NERUDA 20 POEMAS DE AMOR Y UNA CANCIÓN Estudio

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Veinte poemas de amor y una canción
desesperada
PABLO NERUDA
Pablo Neruda
Citas .............................................................................................................................................................. 3
Vida............................................................................................................................................................... 5
Obra ............................................................................................................................................................ 10
Veinte poemas de amor y una canción desesperada ................................................................................ 11
Historia del libro ..................................................................................................................................... 11
Estructura externa .................................................................................................................................. 12
Estructura interna .................................................................................................................................. 13
El tema................................................................................................................................................ 13
Los actores.......................................................................................................................................... 15
El estilo poético .................................................................................................................................. 16
VIAJE A LA ULTIMA RESIDENCIA ................................................................................................................. 18
Vida extraordinaria..................................................................................................................................... 21
UN POETA PLURAL, ABUNDOSO, SUBLIME ................................................................................................ 22
2
Citas
(De "Confieso que he vivido", de Pablo Neruda. Círculo de lectores)
a) Mi poesía y mi vida han transcurrido como un río americano, como un torrente de aguas de
Chile, nacidas en la profundidad secreta de las montañas australes, dirigiendo sin cesar hacia
una salida marina el movimiento de sus corrientes. Mi poesía no rechazó nada de lo que
pudo traer en su caudal; aceptó la pasión, desarrolló el misterio, y se abrió paso entre los
corazones del pueblo.
Me tocó padecer y luchar, amar y cantar; me tocaron en el reparto del mundo, el triunfo y la
derrota, probé el gusto del pan y el de la sangre. Qué más quiere un poeta? Y todas las
alternativas, desde el llanto hasta los besos, desde la soledad hasta el pueblo, perviven en mi
poesía, actúan en ella, porque he vivido para mi poesía, y mi poesía ha sustentado mis
luchas. Y si muchos premios he alcanzado, premios fugaces como mariposas de polen
fugitivo, he alcanzado un premio mayor, un premio que muchos desdeñan pero que es en
realidad para muchos inalcanzable. He llegado a través de una dura lección de estética y de
búsqueda, a través de los laberintos de la palabra escrita, a ser poeta de mi pueblo. Mi
premio es ése, no los libros y los poemas traducidos o los libros escritos para describir o
disecar mis palabras. Mi premio es ese momento grave de mi vida cuando en el fondo del
carbón de Lota, a pleno sol en la calichera abrasada, desde el socavón del pique ha subido un
hombre como si ascendiera desde el infierno, con la cara transformada por el trabajo terrible,
con los ojos enrojecidos por el polvo y, alargándome la mano endurecida, esa mano que
lleva el mapa de la pampa en sus durezas y en sus arrugas, me ha dicho, con ojos brillantes:
«te conocía desde hace mucho tiempo, hermano». Ese es el laurel de mi poesía, ese agujero
en la pampa terrible, de donde sale un obrero a quien el viento y la noche y las estrellas de
Chile le han dicho muchas veces: «no estás solo; hay un poeta que piensa en tus dolores».
Ingresé al Partido Comunista de Chile el 15 de julio de 1945.
(Página 188)
b) Los Veinte poemas de amor y una canción desesperada son un libro doloroso y pastoril que
contiene mis más atormentadas pasiones adolescentes, mezcladas con la naturaleza
arrolladora del sur de mi patria. Es un libro que amo porque a pesar de su aguda melancolía
está presente en él el goce de la existencia. Me ayudaron a escribirlo un río y su
desembocadura: el río Imperial. Los «Veinte poemas» son el romance de Santiago, con las
calles estudiantiles, la universidad y el olor a madreselva del amor compartido.
Los trozos de Santiago fueron escritos entre la calle Echaurren y la avenida España y en el
interior del antiguo edificio del Instituto Pedagógico, pero el panorama son siempre las
aguas y los árboles del sur. Los muelles de la «Canción desesperada» son los viejos muelles
de Carahue y de Bajo Imperial; los tablones rotos y los maderos como muñecos golpeados
por el ancho río; el aleteo de gaviotas se sentía y sigue sintiéndose en aquella
desembocadura.
3
En un esbelto y largo bote abandonado, de no sé qué barco náufrago, leí entero el «Juan
Cristóbal» y escribí la «Canción desesperada». Encima de mi cabeza el cielo tenía un azul
tan violento como jamás he visto otro. Yo escribía en el bote, escondido en la tierra. Creo
que no he vuelto a ser tan alto y tan profundo como en aquellos días. Arriba el cielo azul
impenetrable. En mis manos el «Juan Cristóbal» o los versos nacientes de mi poema. Cerca
de mí todo lo que existió y siguió existiendo para siempre en mi poesía: el ruido lejano del
mar, el grito de los pájaros salvajes, y el amor ardiendo sin consumirse como una zarza
inmortal.
Siempre me han preguntado cuál es la mujer de los «Veinte poemas», pregunta difícil de
contestar. Las dos o tres que se entrelazan en esta melancólica y ardiente poesía
corresponden, digamos, Marisol y Marisombra. Marisol es el idilio de la provincia
encantada con inmensas estrellas nocturnas y ojos oscuros como el cielo mojado de Temuco.
Ella figura con su alegría y su vivaz belleza en casi todas las páginas, rodeada por las aguas
del puerto y por la media luna sobre las montañas. Marisombra es la estudiante de la capital.
Boina gris, ojos suavísimos, el constante olor a madreselva del errante amor estudiantil, el
sosiego físico de los apasionados encuentros en los escondrijos de la urbe. (Págs. 57-58).
c) ESTE LIBRO ADOLESCENTE
(De Para nacer he nacido, de Pablo Neruda)
Este libro fue escrito hace 36 años (me parece) y aunque separado de él por tantas distancias,
he seguido envuelto por aquella primavera marina que lo produjo, por la atmósfera y las
estrellas de aquellos días y noches. Los ojos de mujer que en este libro se abren fueron
cerrados por el tiempo; las manos que en este libro arden, los labios interrumpidos por el
fuego, los cuerpos de trigo que se extendieron en estas páginas, toda esa vida, esa verdad,
esas aguas, entraron en el gran río de la vida, palpitante, subterráneo, hecho de otras y de
todas las vidas.
Pero la niebla, la costa, el tumultuoso mar del Sur de Chile, que aquí en este libro
adolescente encontró su camino hacia la intimidad de mi poesía siguen taladrando mi
memoria, azotándola con su jerárquica espuma, con su geografía amenazante.
Yo crecí y amé en esos paisajes fluviales y oceánicos, en la más abandonada juventud. (...)
Fueron escritos estos poemas con aire, mar, espigas, estrellas y amor, amor... Desde
entonces andan rondando y cantando... El tiempo les despojó su primera vestidura, el
cataclismo de Chile, suspendido siempre como una espada de fuego, cayó sobre Puerto
Saavedra y aniquiló mis recuerdos. Entró el mar que resuena en este libro y la marejada
arrolló las casas y los pinos. Los muelles quedaron retorcidos y rotos. Una ola gigante azotó
las amapolas. Todo fue destruido en este año de 1960.
Todo... Que mi poesía guarde en su copa la antigua primavera asesinada.
( París,
noviembre de 1960)
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Vida
Comenzaré por decir, sobre los días y años de mi infancia, que
mi único personaje inolvidable fue la lluvia (De Confieso que
he vivido).
1904: El 12 de julio nace Ricardo Neftalí Eliecer Reyes Basoalto, en una pequeña ciudad del
valle central de Chile llamada Parral. Su padre, José del Carmen Reyes Morales, era
conductor de trenes. Su madre, Rosa Basoalto Opazo, falleció a los dos meses de dar a
luz. Neruda profesará un gran amor por su madrastra, su "mamadre", Trinidad Candia
Marverde.
En 1910 se trasladan a Temuco, ciudad del sur lluvioso
de Chile, ciudad donde trabajará Gabriela Mistral, a
quien conocerá.
"Mis padres llegaron de Parral, donde yo
nací. Allí en el centro de Chile, crecen
las viñas y abunda el vino. Sin que yo lo
recuerde, sin saber que la miré con mis
ojos, murió mi madre doña Rosa Basoalto.
Yo nací el 12 de julio de 1904 y, un mes
después,
en
agosto,
agotada
por
la
tuberculosis, mi madre ya no existía."
A los trece años empieza a escribir y publicar en los
periódicos de la región.
