Kant - IES Rodríguez Moñino

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I.E.S. “Rodríguez Moñino”
Departamento de Filosofía
Historia de la filosofía. 2º Bachillerato
TEMA 10
El IDEALISMO TRASCENDENTAL
DE KANT
1.
VIDA Y OBRA DE KANT. ......................................................... 2
2.
CONTEXTO HISTÓRICO ......................................................... 3
3.
EL USO TEÓRICO DE LA RAZÓN: EL CONOCIMIENTO ...................... 5
3.1. UNA CUESTIÓN PENDIENTE ......................................................... 5
3.2. LA POSIBILIDAD DE LA CIENCIA ................................................... 6
3.3. CRÍTICA A LAS FACULTADES DE CONOCIMIENTO ............................... 7
3.4. EL GIRO COPERNICANO DE KANT ................................................... 9
3.5. LA POSIBILIDAD DE LA METAFÍSICA ............................................. 10
4.
EL USO PRACTICO DE LA RAZÓN: LA ÉTICA ................................ 10
4.1. EL VALOR DE LA HUMANIDAD ......................................................................................... 11
4.2. UNA ÉTICA TRADICIONAL .............................................................................................. 11
4.3. LA MAYORÍA DE EDAD DEL HOMBRE ............................................................................. 12
4.4. POSTULADOS DE LA RAZÓN ............................................................................................. 13
5.
ANEXO: CONCEPTO KANTIANO DE ILUSTRACIÓN ......................... 14
I.E.S. Rodríguez Moñino
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2º de Bachillerato
1. VIDA Y OBRA DE KANT.
Immanuel Kant nació el 22 de abril de 1724 en Königsberg, Prusia. Su familia
pertenecía al pietismo, (tendencia religiosa que antepone la vivencia de la fe a las
formas dogmáticas) A los ocho años ingresa en el Collegium Fridericianum, dirigida F. A.
Schultz, quien había estudiado Teología en Halle con los pietistas y filosofía con C.
Wolf, y que era amigo y consejero de la familia de Kant. El pietismo dominaba también
toda la organización del colegio, lo que suponía una profunda religiosidad y un tipo de
vida dominado por la austeridad. Allí adquirió Kant sólidos conocimientos de las lenguas
clásicas, así como de matemáticas y lógica.
En 1740 ingresó en la Universidad de Königsberg, centrando su interés en la
Filosofía, las Matemáticas y las Ciencias naturales. La filosofía predominante en
Alemania era el racionalismo de C.Wolff cuyo pensamiento había penetrado
profundamente en todos los círculos culturales de mediados del siglo XVIII.; De la
mano de M. Knutzen, wolfiano heterodoxo, se inició en el estudio de las obras de
Newton y Wolff, pero también se puso al corriente de las tendencias empiristas
inglesas y de los ideales de la Ilustración francesa.
En 1747 termina sus estudios en la Universidad y en 1755 obtendrá el título de
Doctor en Filosofía. A esta época pertenece la obra “Sueños de un visionario” donde
rechaza la metafísica especulativa
En 1770 toma posesión de la Cátedra de Lógica y Metafísica de la Universidad de
la famosa Disertación "Sobre la forma y principios del mundo sensible e inteligible",
punto de partida del "período crítico" ya que anticipa algunos de los temas de su obra
“Crítica de la Razón pura” cuya primera edición es del año 1781. En 1783 publicó
"Prolegómenos para toda metafísica futura que quiera presentarse como ciencia” en
la que pretendía exponer con mayor claridad los principios de su filosofía. Más tarde, en
1787, publicará la segunda Edición de la “Critica de la Razón Pura”
Entre ambas ediciones aparecen obras como “Idea para una historia general
concebida en un sentido cosmopolita” (1784); “Respuesta a la pregunta ¿Qué es
Ilustración?”
(1784)
manifiesto
programático
del
movimiento
ilustrado;
"Fundamentación de la metafísica de las costumbres" (1785)
En 1788 aparece otra de sus grandes obras: “Crítica de la Razón Práctica” en la
que desarrolla el tema fundamental que sirve de trasfondo a toda su producción
filosófica: la moral. Y en 1790 lo hará su tercera crítica: “Crítica del Juicio” en la que
pretende mediar entre naturaleza y libertad o armonizar las dos cítricas anteriores.
Nos muestra a un Kant interesado en el sentido placentero de lo bello.
Kant mantuvo una tertulia con un grupo de amistades a lo largo de toda su vida;
vida que se caracterizó por su sencillez, regularidad, y ausencia de perturbaciones, a no
ser el conflicto que mantuvo con la censura bajo el reinado de Federico Guillermo II, a
raíz de la publicación de su obra "La religión dentro de los límites de la mera razón".
Probablemente el emperador se sintiera amenazado por la difusión de los ideales de la
Ilustración en Alemania y el triunfo de la Revolución francesa, de los que Kant era
ferviente admirador. Kant se vio obligado a firmar un escrito comprometiéndose a no
volver a hablar ni a escribir públicamente de religión, promesa de la que se sintió
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desvinculado a la muerte del emperador, ocurrida en 1797. Una vez restaurada la
libertad de expresión Kant publica en 1798 “El conflicto de las facultades”, obra en la
que defiende la libertad de pensamiento y expresión frente a las arbitrariedades del
despotismo
El 12 de febrero de 1804 moría en su ciudad natal. Para entonces la filosofía de
Kant había alcanzado ya gran difusión y aceptación en los principales círculos culturales
de Alemania y un considerable eco en el resto de Europa.
