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Se reaviva el debate sobre la desigualdad
Carlos Berzosa
El libro de Piketty El capital en el siglo XXI, publicado en el otoño de 2013 en francés,
ha reavivado los debates sobre la desigualdad. Sin embargo, la edición francesa no
generó tanto revuelo como la que ha tenido lugar con la traducción de esta obra al
inglés, pues es a partir de ahí cuando ha provocado un gran impacto académico y
político. El libro no es para menos debido a que sin lugar a dudas se está ante una
importante contribución, pero el hecho de que en Francia no tuviera tanta repercusión en
su momento se debe posiblemente a que las tendencias señaladas por Piketty acerca de
la evolución de la desigualdad son más conocidas.
Los estudios sobre la desigualdad han quedado en los últimos tiempos marginados de
las preocupaciones del pensamiento principal de la economía, lo que no quiere decir
que anteriormente a la aparición de este libro no se hubieran llevado a cabo estudios
rigurosos recientes que analizaran la desigualdad, como es el caso de los realizados por
Milanovic y Bourguignon, entre otros, como también del propio Piketty que
conjuntamente con Emmanuel Saez y Atkinson, venían trabajando para crear una
enorme base de datos que constituye la principal base empírica del libro y de otros
estudios publicados con anterioridad por estos tres autores.
No obstante, la existencia de investigaciones económicas sobre la desigualdad, si
analizamos los contenidos de los textos que se imparten en las facultades de economía
se observa o que no se menciona en absoluto o que si se hacen referencias se dedican
pocas páginas para tratarla y lo hacen por si fuera poco de un modo parcial y limitado.
Este es un ejemplo más de cómo la economía que domina en las enseñanzas se aleja de
los problemas reales del mundo, no aborda las cuestiones principales y no se plantea
proposiciones para tratar de remediar los males de las patologías sufridas. Sin embargo,
la gran desigualdad existente no puede ser obviada como tema central de estudio y
reflexión, al tiempo que las diferencias de riqueza, renta y oportunidades que se dan en
la economía mundial tiene un enorme coste como estos analistas expertos en la materia
han puesto de manifiesto, así como Stiglitz que lo ha argumentado con la brillantez que
le caracteriza en su libro El precio de la desigualdad.
En la mayoría de los manuales que sí la abordan se plantea la desigualdad salarial
exclusivamente y se pretende dar una explicación de este aumento, que ha tenido lugar
en prácticamente todos los países avanzados desde la década de los setenta del siglo
pasado, sustentada en dos argumentos básicos: la apertura comercial y el progreso de las
tecnologías avanzadas. De modo que las tecnologías cada vez más sofisticadas
requieren mano de obra cualificada, al tiempo que sustituyen por máquinas a los
trabajadores sin cualificación que realizan tareas rutinarias. La fuerte demanda de los
trabajadores cualificados es lo que se encuentra detrás del incremento de los salarios del
personal con niveles elevados de preparación, lo que contrasta con la baja demanda de
los que no gozan de un nivel educativo y profesional suficiente.
Este abanico salarial creciente se explica por la ley de la oferta y la demanda resultado
de los cambios que de un modo acelerado está teniendo la economía en las últimas
décadas. Por si fuera poco la apertura comercial ha invadido los mercados de
determinadas mercancías de los países desarrollados por las que proceden de los países
subdesarrollados y emergentes. De manera que los trabajadores sin cualificar de los
países ricos son sustituidos por los que trabajan en los países menos desarrollados que
reciben salarios mucho más bajos, tienen jornadas laborales muy superiores, unas
condiciones de trabajo lamentable, y sin apenas derechos sociales y laborales.