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1920: Utiliza por primera vez el seudónimo de Pablo Neruda, que legalizará en 1947.
"Cuando yo tenía 14 años de edad, mi padre perseguía denodadamente mi
actividad literaria. No estaba de acuerdo con tener un hijo poeta. Para
encubrir la publicación de mis primeros versos me busqué un apellido que
lo despistara totalmente. Encontré en una revista ese nombre checo, sin
saber siquiera que se trataba de un gran escritor, venerado por todo un
pueblo, autor de muy hermosas baladas y romances y con monumento erigido
en el barrio Mala Strana de Praga. Apenas llegado a Checoslovaquia,
muchos años después, puse una flor a los pies de su estatua barbuda."
1921: Abandonará la provincia para estudiar en la Universidad de Chile, en Santiago. Empieza
estudios de Pedagogía en Francés. Ese año gana el concurso literario de la fiesta de la
primavera con La canción de la fiesta, su primera publicación.
"Después de muchos años de liceo, en que tropecé siempre en el mes
de diciembre con el examen de matemáticas, quedé exteriormente listo
para enfrentarme con la universidad, en Santiago de Chile. Digo
exteriormente, porque por dentro mi cabeza iba llena de libros, de
sueños y de poemas que me zumbaban como abejas."
Vive modestamente en pensiones de barrios periféricos, aunque ni el estudio ni las
dificultades económicas ni su militancia en las actividades en la Federación de Estudiantes
logran alejarlo de la práctica poética.
1924: Publica Veinte poemas de amor y una canción desesperada. El año anterior había
publicado Crepusculario (1923). Entre estos dos escribió otro libro, que se publicará años
después, El hondero entusiasta (1933). En 1926 publicó Tentativa del hombre infinito.
Todos estos libros le reportarán grande y rápida fama.
Su poesía de esa época corresponde a una etapa de formación e individualización, que
partiendo de ligeros toques modernistas y asimilando las lecturas de las vanguardias,
acabarán generando un estilo personal y propio.
1927: A sus veintitrés años abandona sus estudios universitarios e inicia una carrera consular por
el Asia suroriental: 1927-28, Rangún; 1928-1930, Colombo; 1930-1932, Batavia. Para
llegar a su destino ha de emprender un largo viaje que le acercará, por primera vez, a
Madrid y París.
El alejamiento tanto de Chile como de lo occidental y la profunda soledad emanada de esta
época consular, junto con un consciente y elaborado trabajo, acaba por dar forma a su
poesía. Es en esta época cuando escribe la mayor parte de los poemas que formarán su
siguiente libro, Residencia en la tierra, que se publicará -en su primera parte- en el año
1933, en Chile.
Desde un plano personal, estos son años difíciles. No prosperan sus relaciones con
Albertina Azócar, compañera de estudios, quien supuestamente inspiró algunos de los
poemas de Veinte poemas de amor y... Tiene una apasionada, aunque peligrosa, relación
con la nativa Josie Bliss. Y casó con la javanesa María Antonieta Agenaar, Maruca para
los amigos.
"Tuve dificultades en mi vida privada. La dulce Josie Bliss fue
reconcentrándose y apasionándose hasta enfermar de celos. Tenía
celos y aversión a las cartas que me llegaban de lejos; escondía mis
telegramas sin abrirlos; miraba de lejos; escondía mis telegramas
sin abrirlos; miraba con rencor el aire que yo respiraba.
A veces me despertó una luz, un fantasma que se movía detrás del
mosquitero. Era ella, vestida de blanco, blandiendo su largo y
afilado cuchillo indígena. Era ella paseando horas enteras alrededor
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de mi cama sin decidirse a matarme. «Cuando te mueras se acabarán
mis temores», me decía. Al día siguiente celebraba misteriosos ritos
en resguardo a mi fidelidad. Acabaría por matarme. Por suerte,
recibí un mensaje oficial que me participaba mi traslado a Ceilán."
1932: Vuelve a Chile
1933: Nombrado cónsul en Argentina, donde conoce a Jorge Luis Borges y a Federico García
Lorca, en octubre de este mismo año. Ambos ofrecen un homenaje, al alimón, a Rubén
Darío.
1934: Viaja a España para hacerse cargo del consulado en Barcelona y poco después en Madrid.
Será un tiempo feliz y productivo. Entabla amistad con los escritores del 27. Se reedita
Residencia en la tierra. Dirige la revista CABALLO VERDE PARA LA POESÍA, que
edita Manuel Altolaguirre. Conocerá también a Miguel Hernández.
Aquí conoce a Delia del Carril, que le acompañará largos años.
1936: La Guerra Civil española y la muerte de Federico en concreto le afectará tanto que la veta
social y política de su poesía sustituirá todo lo que de subjetivo y lírico había en su poesía
anterior. A fines de 1936 pasó a Francia. Volverá a España al año siguiente para participar
en el Segundo Congreso de Intelectuales para la Defensa de la Cultura, que se celebró en
Valencia.
1938: Escribe España en el corazón.
"A las primeras balas que atravesaron las guitarras de España, cuando
en vez de sonidos salieron de ellas borbotones de sangre, mi poesía se
detiene como un fantasma en medio de las calles de la angustia humana y
comienza a subir por ella una corriente de raíces y de sangre. Desde
entonces mi camino se junta con el camino de todos. Y de pronto veo que
desde el sur de la soledad he ido hacia el norte que es pueblo, el pueblo
al cual mi humilde poesía quisiera servir de espada y de pañuelo, para
secar el sudor de sus grandes dolores y para darle una arma en la lucha
del pan."
El gobierno del Frente Popular chileno lo nombra cónsul en París para la inmigración,
cuya función consistía en facilitar a los españoles que huían de la guerra o de la cárcel la
salida de España y un lugar de paz en Chile.
1940: Es nombrado cónsul chileno en México. Empieza a escribir Canto general, libro en el que
ya se advierte una poesía comprometida socialmente.
1943: Renuncia al puesto diplomático y regresa a Chile.
1945: El 15 de julio ingresa en el Partido Comunista. Comienza de esta forma una actividad
política en favor de las clases populares chilenas. Sale elegido senador por las provincias
mineras y pobres de Tarapacá y Antofagasta, por el período 1945-48.
"Estuve una tarde conversando con los obreros de una maestranza en las
oficinas salitreras de María Elena. El suelo del enorme taller está
siempre enfangado por el agua, el aceite y los ácidos. Los dirigentes
sindicales que me acompañaban y yo, pisábamos sobre un tablón que nos
aislaba del barrizal.
7
-Estos tablones -me dijeron- nos costaron 15 huelgas sucesivas, 8 años
de peticiones y 7 de muertos.
Lo último se debió a que en una de esas huelgas la policía de la
compañía se llevó a siete dirigentes. Los guardias iban a caballo,
mientras los obreros amarrados a una cuerda los seguían a pie por los
solitarios arenales. Con algunas descargas los asesinaron"
1947: Publica Tercera residencia.
1948: Ayuda a salir presidente de Chile a González Videla, quien una vez nombrado como tal
cambia completamente y abandona la política que le había aupado al poder y que Neruda
apoyaba. El enfrentamiento del presidente con el poeta acaba con la orden de detención de
este. «Mis discursos se tornaron violentos y la sala del senado estaba siempre llena para
escucharme. Pronto se pidió y se obtuvo mi desafuero y se ordenó a la policía mi
detención.» Después de un año de vida clandestina y persecución logra escapar pasando a
pie los Andes, a través de la localidad de San Martín de los Andes.
1950: Publica Canto General.
La persecución chilena que prosigue incluso fuera de Chile le gana la solidaridad y acogida
de los intelectuales de todo el mundo. Sus obras se traducen a numerosas lenguas. Viaja por
toda Europa, Rusia y China.
Conoce a Matilde Urrutia, quien se convertirá en su segunda esposa.
Todo este ambiente de solidaridad y amistad recupera para sus escritos obras de temática
universal y de tono positivo. Escribe Los versos del capitán (1952), Las uvas y el viento
(1953) y empiezan a aparecer asimismo los diversos libros que formarán las Odas
elementales .
En los años siguientes publicará libros centrados en el amor y la libertad: Estravagario
(1958), Navegaciones y regresos y Cien sonetos de amor (1959). Pero no olvidará sus
escritos sociales y políticos como Canción de gesta (1960), o Fulgor y muerte de Joaquín
Murrieta.
