CE SIII E 22278 DE 2012

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CONSEJO DE ESTADO
SALA DE LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO
SECCIÓN TERCERA
SUBSECCIÓN C
Consejera Ponente: OLGA MÉLIDA VALLE DE DE LA HOZ
Bogotá D.C. veintinueve (29) de febrero de dos mil doce (2012)
Radicación: 19001-23-31-000-1998-00497-01 (22278)
Actor:
Miguel Ángel Revelo David
Demandado: Municipio de Caloto (Cauca)
Referencia:
Acción Contractual
Resuelve la Sub-Sección el recurso de apelación interpuesto por la parte
demandante, en contra de la sentencia proferida por el Tribunal
Administrativo del Cauca, el 27 de septiembre de 2001, por medio de la cual
declaró la nulidad de las Resoluciones 045 de febrero 10 de 1996 y 588 de
julio 23 de 1996, proferidas por el Alcalde de Caloto y negó las otras súplicas
de la demanda.
ANTECEDENTES
1. La demanda
El día 27 de julio de 1998, el señor Miguel Angel Revelo David, en su nombre
y en representación de sus hijos menores Andres Felipe Revelo y José
Miguel Revelo, mediante apoderado, presentó demanda contra el Municipio
de Caloto, para que se declarara la responsabilidad de ambos y se
declararan nulas las Resoluciones 045 del 10 de febrero y 588 del 23 de julio
de 1996, expedidas por el Alcalde del Municipio de Caloto, y en
consecuencia, se condenara a la entidad municipal al pago de los perjuicios
morales y materiales causados al actor.
1.1.
Pretensiones
1.- Que se declaren nulas las Resoluciones 045 del 10 de febrero y 588 del
23 de julio de 1996 expedidas por el Señor ALCALDE DE CALOTO y notificadas el
día 29 de mayo y 29 de julio de 1996, respectivamente.
2.- Que se ordene la suspensión provisional de dichos actos administrativos.
3.- Que en consecuencia se condene al MUNICIPIO DE CALOTO, a pagar al
Ingeniero MIGUEL ANGEL REVELO DAVID:
a) POR PERJUICIOS MORALES, el equivalente a mil gramos oro, al precio que se
encuentre el metal en la fecha de la ejecutoria de la sentencia, de conformidad con
la certificación del Banco de la República, por el profundo trauma sicológico que le
ha creado al profesional de la ingeniería, el no poder ejercer su profesión.
b) POR LUCRO CESANTE: La suma de DOSCIENTOS CUARENTA
MILLONES DE PESOS, por lo dejado de percibir desde el momento de la
notificación de la sanción impuesta a través de las resoluciones de
caducidad, y hasta el pago de los dineros adeudados.
c) POR DAÑO EMERGENTE: Los gastos del profesional del Derecho, que a
la fecha arrojan la suma de DIEZ MILLONES DE PESOS (10’000.000).
d) POR INTERESES: los causados desde la fecha de la ejecutoria de la
sentencia, hasta el efectivo cumplimiento del pago, teniendo en cuenta que
de conformidad con lo dispuesto por el artículo 1.653 del C.C , todo pago se
imputará primero a intereses.
4.- La parte demandada dará cumplimiento a la sentencia, dentro de los 30
días siguientes a la ejecutoria, conforme a lo ordenado por el artículo 76 del
C.C.A.
1.2. Hechos
Las pretensiones tienen fundamento en los siguientes hechos:
1.- El ingeniero Miguel Angel Revelo, firmó un contrato de Consultoría con el
municipio de Caloto, el día 31 de marzo de 1993, para la elaboración
de un
proyecto completo de viviendas, el cual constaba de: levantamiento topográfico del
lote, estudio de suelos, diseño urbanístico general, diseño de redes de eléctricas, de
acueducto, alcantarillado y estructurales, cálculo del presupuesto y cronograma de
elaboración. Entre los documentos del contrato, el ingeniero presentó póliza de
cumplimiento No 3834729 a favor del Municipio de Caloto, con la compañía de
Seguros la Confianza.
2.-
El Ingeniero REVELO DAVID cumplió a cabalidad con lo contratado por el
Municipio, e hizo entrega de todos los documentos, al funcionario de ese Municipio,
el Señor ADOLFO JORDAN, quién en nombre del Municipio firma el acta de
entrega.
3.- En la cláusula quinta del contrato 001 de 1993 se estipuló que el valor del
mismo era la suma de DIEZ Y NUEVE MILLONES DE PESOS ($19’000.000), de los
cuales se entregaría el 50% como anticipo, los cuales fueron cancelados por la
entidad, mientras que para los otros NUEVE MILLONES Y MEDIO ($9’500.000) se
suscribió un acuerdo de pago.
4.- Como el Municipio no canceló el dinero restante, el 4 de diciembre de 1995 se
instauró demanda ejecutiva al Municipio ante el Tribunal Administrativo del Cauca,
y una vez se notificó al Alcalde, éste profirió la Resolución 045 del 10 de febrero, en
la que declaró la caducidad del Contrato 001-93, impuso las sanciones de la Ley 80
de 1993 y también hizo efectiva la póliza de cumplimiento.
5.- Contra la resolución de caducidad, se interpuso tutela ya que la entidad alegaba
que estaba ejecutoriada a pesar de no haberse notificado y el juez de tutela ordenó
que se efectuara la notificación personal.
6.- Atendiendo el Municipio lo ordenado en sentencia de tutela, de fecha 22 de
mayo de 1996, notificó el acto administrativo el día 29 de mayo de 1996 y se
interpuso recurso de reposición que se desató mediante Resolución 588 del 23 de
julio de 1996 que confirmó la Resolución 045 del 10 de febrero de 1996. Esta
decisión fue notificada el 29 de julio de 1996.
