Nos ofrecen tal cartucho con el anuncio de que

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Nos ofrecen tal cartucho con el anuncio de que
tiene tantos gramos de perdigones. Nos venden
retroceso envasado en vainas magnum. Pero...
¿qué obtenemos realmente a cambio?
Pedro A. Suárez
La carga nominal del cartucho 12 son 37,8 gramos
que equivalen a una esfera de plomo de 18,9 mm de
diámetro
El método de denominación de los cartuchos de
escopeta deriva de una nomenclatura antigua y muy
simple. Partiendo de una libra avoirdupois de plomo,
que equivale a 453,5 gramos, se elabora una esfera de
plomo que pesa justamente eso: una libra. Éste es el
calibre 1.
Si se subdivide esta libra en dos bolas de igual peso
se obtiene el calibre 2, cuyo diámetro será el que
tenga cada una de las dos bolas de 226,75 gramos.
Por este método, el calibre 36 (mal llamado 12
milímetros) es el que corresponde a una esfera de
plomo del tamaño exacto para que juntando 36 de
éstas, pesen en total 453,5 gramos.
En este punto nuestro lector ya ha concluido,
seguramente, que el calibre 12 es el que divide por
este número los 453,6 gramos avoirdupois. Y,
efectivamente, es así: la carga nominal del cartucho
12 son 37,8 gramos que corresponden a una esfera de
plomo que tiene un diámetro de 18,9 milímetros, lo
cual, a su vez, es el diámetro de un cañón cilíndrico
de ese calibre. Para ser prácticos, esta cantidad la
vamos a redondear en 38 gramos.
Algunas sorpresas
Sería fácil pensar que todos los perdigones salen del
cañón con la misma velocidad, pero no es así
En los primeros tiempos de las escopetas, una vez
que los fabricantes definieron el calibre 12 por el
método anterior, comenzaron a realizar sus pruebas
y comprobaciones. Y, contrariamente a lo que se
puede pensar, descubrieron algunas cosas no tan
obvias:
Primera, que cuanto más gramos de perdigones hay,
peor es el plomeo. Segunda, que disponiendo los
mismos gramos, cuanto más finos son los
perdigones, más se abren. Y, por último, también
comprobaron otra propiedad menos importante:
cuanto más gruesa es la munición, mata más lejos.
En esta imagen queda patente que 10 gramos de munición 7ª y el mismo peso de
munición 4ª, contienen un número muy distinto de perdigones.
Era difícil encontrar el nexo de unión de estas
circunstancias aparentemente tan distintas, hasta
que se dieron cuenta de que se debían básicamente a
lo mismo: «la energía de los perdigones es menor
cuanto más delante se encuentran en el cartucho».
Sería fácil pensar que todos los perdigones salen del
cañón con la misma velocidad y por tanto con la
misma energía, pero no es así. La realidad es que los
que están por detrás son empujados directamente
por la explosión con toda su fuerza, mientras que
éstos empujan a los que están por delante con la
energía que les sobra, una vez que gastan algo para
vencer su propia inercia. Cada perdigón trasmite al
que tiene por delante un poquito menos de lo que él
recibe. Pero hay más.
Como los plomos están alojados dentro del cartucho
a granel —mejor diríamos a mogollón— cada uno se
apoya por delante en dos o tres y, en algunos casos,
hasta cuatro secciones de los siguientes. Esto hace
que su capacidad de empuje se divida entre todos
ellos; pero, además, como seguramente no se habrá
apoyado en forma homogénea entre todos, el reparto
de energía tendrá la misma falta de homogeneidad.
Si a esto le sumamos la desigualdad de peso y forma
entre ellos, porque sabemos que no son perfectos,
tenemos que el reparto de energía va camino del caos
y su agotamiento.
Sea cual sea el diámetro o el número de plomos, nunca se consigue que se ordenen
de manera uniforme.
Para agravar la situación, una columna normal de
plomos puede medir unos dos centímetros, lo cual
significa que cuando los primeros abandonan el
cañón han recorrido, y por tanto han sido acelerados,
durante dos centímetros menos que los otros. Y peor
aún. A los últimos todavía les quedan dos
centímetros para recorrer acelerando cada vez más,
ya que no tienen el freno por delante de los que ya
han salido.
Esta anarquía total y absoluta de velocidad y energía,
abriéndose paso a codazos y chocando los unos con
los otros, es lo que obliga, sin posibilidad de evitarlo,
a la dispersión de los plomos. Más adelante —porque
vendrá a cuento— veremos cómo el choke trata de
corregir un poco esta situación.
Peso y volumen
Cuando disponemos de 38 gramos de munición del
número 4 podemos contar cientos de plomos, pero
cuando se trata del 9, la cifra entra en las unidades de
millar. Además, la columna se alarga. Lo definimos
diciendo: «con la misma carga, cuanto más fina es
la munición, mayor número de perdigones hay en
cada columna». Pero siempre serán 38 gramos.
De esta forma se reparte la energía de los perdigones.
