Distancias e instancias. Presentación de protagonistas

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Nombre: Juan Manuel Calcagno.
Institución: Universidad Católica del Uruguay.
Cargo: Profesor de Teorías Contemporáneas de la Comunicación.
Título Universitario: Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social.
Resumen: El presente trabajo fue elaborado a mediados de 1999 por un
equipo de investigadores de la Cátedra UNESCO de la Universidad
Católica del Uruguay con el objetivo de analizar la relación entre la
formación académica y el mercado laboral teniendo como nexo al
Comunicador Social en proceso de formación.
Distancias e instancias. Presentación de protagonistas
Las distancias e instancias entre formación y empleo en el área de la Comunicación Social
plantean una relación bidireccional: por un lado las distancias, entendidas como espacios
o intervalos de lugar o de tiempo que median entre dos sucesos y por otro la instancia, un
término jurídico concebible como la repetición de la súplica, petición o la insistencia en
ella con ahínco. Las distancias se conciben en este contexto fundamentalmente entre la
formación académico/universitaria y el empleo/trabajo, mientras que las instancias tienen
que ver con la repetición e insistencia para el acceso al trabajo del comunicador social. La
instancia laboral puede ser previa, concomitante o posterior a la formación académica.
Pero en cualquiera de estos momentos el postulante al trabajo deberá hacer un ejercicio
hermenéutico, una interpretación de sus posibilidades formativas (inexistentes, en proceso
o existentes) y de las condicionantes y exigencias del mercado de trabajo. La constatación
de estar situado en alguno de las tres estadios formativos señalados permitirá insistir o
re-petir en su búsqueda laboral en distintas condiciones.
Pero si bien estas apreciaciones son relevantes y se verán reflejadas en los resultados de la
investigación realizada en las páginas que siguen, el desafío más importante se centra en
la relación teoría académica-práctica laboral, que vincula a la Universidad, entendida
como institución, y el mercado laboral con oportunidades disímiles para los
comunicadores sociales.
La dicotomía conceptual teoría-práctica no es novedosa como tampoco es extraño
constatar en distintos niveles una pregunta recurrente en estudiantes o egresados: ¿para
qué sirve lo que estudio/estudié?. Si bien la formación universitaria intenta abrir el
uni-versum a los alumnos y no tiene finalidades prácticas inmediatas, el deseo de trabajar
y vivir de la propia profesión es tan válido como la apertura a la (cuasi) totalidad de
discursos en un área académica específica.
Este deseo se encuentra con las carencias y restricciones del medio, adecuándose
creativamente y generando relaciones nuevas que se corrigen mutuamente. La formación
académica (entendida como dar forma, informar una “materia” informe) genera el deseo
de practicar esa información.
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La dicotomía teoría-práctica se agudizó en la modernidad con la asunción de categorías
históricas resultantes en racionalismo-empirismo, especulación-vida práctica. Más allá del
análisis de los “ismos”, que pueden llevar a discusiones inconducentes en este caso, la
formación académica enfocada a la adquisición de conocimientos se acerca al énfasis de
la razón, mientras que el trabajo concreto en un medio de comunicación o el ejercicio de
funciones de comunicador en una organización sin/con formación, está orientado a la
empiria. Una posible solución a esta contradicción puede hallarse en la idea de praxis,
concepto que supera al propio individuo y se enmarca en procesos comunicacionales que
comprometen al alumno, la universidad y el mercado laboral. La praxis es un proceso y
un resultado parcial de correcciones entre teoría y práctica y práctica y teoría, una espiral
hermenéutica que vincula a la Universidad y el mercado, mediando el alumno. Praxis no
es teoría ni es práctica; es teoría corregida, afinada por la práctica y, simultáneamente, es
práctica corregida, afinada por la teoría. Praxis combina pensamiento y acción, acción y
pensamiento en un proceso dinámico e inacabable de producción de conocimientos, desde
la teoría que se deja cuestionar por las prácticas y desde las prácticas que permiten la
incidencia de las teorías.
Desafíos práxicos para la Universidad
La in-formación universitaria se maneja para entablar una relación entre los alumnos y los
programas de estudio, enmarcados en un plan denominado currículum, con objetivos y
metas a cumplir en cada una de sus etapas constitutivas.
