanuel Dufourcq precisa la categoría de los judíos en
la sociedad musulmana y la colaboración que brindaron para la conquista de España y el
sur de Francia: 'En el conjunto de la dar al-Islam (10), tanto en Europa como en el resto
del mundo, los musulmanes tienen el mismo concepto de los judíos que de los cristianos:
creen en Dios, observan los preceptos dictados por el Dios de Abraham, que es también
el de Mahoma (Muhammad). Las autoridades árabo-islámicas les conceden en virtud de
ello el rango de dimmí. Constituyen una comunidad autónoma dondequiera que vivan.
En el siglo VIII, los judíos desempeñan un papel crucial en la llegada de los árabes a
Europa: la invasión musulmana de España y Occitania se lleva a cabo con su
contribución. En efecto, en el siglo VII, el reino visigodo, muy bien integrado
espiritualmente en el cristianismo católico-romano, se había propuesto eliminar la
pequeña minoría judía que residía en su seno, acusándola de no colaborar lo suficiente
por la unidad del país y de mantener relaciones demasiado estrechas con sus
correligionarios de África del Norte, razón por la cual estos hijos de Israel se convertían
en una lacra y planteaban un problema que la Iglesia y el Estado visigodos habían
decidido resolver, primero mediante la persuasión y, luego, recurriendo a la violencia...
En el año 693, un concilio nacional en Toledo, vedó a los judíos el comercio marítimo,
con la excusa de que urdían intrigas con los musulmanes que se estaban instalando a la
sazón en Berbería. No resulta por lo tanto sorprendente que los judíos contribuyeran a
abrir las puertas de la península ibérica a los árabes. Más tarde, parece que también sus
'hermanos' de Provenza o de las regiones alpinas se aliaron o colaboraron con los
musulmanes instalados en el macizo de Maures'.
El congreso de 863
En 863, el emir cordobés Muhammad I (g. 852-886) convoca un congreso para la unión
y fraternidad de judíos, cristianos y musulmanes. El erudito español Felipe Torroba
Bernaldo de Quirós nos confirma esta crónica, bastante poco conocida pero
históricamente fidedigna: '... tras la ruina del estado visigodo, los israelitas irrumpen
nuevamente en España de la mano de los musulmanes. Comenzó entonces la época
dorada de los judíos españoles... Se instalaron por doquier y prosperaron por todas
partes. Encontraron un ambiente de tolerancia -característica de los árabes en sus
conquistas-... A la sombra de la Media Luna, los israelitas lograron el poderío, el saber, y
las riquezas, que convergían en sus manos... Los hebreos, aparentemente identificados
con los vencedores árabes, ven llegado el momento del renacer de su raza, en adoptar sus
costumbres y su lenguaje. Los omnipotentes califas de Córdoba presenciaron el apogeo
de una cultura -complementaria de la suya- que irradiará un resplandor cegador frente a
las incipientes civilizaciones europeas'.
Sinagogas libre
La autoridad omeya les permitía el libre ejercicio de su culto en las sinagogas (sunuga), a
cuyo beneficio podían constituirse bienes de manos muertas (waqf). Cada comunidad
judía designaba entre sus miembros a un jefe (nasi), responsable de su conducta ante el
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soberano musulmán, el equivalente, en suma, al comes mozárabe. En tiempos de Abd alRahmãn III y de su hijo al-Hãkam II, este cargo fue desempeñado por el célebre
dignatario de la corte omeya Hasday Ibn Shaprút, originario de Jaén. En la Granada zirí,
el jefe del consejo de la comunidad era el famoso visir Samuel Ben Nagralla; su hijo José
se atribuyó el título de nayid (príncipe de los judíos) que había caído en desuso. Había
judíos en Jaén y recaudadores de impuestos ('ummãl) judíos en Granada... La cultura
árabe de los judíos en al-Ándalus se reafirmó en el siglo XI. Además del hebreo, lengua
culta y litúrgica, conocían el árabe y el romance (al-rumiyya). Los Banu Nagralla fueron
muy versados en las buenas letras árabes, y según los historiadores árabes, su magnífica
biblioteca de Granada contenía todas las disciplinas islámicas. Donde mejor se patentiza
la simbiosis judeoarábiga es en los escritos de tres maestros de la poesía hispano hebraica:
Shlomó Ibn Gabirol, Moshé Ibn Ezra y Yehudah Ha-Levi... Entre los judíos del emirato
nasrí encontramos a letrados como Abraham Gavison, autor de la crónica 'Omer haSihshah, y cuya familia, originaria de Sevilla, se había refugiado en Granada en 1391;
también había grandes especialistas en liturgia, como los dos malagueños Abraham b.