7.- Mediante Sentencia de fecha 25 de febrero de 1997, el Tribunal Administrativo
del Cauca, ordenó seguir con la ejecución de acuerdo a la resolución de caducidad,
expedida por el MUNICIPIO DE CALOTO.
8.- Durante todo este tiempo el Ingeniero ha estado tratando de conseguir contratos
con las alcaldías pero no ha sido posible por la inhabilidad resultante de la
declaratoria de caducidad del contrato que fue proferida por el citado Municipio.
9.- El Municipio de Caloto, en ningún momento hizo ningún requerimiento por el
supuesto incumplimiento y tampoco se cumplió el procedimiento para la expedición
de la resolución, entre otras no se motivó el acto administrativo, no se ordenó la
terminación y liquidación del contrato y no se dispuso la declaratoria de caducidad
como constitutiva del siniestro de incumplimiento.
10. El Ingeniero Revelo David, ha tenido graves perjuicios morales y económicos
por los citados actos administrativos lo que se demuestra con las declaraciones de
rentas que evidencian la disminución de los ingresos después de la declaratoria de
caducidad. Es así que para el año 1994 se tenían como ingresos $96’146.000, para
el año 1995 los ingresos fueron de $43’641.000, para el año 1996 sólo ascendieron
a $26’032.000 y para el año 1997 sumaron $26’729.000., demostrando esto que en
lugar de aumentar como era de esperarse fueron bajando, debido a que no pudo
conseguir más contratos con las Alcaldías Municipales.
11.- El actor siempre había contratado con los municipios y jamás se le había
presentado un inconveniente de este tipo,
se ha caracterizado por
la
responsabilidad y cumplimiento de dichos contratos, tan es así que los años
anteriores a la resolución de caducidad firmó varios contratos tales como la
Construcción de la Casa de la Cultura, en el Municipio de Puerto Tejada y el
Estudio, trazado y diseño del Acueducto Regional de La Carbonera, en el Municipio
de Bolívar.
Como normas vulneradas señaló los artículo 2, 6, 58 y 113 de la Constitución
Política y los artículos 3, 4, 5, 18 60 y 61 de la Ley 80 de 1993 e indicó que los actos
fueron proferidos con abuso de poder, en forma arbitraria y que había desvío de
poder porque la caducidad se decretó cuando el contratista demando en proceso
ejecutivo al Municipio.
2. Trámite en primera instancia y contestación de la demanda
Presentada la demanda, mediante auto de noviembre 3 de 1998, se admitió la
misma y se decretó la suspensión provisional de las Resoluciones 045 y 588 del 10
de febrero y 23 de julio de 1996 respectivamente. Así mismo se dispuso notificar a
las partes y fijar en lista (fls. 38 a 41).
En la contestación de la demanda, la entidad se opuso a las pretensiones del
demandante, aceptó algunos hechos y negó otros, y alegó fundamentalmente que
el contratista no cumplió a cabalidad el contrato ya que entre sus obligaciones
estaba la elaboración del cronograma y del pliego para presentar al Inurbe y eso no
se entregó, por lo tanto la administración no estaba obligada a cancelar el dinero
restante.
En cuanto a la declaratoria de caducidad manifestó que la ley no ha previsto un
procedimiento previo para la expedición de dicha resolución y tampoco fue pactado
en el contrato, de tal forma que no se requería agotar ningún trámite previo.
Adicionalmente considera que este constituye un acto independiente de la
terminación y liquidación que pueden darse de manera posterior.
En cuanto tiene que ver con el concepto de violación manifestó que la ley del
contrato era el Decreto 222 de 1983 y no la Ley 80 de 1993, ya que fue celebrado el
31 de marzo de 1993, cuando todavía ésta última no había entrado en vigencia. Se
precisa que no se cumplió con el requisito de indicar el concepto de violación y por
ello no puede el juez pronunciarse sobre el fondo del asunto.
Finalmente propuso como excepción la falta de legitimación en la causa por activa,
respecto de los hijos del actor, ya que se trata de la nulidad de un acto
administrativo de contenido particular y por tanto el único legitimado es el afectado
directamente con la decisión allí contenida (fls. 54 a 67).
Simultáneamente la entidad llamó en garantía al entonces Alcalde de Caloto, doctor
Rubén Darío Gómez Bermúdez, por haber proferido los actos administrativos aquí
demandados (fls. 68 a 71).
Con auto de septiembre 16 de 1999, el Tribunal Administrativo del Cauca aceptó el
llamamiento en garantía, ordenó notificar al interesado y se ordenó la suspensión
del proceso hasta el vencimiento del término concedido a los notificados o
emplazados para su comparecencia (fls. 76 a 78).
Mediante providencia del 1 de febrero de 2000, se corrió traslado a la parte
demandante para que se pronunciara sobre las excepciones propuestas en la
contestación de la demanda, lo cual hizo el demandante con escrito en el cual
rechazó la excepción de falta de legitimación por activa, ya que mediante
las
resoluciones atacadas se decretó la caducidad de un contrato suscrito con el actor
y por consiguiente se le inhabilitó para desempeñarse como contratista, hecho que
naturalmente afecta su núcleo familiar (fls. 91 y 93 a 94).
Con providencia de abril 28 de 2000, se decretaron pruebas (fls 97 a 99) y con auto
de mayo 16 de 2001, se dio traslado para alegatos (fl. 115).
