Coment - ALEJANDRO EIRIZ VIOTA

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COMENTARIO DE TEXTOi
CUARTO PRINCIPIO
4.- El medio del que se sirve la naturaleza para lograr el desarrollo de todas sus disposiciones es el antagonismo de las mismas en la sociedad, hasta el extremo de que éste se convierte
en la causa de un orden legal de aquéllas. Entiendo aquí por antagonismo la insociable sociabilidad del hombre; es decir, la misma inclinación a caminar hacia la sociedad está vinculada con una resistencia opuesta, que amenaza continuamente con romper esta sociedad. Esta
disposición reside ostensiblemente en la naturaleza humana. El hombre posee una propensión
a entrar en sociedad, porque en tal estado se siente más como hombre, es decir, siente el
desarrollo de sus disposiciones naturales. Pero también tiene una inclinación mayor a individualizarse (aislarse), pues encuentra igualmente en sí mismo la cualidad insociable, que le
lleva sólo a desear su sentido y a esperar, por ello, resistencia por todas partes, del mismo
modo que sabe que, por la suya, es propenso a la resistencia contra los demás. Mas esta resistencia es la que despierta todas las fuerzas del hombre y le lleva a superar su inclinación a la
pereza y, movido por el ansia de honor, de poder o de bienes, a procurarse un rango entre sus
congéneres, a los que no puede soportar, pero de los que tampoco puede prescindir. Así se
dan los primeros pasos reales de la rudeza a la cultura, que consiste propiamente en el valor
social del hombre; así se desarrollan paulatinamente todos los talentos, se forma el gusto y,
mediante una continua ilustración, el comienzo se convierte en una fundación de la manera de
pensar, que puede transformar, con el tiempo, la ruda disposición natural para la discriminación ética en principios prácticos determinados y, por fin, de este modo, una concordancia en
sociedad, patológicamente provocada, en un todo moral.
1.- La idea de una historia universal desde una perspectiva cosmopolita, dentro del
conjunto de las obras de Kant.
Se trata de una obra que se relaciona con otras como “Sobre la paz perpetua”, con la
“Metafísica de las costumbres” y, que anticipa el tema que aborda en la segunda parte de la
Crítica del Juicio donde sostendrá que, “nos es imprescindible atribuir una intención a la
Naturaleza, si queremos investigarla en sus productos organizados mediante una observación
continuada, siendo este concepto una máxima absolutamente necesaria para el uso de la experiencia por parte de la razón”. El plan oculto de la naturaleza cumplirá las mismas funciones que las que le serán asignadas más tarde al juicio reflexionante: supone una fértil hipótesis de trabajo para el filósofo de la historia, se tratara de un concepto heurístico que permitirá
creer en el progreso de la especie humana e interpretar el decurso histórico como si hubiera
sido escrito en una clave cosmopolita, es decir, persiguiendo el designio de un feliz desenlace para la trama de las relaciones interestatales.
Escrita entre la publicación de la Crítica de la razón pura (1781) y la Crítica de la razón
práctica (1788) nos situamos ante un problema que enlaza temas éticos, jurídicos y políticos
que desemboca en un sistema filosófico-histórico que, para algunos, tiene casi tanta importancia como su teoría del conocimiento.
Moral, derecho y política son tres campos a los que Kant dedica su atención. Se trata de
tres ámbitos netamente diferenciados de la vida social del hombre que responden a dinámicas distintas, pero que tienen una raíz común: la libertad.
2.- Idea general del texto.
A diferencia de Rousseau y en concordancia con Hobbes, estima Kant que la naturaleza
humana propende a la lucha y que, por tanto, el equilibrio, la sociabilidad y, en última instancia la paz, han de ser el resultado de una acción consciente de la voluntad.
En la Metafísica de las costumbres, sostiene que “la razón práctico-moral formula en
nosotros su veto irrevocable: no debe haber guerra” (Met. de las costumbres, primera parte,
Teoría del derecho, secc. Tercera, conclusión). Este imperativo encuentra su fundamento en
la propia naturaleza humana que, cumpliendo el designio de la naturaleza, es capaz de armonizar dos fuerzas opuestas y de signo contrario: la sociabilidad humana y su correspondiente
insociabilidad.
He ahí la procedencia de este y los demás imperativos; he ahí el origen de la moralidad.
2.- Contexto.
