HISTORIAS MÉDICAS El genio enfermo Por JOSÉ ÁNGEL MONTAÑÉS en EL PAÍS- SALUD, p. 21 Wolfgang Amadeus Mozart es uno de los más grandes genios de todos los tiempos, para algunos el más grande compositor de la historia, un virtuoso que en apenas 35 años dominó todos los géneros musicales y creó cientos de obras que se siguen escuchando en todo el mundo. Sin embargo, su persona siempre ha estado asociada a enfermedades y dolencias. Nacido en la ciudad austriaca de Salzburgo en 1756, sus dotes excepcionales se manifestaron pronto: a los cuatro años componía y tocaba el clavicordio; a los seis tocaba el clave y el violín, leía música a primera vista e improvisaba frases musicales. Su padre, que no lo escolarizó, no dudó en dedicarse en cuerpo y alma a su educación y decidió exhibirlo por Europa. En Múnich, Viena, París, Londres (donde creyeron que era un enano adulto) y Roma, algunos privilegiados admiraron al pequeño Mozart en espectáculos en los que, acompañado por su hermana Maria Anna, Nannerl, tocaban de espaldas o con los ojos vendados. Durante estos viajes compuso sus primeras sinfonías, oratorios y sonatas, pero el agotamiento de los desplazamientos y exhibiciones hizo aparecer las primeras enfermedades: gripes, amigdalitis, fiebres tifoideas a los nueve años (su hermana llegó a recibir la extremaunción), dolores en las articulaciones a los 10, hepatitis y viruela a los 11 e ictericia con 16. A los 28 años sufrió cólicos en la región lumbar seguidos de vómitos. En todos los viajes su padre, Leopold, llevaba un maletín con los remedios médicos del siglo XVIII: ungüentos, purgantes, sales, agua de violeta y compuestos con polvo de ámate, carbonato de magnesio, raíces de muérdago, oro, cuernos de alce y coral. En 2006 Adolfo Martínez Palomo publicó La historia clínica de Mozart basándose en los informes de los médicos vieneses que lo atendieron en los últimos días. Según Martínez, Mozart era de estatura baja (1,52 metros), complexión delgada, pálido, con cicatrices en la cara, pelo castaño, nariz prominente, ojos azules con exoftalmia moderada (ojos saltones), que evidencian un probable hipertiroidismo, pero no bizco. Destaca que, a pesar de la malformación congénita del pabellón auricular izquierdo, “oreja de Mozart”, que también heredó su hijo, estaba dotado de oído absoluto, una capacidad para reconocer y recordar diferencias hasta de un octavo de tono. En1992 Benjamín Simkin analizó las cartas conservadas de Mozart, 371 cartas dirigidas a sus familiares y amigos, y comprobó que en 39 de ellas se encuentran referencias escatológicas (coprolalia), con términos como culo, caca, pis, pedo, etcétera, además de juegos obvios y repetición de palabras (ecolalia). Simkin publicó Mozart’s scatological disorder, donde afirmaba que el compositor padecía el síndrome de Tourette (TS), un trastorno neurológico heredado, caracterizado por un exceso de dopamina que crea movimientos involuntarios repetidos (tics), como guiños, movimientos de la boca y hombros e hiperactividad (componía mientras caminaba o jugaba al billar, y durante sus típicas risas), y una disfunción en el ciclo de la serotonina que puede ocasionar trastornos psíquicos, carraspeos y chasquidos, y que en algunos casos lleva a proferir insultos y frases inapropiadas. Los tics de Mozart se conocen desde 1793, fecha en que se publicó su primera biografía: “Su cuerpo presentaba un perpetuo meneo; jugaba incesantemente con sus manos, o golpeaba continuamente el piso con el pie”. Además, Mozart compuso la partitura Leck micham Arsch (Lámeme el culo), un título bastante explícito. Sin embargo, en noviembre de 2007, los neurólogos Ashoori y Jankovic plantearon en Mozart’s movements and behaviour: a case of Tourette’s syndrome? que su comportamiento pueda ser intencionado y que obedezca más a elementos culturales y sociales que al síndrome de Tourette, y que en todo caso, si lo padeció, no mermó sus cualidades, sino que estas disfunciones y esta personalidad extraña fueron el caldo de cultivo para desarrollar su obra. En cuanto a su muerte, se han descrito hasta 150 hipótesis sobre la enfermedad que acabó con su vida en 1791, a la edad de 35 años. Fiebres, dolor de cabeza, sarpullidos, dolor e inflamación de extremidades, vómitos, diarreas e hinchazón del cuerpo y un certificado médico donde se decía que estaba producido por un “depósito en la cabeza”, han hecho correr ríos de tinta. EnAmadeus, la película de Milos Forman que ha fijado la imagen que tenemos de Mozart, se especula con su envenenamiento por parte de Salieri, que incluso se inculpó al final de su vida. Sin embargo, no existe base científica que lo avale. Tampoco que lo hiciera la logia masónica a la que pertenecía Mozart tras el estreno de La flauta mágica, donde revelaba sus secretos. En 2000, tras descartar enfermedades del riñón y del hígado (Mozart no sufrió ictericia ni perdió sus facultades mentales, pues compuso hasta el último día), se afirmó que pudo morir por un fallo cardiaco debido a fiebres reumáticas, una causa de muerte muy común en la Europa del XVIII. Por último, en 2001 se añadió una nueva hipótesis, la de la triquinosis, a partir de una carta que Mozart escribió a su mujer —“¿Qué huelo?... ¡Chuletas de cerdo! ¡Qué gusto! Como a tu salud”— justo 44 días antes de morir.