La parte actora descorrió el traslado con memorial en el cual enfatiza que en los
casos en que se declara la caducidad con posterioridad a una demanda ejecutiva
contra la entidad, el Consejo de Estado ha considerado que se puede inferir el
desvío de poder y por otra parte reitera lo manifestado en la demanda aduciendo
que las pruebas señalan el cumplimiento de las obligaciones por parte del
contratista, la vulneración del debido proceso que da lugar a la nulidad de los actos
demandados y la existencia de los perjuicios tanto materiales como morales
causados al actor (fls. 117 a121).
De igual forma el demandado presentó memorial contentivo de su alegato de
conclusión en el cual consignó insistió en que la omisión en la cita de las normas
legales y el concepto de violación debe dar lugar a un fallo inhibitorio o a que se
desestimen los cargos, en atención al carácter rogado de la justicia contenciosa. De
igual forma reiteró lo manifestado acerca del incumplimiento del contrato, que dio
lugar a la declaratoria de caducidad y solicita que al acta de recibo existente en el
proceso se le de ese valor y no el de acta final de entrega a satisfacción (fls. 122 a
128).
3. Sentencia de primera instancia
El Tribunal Administrativo del Cauca, profirió sentencia el 27 de septiembre de
2001, en la cual declaró la nulidad de las resoluciones demandadas pero negó las
pretensiones relacionadas con el pago de perjuicios.
Las resoluciones fueron anuladas porque de acuerdo con las pruebas, la
declaratoria de caducidad, que tiene carácter sancionatorio fue impuesta con
violación del derecho de defensa ya que se basó únicamente en un informe de la
Secretaría de Obras Públicas del Municipio según el cual el contratista no había
cumplido en su totalidad el contrato y también porque se produjo por fuera del
término previsto para ello, tres años más tarde, cuando ya se había vencido el plazo
contractual y el término para efectuar la liquidación del contrato. Adicionalmente, se
estableció que la vulneración del debido proceso llegó al punto de ejecutar el acto
sin haber notificado previamente al afectado.
En cuanto al reconocimiento de perjuicios se negaron los morales por cuanto en
criterio del a-quo no fueron acreditados en el proceso, porque las declaraciones
apuntan a sostener que el decaimiento económico le implicó dificultades personales
y hogareñas, pero no puede afirmarse válidamente que éste fue producto de la
sanción impuesta ya que empezó a producirse desde el año 1995.
Los perjuicios materiales solicitados consistentes en el pago de honorarios
profesionales del abogado no fueron probados y respecto del lucro cesante se
afirma que las pruebas refieren meras expectativas y el daño exige certeza y
actualidad en su causación, adicionalmente debe tenerse en cuenta que no existe
prueba que permita establecer una relación causal entre la disminución de ingresos
del contratista y el hecho de la declaratoria de caducidad (fls.131 a 147).
4. El recurso de apelación y el trámite de segunda instancia
Mediante memorial del 4 de octubre de 2001, el demandante interpuso recurso de
apelación, el cual fue sustentado oportunamente y admitido en providencia del 21
de marzo de 2002.
El principal motivo de inconformidad lo constituye el hecho de no haberse
reconocido por el Tribunal los perjuicios reclamados por haber sido inhabilitado por
cinco años como consecuencia de la declaratoria de caducidad, con lo cual su
ejercicio profesional se vio afectado.
Argumenta la impugnante que si la caducidad en este caso fue una sanción injusta,
lo procedente es que la entidad responda por los daños y perjuicios irrogados con
tal decisión, ya que en este caso al depender el actor y su núcleo familiar de su
ejercicio profesional, se vio afectado no sólo patrimonialmente, también recibió un
gran perjuicio moral porque se vio afectado su imagen, buen nombre e idoneidad
profesional. Dichos perjuicios se probaron con las certificaciones de los Alcaldes
donde consta que no podía ser contratado porque estaba inhabilitado, es decir que
se generó una pérdida de oportunidades con relación a los trabajos realizados
como contratista. En consecuencia solicita el pago de los perjuicios ya que es
absurdo declarar la nulidad y que esto no haya generado ningún perjuicio.
Finalmente, se refiere a la contradicción existente entre lo manifestado en el
subjudice respecto del incumplimiento del contratista, cuando en el proceso
ejecutivo instaurado por el actor contra la entidad se demostró y aceptó por el
mismo Tribunal que no hubo incumplimiento del contratista (fls. 150, 155 a 160 y
166 a 167).
En auto del 7 de junio de 2002, se dispuso correr traslado para alegar de
conclusión, pero las partes y el Ministerio Público guardaron silencio (fls 169 a 170).
Se recibió documentación de la Corte Suprema de Justicia relacionada con el acta
de liquidación de un contrato y mediante auto de abril 18 de 2006 se dispuso
incorporarla al expediente y ponerla en conocimiento de las partes para que
ejercieran su derecho de contradicción (fls 172 a 189).
CONSIDERACIONES
Esta Sala es competente de conformidad con lo establecido en el artículo
129 del Código Contencioso Administrativo, modificado por el artículo 37 de
la Ley 446 de 1998 y el artículo 13 del Acuerdo 58 de 1999 del Consejo de
Estado para decidir el recurso de apelación formulado por la parte
demandante, contra la sentencia proferida por el Tribunal Administrativo del
Cauca, el 27 de septiembre de 2001, en proceso con vocación de segunda
instancia ante esta Corporación, por razón de la cuantía.
Sea lo primero indicar que al verificarse que se trata de apelante único, se dará
aplicación al artículo 357 del C. de P.C. según el cual, la apelación se entiende
interpuesta en lo desfavorable al apelante y, por lo tanto el superior limitará su
estudio a los aspectos contenidos en la impugnación.
