Medicina Ciencia y Humanismo

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Medicina Ciencia y Humanismo
Federico Ortiz Quesada
Facultad de Medicina
Universidad Lasalle
Mayo 17, 2001
Vivimos una época de crisis debida a las dificultades económicas y
al cambio acelerado de nuestras circunstancias. La principal razón
de todos estos cambios se encuentra en el cambio científico y
tecnológico. Así, para el físico Terence McKenna la aceleración del
conocimiento es como una espiral que en cada giro eleva su
velocidad 64 veces.1 Esto lo vemos confirmado en la computación
electrónica cuyo poder se duplica cada 18 meses, lo que Gordon
Moore ha formulado ya como una regla.2 No escapa a nuestra
observación que esta aceleración llegará un día a su límite; a un
punto cero, o línea asíntota vertical, en el que debido a su
frecuencia los cambios cuantitativos perderán su importancia y se
darán entonces transformaciones cualitativas.
Para ejemplificar el incremento del cambio material que ha tenido la
humanidad citaré unos datos: hace 500 mil años que se descubrió el
fuego; 15 mil que el hombre inició la creación de mitos; 10 mil que
comenzamos a vivir en ciudades, y apenas mil que la moneda
sustituyó al trueque. Hace seis mil años, en Oriente, el medio de
transporte era el camello y su velocidad de 12 kilómetros por hora;
hoy día los aviones alcanzan velocidades de 6 mil kilómetros y los
espaciales de 35 mil. En el siglo XX la comunicación aumentó en
más de 10 millones de veces.3
Hace 25 años había 50 mil
1
computadoras en todo el mundo; hoy, más de 140 millones. Este
instrumento ha tenido un crecimiento vertiginoso. De 1950 a la
fecha, el poder de la computadora ha crecido por un factor de 10
mil millones de veces.
Hace 50 años se efectuaban 138
comunicaciones simultáneas por un teléfono trasatlántico; hoy, se
dan un millón 500 mil conversaciones diarias, por un solo cable de
fibra óptica. El intercambio comercial por banca electrónica en el
mundo alcanza los 1.3 trillones de dólares cada 24 horas.4
Este mismo progreso se da en la medicina que se ha convertido en
puerta de salida de todas las disciplinas científico técnicas. No ha
habido especialidad médica o quirúrgica sin este incremento, que
bien puede catalogarse como exponencial. Son tantas y tan rápidas
las innovaciones que la mitad del conocimiento en medicina se
desecha por obsoleto en un lapso no mayor de cinco años.
Indiscutiblemente, estamos presenciando grandes avances en todos
los terrenos de la medicina y la salud pública. El promedio de
esperanza de vida al nacer casi se ha triplicado; el dolor que
acompaña a numerosos padecimientos ha sido dominado; la calidad
de vida de muchas personas, sanas o enfermas, se ha mejorado
sustancialmente; patologías que hasta hace poco eran mortales ya
no lo son. El cuerpo humano se conoce casi a plenitud y la ciencia
médica piensa cómo mejorarlo. El médico constató la afirmación del
novelista francés André Gide: “La realidad del mañana está hecha
de las utopías de ayer y de hoy.”
2
Deslumbrado por tantos logros, hechizado por la ciencia y la
tecnología, el médico del siglo XX llegó a pensar en la derrota
histórica de la enfermedad. Sobre estos sucesos, escribí en Diario de
un
médico,
desde
la
teoría
unificada
de
Einstein
a
los
descubrimientos del proyecto genoma humano.
Al empezar el siglo XXI, enfrentamos dos tendencias importantes en
el pensamiento médico: el mecanicismo y la biología molecular. El
primero antecede a las concepciones mecánicas que culminan en la
robótica; la segunda es la base científica del modelo biomédico. El
mecanicismo, que describo en Descartes y la medicina, acompañó a
la Revolución Científica del siglo XVI, cimentó las ideas rectoras de
la práctica médica, y evolucionó hacia la construcción de máquinas
cada vez más precisas, como el Robot. Ahora, a consecuencia de la
cibernética, la computación electrónica, la tecnología informativa, la
telemedicina y otras invenciones, la robótica sirve de modelo y se
utiliza en muchas técnicas quirúrgicas y de asistencia al enfermo.
Se han construido robots orientados a la biología, que sintetizan
mecanismos neurofisiológicos y biomecánicos; sistemas que le
permiten al hombre sentir y manipular una computadora; robots
quirúrgicos que efectúan cirugía minimamente invasiva en próstata,
cadera, corazón, cerebro, abdomen, vasos arteriales, ojo, etc.
