La música en la Edad Media

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La Música Medieval está marcada por un carácter religioso y casi todos los
trabajos realizados eran para la iglesia Católica. En cuanto a la Música
profana, era difundida gracias a los juglares y trovadores.
En esta época apareció el llamado Canto Gregoriano que fue la culminación
del canto sin acompañamiento.
Ars antiqua - Ars nova
En la Europa de los siglos XIV y XV surgieron dos estilos musicales que se
denominaron ars antiqua y ars nova.
La diferencia entre ambos fue el refinamiento métrico del segundo, que alcanzó
más precisión rítmica en la escritura, pudiendo trazar de esa manera un
entramado polifónico más complejo.
Los géneros característicos del ars antiqua, relacionado con la escuela de
Notre Dame, son el organum, el rondó, el conductus, el hoquetus y, en especial,
el motete primitivo.
En 1280 Franco de Colonia introdujo un nuevo tipo de grafía rítmica que
subsistió hasta el siglo XVI, la notación mensurable. Un ejemplo español
destacado son los Códices de Huelva.
El ars nova nació en París y propone una innovación en la manera de
componer los motetes, introduciendo técnicas cíclicas como la talea y el color.
Los creadores más destacados de la época son Philippe de Vitry y Guillaume
de Machaut, reconocido por su misa profana del Hombre Armado.
Motete
Tiene su origen en las cláusulas o pausas que en estilo de discanto se
intercalaban en un organum. Luego esas cláusulas cobraron vida, recibiendo
textos distintos para cada voz.
Esta técnica pronto cubrió el continente.
La pluralidad textual le permitía el agregado de textos profanos en convivencia
sonora con los sagrados.
El material básico, la línea del tenor, ya no provenía sólo de la liturgia, y podía
ser una canción trovadoresca.
La conjunción de voces producía un efecto sonoro y semántico asombroso.
A fines del siglo XIII surgieron dos variantes, una con una voz superior en ritmo
rápido y el tenor muy lento, cuyo mejor ejemplo lo compuso Petrus de Croce, y
otro tipo de motete en el que las voces progresan a un ritmo prácticamente
igualado.
Conductus
Género polifónico reconocido por su estructura rítmica uniforme y por la
asignación de una nota a cada sílaba del texto, excepto en los caudae (o codas)
melismáticas sobre una vocal. Otra cualidad que lo diferencia de los conducti
de épocas anteriores es que el cantus firmus del tenor no viene de la liturgia,
sino que es una melodía compuesta, configurando el primer ejemplo en la
música occidental de una composición original por completo.
Rondó
Música vocal de cámara para cuartetos o quintetos de cantantes que generó
muchas composiciones, sobre todo en Francia. Estilo que demanda voces muy
profesionales y expertas, dada la complejidad de la polifonía, que lo distingue
de otras variantes populares a una sola voz. Estas obras, que los franceses
llamaron rondeau, en latín fueron rondellus y en España, rondas o rondallas.
Tenían un estribillo entre los que se alternaban coplas monódicas.
Canon
El contrapunto presentó entre sus primeras técnicas al canon que en Italia se
llamó caccia (caza), la imitación de la voz al unísono. Luego, esta técnica fue
sofisticándose, y las voces se imitaban a distintos intervalos melódicos (por
ejemplo, una melodía que iniciaba con do-re-mi, se imitaba a la quinta: sol-la-si).
Asimismo, se podían alterar los valores rítmicos, logrando la disminución y
aumento del tema.
Hoquetus
Es una técnica polifónica por la que una melodía aparece fragmentada entre
varias voces, como el hipo y de allí su nombre. Podían ser vocales o
instrumentales y en este caso la melodía alternaba entre distintos instrumentos.
Bizancio
Bizancio (Constantinopla y hoy, Estambul) fue reconstruida por Constantino y
nombrada capital del Imperio Romano unificado en el año 330. En el 395, se
produjo el cisma de la Iglesia y quedó la ciudad al frente del Imperio de Oriente
hasta ser capturada por los turcos en 1453. La música bizantina se caracterizó
por los himnos religiosos elaborados como versos sobre contenidos bíblicos,
que luego serían los stichera. Se entonaban entremezclados con los versículos
de los salmos de oficio, a la vez que los kanones eran una creación poética de
las odas bíblicas. Los últimos intercalaban frases de distintos orígenes y
fragmentos de melodías conocidas, en un proceso llamado centonización.