2. CONTEXTO HISTÓRICO
La vida de Kant (1724-1804) transcurre en el siglo XVIII cuya parte central es de
relativa tranquilidad entre las guerras de religión del XVII y las revoluciones de finales
de siglo y principios del XIX. Esta tranquilidad explicaría la revolución demográfica que
experimentó Europa a partir de 1850 llegando casi a duplicar la población. Este aumento
de población potenció el desarrollo de la producción agrícola con la introducción de
notables mejoras en la rotación de cultivos y en el uso de herramientas. Esta economía,
eminentemente agrícola, contrasta con el desarrollo tecnológico que se evidencia en la
aparición de inventos de gran interés como el pararrayos de Franklin, el termómetro de
Fahrenheit y, en especial, la máquina de vapor de Watt que será aplicada a la
producción a partir de 1850 pudiéndose hablar del inicio de la revolución industrial, al
menos en Inglaterra, pues en el continente su aplicación será posterior.
En este siglo también se va gestando en la élite intelectual una cierta mentalidad
producida por la creencia compartida en un conjunto de valores que ha pasado a la
historia con el nombre de Ilustración. Es un espíritu de emancipación intelectual y
moral superando cualquier tipo de de constricción (religiosa o política). Esta
emancipación se intentaba realizar ilustrando a los gobernantes y educando al pueblo;
creando un clima de libertad de pensamiento y de justicia en el que el hombre pudiera
ser maduro y feliz. Kant definió la Ilustración como la “la salida del hombre de su
autoculpable minoría de edad”. La humanidad tiene que lograr su autonomía haciendo
uso de la razón: “Sapere aude!” (“¡Atrévete a pensar!”). Existía también un fuerte
optimismo en la idea de progreso, en la consideración del hombre como ser
fundamentalmente racional, en la idea de igualdad entre los hombres y en el derecho
fundamentado sobre bases racionales.
Este espíritu ilustrado se manifestó con características y nombres diferentes.
En Inglaterra, primer país en el que surgió, se denominó Enlightenment. Se
caracterizó por la defensa de la libertad política y de la tolerancia religiosa, estando
muy influido por el empirismo de Hume y Locke.
El liberalismo político propone separar la política de la religión y de la moral. Se
fundamenta en las ideas contractualistas de Locke que afirman la existencia de unos
derechos naturales que el Estado debe proteger. El poder no se justifica por vía divina,
sino mediante un contrato entre iguales por el que se cede a una asamblea el derecho a
legislar. Para evitar los abusos del poder propios del Absolutismo, Locke promueve la
separación del poder ejecutivo (gobierno) y el poder legislativo (Parlamento). De este
modo los gobernantes quedarían sometidos a la misma legislación que el resto de los
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ciudadanos en quienes reside la soberanía; soberanía popular que se expresa mediante
elecciones y se organiza en un Parlamento.
En Francia, tomó el nombre de “les lumiéres” y estuvo representada por los
enciclopedistas. Se caracterizó por el desarrollo de la ciencia histórica, en contra de la
tradición, y por la consideración del hombre culto como alguien menos ocupado de la
teología y más atento a los avances de las ciencias y las letras. Se pensaba que la
cultura debía ser clara y accesible a todo el mundo.
Los ilustrados franceses están muy influidos por las ideas liberales inglesas que
representan los intereses de la clase burguesa. La burguesía pretende completar su
poder económico con un poder político al que no pueden acceder en un país cuya forma
de gobierno es la Monarquía absoluta. Su máximo representante fue el rey Luis XIV en
cuyo reinado las diferencias sociales y la crisis económica se habían acrecentado de tal
modo que sus sucesores fueron incapaces de darle solución. Ante esta situación se inicia
un proceso de protesta social que culminará con el levantamiento popular que tomó la
Bastilla el 14 de Julio de 1789. Es la revolución Francesa que aportará, entre otras
cosas, la Declaración de los derechos del hombre y los ciudadanos, expresión de la
concepción política ilustrada.
En Alemania, adoptó el nombre de Aufklärung. La figura más representativa fue
Kant, sobre todo en lo que se refiere a la historia, la política, la religión y la ética. Las
discusiones teóricas se centraban sobre todo en la ética, asunto que consideraban
previo a cualquier cambio político. Kant considera que la libertad es el fundamento de la
moral y hacer uso de esa libertad supone “avanzar en la Ilustración”. En este sentido
afirma que no se vive en una época ilustrada, sino de ilustración: se están dando las
condiciones para la emancipación del hombre. Lo llama el “siglo de Federico”. Se
refiere a Federico II de Prusia, protector de la ciencia y de la cultura a las que
impregnó de influencias de pensamiento francés e inglés y quien realizó una profunda
modernización del Estado.
Estas características le hacen una de las figuras más representativas del
despotismo ilustrado: sistema absolutista que se sirve de las ideas ilustradas. Las
decisiones tanto personales como sociales, han de estar guiadas por la razón. Se trata
de la “razón de Estado” que permite al monarca seguir ejerciendo el poder sin tener
que justificar sus acciones. Según esta orientación, la legitimidad del Estado reside en
su capacidad para promover la felicidad y el bienestar del pueblo; los monarcas
ilustrados ofrecen al pueblo una educación básica, pero no excesiva, que les permite
aumentar su nivel cultural y sus posibilidades económicas. Este modo de hacer política
se suele resumir en la máxima: “todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
Uno de los elementos culturales que más influyó en la formación de Kant fue el
pietismo, religión de origen luterano, influida por el puritanismo inglés y fundada por
Philipp J. Spener en el siglo XVII. El pietismo entendía la fe cristiana como una relación
activa con Dios, más que como un conjunto de dogmas, y defendía que el mundo podía
ser cristianizado a través de la práctica individual de los creyentes. Tenía una
concepción de la Iglesia como un ente "invisible" del que formaba parte toda la
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humanidad. Quizá podamos encontrar aquí el primer síntoma de la universalidad que
Kant intentará suministrar a su pensamiento.
Por último, desde un punto de vista filosófico el pensamiento de Kant representa
la influencia de las dos corrientes de pensamiento vigente: racionalismo y empirismo.
