GEORG FREDERIC HÄNDEL Hijo de una familia acomodada aunque carente de tradición musical, el pequeño Georg es un niño obstinado que se interesa por la música sin contar con la aprobación paterna, hasta tal punto que suplica a su padre para que le permita ir con él a visitar a otro hermano que estaba al servicio del duque de Sajonia-Weissenfels en 1693, conocedor del interés que mostraba dicho duque por todo lo relacionado con la música. Tal empeño del niño Georg dio sus frutos y el duque, después de escuchar al pequeño improvisar unas piezas en el clave — no nos consta que Haendel hubiera realizado algún tipo de aprendizaje previo — recomienda a su padre que no deje pasar por alto las extraordinarias capacidades del muchacho. De esta manera, a la vuelta a Halle, el pequeño Haendel se pone bajo las órdenes del organista Friedrich Zachow, quien le inició en el órgano, clave, violín, oboe, fuga, contrapunto e instrumentación. Con once años, el pequeño Haendel viaja a Berlín acompañado por sus padres y deja absolutamente alucinado a Federico III con su dominio del teclado, de tal manera que el rey rogó al padre que le dejara bajo su protección. Sin embargo, el padre de Haendel no quería que su hijo se dedicase a la música y optó por regresar a Halle para que el chico iniciase su formación humanística. Al poco tiempo el padre murió y Haendel comenzó a estudiar música de nuevo, sustituyendo en ocasiones a Zachow en el órgano de la iglesia y obteniendo un contrato como organista en la catedral de Halle en 1702. Sin embargo, Haendel no había abandonado los estudios universitarios y, una vez que los hubo finalizado en 1703, se marchó hacia Hamburgo en busca de nuevos horizontes y posiblemente influenciado por Telemann, con quien le unía una buena amistad desde el año anterior. Con 18 años, Haendel dominaba casi todas las facetas de la música pero se sentía atraído por la ópera y Hamburgo era una ciudad idónea para ello, ya que fue el primer enclave alemán en contar con un teatro de ópera, fundado en 1678. Allí, Haendel también entabló amistad con Mattheson, quien pasó de ser profesor a ser alumno de Haendel… Mattheson le proporcionó alumnos a Haendel y le ayudó a ingresar en la orquesta de la ópera, con lo que el compositor pudo conocer de primera mano todas las innovaciones operísticas procedentes de Francia e Italia. Fue entonces cuando Haendel compuso La Pasión según San Juan, estrenada con gran éxito en 1704, y su primera ópera, Armida, presentada el 8 de enero de 1705 y asimismo muy ovacionada. Desgraciadamente, su siguiente estreno, Nero, no fue bien acogida y Haendel no tuvo más remedio que retirarse a tiempo a la espera de nuevas oportunidades. Para entretenerse mientras, compuso algunos conciertos para oboe y parte de su teórico Klavierbuch aus der Jungenzeit. Pero entonces ocurrió que Gastón de Médicis, hermano del gran duque de Toscana, invitó a Haendel a viajar con él a Italia y el músico no se lo pensó. Con la partida de Haendel en 1706, la ópera alemana murió y no resucitó hasta mediados de siglo, con la aparición de Gluck, Haydn y Mozart. Haendel se sintió un tanto decepcionado con el ambiente musical florentino — acaparado en exclusiva por Alessandro Scarlatti — y a principios de 1707 decide trasladarse a Roma, ciudad en donde hubo de tocar en San Juan de Letrán y en donde compuso algunas obras. Pero lo más importante es que conoció de cerca a los compositores italianos de moda (Marcello, Carissimi y Gabrieli) y asimiló lo mejor de todos ellos con maestría. Ante la falta de encargos en Roma, regresa de nuevo a Florencia donde en 1708 estrena Rodrigo, con un triunfo tan extraordinario que ahora sí que le abre las puertas de Roma. En ese mismo año, en la Ciudad Eterna, estrena el oratorio La Resurrezione, que fue muy bien acogido y además le granjeó la amistad de un hijo de Scarlatti, Doménico. Con él partió en 1708 hacia Nápoles, ciudad en donde se estaba renovando el género operístico. Allí compuso en el mismo año la cantata Aci, Galatea e Polifemo, la cantata española No se enmendará jamás y Siete arias francesas, obras cuyo éxito le avalan para presentarse por fin en Venecia en 1709 con la ópera bufa Agrippina, presentada el 26 de diciembre en el Teatro San Juan Crisóstomo con un éxito que sirvió para que Haendel fuese ahora internacionalmente reconocido. La noticia de este triunfo llegó hasta Alemania y a Haendel le ofrecieron plaza de Kapellmeister en la corte de Hannover, cargo que sabiamente acepta no sin imponer muchas cláusulas referidas a su libertad de movimientos. A finales de 1710, pocos meses después de firmar el contrato, Haendel parte hacia Londres, ciudad cuya corte estaba musicalmente huérfana