Meir Abi Simra y Hayyim Ibn Asmelis. Este último viajó a Argel en la primera mitad del
siglo XV para consultar al célebre rabino Simon b. Semah b. Duran, de origen
mallorquín'.
Los hispanojudíos
'En poco tiempo, la brillantez alcanzada por los hispano-judíos en el saber rabínico
acabaría haciendo de al-Ándalus el centro del pueblo judío y su guía espiritual, posición
hasta entonces ocupada por Babilonia. La pléyade de poetas, gramáticos, filósofos y
científicos que a partir de este momento se sucedieron entre los judíos españoles elevó a
muy altas cotas la cultura judía y la literatura hebraico-española, hasta el punto de
conocerse el período que entonces se iniciaba como la Edad de Oro de la literatura
hebrea postbíblica. Todo ello fue posible por el bienestar que gozaron los judíos en AlÁndalus, como luego en los reinos cristianos al menos hasta el siglo XIII, y por su
estrecho contacto con la alta civilización árabe, en cuya cultura vivieron inmersos'.
En el reino de Granada
'En los tiempos del Reino de Granada los judíos convivían con los árabes en perfecta
armonía. Era la Granada exquisita y tolerante de los reyes Nazaríes que supieron
engalanarla como a una joya prodigiosa con los torreones espléndidos y las primorosas
taraceas, que tienen por verde marco los jardines maravillosos, esos jardines árabes
cautivos entre patios, muros y arcadas. Cúpulas y yeserías, columnas y arcos, mosaicos y
artesonados, bordaron la belleza incomparable del Mirador de Daraxa, de la Torre de
Comares, del Patio de los Leones. Y por doquier, el regalo cristalino del agua. El agua de
la Alhambra, se deshilacha en hilos tenues. Los surtidores brotan entre las qasidas de Ibn
Zamrak (1333-1393), que ornamentan los muros y circundan las tazas marmóreas de las
fuentes. En Granada el sonido del agua es tenue, susurrante; se diría el desgranar
melódico de un prodigioso collar de perlas. (...) Fue aquélla la época dorada de los
israelitas, que estuvieron siempre en pie de igualdad con los musulmanes'.
Moshé Ibn Ezra, un poeta judío de lengua y concepción árabe
El granadino Moshé Ibn Ezra (c.1055-c.1138) escribió el más importante tratado de
teoría poética judía en árabe, llamado Kitãb al-muhãdara wa-l-mudãkara ('Libro de las
conversaciones y de las evocaciones'). Fue autor también de una obra de carácter
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filosófico, la Maqãlat al-hadiqa fi ma'na l-mayãz wa-l-haqiqa ('Tratado del Jardín sobre el
sentido metafórico y el propio'), escrita en árabe y luego traducida al hebreo, en la que se
han identificado citas literales del original árabe del Fons vitae de Ibn Gabirol... Expone
ideas neoplatónicas y en la obra ya cita expresamente a al-Farabi, con referencias
explícitas a algunas de sus obras: 'Al-Farabi explica en su libro al-Sira al-fãdila que la
incapacidad de los intelectos para aprehender la Esencia primera no se debe a una
deficiencia por su parte en el orden de la realidad, puesto que de Ella deriva una
perfección consumada, sino a la insuficiencia de nuestros intelectos, revestidos de
materia y sujetos a la privación'.