También existieron pasajes ornamentales: las melismas. Igual que en las
culturas clásicas de otros pueblos, la centonización utilizaba fórmulas melódicorítmicas que tenían un lugar fijo en la interpretación. Los hindúes lo definen
como raga, los árabes como maqam y los bizantinos, echos.
Teóricos
Se destaca Juan Kukuzeles, monje del monte Athos, que en el siglo XIII
escribió un tratado que reemplazó al antiguo sistema de notación, tarea que no
se completó hasta el siglo XIX, cuando el archimandrita Crisanto y dos
musicólogos consiguieron interpretar y simplificar la notación bizantina. El
poeta músico Andrea de Creta (siglos VII y VIII) y Cosmas de Majuma (siglo
VIII) fueron anteriores a Kukuzeles así como San Juan Damasceno (708 - 754),
que se relaciona con grandes adelantos en la partitura.
Notación bizantina
Los modos bizantinos se diferenciaron de los gregorianos en sus finales y por
la inclusión de sonidos alterados, ajenos al sistema básico. El sistema de
notación se basaba en neumas latinos: punto, acento agudo, acento grave,
coma, apóstrofo y signos de combinación. Esta notación antigua, ek-fonética o
recitativa, se reemplazó en el siglo XI por la notación diastémica, que incluyó
dos tipos de signos: los fonéticos, que representan sonidos, y los áfonos, que
expresan duraciones, con un repertorio próximo a los cincuenta signos.
Instrumentos medievales
Los instrumentos conocidos en la Edad Media llegaron a Europa desde Asia a
través de Bizancio o por medio de los árabes del norte de África y España. En
los casos como el del arpa, llegaron desde las islas británicas antes del siglo IX.
Asimismo hubo instrumentos de arco, como la viela, prototipo del violín
moderno y una variante de tres cuerdas con manivela: el organistrum o
zampona. También caracterizaron a la época el salterio (antepasado lejano del
clave) y el laúd. Entre los vientos, las flautas, chirimías, algunos tipos de oboe,
trompetas (en la nobleza) y gaitas (o cornamusas).
Islam clásico
En el año 622, cuando Mahoma huyó de La Meca a Medina, el islamismo
comienzó su cuenta cronológica de la Hégira. El primer dato acerca de la
música del Islam se encuentra en la conquista de Persia en el siglo VII. Los
árabes incorporaron gran parte de la herencia musical que hallaron en aquellas
tierras a su legado y, a su vez, fueron influenciados por la India. En siglo VII
encontramos el nombre al primer teórico, Jalil, que estudió especialmente el
ritmo. Sin embargo, fue Al-Farabí quien dos siglos más tarde intentó y no logró
implementar las antiguas teorías griegas. En el siglo XIII recién se encontró la
obra del teórico Safi-de-Din, quien propuso el actual sistema musical árabe.
Expandido el islamismo por todo el norte de África (magreb) y el Cercano
Oriente (mashrek), se consolidaron nuevas escuelas y variantes musicales,
desde Samarcanda en Asia Central, hasta Salamanca, en España. Una vez
expulsados de Europa en 1492, esta tradición cultural se trasladó a Marruecos,
donde perdura el estilo de música arábigo-andaluza.
Escuelas
En forma simultánea a su expulsión de Europa, continente en el que ejercían
una fuerte influencia musical (en especial en la península Ibérica), los
musulmanes tomaron Constantinopla y Tierra Santa, donde se crearon nuevos
centros artísticos. Aún subsisten cuatro escuelas principales en el mundo árabe:
la persa, la árabe (con centro en Egipto), la andaluza (en el norte de África) y la
turca.
Sistema tonal árabe
La cultura musical árabe divide la octava en 17 partes, que coinciden más o
menos con tercios de tono, aunque esta fragmentación luego se amplió para
contemplar otros microintervalos, como los tres cuartos de tono. El sistema se
asociado a los modos raga de la India, vía Persia, consolidado en 84 modos o
maqamat, que con sus transposiciones determinan 1.428 escalas. Por eso la
música fue un arte reservado a unos pocos iniciados que estudiaron casi toda
su vida en una escuela con un maestro.
En la práctica, suelen usarse 18 modos o menos. Para los occidentales pueden
sonar extraños, pero transmiten una belleza y un sentimiento de altura lírica a
los que han sido formados con esta música.