Influido por el racionalismo Kant trata de fundamentar racionalmente la metafísica.
Pero tras conocer la física de Newton y el empirismo de Hume afirma haber
“despertado del sueño dogmático de la razón” lo que se traduce en una revisión
crítica de la metafísica.
Newton había insistido en la necesidad de unir experiencia y razón para
comprender las leyes que rigen el movimiento de los cuerpos. Su método se apoyaba en
la observación de la naturaleza, pero partiendo de hipótesis matemáticas, de modo que
los datos sensibles tienen que ajustarse al orden de la razón. Por sus grandes
aportaciones, la física de Newton se convierte en el paradigma científico de la
Modernidad. Kant, admirador de la obra newtoniana, trató de explicar su método como
una síntesis de experiencia y razón. Con esta finalidad conseguirá que empirismo y
racionalismo se conjuguen de un modo excepcional con el proyecto emancipatorio de la
Ilustración dando lugar a lo que se conoce como su “filosofía crítica”.
Según los principios racionalistas el conocimiento estricto (científico) debe ser
universal y necesario, pero sólo se puede aplicar a los fenómenos de la experiencia.
De ello se deduce la imposibilidad de un conocimiento científico de la metafísica (más
allá de la experiencia). Desde la perspectiva de Hume esta imposibilidad hacía inviable
también el conocimiento de la realidad física (los objetos están más allá de las
impresiones y no puede haber una verdadera ciencia física). Kant, en su interés por
salvar el carácter científico de la física newtoniana, concluirá que si la necesidad y
universalidad no puede provenir de la experiencia, entonces ha de proceder del
entendimiento; esto es, no todos los elementos que intervienen en el conocimiento
tienen su origen en la experiencia; existen elementos a priori, independientes de la
experiencia que son la forma o estructura a la que ha de acomodarse la experiencia
para poder ser conocida.
3. EL USO TEÓRICO DE LA RAZÓN: EL CONOCIMIENTO
Kant, consideró que la racionalidad no se limitaba al ámbito del conocimiento, sino
que también era extensiva al ámbito de la acción. La razón constituye, por un lado, el
instrumento del que nos servimos para conocer y, por otro, la facultad que guía y dirige
nuestra acción Para cada una de estas funciones, Kant reservó un nombre especial:
razón teórica (ámbito del conocimiento) y razón práctica (ámbito d la acción). En este
apartado, nos ocuparemos de la teoría epistemológica de Kant, es decir, del análisis del
uso teórico de la razón.
3.1. UNA CUESTIÓN PENDIENTE
En las universidades alemanas, la filosofía que se enseñaba, y la que había recibido
Kant, era el racionalismo académico de Wolff. Sin embargo, la lectura de Hume le llevó
a cuestionar este optimismo dogmático. Esto sitúa a Kant en una encrucijada: la
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filosofía en la que había sido educado y la que le había abierto nuevas vías de reflexión
eran contradictorias.
Por una parte, los racionalistas sostenían que la razón, partiendo de sí misma y de
los contenidos innatos que posee, puede alcanzar un conocimiento universal; por otra, los
empiristas defendían que la razón sol opera con el material de la experiencia: como
éste es concreto y cambiante, nuestro conocimiento no puede superar la categoría de
probable
Kant, insatisfecho tanto con el dogmatismo de los racionalistas como con el
escepticismo de algunos empiristas, adoptó como suya la cuestión pendiente de la
Modernidad: ¿cómo es posible el conocimiento? Encontró la solución en una concepción
del conocimiento que era una síntesis que aceptaba, en parte, lo que decían una y otra
corriente. La idea es la siguiente: “Pero, aunque todo nuestro conocimiento comience
con la experiencia, no por ello procede todo él de la experiencia”. Kant, l., Crítica de la razón
pura, 38.
Los empiristas tenían razón: sin experiencia no hay conocimiento. Ahora bien, los
racionalistas tampoco estaban completamente equivocados: no todo es experiencia; el
sujeto que conoce aporta algo imprescindible para que sea posible este conocimiento. El
ser humano no se limita a recibir información, sino que construye él mismo su imagen del
mundo. Pongamos un ejemplo. El hombre no es como un negativo que, pasivamente, se
deja impresionar por la luz, sino que es más bien como una cámara fotográfica: la forma
en que está diseñada (tipo y profundidad del objetivo, potencia del flas, velocidad de
obturador ... ) condicionará la reproducción que lleve a cabo de la realidad. En definitiva,
la constitución del sujeto que conoce le permite, pero al mismo tiempo le obliga, a ver y
entender de una determinada manera aquello que le rodea.
3.2. LA POSIBILIDAD DE LA CIENCIA
Dar una respuesta a la controversia entre racionalismo y empirismo tenía más
importancia de lo que podamos imaginar. Pese a que la física de Newton era aceptada
por ambas corrientes, en ninguna de las dos quedaba fundamentada. En el fondo, cada
una a su manera cuestionaba la validez, objetividad y universalidad de la ciencia. Para
los racionalistas, los enunciados de la ciencia eran «verdades de hecho», es decir,
enunciados empíricos y contingentes. Para los empiristas, limitar el conocimiento al dato
empírico comportaba negarle toda universalidad, y concederle únicamente el grado de
probabilidad.
Para Kant, un entusiasta de la física newtoniana, tenía que encontrarse la manera de
validar y legitimar los progresos que, en su época, la ciencia estaba experimentando.
Éste será uno de los objetivos de su obra magna: la Crítica de la razón pura.
Las argumentaciones son relaciones entre enunciados o juicios. Por ello, para poder
determinar cuándo son universales y necesarias (es decir, científicas), es preciso
analizar primero si sus juicios lo son. Para llevarlo a cabo, Kant elaboró, en la Crítica de
la razón pura, una teoría de los juicios en la que establecía las condiciones que tenían
que cumplir para considerarlos científicos.