In-formación remite a un esquema lineal, donde una serie de causalidades imprimen
formas a una materia disponible para recibir dicha información. La relación con los
alumnos enfrenta en este esquema al que sabe y desea enseñar con el que no sabe y desea
aprender. Esta información está formalizada en programas, previsiones de cómo
sucederán los acontecimientos en un tiempo prefijado (semestre o año académico) para
lograr determinados objetivos. El programa es estático, fijo, previsor, conocedor del
resultado antes del inicio del proceso, al menos en un plano aparente. El conjunto de
programas resulta en plan de estudios. Quien logra, en primera instancia, sortear los
escollos del plan académico estaría en condiciones de lanzarse al mercado laboral, lo cual
evidentemente no ocurre de esta manera en todos los casos. La obtención de la
acreditación curricular no es en absoluto sinónimo de aprendizaje, comprensión y posible
aplicación de los conocimientos impartidos y supuestamente adquiridos.
El desafío práxico para la Universidad supone cambios conceptuales: comunicación
universitaria que entable una relación académica centrada en estrategias con objetivos
centrales estables, pero a la vez con variables de aplicación que posibiliten mayor
movilidad y una apertura constante a la realidad del mercado de trabajo. Comunicación
porque más allá de la relación saber - no saber, el conocimiento no es una simple
información sino un juego de interpretaciones entre docentes y alumnos, un com-promiso
de con-senso, promesa común de lograr sentidos comunes. La comunicación académica
sería el marco para la praxis y las mutuas correcciones entre teoría y prácticas de trabajo.
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En lugar de programas informativos, el desafío de elaborar estrategias académicas es una
oportunidad para lo imprevisto/imprevisible, la no programación rígida y conocedora de
los resultados previamente al desarrollo del proceso universitario. Las estrategias implican
la concepción de diferentes escenarios posibles, en el caso académico, y de
elaboración/producción de conocimiento. Un diseño curricular estratégico implica la
elaboración de hipótesis situacionales, no como programación sino como posibilidad que
desde antes del inicio del proceso comunicacional educativo no permite la previsión de
resultados únicos e invariables.
La comunicación estratégica es la traducción de la praxis universitaria y la posibilidad de
apertura para la corrección de los contenidos con las prácticas laborales y de éstas con los
contenidos universitarios.
Desafíos paradigmáticos para los comunicadores sociales
¿Cuál es el paradigma de la profesión de comunicador social?. A nivel social ¿qué
imágenes existen de la profesión?
La novedad relativa de la aparición de comunicadores sociales en el medio laboral
deviene en preguntas, interrogantes y períodos de prueba por parte de los empleadores.
Por un lado la condición de egresado de una Universidad confiere cierto prestigio y
expectativas favorables hacia el comunicador. Pero simultáneamente a la novedad se une
la vaguedad, la exigencia de una presentación acorde con los posibles servicios a brindar,
la ausencia de aranceles y la falta de reconocimiento jurídico de la profesión como sí
sucede con otras profesiones clásicas (ejemplo: Derecho, Ciencias Económicas). No se
conoce concretamente qué puede llegar a hacer un comunicador social, sus conocimientos
reales y sus potencialidades.
Se prueban sus posibilidades y en caso de resultar favorables a juicio del contratante,
continuará el contrato o no. La difusión del trabajo de los comunicadores se realiza
fundamentalmente a nivel informal, por recomendaciones no solicitadas generalmente, en
un mercado laboral y empresarial reducido como es el uruguayo.
Pero el comunicador ¿qué ofrece? Se puede aventurar que su servicio es básicamente una
técnica, entendida ésta como un saber-hacer, resultante de la aplicación de categorías
aprendidas en la Universidad y el impulso a la investigación que haya tenido o tenga
después de su graduación. Con estos conocimientos generales el comunicador debe
adecuarse a cada caso sin perder la perspectiva comunicacional que lo distingue de otros
profesionales. Nuevamente la praxis es el concepto que dilucida, o permitiría la
dilucidación del dilema teoría-práctica.
¿Y qué sucede con quienes se autodenominan comunicadores sociales sin haber
participado de ámbitos formativos?. Situación común en el mercado local, donde
múltiples informativistas, noteros, o responsables de tareas de comunicación se
autodenominan “comunicadores sociales”. ¿Cómo incide en las posibles imágenes que se
forman a nivel social y laboral, la inexistencia de restricciones en el uso (y abuso) del
término “comunicador social”?
