Manual de Liturgia de la CELAM I; apoyado y editado...

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Manual de Liturgia de la CELAM I; apoyado y editado por la CEM
PRESENTACIÓN
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Se propone fidelidad al magisterio y sentido científico y sensibilidad pedagógica
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Reflejar nuestra realidad eclesial y y rescatar enseñanzas de la CELAM y Caribe
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Todo se basa en la dimensión celebrativa del Misterio Pascual que se actualiza en la vida
del Pueblo de Dios
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Es especialmente por la liturgia como el Evangelio penetra en el corazón mismo de las
culturas
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Primeros destinatarios: seminaristas
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Primer volumen: introducción a la celebración, curso propedéutico
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Segundo, La Celebración del Misterio Pascual: seminaristas, curso Teología; preparar futuros pastores al servicio de la Nueva Evangelización y de la inculturación de la liturgia en
las diversas culturas según las orientaciones el Magisterio
VIDA LITÚRGICA EN EL SEMNIARIO; Faustino Paludo
Introducción
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La renovación litúrgica postulada por el CV II señala la formación como una exigencia
necesaria con miras a un espíritu nuevo y a una práctica celebrativa que alimente la vida
de los fieles.
Es fundamental que los futuros ministros del pueblo de Dios se familiaricen con el espíritu litúrgico y se preparen de la mejor forma posible para animar y presidir las celebraciones. Esto supone una iniciación en la vida y en la práctica celebrativa mediante el estudio
de los contenidos básicos. La vivencia litúrgica debe estar presente en todo el proceso
formativo
Esta formación ha de ser una verdadera escuela de vida en que se integren experiencia celebrativa, contenidos y práctica pastoral
Se trata de preparar agentes para la inculturación de la liturgia, animar y presidir acciones
litúrgicas según la índole de nuestro pueblo
1.- Formación con miras a la participación. Formación y renovación litúrgica
1.- Formación con miras a la participación. Formación y renovación litúrgica.
La formación de fieles y pastores es una prioridad en la renovación. Fomentar un auténtico espíritu celebrativo. Se trata de comprender y participar. Para todos los bautizados.
La renovación litúrgica significa un estilo nuevo de celebración y participación; esto supone
formación y vivencia. Los pastores han de comprender cada vez más plenamente lo que realizan
en las funciones sagradas, vivir la vida litúrgica y comunicarla. Allí donde los pastores están penetrados de un auténtico espíritu celebrativo y favorecen la iniciación litúrgica, los fieles comprenden el sentido de su fe y maduran en su compromiso de vida cristiana. La iniciación en la
vida y en el espíritu litúrgico es una obra de gran amplitud que debe comenzar en los seminarios
y casas de formación y continuar a lo largo de toda la vida sacerdotal. El seminario ha de ser un
centro irradiador de un nuevo espíritu y estilo participativo y ministerial de celebrar.
No se trata de una reforma ritual sino de una renovación del espíritu y de la mentalidad.
Que la celebración litúrgica sea el auténtico culto en espíritu y verdad del que hablaba Cristo.
Que todos se dejan vivificar y transformar por el Espíritu mediante la Palabra viva de Dios. No
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participamos en ritos para ser fieles a una disciplina institucional o para conservar algunos valores religiosos, sino para profesar la fe en el misterio pascual de Cristo, para celebrar la gloria de
Dios Padre y experimentar las maravillas de la acción del Espíritu presente y actuante en su pueblo. El cambio comienza en las casas de formación.
Tres motivos que hacen urgente esta sólida formación y vivencia:
a) formación cristiana y espiritual del presbiterio: buscar familiaridad con Cristo, configurarse con él y ser amigos suyos. Vivan del misterio pascual de modo que lo puedan
transmitir. Requiere el ejercicio de virtudes como espíritu de oración, fortaleza y defensa
de la vocación, vigor en las demás virtudes y celo pastoral
b) función de los pastores en la liturgia y el ministerio. El oficio sagrado del sacerdote se
ejerce sobre todo en el culto o asamblea eucarística. Los ministros representan a Cristo y
administrando los sacramentos se unen a Cristo y lo comunican.
c) Son maestros y guías del pueblo. Para esto, han de estar impregnados del espíritu y fuerza
de la liturgia, pues conducen al rebaño no sólo por la palabra sino con el ejemplo.