Los judíos según Sa'id al-Andalusi
El polígrafo hispanomusulmán Sa'id al-Andalusi en su obra principal escrita en la
segunda mitad del siglo XI, nos ofrece uno de los principales testimonios directos de
cómo los musulmanes calificaban a los judíos: 'La octava nación [que se interesó por la
ciencia] es la de los israelitas (Banu Isrã'il)... Sus rabinos conocían la historia de los
profetas y los orígenes del hombre mejor que nadie. Es de ellos que adquirieron su saber
musulmanes como 'Abd Allah b. 'Abbas, Ka'b al-Ahbar y Wahb b. Munabbih... Entre
nosotros en al-Ándalus hubo un grupo que se interesó por el arte de la medicina, entre
ellos Hasday b. Ishaq, que al servicio de al-Hakam [II] b. 'Abd ar-Rahman an-Nãsir li-Din
Allah, se ocupó con celo del arte de la medicina, siendo eminente en el conocimiento de
la ley judía... Entre ellos [también] se halla Ishaq b. Qustar, que estuvo al servicio de alMuwaffaq Muyahid al-'Amiri y de su hijo Iqbãl ad-Dawla 'Ali. Era entendido en los
fundamentos de la medicina, [estaba] familiarizado con la ciencia de la lógica y había
estudiado las opiniones de los filósofos. Era [hombre] de loable proceder y de excelente
moralidad. Lo frecuenté mucho y no he visto un judío como él en lo concerniente a su
ecuanimidad, su sinceridad y sus acabadas cualidades (muru'a)... Entre los sabios judíos
hubo algunos que se interesaron por ciertas ramas de la filosofía. Sulayman b. Yahyà,
conocido como Ibn Yibir, habitante de la ciudad de Zaragoza. era un apasionado del arte
de la lógica, poseía una fina inteligencia y un excelente juicio. se le presentó la muerte y
murió cuando apenas había sobrepasado la treintena, en el año 450 [/1058]. En nuestro
tiempo. entre sus jóvenes [estudiosos] se hallan Abu al-Fadl Hasday b. Hasday b. Yusuf
b. Hasday, habitante de la ciudad de Zaragoza, que pertenece a una familia (bayt) noble
de judíos [asentados] en al-Ándalus, descendientes del profeta Moisés -sobre él sea la
paz-... Posee magistralmente la lengua árabe y ha logrado una parte considerable de las
artes de la poesía y de la retórica. Destaca en la ciencia de los números, en geometría y en
astronomía... Si se alarga el plazo [de su vida] y su empeño se mantiene, se elevará sobre
la filosofía y comprenderá las [diversas] ramas de la sabiduría. Él es todavía un joven que
no ha alcanzado la madurez, pero Dios Altísimo concede su gracia a quien quiere. Él es
omnipotente. Éstos son los hebreos célebres entre nosotros que han adquirido
notoriedad en la ciencia filosófica. En cuanto a los sabios judíos versados en la ley
mosaica son demasiado numerosos para ser contados [tanto] en el oriente de la tierra
como en el occidente de ella'.
Ben Sahl de Sevilla
El sevillano Abu Ishaq Ibrahim Ben Sahl al-Ishbili al-Israili, nacido entre 1212 y 1213, de
origen judío, fue un notable poeta que se destacó en el estudio de las ciencias coránicas, y
llegó a ser secretario del gobernador de Ceuta Abi Alí Ibn Jalás. José María Ridao nos
introduce en el mundo de Ben Sahl con su pluma desprovista de complejos: 'Ben Sahl es
sin duda uno de los poetas andalusíes aún hoy más populares no sólo en los territorios
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norteafricanos -donde fueron a parar muchos emigrantes musulmanes de la penínsulasino en la totalidad del mundo árabe. En Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y Egipto se
siguen cantando los zéjeles del poeta sevillano, transmitidos de generación en generación
en una corriente migratoria cuya última oleada tendría lugar en 1609, cuando llegaron a
Túnez contingentes moriscos expulsados de la España imperial... Ben Sahl murió antes
de cumplir los cuarenta años, cuando se dirigía a la corte del hafsí Abú Ad Allah alMustansir, acompañando al hijo del gobernador de Ceuta, portador de un mensaje para el
monarca tunecino. El barco que en 1251 se hundía frente a las costas de Túnez,
arrastrando consigo a uno de los mejores poetas de al-Andalus, abría las puertas al
misterio de si su conversión fue o no auténtica'.
Ben Sahl fue un poeta amoroso que no descartó la épica como los demuestran estas
sentidas estrofas:
'Dejad los aduares por la morada eterna
y navegad por el mar agitado hacia el verde paraíso.
Dejad las turbias aguadas, en el viaje nocturno,
y abrevad en las límpidas aguas de las albercas,
exponeos a los peligros del mar salobre
por cuya causa llegaréis al río Kawzar.
Soportad el ardor del mediodía
y tendréis una sombra en la otra vida.
Árabes que habéis heredado el honor
a través de antepasados ilustres,
Dios compra vuestras almas, vendédselas
gozaréis la recompensa del Comprador...
La religión se queja de sed y vosotros
sois sombra y agua como una primavera lluviosa.
La oscuridad se cierne sobre la península...
Por causa de este odioso acontecimiento
no le queda al Islam más que un poco de tierra,
ahora nuestra patria...
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¡Cuántas veces han abolido
las leyes consuetudinarias del Profeta
y robado la joya de la confesión de un único Dios
de la cima de los almimbares!...'