Del caso concreto
El Ingeniero Miguel Angel Revelo David, celebró un contrato con el Municipio
de Caloto, cuyo objeto era la elaboración de un proyecto completo de
viviendas. El valor del contrato fue de 19 millones de pesos y se entregó un
anticipo del 50% pero como el dinero restante no fue cancelado, el contratista
demandó ejecutivamente a la entidad y a su vez el Municipio, mediante
Resolución declaró la caducidad del contrato aduciendo incumplimiento del
contratista.
La caducidad fue declarada con base en un informe de la Secretaría de
Obras Públicas del Municipio, sin audiencia del contratista y por tanto con
violación de su derecho de defensa y por fuera de la oportunidad legal para
hacerlo e incluso se llegó al punto de comunicar a los diferentes municipios el
acto administrativo antes de su notificación al afectado, ya que ella sólo se
llevó a cabo en cumplimiento de una orden de un juez de tutela.
Partiendo de lo expuesto, el Tribunal de primera instancia decidió anular las
Resoluciones atacadas, con lo cual está de acuerdo la parte demandante, de
modo que el punto objeto de debate es el no reconocimiento de los perjuicios
por considerar que no fueron debidamente probados.
Antes de analizar la valoración probatoria, conviene precisar que para que el
perjuicio sea indemnizado debe probarse como todos los supuestos de
hecho de las normas que consagran los efectos jurídicos que ellas persiguen
y por tal razón quien persigue la reparación de un daño debe probarlo, sin
que baste probar la ilegalidad del acto demandado, tal como se aduce en la
apelación.
Al respecto ha dicho la Sala1:
“No es suficiente que en la demanda y en desarrollo del proceso se afirme su
existencia, tampoco es suficiente probar la ilegalidad del acto demandado para
1
Consejo de Estado, Sección tercera, sentencia del 8 de febrero de 2001, rad 12848 C.P.
Maria Helena Giraldo.
deducir la existencia del perjuicio; es necesario, se repite, que el mismo se acredite
(2).
Así lo ha señalado la jurisprudencia de la Sala en reiteradas oportunidades; en
sentencia proferida el día 26 de marzo de 1998, decretó la nulidad del acto por
medio del cual se declaró la caducidad del contrato y condicionó la prosperidad de
la pretensión resarcitoria a la prueba de los perjuicios; afirmó:
“La Sala no acogerá este dictamen por que carece de bases sólidas que permitan
determinar con certeza el valor de los perjuicios que la declaratoria de caducidad
ocasionó a la demandante. Se advierte en primer lugar que se echa de menos un
cuadro sobre la actividad económica de la demandante con posterioridad a 1.982,
que permita determinar el valor del perjuicio ocasionado con la declaratoria de
caducidad. El porcentaje en la disminución de las utilidades no puede imputarse en
su integridad a la declaratoria de caducidad, entre otras razones porque como
adelante se detalla, algunos contratos siguieron ejecutándose inclusive hasta 1984.
No aparece establecida la relación de causalidad entre la declaratoria de caducidad
y el cálculo realizado por los peritos como utilidades no percibidas.
Por otra parte, la inhabilidad solo se refiere a la contratación con entidades
públicas,
en consecuencia,
solo aquel contrato cuya terminación o no
perfeccionamiento obedeció a esa inhabilidad, puede considerarse como un
perjuicio que proviene directamente de la actuación del Sena que ahora se anula.
Varios documentos que reposan en el expediente dan cuenta de que efectivamente
la Procuraduría General de la Nación informó a algunas entidades estatales en
relación con la inhabilidad de la contratante, en algunos casos actuó oficiosamente
y en otros para responder a entidades que solicitaron información en tal sentido
(3)”.
2
Así lo ha explicado la Sala en varias providencias, entre otras cabe citar: Sentencia dictada dentro
del expediente 6.030, el día 6 de febrero de 1992; Sentencia proferida el 11 de diciembre de 1992, exp.
7403. Sentencia proferida el 13 de julio de 2000, exp. 12.513.
3
Sentencia dictada dentro del expediente 10538; actor: Sociedad Compañía Colombiana de
En caso similar la Sala precisó que la anulación judicial del acto demandado, por
medio del cual se declaró la caducidad del contrato, comporta, desde el punto de
vista del negocio jurídico y desde la óptica de la teoría del acto administrativo, la
responsabilidad de la Administración y la consecuente obligación de indemnizar los
perjuicios que se prueben en el proceso; dijo:
“La cláusula exorbitante de que se trata, como cualquier otra, comporta la
obligación de ser cumplida dentro de los límites impuestos por el principio de la
buena fe, según reza el artículo 1603 del Código Civil y como además lo aceptan la
doctrina y la jurisprudencia. El ejercicio indebido de la cláusula exorbitante, equivale
a no cumplir con la obligación contractual, conducta ésta que genera la
correspondiente indemnización de perjuicios según las voces del artículo 1613 del
Código Civil. Eso desde el punto de vista meramente negocial de la cláusula. Ya
desde el ángulo de la teoría del acto administrativo, es claro que tal actuación se
encuentra afectada de nulidad y que implica también el resarcimiento del daño
causado por ese acto administrativo ilegal, siempre y cuando, desde luego,
exista prueba suficiente de los perjuicios alegados, indemnización que puede
intentarse mediante el restablecimiento del preciso derecho subjetivo conculcado
por el acto que se anula.