Compartir alguna experiencia reciente de una celebración de calidad.
¿qué exige una comunidad de sus ministros en la acción litúrgica?
2.- Realidad actual de la formación litúrgica
1) Tiempo de transición: en muchos seminarios y casas de formación los jóvenes critican las
actuales celebraciones mientras para los formadores representan una conquista luego de
largos años de búsqueda. Los alumnos no conocieron ese tiempo de renovación postconciliar. Algunos no se han enterado que el tiempo de ensayo ya terminó y el sentido de novedad y renovación no se ha consolidado adecuadamente. Así, algunos optan por una celebración seria y fundamentada mientras que otros se muestran apáticos, indiferentes, rutinarios. Lo cierto es que no siempre se ha dado una adecuada iniciación en el enfoque
teológico de la nueva liturgia. Se pasó de lo inmutable a lo experimental, al ritualismo
vacío y novedoso. Renovaciones sin criterios sólidos ha dado paso a la indiferencia o total relativización y sujetivismo.
2) Nuevos puntos de referencia: ahora se mira más al presente, a la vida de la gente, a la
realidad actual celebrativa. El sufrimiento de nuestros pueblos hace crecer la conciencia
profética y evangelizadora: Medellín, Puebla, Sto Domingo… promoción social. Se busca una liturgia más unida a la vida o a veces, se relega a un segundo plano, dando primacía a la acción social. Comunidades de base, etc. Hoy se nota una vuelta a lo religioso
místico y a veces intimista
3) La sociedad secularizada. Vivimos en una sociedad centrada en el hedonismo y la autorrealización, articulada por el poder político y económico. ¿Cómo sustentar la formación
litúrgica en una sociedad despojada de su significación religiosa y sacramental? El hombre técnico, informatizado y cibernético que busca eficacia y producción encuentra dificultades para captar y percibir los valores inherentes al universo simbólico. El hombre ha
perdido conciencia de ser alguien salvado por Dios y fuera de este contexto no se sostiene
la liturgia como actualizante de la historia de salvación. Donde no hay espacio para Dios
es difícil que haya espacio para la liturgia.
4) Visión reduccionista de la misión de la iglesia. Algunos pretendieron subrayar como exclusiva su tarea evangelizadora: “para qué perder el tiempo con la liturgia, hay cosas más
importantes qué hacer; si ya tengo compromiso, ¿para qué la liturgia?”. Esta postura olvida la dimensión sacramental de la acción evangelizadora en la catequesis, en la promoción humana, en el testimonio cristiano, en la reflexión teológica y en el servicio a los
pobres.
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¿Qué iniciativas conocen en línea de incrementar una adecuada formación litúrgica?.
¿Cómo te cualificas en este campo?
3.- La formación litúrgica.
1) Sentido: El término formación suele designar una acción que da forma, plasma el carácter, la mentalidad, la actuación y el conocimiento profesional de una persona o de un grupo de individuos. Supone un proceso de aprendizaje no sólo de conceptos racionales sino
también de aspectos prácticos: concierne a toda la persona. Da una forma vital unitaria:
mentalidad y comportamientos. De fondo, aprender a adorar a Dios Padre en espíritu y
verdad, en la acción litúrgica para que vivan según el hombre nuevo en la justicia y santidad de la verdad. Además de lo intelectual ha de bajar a lo corporal, relacional, afectivo,
intuitivo, imaginativo, simbólico, religiosa y experiencial, porque la liturgia es maestra y
escuela de vida. Lo primero, es iniciación en el misterio de salvación, introducción en el
misterio. Vivencia celebrativa fundada en la teología bíblico-litúrgica, participación en
ella con toda el alma, sintonizar con el misterio pascual para configurarnos con él: vivir
lo que significa. Por tanto, se trata de formar un cristiano completo, animado por el Espíritu Santo.