1962: O Cruceiro International publica varios artículos suyos bajo el título de Memorias y
recuerdos de Pablo Neruda, que integrarán el libro autobiográfico Confieso que he vivido,
que se publicará póstumamente.
1970: Es nominado para candidato a la presidencia de Chile por el partido comunista, aunque en
el último momento cede su puesto a un candidato unitario de la Unidad Popular, Salvador
Allende.
1971: Es nombrado cónsul en Francia, por el gobierno de Allende.
Se le concede el Premio Nobel.
1972: A finales de este año regresa enfermo a Chile. Continúa escribiendo con regularidad a la
par que le preocupa la evolución social y política del gobierno de Allende.
1973: Publica Incitación al nixonicidio y alabanza de la revolución chilena (1973) con el que
apoya las elecciones de marzo de ese año. A mediados de año hace una llamada a los
intelectuales del mundo para evitar la guerra civil en Chile. El 11 de septiembre el general
Pinochet da un golpe de estado militar que derriba al gobierno de la Unidad Popular, que
8
acaba con la muerte violenta de su presidente, defendiendo el Palacio de la Moneda, símbolo
de la democracia destruida.
"Donde
estuvo,
en
los
países
más
lejanos,
los
pueblos
admiraron
al
presidente
Allende
y
elogiaron
el
extraordinario pluralismo de nuestro
gobierno. Jamás en la historia de la
sede de las Naciones Unidas, en Nueva
York, se escuchó una ovación como la que
le brindaron al presidente de Chile los
delegados de todo el mundo. Aquí, en
Chile, se estaba construyendo, entre
inmensas
dificultades,
una
sociedad
verdaderamente justa, elevada sobre la
base de nuestra soberanía, de nuestro
orgullo nacional, del heroísmo de los
mejores habitantes de Chile. De nuestro
lado, del lado de la revolución chilena,
estaban la constitución y la ley, la
democracia y la esperanza.
Del otro lado no faltaba nada."
El golpe de estado del general Pinochet acelerará su
enfermedad. El 23 de septiembre de 1973 muere
Pablo Neruda en Santiago de Chile. Las casas del
poeta en Valparaíso y Santiago, donde se velaba el
cadáver, son saqueadas y destruidas después del
golpe por los fascistas chilenos.
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Obra
Lo primero que llama la atención, al fijarnos en la obra de Neruda, es la amplitud de esta y su
variedad, tanto temática como de estilo. De tal manera la obra empieza siendo modernista y
termina después de un recorrido variado y accidentado por los distintos movimientos de su
época. Neruda es tanto el poeta del amor en Veinte poemas como el político de La incitación al
nixonicidio o el vitalista que canta a los hechos cotidianos de la vida, a la lagartija, la cuchara o
la alcachofa.
"Siempre me preguntan, especialmente los periodistas, qué obra estoy escribiendo, qué cosa estoy
haciendo. Siempre me ha sorprendido esta pregunta por lo superficial. Porque la verdad es que
siempre estoy haciendo lo mismo. Nunca he dejado de hacer lo mismo. Poesía?
Me enteré mucho después de estar haciéndolo, que lo que yo escribía se llamaba poesía. Nunca he
tenido interés en las definiciones, en las etiquetas. Me aburren a muerte las discusiones estéticas.
No disminuyo a quienes las sustentan, sino que me siento ajeno tanto a la partida de nacimiento
como al post mortem de la creación literaria. «Que nada exterior llegue a mandar en mí», dijo Walt
Whitman. Y la parafernalia de la literatura, con todos sus méritos, no debe sustituir a la desnuda creación.
Comienza, como hemos visto en su vida, escribiendo en 1923 Crepusculario, probablemente
la obra más cercana al modernismo, en la se destaca la belleza modernista con dulzura, colorido
y fragilidad.
La siguiente obra, de 1924, es Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de la que
no se puede decir que sea modernismo, pero tampoco otra cosa diferente, sino un libro de amor,
adolescente, de mar y de tierra.
Los años siguientes son años de viajes y de múltiples experiencias. En 1934 llega a Madrid
donde crea "Caballo verde para la poesía", revista con un amplio sentido político. Esta
experiencia, más la proximidad a la generación del 27, fructificará en un nuevo libro, Residencia
en la tierra, de 1935.
En 1937, con España en el corazón empieza su etapa de militante de izquierda y su poesía
política que se manifiesta especialmente en 1950 con Canto general. A partir de este momento y
sin dejar ya su preocupación política, su poesía experimentará una simplificación para hacerse
más esencial y a la vez más cotidiana. Esto se encontrará en sus tres libros de Odas (Odas
elementales, Nuevas odas elementales y El tercer Libro de Odas).
De tipo autobiográfico son Memorial de la Isla Negra de 1964 y Confieso que he vivido,
publicado póstumamente.
En medio de esta relación de obras quedan otras muchas que fueron publicadas tanto antes
como después de su muerte, que configuran a un escritor polifacético y variado, que supo en
todas sus voces hacer notar la voz de un hombre que supo vivir su momento con intensidad y
apasionamiento tanto en sus aspectos personales como todos aquellos que tenían que ver con los
abandonados y desheredados, a los que prestó su voz solidaria y hermana.
"Tal vez los deberes del poeta fueron siempre los mismos en la historia. El honor de la poesía fue
salir a la calle, fue tomar parte en este y en el otro combate. No se asustó el poeta cuando le
dijeron insurgente. La poesía es una insurrección. No se ofendió el poeta porque lo llamaron
subversivo. La vida sobrepasa las estructuras y hay nuevos códigos para el alma. De todas partes
salta la semilla; todas las ideas son exóticas; esperamos cada día cambios inmensos; vivimos con
entusiasmo la mutación del orden humano: la primavera insurreccional.
Yo he dado cuanto tenía. He lanzado mi poesía a la arena, y a menudo me he desangrado con ella,
sufriendo las agonías y exaltando las glorias que me ha tocado presenciar y vivir. Por una cosa o
por otra fui incomprendido, y esto no está mal del todo."
10
Veinte poemas de amor y una canción
desesperada
Historia del libro
Veinte poemas de amor y una canción
desesperada es el tercer libro que publica Pablo
Neruda. A éste le habían precedido Crepusculario
en 1923 y El hondero entusiasta, que, aunque
escrito en la misma época que los Veinte poemas
(los dos fueron escritos entre comienzos de 1923
y marzo-abril de 1924), se publicará años
después, en 1933. Son estos tres libros los
primeros de un poeta que ya desde niño había
aspirado a la poesía. Así el primer texto suyo del
que tenemos constancia es del 30-6-1915, a los
casi once años, y está dedicado a su madrastra
Trinidad: «De un paisaje de áureas regiones / yo
recogí / para darle querida mamá / esta humilde
postal. Neftalí». Como vemos, su autor no había
adoptado aún el nombre de Neruda, que le haría
famoso. Este seudónimo lo utilizará por primera
vez en octubre de 1920. Antes se había limitado a
firmar con su segundo nombre, Neftalí, o con este
nombre y su apellido, Neftalí Reyes, como lo
hace entre 1917 y 1919 en los poemas y artículos para la prensa que escribe en La Mañana y en
Corre-Vuela.
El estudio de la evolución poética que va desde Crepusculario a los Veinte poemas de
amor nos muestra a un autor, que -aunque joven aún en su poesía- va buscando su propio
1
concepto tanto de la poesía como de su universo poético. De acuerdo con Hernán Loyola , la
obra de Neruda es la búsqueda de su su propia autorrepresentación, de la invención y edificación
de un proyecto poético en el que los dos primeros libros, Crepusculario y El hondero entusiasta,
son ligeros balbuceos guiados por posturas o tópicos literarios de la época. Frente a ellos, Veinte
poemas de amor y una canción desesperada, supone el primer libro en el que su autor ya ha
encontrado un camino propio, al pasar de la orla de cristal del autor distante y virginal de los dos
libros anteriores al descubrimiento del mundo de lo real. «Las manos que en este libro arden, los
labios interrumpidos por el fuego, los cuerpos de trigo que se extendieron en estas páginas, toda
esa vida, esa verdad, esas aguas, entraron en el gran río de la vida, palpitante, subterráneo,
hecho de otras y de todas las vidas» (Ver "Cita C" al comienzo de los apuntes).