Además, ya están en uso consolas tridimensionales para telecirugía
y teletacto; simuladores para cirugía virtual con propósitos
educativos; manipuladores endoscópicos para operar a distancia.
3
La biología molecular que proviene de la física, ofreció el modelo
biomédico; esto permitió el conocimiento de la estructura genética,
un adecuado discernimiento de la estructura molecular de los virus y
las bacterias, entender la génesis de las enfermedades y la forma
en que actúan los tóxicos en el organismo y, además, explicar la
fisiología normal y patológica del cuerpo. Brindó una explicación de
los fenómenos médicos tan satisfactoria que se constituyó en la
base científica de nuestra disciplina. No hay proceso patológico o
función del cuerpo al margen de una explicación en el terreno de la
biología molecular: alteraciones metabólicas o neurofisiológicas, la
formación de cálculos urinarios o la manifestación del síndrome
urémico. La biología molecular se convierte así en la disciplina
científica básica de la medicina, y da origen a la mentalidad
biomédica, según la cual la enfermedad es una desviación de la
norma biológica, mensurable y normal, en el nivel molecular. A este
proceso del pensamiento me refiero en el libro Modelos médicos.
La ciencia y la tecnología han avanzado debido fundamentalmente a
la articulación de las diferentes disciplinas. Para Baruch Spinoza “el
orden y el encadenamiento de las ideas es el mismo que el orden y
encadenamiento de las cosas.” Más explícito, Jules Michelet decía,
en el siglo XIX: “Pobre del que pretenda aislar una parte del
conocimiento del resto del saber...la ciencia es una: las lenguas, la
historia y la literatura, la física, las matemáticas y la filosofía, las
materias más alejadas en apariencia unas de otras, se encuentran
en realidad relacionadas o, mejor dicho, forman todas ellas un solo
sistema.”5 En la actualidad, los físicos teóricos modernos –la parte
4
dura de las ciencias- comprueban paso a paso, que cada cosa en el
universo depende del todo de una manera fundamental. Es
imposible continuar o llegar a una solución investigando partes
aisladas de un problema.6
La medicina se ha transformado de raíz gracias
tecnologías.
Una
de
éstas,
la
computación
a las nuevas
electrónica,
ha
modificado nuestra visión y relación con el mundo a tal grado que
ya incluso la cotidianidad de nuestro hogar no se concibe sin ella. La
práctica médica se basa en la memorización. De una u otra manera,
el médico moderno maneja en promedio un millón de datos, tarea
para la cual la computadora resulta un instrumento valiosísimo.7
Las
telecomunicaciones
experiencias, la consulta a
han
facilitado
el
intercambio
de
pacientes a distancia, la obtención
instantánea de datos seleccionados y procesados de antemano en
diversos programas, y en consecuencia vemos cómo las relaciones
entre el médico y el paciente se modifican constantemente.
La
sinergia de los adelantos que van de la física cuántica a la biología
molecular, de las computadoras a las telecomunicaciones, de la
cibernética a la robótica nos da un nuevo modelo que se sustenta
en la revolución científica y tecnológica del siglo XX. Como decía
Francis Bacon, “para dominar la naturaleza es necesario conocerla
primero”, y del siglo XVI al XX algunos fenómenos de la naturaleza
tuvieron que ser develados para enseguida formular sus leyes.
5
Resulta lógico que esta acumulación de conocimiento provoque
admiración y asombro, no así que nos torne soberbios provocando
idolatría y sometimiento a las nuevas tecnologías. El héroe sigue
siendo
el hombre. Al respecto un físico matemático, George
Blandino, calculó que el tránsito de una materia inanimada a la
viviente se haya dado evolutivamente, la probabilidad era de
aproximadamente una en 10308759 Si tuviéramos que escribir esta
cifra necesitaríamos más ceros que los que pudieran caber en un
libro de 500 páginas. Y esta cifra sería aún más grande si
inquiriéramos por la probabilidad estadística de que una mente
como la de Aristóteles, por ejemplo, haya surgido por azar.8 La
mayoría de las veces, “este juego de adivinanzas cósmico trata de
probar que una probabilidad tan remota es casi un imposible...”9
¿Cómo explicarían todo esto los materialistas a ultranza que ven la
existencia humana como un problema y que, por lo tanto hay que
resolverlo, en vez de una vida que guarda un sentido más allá de las
cosas? Afortunadamente, la vida sigue siendo un misterio. Tal vez
haya tenido razón el poeta Alfred Tennyson cuando afirmaba que
“si pudiéramos comprender a una sola flor sabríamos quiénes somos
y qué es el mundo”. “Tal vez quiso decir –acota Jorge Luis Borgesque no hay hecho por humilde que sea, que no implique la historia
universal y su infinita concatenación de efectos y causas... que el
mundo visible se da entero en cada representación, de igual manera
que la voluntad, según Schopenhauer, se da entera en cada sujeto.”