La Toledo de las tres culturas
Cristianos, judíos y musulmanes convivieron en Toledo en los siglos XIII y XIV,
llegando a configurar un espacio cultural sin parangón. 'La Toledo medieval era una
ciudad pujante y muy poblada -unos treinta mil habitantes-, donde convivían tres formas
de organización social, religiosa y económica muy dispares: la hebrea, la musulmana y la
cristiana... Alfonso VII, primero, y Fernando III, después, intuyeron la capital
importancia de una convivencia pacífica y, salvo ocasiones -como el enfrentamiento, en
1226, entre musulmanes y cristianos a causa de la construcción de la gran catedral gótica
sobre la antigua mezquita-, las tres culturas fueron desarrollándose paralelamente en un
régimen de armonía e igualdad de privilegios. Muy significativo resulta, en este sentido, el
hecho de que Fernando III ordenara escribir su epitafio en lengua árabe, hebrea y
castellana. Alfonso X siguió , a la muerte de su padre, la misma política. Es más, la
potenció mediante el aglutinante que significó la obra de la Escuela de Traductores que,
si bien existía desde 1124, conoció precisamente durante su reinado sus años de máximo
esplendor... Por la escuela de Traductores de Toledo llegarían a pasar los más ilustres
intelectuales árabes, judíos y cristianos del momento. Nombres como Gundisalvo, Juan
de Sevilla, Álvaro de Oviedo, Marcos de Toledo o Pedro Gallego, trabajaron con el
italiano Gerardo de Cremona, el escocés Scott, o el inglés Alejandro de Bath. Allí sería
traducido el corpus aristotélico entero, así como tratados de Euclides, Tolomeo,
Arquímedes, Hipócrates o Galeno, además de obras de autores como Isaac Israelí,
Alfarabí, Algacel, Averroes y Avicena. Así mismo, se contribuiría a establecer las normas
del habla castellana como lengua literaria'.
Diversos factores, desde extravíos y accidentes hasta la destrucción sistemática de los
inquisidores, hicieron desaparecer para siempre numerosas joyas de la ciencia, la literatura
y la filosofía de la España árabe. Pero gracias a las traducciones al hebreo y al latín,
algunas obras de científicos y pensadores musulmanes andalusíes como Abulcasis (9361013), Azarquiel (1029-1087) y Averroes (1126-1198) pudieron llegar hasta nosotros.
Las traducciones hebreas juegan un papel muy importante para la conservación del texto
de la obra de Averroes. Pese a que necesitan algunas correcciones, son bastante fieles y
suplen con eficacia el texto árabe. La traducción más antigua de autor conocido es la de
Calo Calonymos ben David ben Todros, escritor judío francés del siglo XIV.
La Murcia de al-Riquti
El historiador Ibn al-Jatib habla de la fundación en Murcia de una madrasa en que un
maestro de máximo prestigio por su saber enciclopédico, Muhammad Ibn Ahmad Ibn
Abu Bakr al-Riquti (el famoso Ricoti) enseñaba indistintamente a musulmanes, judíos y
cristianos.
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La misma fe, el mismo pensamiento
¿Fue acaso simple casualidad o una mera maquinación pragmatista el hecho de que un
califa corbobés como Abderrahmán III tuviese en la figura del judío Hasday Ibn Shaprut
a su mejor ministro y médico, y que otros judíos como Samuel Ibn Nagralla Ha-Nagid
(993-1055) y su hijo José (m. en 1066) se convirtieran en los visires más poderosos de la
taifa de los Ziríes de Granada? ¿Fue también pura coincidencia o resultado del azar el
hecho de que viajeros judíos como Benjamín de Tudela o Jacobo de Ancona recorrieran
casi todo el mundo musulmán durante los siglos XII y XIII sin salvoconductos y sin
ningún tipo de trabas o cuestionamientos?
Los ejemplos, en realidad, abruman por su número y hablan a las claras de que judíos y
musulmanes eran parte activa e integrada de una sociedad pluralista y mestiza basada en
la creencia de que unos y otros eran hijos de Abraham, padre de Israel e Ismael, de
quienes descienden hebreos y árabes.
Esto permite entender y explicar el mecenazgo de la taifa de Zaragoza, corte musulmana
que alentó a poetas como Salomón Ibn Gabirol y moralistas como Bahya Ibn Paquda en
el siglo XI. Y aunque todas no fueron flores, y los almohades forzaron a Maimónides a
emigrar a Marruecos, también persiguieron al juez de jueces y médico-filósofo musulmán
Averroes (1126-1198), a quien quemaron sus libros y confinaron en una ciudad judía,
Lucena.