Así las cosas, establecida como ha sido la obligación consecuente de reparar el
daño ocasionado por el uso indebido de la potestad unilateral de la administración,
queda por determinar la clase y monto de los perjuicios a indemnizar, tomando en
cuenta los daños causados y la magnitud de los mismos, que, como se analiza en
el acápite siguiente, éstos se contraen únicamente a los perjuicios de orden
material, en la modalidad de lucro cesante, correspondiente a la suma dejada de
percibir por el actor por razón de lo dispuesto en la Resolución 1217 del 13 de abril
Ascensores.
de 1987, toda vez que no se encuentran acreditados aquellos perjuicios definidos
como daño emergente, ni tampoco los daños de orden moral. (4) (Subraya la Sala).
De los perjuicios materiales en el presente caso.
Sea lo primero indicar que el perjuicio para que sea indemnizable debe ser
cierto (presente o futuro), particular, que verse sobre una situación
jurídicamente protegida y sea anormal, de modo que lo eventual y las
simples expectativas no cumplen con las condiciones exigidas para que
proceda la reparación.
a) Daño emergente: los perjuicios solicitados por el demandante
corresponden a los honorarios de la abogada que lo representa en el
proceso, cuya cuantía es de 10 millones de pesos, pero al respecto sólo se
cuenta con lo afirmado en la demanda ya que no se allegó al plenario
ninguna factura o recibo del pago realizado por este concepto.
b) Del lucro cesante.
El demandante lo hace consistir en la disminución de los ingresos
económicos, circunstancia que se derivó de la imposibilidad de celebrar
contratos con los diferentes municipios por cuenta de la inhabilidad impuesta
como consecuencia de la declaratoria de caducidad.
Para probar este hecho allegó copia de las declaraciones de renta, que
evidencian que la disminución patrimonial se presentó antes de que fuera
proferida la resolución declarando la caducidad, que fue impuesta mediante
4
Sentencia dictada dentro del expediente 11197 el día 14 de octubre de 1999; actor: Medardo Serna
Vallejo.
Resolución 045 del 10 de febrero de 1996, y quedó en firme el 29 de julio de
ese mismo año,(se recuerda que produjo efectos hasta el 3 de noviembre de
1998, fecha en la cual fue suspendido provisionalmente por el Tribunal
Administrativo del Cauca) ya que según lo afirmado en el libelo petitorio,
pasó de percibir ingresos por valor de $96.146.000 en el año 1994 a sólo
$43.641.000, en el año siguiente, de tal forma que este detrimento no puede
atribuirse a la declaratoria de caducidad y la inhabilidad posterior.
Ahora bien, en cuanto a las certificaciones suscritas por varios Alcaldes del
Departamento, en que rechazan la posibilidad de celebrar contrato con el
demandante por la existencia de una inhabilidad, conviene precisar que ello
no puede considerarse un daño cierto y tampoco una pérdida de oportunidad,
sino una mera expectativa de que fueran contratados sus servicios, que bien
podía materializarse o no.
Otro sería el caso si la inhabilidad hubiera sobrevenido cuando ya se había
celebrado un contrato o durante su ejecución, puesto que allí las pérdidas
serían reales y evidentes, pero en el sub judice, no se presentó
tal
circunstancia.
De esta manera, se considera que estos perjuicios no fueron debidamente
acreditados y en consecuencia, se impone la confirmación de la decisión de
primera instancia en este aspecto.
De los perjuicios morales.
Aunque en una época esta Corporación negó este tipo de indemnización en
la actividad contractual, por considerar que éstos daños sólo se configuraban
cuando se vulneraba alguno de los derechos de la personalidad del sujeto y
ese era un concepto extraño a las relaciones contractuales, posteriormente
esta posición varió para aceptar que es procedente su reconocimiento.
Así lo consignó la Sala en la providencia arriba citada:
“Sin embargo en importantes providencias posteriores rectificó tal posición y dispuso
la condena al pago de perjuicios morales, causados con ocasión de la celebración o
ejecución de contratos celebrados con la Administración.
Resulta ilustrativo referir a las consideraciones que adoptó la Sala de entonces en
sentencia proferida el día 24 de septiembre de 1987, para modificar su posición;
dijo:
“a)
Doctrina y jurisprudencia han sido vacilantes en relación con la procedencia
de los perjuicios morales en materia contractual, especialmente guiándose por la
antigua doctrina francesa orientada por Pothier y Domat, inmediatos precursores
del Código Civil Francés y cuyo criterio, en general, fue seguido por los redactores
de tal estatuto.
No los excluye, sin embargo, el articulado del Código de Napoleón y siguiendo los
mismos principios, estatuye el artículo 1613 del Código Civil Colombiano que la
‘indemnización de perjuicios comprende el daño emergente y lucro cesante. ..’ Sin
distinguir entre los materiales y los morales.
Y como complemento de la norma anterior, previene el artículo 1.616, ibídem, que
‘si no se puede imputar dolo al deudor, sólo es responsable de los perjuicios que se
previeron o pudieron preverse al tiempo del contrato, pero si hay dolo, es
responsable de todos los perjuicios que fueron consecuencia inmediata y directa de
no haberse cumplido la obligación o de haberse demorado su cumplimiento’.
Es decir, si no hay dolo responde sólo de los previstos o previsibles al momento de
contratar; pero si hay dolo, responde de todos los directos e inmediatos a la
violación contractual, imprevisibles o imprevistos;
b)
Por su parte el artículo 1.604 modera la responsabilidad del contratante
incumplido, según el beneficio que reporten los contratantes, frente a la culpa lata,
culpa leve y la levísima, definidos por el artículo 63 del mismo Código según el cual,
además, en materias civiles la culpa grave equivale al dolo;
c)
Ciertamente en la generalidad de los contratos el objeto de las obligaciones
pactadas tiene un valor patrimonial y ello ha servido a doctrina y jurisprudencia para
negar la procedencia de la indemnización de los perjuicios morales.