El siglo XVIII es el siglo de la Ilustración, Aufklärung, para los filósofos de la lengua
de Kant. El programa cartesiano que daba a la razón humana la antorcha que iluminaba su
camino y que el filósofo francés nunca se atrevió a llevar más allá de lo que Dios le permitía,
levantó el vuelo y fue dando trompicones metafísicos hasta que Hume le hizo aterrizar intempestivamente. Filosóficamente es Kant quien coloca al hombre como dueño de su destino
aun cuando le reconoce límites que son, precisamente, los que le harán avanzar lenta pero
seguramente entre un Dios que se establece por medio de la fe y una cosa en sí que permanecerá para siempre como límite irracional. Dentro de este marco, el hombre está ya en su
mayoría de edad.
Kant escribe un buen número de obras en donde va perfilando la respuesta a aquella
pregunta tan compleja: ¿qué es el hombre? Una de esas obras, de la que hemos extraído el
texto que vamos a analizar fue escrita en 1784, entre la publicación de la Crítica de la razón
pura (1781) y la Crítica de la razón práctica (1788) anticipando la problemática que se aborda en la Crítica del Juicio donde sostiene que “nos es imprescindible atribuir una intención a
la Naturaleza, si queremos investigarla”, lo que constituye una fértil hipótesis de trabajo para
el filósofo de la historia ya que permite interpretar el devenir histórico como si hubiese sido
escrito en clave cosmopolita, es decir, persiguiendo el designio de un feliz desenlace para la
trama de las relaciones entre los estados.
Como dirá Collingwood, “lo que son las leyes para el hombre de ciencia, son los planes
de la Naturaleza para el historiador” por lo que, para Kant, será absolutamente legítimo hablar de planes de la Naturaleza.
Estos planes, que Newton establece como leyes, nos llevan al científico que con Hume
y Rousseau pone el tercer pilar del edificio kantiano.
Hume será quien le despierte de su sueño dogmático, Rousseau, quien le saqué de su
“delirio epistemológico” y, Newton, quién le indique la dirección al hacer algo casi sobre
humano ya que, como señala Alejandro Pope “la Naturaleza y las leyes naturales se
ocultaban en la noche; Dios dijo “Que nazca Newton” y se hizo la luz”.
Todo lo anterior, que vale para situar el conjunto del sistema kantiano, debe ser
precisado en lo que atañe al ámbito de lo ético. Si en el ámbito del conocer la cuestión tiene que ver con cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en la ciencia y
si son posibles en la metafísica, en el ámbito de la práctica se trata de resolver el
problema planteado por Hobbes y Hume acerca del papel que juega la razón en ese
contexto. Los mencionados filósofos habían sostenido dos tesis: a) que las distinciones morales no proceden de la razón y, b) la razón es inactiva, lo que conlleva afirmar que no puede influir en nuestras acciones.
La respuesta de Kant, es distinta y bien original.
3.- Sentido del texto
El pensamiento de Kant desarrolla, a nuestro modo de ver, lo que algunos filósofos han llamado pensamiento trágico.
La permanente tensión entre el destino de la razón que es acosada por cuestiones
que no puede rechazar pero a las que tampoco puede responder, el cerrar el camino a
la ciencia para abrirle el paso a la fe; los pilotos que para navegar seguros necesitan
saber la profundidad a la que se encuentra el suelo marino, las palomas que quisieran
volar en el vacío pero que gracias a la resistencia que les ofrece el aire pueden desplegar su vuelo….todo ello encuentra en este texto una nueva ejemplificación: la
insociable sociabilidad humana.
La vida en sociedad ha sido tratada durante este curso en un buen grupo de autores, si
bien, ha sido enfocado desde perspectivas muy distintas: desde la República de Platón, y su
canto a la educación, pasando por Aristóteles para quien el hombre es un ser político por
naturaleza y que considera que sólo pueden vivir en soledad o los brutos o los dioses, llegamos a Kant que aporta una nueva respuesta al problema del origen de la sociedad y de la
moralidad asociada a ella.

En las líneas 1 - 4 sostiene que la naturaleza obra con un fin, y que el orden legaliforme
del mismo se adquiere a través de la confrontación de las disposiciones que se encuentran en ella.