Pero esta realidad, esta cualidad que nos trasciende pasa
6
inadvertida para quienes se dedican únicamente a desmenuzar la
materia.
Una forma materialista de pensar se hizo de la rectoría de la
práctica médica a partir del siglo XVI. La Revolución científica y su
heredera directa, la industrial, trajeron consigo concepciones
mecanicistas. El hombre empezó a ser visto como una máquina y la
enfermedad como su descompostura. Toda consideración humana
fue desechada del raciocinio médico. En ese momento surge el
paradigma médico hegemónico occidental que todavía domina
nuestra práctica. En el siglo XIX, este paradigma fue definido por
Hermann Lotze y Jacob Henle como “un proceso mecánico de
materia y energía, cognoscible sólo a favor de los métodos de la
ciencia natural y no esencialmente distinto de los movimientos que
constituyen la vida fisiológica normal del ser humano.”10 En la
segunda mitad del siglo XX, el American Journal of Psycotherapy
postuló que somos “nada más que mecanismos de defensa y formas
de reacción.” En el libro The Modes and Morals of Psychotherapy se
lee: “El hombre no es más que un mecanismo bioquímico, movido
por
un
sistema
de
combustión
que
da
energía
a
una
computadora.”11 Ante tales aseveraciones, hechas por médicos,
Víctor Frankl exclamó: “Entonces, ¿qué sentido tiene la vida?” Ivan
Turgenev construye el concepto de nihilismo y no en balde lo pone
en boca de un médico Basarov, protagonista de la novela Padres e
hijos.
7
Pero, la ciencia no es la causante de tal reduccionismo materialista
sino algunos científicos que sólo quieren saber de ciencia. Y como
dijo Letamendi, “el que sólo sabe medicina ni medicina sabe”. Hoy
creo que todos estamos de acuerdo en que el hombre no es una
máquina ni la enfermedad una simple descompostura; también, en
que la medicina no es una ciencia sino que, como lo aclara Edmund
Pellegrino: “...es la más científica de las artes, la más artística de las
humanidades, la más humanista de las ciencias.” Lo que le confiere
un status epistemológico propio y diferente a las demás disciplinas.
La epistemología sigue dos tendencias. Según una, el empirismo
anglosajón estimuló el materialismo científico técnico del mundo
moderno y, según la otra, el racionalismo de raíz grecolatina orientó
el pensamiento idealista de Occidente. Para el caso, ambas
coinciden en el método inductivo deductivo. Aún cuando existieron
pensadores como Leonardo Da Vinci, León Battista Alberti, Johann
Wolfang Von Goethe, Georges Seurat, Emilio Zolá y otros que, en
su vida y obra, entendieron las ciencias y las humanidades como un
todo; más tarde, desgraciadamente, en un exceso, el sistema
industrial, al especializar la producción, obligó a otro tanto en el
razonamiento y en la práctica científica.
Charles Percy Snow se da cuenta de esta división artificial y propone
una fórmula en que se unen ciencia y humanismo, en su obra Dos
culturas y la Revolución Científica en 1959. Este ha sido un tema
repetitivo para físicos como Max Plank, Erwin Schrödinger, Werner
Heisenberg, Albert Einstein, Stephen Hawking y otros pensadores
8
como Arthur Koestler que en su libro El acto de la creación, explica
los vasos comunicantes entre la ciencia, la filosofía y el arte.
Si el conocimiento tomó el camino del materialismo anglosajón, esto
se debe a la influencia económica de los Estados Unidos, a la
concentración de premios Nobel en ese país, a los triunfos
científicos y a la promoción comercial de sus tecnologías. De este
hecho se desprende una visión estrecha del hombre. No es que el
materialismo reduccionista no tenga algo de
razón. El peligro
consiste en querer ver todo desde este punto de vista y reducir al
hombre a una sola dimensión.