Este análisis se encuentra muy mutilado al considerar las diferencias de las rentas
salariales nada más, con argumentos además discutibles, sin tener en cuenta las grandes
diferencias que están teniendo lugar entre el capital y el trabajo. Estas lagunas son las
que subsana de un modo muy satisfactorio Thomas Piketty en su magna obra, de hecho
Krugman la califica como el libro más importante del año(y tal vez de la década). Un
monumental trabajo histórico y actual que proporciona unos datos y argumentaciones
que al tiempo que rompe con muchos tópicos utilizados por la economía convencional
proporciona mucha luz sobre lo que está sucediendo en la economía mundial y la grave
desigualdad existente, aunque se centra primordialmente en algunos países
desarrollados.
Otro experto en el estudio de la desigualdad, que ha colaborado en muchos trabajos con
Piketty, Emmanuel Saez, dice: " Las nuevas tecnologías y la globalización no pueden
explicar el drástico aumento de las diferencias de renta en Estados Unidos porque países
de la Europa continental- como Francia o Alemania- y Japón también están
experimentado las mismas fuerzas de la tecnología y la globalización, y sin embargo no
experimentan un aumento tan drástico de las diferencias de renta.
Esto significa que las instituciones, las políticas y las regulaciones públicas, así como
las normas sociales, desempeñan un papel fundamental en la conformación de estas
diferencias de renta. Para decirlo de forma sencilla, las diferencias de renta en Estados
Unidos disminuyeron significativamente después de la Gran Depresión, con las políticas
del New Deal que impusieron estrictas regulaciones e impuestos progresivos y, en
cambio, se ampliaron de manera considerable con la revolución de Reagan, que anuló
aquellas regulaciones y la fiscalidad progresiva".
El libro ha recibido elogios y valoraciones muy positivas, como las que se recogen en
La Gaceta del Fondo de Cultura Económica de julio 2014, entre las que se pueden
destacar las de dos premios Nobel, Krugman y Solow, y un economista de reconocido
prestigio en desarrollo y economía internacional como Rodrik, el cual resume muy bien
lo que de relevante tiene esta contribución : “ El capital en el siglo XXI ha vuelto a
avivar el interés de los economistas por la dinámica y distribución de la riqueza, un
tema que preocupó a autores clásicos como Adam Smith, David Ricardo y Karl Marx.
Ha traído al debate público detalles empíricos cruciales y un marco analítico simple
pero útil. Cualesquiera que sean las razones de su éxito, ya he hecho una contribución
innegable a la profesión económica y al discurso público”.
Por su parte Solow señala que el punto central de Piketty, y su nueva y poderosa
contribución a un viejo tema es que mientras la tasa del rendimiento del capital supere
la tasa de crecimiento, el ingreso y la riqueza de los ricos crecerán más rápido que el
ingreso típico proveniente del trabajo. Para Krugman la gran revelación ha sido cuando
tanto Piketty como sus colegas mostraron que la verdadera gran noticia en el aumento
de la desigualdad son los ingresos del ahora famoso “1 por ciento”, y de grupos aún más
reducidos.
Desde determinados autores situados a la izquierda, con análisis sustentados en el
marxismo o en el postkeynesianismo, se critica la investigación efectuada por Piketty y
se es menos complaciente con su aportación. Estas críticas se han publicado en el digital
Sin Permiso, como son las de Davis Harvey, Charles- André Udry, James K. Galbraith,
también publicada en la revista digital de la Universidad Autónoma de México Ola
financiera, y la última efectuada por Yanis Varoufakis. En general todos estos autores
valoran la información aportada y la cantidad de datos manejados pero discrepan
fundamentalmente de las razones que Piketty proporciona para explicar la desigualdad,
el marco analítico utilizado básicamente neoclásico, en consecuencia un enfoque más
técnico que social, y las proposiciones que realiza para atenuar la desigualdad.
Una crítica básica es la que le hace Varoufakis al confundir riqueza y capital, pues
resulta evidente que el capital es una forma de riqueza pero no toda riqueza es capital.