Respecto a esto Hernán Loyola, en el libro anteriormente citado, dice:
"Crepusculario y El hondero entusiasta aparecen como intentos todavía altamente
inestables, sin raíces ni fundamento verdaderos: el yo lírico se autodiseña contra un espacio
1
Ver Prólogo, selección y notas de Hernán Loyola en Antología poética de Pablo Neruda,
en Alianza Editorial.
11
mental arbitrario, voluntarístico en el Hondero, o al interior de un espacio 'literariamente'
tematizado en Crepusculario. Espacios en definitiva sustituibles, accesorios, adjetivos. Veinte
poemas inicia, en cambio, la fundación -en los textos- de un espacio insustituible y necesario y
sustantivo, por lo tanto." (Pág. 39)
En cuanto a la publicación de la obra, conviene decir, por un lado, que el título de ésta no
estuvo claro desde el principio. Primero, se iba a llamar Poemas de una mujer y de un hombre;
después, Doce poemas de amor y una canción desesperada, para acabar con el nombre con que
hoy en día lo conocemos. Por otro lado, algunos de sus poemas ya habían sido publicados
sueltos en periódicos de Santiago de Chile antes de su aparición: el 4, 14, y 20, lo fueron en la
revista Claridad, órgano de la Federación de Estudiantes; el 6, 12 y 15, en la revista Zig Zag.
Todos ellos en el período comprendido entre febrero de 1923 y mayo de 1924. El libro será
publicado por primera vez por la Editorial Nascimento, en Santiago de Chile, en junio del año
1924, con el título que hoy lo conocemos: Veinte poemas de amor y una canción desesperada.
"En cuanto a mis Veinte poemas de amor contaré una vez más que fue
Eduardo Barrios quien lo entregó y recomendó con tal ardor a don Carlos
George Nascimento que éste me llamó para proclamarme poeta publicable con
estas palabras: Muy bien, publicaremos su obrita."
La obra, aunque no recibe excesivas buenas críticas, se reedita en 1932, en la misma editorial y
con algunas variantes. Esta ha pasado a ser la edición definitiva, llegando a alcanzar el millón de
ejemplares vendidos en 1961 y los dos millones en el año 1972, un año antes de la muerte de su
autor.
Estructura externa
El libro se nos presenta, desde el punto de vista tipográfico, dividido en veintiuna secciones,
cada una de las cuales va precedida de un número, ordenados del uno al veinte, menos el último
denominado 'una canción desesperada'.
Esta disposición de imprenta nos sugiere ya una posible clasificación o división de la
obra en esos dos apartados, ya definidos por la rotulación: El amor y la desesperación por la
2
pérdida de ese o esos amores. Pues parece que Neruda no sólo alude a una amada sino a dos, o
tres, o... Hoy sabemos, a partir de la correspondencia de Neruda, que una de las que inspiró
algunos de los poemas, la estudiante de la capital. Boina gris, ojos suavísimos, el constante olor
a madreselva, fue Albertina Azócar, compañera de estudios y hermana del novelista Rubén
Azócar, amigo de Neruda.
Te recuerdo como eras en el último otoño.
Eras la boina gris y el corazón en calma.
En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo
Y las hojas caían en el agua de tu alma.
2
"Siempre me han preguntado cuál es la mujer de los «Veinte poemas», pregunta difícil
de contestar. Las dos o tres que se entrelazan en esta melancólica y ardiente poesía
corresponden, digamos,
Marisol y Marisombra. Marisol es el idilio de la provincia
encantada con inmensas estrellas nocturnas y ojos oscuros como el cielo mojado de
Temuco. Ella figura con su alegría y su vivaz belleza en casi todas las páginas,
rodeada por las aguas del puerto y por la media luna sobre las montañas. Marisombra es
la estudiante de la capital. Boina gris, ojos suavísimos, el constante olor a
madreselva del errante amor estudiantil, el sosiego físico de los apasionados
encuentros en los escondrijos de la urbe." (Ver Cita B)
12
Desde el punto de vista externo, el libro en definitiva, se nos presenta como la suma (véase el
valor copulativo del enlace "y") de dos conceptos amorosos, entendidos como experiencias
contrarias, pero de consecuencias lógicas: el amor vivido intensamente y el desengaño de la
pasión, ya pasada. Si es verdad que ello se pone de manifiesto en la división entre los veinte
primeros poemas (veinte poemas de amor) y el último (una canción desesperada), no debemos
olvidar que la soledad y el abandono son sentimientos que están presentes en todos los poemas,
aunque teñidos de nostalgia y melancólica pasividad en los primeros y de desesperación activa
que le aboca a la ruptura, en la canción desesperada con la que acaba el libro.
Abandonado como los muelles en el alba.
Sólo la sombra trémula se retuerce en mis manos.
Ah más allá de todo. Ah más allá de todo.
Es la hora de partir. Oh abandonado!
Estructura interna
El tema
3
Alfredo Lozada, en La amada crepuscular: «Veinte poemas de amor y...» , escribe lo
siguiente: «Al reseñar Veinte poemas..., Mariano Latorre declaró ásperamente que el libro, de
poeta aún en agraz, no le convencía ("su dolor, su desesperación, es demasiado retórica,
demasiado cerebral"). Neruda, joven lastimado, se defendió a su modo ("algo heroico,
incontaminado, libre se ha forjado dentro de mí, a golpes de anhelo y de poder; hacia afuera lo
he tirado en palabras, doliéndome, sangrándome el corazón").
Amado Alonso, por su parte, vio someramente en el libro "una bella tristeza que se complace
en sí misma"; aun los conatos de angustia -observaba- se resuelven en melancolía, que es al fin
y al cabo "un modo de felicidad porque el sufrimiento se contempla en sí mismo envuelto en
belleza y hecho canción."
Pues bien, en el examen que hemos hecho aquí del libro no se ha discernido en él ni una
celebración del amor carnal, ni una historia sentimental que acaba linearmente en el desengaño
y el fracaso, ni un truco literario, ni tampoco una mera complacencia estética. Lo que acusan
más bien los poemas es, fundamentalmente, el influjo de una tensión temática, vivida
intensamente por Neruda, cara al poeta romántico que pulsa la cuerda sentimental: la relación
con una amada ausente, perdida. Con estos sentimientos de ausencia y de pérdida, y con sus
corolarios emotivos de melancolía, añoranza, soledad, incertidumbre se han construido tanto la
imagen poética, dulce y doliente, de la amada como la relación amorosa -triste, exaltada y
ávida a ratos, de tono íntimo y directo- expresada en el libro."
Podemos observar, por lo tanto, que Alfredo Lozada considera como sentido temático del
libro la expresión del sentimiento amoroso del poeta, producido ante la pérdida de la amada. Se
configura así Veinte poemas de amor y una canción desesperada como un libro en el que Neruda
reproduce el tema romántico de la amada desaparecida, ante cuyo recuerdo se puede sentir dulce
melancolía y añoranza,
En ti los ríos cantan y mi alma
como tú lo desees y hacia donde
Márcame mi camino en tu arco de
y soltaré en delirio mi bandada
en ellos huye
tú quieras.
esperanza
de flechas. (Poema 3)
3
Incluido en Pablo Neruda, de la colección "El escritor y la crítica", Editorial
Taurus.
13
y, ante cuya historia acabada, se siente soledad e incertidumbre, fatiga y dolor.
Cuerpo de mujer mía,
Mi sed, mi ansia sin
Oscuros cauces donde
y la fatiga sigue, y
persistiré en tu gracia.
límite, mi camino indeciso!
la sed eterna sigue,
el dolor infinito. (Poema 1)
Por eso algunos críticos sugieren la posible interpretación de esta obra como una historia de
amor. Comienza por una revisión de lo que fue, en el primer poema (Fui solo como un túnel).
Continúa con la manifestación de diferentes situaciones emotivas vividas en ese amor o amores.
Y acaba con el resultado último de esas experiencias recién acabadas, la desesperación. Hay, no
obstante, un cierto regusto amargo, que nos lleva a comprender como el poeta, a pesar del
fracaso amoroso, ha sido capaz de asumir lo que de positivo, de vital, tienen esas experiencias.
Así lo confirma en Confieso que he vivido: «Los Veinte poemas de amor y una canción
desesperada son un libro doloroso y pastoril que contiene mis más atormentadas pasiones
adolescentes, mezcladas con la naturaleza arrolladora del sur de mi patria. Es un libro que amo
porque a pesar de su aguda melancolía está presente en él el goce de la existencia.»