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Kant considera que un juicio («El Sol es el centro del Sistema Solar» o «El todo es
mayor que las partes») es un enunciado en el que se relaciona un sujeto («el Sol», «el
todo») con un predicado («centro del Sistema Solar», «mayor que las partes»). Es
decir, un juicio constituye la atribución de las cualidades o propiedades a un sujeto
determinado. Si, además, pretendemos que sea científico, debe cumplir dos requisitos:
Ser extensivo: ampliar nuestro conocimiento del mundo.
Ser universal y necesario: válido en cualquier circunstancia y momento.
3.3. CRÍTICA A LAS FACULTADES DE CONOCIMIENTO
La gran obra de Kant dedicada al conocimiento y la ciencia es la Crítica de la razón
pura. Este título puede parecernos un poco enigmático; para entenderlo, hay que
conocer mínimamente la terminología kantiana. Cuando Kant habla de criticar la razón se
refiere a la tarea de analizar, críticamente, cuáles son la naturaleza, la función y los
límites de la razón. Ésta es, ciertamente, una labor fundamental a la hora de
establecer y fijar las posibilidades reales de obtener conocimiento científico. Sólo si
sabemos cómo funciona la razón y hasta dónde puede llegar, podremos establecer por
qué es posible la ciencia y cómo son posibles los juicios sintéticos a priori.
De hecho, para ver lo que Kant dijo seguiremos, muy de cerca, sus propios pasos, es
decir, avanzaremos por cada una de las partes en que analizó las facultades que
intervienen en el conocimiento.
La estética trascendental: un análisis de la sensibilidad
En la estética trascendental, Kant analiza la primera facultad que interviene en el
proceso de conocimiento: la sensibilidad. Ésta representa la capacidad de abrirnos al
mundo, es decir, la receptividad necesaria para podernos construir una representación
de la realidad.
Todas las especies animales poseen esta capacidad, ya que todas se representan de
alguna manera lo que les rodea. Ahora bien, esta imagen que nos formamos, ¿es idéntica
en todas las especies? ¿Sienten el mundo de manera similar un ser humano, una abeja o
un delfín? Nuestros conocimientos actuales nos permiten contestar con cierta
seguridad. Sabemos que cada especie posee un aparato sensorial que le hace percibir el
mundo de una forma particular. Así por ejemplo, mientras que los humanos vemos las
amapolas rojas, las abejas, en cambio, las perciben violáceas. Cómo son en realidad las
amapolas no puede ser captado ni por el hombre ni por las abejas. Kant fue uno de los
primeros en intuirlo: la naturaleza y el funcionamiento de la sensibilidad que tenemos
nos condicionan a ver el mundo de una determinada manera.
La sensibilidad es como una ventana que nos abre al mundo, pero que, al mismo
tiempo, nos condiciona a ver sólo un pequeño fragmento de él. Y es que esta facultad
está constituida por unas estructuras que nos capacitan y nos limitan a recibir las
impresiones de una manera determinada. Para Kant, la forma en que estamos diseñados
no afecta tan sólo a nuestra percepción de los colores, también nos obliga a ordenar
todo lo que percibimos en el espacio y el tiempo. Espacio y tiempo son las formas a
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priori de la sensibilidad, porque son anteriores a la experiencia y determinan la manera
en que podemos tenerla. Y es que basta que nos pongamos a pensar un poco para que nos
demos cuenta de que es imposible representarnos alguna cosa si no la situamos en un
lugar y un momento concretos.
Cualquier representación es una impresión situada en el espacio y el tiempo. Por eso
podemos decir que las intuiciones o impresiones del mundo son una síntesis del material
sensorial y de las estructuras internas (espacio y tiempo) del propio sujeto.
La analítica trascendental: un análisis del entendimiento
En la estética, Kant trata de la primera facultad de conocimiento: 1a sensibilidad.
Las intuiciones que aporta, si bien resultan imprescindibles para obtenerlo, todavía no
constituyen conocimiento. Son impresiones estructuradas y ordenadas en el espacio y
en el tiempo, pero todavía son inconexas y faltas de sentido. Para que proporcionen
conocimiento, es preciso interpretarlas y entenderlas: ésta es, precisamente, la función
del entendimiento.
En la analítica trascendental, Kant analiza la segunda facultad cognitiva: el
entendimiento. Éste se caracteriza por la facultad de pensar o realizar juicios a
partir de las intuiciones de la sensibilidad. Lo hace mediante los conceptos. Los
conceptos agrupan y subsumen la mutiplicidad de impresiones, dotándolas de sentido,
con lo que se convierten en los instrumentos necesarios para pensar la realidad.
Según Kant, existen dos tipos de conceptos:
- Conceptos empíricos: provienen de la experiencia. Después de observar y
comparar, se extraen las características comunes de diversos objetos y se forman
conceptos como los de casa, animal o ser humano.
- Categorías: Kant las llama también conceptos puros, ya que, a diferencia de los
anteriores, no provienen de la experiencia, sino que muy al contrario, son estructuras a
priori del entendimiento. Las categorías son creaciones espontáneas del entendimiento
que servirán para agrupar y estructurar (conceptualizar) las intuiciones de la
sensibilidad. Kant deduce, partiendo de los tipos de juicio, doce categorías: totalidad,
pluralidad, unidad, realidad, negación, limitación, sustancia, causa, reciprocidad,
posibilidad, existencia y necesidad.
Cada una de las doce categorías constituye un concepto vacío de contenido;
necesita, por lo tanto, el material que aporta la sensibilidad para llenarse y proporcionar
conocimiento. Lo cierto es que, para que haya conocimiento, son imprescindibles tanto
las intuiciones de 1a sensibilidad como las categorías del entendimiento. Las primeras,
sin estar subsumidas en conceptos, son intuiciones inconexas y sin sentido; las
segundas, sin el material de la sensibilidad, se quedan vacías y estériles. Sólo la
conjunción de unas y otras permite entender el fenómeno u objeto de conocimiento.
