TLC: PARA EMPOBRECER A LOS POBRES

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TLC: PARA EMPOBRECER A LOS POBRES1
Daniel Samper Pizano2
Estudios oficiales revelan los peligros del TLC
Yo, que economista no soy, tenía entendido que el meollo del TLC era saber cuánta soberanía estábamos
dispuestos a entregar a los Estados Unidos mediante tratado comercial a cambio de elevar el nivel de vida
de millones de colombianos. Como ya les cedimos buena parte de nuestras decisiones (lucha
antinarcóticos, extradiciones, medio ambiente, guerra internacional), quise alertar sobre el peligroso
intercambio. Pero ahora me entero, por informes de insospechables organismos oficiales, de que el TLC
no servirá para mejorar nuestra economía, sino para empobrecerla. Tal como lo leen: enajenaremos
nuestro modelo de desarrollo y, de contera, este endiablado pacto nos volverá más pobres que antes. Por
eso andan renunciando nuestros negociadores.
Voy al grano. El Banco Mundial reconoció hace algunas semanas que el TLC con Centroamérica y
República Dominicana aumentará la pobreza en sectores críticos de esos países. Salvo que se tomen
medidas de protección –que están prohibidas—los productores centroamericanos de maíz, arroz, frijol y
pollo “experimentarán una reducción en sus ingresos” cuando lleguen los sobrantes de la agricultura
estadounidense subvencionada. Otros se beneficiarán. Pero estos campesinos (más del 10 por ciento de las
familias) se hundirán en la miseria. Algo similar podría ocurrir en Colombia.
Se dirá que son especulaciones. Pero puedo ofrecer también realidades consumadas. Según Cetim, centro
europeo de estudios tercermundistas, desde la vigencia del TLC México pasó de 11 millones de pobres a
54 millones, y los indigentes absolutos superan ya los 20 millones. Cualquiera que haya visitado hace
poco el D. F. les dirá lo que esto significa en términos de seguridad. Canadá también ha sufrido tras el
TLC. En el último decenio “experimentó el mayor crecimiento de la pobreza infantil en el mundo
desarrollado” y los recortes sociales desampararon al 70 por ciento de los desempleados. Pero el número
de sus millonarios se triplicó.
Podría argüirse que suministro ejemplos lejanos y que Colombia “es especial”. Pues no. Pese al
optimismo de MinComercio Exterior, un estudio fresquito de Planeación Nacional revela que, como está
planteado, el TLC abrirá el mercado colombiano en proporción mucho mayor que el de Estados Unidos a
los empresarios nacionales. Así ha negociado el león con todas las gacelas del mundo. Se calcula que las
importaciones crecerán el doble que las exportaciones. De modo que se enriquecerán los grandes
importadores, que poco empleo generan, y el efecto global del TLC beneficiará en un raquítico 0,15 por
ciento la producción nacional. A cambio, acabará de hundirse la agricultura –es decir: más desplazados,
más inseguridad–, pagaremos más por los medicamentos, y veremos cómo los grandes laboratorios
patentan descaradamente la sabiduría colectiva de la medicina popular. Dice al respecto el economista
norteamericano Joseph Stiglitz: “Considérese un medicamento basado en el conocimiento tradicional; por
ejemplo, una hierba conocida por sus propiedades medicinales. ¿Cuán importante es la contribución de la
empresa estadounidense que aísla el ingrediente activo? Las compañías farmacéuticas argumentan que
deberían tener derecho a una patente total, sin pagar nada al país en desarrollo de donde se tomó el
conocimiento tradicional... No es de sorprender que los países en desarrollo tengan una opinión distinta".
1
Periódico El Tiempo. Bogotá, octubre 5 de 2005.
http://eltiempo.terra.com.co/opinion/colopi_new/danielsamperpizano/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2556095.html
2
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Sobra razón, pues, a los congresistas andinos que hace dos semanas advirtieron que “el TLC lesionará el
desarrollo, la salud pública y la seguridad alimentaria” de nuestros países. También al filósofo germanoamericano Thomas Pagge cuando declaró recientemente al diario El Mundo que “el orden económico
global perpetúa la pobreza a través de la apertura asimétrica de los mercados”. Es la radiografía exacta del
TLC.
Para seguir empobreciendo a los pobres y enriqueciendo a los ricos no necesitamos acuerdos
internacionales. Nuestra clase dirigente se basta sola. Dos siglos de injusticia social son su garantía de
seriedad y cumplimiento.
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