Instrumentos
En el Islam, el instrumento preferido fue el laúd ud, de Egipto, que entró en
Europa por España y el sur de Francia. Asimismo se encuentra el laúd de
cuello largo denominado tambur (que no es la tambura hindú) y la guitarra que
introdujeron los árabes en Europa y fue considerada española.
Otra cuerda es el rebab, un tipo de violín primitivo. Encontramos la flauta ney,
que se toca diagonalmente, y el oboe zukr, zorna o ghaita representando a los
vientos.
En relación a la percusión, son abundantes los panderos tombak y los
pequeños timbales naqqara.
La España de las tres culturas
En la oscura Edad Media europea, España se destacó por la convivencia de
tres religiones y culturas: la nativa cristiana, la judía y la musulmana, protegidas
por los califas que desde el siglo VIII y hasta el final del XV gobernaron la
España de hoy. En aquella Sefarad de las Tres Culturas coexistían
armónicamente los mejores pensadores, científicos y artistas del momento. En
el siglo XII poetas anónimos de Castilla remedaron la épica francesa y crearon
el Mió Cid. Luego, del sur de Francia llegó el canto lírico de los trovadores a
tierras ibéricas y se instaló con el arte llamado mester de juglaría, en
contraposición al erudito mester de clerecía. Fueron épocas de Cruzadas,
como la del siglo XIII contra los albigenses, que refugiaron en Castilla a
muchos poetas cantantes protegidos por Alfonso X, el Sabio (que reinó entre
1252 y 1281) y su yerno, don Dionís de Portugal. Al mismo tiempo que el
castellano, surgía la primera literatura en otros idiomas romances ibéricos,
como el galaico-portugués y el catalán.
Música mozárabe
La España mozárabe estaba integrada por los cristianos españoles dominados
por el Islam. Con la reforma de Cluny del siglo XI se unieron en el rito cristiano
y pusieron fin a las variantes litúrgicas vernáculas. El canto mozárabe se
conservó en veinte códices como el de la Catedral de León, que tiene melodías
apuntadas con neumas. Son una fuente de información gráfica valiosa sobre
los instrumentos de la época, desde cuernos y cornetas, hasta violas ovaladas.
Música sefardí
Los judíos españoles antes de su expulsión de España en 1492 y de Portugal
en 1493 han conservado su música en parte por ser cuidadosos de las
tradiciones adquiridas durante su milenio de estancdía en nuestro país. Los
expulsados llevaron sus melodías, romances y su lengua (el ladino o judezmo)
allende el Mediterráneo y al mundo árabe.
Música Ibérica
Hay pruebas de cantos profanos de himnos de Prudencio, Eugenio de Toledo e
Isidoro de Sevilla lamentándose por la muerte de reyes visigodos. Eran copias
de los siglos IX y X con neumas mozárabes. Los juglares como Peire Cardenal
o Giraut Riquier, que llegaron a la península de las Cruzadas, casi no se
conservaron partituras, pero existe un manuscrito con seis canciones
musicadas por el juglar gallego Martin Codax. Por su parte, Alfonso X el Sabio,
compuso y recopiló en el siglo XIII 420 cantigas, Loores et Milagros de Nuestra
Señora, encontrados en dos manuscritos de Toledo y El Escorial, escritos en
gallego también. Este mecenazgo musical fue continuado por Juan I de Aragón,
al establecer los Juegos Florales a partir de 1390. Y en el XV, Juan II de
Castilla se unió a varios artistas
Música en la Edad Media
Tras los relatos de los padres de la Iglesia como San Agustín y otros sobre la
función de la música, el canto reglamentado por San Ambrosio y San Gregorio
(que se perdió) fue analizado por Casiodoro, teórico sucesor de Boecio en la
corte ostrogoda. La teoría del canto gregoriano se expuso luego a cargo del
monje anglosajón Alcuino, que organizó la música en la corte de Carlomagno.