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Desafíos laborales para la empresa
Tradicionalmente las empresas contratan el trabajo de las personas pagándoles un salario
a cambio de determinadas horas de permanencia en el lugar de trabajo, muchas veces
independientemente de los resultados concretos a nivel operativo que esa estadía pueda
arrojar en el corto, mediano o largo plazo. Y no es válido pensar inmediatamente en los
organismos del Estado, donde es factible encontrar con mayor frecuencia este tipo de
contrato y concepción del trabajo por circunstancias históricas y de imaginario que
exceden los límites de este informe. También en el ámbito privado el salario se determina
comúnmente al concebir el trabajo como horas (fragmento de la biografía del trabajador)
que se enajenan a cambio de un precio (salario).
Fundamentalmente el ejercicio liberal de la comunicación social rompe con esta
concepción de trabajo económico; implanta la idea de trabajo poiético, es decir, centrado
en la obra que se realiza, en el producto, y así el comunicador social tiene a su disposición
una diferencia específica con otras profesiones, diferencia que genera un nuevo valor en
el mercado laboral y que exige ser traducida a los posibles contratantes. El trabajo
poiético permite al comunicador enriquecer su praxis y manejarse con libertad en el
ámbito laboral, pero también en medio de las incertezas comparativas con la vinculación
estable con una empresa o medio de comunicación específico.
Brevemente, y a modo de avance sobre las consideraciones finales, la vinculación de tres
actores y tres escenarios posibles (Universidad-Comunicador-Mercado de trabajo) implica
la flexibilidad y apertura cognoscitiva en los tres niveles, en un esfuerzo de comunicación
estratégica, abierta a las correcciones práxicas posibles.
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Las Facultades de Comunicación y una discusión pendiente:
Ontología de la comunicación social y diseño curricular.
Las confusiones nominativas y pragmáticas que se generan con respecto al corpus global
de las múltiples áreas disciplinares que conforman a la comunicación social como carrera
universitaria se deben, en primer lugar, al complejo dilema de integrarlas conjuntamente
bajo un mismo espacio, generalmente llamado "Ciencias de la Comunicación".
La ontología se concibe como una disciplina primera y básica que, por considerar las
características esenciales de lo que es común para todos los entes (el ser) puede
proporcionar una base adecuada a la actividad filosófica y científica.
El problema ontológico es complejo en las heteróclitas "Ciencias de la Comunicación", en
procura de establecer la esencia última que les da fundamento como tales.
Naturalmente esta dificultad inicial se ve reflejada en las estructuras académicas, los
planes curriculares y en definitiva en la comprensión de la finalidad utilitaria que tiene
esta carrera, tanto a nivel de quien la realiza como también de quienes contratan
comunicadores sociales..
La pluralidad ambigua que plantea el término "ciencias" y aún más "de la comunicación",
supone la integración unificada de aspectos sumamente difusos, sobre los que diversas
disciplinas han debatido reiteradamente a lo largo del tiempo sin lograr grandes acuerdos
a nivel paradigmático.
Estos elementos, son la médula de discusión metafísica (ontología) y epistemológica
(científica) desde el momento en que las especies más avanzadas del género homo
comenzaron a utilizar mecanismos de comunicación . Descifrar los orígenes de cualquier
saber no entraña una significación menor en el simbólico entramado metafísico y
científico de su realidad última. La comunicación podría concebirse desde esta
perspectiva como algo inconmensurable.
Lo expuesto conduce directamente a sospechar que la comunicación "es todo y nada a la
vez", como sostuvo la profesora colombiana Mariluz Restrepo en una conferencia
brindada en setiembre de 1998 en el marco de la Cátedra UNESCO de Comunicación de
la Universidad Católica del Uruguay. Tal vez allí radique el equívoco de involucrar áreas
científicas con objetos de estudio y métodos de análisis diferentes, que por supuesto
incluyen a la comunicación como objeto de sus respectivos estudios por ser algo inherente
al hombre, en toda su complejidad.
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Analizar cualquier plan curricular en comunicaciones es una experiencia que constata esta
confusión inicial:
La semiología, conformada como ciencia por Ferdinand De Saussure a principios de siglo
ha desarrollado como objeto de estudio "(...) los ritos, las costumbres, etc., como signos",
sobre los cuales " (...) se sentirá la necesidad de agruparlos en la semiología y de
explicarlos por las leyes de esta ciencia" (1).