De hecho, según expone este autor, una vez que se incorpora al análisis una definición
defectuosa de capital agregado, los problemas se extienden a la definición de
rentabilidad del capital. Esta observación de la no distinción de riqueza y capital
también la hace Solow, aunque minimiza los efectos que esto tiene para los resultados
obtenidos. No es así para Varaufakis ni para Galbraith que resucita la polémica sobre el
concepto de capital y rescata la aportación de Marx y la de los poskeynesianos que se
enfrentaron a la de los neoclásicos. De forma que una crítica que le hace es que el libro
de Piketty ni versa sobre el capital en el sentido de Marx ni versa sobre el capital físico
que sirve de factor de producción en el modelo neoclásico de crecimiento económico.
Estima, por otra parte, que los registros fiscales que utiliza Piketty no son la única
fuente disponible de buenos datos sobre las desigualdades. Así, en una investigación
desarrollada por él durante más de veinte años utilizó los registros salariales y de
remuneraciones para medir la evolución a largo plazo de las desigualdades. En un
trabajo realizado conjuntamente con Thomas Ferguson rastrearon estas medidas en
Estados Unidos hasta 1920, y descubrieron la misma pauta, aproximadamente, que
Piketty ha encontrado ahora. Concluye diciendo que: “ El capital en el siglo XXI es un
libro de peso, rebosante de buena información sobre flujos de ingresos, transferencia de
riqueza y distribución de los recursos financieros en algunos de los países más ricos del
mundo. Piketty arguye convincentemente, desde el comienzo, que la buena teoría
económica tiene que empezar con- al menos incluir- un examen meticuloso de los
hechos. Pero no consigue proporcionar una guía demasiado sólida para orientar la
política. Y a pesar de sus grandes ambiciones, su libro no es la obra lograda de alta
teoría que sugieren su título, su volumen y su recepción (hasta ahora)”.
Harvey considera que si bien hay muchas cosas que son valiosas en el conjunto de datos
de Piketty, su explicación de por qué surgen las desigualdades y las tendencias
oligárquicas tiene errores. Sus propuestas respecto a los remedios a las desigualdades
son ingenuas, si no utópicas. Y no ha producido desde luego un modelo de
funcionamiento para el capital del siglo XXI. Para eso todavía nos hace falta Marx o un
equivalente suyo contemporáneo.
En la misma línea lo hace Udry quien valora la masa de datos útiles, pero plantea que
Piketty sustituye la explicación social y política por la explicación tecnológica, de
manera que en su argumentación de la evolución de la división entre beneficios y
salarios, Piketty favorece la explicación de la sustitución del trabajo por capital. Sin
embargo, considera este autor que la cuestión central en los Estados Unidos y Europa
desde la década de 1980, es que el desempleo pesa sobre el equilibrio de poder entre
capital y trabajo, lo que lleva a reducir los salarios.
En suma, este debate es relevante en la medida que si Piketty no tiene un tratamiento
adecuado sobre las razones de la desigualdad las proposiciones que se hagan para
corregirla pueden ser fallidas al no ir a las causas sino a los efectos o bien ser paliativas
de una gran injusticia sin que se entre a las verdaderas causas que la provocan. La
debilidad del análisis de Piketty viene dado por no diferenciar la riqueza del capital lo
que afecta a parte del análisis sustentado sobre la evolución de la tasa de rentabilidad.
Es prisionero a su vez y hasta cierto punto del enfoque neoclásico, de manera que la
comprensión de la distribución la concibe un tanto estática en el tiempo, lo que resulta
ser en consecuencia un tanto determinista. Desde este punto de vista no hay una
explicación de la dinámica social que explique las razones de esta desigualdad que
aumenta. La descripción que hace Piketty sobre esto es un tanto decepcionante, pero
hay que puntualizar que se centra más en los hechos que en explicar el por qué estos se
producen, aunque también intenta dar razones con un esquema analítico a partir de la
evolución de la tasa de rentabilidad del capital y del crecimiento. Lo que no explica
convincentemente, aunque tal vez esto no se lo ha propuesto hacer, es por qué se
comportan las dos tasas de esta forma, y por qué los factores que favorecieron, desde el
final de la segunda guerra mundial hasta la década de los setenta, una mayor igualdad
tienden a desaparecer.