Maimónides fue un sabio judío arabófono, que se convirtió en médico personal y
protegido del último califa fatimí al-'Adid (m.1171) y del sultán Saladino (m. 1193), que
reconquistó Jerusalén para el Islam en 1187; es conocida la influencia que tuvo el
Rambam de filósofos musulmanes como al-Farabi, Avicena, al-Gazali, Avempace y su
propio compatriota Averroes. Incluso las influencias del Sufismo sobre la Cábala son
notorias: 'El 'pietismo' musulmán marcó, pues, con su sello, la mística, la espiritualidad y
la ética del judaísmo en Tierra del Islam, dispuesto a recibir su impronta'. No es ninguna
casualidad que Moisés de León (1240-1290), que residió una buena parte de su vida en
Guadalajara (del ár. Wãdi al-hiyãra: Río de las piedras), publicara el Séfer ha-zohar (Libro
del Esplendor), obra considerada por los cabalistas como el auténtico libro sagrado de la
Cábala.
Una reiteración y una reconfirmación: 'La invasión árabe en el año 711 y el
establecimiento de al-Ándalus fue una liberación para los judíos... Durante la época del
Califato de Córdoba y los Reinos de Taifas, en los siglos X y XI, la cultura judía alcanzó
sus cotas de máximo esplendor'.
'Los árabes toleraban a los judíos como 'gentes del Libro', es decir, de la Biblia, y al
servicio de los nuevos señores se convirtieron en eficaces auxiliares para el comercio y la
administración. La época más gloriosa del judaísmo en tierras europeas de todos los
tiempos comienza con el reinado de Abderramán III (912-961) y se prolongó hasta el
siglo XII'.
Pero la interacción judeomusulmana no se redujo a al-Ándalus sino que se extendió a
todo el mundo islámico de entonces. Citemos los casos de de Saadya Gaón (882-942),
sabio judío nacido en Egipto radicado en Bagdad, 'el más ilustre y respetado de todos,
tanto en el Oriente como en el Occidente musulmán', y su contemporáneo al-Israili (855955), el célebre oculista y filósofo judío nacido en Egipto que ejerció en la ciudad de
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Qairuán (Túnez). En el Oriente, Rashid al-Din (1247-1318), nacido en el seno de una
familia de médicos judíos de Hamadán (Irán), fue ministro de los iljanes mongoles que
reinaron en Irán durante la segunda mitad del siglo XIII y médico personal de uno de
ellos, Ulyaitú Jodabandah, que gobernó entre 1304 y 1316. También promovió la
construcción de hospitales e importantes edificios en Tabriz y Sultaniyya. Pero Rashid alDin sobresalió sobre todo por su labor de historiador. Siguiendo las instrucciones de
Mahmud Gazán (g. 1295-1304), el primer jan mongol que adoptó el Islam, escribió una
monumental Yami at-tawarij (Historia universal). Su crónica parte desde Adán, aborda la
historia de los profetas monoteístas -Abraham, Moisés, Jesús y Muhammad-, de los reyes
persas y de las dinastías musulmanas -con sus correspondientes genealogías-, hasta la
destrucción de Bagdad por los mongoles en 1258.
Dice con autoridad Claude Cahen: 'Las funciones propiamente religiosas y militares
estaban prohibidas a los no-musulmanes, y, por supuesto, el ejercicio del poder político,
pero no lo estaban las funciones administrativas que en Siria y en Egipto eran
desempeñadas en su casi totalidad por cristianos y judíos, y también en Iraq, aunque más
parcialmente; aunque en número creciente, los Kuttãb [secretarios] musulmanes sólo se
encuentran desempeñando todos los puestos, en ocasiones excepcionales; bajo algunas
reservas veremos incluso visires judíos o cristianos. En cuanto a la vida cotidiana, es
cierto que las gentes de una misma confesión tenían tendencia a agruparse y había oficios
en que una u otra estaban especialmente representadas; sin embargo, no hubo,
repitámoslo, ni monopolio ni ghetto. Debemos subrayar todo esto porque, al final de la
Edad Media y al igual que en Europa, se producirá una degradación y porque
acontecimientos más recientes han hecho que se acusase al Islam de una intolerancia
congénita de la que la Europa cristiana se vería libre: debemos protestar contra estos
falseamientos de la verdad, inocentes o no'.
Asimismo, durante las dinastías de los mamelucos en Egipto y Siria (1250-1517), los
judíos gozaron de un período de tranquilidad y bienestar que les permitió desarrollar un
fructífero comercio que se extendió a los más remotos rincones del Océano Índico. Su
preponderancia y dignidad están descriptas por el historiador al-Qalqashandi (56) y
analizadas en un trabajo del especialista Bosworth.
