http://www.mecon.gov.ar/analisis_economico/nro3/capitulo2.pdf

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EL NUEVO ENTORNO
MACROECONOMICO:
REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS
DE LOS INDICADORES SOCIALES
[12]
Por un lado, las elevadas tasas de crecimiento del nivel de actividad doméstica que viene experimentando
el país desde el segundo trimestre de 2002 han implicado un fuerte impulso a la demanda de empleo.
Asimismo, la intensidad en el uso de mano de obra se elevó significativamente respecto de la década
anterior. Los cambios en la estructura productiva y en los precios relativos de los factores son las razones
que explicarían este fenómeno. Asimismo, es probable que aquellas firmas que ya contaban con un nivel
importante de capacidad ociosa de su stock de capital, comenzaran a cubrir sus aumentos de demanda
con una expansión significativa del empleo.
Por último, luego de que la Convertibilidad prácticamente abandonara todo tipo de intervención del Estado en la economía, el nuevo modelo ha permitido ir recuperando lentamente el margen de maniobra, la
flexibilidad y la efectividad de sus políticas económicas, lo que otorgó un espacio para la acción directa
sobre los problemas sociales a través de medidas específicas.
En los párrafos siguientes se hace una descripción detallada de la evolución de los indicadores más importantes del mercado de trabajo desde la salida de la Convertibilidad hasta la actualidad. En la primera
Sección se explica el funcionamiento del mercado de trabajo estudiando, en particular, el empleo y su
estructura, las nuevas tendencias del desempleo, la evolución de los ingresos laborales y su distribución.
En la segunda Sección se discute el impacto del comportamiento de estas variables sobre la dinámica de
los ingresos familiares y de la pobreza e indigencia.
[1] EL COMPORTAMIENTO DEL MERCADO DE TRABAJO
1.1 EL EMPLEO Y SU ESTRUCTURA
Luego del abandono forzado del régimen de caja de conversión el empleo ha experimentado tres fases
claramente diferenciadas. La primera de ellas cubre el semestre inmediato posterior al cambio de modelo
entre octubre de 2001 y mayo de 2002, el cual estuvo caracterizado por una contracción muy importante
del nivel de empleo agregado lo que reflejaba los efectos rezagados del colapso de la Convertibilidad. En
la segunda, entre mayo de 2002 y el cuarto trimestre de ese mismo año, el empleo genuino logró detener
su caída, a la vez que la puesta en marcha del Plan Jefes y Jefas de Hogar Desocupados (PJJHD) implicó la
generación de un volumen muy significativo de nuevos puestos de trabajo. La tercera fase comienza a fines
de 2002 y se extiende hasta la actualidad, período en el cual se produjo una consolidación y recuperación
acelerada del empleo. Este proceso ha estado caracterizado por una elevada creación de nuevas ocupaciones por parte del sector privado que más que compensó la reducción de los beneficiarios de los planes que
se viene verificando desde mediados de 2003. La dinámica reciente muestra, por tanto, el efecto benéfico
que el nuevo modelo económico ha venido teniendo sobre la generación de empleo.
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
El Capítulo anterior mostró hasta qué punto un régimen de política económica inapropiado puede tener
efectos graves sobre las principales variables sociales. Luego de afrontar los costos sociales y económicos
que dejó como saldo el colapso de la Convertibilidad, el nuevo modelo en marcha permitió modificar las
tendencias de las variables laborales que operaron durante aquella experiencia. [13]
Específicamente, la expansión del empleo agregado entre mayo de 2002 y el cuarto trimestre de 2004
implicó la creación de 2527 mil puestos de trabajo en el total urbano del país [14], un aumento del 23%.
Descontando las ocupaciones generadas por los Planes de Empleo, el incremento fue de 19% en ese
mismo período (Cuadro1). [15]
Respecto de la tasa de empleo, la misma ha acompañado la tendencia creciente del nivel absoluto de empleo (Cuadro 1 y Gráfico 7). Incluyendo los Planes, la tasa correspondiente al total urbano se ubicó en el
[12] Este Capítulo está basado, en su mayor parte, en datos provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) Continua del
INDEC.
[13] Un mayor detalle acerca de las características esenciales del nuevo modelo pueden hallarse en Ministerio de Economía y
Producción (2004).
[14] La expansión al total urbano del país se discute en el Anexo Metodológico, Sección I.
[15] Es importante aclarar que las series de datos de la EPH Continua pueden estar afectadas por factores estacionales. Sin embargo,
la corta historia de esta nueva encuesta no permite aún hacer una evaluación del patrón de estacionalidad que puede existir en el
comportamiento del empleo y del desempleo.
[21]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
cuarto trimestre de 2004 en el 39.8%, lo que representa un incremento de 1.1 p.p. respecto a igual período
del año anterior. Si se excluyen los planes la misma hubiese sido 37.5%, 1.5 p.p superior al registro del
cuarto trimestre de 2003.