La dialéctica trascendental: un análisis de la razón
En la tercera parte de la Crítica de la razón pura, Kant analiza la tercera de las
facultades cognitivas. Una vez que el entendimiento ha subsumido las impresiones bajo
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conceptos y los ha asociado formando juicios, la razón entra en escena relacionando
estos juicios en argumentaciones o razonamientos que tratan de proporcionar
conocimientos cada vez más generales. La razón es, por lo tanto, según Kant, la facultad
de razonar o avanzar buscando principios más generales.
Sin esta labor de la razón, el conocimiento sería fragmentario. Gracias a los
razonamientos, englobamos los juicios y las leyes del entendimiento en principios cada
vez más generales, que nos permiten explicar una mayor cantidad de fenómenos. Esta
tendencia está marcada por las formas a priori de la razón: las tres ideas
trascendentales.
Existe un uso correcto y útil de estas ideas cuando se las trata como principios
reguladores que orientan a la razón en su búsqueda de principios generales. En este
sentido, la razón no constituiría una facultad de conocimiento, pero facilitaría los éxitos
en este terreno, siempre que se limitara a entender las ideas trascendentales como
objetivos ideales que es imposible alcanzar. Sin embargo, existe un uso fraudulento que
no contribuye al avance del conocimiento, sino que aboca a contradicciones. Este uso
resulta de considerar el Yo, el Mundo y Dios como realidades objetivas, es decir,
considerar que estas ideas tienen un referente o correlato en la realidad. Considerar
el Alma, el Mundo y Dios como realidades conduce a la razón a intentar conocer estas
ideas; entonces es cuando traspasa los límites de lo que es posible conocer, y es víctima
de ilusiones y de engaños.
3.4. EL GIRO COPERNICANO DE KANT
En el terreno epistemológico las teorías de Kant fueron tan revolucionarias como
las de Copérnico en el área de la astronomía. La comparación fue propuesta por el propio
Kant, consciente del carácter innovador y decisivo de su planteamiento.
Copérnico, viendo las dificultades para mantener la explicación de los movimientos
planetarios si conservaba la teoría según la cual el universo giraba en torno a la Tierra
(y, por lo tanto, alrededor del ser humano), invirtió la perspectiva. La Tierra, y
juntamente con ella el ser humano, giran en realidad alrededor del Sol. Este sencillo
giro hizo cuadrar de manera más simple la explicación de los movimientos de los astros.
Kant, viendo que resultaba muy difícil justificar el valor universal y necesario de la
ciencia en el caso de que supusiera que el sujeto era quien se adaptaba a las múltiples y
cambiantes peculiaridades del objeto, invirtió el planteamiento. El conocimiento puede
ser universal y necesario, porque es fruto de la imposición del sujeto (de sus
estructuras o formas a priori) al objeto. Estas estructuras, de todos modos, a menudo
se confunden con las propiedades de los objetos. En sentido metafórico, podríamos
decir que las formas a priori son como unas gafas con cristales, por ejemplo, de color
azul: por una parte, nos permiten ver los objetos del mundo, pero, por otra, nos tiñen la
visión de azul. Por este motivo, es importante recordar que el azul no es una propiedad
de lo que vemos, sino un filtro que nosotros ponemos. Esto es, exactamente, lo que nos
recordará Kant.
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Esta importancia que Kant reserva al sujeto y a las formas a priori en el proceso de
conocimiento ha supuesto que su filosofía se conozca con el nombre de Idealismo
trascendental. Idealismo, porque sólo las estructuras mentales del sujeto (espacio,
tiempo y las categorías) permiten el conocimiento; y trascendental, porque estas ideas
son universales y trascienden el caso concreto, ya que tienen carácter a priori
3.5. LA POSIBILIDAD DE LA METAFÍSICA
Ya hemos visto que la teoría epistemológica de Kant le obliga a negar la posibilidad
de conocimiento científico en el ámbito de la metafísica. Veamos por qué:
La metafísica se ocupa de las ideas trascendentales (Alma, Mundo y Dios) como
si se tratara de ideas que tienen un referente o correlato en la realidad. Es decir, no se
limita a considerarlas principios reguladores que orientan nuestra investigación, sino
que las concibe como realidades últimas que dan sentido y finalidad a todo lo que
ocurre. Cuando la metafísica sigue este proceder, cuando emplea así estas ideas y trata
de conocerlas, cae en falacias y contradicciones. Precisamente estas contradicciones y
engaños demuestran el uso inapropiado que la razón hace de las ideas trascendentales.
Kant ve en esta práctica la ambición desmesurada de la razón, que quiere ir más
allá de los fenómenos y acceder a la realidad en sí o nóumeno. Este paso es ilegítimo,
el nóumeno es inaccesible para el ser humano, constituye el limite de aquello que puede
conocer. La metafísica intenta superar este límite. Precisamente esto es lo que la
condena. De todas maneras, para Kant, aunque la metafísica esté más allá de las
posibilidades de conocimiento, responde a una tendencia natural en el ser humano:
avanzar hacia principios cada vez más generales.
La metafísica no es una ciencia ni llegará nunca a serlo. Cuestiones como la libertad
personal, la inmortalidad del alma o la existencia de Dios jamás podrán ser
demostradas. La razón pura o teórica, como fuente de conocimiento, no puede
resolverlas. Por este motivo, desde el ámbito del conocimiento, solamente se puede
justificar con coherencia una posición agnóstica. Ahora bien, el ser humano no se limita
a conocer, sino que también vive y actúa. Tal vez estas ideas trascendentales (Alma,
Mundo, Dios) hallarán su lugar natural en el ámbito de la razón práctica. Tal vez lo que
resulta imposible para la razón teórica será factible para la razón práctica.