Fueron ocho modos eclesiásticos o tonos, aunque San Isidoro de Sevilla (579 636) había dedicado un estudio a la música en sus Etimologías. Asimismo a
fines del siglo IX el monje flamenco Huebaldo analizó la técnica del organum. A
su vez San Odón, abad de Cluny, procuró cambiar los nombres de las notas,
sin lograrlo. Lo consiguió en su lugar Guido D' Arezzo. Finalmente, se destacan
los aportes intelectuales de John Cotton en el siglo XII y de su coterráneo
Walter Odington en el XIV. Cien años atrás, el inglés John Garland fundó la
llamada Escuela de París (distinguiéndola de la de Colonia). Luego retomó sus
investigaciones Marchetto de Padua y los franceses Jean de Muris y Philippe
de Vitry.
Guido D'arezzo
Monje benedictino nacido en París (aunque no se confirma) en el año 995.
Ejerció en Arezzo y falleció en el año 1050. Fue un eminente teórico que
presentó sus principios musicales ante el mismo papa Juan XIX. Perfeccionó la
escritura musical al adoptar las líneas horizontales paralelas para marcar las
alturas del sonido e ideó un método para enseñar las notas mediante la
señalización de diferentes falanges de los dedos de la mano (solmisación).
Para ello, empleó el Himno de San Juan que en las primeras sílabas de cada
verso sirvieron para dotar de nombres modernos a las notas (excepto el do,
que era el ut).
Música y universidad
Tomás de Aquino y su Escolástica (siglo XIII) estableció la segmentación de los
planes de estudio de las primeras universidades, amparadas por la Iglesia y
estableció así una diferenciación entre el trívium y el cuadrivium, al que
correspondía el estudio de la música además de la aritmética, la geometría y la
astronomía que junto a la gramática, la retórica y la dialéctica del trívium
(llamadas siete artes liberales) preparaban al alumno para ingresar a las
facultades de teología, derecho y medicina
Sistema tonal eclesiástico
Los teóricos musicales de la Iglesia tomaban dos octavas para definir un
sistema del cual extraían los modos, como los griegos, pero en orden inverso:
ascendente. Sus nuevos nombres fueron: los empezados en re, mi, fa y sol se
llamaban protus, deuterus, tritus y tetrardus respectivamente. Así confundían,
por ejemplo, el frigio griego con el dórico eclesiástico. A estos cuatro modos
originales se opusieron otros llamados plágales, cada uno con una nota
principal o final y otra dominante. Luego, se agregaron modos ascendentes
sobre las notas la, si y do, de modo que en el siglo XVI había doce modos, que
siglos después serían nuestras escalas mayor y menor.
Primeros atisbos polifónicos
Una especie de polifonía primitiva (el isón) ya se usaba en la Iglesia oriental de
Bizancio. Consistía en acompañar el canto de una voz o al unísono con un
pedal en la nota principal o final. El pedal consistía en una nota sostenida
durante un largo tiempo en el registro grave. Aún así, la Iglesia de Occidente
siguió siendo monódica (sin juego de voces) hasta un avanzado siglo IX,
cuando Escoto Erígena y Huebaldo definieron el organum o diafonía como una
práctica común.
Se dijo que ya en épocas de Carlomagno y su Schola Cantorum del siglo VIII
se llevaba a cabo esta práctica musical. Mientras, en los confines del Imperio
se desarrollaron otras formas de polifonía, como el gymel inglés del siglo XII
(canto en terceras paralelas) y el fauxbourdon francés, un canto a tres voces
que progresa por acordes mayores o menores paralelos (quintas y terceras
paralelas a la vez).
Sin embargo, Roma no aceptaba estos cambios y consideraba un intervalo
imperfecto para el organum a las terceras.
Organum
Constaba de dos voces: la vox principalis, que llevaba la melodía, y la vox
organalis. En lugar del pedal, el organum era un acompañamiento a una
distancia determinada de la voz principal, por lo general en quintas justas
paralelas, y más tarde de cuartas y octavas justas. Así se podían disponer
varias voces que progresaban en bloque, conservando la misma distancia entre
ellas siempre.
Diafonía
La diafonía quebró la estructura monolítica del organum con disonancias
conformadas por algunos movimientos de las voces. Por caso, una voz
avanzaba la vez que la otra hacía un pedal, hasta que coincidían en un
intervalo de quinta a partir del cual continuaban paralelamente como en el
organum, para terminar otra vez con un pedal y una voz que van acercándose
con disonancias hacia la última nota.