Pero en casos excepcionales, tratándose de aquellos contratos en que el valor
venal no existe o es írrito frente a otros factores consustancialmente unidos a la
persona humana, como el afecto, el honor, la capacidad laboral personal o
profesional, el cerrar la vida a los perjuicios morales implica suma desprotección y
negación de indemnización de los verdaderos perjuicios sufridos con clara violación
de los principios legales que se dejan reseñados;
d)
Esta Sala reconoció expresamente la indemnización de los perjuicios
morales en materia contractual, en sentencia de mayo 5 de 1977 (Expediente 1320,
actor Metalúrgica Grancolombiana y otro contra Colcarril S. A. y otro) pero sin dejar
claramente establecidas las razones que la llevaron a tal pronunciamiento;
e)
El extinguido Tribunal Supremo del Trabajo, en sentencia de septiembre 21
de 1951 (Manuel Medina Corso vs. Malterías de Colombia
S. A.), con ponencia
del Magistrado doctor Juan Benavides Patrón, reconoció la indemnización de los
perjuicios morales causados por la ruptura ilegal e injusta del contrato de trabajo,
con argumentos que por considerarlos pertinentes, se transcriben a continuación:
‘Para el Tribunal Supremo, el problema de fondo no ofrece dificultad alguna. Son
ampliamente conocidos los principios que gobiernan el derecho indemnizador por
incumplimiento de los contratos. De manera universal se hallan registrados por la
doctrina y establecidos en la legislación positiva de los pueblos civilizados. Y nada
autoriza a entender que en tratándose del contrato de trabajo, aquellos principios
carecen de validez y no tiene operancia la indemnización por su incumplimiento.
Por el contrario, la jurisprudencia constante de esta Corporación y de los Tribunales
del país ha reconocido este derecho indemnizador en materia contractual del
trabajo y ha aplicado, en lo pertinente, las reglas del derecho común, en efecto de
disposiciones especiales. De otra parte, la Ley 6ª. De 1945, en su artículo 11
instituyó en forma expresa la acción de indemnización de perjuicios por
incumplimiento del contrato de trabajo, y el artículo 3º de la
Ley 64 de 1946
atribuyó a la jurisdicción especial el conocimiento de ella. No puede pretenderse,
por tanto, que su estimación por la justicia del trabajo implique un desplazamiento
hacia el derecho común y constituya múltiples sanciones. Simplemente, es una
acción derivada del contrato de trabajo, tomada en verdad, de las instituciones
comunes, como muchas otras, pero sin contrariedad jurídica de los principios y, por
el contrario, como consecuencia lógica de ellos; y , en todo caso, al incorporarse a
la legislación laboral ya no descalificarse como ajena o extraña a ella.
El
punto que en concepto de esta Corporación sí requiere mayores
consideraciones, es el relativo a la improcedencia de la indemnización de los
perjuicios morales por incumplimiento del contrato de trabajo. Porque ciertamente,
la jurisprudencia ordinaria, siguiendo a la doctrina más generalizada, tiene
establecido que el incumplimiento de las obligaciones contractuales no da lugar a
exigir indemnización por perjuicios morales. Y entonces, el mismo respeto a los
principios generales que consagran el derecho indemnizador en materia laboral,
impondría la conclusión de que el incumplimiento del contrato de trabajo tampoco
da lugar a ellos. Sin embargo, el Tribunal Supremo observa, sobre esta interesante
materia, que calificados autores de escuela científica francesa sostienen la
procedencia del derecho indemnizador de los perjuicios morales aún en materia
contractual explican que la tesis opuesta, dominante ciertamente en la
jurisprudencia, no consulta con rectitud los textos reparadores, ni interpreta a
cabalidad el origen de la institución, aunque los redactores de ellos fuesen hostiles,
equivocadamente, a la reparación del perjuicio moral en materia contractual.
Así, Henri León Mazeaud en su 'Tratado de la Responsabilidad Civil', Tomo I,
páginas 164 y 165, exponen, en términos pertinente porque es bien conocida la
génesis del Código Civil Colombiano”.
¨Los textos del Código Civil están concebidos en términos bastante amplios para
permitirlo.
Así, el artículo 1142 del Código Civil Francés, dispone que «toda
obligación de hacer o de no hacer se traduce en indemnización de daños y
perjuicios en caso de incumplimiento de parte del deudor», sin distinguir según el
incumplimiento, cause al acreedor un perjuicio pecuniario o moral. Por otra parte,
artículo 1149 del mismo Código declara que «los perjuicios que deben al acreedor
lo son, por lo general, a consecuencia de la pérdida que ha experimentado o de la
ganancia de que se ha visto privado ¿Por qué interpretar la palabra pérdida por
pérdida en dinero? ¿Es posible ver la pérdida «lato sensu» aún en el menoscabo
que sufra patrimonio moral? Y si a ello nos negamos, ¿no podemos afirmar que las
palabras por lo general indican que los redactores del Código, que sólo quisieron
prever en el texto las situaciones ordinarias, aquellas en que el perjuicio moral en
los casos excepcionales en que el acreedor sufra tal perjuicio?.