¿De qué fin puede tratarse? Respuestas ha habido varias a lo largo de este curso: el fin
último es alcanzar la felicidad, por poner un ejemplo. Y así, todo el coro de hechos dispersos adquiría un sentido. Ha habido también, si bien tocado de soslayo, un autor que
sostuvo que, gracias a una armonía preestablecida, se orquestaba la dispersión para dar
como resultado un todo armónico. Eso en el campo de la filosofía, pero ¿qué decir de la
ciencia? Gracias a Kepler los planetas que vagaban aleatoriamente se convirtieron en
elegantes ejemplos de leyes matemáticas que se mostraban a nuestros ojos. Newton, el
científico que tanto admira Kant, hace de los fenómenos más simples ejemplificaciones
de esas leyes que bajan del cielo a la tierra para explicarnos porqué los objetos se comportan de la manera en que lo hacen. La ciencia, manifiesta, en suma, que la naturaleza
tenía también un fin: dar cumplimiento a las leyes científicas. De la misma manera, en el
campo que nos atañe, el de la sociedad, la acciones que definen al hombre, producto de
las fuerzas que reinan en él, no han de ser ciegas, han de obedecer a un fin establecido de
antemano.

En las líneas 4 – 12 se concreta que es el antagonismo consistente en la sociable insociabilidad (ungessellige Geselligkeit) humana lo que mueve las acciones de los hombres.
Bien, podemos encontrar aquí, de nuevo, una ayuda que nos viene brindada del mundo
científico. Si los cuerpos tienden a moverse en línea recta pero, gracias a la atracción que
otros ejercen sobre ellos pueden describir una órbita elíptica, es decir, que la concatenación de fuerzas da como resultado un todo armónico, ¿no puede ocurrir lo mismo con la
naturaleza humana? En el hombre, la tendencia al aislamiento se complementa con la
fuerza de la sociabilidad, la fuerza centrípeta hacia la soledad se complementa con la
inercia de la vida social en la que nacemos inmersos. Convergencias y antagonismos son
los medios de que se vale la naturaleza para producir una concordia de tipo superior, por
encima de las voluntades individuales, según un proceso que, como en los estoicos, aparece a la vez como destino (Schicksal) en orden a una causalidad oculta, y como providencia (Vorsehung) en orden a su sabia finalidad.

De 12 a 15 se abunda en la misma dirección. Es la fuerza impulsiva del hombre, esa que
le lleva a querer destacar sobre los demás ya sea consiguiendo honores o poder, la que le
hace salir de su estado de pereza. Se produce, entonces, esa lucha entre el prescindir y el
soportar; la tensión entre dos fuerzas que da como resultante el fin más excelso que pueda haber conseguido el hombre. Pasamos así de la rudeza del estado natural al estado
cultural. Quien promueve todo este desarrollo, quién hace que honores y riquezas, el ansia de poder sean un motor que saca al hombre de su estado de pereza, no es ni más ni
menos que “la gran artista Naturaleza” que es activa y teleológicamente orientada. ¿Hacia dónde? A un fin que la propia razón le impone al hombre como un deber: la paz perpetua. Así se garantiza que el hombre haga lo que de acuerdo con las leyes de la libertad
tiene el deber de hacer (y que no siempre hace) y, que lo haga, es decir, que cumpla con
su “finalidad moral” sin que este determinismo dañe su libertad.
La tesis es compleja, pero nítida. Querámoslo o no, la naturaleza actúa. Entramos en el
núcleo de su filosofía de la historia y que sirve de base al pensamiento de Hegel y Marx
(la historia avanza del peor lado).

En las líneas 15 y siguientes, asistimos a la eclosión de lo que el hombre lleva en su
seno: de la rudeza del estado natural a la moralidad que brota de la vida en sociedad. Ya
hemos señalado que el motor último de este proceso es la naturaleza que se nos impone,
que “sabe” lo que conviene al hombre y que lo ejecuta “astutamente” a través del antagonismo y la discordia. Brota, como no podía ser de otra forma, la moralidad. ¿No nos
recuerda esto a otra idea que flotaba en el ambiente, la “mano invisible” de Adam
Smith? Así es como el “no lo saben, pero lo hacen” se ejecuta.