4. EL USO PRACTICO DE LA RAZÓN: LA ÉTICA
Kant ya ha contestado a la pregunta: «¿Qué puedo saber? Sin embargo, el hombre
no tan sólo vive de conocimientos. Ciertamente, el hombre hace un uso teórico de la
razón, pero también hace un uso práctico de ella. No solamente es un ser que conoce,
sino que además es un ser que actúa y que se vale de su razón para guiar y orientar su
acción. Así, la razón pura se convierte en razón práctica cuando se ocupa de guiar la
propia voluntad. Por eso ha de responder a las dos preguntas que quedan: «¿Qué he de
hacer?» y «¿Qué puedo esperar si hago lo que debo?». La respuesta se puede encontrar
en la Crítica de la razón práctica y en la Fundamentación de la metafisica de las
costumbres.
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4.1. EL VALOR DE LA HUMANIDAD
Muy a menudo se valora la aportación epistemológica de Kant y se olvida, en cambio,
la no menos revolucionaria contribución ética. No sólo asentó las bases de la filosofía
del conocimiento posterior, sino que también dio un giro completo a los planteamientos
de la filosofía moral. Y esto último, si tenemos en cuenta las palabras del propio autor,
todavía tiene más valor: «Yo soy un estudioso y siento toda la sed de conocimiento que
puede sentir un hombre. En un pasado creía que esto constituía todo el valor de la
humanidad; entonces menospreciaba al pueblo en tanto que gente ignorante. Rousseau
me desengañó. Esta superioridad engañosa se ha desvanecido; he aprendido que la
ciencia en sí es inútil si no sirve para que se valore la humanidad». La ciencia o el
conocimiento no son nada si no contribuyen a hacer más humano, auténtico y moral
nuestro comportamiento. Y ello, ciertamente, ya no es responsabilidad de la razón
teórica, sino de la razón práctica.
Rousseau, según nos confiesa Kant, tuvo una importancia capital en su interés por la
ética. Una de las anécdotas que se explican sobre Kant puede servir para imaginarnos la
influencia que tuvo el ilustrado francés en este cambio de rumbo en la reflexión
kantiana. Kant, protagonista de una vida profundamente ordenada y rutinaria (se dice
que en Königsberg los habitantes ajustaban sus relojes cuando Kant salía a pasear),
llegó tarde a sus clases sólo en dos ocasiones, una por el estallido de la Revolución
Francesa y la otra cuando le llegaron las obras de Rousseau, cuya lectura le entusiasmó
tanto que perdió la noción del tiempo.
4.2. UNA ÉTICA TRADICIONAL
Después de reconocer que, por encima de las cuestiones teóricas, lo que realmente
nos inquieta y nos interesa son las de orden práctico, Kant intentará responder a la
pregunta «¿Qué he de hacer?». Responder a esta pregunta, o a otra parecida, es lo que
ha motivado y estimulado la reflexión ética a lo largo de la historia. Kant, antes de
ofrecer su propia respuesta, hará un análisis exhaustivo de lo que hasta entonces se
había propuesto.
Cuando analiza las éticas anteriores, Kant llega a la conclusión de que, a pesar de la
enorme variedad de normativas éticas, todas presentan un denominador común: se trata
de éticas materiales. Veamos en qué consisten.
Éticas materiales
Kant considera materiales aquellas éticas que acaban siendo una lista de normas o
preceptos. Según el filósofo prusiano, muchas de las éticas tradicionales lo son y, por
ello, adolecen de dos inconvenientes:
- Son éticas empíricas, ya que tienen contenido. Nos dicen qué debemos hacer o
evitar: «Has de decir la verdad», «Has de obedecer a tus progenitores», «No has de
matar»... Su contenido proviene de la experiencia y en ella comprobamos qué conductas
son adecuadas para alcanzar el objetivo que nos hemos propuesto. Son éticas que se
fundamentan en un bien (la felicidad, la salud ... ) y que establecen el camino que hay
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que seguir para alcanzarlo. Son, por lo tanto, éticas interesadas, ya que promueven
determinadas acciones en función de la recompensa o gratificación que se sigue de su
cumplimiento. Por ello, se componen de normas o preceptos que señalan la actuación
correcta y que Kant denomina imperativos, a los que considera de tipo hipotético.
Los imperativos hipotéticos ordenan o prohíben una acción en función del objetivo
que nos hemos fijado. Así, una norma como «no bebas en exceso» sólo nos obliga si
hemos aceptado que «conservar la salud» es un bien al que hemos de aspirar. Se trata,
por lo tanto, de un imperativo condicional: «Si quieres conservar la salud, no bebas en
exceso». Únicamente si aceptamos la condición, la segunda parte tiene sentido.
- Son éticas heterónomas, porque nuestra voluntad se halla determinada por
principios que no provienen de la razón propiamente, sino de alguna instancia externa a
ella. Las éticas materiales justifican una serie de preceptos en función de fines (la
felicidad, la salud, la perfección ... ) que dependen de intereses personales y ajenos a la
razón.
Estas dos características hacen inaceptables las éticas materiales. Para Kant, una
ética auténticamente humana ha de ser universal ( válida para cualquier hombre, con
independencia de cuáles sean sus intereses) y autónoma (basada en la libertad y la
capacidad humana para darse una ley desinteresada y auténtica). Estas dos propiedades
sólo son posibles en una ética racional.
4.3. LA MAYORÍA DE EDAD DEL HOMBRE
Kant rechaza las éticas materiales (empíricas y heterónomas) porque considera que
no son propias de un ser mayor de edad como el ser humano. Como ya vimos en la unidad
anterior, la Ilustración es, sobre todo, una reivindicación de la libertad y de la
emancipación respecto a cualquier sujeción o dependencia. Kant comparte esta idea,
cree que ha llegado la hora en la que el hombre se haga cargo de su vida y decida por sí
mismo. Esta emancipación exige una ética autónoma, en la que sea el propio hombre
quien determine la ley moral, y ello es incompatible con una ética material; por eso Kant
defiende la necesidad de una ética formal.