Saladino y el comerciante judío
La obra de un ignoto compilador, probablemente florentino, de los últimos treinta años
del siglo XIII, encierra un grupo distinto de cuentos provenientes de la corte de Federico
II de Sicilia (1194-1250), el emperador alemán que, al igual que sus antecesores
normandos reinantes en la isla, mantuvo una dinámica interacción con sabios y artistas
judíos y musulmanes. El Novellino tiene un bello ejemplo de cómo se toleraban
musulmanes y judíos y cómo aprendían unos de otros. El Novellino abunda en historias
sobre Salahuddín al-Ayubí (1138-1193), más conocido como Saladino, el sultán de la
tercera cruzada, 'muy noble señor, valiente y liberal'. Uno de los relatos trata de las tres
religiones Saladino, necesitando dinero para continuar la lucha contra los invasores
cruzados, llamó a un rico judío para confiscarle parte de su fortuna y destinarla para ese
emprendimiento. Pero, el indulgente soberano musulmán quiso concederle una
alternativa al comerciante y le propuso un acertijo. Le preguntó cuál era la mejor fe; si el
judío contestaba: la judía, era menospreciar la fe del sultán; si decía: la musulmana, era
una apostasía; en uno y otro sentido, un pretexto de confiscación.
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Pero el judío tenía reservado una historia edificante: 'Excelencia, había un padre que tenía
tres hijos y un anillo adornado con una piedra preciosa, la mejor del mundo. Los tres
hijos rogaban al padre que les dejara la sortija al morir, y el padre para contentar a todos,
llamó a un buen orfebre y le dijo: 'Señor, hacedme dos anillos semejantes a éste y
colocadle a cada uno una piedra parecida a ésta'. El maestro hizo los anillos tan parecidos
que nadie fuera del padre, podía distinguir el verdadero. Llamó aparte a cada uno de sus
hijos, y le dijo el secreto a cada uno, y, cada uno, creyó recibir el verdadero anillo, que
sólo el padre conocía bien. Es la historia de las tres religiones, excelencia. El Padre que
las ha dado sabe cuál es la mejor, y cada uno de sus hijos, es decir nosotros, creemos que
tenemos la buena'. El sultán quedó maravillado, y dejó que el judío se marchara sin
pedirle nada.
Los orígenes del antisemitismo
Judíos y musulmanes pagarían un alto precio por esta afinidad. La tesis de los profesores
Allan Harris Cutler y Helen Elmquist Cutler de la Universidad de Miami, desarrollada en
su obra erudita, demuestra fehacientemente que la unidad política, económica, cultural y
religiosa de los judíos y musulmanes en al-Ándalus (711-1492), durante las Cruzadas
(1099-1291) y a lo largo de la historia del Imperio otomano (1299-1909), hizo nacer las
fobias antisemitas entre los europeos. 'El judío como aliado del musulmán' era algo
inconcebible para la paranoia que asolaba la Europa altomedieval. Los cruzados veían a
los judíos muy parecidos a los musulmanes en costumbres y creencias: el culto a un solo
Dios en lugares desprovistos de símbolos e imágenes, la práctica de la circuncisión, la no
ingestión de carne de cerdo, su preocupación por la higiene, etc. Las matanzas de judíos
por los cruzados en Worms, Mainz y Colonia durante 1096 constituyeron los primeros
antecedentes de una enfermedad incurable aparecida en Europa: el antisemitismo.
No es ninguna casualidad que esos mismos cruzados franconormandos produjeran un
verdadero holocausto, un Hiroshima del siglo XI en Jerusalén, cuando asesinaron a por
lo menos cincuenta mil musulmanes y dos mil judíos entre el 15 y el 22 de julio de 1099
(aunque las cifras pueden haber superado los setenta mil muertos).
Los historiadores musulmanes al-Qalanisi (1070-1160) e Ibn al-Atir (1160-1233) afirman
categóricamente: 'A la población de la Ciudad Santa la pasaron a cuchillo, y los frany
(francos) estuvieron matando musulmanes durante una semana. En la mezquita al-Aqsa
mataron a más de setenta mil personas... Mataron mucha gente. A los judíos los
reunieron en su sinagoga y allí los quemaron vivos los frany. Destruyeron también los
monumentos de los santos y la tumba de Abraham -¡la paz sea con él!'.
Robert Payne añade que 'La carnicería de Jerusalén se llevó a cabo de forma deliberada;
era el resultado de una política de antemano. Jerusalén debía convertirse en una ciudad
cristiana. Los judíos también debían ser aniquilados. Todos los miembros de esta
comunidad habían acudido a la sinagoga principal, en donde esperaban encontrar refugio
y protección.. Los cruzados, ávidos de soluciones fáciles, quemaron la sinagoga con los
judíos dentro'.
