La leyenda de Los Cadejos

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La leyenda de Los Cadejos
Los protagonistas de esta leyenda son los cadejos;
pero ¿qué es un cadejo? Muchas personas dicen que han
visto los cadejos en las calles cerca de escuelas, tiendas
y en los senderos de las montañas. Algunos dicen que es un
animal del tamaño de un león, un animal con mucha fuerza y
la habilidad de dañar. Según otros, es el mismo demonio
que toma la forma de un perro negro con ojos de puro fuego.
Hay quienes opinan que es un espíritu maligno y quien
asegura que es benigno, pues más de una vez un cadejo ha
salvado la vida de una persona. También, yo he hablado con
personas que me han afirmado que los cadejos son perros
mágicos, que en ocasiones se fusionan con el aire. A mí me
gusta pensar que los cadejos entienden d magia y que usan
esta para ayudar los que necesitan ayuda. Y si no me
creen, pero tienen un poco de paciencia y curiosidad, no
opinen hasta oír esta breve historia.
En el pequeño país centroamericano de El Salvador,
existe una cadena montañosa, paralela a la costa del
Pacifico, en la que se encuentran varios volcanes. Estos
volcanes salvadoreños tienen unos habitantes muy
especiales, los cadejos. Los cadejos son perros mágicos,
que a veces parecen leones, a veces venados y de noche
parecen lobos; y a veces se hacen transparentes como la
brisa. Los volcanes son su hogar (viven en los volcanes) y
comen las plantas que están allá. Mucha gente piensa que
los cadejos son descendientes de los volcanes.
Las personas que viven cerca de los volcanes los
quieren mucho, porque los cadejos las protegen. Un hombre
me contaba que él nunca tiene miedo de visitar de noche a
su novia, porque sabe que “alguien” lo acompaña. Una vez,
al padre de un amigo mío caminaba en el camino cuando de
repente salieron tres hombres con machetes, el “perro” que
lo acompañaba se tiró encima de ellos y protegió el padre
de mi amigo. Si hay gente que duerme en las calles,
siempre hay a su lado un cadejo que vigila su sueño. Los
habitantes de los volcanes no temen el peligro, porque
saben que un “espíritu” los protege.
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Sin embargo, ¡no a todos las personas les gustan los
cadejos! Los terratenientes, los dueños de las tierras de
los volcanes, se quejan continuamente.
“¡Los campesinos no quieren trabajar!” gritaba el
señor Mendoza.
“Claro—respondía don Julián--, los cadejos siempre les
ayudan si tienen algún problema. Los campesinos no
necesitan trabajar porque tienen la ayuda de los cadejos.”
“¡Malditos cadejos! Hacen que la gente sea muy floja—
decía doña Matilde.
¡Los trabajadores se están transformando en unos
flojos!—confirmaban todas las personas en la casa del señor
Mendoza,.
Los terratenientes decidieron terminar con el
problema. Buscaron entre objetos de sus hijos y de su
propia infancia; en antiguaos baúles, en maletas, en los
áticos de las viejas mansiones, en los armarios de la
cocina. Pero…¿qué buscaban?: buscaban soldados de plomo.
Cuando encontraron cientos de ellos, los terratenientes les
dijeron a los soldados:
--“Soldados de plomo aquí reunidos, tenemos un
problema muy gordo: ¡los cadejos! Hay que terminar con
ellos. Les prometemos a ustedes que, si terminan con todos
los cadejos de los volcanes, les arreglaremos todos los
brazos, pies, ojos y narices rotos. No sólo eso—los
soldados de plomo contenían expectantes la respiración-;los transformaremos en soldados humanos. ¡Serán nuestro
ejercito!
--“Hurra!—gritaron los soldados de plomo, lanzando sus
sombreros al aire.
Entusiasmados, los soldados de plomo se pusieron en
camino y caminaron a los volcanes Tecapa y Chaparrastique,
patria principal de los cadejos. Caminaron y caminaron,
día y noche, por laderas llenas de lava y ceniza (ash),
pero no vieron ni un solo cadejo. Los cadejos se funden
con la brisa, se transformaron en rayo de sol, se visten
como la noche; ¡son invisibles a los ojos de los soldados!
Los soldados, furiosos empezaron a arrancar todas las
plantas de los volcanes.
--“¡Cadejos, morirán de hambre!—dijeron, riéndose “ja
ja ja”
Ahora los cadejos si tenían miedo de verdad. Pidieron
ayuda de sus amigos los volcanes. Tecapa y Chaparrastique
les respondieron:
--“No tengan miedo, tenemos un plan que no puede
fracasar.”
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Cuando a la mañana siguiente, los soldados subían
otra vez por sus pendientes, Tecapa y Chaparrastique
comenzaron a soplar: “¡uuuuuuuuuuh!”
Los soldados de plomo exclamaron;
--“¡Qué color hace!”
Poco a poco el calor se puso insoportable. Los pies
se les quemaban. Las piernas se les quemaban. Si querían
recoger las plantas del suelo, las manos se les quemaban.
Si querían sentarse para descansar, el trasero se les
quemaba. Los soldados empezaron licuarse. Estaban
aterrorizados. Lloraban desconsolados. Por fin,
decidieron marcharse de allí y dejar tranquilos a los
cadejos.
Libres de peligro, la gente de los volcanes y los
cadejos celebraron una gran fiesta, con baile, con
comida, música de guitarra y trompeta. Los
terratenientes se marcharon fuera de este lugar y la
paz regresó a los volcanes de El Salvador.
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