Ética formal
Kant considera éticas formales aquellas que carecen de contenido, es decir, que no
nos dicen qué hemos de hacer, sino que sólo nos indican cómo lo tenemos que hacer. Son,
por lo tanto, éticas de la forma: no nos ordenan «haz esto o haz aquello», sino que
determinan la manera en que hemos de actuar.
Los imperativos de esta ética no son hipotéticos, sino que son categóricos: obligan y
exigen cumplimiento sin condiciones ni excepciones. Kant formula el imperativo
categórico del siguiente modo: «Actúa sólo según aquella máxima por la cual puedas al
mismo tiempo querer que se convierta en ley universal». Conocido también con el
nombre de principio de universalidad, no nos dice qué hemos de hacer (beber o no en
exceso), sino que establece la forma (ser universalizable) que ha de tener cualquier
máxima para llegar a ser realmente una norma moral. En el fondo, es una especie de
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reformulación de la antigua ley de oro: «Lo que no quieras para ti no lo quieras para los
demás». Recoge una antigua consideración del hecho moral: creer que la acción correcta
consistirá ni más ni menos en hacer lo que exigiríamos que hicieran los demás.
Kant formuló el imperativo categórico de otra manera que todavía encaja mejor con
su preocupación: «Trata a todo ser humano no como un medio, sino como un fin en sí
mismo». Esto significa que hemos de tratar a los demás como lo que son, seres humanos
con dignidad, que no pueden ser usados como instrumentos para satisfacer nuestros
deseos.
Actuar de modo que tratemos a los demás como fines y no como instrumentos
significa actuar de manera desinteresada. Por ejemplo, si elogio a los demás porque
deseo obtener un favor de ellos, no obro de una manera moral, sino interesada y
egoístamente.
Para Kant, actuar de manera ética significa actuar desinteresadamente, es decir,
por respeto y amor al deber. Esto significa algo más que actuar externamente en
conformidad con el deber; es imprescindible que haya un convencimiento y un respeto
interno hacia él.
Con un ejemplo entenderemos mejor esta distinción kantiana entre actuar,
simplemente, de acuerdo con el deber (legalmente) y actuar, con convencimiento, por
amor al deber (moralmente). Supongamos dos tenderos que se comportan de una manera
honrada y legal, sin alterar los pesos y cobrando aquello que corresponde al valor de los
productos. Uno lo hace porque sabe que, si no, a la larga perdería la clientela (irían a
comprar a otra tienda); el otro lo hace simplemente porque considera que ése es su
deber. A pesar de que externamente los dos se porten de un mismo modo, sólo en el
caso del segundo tendero podemos hablar de comportamiento auténticamente moral.
Sólo él actúa desinteresadamente y trata a sus clientes como fines y no como
instrumentos para enriquecerse.
4.4. POSTULADOS DE LA RAZÓN
Sólo cuando lo que nos mueve es la voluntad de cumplir con nuestro deber, podemos
decir que somos morales. Ahora bien, hablar de moralidad presupone aceptar que somos
seres con capacidad para decidir nuestra actuación. Si no pudiéramos escoger entre
hacer esto o aquello, entre actuar de manera altruista y hacerlo, en cambio,
egoístamente, ¿qué sentido tendría hablar de moralidad?
La libertad humana, opuesta al determinismo predominante entre los fenómenos
naturales, resultaba, según Kant, un atributo inalcanzable para la razón teórica.
Concluimos el apartado anterior reconociendo que la razón teórica se vuelve impotente
ante determinadas cuestiones que traspasan los límites de la experiencia. Además de la
libertad humana, todo lo que nos obliga a hablar de ideas trascendentales como de
realidades últimas choca con las posibilidades intelectuales humanas. Por este motivo,
Kant recomendaba, como única posición coherente ante tales ideas, la posición
agnóstica.
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Sin embargo, aunque no puedan ser objeto de demostración científica, la realidad y
la existencia del Alma, del Mundo y de Dios se convierten en imprescindibles para que
podamos hablar de moral. Esto lleva a Kant a considerar que las ideas trascendentales
de la razón teórica han de entenderse como postulados de la razón práctica. Los
postulados son ideas de las cuales no tenemos ni podemos llegar a tener ninguna
certeza, pero de las cuales hemos de presuponer la existencia. En definitiva, los
postulados de la razón práctica resultan indemostrables científicamente, pero
necesarios moralmente. Veámoslo:
Primer postulado: la libertad humana
A pesar de que los fenómenos naturales estén determinados por las leyes de la
naturaleza, y aunque el ser humano forme parte de ella, hay que presuponer la libertad
humana. Ésta implica la capacidad de escaparse del determinismo que las leyes físicas
imponen a la naturaleza y poder decidir la propia acción. Y, por mucho que esto sea
indemostrable, es necesario presuponerlo si queremos hablar de comportamiento moral.
Segundo postulado: la inmortalidad del alma
Aunque no podamos hablar del Alma, aceptar su inmortalidad se hace imprescindible
para que tenga sentido la exigencia de moralidad. Resulta evidente que el
comportamiento correcto pocas veces se recompensa: hacer lo que debemos suele
protegemos de las injusticias y pesadumbres propias de la existencia humana.
únicamente si suponemos la inmortalidad de nuestra alma, la supervivencia después de la
muerte física, podemos confiar en que nuestra virtud será recompensada justamente
con una existencia feliz.