La Lingüística, como disciplina integrada a la semiología por el propio De Saussure,
estudia al lenguaje como una variedad de signos integrados al estudio semiológico.
La Antropología aborda el estudio del hombre desde una perspectiva cultural,
concibiendo a la cultura como "la masa de reacciones aprendidas y transmitidas de
hábitos, de técnicas, de ideas, de valores, así como de los comportamientos por éstos
inducidos. La cultura es el producto especial y exclusivo de los hombres y representa su
cualidad distintiva en el mundo. La cultura es al mismo tiempo, la totalidad de los
productos de los hombres como miembros de la sociedad. Constituye una fuerza enorme
que envuelve a todos los seres humanos e individualmente." (2). Su objeto de estudio está
estrechamente ligado al análisis de la comunicación como proceso cultural.
Lo mismo ocurre con la Historia, la Psicología, la Sociología y demás disciplinas que
tienen delimitado un objeto de estudio y un marco metodológico, que en algunos aspectos
incluyen áreas de investigación relacionadas con comunicación.
Incluso se han desarrollado teorías matemáticas de la comunicación como, por ejemplo,
hicieron Shannon y Weaver desde su perspectiva de análisis.
No es casual que todas estas ciencias y disciplinas, como tantas otras, formen parte de la
estructura curricular de los planes educativos de comunicaciones como carrera
universitaria. De algún modo todas las ciencias sociales, e incluso las formales
trabajan con aspectos de la comunicación como parte de sus respectivos temas de análisis.
(1) De Saussure, Ferdinand "Curso de lingüística general", Madrid, Alianza Editorial, cuarta edición 1992,
p 34.
(2) Kluckhon, Clyde y Kroeber, Alfred, " El concepto de Cultura", Barcelona, Siglo XXI de España editores,
1972, p 73.
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La dificultad última parece plantearse entonces en la necesidad de pensar seriamente si las
“Ciencias de la Comunicación” tienen realmente en conjunto un objeto de estudio único,
medianamente delimitado, o si por el contrario la comunicación como objeto de estudio es
analizado por diferentes ciencias, por lo cual dicho objeto de estudio sería múltiple,
variable y tan diverso como los enfoques de la disciplinas que lo abordan. La vinculación
y relación de estas áreas del conocimiento es la que define al objeto de estudio como algo
solamente analizable a nivel parcial y específico.
Parece complejo entonces, suponer que la comunicación como objeto de estudio único
pueda existir como tal, y menos aún que pueda ser abordado por una disciplina que
integre armónica y funcionalmente a múltiples saberes.
El problema radica en la articulación conjunta de todas esas ciencias y áreas del
conocimiento bajo la égida de una macro ciencia unificadora y global que, como tal, debe
incluir articuladamente retazos metodológicos y bases múltiples bajo el nombre de
"Ciencias de la Comunicación", lo cual equivale a decir, como se ha visto, todo y nada a
la vez. Desde ya el asunto es doblemente serio cuando se procede a situar este saber como
una serie de conocimientos integrados en una estructura universitaria.
En esta línea de pensamiento, Hugo Aguirre, Catedrático de la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos y de la Universidad de Lima, presentó una ponencia titulada "Tres
tesis sobre la comunicación como saber y hacer" en el marco del Octavo Congreso de
Estudiantes de Comunicación Social (FELECS), realizado entre el 31 de agosto y el 4 de
setiembre de 1997 en Lima, Perú.
Una de sus tesis, pretende responder a una interrogante similar a la planteada en este
punto del presente trabajo; Aguirre se cuestiona; ¿Qué es esto la filosofía... perdón, la
comunicación?. En su primera argumentación para responder plantea que "la
comunicación social y la frecuente nominación ‘Ciencia o ciencias de la comunicación’
definen mal una idea pluridimensional relacionada con seres, haceres y pensares que las
desbordan. Por eso es que proponer la relación filosofía y comunicación como una
manifestación metafísica no resulta descabellado ¿o sí?"
Su segunda tesis apuntaba a reflexionar sobre una pregunta complementaria fundamental:
¿Es la comunicación social ciencia, disciplina, tecnología o arte?
Allí, Aguirre plantea las dificultades de fijar un objeto de estudio, ya que éste es
"Amplísimo, multidimensional, archidinámico, dialógico, entre otras cosas más. Tan
complejo como el hombre mismo".