Mi deseo de ti fue el más terrible y corto,
el más revuelto y ebrio, el más tirante y ávido.
Cementerio de besos, aún hay fuego en tus tumbas,
aún los racimos arden picoteados de pájaros.
Oh la boca mordida, oh los besados miembros,
oh los hambrientos dientes, oh los cuerpos trenzados.
Oh la cópula loca de esperanza y esfuerzo
en que nos anudamos y nos desesperamos. (Una canción desesperada)
Y es que el amor no ha sido una exclusiva experiencia emotiva, sino que ha recorrido todas
las facetas del vivir del poeta joven. Por eso el concepto del amor en el Neruda de los Veinte
poemas abarca aspectos muy diferentes: por un lado, un amor carnal, una experiencia erótica, en
la que el goce y el sentir de los sentidos se puede observar con meridiana claridad en el libro; por
el otro, el amor es el único camino de salvación para el hombre desamparado,
Soy el desesperado, la palabra sin ecos,
el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo.
Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última.
En mi tierra desierta eres la última rosa. (Poema 8)
quien a través de la experiencia amorosa es capaz de percibir la naturaleza esencial del universo,
la misma que la de ese amor hecho de creación y destrucción de la materia («Quiero hacer
contigo / lo que la primavera hace con los cerezos». Poema 14); y, por último, el amor tiene un
alcance telúrico, capaz de unir y entroncar al poeta con la vida, la tierra, el mar, la inmensidad
del cielo, las montañas, la naturaleza toda.
Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta! (Poema 3)
14
Los actores
Si entendemos por actores todos aquellos elementos de un discurso (véase libro o poema)
que, de una u otra manera, participan en el desarrollo normal de este, bien activa bien
pasivamente, deberíamos concluir que en Veinte poemas de amor y una canción desesperada
hay dos actores evidentes, el poeta y la amada, y otro actor que pasa más desapercibido, pero
que se configura como fundamental para la integración y desarrollo de los otros dos, la
naturaleza. Una característica común a los tres es su diversidad, quizás porque una cualidad del
libro en general es su pluralidad lectora y su diversidad emocional respecto a un mismo tema, el
amor. Si los poemas de amor se muestran de forma positiva en los poemas 4 y 19 frente a la
tristeza que embarga a la mayoría restante o la desesperación de los dos últimos; si se puede
manifestar un amor apasionado y de comunicación directa, como en el 13, o vivido
apasionadamente en el recuerdo, como en el 1; no es extraño que de igual forma se nos
manifiesten variados y distintos los actores de los poemas.
De esa manera, el yo lírico (el hablante lírico) pasa perfectamente de apasionado y sensual poema 11, por ejemplo- a amante angustiado y nostálgico -17-, de evocador y telúrico -3 y 12- a
dulcemente ensoñador y posesivo -16-.
Por su parte, el concepto de la amada comprende tanto lo que de físico y particular tiene
("negra melena, ágil, cuerpo alegre, ojos luminosos, profundos, oceánicos"), como de arrebatada
pasión ("Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos... leche ávida y firme, cuerpo de
nácar, atlas blanco, boca de ciruela"), o de profundo y arraigado a la tierra.
Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose,
lento juego de luces, campana solitaria,
crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca,
caracola terrestre, en ti la tierra canta! (Poema 3)
Con estos elementos Neruda conforma una amada que tiene múltiples, variadas y
complementarias caras: es la amada distante y huidiza ("Me gustas cuando callas porque estás
como ausente" -15-); la amada sensual y carnal; la amada que se confunde con el paisaje, con la
tierra -como podemos observar en los versos anteriores-, con la naturaleza en general; y, por
último, la amada salvadora, la última quimera del hondero entusiasta, cuyas esperanzas están
destinadas a ser sólo fundamento patético de unas ilusiones condenadas al fracaso ("Última
amarra, cruje en ti mi ansiedad última. / En mi tierra desierta eres la última rosa" -8-), pero por
ello mismo fundamento del continuo crecer del poeta, porque del recuerdo se nutren los versos
del poeta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como al pasto el rocío. (Poema 20)
Por último, la naturaleza es el marco que configura la historia de amor enmarcando a los
amantes, pero, también y sobre todo, fundiéndose con ellos en muchos de los poemas. Como
dice Hugo Montes, en la introducción al libro, en editorial Castalia, doce de los veintiún poemas
hacen referencias al mar, las playas, la ola, las naves, el puerto. Hay en ellos ojos oceánicos,
humedad de alma, frenesí marino, etc. Y a la inmensidad del mar se une la inmensidad del cielo,
de los cerros, las montañas, configurando, en general, una naturaleza de grandes dimensiones, a
veces tempestuosa y difícil, a veces estival, pero siempre en relación con la pareja humana
buscadora del amor. No se canta al mar ni al viento en cuanto tales, sino en la medida que
encuadran situaciones sentimentales, no importa si logradas o si malogradas.
15
De todas las fuerzas de la naturaleza se destacan tres: la tierra, el mar y el viento. La tierra
por la identificación que se efectúa en muchos de los versos con la amada -función telúrica-. El
mar y el viento por desempeñar en el libro tareas activas y protagonistas en algunas ocasiones.
El viento de carácter antropomórfico, de formas humanas, en muchas ocasiones se presenta
con una fuerza avasalladora imposible de superar y, en otras, como eco de la voz de los amantes,
que arrastra sus palabras o envuelve sus caricias. ("Se rompe y se sumerge su volumen de besos /
combatido en la puerta del viento del verano" -4-).
El mar actúa de una forma negativa difusa e inmensa en la que todo se anega y en la que los
amores quedan sumidos en el olvido. Basta para ello observar como en "La canción
desesperada" el mar se imagina desde un solo punto de vista, el mar tempestuoso en el que se
originan y producen los naufragios.
Todo te lo tragaste, como la lejanía.
Como el mar, como el tiempo. Todo en ti fue naufragio!
Finalmente conviene advertir que la mayoría de los poemas comentados suceden en horas
vespertinas o nocturnas, probablemente porque crepúsculo y noche sean el fondo adecuado para
la tristeza que recorre la mayor parte del libro.
El estilo poético
4
Jean Franco al comentar Veinte poemas de amor... comienza diciendo: «Veinte poemas
fueron acogidos inmediatamente con entusiasmo. El libro atraía por su libertad y su naturalidad.
El ritmo se basaba en unas hábiles agrupaciones de frases de tres o cuatro sílabas, en el empleo
de fáciles rimas internas, "desbocado, violento, estirado", etc. o en la repetición de palabras, "el
vaho del mar, la soledad del mar". La mezcla de expresiones coloquiales y de imágenes muy
elaboradas inspiradas por los elementos y la naturaleza, daba a esta poesía un gran efecto de
espontaneidad.» Desde nuestro punto de vista, la libertad y la naturalidad serán dos de los
condicionantes del éxito del libro. Conviene, no obstante, añadir una obviedad, la naturalidad no
está reñida con la elaboración y la originalidad.
Por otro lado, desde el punto de vista del estilo podemos destacar además: por un lado, los
diferentes y variados estados emocionales del poeta y, por el otro, la originalidad e intensidad a
la hora de expresarlos. Respecto a las formas de los sentimientos emotivos del poeta ya hemos
hablado a lo largo de los apartados anteriores. En cuanto a la expresión poética conviene llamar
la atención sobre:
La intensidad emotiva y afectiva
Esta se pone de manifiesto en el abundante uso de las exclamaciones (Repárese en el uso
ortográfico de tan sólo el último signo de exclamación o interrogación. "Ah los vasos del pecho!
Ah los ojos de ausencia! / Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste!"). También se puede
observar en el uso abundante de palabras con una fuerte carga de connotación afectiva, en
especial los sustantivos y adjetivos que se relacionan con la tristeza, el dolor y la melancolía,
como "voz lenta y triste, llena es de tristeza, tiro mis tristes redes, mientras el viento galopa
matando mariposas, los versos más tristes, tus ojos de luto, de pronto el viento aúlla, el cielo es
una red cuajada de peces sombríos, mi hastío forcejea con los lentos crepúsculos, ect.")
La variedad y amplitud de los recursos usados
4
Jean Franco, HISTORIA DE LA LITERATURA HISPANOAMERICANA. Edit. Ariel. BARC-1983
16
En Veinte poemas de amor observamos el uso abundantísimo y original de comparaciones,
metáforas y símbolos. Entre estos últimos predominan los referentes a símbolos marinos y los
que tienen que ver con la condición del poeta como túnel, buzo ciego, hondero, velero, náufrago,
etc.