Tercer postulado: la existencia de Dios
Dios, como el Alma, es una realidad de la cual no podemos tener ninguna experiencia
y, por lo tanto, ningún conocimiento. Sin embargo, su existencia acaba siendo necesaria
como última garantía del sentido de la existencia humana. Sólo Dios, en quien la virtud y
la felicidad se identifican, puede avalar que los que se han hecho dignos de felicidad la
alcancen.
Todo esto puede considerarse una respuesta a la tercera pregunta kantiana: ¿Qué
puedo esperar si hago lo que debo? Según Kant, si actuamos de manera desinteresada y
sin esperar nada a cambio, podemos aspirar a la felicidad. Ahora bien, esta aspiración
muchas veces no se ve justamente recompensada. A menudo observamos que, en esta
vida, la virtud no siempre va acompañada de felicidad, y que los que, por su
comportamiento, serían merecedores de ella padecen graves injusticias. Solamente la
inmortalidad del alma y la existencia de Dios pueden garantizar que virtud y felicidad
se llegarán a identificar algún día.
5. ANEXO: CONCEPTO KANTIANO DE ILUSTRACIÓN
Kant ve la necesidad de de llevar a cabo una crítica de la razón (someterla a
juicio) que aclare definitivamente qué es. Desde un plano teórico obedece a la
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coexistencia de varias interpretaciones de la razón (racionalismo y empirismo); y desde
el plano práctico, por el modo cómo los hombres de su época viven la vida: un modo no
ilustrado, en minoría de edad.
Para Kant “La Ilustración es la salida del hombre de su autoculpable minoría
de edad”. El hombre ha permanecido, como en la infancia, bajo la tutela de otros, sin
atreverse a servirse de su razón. Ahora, la época de las luces le permitirá abandonar
esa minoría de edad y comenzar a pensar por sí mismo. “Sapere aude!” (“¡Atrévete a
pensar!”). Sólo en la medida en que tenga el valor de servirse de su propia capacidad de
razonar, la humanidad logrará su autonomía e independencia
Las causas de esta minoría de edad deben buscarse en la pereza, el
encerramiento en la individualidad, en la cobardía y, en definitiva, las
constricciones1, es decir, la falta de verdadera libertad. La tarea de la crítica de la
razón tendrá como objetivo primordial la realización de la libertad, la superación de
sus constricciones: la civil y la religiosa (ya sea por la religión, ya sea por las normas
social e históricamente recibidas). Estas constricciones de la libertad implican, por
tanto, un uso de la razón al margen de una legalidad impuesta por ella misma.
La emancipación es el proceso de liberarse de toda guía, tutor e impedimento
para el uso propio y crítico de la razón. Este proceso es difícil pues supone pasar de una
situación de comodidad en la esclavitud a la iniciativa in dependiente y acarrea peligro.
Peligro para los pupilos y peligro para los tutores. Los tutores verían menoscabado
su poder una vez que sus pupilos no precisen de su consejo y de su autoridad y puedan
pensar y actuar autónomamente. Peligro para los pupilos, pues el comenzar a pensar por
sí mismos cuando se está acostumbrado a pensar con ideas y sugerencias de otros
puede acarrear graves equivocaciones. Sin embargo, las ventajas del uso libre de la
razón son mayores que todos los peligros que puedan comportar.
“Atreverse a pensar por uno mismo” exige, pues, valentía pero es la única
manera de comportarse según la naturaleza, que a todos nos ha hecho racionales y
libres. Y el único modo de que existan verdaderos ciudadanos responsables y
emancipados.
Pero, además de estas dificultades internas, para conseguir la emancipación
(mayoría de edad) hay que hacer frente a las externas que podrían sintetizarse en la
exigencia de la libertad de expresión y crítica: “a todo el mundo le debe estar
permitido el uso público de su razón, y eso es lo que puede traer ilustración a los
hombres”.
Kant dice: “Entiendo por uso público de la propia razón aquél que alguien hace
de ella en cuanto docto ante el gran público del mundo de lectores. Llamo uso
privado de la misma a la utilización que le es permitido hacer en un determinado
puesto civil o función pública”.
El uso público de la razón es un uso ilustrado, un uso crítico, que previene
contra el dogmatismo, contra la actitud sumisa a la autoridad que garantice el futuro
progreso de la humanidad. Este uso público está permitido sólo a los hombres doctos
cuando escriben y se dirigen al gran público. Exclusivamente ellos disfrutan de una total
libertad. Los demás harán un uso privado de la razón; también los doctos cuando no sea
1
Cualquier cosa o instancia que nos obligue a hacer algo o limite nuestras posibilidades de hacerlo
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su intención influir en ningún lector. Este uso está sometido a la estructura del Estado
que debe permanecer inalterada para salvaguardar el bien común regulando el uso
privado de la razón.
Mientras tanto, se irá produciendo un cambio de espíritu en quienes dirigen la
sociedad; cambio que facilitara que se pase de una situación de tutela a otra de
libertad. Kant distingue el plano de la acción, que provisionalmente permanece igual, y el
plano de la razón, donde se prepara el gran cambio: sólo en un ambiente de libertad
puede aprender el hombre a obrar libremente.
Por ello, a pesar de los esfuerzos para eliminar los obstáculos que impiden la
salida de la minoría de edad y lograr la una emancipación de la razón, Kant afirma que en
Alemania no se vivía aún en la época Ilustrada, sino en un época de Ilustración. La época
de Federico, monarca del despotismo ilustrado, que favorecía una Ilustración dirigida
desde el poder: un monarca que ejerce la autoridad de un modo justo y razonable, que
deja “a cada uno en libertad de servirse de su propia razón en todas las cuestiones de
conciencia moral”, sabe que será obedecido.
Podríamos concluir diciendo que Kant recogiendo las ideas ilustradas centra su
pensamiento en una razón crítica, que no sólo analiza los límites del conocimiento (razón
teórica), sino que también trata de elaborar los principios o leyes (imperativos) que
rigen nuestro comportamiento moral (razón práctica).
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