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Al culminar la conferencia, Hugo Aguirre respondió sugestivamente a sus dos preguntas
en los siguientes términos:
"1) Qué es esto la filosofía...perdón, la comunicación?
Si, es la comunicación, perdón, la filosofía.
2) “¿Es la comunicación social ciencia, disciplina, tecnología, arte?
Sí, es".
La idea planteada por Aguirre, es compartida a nivel general por diversos comunicadores
sociales que integran los cuerpos directivos de varias Facultades de Comunicación, tanto
en América como en otras partes del mundo.
Este problema, fue la médula temática de la edición número 31 de la revista Signo y
Pensamiento titulada "Profesiones en juego", publicada el segundo semestre de 1997 por
la Facultad de Comunicación y Lenguaje en la Pontificia Universidad Javeriana de
Colombia. Uno de los artículos presentados, realizado por Gabriel Alba y Juan Guillermo
Buenaventura, Profesor y Director del Departamento de Comunicación de la Universidad
Javeriana respectivamente, analiza este tema:
En el artículo, "Facultades de Comunicación: En el Ojo del Huracán", ambos catedráticos
realizan un pormenorizado estudio sobre los planes curriculares, la discusión de carreras
con orientación teórica o práctica, el prestigio profesional de los egresados en
comunicación social (en donde está implícita la falta de claridad conceptual de lo que es
ser un comunicador social y la construcción de su identidad como tal), y otra serie de
aspectos del mismo tipo.
Todos estos temas confluyen hacia un mismo problema medular que, según los autores,
contribuye en gran medida a originarlos:
"Los estudios de comunicación constituyen hoy una más de las difusas disciplinas del
ámbito de las ciencias sociales y de la cultura. Recoge las tradiciones del viejo
humanista, y de su competidor sucedáneo, el científico social. Pero por su vinculación a
la historia de las letras, por sus herencias en el campo de las teorías de la cultura, por su
conexión estrecha con los recorridos de la semiótica, la filosofía del lenguaje y la
estética, durante tanto tiempo inclasificable en el elenco de las ciencias, su hibridez es
aquella clásica figura humanística y la nueva del científico, de por sí endeble, resulta
mucho mayor que en los casos de, por ejemplo, un sociólogo o un antropólogo, cuyos
desprendimientos del tronco filosófico fueron más tajantes". (1)
(1) Alba, Gabriel y Buenaventura, Juan, "Facultades de Comunicación: en el ojo del Huracán", en
"Signo y Pensamiento" número 31, Universidad Javeriana de Colombia, 1997.
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Las ideas manejadas hasta aquí conducen al mismo punto: Si se considera a una ciencia
como un conjunto de conocimientos sistematizados que constituyen una rama del saber
humano en base a metodologías específicas y reflexiones meta-científicas o
epistemológicas que dirijan dicho conocimiento, la definición resulta bastante compleja
de aplicar a cualquier clase de área del saber sin generar, por lo menos, algún nivel de
conflicto. Vincular estos preceptos a una "ciencia" de "ciencias", como se denomina
aquella referida a la comunicación como algo genérico, produce dificultades prácticas y
confusiones teóricas.
Desde el punto de vista epistemológico, cuyo objeto de estudio es la ciencia y el análisis
del conocimiento científico, no es menor el problema de caracterizar, demarcar y
justificar el conocimiento de la comunicación. Resulta difícil imaginarse cómo esta
reflexión metacientífica puede realizarse (cómo de hecho se hace), cuando todavía queda
el problema nominal de "ciencias" sin resolver. Es decir que, mientras el andamiaje de las
comunicaciones y de los comunicadores funciona en la práctica en diversas universidades,
falta aún discutir en profundidad los orígenes que justifican su estructura como saber y
sus objetivos fundamentales.
En función de lo expuesto, ciertas preguntas pueden quedar planteadas como dudas
centrales sobre la entidad de ciencias de la comunicación: :
1- ¿Cómo puede llevarse a cabo una discusión reflexiva de fondo sobre la confusión
generalizada que produce la conjunción de los términos "ciencias" y "comunicación"?
2- ¿Cómo pensar sobre la comunicación desde un modo puramente científico, no
metafísico sin articular ciencias y comunicación... perdón filosofía?.