Conviene también llamar la atención sobre otros recursos como la abundancia de
repeticiones, anáforas, bimembraciones, trimembraciones y paralelismos.
La métrica
Por su versificación, Veinte poemas de amor y una canción desesperada es un libro
netamente posmodernista, pues aunque conserva metros típicos del Modernismo, lleva a cabo
tanto una simplificación como una innovación de éste.
En lo referente a las estrofas, en algunos casos adoptan formas tradicionales como dísticos o
formas poéticas de dos versos (4,7,20 y la canción desesperada) y cuartetos o estrofas de cuatro
versos (1,3,6,9,12,15,16,19), no siempre rimadas. Entre estas últimas predominan las llamadas
cuaternarias asonantadas o estrofas de cuatro versos de rima asonante en los pares y los impares
libres. El resto presentan unas combinaciones libres y originales, que incluso varían su
disposición de la primera publicación en 1924 a la segunda y definitiva en 1932.
El verso dominante, como en la poesía modernista, es el alejandrino, aunque también usa
versos amétricos, o no sujetos a una medida establecida. Por otro lado es común la combinación
de ambos o bien predominando los alejandrinos entre los que se incrustan versos libres, o bien
predominando los libres e incluyendo alejandrinos. El endecasílabo es la base del poema 12.
Por último, en cuanto la rima predomina la asonante, aunque también se pueden atestiguar
poemas carentes de rima y en el algún caso consonante, como en el poema 15.
En definitiva, de todo lo anterior podemos concluir que aunque Neruda asume formas ya
consagradas por el modernismo tiene la suficiente imaginación y libertad para adaptarlas a sus
propios sentimientos configurando un cóctel poético en el que los más diversos sentimientos
amorosos y una expresión variada y emotiva, se exhiben mezclados con libertad y naturalidad. Y
a los que la melancolía añade un punto de sabor agridulce. «Ya no la quiero, es cierto, pero tal
vez la quiero. / Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.»
17
VIAJE A LA ULTIMA RESIDENCIA
Reencuentro con el poeta
comprometido a través de sus
objetos y recuerdos
Gabriel Albiac. Enviado especial. Isla Negra
Tentación de los gestos demasiado
simbólicos. Isla Negra. Hasta este mínimo
altozano a cuyo pie el Pacífco golpea
mansamente bajo la tumba de Pablo Neruda
y de Matilde Urrutia, he traído desde el otro
confín del mundo un cuadernillo maltratado
por el tiempo, apenas una docena de folios
doblados por la mitad y grapados
toscamente. La tinta de la vietnamita que los
imprimiera los manchó de churretones un
poco aquí y allá. La máquina de escribir que
perforó el cliché debía andar en no muy
buen estado, las Iíneas son irregulares y hay
letras que saltan y dejan, en el lugar de su
caligrafía, irregulares espacios en blanco.
Fue «tirada» clandestinamente por los
estudiantes de Madrid, allá por el terrible
otoño de 1973, cuando la pesadilla chilena
nos perseguía a todos más allá de lo tolerable. Y es la edición «princeps» en España de la
Incitación al nixonicicidio y alabanza de la revolución chilena. «Nixonicidio»: neologismo
cargado de deseo razonable y de ingenuidad desmesurada. Neruda, una vez más -la últimavolvía
a su violenta escritura de combate. Lo había anunciado aquí, en esta misma casa, juguete casi de
las olas, de Isla Negra, en su entrevista de diciembre del 70 con la periodista de la RAI Carla
Ravaioli: «puedo escribir sobre la rosa, sobre un escarabajo, sobre el amor. Pero si en mi patria
sucediese algo grave, alguna amenaza para mi pueblo, usaría mi poesía como un arma». Pero las
armas de papel y tinta siempre verde la tinta de Neruda- poco valen contra las de acero y fuego.
No hubo nixonicidio; ni es verosímil ya que llegue a haberlo. Pinocheticidio, tampoco. Hubo, sí,
ese genocidio militar -¿para qué están, al fin, los militares, sino para ejercer su oficio de
exterminar al pueblo en nombre de la patria?- sobre tantas de cuyas víctimas anónimas salva la
memoria dos nombres unidos por el destino: Pablo Neruda y Salvador Allende. André Breton
escribió hace ya mucho tiempo que el acto poético esencial sería salir con un revólver cargado a
la calle y disparar al azar sobre los transeúntes. El gran poema del Chile de este siglo es quizás,
más aún que el Canto general del inmenso Pablo Neruda, la elegía que escribe Salvador Allende,
a golpe de metralleta, en la mañana del 1 1 de septiembre de 1973 en La Moneda. Sé que el
gesto es demasiado tópico. Y, sin embargo, me he sentado aquí, en este pequeño altozano del
jardín de Neruda y Urrutia en Isla Negra, para evocar aquellos poemas de batallamenores en el
conjunto de la obra de Neruda, pero eso ahora no importa- que me sería obsceno leer en otra
edición que no fuera ésta, chapucera, material de multicopista clandestina cuyo viejo papel
18
amarillea ya un poco y en el cual pervive algún intempestivo subrayado de mis veintitrés años:
«Horadamos a Nixon el furioso, / a verso limpio y corazón certero. / Así pues, decidí que
falleciera / Nixon con un disparo justiciero: / puse tercetos en mi cartuchera...» A mis espaldas la
hermosa mansión -con algo de casa de juguete, de casa de muñecas- que acabo de visitar y que
no es ya la casa del poeta, sólo un muerto lugar de evocación para turistas melancólicos: «casamuseo». Me pregunto, me he preguntado muchas veces en trances semejantes, si no es mejor
destruir los espacios en que moró el escritor o el artista, reducirlo a polvo todo, que nada de
cuanto lo rozó lo sobreviva. No hay más hogar, al fin para el poeta que la escritura, lo demás es
anécdota y la anécdota nada e lica, confunde sólo. Porque la escritura no es una prolongación del
mundo en que vivimos. Es su aniquilación metódica, precisa.
Jugador y viajero
A mis espaldas la casa. Flotante casi, he dicho. No es del todo falso, aun cuando la
metáfora aparezca excesiva. El constructor que la habitaba la quiso así: más sucedáneo que sola
simulación de navío. En esta, como en la más recoleta «La Chascona» en el Cerro San Cristóbal
de Santiago, la simbólica del barco y del juguete se anteponen a cualquier otro criterio. El
escritor aparece allí como hijo de esas dos simulaciones básicas: jugador y viajero. En una tierra
que nunca jamás es firme. Mientras golpea mansamente el mar, al pie de la sucinta empalizada
que delimita el jardín de la playa, oigo a mis espaldas la voz bien timbrada del guía que
introduce a los cultos turistas en los nimios misterios de la mansión. Los pequeños caprichos, los
vasos de grueso vidrio siempre de colores, porque a Neruda le parecía una sosería insufrible
beber en vasos transparentes y todos iguales. El bar, bien separado del resto de la casa, en el cual
el anfitrión sólo gozaba el privilegio de traspasar la frontera definida por la barra y de ejercer la
función de barman. Las vigas de ese bar, amueblado con objetos de barco; en esas vigas de
madera, ha ido garabando Neruda, a punta de navaja y con su amplia caligrafía, los nombres de
los viejos amigos muertos. Desde el exterior, volviendo un poco la cabeza, acierto a ver, de
nuevo, el de Elsa Triolet. Recuerdo un pasaje de Alberti, que es el último superviviente de
aquella generación sorprendente de poetas: «Elsa era bella para muchos. A Pablo Neruda le
parecía invulnerable. No conocía el miedo y era como una espada de ojos azules...» Sé, aunque
ahora mismo no logro localizarlos, que en otras de las vigas están grabados los nombres de
Federico García Lorca y de Miguel Hernández, a quien Luis ernuda considerara el más marcado,
entre los poetas españoles de la preguerra, por el acento de la obra nerudiana... Tantos nombres,
tantos amigos ya muertos... Tanta escritura. Cuando, en 1970, la Unidad Popular de Salvador
Allende tiene el envidiable criterio de nombrar embajador en París al autor de Residencia en la
tierra, hay como un instante de irrealidad arrebatada, en ese instante en que el poeta evoca su
Francia propia, la de sus iconoclastas amigos del grupo surrealista. Jorge Edwards, que lo
acompañó en los años de diplomacia parisina, ha descrito aquel ambiente del día en el que el
nuevo embajador presenta sus credenciales en el Palacio del Elíseo: «De estricto azul oscuro, el
poeta hablaba en su discurso de sus hermanos Aragon y Paul Eluard, enarbolando las cartas que
lo acreditaban como embajador extraordinario y plenipotenciario de aquella Revolución de
América Latina, una Revolución que no carecería precisamente de ingredientes franceses, como
lo demostraba su respeto de una legalidad heredada en último término de la Gran Revolución,
pero cuya mezcla de liberalismo con marxismo producía una ligera molestia al higa d d
Monsieur Pompidou y de los miembros e su Gobierno En efecto el carácter reconocible para
paladares franceses de aquella mezcla le proporcionaba un sabor picante que podría tornarse
explosivo. Todos, bajo los decorados Luis XV, estábamos conscientes del peligro para las
relaciones franco-chilenas, pero todos sonreíamos, mientras los anfitriones celebraban que el
presidente Allende hubiera escogido a un gran representante de la cultura y las letras para el
cargo de embajador en París». De esa fascinación por la cultura francesa, queda un testimonio
prolijo en la biblioteca misma de Neruda, allá en la otra casa, en «La Chascona» del Cerro San
19
Cristóbal. El guía subraya allí, ante el visitante, la joya bibliofílica que es una suntuosa colección
completa de la primera edición de la Encyclopédie de Diderot y D'Alembert. Yo me atrevo a
preferir, un poco más adelante y enun estante más bajo, un ejemplar rarísimo de la primera
edición de los Chants de Maldoror de Lautréamont, que, sin duda, han debido pesar más en la
obra poética de Neruda que el monumento al saber universal de los grandes ilustrados del XVIII.