La mera lectura de los antecedentes legislativos no indica la voluntad en contrario
de los redactores del Código. Pero sí, tras del término empleados, se investiga el
espíritu que guió a los redactora hay que convenir en que eran hostiles a la
reparación del perjuicio moral en materia contractual ¨
(…)
‘Y Planiol y Ripert, páginas 168 y siguientes del tomo séptimo de su 'Tratado
Práctico de Derecho Civil Francés:
¨857. Perjuicio moral. El cumplimiento de una obligación puede ocasionar, bien
exclusivamente, bien sólo en parte, un daño de carácter no material, una lesión
extrapatrimonial, que no afecta los bienes pecuniarios. La reparación procederá
también en este caso?".
En materia de delitos, la jurisprudencia concede desde hace tiempo sin vacilaciones
una reparación pecuniaria por el daño moral, siempre que éste sea serio y real. En
materia de contratos, en cambio, la cuestión es mucho más discutida.
Frecuentemente se considera que el contrato sólo afecta los intereses de carácter
pecuniario; su objeto, en ese sentido, no podría consistir en un simple interés moral.
Por consiguiente, los daños causados al acreedor por el incumplimiento no podrán
tomarse en cuenta y dar lugar a su reparación sino en la medida en que constituyan
un daño de orden pecuniario.
Muchos tratadistas, conformándose a este
razonamiento, estiman que el incumplimiento de una obligación contractual no da
lugar al abono de los daños y perjuicios, cuando solamente resulte de él un
perjuicio moral.
Esta solución debe rechazarse.
Es relativamente raro, sin duda, encontrar un
interés moral en materia de contratos y sobre todo, que sea con carácter exclusivo.
La mayoría de las veces se encuentra ligado a un interés pecuniario: La cosa que
deberá entregarse ofrece para el acreedor, aparte su valor venal un valor moral
(retratos o documentos familiares, obras de arte); el incumplimiento del hecho
ofrecido puede producir repercusiones sobre la honorabilidad o el crédito del
acreedor, y cuando sea un comerciante, la lesión a su honor se traducirá en una
lesión más o menos inmediata a sus intereses materiales. El ataque a la vida
humana, va casi siempre acompañada de pérdidas materiales.
'Pero, lo poco frecuente del daño moral como resultado del incumplimiento de una
obligación contractual no constituye objeción contra la procedencia de su
reparación en todos aquellos el en que exista y sea demostrado. El derecho no se
encuentra ya en aquel período en que solamente tenía en cuenta los valores
materiales; las soluciones ofrecidas en materia extracontractual lo demuestra
suficientemente. Es indispensable, para que, como debe ser, la indemnización del
acreedor sea completa, que pueda obtener la reparar de todos sus intereses
afectados, sean de la índole que fueren. El modo de reparación de que se dispone,
es, ciertamente pecuniario; pero ejecución no tiene más valor en materia de
obligaciones contractuales que en cuanto a las extracontractuales.
En ambos
casos, es mejor una reparación imperfecta o inadecuada, que la ausencia de toda
reparación. En defecto de un procedimiento más especializado, la equidad impone
que se haga de los medios ordinarios el mejor empleo posible ¨. (…)”(5)
De lo anterior se observa como en la actualidad la tesis jurisprudencial de
aceptación de la procedencia de indemnización de perjuicios morales con
fundamento en la actividad contractual tiene su raíz jurídica en que el legislador
garantiza la indemnidad de todo perjuicio sin diferenciar sus clases, con las
caraterísticas anotadas, y siempre y cuando se demuestren los hechos en que se
sustenta.
A continuación la Sala pasará a examinar en concreto la solicitud de reconocimiento
de indemnización.
c.
Observa la Sala:
En primer lugar, que la posición del Tribunal, relativa a la improcedencia de
reclamación de perjuicios morales está revaluada con fundamento en el
ordenamiento jurídico. Como ya se anotó no existe razón válida para excluirlos si se
tiene en cuenta que el derecho positivo prevé la responsabilidad contractual por el
incumplimiento de las obligaciones derivadas del contrato, sin hacer diferencia
alguna respecto de la consecuente indemnización de los perjuicios que, con tal
comportamiento, se causaron a cualesquiera de las partes contratantes.
En segundo lugar, que la condena por concepto de perjuicios morales causados con
ocasión de la actividad contractual estatal, está condicionada al igual que la
indemnización por cualquier otro tipo de perjuicio a la prueba de su existencia. No
hay razón alguna para que la realidad y la entidad de este perjuicio estuviese
eximida de prueba; cabe aquí la misma consideración hecha a propósito de la
existencia de este perjuicio: si la ley exige la prueba del perjuicio como condición
5
Sentencia proferida el 24 de septiembre de 1987 dentro del expediente 4039; actor: David Vásquez
Caicedo.
para que proceda su restablecimiento, no cabe hacer distinciones respecto de algún
tipo de perjuicio, salvo cuando la ley lo presuma.
En otras palabras, los precitados perjuicios morales contractuales, que pudieron
ocasionarse con la expedición del acto administrativo que declaró la caducidad del
contrato, y que podrían consistir, según el caso, en el pesar, angustia, congoja,
tristeza, desolación etc. que sufrió el contratista, requieren ser demostrados en el
proceso, como todo aquel perjuicio respecto del cual se pretenda su resarcimiento.