3- ¿Cómo sería una epistemología de las ciencias que integran a la comunicación?,
4- ¿Cuál sería su objeto de estudio?, ¿Todo y nada a la vez?
5- ¿No es la comunicación un corte transversal que cruza a todas las ciencias y como tal
es imposible de estudiar globalmente por ser todo y parte simultáneamente?
6- ¿Es posible articular claramente un conglomerado de "ciencias" de la comunicación
como carrera Universitaria, cuando las propias ciencias o disciplinas que tratan aspectos
de la comunicación no trabajan en sus respectivas áreas desde un solo lugar?
7- ¿De qué manera se puede ver esta realidad reflejada en una articulación curricular
adecuada?
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Al profundizar el análisis del armado curricular de las carreras de comunicación social,
las dificultades se amplían aún más. Los problemas de articulación curricular debido a la
vaguedad y amplitud de los temas, se ve agravado por la inclusión de disciplinas técnicas
de aplicación concreta en diferentes áreas: televisión, radio, publicidad, etc.
Aquí se plantea un nuevo nivel de complejidad en la concepción de la carrera como tal, en
donde además está implícito el uso de tecnologías aplicadas y el grado de su importancia
para la inserción laboral del profesional de comunicaciones.
La discusión sobre estructurar carreras técnicas o teóricas, y el postulado de una tercera
opción que combine a ambas o las retroalimente como la práxis, es también un punto
central a discutir. Otra confusión de prioridades ha hecho, a nivel general, que este asunto
se haya planteado exhaustivamente sin haber realizado previamente estudios profundos
sobre la esencia última de este saber. Hecha esta salvedad, La distinción teoría - práctica
es medular, ya que el saber hacer técnico o práctico en general es contrapuesto en
dicotomía con el conocimiento teórico.
Probablemente el dominio de alguna destreza técnica como, por ejemplo, saber usar una
isla de edición u operar un estudio de radio, constituye un saber hacer práctico similar al
de cualquier aprendizaje que se adquiere con la experiencia. Tal vez un editor de videos
sea un símil de un artesano o de cualquier otro profesional manufacturero, cuya actividad
implica un acto de operación directa para obtener un resultado específico.
Pero tras esta actividad, ¿existe una reflexión analítica sobre lo que se hace?, o lo que es
aún más importante ¿no es preferible generar herramientas conceptuales que preparen al
egresado para los cambios tecnológicos en lugar de formar técnicos cuyos saberes
prácticos rápidamente quedan obsoletos?.
Haciendo una sencilla comparación, se puede apreciar que no hay nada que distinga al
técnico de máquinas aplicadas a comunicación, de una persona que aprende un curso
básico de computación: Ambos saben operar e interactuar con tecnología, pero tanto un
operador de PC como un técnico práctico en comunicaciones no tienen herramientas para
reflexionar acerca de su actividad ni sobre los procesos y contenidos que la componen.
En este punto se establece la distinción entre un carrera técnica y una con formación de
tipo Universitario.
Si la evolución histórica de la carrera de comunicaciones en general ha marcado un claro
camino desde la práctica intuitiva (escuelas de periodismo) a instancias más reflexivas
sobre esas actividades y otras áreas de interés, la tendencia curricular universitaria debería
apuntar en esa dirección.
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Sobre este aspecto, en la revista Signo y Pensamiento antes mencionada, José Miguel
Pereira, Profesor de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia plantea en su
artículo titulado "Comunicación – sociedad, problemáticas y desafíos" que:
"Un profesional es la persona que desarrolla una competencia práctica que le permite
desempeñarse como un experto en su campo, sobre todo, en aquellas áreas más
complejas y sofisticadas donde lo que se premia es la capacidad de innovación.
Queriendo decir con esto que las ocupaciones encargadas de tareas repetitivas,
relativamente sencillas y especializadas, donde el conocimiento empleado consiste en
destrezas reiterativas, están en declinación." (1)
Las diferentes formas de establecer los objetivos de “ciencias de la comunicación” como
carrera a nivel terciario se ven reflejados en los enfoques académicos, en las estructuras
universitarias y en última instancia en el diseño curricular, en donde convergen todas las
variables analizadas anteriormente. Un breve repaso de algunos planes curriculares de
universidades que dictan cursos de Comunicaciones tanto en América Latina en general
como en Uruguay en particular, permitirá observar concretamente como los aspectos aquí
planteados crean en conjunto la imagen que “ciencias de la comunicación” emite de sí
misma, que a su vez refleja su realidad funcional particular en el seno de una sociedad
determinada.