Aquellos dos años de misión diplomática en París fueron de una ambivalencia extrema en la vida
de Neruda. En el curso del primero, recibió un Premio Nobel que, sin duda, aguardaba desde
hacía años. A lo largo del segundo, hubo de enErentarse a la agotadora batalla con los acreedores
internacionales del Chile de la Unidad Popular, que trabajaban ya denodadamente en la
estrangulación del régimen allendista. Edwards ha transcrito algunos de aquellos momentos de
extrema tensión que desgastaban a un Pablo Neruda ya horadado por la enfermedad: «El grupo
de los acreedores occidentales de Chile, llamado con elegancia el Club de París, se reunió en las
primeras semanas de 1972 para considerar nuestra petición de renegociar la deuda. Pablo
Neruda, enEermo, acosado por una anemia aguda que ya no lo abandonaría, acudió a presidir la
delegación chilena en la sesión inaugural. Después de los saludos de rigor, el señor Hennessy,
presidente de la numerosa delegación norteamericana, pidió la palabra... y sostuvo que Chile no
reconocía sus deudas, puesto que no demostraba la menor intención de pagar compensación a las
dos principales compañías nacionalizadas del cobre: Kennecoat y Anaconda... Pablo Neruda Eue
invitado, poco después de la reunión del Club de París, por el Pen Club de Nueva York. Allí
tuvo que pronunciar el discurso inaugural y evocó la atmósfera extraña y sibilina de ese otro
Club donde se decidía el destino de Chile. El delegado norteamericano, con su nombre de fin de
banquete, le recordaba al viejo marino que mata un albatros en el poema de Coleridge y que
después es condenado a lleuar el cadáver del Albatros colgado al cuello para el resto de sus días.
Chile semeja en el mapa un albatros en vuelo». Esa inminente muerte del albatros, evocada en el
discurso del Pen Club que Edwards transcribe, parece acechar al Neruda que retorna a su país
desgarrado, con la consciencia de estar él mismo acercándose a sus últimos días. Aquí, en este
primoroso caserón de Isla Negra, dará sus últimos esfuerzos a la causa política, ya en fase
desesperada, de Salvador Allende. «Al volver a Chile me recibió una vegetación nueva en las
calles y en los parques. Nuestra maravillosa primavera... Otra vegetación salpicaba los muros de
la ciudad. Era el musgo del odio que los tapizaba. Carteles anticomunistas que chorreaban
insolencia y mentira; carteles contra Cuba; careles antisoviéticos; carteles contra la paz y la
humanidad; carteles sanguinarios que pronosticaban degollinas y Yakartas. Esta era la nueva
vegetación que envilecía los muros de la ciudad. Yo conocía por experiencia el tono y el sentido
de esa propaganda. Me tocó vivir en la Europa anterior a Hitler. Era justamente ése el espíritu de
la propaganda hitleriana». He estado contemplando la última de las mesas sobre las que Neruda
ejerciese su tarea de escritura. No es la amplia y maciza del gran escritorio que da al mar y tras
del cual se inclina, como para leer sobre los hombors de quien escribe, el monumental mascarón
de proa de «Guillermina», la última adquisición de esa colección soberbia que llena los rincones
de esta casa que es toda ella como un inmenso mascarón de proa. En sus útimos meses, Neruda
escribía en un cuarto mucho más pequeño de la planta baja, el único de la casa sin vista al mar, y
lo hacía sobre una mesa mínima, formada de una tabla que las olas arrojaron a la playa y que
resultó ser la puerta desgajada de una bodega de barco que sobre esa escueta superficie de
madera pulida y dura donde la pluma, siempre con tinta verde, trazó la áspera despedida que
anunciaba la última batalla del poeta, a inicios del 73: « ¡Amor, adiós, hasta mañana, besos! /
Corazón mío, agárrate al deber / porque declaro abierto este proceso. / Se trata aquí de ser o de
no ser». EI proceso es, desde luego, el del Presidente norteamericano. Y el poeta, sólo el notario
de un juicio que ejercen los masacrados pueblos -Vietnam, Chile...-, cuya existencia «Nixon, el
analfabeto, / ni siquiera de nombre conocía / y que mandó matar con un decreto / el lejano chacal
indiferente».
20
Vida extraordinaria
Lo veo en esa casa-barco, edificada al borde mismo de las olas, atiborrada de los objetos y
recuerdos de una vida extraordinaria. Cuadros, caracolas, barcos innumerables en botellas de
vidrio. Mascarones de proa de belleza prodigiosa aquí, colgando de las paredes o apoyados en
los ángulos de la biblioteca. Lo veo renunciar a la paz de toda esa belleza acumulada durante
décadas de nomadismo sistemático e inalterables raíces en la tierra propia. Lo veo encerrarse en
el pequeño cuarto para invocar el odio de un pueblo que se sabe ya condenado a muerte por los
poderosos: «Al criminal emplazo y lo someto / a ser juzgado por la pobre gente, / por los
nuestros de ayer, por los quemados, / por los que ya sin habla y sin secreto, / ciegos, desnudos,
heridos, mutilados, / quieren juzgarte, Nixon, sin decreto». El fin de Allende se acerca. Se
percibe casi en el ambiente, con la inexorabilidad de las tragedias griegas. Y, para Neruda, ese
fin es el suyo propio, el de su mundo, el de una apuesta revolucionaria tras cuya derrota sólo
puede adivinarse la muerte. Octubre de 1971. Salvador lende, Presidente de la República de
Chile, saluda la concesión del Premio Nobel de Literatura al poeta y embajador de la Unidad
Popular, Pablo Neruda: «Neruda, un humanista esclarecido que ha narrado con belleza la
inquietud del hombre ante la existencia; por la poesía de Neruda pasa Chile entero, con sus ríos,
sus montañas, sus nieves eternas y tórridos desiertos, pero sobre todas las cosas está el hombre y
la mujer y por esto está presente el amor y la lucha social». 14 de septiembre de 1973. Pablo
Neruda agoniza en su dormitorio de Isla Negra, abierto por todas partes al mar. Saldrá sólo de
allí para ser trasladado al hospital en el cual morirá nueve días más tarde: «Escribo estas rápidas
líneas para mis memorias a sólo tres días de los hechos incalificables que llevaron a la muerte de
mi gran compañero el presidente Allende. Su asesinato se mantuvo en silencio, fue enterrado
secretamente, sólo a su viuda le fue permitido acompañar aquel inmortal radáver... A renglón
seguido del bombadeo aéreo entraron en acción los tanques, a luchar intrépidamente contra un
solo hombre: el presidente de la república de Chile, Salvador Allende, que los esperaba en su
gabinete, sin más compañía que su gran cor@ón, envuelto en humo y llamas...». Lo veo dejar la
pluma sobre el escritorio por última vez. Luego ya sólo habría lugar para el dolor. Registro
policial en Isla Negra. Viaje terrible hasta la Clínica de Santa María en Santiago, interferido por
los cacheos militares. Luego, los días de agonía, punteados por la misma pesadilla recurrente:
«¡Los fusilan, los están fusilando a todos...!" Y el velatorio que Matilde Urrutia tuvo el coraje de
instalar en su casa de Santiago, «La Chascona», recién allanada y semiincendiada por militares y
fascistas. Y los versos, pensados para el general Francisco Franco en 1939 y que tan bien se
avendrían a su colega en el generalato y el horror, Augusto Pinochet, en este terrible septiembre
de 1973: «...Solo y maldito seas, / solo y despierto seas entre todos los muertos, / y que la sangre
caiga en ti como la lluvia, / y que un agonizante río de ojos cortados / te resbale y recorra
mirándote sin término».