desde la muerte de Purcell quince años antes y que se veía obligada a importar músicos procedentes de toda Europa para rellenar el vacío. Haendel, que ya era un compositor internacionalmente famoso, estrenó allí en febrero de 1711 Rinaldo con un éxito apoteósico. Haendel, un tipo listo y sabio como pocos, decide reincorporarse a su puesto de Kapellmeister en Hannover sabiendo que las puertas de Londres las tendría siempre abiertas. De esta manera, a finales de 1710 vuelve a viajar a Londres para presentar El pastor Fido y Teseo, óperas que obtuvieron una discretísima acogida. Haendel no perdió el tiempo en lamentaciones y opta por ganarse el favor de la reina Ana componiendo en su honor una oda para conmemorar su cumpleaños. La reina, agradecida por tal circunstancia, le encarga entonces que escriba una obra para conmemorar la Paz de Utrecht. De esta forma, el 7 de julio de 1713 se estrena en la Catedral de San Pablo el Te Deum Utrecht y también el Jubilate Utrecht con un éxito de los que hacen época. (Haendel, muy pillo, supo sacar partido merced a su dominio de los silencios, de los grandes acordes y de los ritmos saltarines que daban a estas obras un aire mayestático muy oportuno para la ocasión). Sin embargo, la reina Ana muere súbitamente en 1714 y días más tarde coronan como nuevo rey de Inglaterra a… Jorge Luis de Hannover. El mismísimo soberano al que tiempo atrás Haendel había dejado plantado en Hannover. Pese a todo lo que se ha escrito sobre este curioso reencuentro, parece ser que el nuevo monarca adoptó una actitud más bien pragmática y aprovechó el prestigio londinense de Haendel para congraciarse con sus nuevos súbditos. Incluso Haendel acompañó al monarca a un viaje efectuado a Hannover en 1716 en donde compuso la llamada Pasión Brockes. Ya de vuelta en Londres, Haendel compone su famosísima Música Acuática, estrenada en julio de 1717, los Chandoms Anthems y, un año después, el oratorio Esther. En 1719 Haendel es nombrado director musical de la Royal Academic of Music, institución creada para ofrecer representaciones en el King´s Theatre. Al año siguiente el compositor presenta allí Radamisto, obteniendo un éxito sin precedentes que obliga a Haendel a solicitar del rey el privilegio de protección de derechos de autor. Sin embargo, el nombramiento de los compositores Bononcini y Amadei para completar las temporadas supuso un duro golpe para Haendel, ya que el público empezó a decantarse por las sensuales obras de estos italianos. Mas Haendel no se dejó comer el terreno tan fácilmente y de su pluma salieron sonados éxitos durante toda la década de los años veinte: Ottona (1723); Giulio Césare y Tamerlano (1724); Rodelinda (1725) y Scipione (1727). También en 1727 Haendel obtiene la nacionalidad británica. Pese a todo, ciertos conflictos surgieron en la institución — dos sopranos llegaron a agredirse en plena representación bajo la atónita mirada del público y del Príncipe de Gales — y la Royal Academy fue disuelta en 1728. A todo ello se añadió un cambio paulatino de gustos en un público que cada vez solicitaba tramas y personajes más “reales” que los seres mitológicos y pseudo-históricos que aparecían en la ópera italiana. Haendel reflexionó mucho sobre esta situación. En 1722, y con motivo de la fundación de una nueva Royal Academy of Music, Haendel viajó a Italia en busca de nuevas voces, además de pasar por su natal Halle para visitar a su madre, ya muy enferma y que no tardaría en morir. Pese a los intentos para celebrar una entrevista entre Bach y Haendel, iniciados por un hijo de Bach, la cita nunca llegó a celebrarse y ambos compositores jamás llegaron a conocerse en persona. Entre tanto, la temporada de la Royal Academy empezó repleta de sonados fracasos y las óperas estrenadas por Haendel — Poro, rè dell´Indie, Ezio, Sosarme, rè di Media y Orlando — pasaron con más pena que gloria. Sólo el oratorio Deborah obtuvo un éxito aceptable. En 1723, un grupo de nobles descontentos con la Royal Academy fundaron otra sociedad, la Nobility Opera, institución que contrató a lo mejor que había en el mercado y, por descontado, a Haendel, quien tuvo un muy digno rival en la figura del compositor Nicola Pórpora. Aún así, Haendel estrenó las óperas Ariodante (1735);Alcina (1735); Atalanta (1736) y Giustino (1737), además del oratorio profano Alexander´s Feast (1736). Pese al éxito de la Nobility, el fallecimiento de la reina Carolina obligó a cerrar dicha institución. Haendel sufrió un infarto y tuvo que retirarse durante una temporada a un balneario. Después del cierre de la Nobility, Haendel prescindió un tanto de la ópera y se centró en la música instrumental de cámara. De esta época son los Conciertos para