El prestigioso medievalista Steven Runciman enjuicia severamente la acción de los
cruzados: 'Los judíos de Jerusalén huyeron en masa a su sinagoga principal. Pero se
consideraba que habían prestado ayuda a los musulmanes y no hubo ninguna indulgencia
para con ellos. El edificio fue incendiado y todos murieron quemados dentro de él. La
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matanza de Jerusalén causó profunda impresión en todo el mundo. Nadie puede decir
cuántas víctimas hubo; pero Jerusalén quedó vacía de habitantes musulmanes y judíos'.
Karen Armstrong da un cuadro aún más patético y apocalíptico: 'Limpiaron a los
musulmanes y los judíos de la Ciudad Santa como alimañas. Prácticamente no quedó ni
uno vivo... Jerusalén estaba prácticamente desolada. Hasta hacía poco habían vivido en
ella más de 100.000 personas, pero tras la conquista de los cruzados la ciudad, vacía y
fantasmal albergaba sólo a unos pocos centenares'.
De Granada a Estambul
La historiografía, además de explicar cómo con el auge de Islam mejora notablemente la
condición material y espiritual de los judíos de todas partes, también indica cómo
empeora la misma en la medida que esa hegemonía declina. Un hecho puntual lo explica
mejor: cuando cae Granada en 1492, el último baluarte musulmán en España, los judíos
son expulsados inmediatamente del reino de los reyes católicos y sus propiedades son
confiscadas. Muchos de ellos encontrarán seguro refugio una vez más entre los
musulmanes, esta vez otomanos.
Desde entonces, médicos judíos aportarán conocimiento y experiencias a la Sublime
Puerta, como es el caso de Manuel Brudo, llamado a veces Brudus Lusitanus (Brudo el
Lusitano), un criptojudío portugués que escapó de Portugal en 1530 y que al llegar a
Estambul pudo practicar el judaísmo con entera libertad. Moshé Hamón y Musa Yalinus
al-Israili (Moisés, el Galeno judío) fueron dos eminentes médicos judíos que se
destacaron en la época del sultán Soleimán el Magnífico.
En el siglo XVI numerosos judíos, bajo la protección otomana, llegaron a Jerusalén. 'En
1535 David dei Rossi, un judío italiano, observó que los judíos ocupaban puestos incluso
en el gobierno, algo que resultaría inconcebible en Europa: 'Aquí no estamos en el exilio,
como en nuestro país. Aquí... los guardianes de las aduanas y los peajes son judíos. No
hay impuestos especiales para los judíos'. Los tribunales protegían a los judíos y
aceptaban su testimonio; las autoridades otomanas alentaban y, al mismo tiempo,
protegían la autonomía de la comunidad judía'.
Yosef Nasí (1520-1579), un judío portugués bautizado a la fuerza como João Miguez, se
instaló en Estambul a partir de 1554 donde pudo practicar libremente su creencia. Sus
dotes de financista y estadista le permitieron ganar el favor del sultán Solimán el
Magnífico. En 1566, su hijo y sucesor, Selim II le otorgó el título de Duque de Naxos
por sus por sus importantes servicios al Imperio Otomano. En 1571, Yosef Nasí
promovió el ataque otomano contra las posesiones venecianas en la isla de Chipre. 'Con
Pablo IV, los judíos de Ancona, importante puerto cuyo activo comercio estaba
mayoritariamente controlado por cristianos nuevos portugueses y otros expulsados de
Nápoles, vieron abolidos sus antiguos privilegios siendo cruelmente perseguidos; la
intervención del sultán Soleimán II, a instancias de Yosef Nasí, exigiendo del papa la
liberación de aquellos que eran súbditos turcos, salvó a algunos de la hoguera.
Finalmente en 1569 Pío V expulsó a los judíos de los Estados Pontificios italianos,
permitiéndoseles la residencia solamente en Roma y Ancona. Los expulsados buscaron
refugio en Ferrara, Mantua, Milán y Toscana, y un buen número emigró al Imperio
otomano'.
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El derrumbe lento y progresivo de la administración de los otomanos traería aparejado
un cúmulo de desgracias para los judíos: 'Lamentablemente, con la decadencia económica
y política del imperio a partir del siglo XVII, la libertad y la prosperidad de los judíos
(como las de otras colectividades) se redujeron'.