2) Objetivos: disponerlos a participar de la caridad de Cristo Buen Pastor. Por tanto, deben
prepararse en el misterio de la Palabra de Dios, ministerio del culto y de la santificación,
ministerio de pastoreo. Por esto:
 Formar una personalidad litúrgica (el primer objetivo es la vida cristiana misma,
para luego, ser ministros: palabra de Dios, oración, celebración, servicio al pueblo, experiencia comunitaria y eclesial, oración personal espontánea y contemplativa, dirección espiritual, conversión)
 Formar una persona equilibrada e integrada (confrontación con la palabra, ofrenda
eucarística propia, junto con la de Cristo, alabanza e intercesión. Experiencia de
varias dimensiones como corporeidad, actividad, afectividad, sociabilidad, sacramentalidad, reflexión y meditación contemplación, adoración, sensibilidad ante la
belleza y la verdad, sentido del misterio)
 Formar el espíritu y la acción eclesial (la acción litúrgica es un hacer comunitario
y vital por cantos, oraciones, movimientos, aclamaciones. Educar en el sentido de
pertenencia, participación. Necesitan sentido eclesial y comunitario para no sentirse luego dueños y señores de la celebración. Superar el individualismo)
 Formar para una sensibilidad simbólico sacramental (la liturgia es simbólicoritual; familiarizarse con objetos, palabras, acciones, gestos, espacios, signos; por
ellos hacemos experiencia de la salvación de Jesucristo, por el Esp. Sto. Apreciar
su sentido humano y religioso. Requiere capacidad de simbolizar, percibir y expresar el sentido, no quedándose en el aspecto material, palpable, visible para llegar al encuentro verdadero. Requiere espiritualidad, capacidad poética, estética
contemplativa)
4.- Notas características de la formación
1. Formación unitaria: entre liturgia y oración personal, entre celebración y cotidianidad
2. Formación adaptada a las personas: no privilegiar formalidades o estética. Llegar al encuentro con Cristo, inspirar y orientar toda la vida espiritual del candidato.
3. Acción mistagógica: llevar a los iniciados a vivir el misterio de la salvación. Sentido propio de participación. Hay que celebrar iniciando, formar desde el modo de celebrar.
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4. Formación como proceso de aprendizaje: respetando lo propio de cada etapa. Espiritualidad, meditación de la palabra, participación litúrgica, experiencia sacramental, caridad
hacia los más pobres, retiros, oración afectiva y contemplativa, año litúrgico, penitencia,
cantos, devoción mariana, religiosidad popular, conocimiento de maestros de espiritualidad santos y mártires, arte sagrado, música, testimonio.
5.- Aspectos de la formación de los futuros ministros
1) Sensibilidad para lo sagrado. Requieren iniciación en el sentido de lo sagrado y del misterio. Más que un conocimiento se trata de una experiencia de fe. Es una sensibilidad, un
estilo asimilado de ser, casi sacramental. El sentido de lo sagrado favorecerá un trato respetuoso, equilibrado y sin banalidades de las celebraciones comunitarias.
2) Educar para la ritualidad. Debe iniciarse al alumno en la ritualidad, en el sentido de lo ritual, la acción que se realiza a través de ritos, signos y gestos simbólicos. La acción ritual
no es un simple movimiento o secuencia de gestos, sino un acontecimiento; por ella entramos en el encuentro con Cristo y con el Padre, por el Espíritu. Toda acción litúrgica
mira a una comunión y, a partir de ésta, a una transformación, a un cambio. El misterio
de Dios y la vida de fe se hacen presentes y actúan a través del rito y del signo sacramental; se requiere educar para una digna y expresiva ritualidad. Requiere sintonía y equilibrio: concurren la acción interior con la exterior.
3) Capacitar para el discernimiento creativo. Saber distinguir lo esencial de lo accidental, lo
inmutable y lo adaptable. Sepan comprender, discernir y distinguir para llegar al equilibrio entre creatividad y norma, libertad e inmutabilidad, pedagogía pastoral e identidad
eclesial, evitando la innovación por la innovación, las presiones de la moda o el capricho
personal como la exagerada rigidez.