Aun admitiendo estas debilidades los pilares básicos del estudio de investigación
realizado se mantienen en pie. En este sentido, estoy de acuerdo en los factores que
enumera Rodrik acerca de la importancia de este libro y lo que ello representa, y
también comparto lo que señala Krugman en la medida de que se analiza la desigualdad
teniendo en cuenta la riqueza del grupo superior en la escala de renta y riqueza y que
representa el 1 por ciento.
La propuesta fundamental de Piketty es que considera el instrumento ideal para regular
el capitalismo patrimonial globalizado del siglo XXI la implantación de un impuesto
mundial. Una institución de esa naturaleza permitiría evitar una interminable espiral de
la desigualdad y regular eficazmente la inquietante dinámica de la concentración
mundial de la riqueza. Piketty no se niega a otros instrumentos como una
reactualización del programa social demócrata y fiscal liberal del siglo pasado: El
Estado social y el impuesto progresivo sobre la renta. Sin embargo, para que la
democracia siga funcionando y pueda retomar el control del capitalismo financiero se
requiere inventar instrumentos nuevos.
Esta medida es a la que Harvey considera como ingenua, cuando no utópica. Pero es el
propio Piketty el que la considera una utopía, aunque útil. Desde luego en el contexto
actual resulta inviable, como lo es cualquier reforma progresiva que se plantee. Se está
en tiempos de regresión pero ello no impide que los economistas no hagan
proposiciones posibles y deseables. El impuesto mundial sobre el capital se puede
llevar a cabo, pues en la práctica es factible, pero si no se implanta no es por problemas
técnicos sino porque lo impiden los grandes intereses financieros. Este impuesto es una
buena idea pero por sí mismo no vale para cambiar la tendencia hacia una mayor
desigualdad. Se tendrían que suprimir los paraísos fiscales tal como propone Zucman,
que también desarrolla el impuesto mundial sobre el capital. También habría que actuar
sobre los salarios, no solamente a través de impuestos progresivos sino cerrando el
abanico salarial que tiene lugar hoy en día en el capitalismo global.
Referencias bibliográficas
Bourguignon, François (2012): La mondialisation de l´inegalité, Seuil, París.
Galbraith, James K. (2014): "¿Kapital para el siglo XXI?" en Ola financiera, nº
18(mayo-agosto)
Harvey, David (2014): " Consideraciones sobre El capital de Piketty" en Sin Permiso,
25/5.
Krugman, Paul(2014): " Por qué estamos en una nueva edad dorada" en La Gaceta
Fondo de Cultura Económica, nº 523, julio.
Milanovic, Branko (2012): Los que tienen y los que no tienen, Alianza editorial,
Madrid.
Piketty, Thomas (2014): El capital en el siglo XXI, Fondo de Cultura Económica,
México.
Rodrik, Dani (2014) : " Piketty y el espíritu de la época" en La Gaceta Fondo de
Cultura Económica, nº 523, julio.
Saez, Emmanuel(2013): Occupy Wall Street, RBA, Barcelona.
Solow, Robert M. (2014): " Tomás Piketty está en lo correcto" en La Gaceta Fondo de
Cultura Económica, nº 523, julio.
Stiglitz, Joseph E. (2012): El precio de la desigualdad, Taurus, Madrid.
Udry, Charles- André(2014) : " Piketty sustituye la explicación social y política por la
explicación tecnológica" en Sin Permiso, 01/6/.
Varoufakis, Yanis(2014): " enemigo del igualitarismo: una revisión crítica del libro de
Thomas Piketty, El capital en el siglo XXI" en Sin permiso, 26/10.
Zucman, Gabriel(2014) : La riqueza oculta de las naciones, Pasado& Presente,
Barcelona.
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