Así lo precisó la Sala al negar los perjuicios morales reclamados por el contratista;
afirmó:
“En general, la doctrina del Consejo de Estado6 ha sido reacia a reconocer el
perjuicio
moral
tratándose
de
responsabilidad
patrimonial
contractual
o
precontractual, aunque no niega su procedencia en el evento de que se presentare
lesión a alguno de los bienes extrapatrimoniales (honor, reputación, etc.) y
estuviese demostrada en el expediente. En el subjudice no procede la condena
por daño moral solicitada por el actor por cuanto no hay una sola prueba que así lo
indique y los perjuicios no pueden presumirse del sólo incumplimiento
obligacional.(7)
Es cierto que el acto de caducidad del contrato puede alterar el good will del
contratista sancionado lo que indiscutiblemente causaría su afectación emocional;
pudo acontecer también que a raíz del mismo acto el contratista sancionado
perdiese nuevas oportunidades de contratar, lo que también podría afectar su
tranquilidad y autoestima, pero todas estas posibilidades, causas y efectos, de llegar
6
Ver: Consejo de Estado. Sección Tercera. Sentencia de julio 25 de 1985. Expediente 2963 Magistrado
Ponente Julio Cesar Uribe Acosta; Sentencia del 24 de septiembre de 1987. Expediente 4039.
Magistrado Ponente Jorge Valencia Arango y Sentencia del 24 de agosto de 1990. Expediente 5712.
Consejo Ponente Gustavo De Greiff Restrepo.
7
Sentencia proferida dentro del expediente 10038 el día 6 de marzo de 1997; actor: Oscar Gómez
España.
a concretarse en la realidad, deben acreditarse ante el juez del contrato para que,
establecida su existencia y magnitud, profiera la deprecada decisión condenatoria.
La sola creencia de que la ilegalidad del acto produce perjuicios morales no es de
recibo para la Sala; no es dable presumir, porque no existe sustento normativo, que
la expedición de un acto de caducidad del contrato declarado nulo, causa perjuicios
morales”.
En el sub examine el demandante solicitó el pago de perjuicios morales “por
el profundo trauma sicológico que le ha creado al profesional de la ingeniería
el no poder ejercer su profesión”, sin embargo las testimonios vertidos en el
proceso coinciden en que el padecimiento sufrido por el ingeniero fue debido
a la disminución de sus ingresos, lo que se tradujo en problemas familiares
por la imposibilidad de cumplir con sus obligaciones económicas llegando
incluso a la separación de su esposa, no se refirieron los declarantes (como
sí lo argumentó la apoderada judicial) a la afectación de su prestigio y su
imagen por la sanción impuesta o al dolor de ver limitada su carrera como
ingeniero porque e incluso aclaran que después de la declaratoria de
caducidad continuó ejerciendo su profesión pero con contratos particulares.
Al respecto el señor Manuel Antonio Revelo David, manifestó que “lo cierto
es que a partir de ese momento las contrataciones con los municipios a
Miguel se le vinieron a pique, lo cual afectó notoriamente su parte económica
y no solo parte económica sino también la parte moral que le ocasionó una
situación de crisis emocional porque ya se volvió gritón, irascible, intolerante
sobre todo a las personas que estaban cerca de él, inclusive a los mismos
hijos y a la mujer” (fls. 7 a 8, cdno pruebas).
Por su parte el señor Eric Javier Martínez Andrade quien compartió oficina
con el ingeniero Revelo David, manifestó:
“…en la parte moral tuvo un
bajonazo anímico que se vio reflejado en problemas en su hogar, en su
relación con su señora, en la misma relación con los niños porque según me
comentaba él a veces le era imposible pagar las mensualidades de los niños
y todo esto lo minó en la parte anímica y moral” (fls.10 y 11, cdno pruebas).
A su turno, el señor Víctor Raúl David Guerrero quien trabajaba con el
demandante, declaró: “las consecuencias fue de que ya los ingresos de él no
eran los mismos, no tuvo la capacidad de pago para los compromisos que
tenía en el hogar, con los hijos, los colegios, el comenzó a sentirse pues mal
económicamente y con stress y sentirse mal por no contar con los recursos
que iba a percibir con ese contrato y entra las otras cuestiones que se
perjudicó él fue con el hogar hasta el punto de llegar con la separación por no
tener con qué responder a los gastos que ellos estaban acostumbrados” (fls.
13 y 14, cdno pruebas).
Así las cosas, el análisis de los testimonios obrantes en el proceso, que son las
únicas pruebas relacionadas con el perjuicio moral, permiten concluir que los
padecimientos fueron producidos por la disminución de los ingresos que sufrió el
Ingeniero Revelo David, pero como ya se afirmó al analizar las pruebas relativas a
los perjuicios materiales, este hecho no puede atribuirse a la declaratoria de
caducidad por cuanto la mayor variación de éstos se produjo antes de haberse
proferido el acto administrativo sancionatorio por parte de la Alcaldía de Caloto.
Corolario de lo anterior resulta que la providencia apelada habrá de ser confirmada.
En mérito de lo expuesto, el Consejo de Estado, en Sala de lo Contencioso
Administrativo, Sección Tercera, Sub-Sección C, administrando justicia en nombre
de la República de Colombia y por autoridad de la ley,
FALLA
PRIMERO
Confirmar
la
sentencia
apelada,
proferida
por
el
Tribunal
Administrativo del Cauca, el 27 de septiembre de 2001, por medio de la cual decretó
la nulidad de las Resoluciones 045 del 10 de febrero y 588 del 23 de julio de 1996
expedidas por el
Alcalde de Caloto y se negaron las demás súplicas
de la
demanda, de acuerdo con lo expuesto en las consideraciones.
SEGUNDO En firme esta providencia envíese el expediente al Tribunal de origen
para lo de su cargo, previas las anotaciones de rigor.
CÓPIESE, NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE
OLGA MÉLIDA VALLE DE DE LA HOZ
Presidenta de la Sala
ENRIQUE GIL BOTERO
JAIME ORLANDO SANTOFIMIO GAMBOA
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