El escritor y sociólogo libanés de origen cristiano Amin Maalouf nos plantea algunos
interrogantes que debemos tener en cuenta a la hora de hacer el balance final sobre la
historia de las relaciones de las tres culturas: 'Si mis antepasados hubieran sido
musulmanes en un país conquistado por las armas cristianas, en vez de cristianos en un
país conquistado por las armas musulmanas, creo que no habrían podido vivir catorce
siglos seguidos en sus pueblos y ciudades conservando su fe. ¿Qué fue de los
musulmanes de España? ¿Y de los de Sicilia? Desaparecidos, desde el primero hasta el
último, eliminados, forzados al exilio o bautizados contra su voluntad. Hay en la historia
del Islam, desde sus primeros tiempos, una notable capacidad de coexistir con el otro. A
finales del siglo pasado, Estambul, la capital de la primera potencia musulmana,
aglutinaba en su población una mayoría de no musulmanes, sobre todo griegos, armenios
y judíos. ¿Podemos imaginarnos que en esa misma época más de la mitad de los
habitantes de París, Londres, Viena o Berlín no fueran cristianos, que fueran musulmanes
o judíos?'.
La cooperación interconfesional
Una vez más Claude Cahen aporta detalles reveladores de la profunda interacción de las
tres religiones monoteístas durante la Edad de Oro del Islam: 'Otra característica es la
interconfesionalidad del comercio. Es posible encontrar participando en él a
musulmanes, cristianos, judíos, zoroastrianos, budistas en Asia Central y maniqueos
mientras los hubo. Y no sólo que haya habido mercaderes de todas esas religiones, sino
que no estaban separados, que viajaban juntos y hacían operaciones en común.
Una historia, verdadera o falsa pero sintomática, muestra, por ejemplo, a mercaderes
musulmanes en agitación tratando de ayudar a un mercader judío injustamente tratado...
Se ha dedicado mucha atención, en base a un capítulo del funcionario y geógrafo de raíz
persa Ibn Jordãdbeh (a mediados del siglo IX), a un grupo de mercaderes judíos con cuya
historia mezcla la de mercaderes 'rusos' (es decir, normandos) que venían de Bagdad, y a
los que denomina, con un apelativo que ha dado origen a muchas hipótesis fantásticas
pero que significa simplemente en persa 'viandantes', rahdãniya. Según aquél, estos judíos
que partían de la Europa occidental cristiana o musulmana atravesaban el mundo
musulmán siguiendo cuatro itinerarios, a elección, que los conducía hasta China; eran
capaces de hacerse entender, al menos como asociación, en todas las lenguas necesarias
en su recorrido'.
Hermanos de leche
Está ampliamente probado que, entre fines del siglo VIII y principios del siglo XX, los
musulmanes y judíos que vivían en Palestina tuvieron excelentes y fructíferas relaciones:
'Desde tiempo inmemorial existía en Jerusalén una costumbre emocionante. Los niños
judíos y musulmanes nacidos en el mismo barrio y en la misma semana eran tratados por
sus familias como hermanos de leche: el niño judío era amantado por la madre
musulmana y el niño musulmán por la madre judía. Esta costumbre establecía relaciones
íntimas y duraderas entre las dos familias y las dos poblaciones'.
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Hace 14 siglos, el Profeta del Islam, Muhammad, proclamó que 'Todos los hombres y
mujeres son iguales como los dientes del peine del tejedor, no hay superioridad del
blanco sobre el negro ni del árabe sobre el no árabe'. Consecuente con este pensamiento,
al-Zubaidi (m. 989), preceptor del califa cordobés al-Hákam II al-Mustansir y amigo del
sabio Hasdai Ibn Shaprut, afirmaría que: 'Todas las tierras, en su diversidad, son una. Y
los hombres todos son vecinos y hermanos'.
Judíos y musulmanes debemos reconstruir juntos el espíritu de al-Ándalus, de Sefarad,
aquí, allá y en todas partes. Para nosotros, judíos y musulmanes, que somos B'nai
Abraham Avinu (Hijos de Nuestro Padre Abraham), y que proclamamos la Unicidad de
Dios, en árabe La Ilaha Illal-Lah (No hay Dios sino Dios) y en hebreo Adonai Elohenu
Adonai Ejad (el Señor, nuestro Dios, el Señor es Uno), ésta es nuestra misión y nuestro
único reaseguro para alcanzar una paz real, justa, fraternal y duradera: Salam, Shalom.
* Ricardo Elía es codirector del Inst. Arg. de Cultura Islámica, Prof. del Ctro. Islámico de
la Rep. Argentina, Prof. del Ctro. de Est. Arabes de la Univ. de Chile, de la Muhyiddin
Ibn 'Arabi Society de Oxford (Ing.) y de la Univ. Fatih de Estambul.
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