21
UN POETA PLURAL, ABUNDOSO, SUBLIME
Luis Antonio de Villena
En Adios, poeta... ( 1990), el testimonio que Jorge Edwards dio de su relación y trato con Pablo
Neruda, quedaba claro lo que muchos suponíamos. Alabado, odiado, denigrado o subido a las
celestes esferas, Pablo Neruda (seudónimo de Ricardo Neftalí Reyes, nombre que no quería ni
oír de lejos) es uno de los grandes hitos de la lírica hispana del siglo, pero tan sabido de sí, tan
autoafirmado, tan plural, tan vasto de intención versaria que era, por antonomasia, «el Poeta».
¿Qué otro importante poeta pudo ser, en nuestra lengua, «el Poeta» ? Juan Ramón Jiménez,
quizá. O Rafael Alberti o Vicente Aleixandre durante la postguerra, pero ninguno (ni siquiera
Juan Ramón), tuvo esa totalidad, esa amplitud de respiración poética. Algo olvidado por los
lectores de hoy (aunque pocos tan leídos como él, en su momento), el chileno Pablo Neruda, a
los pocos días de llegar la terrible tragedia militar a su país, murió en septiembre de 1973, con
sesenta y nueve años. Nadie lo dudó, nadie lo puede dudar si repasa su obra plural: era
contradictorio, anárquico, atrabiliario, desmedido, perturbado, hondo, bondadoso, odioso,
apologético, hímnico, confesional, mínimo, patriota, era -sin duda- «el Poeta». Aunque Pablo
Neruda publicó su primer libro -la canción de la fiesta- en 1921, con sólo diecisiete años, su
primer trabajo significativo, emblemático, y leído hasta la saturación por los enamorados de
todas las épocas fue Veinte poemas de amor y una canción desesperada, su tercer libro, de 1924.
Un poeta poco más que adolescente -veinte años tenía- hará suspirar a generaciones enteras:
«Puedo escribir los versos más tristes esta noche./ Escribir por ejemplo: «La noche está
estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos». Neruda había empezado como modemista
tardío, y luego se entregó a un neorromanticismo apasionado, que había aprehendido, en parte,
de algunas desnudedces de la poesía más moderna. Ese son romántico, sentimental, vaporoso y
ardiente apareció a menudo en Neruda (en la Barcarola de 1967, por ejemplo) y siempre fue muy
leído -dicen los críticos- por los que no saben poesía. Para muchos (para los más estetas, desde
luego) el gran Neruda, el poeta verdaderamente de talla, llega con su adscripción a un
surrealismo ardoroso y telúrico (otros hablan de expresionismo) pero en cualquier caso,
emanador de libros apasionados, oscuros, llenos de fuerza magmática, con una visión del mundo
-recuerda José Olivio Jiménez- violenta y desgarrada: el mundo como caos, ruina, desintegración
y muerte. Este pesimismo arrebatador y delirante sería calificado por el propio Neruda como
«atroz», tiempo después. Será el Neruda «hermético» que interpretó Amado Alonso en su
famoso Poesía y estilo de Pablo Neruda, el poeta «impuro» (frente al purismo de Guillén y sus
émulos) el que vivió en España como cónsul chileno y funda aquí la revista Caballo verde para
la poesía. El surrealista, amigo de Lorca (que lo presentó en una conferencia en la Universidad
de Madrid, en 1934) o de Aleixandre, el casi miembroy desde luego coetáner- de la Generación
del 27. El Neruda, en fin, de Residencia en la tierra (1933), ciclo que se extendería hasta la
Tercera Residencia de 1947. Es el Neruda feliz, en Madrid, con Delia del Carril. Pero no hay que
olvidar que Pablo Neruda siempre fue izquierdista y se había afiliado al Partido Comunista de
Chile, que nunca abandonó. La guerra civil española acentuó su compromiso y el asesinato de
Lorca lo revolvió. En 1937 publica España en el corazón, libro pluralmente editado en esos años
y cuya traducción francesa fue prologada por el amigo y paralelo Louis Aragon. Ahí está ya el
poeta comprometido, que saltará y culminará, esencialmente, con Canto general, de1950.Como
el propio título indica, estamos ante la poesía de masas, paralos grandes estadios, la poesía
comprometìda con el comunismo y, más aún,con el stalinismo. Poeta panfletario y de consignas,
pero poeta también que percibe la inmensa realidad del continente americano, y en cierto modo
heredero de Whitman,canta a la América plural y total de pueblos que luchan contra el
imperialismo. Peleándose a derecha e izquierda con Juan Larrea o con Pablo de Rokha, Neruda
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es el cantor de las «alturas de Macchu Picchu», donde dirá: Sube a nacer conmigo, Hermano. El
poeta, que vivía en su gran casa de Isla Negra como un rico alto burgués (aficionado al champán,
a los buenos caldos y a la buena comida), exultante cantor de la armonía, contra el capitalista y
el tirano: «Dadme el silencio, el agua, la esperanza./ Dadme la lucha, el hierro, los volcanes./
Apegadme los cuerpos como imanes. / Acudid a mis venas y a mi boca». Tras el canto al hombre
universal, al hombre colectivo, Neruda (siempre plural) baja de la arenga y el tono oratorio para
celebrar la inmediatez. Es el poeta «elemental» que se quiere ceñido a la vida, cantor de lo
íntimo, de lo pequeño, de las realidades más primarias. Siempre dogmático y apodíctico, Neruda
escribirá por entonces: «Hablar con sencillez. América o la claridad deben ser un sólo nombre
equivalente». Y atacará a los poetas oscuros, según él voluntariosamente oscuros, en la que
llamará la incomunicación dirigida. Es, naturalmente, el Neruda de las Odas elementales, de
1954, que llegará también con un Tercer libro de odas, a 1957.¿Quién no recuerda la Oda a los
calcetines? «Me trajo Maru Mori / un par/de calcetines/que tejió con sus manos/de pastora,/dos
calcetines suaves/como liebresbies./En ellos/metí los pies/como en/dos/estuches/tejidos/con
hebras del/crepúsculo/y pellejo de ovejas...». De nuevo, poco más tarde, Neruda gira y vuelve a
una mezcla de intimidad y claridad, muy cercana -aunque sin el tono moral propio- a la poesía
de la experiencia. Estamos en el poeta íntimo de Estravagario (1958) o en el biográfico de
Memorial de Isla Negra, cinco volúmenes editados en 1964. Neruda escribió muchos libros más,
todavía diez títulos (dos en 1969, Aún y Fin de mundo), pero para la mayoría de los poetas
críticos jóvenes (pese al estudio de Emir Rodríguez Monegal, El viajero inmóvil, que celebraba
la gran pluralidad) era a fines de los 6O un poeta acabado. El viejo, gordo y hedonista dinosaurio
que en 1972 publicó aquel mal libro de poesía comprometida: Invitación al nixonicidio y
alabanza de la revolución chilena. Los jovencitos estetas de la hora mirábamos ese tomito con
desdén, aunque sentimos su muerte, muy poco después, en olor de derrumbe y tremendo golpe
de Estado. Generoso, tonante, plural; malo, bueno, y sublime, hoy vuelve a ser tiempo de decir
que Pablo Neruda fue un altísimo poeta. El que de todo podía hacer poesía. El anticorto y
antiseco: caudaloso, retórico, cercano o magnífico: «el Poeta».
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