Sin embargo, el proceso de la historia es dialéctico. A un periodo
analítico sigue uno sintético, y frente a una tendencia materialista
surge una espiritualista. Así ha evolucionado el pensamiento
humano, de manera que hoy seguimos tendiendo
a construir
nuevos modelos. Uno de estos es el sintético, integrador del
conocimiento, conforme lo señala Erwin Schrödinger, Nobel de
Física 1933, en su libro ¿Qué es la vida?:
Hemos heredado de nuestros antepasados el anhelo profundo de un
conocimiento unificado y universal. El mismo nombre, dado a las
más altas instituciones de enseñanza, nos recuerda que, desde la
Antigüedad y a través de los siglos, el aspecto universal de la
ciencia ha sido el único que ha merecido un crédito absoluto...
sentimos con claridad que, sólo ahora estamos empezando a
9
adquirir material de confianza para poder soldar en un modo
indiviso la suma de los conocimientos actuales.12
Lo señalado por Schrödinger es un propósito que debemos hacer
nuestro quienes nos preocupamos por el futuro de la ciencia
médica, máxime en un momento en que paradigmas y modelos se
transforman en todo el mundo y en todos los niveles. Es de justicia
destacar que el libro ¿Qué es la vida? escrito en 1943, es el
antecedente del descubrimiento del DNA por James D Watson y
Francis Crick, en 1953.
Es necesario hacer hincapié en que la ciencia y la filosofía son
consecuencia del esfuerzo de pensadores que supieron entender al
mundo como un mismo orden que debía ser develado. El rasgo
sobresaliente de esos científicos fue que tuvieron interés por
diversas ramas del conocimiento (la cultura y la religión, el arte y la
técnica) y que comprendieron la existencia de
vínculos entre la
ciencia y el humanismo.
El periodo manufacturero de la historia que creó y consolidó la
fragmentación del conocimiento y el uso indiscriminado de la
técnica, toca su fin. Se está llegando al punto cero de la espiral de
aceleración que señalé al principio. Después de un tiempo de
construir aparatos a gran escala, debe cuestionarse el propósito de
tan compleja y sofisticada tecnología y si debemos persistir en ella.
Ahora, hay disciplinas de frontera que buscan acrecentar y
profundizar el conocimiento, pero esto debe ser con un propósito.
10
Sócrates aseguró que “Una vida sin búsqueda no es digna de ser
vivida.” Siento que la búsqueda que
corresponde a quienes
tenemos en privilegio de vivir este tiempo de grandes adelantos, es
la de hallar su dimensión humana.
El doctor Farnsworth, profesor de Harvard, se da cuenta de ello: “La
medicina –dice- se enfrenta hoy con la tarea de ampliar su función.
En un periodo de crisis como el que experimentamos actualmente,
los médicos deben cultivar la filosofía. La gran enfermedad de
nuestro tiempo es la carencia de objetivos, el aburrimiento, la falta
de sentido y de propósito.”13
Así, el humanismo se incorporará a la práctica médica y nos
conducirá necesariamente, a la construcción de nuevos paradigmas
más allá del modelo biomédico, que ya da muestras de
agotamiento. Diversos cuestiones de orden filosófico reorientan hoy
el ejercicio de la medicina. No podemos permanecer ajenos a temas
cruciales como el aborto, la eutanasia, la ingeniería genética, la
clonación, el empleo de células embrionarias, la responsabilidad
social de nuestra profesión, el manejo de la verdad, la sed de lucro,
la calidad de vida del anciano y de los discapacitados, el respeto a la
autonomía del paciente, y otros más. Hoy lo estamos viendo: la
ética evoluciona paralelamente a las innovaciones de la ciencia
médica. Si en el pasado la filosofía orientó a la medicina, en el
futuro la ciencia médica informará a la filosofía y estimulará su
avance. El punto de encuentro está en la ética médica y la bioética.
11
Esto significa el humanismo médico y el replanteamiento de lo
humano en el cuerpo teórico de la medicina.
Hace apenas tres años que se descubrió que compartimos el 98.4
por ciento de nuestro DNA con los chimpancés.14 Este año, el 11 de
febrero, se supo que poseemos menos genes activos de los que se
suponía (entre 30 y 40 mil en lugar de los cien mil que hasta hace
poco se calculaba), y que esta cantidad es la misma en otras
especies de mamíferos superiores. Este hecho obligó al abandono
de uno de los conceptos más arraigados en biología: el de que la
complejidad en la escala animal se basa en el número de genes.