Discanto
El discanto fue otro género de la primera polifonía, origen del contrapunto, y del
que se sabe a partir del siglo XII. Consiste en una voz que progresaba
libremente y que luego se extendió en melismas improvisados o escritos. Esa
voz se sumaba al cantus firmus, o melodía fija muy lenta. Después se agregó
una tercera voz, el contratenor, determinando pronto dos voces: una que
cantaba por debajo del tenor (la voz del cantus firmus), llamado bajo y otra por
encima, el alto. El discanto ocupaba el lugar superior (supremus), que hoy se
denomina soprano. Para lograr esta concordancia y simultaneidad se elaboró
una técnica eficaz para las duraciones: el ars mensurabilis. Generalmente, eran
monjes anónimos los que componían las obras, aunque se conoció a Leoninus
y Perotinus, de la Escuela de París en Notre Dame del siglo XII.
Troveros y trovadores
En la Europa de la segunda mitad de la Edad Media irrumpieron unos
cantantes que se acompañaban y entonaban canciones líricas y de amor. En
Francia se los llamó troveros o trovadores, según la zona y en Alemania eran
los Minnesinger; que más luego formaron gremios de maestros cantores o
Meistersinger. Este fenómeno puede encontrarse también en España, Portugal
o Italia.
Hasta ese momento, la música era patrimonio sólo de la Iglesia y a partir de
ese momento surgió un arte profano, lírico, que asumió muchas formas. A
pesar de esto, las melodías siguieron los patrones de los modos eclesiásticos,
pero con un ritmo que se ajusta a la declamación del texto. Estas canciones
pueden clasificarse en cuatro categorías: letanías, secuencias, himnos y
rondeles. Más allá de los temas amorosos, abordaban asuntos de la mitología
o filosofía, así como de excusa para la danza popular, como el conocido
Kalenda Maya del catalán Raimbaut de Vaquieras del siglo XII.
Tipos de canciones
Entre las letanías encontramos canciones de gesta (que destacaban las
virtudes de un héroe mítico, como la Chanson de Roland), estrofas y estribillos.
Las secuencias tenían versos desiguales aunque rimados en parejas, como en
el lai o en la estampida instrumental. Los himnos son cíclicos y remiten al
mismo estribillo tras las estrofas. Por su parte, las canciones de rondel pueden
ser baladas, virelais o rondós. Según el tema, las canciones podían ser
chansons (de amor), albas (el amanecer que separa a los amantes), pastorelas
(el caballero enamorado de la campesina), sirventés (con moraleja), de las
Cruzadas (alude a ellas o a sus batallas) y las de tinte fúnebre.
Il dolce stil nuovo
En el siglo XIII, Italia adoptó el arte trovadoresco provenzal, que dio lugar a il
dolce stil nuovo. Uno de sus precursores fue el rey Federico II, cuya corte se
encontraba en Palermo. A la vez en Florencia, Dante citaba en su Purgatorio a
Pietro Casella, uno de los más antiguos nombres de músicos profanos italianos.
Minnesinger
Significa cantar de amor y fue acuñada en el siglo XII para denominar a los
cantantes que destacaban la nobleza y la caballerosidad.
En ocasiones, se acompañaban por un juglar que tocaba la viela, el laúd o el
arpa.
Algunos de sus creadores fueron Dietmar von Aist, Friedrich von Husen y a
Walter von der Vogelweide. Enrique de Meissen, llamado Frauenlob (adulación
de las damas), creó una escuela de poesía y canto en Maguncia, que originaría
a las de los maestros cantores. Las escuelas de maestros cantores
(Meistersinger) funcionaban con reglas muy estrictas y rutinarias.
Este arte cayó a partir del siglo XVII
Historia de trovadores
El primer trovador fue Guillermo IX de Aquitania (1070-1126), duque de
Aquitania y conde de Poitiers, pero es posible que hubiera otros anteriores de
los que se desconoce registro alguno.
En el siglo XII encontramos a Marcabru, que actuó en la corte de Alfonso VIII
de Castilla y de Bernart de Ventadorn, famoso por su Canción de la alondra. Y
siguieron Raimbaut de Vaquieras, Aimeric de Peguilhan y el erudito Folquet de
Marseille. Hacia el 1300 este arte desaparece con Guiraut Roquier. Algunos
troveros son Chrétrien de Troyes, el rey Ricardo Corazón de León, Thibaut IV
(rey de Navarra), y en especial Adam de la Halle (1237-1287), autor del Jeu de
Robin et de Marión entre otras obras.
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