En todo este proceso, ¿jugará algún papel la educación? Recordemos la famosa metáfora
del árbol que por crecer solitario dista de ser esbelto abandonado a su propio destino; o
la de aquel niño en sus Lecciones de Ética, que hace en su casa cuanto le viene en gana
convirtiéndose en un ser despótico que, cuando se integra en la sociedad encuentra una
resistencia generalizada y, por tanto, no es útil en la vida social. Así también, el árbol solitario crece torcido y extenderá desmesuradamente sus ramas. Por eso, es más esbelto el
árbol que se desarrolla en medio del bosque pues, al buscar junto a los otros el aire que
necesita para su crecimiento, crece, con los demás, derecho. Así ocurre, también, con el
hombre. Si se le disciplina pronto, crecerá en armonía con los otros. Una metáfora parecida se plantea en sus Lecciones de Pedagogía. Aquí el símil no es el árbol, ni el hombre… sino los gobernantes. ¿De dónde debe provenir el progreso del mundo? Si ha de
provenir de los príncipes, habrá de comenzarse por mejorar su educación, ya que durante
mucho tiempo se ha cometido el grave error de no contrariarles en su juventud.
En los tres casos, en las tres metáforas, hay un mismo trasfondo: la educación. La educación, leemos en su Pedagogía, es un arte cuya práctica ha de ser perfeccionada a través
de muchas generaciones… y de esta manera “cada generación provista de los conocimientos de las anteriores, puede ir reciclando constantemente una educación que desarrolle de modo proporcional todas las disposiciones naturales del hombre con arreglo a
un fin y conduce así al conjunto de la especia humana hacia su destino” (Pedagogía, Ak.,
IX, 446). Por eso, cuando la especie humana haya alcanzado su pleno destino (el plan de
la naturaleza) y su perfección más alta posible, se constituirá el reino de Dios sobre la
tierra, imperando entonces la justicia y la equidad en virtud de una conciencia interna, y
no por mor de autoridad pública alguna” (Ak., VIII, 21). Esta es la suprema perfección
moral que puede alcanzar el género humano… el fin último al que está destinado… si
bien sólo cabe esperarlo tras el transcurso de muchos siglos. Y es que, no hemos llegado
todavía al fin último del hombre, la época ilustrada pues, estamos en una época de ilustración en la que estamos cultivados y civilizados, pero no moralizados.
Se supone que, llegados a ese punto, el hombre será ciudadano del mundo en el reino de
los fines. ¿Qué entiende Kant por reino? La reunión sistemática de diferentes seres racionales mediante leyes comunales… un mundo en que el sometimiento de todos a una
ley universal común permita que la personalidad de cada uno se desarrolle con su dignidad, diferenciándose las peculiaridades de unos y otros, al ejercer asimismo el respeto de
todos y cada uno ante la ley y, al mismo tiempo, el respeto para uno mismo y de unos
para con otros, como personas, pues no deben hacerse indignos, lo que ocurriría en el
caso de que un ser racional quedase reducido a mero instrumento o medio
4.- Valoración final.
El pensamiento de Kant es, como el de los grandes autores que hemos venido estudiando, un diálogo permanente con la historia de la filosofía y con el pensamiento coetáneo. Los
problemas planteados desde la antigüedad, en la filosofía medieval y moderna, siguen teniendo vigencia en aquel momento. El origen de la sociedad, de la moralidad, del derecho…
la fundamentación del saber, de la religión, el papel de la educación… A todos ellos responde Kant con su inteligencia lógica, sistemática y, sin embargo, nada distante de los intereses
humanos.
Bibliografía
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I. Kant. Ideas para una historia universal en clave cosmopolita y otros escritos sobre
Filosofía de la Historia. (Estudio preliminar de Roberto Rodríguez Aramayo. Trad. Concha Roldan Panadero y Roberto Rodríguez Aramayo). Clásicos del pensamiento 36. Ed.
Tecnos. Madrid, 2001.
I. Kant, Sobre la paz perpetua. Presentación de Antonio Truyol y Serra. Trad. Joaquín
Abellán. Clásicos del pensamiento. Ed. Tecnos. Madrid, 2001.
I, Kant, Sobre la paz perpetua. Un esbozo filosófico. Edición de Jacobo Muñoz. Clásicos
del pensamiento. Biblioteca Nueva. Madrid, 1999.
Jiménez Moreno, Luis. Kant. Biblioteca Filosófica. Ediciones del Orto. Madrid, 1998.
Serrano Gómez, Enrique. La insociable sociabilidad. El lugar y la función del derecho y
la política en la filosofía práctica de Kant. Anthropos. Barcelona, 2004.
Inmanuel Kant: Idea de una historia universal con propósito cosmopolita.
Traducción de Javier Alcoriza y Antonio Lastra. Alba Editoria. (En Historia de la Filosofía. Textos
Bachillerato. José Luis Fuertes Herreros. Coord.. Ediciones Universidad de Salamanca
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