Esta diferencia de volumen hace que cuanto más
pequeña es la munición, mayor es también el número
de otras con las que tiene pequeñas superficies de
contacto, no sólo por delante, sino también por los
flancos. Entonces, si es mayor el número de plomos
con los que debe interactuar y discutir, es lógico que
también aumenten las turbulencias, las reyertas y, en
consecuencia, la dispersión. Hemos encontrado el
motivo por el cual en dos cargas del mismo peso, las
más finas se abren más.
A medida que se separan, las bolitas de plomo gastan
parte de su impulso en desviarse y luchar solas
contra la resistencia del aire, y esto les resta
velocidad; pero si son más grandes se manifiesta
menos este efecto y conservan mejor la energía. Por
esto las grandes matan más lejos. Es siempre lo
mismo.
Los vectores de fuerza
En función de la pieza a abatir hay que elegir la
munición más gruesa posible, con el choke indicado y con
la carga más ligera
Paradójicamente, este caos de dispersión se genera a
partir de un orden inmutable de las leyes de la Física.
Podemos verlo mentalmente si pensamos en las
bolas del billar:
Cuando una bola golpea a otra por detrás justo en el
medio, la impactada sale hacia adelante; pero si la
que viene por detrás le da por el lado derecho, la
primera saldrá hacia el lado izquierdo —y al revés, ya
que también funciona a la viceversa—. Además, la
que sale recorre una flecha imaginaria que parte del
centro de la que golpea y pasa por el centro de la
impactada. Esta flecha es un vector de fuerza. En el
billar podemos predecir hacia dónde se dirigirá la
bola impactada porque ésta es perfecta en forma y
balance; asimismo, la resistencia del aire es la misma
e inmutable en el perímetro de la mesa para las dos.
Pero no es necesario explicar que en el vuelo de los
perdigones es todo lo contrario.
Así se transmite el movimiento de los plomos.
A estas alturas ya se nos hace evidente que las
pruebas a las que nos referimos al principio
determinaron que los mejores plomeos se obtienen
con columnas cortas (una única bala sólida no se
dispersa nada, ¿verdad?), lo que equivale a menos
plomos. Ésta es la causa de que los cartuchos de plato
tengan cargas muy livianas de 24 o 26 gramos. La
realidad, le pese a quien le pese, es que para la caza
los mejores resultados están entre los 26 y los 32
gramos dependiendo del tipo de munición. Y, lo que
es más importante, la carga nominal es la mayor que
podemos utilizar con garantía de resultados si
usamos perdigones de plomo. Cuando encontraron
que disminuyendo el peso se mejoraba el
rendimiento, se pusieron a buscar una forma de
restituirlo. Una solución parcial fue el choke. Su
principio de funcionamiento es el siguiente: cuando
la columna avanza por el cañón se encuentra con el
agolletamiento del choke que durante un instante
ofrece cierta resistencia al avance de la misma. Es
como si los primeros en llegar chocaran con un
obstáculo —de ahí el nombre de choke—viéndose
frenados por un momento. Los de atrás siguen
empujando y trasmiten más energía a los primeros,
que por fin avanzan con una velocidad ahora más
similar entre todos. Podemos imaginar una columna
de soldados que avanzan a paso ligero con las manos
en los hombros del que va por delante, pero no saben
que van hacia un precipicio; cuando el que llega se
detiene, el que está por detrás dobla los brazos por el
impulso, hasta que al apoyarse con el cuerpo lo hace
caer junto con él mismo sin orden ni concierto. (El
precipicio es la boca del cañón y el símil de los brazos
corresponde a la deformación que sufren los
plomos). Pero también aquí hay trampa.
De esta manera el choke trata de corregir la dispersión.
Es obvio que para cualquier carga que consideremos
habrá un choke que resulte excesivo y otro que sea
escaso; entonces, por fuerza, debe haber uno
intermedio que sea el correcto. Pues bien, los
fabricantes primero consideran el uso para el que se
destinará la escopeta en cuestión y, por tanto, la
munición que probablemente se usará; entonces
disponen un choke que saben que corrige lo mejor
posible la trayectoria con ese grosor de plomos.
El lector interesado puede hacer la prueba con su
escopeta y verá que un cañón que tiene marcado
como que es de tres estrellas, cambiando el grosor de
la munición entre muy gruesa hasta muy fina,
desviará su comportamiento oscilando entre cuatro y
dos estrellas. Por eso las escopetas finas de encargo
indican el choke y la carga de munición.
En definitiva
Cuando se comenzó a sustituir los perdigones de
plomo por los llamados de acero (que no lo son) se
encontró que debido al menor peso de estos últimos,
se podían poner más sin llegar a la carga nominal:
esto es lo que motivó la aparición de las vainas
magnum. Luego estas vainas se cargaron con plomo
por algunos fabricantes que consiguieron aumentar
exclusivamente el retroceso, pero en detrimento de
todos los otros parámetros. En fin… ¡que hay de todo
en la viña del Señor!
La conclusión final es que considerando la pieza que
vamos a abatir, debemos elegir la munición más
gruesa posible, con el choke indicado y con la carga
más ligera.
Pedro A. Suárez (España)
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