órgano del Op. 4, las Sonatas para diversos instrumentos del Op. 5 y los magistrales Doce Concerti Grossi del Op. 6, una de sus cumbres creativas. También compuso los oratorios Saúl e Israel en Egipto, ambos en 1739. Siguiendo los consejos de sus amigos, Haendel fue paulatinamente abandonando el género lírico italiano y se fue centrando en el campo del oratorio en lengua inglesa. Aceptando una invitación, en 1741 se traslada a Dublín para ofrecer una selección de sus mejores obras. El 9 de abril de 1742 estrena El Mesías, su oratorio más célebre y que habrá de marcarle por vida. De vuelta a Londres, El Mesías tuvo dificultades para ser estrenado con su título original, habiéndose de cambiar por el de Sacred Drama o Samson. En la capital inglesa, Haendel se dedicó plenamente al nuevo género del oratorio, del que estaba llamado a ser el maestro indiscutible. De aquellos años destacan Judas Maccabeus (1747) y Joshua (1748). En 1749, con motivo de la celebración del final de la Guerra de Sucesión Austríaca, Haendel estrenó su Música para los Reales Fuegos Artificiales, en lo que constituyó uno de los primeros espectáculos de luz y sonido de la historia. En 1751, un Haendel muy mermado de salud escribió su última partitura autógrafa, Jephtha; poco después quedó ciego del todo (De igual manera que Bach). Durante sus últimos años su actividad se centró en asistir a conciertos y a vigilar sus negocios. El 14 de abril de 1759, tras haber asistido unos días antes a una representación de El Mesías, falleció el que posiblemente haya sido uno de los músicos más sagaces e inteligentes de la historia. Actualmente, Haendel es considerado como la mayor gloria musical británica. Haendel fue un cristiano devoto y las raíces luteranas de su estilo fueron similares a las de Bach. Sin embargo, sus años como compositor de óperas aligeraron y suavizaron su estilo. Fue capaz de pasar en un instante de la seriedad intelectual al espectáculo dramático y es precisamente este equilibrio entre los dos factores lo que concede a su música una claridad de la que carecieron muchos de sus contemporáneos. Sus obras siempre fascinaron a los británicos por su solemnidad y hasta no hace mucho solían interpretarse con grandes coros e inmensas orquestas, algo que tenía muy poco que ver con el estilo sutil de Haendel. De un tiempo a esta parte, su música ha ido ejecutándose a la manera en que él la escribió y no con los ostentosos arreglos. Su obra es una genial síntesis entre la escritura instrumental alemana y la operística italiana, además de representar toda una era en la música inglesa. No puede ser algo meramente anecdótico el hecho de que Haendel fuese el músico predilecto tanto de Mozart como de Beethoven. Cuando en 1792 Haydn escuchó en la abadía de Westminster el “aleluya” de “El Mesías” de Haendel, se levantó entusiasmado y con él lo hicieron todos los demás oyentes; con lágrimas en los ojos exclamó: “es el Maestro de todos nosotros”. Y Beethoven escribió en 1824: Haendel es el más grande compositor que jamás haya existido. Quisiera arrodillarme ante su tumba. Por su parte, Mozart reorquestó al gusto de la época varios oratorios de Haendel y en sus cartas no dejaba de mencionar sus fugas. Periodos de su vida compositiva Italia 1706-1710. Vinculado a mecenas de Roma, Florencia, Nápoles y Venecia, allí conoce a autores como Vivaldi, Scarlatti, etc. Compone motetes, cantatas italianas, oratorios y la obra Agrippina (Venecia 1709). Hannover 1710-1712. Kapellmeister de la corte del Gran Elector, éste le permite viajar por un año a Londres donde estrena Rinaldo en 1711. Se le permitió volver, hasta que en ese segundo viaje decide quedarse instalado en la capital inglesa, aunque volverá por Europa a viajar mucho, sobre todo como empresario en busca de cantantes para su compañía. Londres 1712-1759. Se le asocia a la Academia Real de Música destinada a presentar óperas al público londinense. Fue Händel quien consiguió establecer un tipo de ópera que gustara a la población inglesa, más reacia a lo italiano, combinando distintos elementos. Se hizo muy célebre, componiendo muchas óperas (Radamisto, Ottone, Giulio Cesare, Rodelinda, Admeto). Entre 1738-1739, por los escasos beneficios que da el teatro, compone el oratorio Saúl, al darse cuenta de que es un estilo que cala mejor en lo inglés. Para gratificar al Elector por haberse marchado de Alemania, le dedicó Música Acuática, destinada a los paseos reales por los parques, en gran parte para orquesta sin solista y sección cuerdaviento. También compuso Música para Reales fuegos artificiales, ambas son suites orquestales. También compuso conciertos para oboe, otros concertos grossos y conciertos para órgano.