Ahora sabemos que, tan sólo una especie vegetal, el tulipán, cuenta
con más material genético por célula que nosotros. Duro golpe a la
vanidad humana. A la luz de estos descubrimientos tiene que
replantearse la cuestión existencial: entonces ¿qué es lo que nos
hace superiores a las otras criaturas?
Erich Fromm recuerda que Galileo nos despojó de la ilusión de que
la Tierra era el centro del universo; Darwin, de la ilusión que el
hombre fuera creado espontáneamente por Dios; Freud arrancó al
hombre del orgullo que
portaba en su racionalidad.15 Ahora el
Proyecto Genoma establece nuestra semejanza con los mamíferos
superiores. Lo que nos hace diferentes de los animales es lo
humano. Con toda la carga de racionalidad, de civilización y cultura,
de historia o religión que cada uno quiera depositar en el concepto.
Si bien es cierto que tenemos un basamento biológico, la parte
humana que nos especifica es el resultado de milenios de
12
construcción. En este sentido, no es únicamente lo biológico lo que
nos define sino lo humano en su conjunto. Y en esto halla la
medicina su lugar y razón de ser entre las ciencias y las
humanidades.
Notas bibliográficas
1. McKenna, T., citado por Russell, P., en The White Hole in
Time, San Francisco, Harper Collins, 1993, p. 203.
2. Moore, G., citado por Kaku, M., en Visions, How the Science
Will Revolutionize the 21st Century, New York, Anchor Books,
1997, p. 14. “La ley de Moore determina el destino de las
corporaciones multimillonarias dedicadas a la computación
que basan sus proyecciones de crecimiento en un crecimiento
continuado.”
3. Platt., citado por Szent-Györgi, A., El mono demente, Buenos
Aires, Emecé Editores, 1970, p. 23. “Esto no es más que el
comienzo,
y
significa
infinitas
posibilidades
en
ambas
direcciones –la construcción de una vida humana con una
abundancia y dignidad no soñadas, o un repentino fin en la
más grande aflicción–. Vivimos en un nuevo mundo cósmico
para el cual no ha sido hecho el hombre.”
4. Woodall, P., “The Hitchhiker Guide to Cybernomics” en The
Economist, 28 de Septiembre de 1996. “Los villanos de esta
13
circunstancia suelen ser la globalización y los cambios
tecnológicos acelerados. Se dice que las computadoras y los
robots, junto con las nuevas tecnologías están acabando con
los empleos.”
5. Michelet, J., citado por Wilson, E., Hacia la estación de
Finlandia, Madrid, Alianza Editorial, 1972, p. 15. “Pocos años
después, Michelet empezaría su gran obra de aplicar los
principios generales de Vico a la exposición positiva de la
historia.”
6. Hawking, S. W., A Brief History of Time, New York, Bantam
Books, 1988, p. 11.
7. Flynn, G. J., Medicine in the Age of the Computer, Englewood
Cliffs, N. J., Prentice-Hall, pp. 8-9.
8. Blandino, G., citado por Carse, J. P., Muerte y existencia, una
historia conceptual de la mortalidad humana, México, Fondo
de Cultura Económica, 1987, p. 69.
9. Carse, J. P., Op. Cit.
10.Laín Entralgo, P., Gracia Guillén, D.: “Los orígenes de la
patología científico natural” en: Historia Universal de la Medicina,
Barcelona, Salvat, 1973, t. V, pp. 278-279.
11.Frankl, V. E., El hombre doliente. Fundamentos antropológicos
de la psicoterapia, Barcelona, Editorial Herder, 4ª edición, 2000,
p. 16. “Mi propia reacción a la teoría de las formas de reacción
fue entonces la siguiente: nunca estaré dispuesto a vivir por mis
formas de reacción ni a morir por mis mecanismos de defensa.”
12.Schrödinger, E., ¿Qué es la vida?, Barcelona, Tusquets, 4ª
edición, 1997, p. 13.
14
13. Farnsworth, citado por Frankl, V. E.: Op. cit. p. 22.
14.Kaku, M.: Op. cit., p. 153. “Una tercera parte de los genes de
las levaduras, 40 por ciento de los de las lombrices, 75 por ciento
de los del ratón, se encuentran en el humano.”
15.Fromm, E., citado por Ortiz Quesada, F., en Freud y los
sueños, México, MacGraw-Hill, 2000, pp. 60-61.
15
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