(1) Pereyra, José Miguel, "Comunicación-sociedad, problemáticas y desafíos", en "Signo y
Pensamiento número 31, Universidad Javeriana de Colombia, 1997.
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Consideraciones finales.
1. Las denominadas “ciencias de la comunicación” se plantean al final de este trabajo más
como una aspiración, un camino a andar, un proceso que se viene desarrollando que como
una realidad estática, establecida o instituida. El problema va más allá de un cuestión de
nomenclatura, sino que invita a una reflexión desde las diferentes ciencias que se vinculan
bajo el rótulo “de la comunicación”, reflexión que necesariamente sacará a luz sus
presupuestos, coincidencias y divergencias de objeto de estudio, metodología y formas de
procedimiento.
2. Esta invitación a la reflexión desde las diferentes ciencias (y también se podrían incluir
las técnicas vinculadas) debería comenzar por el principio, es decir, por el concepto de
comunicación que usualmente utilizan. A partir de los diferentes conceptos que surjan se
habilita la posibilidad de llegar a un acuerdo respecto a qué entienden disciplinas muy
distintas por comunicación y la manera de expresar dicho concepto en la exposición
docente.
3. Una tercera invitación a las ciencias agrupadas curricularmente bajo el adjetivo “de la
comunicación”, aspira a la colaboración disciplinar, entendida en diferentes grados: de la
interdisciplinariedad, grado básico que saca a las ciencias de su posible aislamiento, a la
transdisciplinariedad, desafío máximo de comunicación de lenguajes científicos, sin
afanes de unificación reductiva pero con la ventaja de un enriquecimiento colectivo
relevante. Dada la trascendentalidad de la categoría “comunicación” en todos los ámbitos
de la actividad humana (incluida la reflexiva), la transdisciplinariedad sería la traducción
académica a dicha constatación primera.
4. Se desprende del análisis realizado la confusión desde las empresas respecto al perfil
del egresado de ciencias de la comunicación. Existen énfasis claros, que no admiten
demasiadas dudas, tales como periodismo, pero otros, como comunicación organizacional
por citar uno, o no están presentados institucionalmente de manera unívoca o
directamente son desconocidos en el mercado laboral. Ello puede relacionarse con la
novedad de la carrera en general y del énfasis señalado en el ejemplo, en particular.
5. Pero la confusión perceptible en el mercado laboral también puede estar alimentada por
la confusión del propio comunicador respecto a su presentación profesional, su ser, su
saber, su saber hacer. Esta problemática da lugar a una reflexión a tres puntas:
estudiante-docentes-facultad, en vistas al mercado laboral.
6. Para la Universidad el desafío permanente de la carrera Ciencias de la Comunicación es
la adaptación a la realidad variable. Este extremo que se comprueba con mayor facilidad
en los aspectos técnicos de la carrera, donde la nueva tecnología de hoy se transforma en
un aparato obsoleto mañana. Pero también el avance de la producción de conocimientos
en el área específica de comunicaciones lleva a esta inestabilidad, aún cuando más que
producción de conocimientos es factible comprobar nuevos ordenamientos de
conocimientos pre-existentes desde miradas no exploradas.
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7. Por último, se hace imprescindible enfatizar la dimensión reflexiva y metacognitiva de
la carrera como característica de seriedad académica y preparación adecuada para el
trabajo en el mercado laboral. El manejo de técnicas es obsolescente como se afirmó en el
punto anterior pero la capacidad reflexiva, pensar sobre los propios saber y saber-hacer, se
convierten en un hábito fructífero para la diferenciación entre un comunicador social con
sólidos conocimientos académicos y un idóneo que se puede autodenominar
“comunicador social”.
Referencias bibliográficas:
1992 DE SAUSSURE; Ferdinand.
Curso de Lingüística general. Madrid,
Alianza Editorial.
1997
DÏAZ, Esther. Metodología de las Ciencias Sociales.
Buenos Aires, Editorial Biblos.
1972 KLUCHHON, Clyde y KROEBER, Alfred.
El Concepto de Cultura. Barcelona, Siglo XXI Editores.
1999 SOKAL, Alan y BRICMONT, Jean. Imposturas Intelectuales.
Buenos Aires, Editorial Paidós.
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