4) El espíritu de comunión eclesial. Educar en el sentido de pertenencia eclesial. La liturgia
expresa comunión con la Iglesia universal. Ha de equilibrarse la comunión eclesial con el
obispo y presbiterio y la convivencia con la gente, su cultura y sus valores. El espíritu de
comunión con Dios, con los hermanos, con la comunidad, la parroquia y la Iglesia diocesana y universal se expresa y alimenta en la vida comunitaria de la cual la Eucaristía es el
centro.
¿De qué manera las acciones litúrgicas pueden responder a los diferentes objetivos y aspectos de la formación litúrgica?
¿De qué manera puede la formación humana y comunitaria ayudar a la formación litúrgica
de los futuros ministros?
6.- La comunidad formadora
1) sentido y papel de la comunidad formadora. El seminario ha de ser comunidad litúrgica,
comunidad especializada, provista de fines formativos peculiares. Se requieren celebraciones
de buena calidad, ejemplares y vivas. Los alumnos han de celebrar con devoción y participación mayores de lo común.
2) celebraciones de la comunidad formativa.
 La eucaristía, centro y culmen de la vida del seminario. Vivirla en sus dimensiones de
acción de gracias, sacrificio, memorial, sacramento de piedad, signo de unidad,
vínculo de caridad y banquete pascual. Signo de esperanza en el camino de la liberación. Espíritu comunitario, celo por la unidad, espíritu apostólico y caridad pastoral,
oración personal y ministerio sacerdotal. Cuidar la comunión bajo las dos especies.
Con riqueza de ministerios. En su momento, también en grupos pequeños sin banalizar lo sagrado o empobrecer ritos o signos. En ocasiones, participar con el pueblo.
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La penitencia. Fomentar la virtud de la penitencia, espíritu de conversión progresiva,
purificación del corazón, unión vital con Cristo crucificado. Apreciar y vivir con calidad este sacramento. Favorecer celebraciones penitenciales comunitarias.
Liturgia de las horas. Ha de iniciarse a ella. Prepararla con la Lectio divina. Hábito de
orar por el pueblo y en su nombre. Orar con Cristo. Armonizar con diversas devociones.
La palabra de Dios: lectura, meditación y celebración. El futuro presbítero, antes que
ser servidor de la Palabra de Dios, será discípulo y oyente. Requiere escucha humilde
y llena de amor. El sacerdote es ministro de la Palabra y ungido y enviado para anunciar el evangelio. Lo primero, apropiarse su mensaje. Requiere iniciación bíblica.
Educarse en su proclamación: voz, dicción, actitudes: que la palabra acontezca ante
los creyentes.
¿cómo se celebra en la casa de formación, cómo se preparan, cómo participan?
7.- El año litúrgico
 Sentido del año litúrgico
 El domingo
 Las fiestas
8.- El ministerio de la presidencia
Se preside in persona Christi, in nomine Ecclesiae.
 Hacer presente a Cristo
 Coordinar servicios y ministerios
 No es dueño y señor sino servidor del pueblo
 Vigila el buen desarrollo de los ritos
 Sirve de intermediario entre los textos y los ritos
 Que cada ministro dé lo mejor de sí
 Favorece la unidad, la participación y comunión
Requiere cualificación, competencia, sentido pastoral, preparación y espiritualidad. Pide la atención a las ciencias humanas y a la comunicación, aparte de sentido pastoral. Las celebraciones de
la iglesia no se improvisan (menos las especiales como semana santa, profesiones u órdenes,
etc.). Se debe tener en cuenta
 La estructura y leyes propias de la celebración
 La riqueza de la oración de la iglesia
 La proporción equilibrada entre las diversas partes
 La atención en cuanto a duración, sucesión, equilibrio entre elementos
 La participación activa de todos
 La diversidad de asambleas
 La vida de fe de los presentes
 Habilidad para la coordinación, para la expresión, gestos y posturas
 Saber actuar impulsados por el Espíritu, con fuerza interior, fruto de la docilidad al Sr.
 Imaginación y creatividad, para dar vida y variedad evitando rutina y tedio.
 Evitar centrar la atención en su persona
 Equilibrio entre lo verbal y lo simbólico, palabra y rito.
9.- La práctica pastoral
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