Otra variable que ha experimentado una evolución muy favorable ha sido el empleo a tiempo completo
(“empleo pleno”) a partir de la caída sistemática del subempleo horario.
El crecimiento del empleo resulta muy elevado incluso desde una perspectiva histórica y aún si se tiene
en cuenta que el mismo se produjo luego de una caída de gran magnitud. Ello fue consecuencia de las
elevadas tasas de crecimiento del nivel de actividad y, como se verá más adelante, de la alta elasticidad
empleo-producto que se viene registrando.
[22]
En el cuarto trimestre de 2002, la tasa de empleo incluyendo a los beneficiarios de Planes se ubicaba por
encima de la observada un año antes (Gráfico 7), mientras que en el tercer trimestre de 2003 superó el
valor de 1998, máximo de la segunda mitad de los ´90. Por su parte, el nivel de empleo excluyendo los
Planes se recuperó completamente de la caída post-devaluación en el segundo trimestre de 2003. En el
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
cuarto trimestre de 2004 se ubicaba 13% por encima del valor de octubre de 2001. Por último, el empleo
pleno sin planes superaba al último registro de la Convertibilidad en casi 20%, luego de crecer 30% desde
mayo de 2002 (Gráfico 8).
A continuación se describe con mayor detalle cada una de las fases de evolución del empleo luego del
derrumbe de la Convertibilidad.
Fase I: El colapso de la Convertibilidad
Durante los meses inmediatamente posteriores a la devaluación de la moneda se hicieron visibles las
tensiones económicas y sociales subyacentes acumuladas a lo largo de toda la década pasada. Como
ya fue señalado, la salida de la Convertibilidad se produjo en un contexto social muy complicado,
caracterizado por elevados índices de desocupación y de precariedad laboral. Es así que, como consecuencia de la fuerte acumulación de desequilibrios macroeconómicos y del alto nivel de vulnerabilidad
[23]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
social, el efecto impacto del derrumbe del régimen anterior provocó un agravamiento adicional importante sobre la ya deteriorada situación del mercado de trabajo. El nivel de empleo continuó cayendo a un
ritmo del 8% anualizado entre octubre de 2001 y mayo de 2002, lo que en términos de tasa de empleo
implicó una caída adicional de 1.7 p.p (Gráfico 7).
Si bien la contracción de la primera mitad de 2002 se verificó entre los puestos asalariados registrados
y no asalariados [16], la misma afectó principalmente a los trabajadores de menor nivel de educación y
a aquellos en ocupaciones no cubiertas por la seguridad social. Asimismo, si bien todos los sectores de
actividad experimentaron reducciones en sus planteles, las mismas fueron más intensas en las ramas de
comercio y, fundamentalmente, en la actividad de la construcción. Este último sector, conjuntamente con
las actividades manufactureras y los servicios financieros y a las empresas, habían sido los responsables de
las destrucciones netas de empleo más importantes entre 1998 y el colapso de la Convertibilidad.
Fase II: El proceso de estabilización
Luego del impacto negativo del derrumbe de la Convertibilidad, en el segundo semestre de 2002 se
produjo una reversión en el comportamiento del mercado de trabajo. En particular, entre mayo y el cuarto
trimestre de ese año el empleo experimentó su primera variación positiva, registrando un crecimiento de
8% a partir de la creación de casi 900 mil ocupaciones en el total urbano del país (Cuadro 1). Sin embargo,
todavía la mayor parte de ese aumento obedeció a la creación de puestos de trabajo generados a partir
de la ampliación del Plan Jefes y Jefas de Hogares Desocupados (PJJHD) implementado por el Gobierno
Nacional en respuesta a la crítica situación social imperante en el país. En efecto, los beneficiarios de este
Plan que realizaban una contraprestación laboral representaban casi el 8% del empleo total en el cuarto
trimestre de ese año y explicaron aproximadamente el 75% del aumento en la cantidad adicional neta de
puestos de trabajo desde el mes de mayo. Si se descuenta del empleo total las ocupaciones asociadas a los
planes de empleo, la tasa de ocupación durante ese período hubiera registrado un leve aumento (Gráfico 7).
Fase III: Consolidación del crecimiento
Como consecuencia del quiebre en la tendencia declinante del PIB, entre el cuarto trimestre de 2002 y el
segundo de 2003 la tasa de ocupación neta de planes aumentó 1 p.p., intensificándose la creación de empleo genuino. A lo largo del resto de 2003 y 2004, el empleo continuó con esta tendencia alcista. Entre el
primer trimestre de 2003 y el cuarto de 2004 se registraron 1768 mil nuevos puestos de trabajo (por fuera
del Plan) en forma neta en el total urbano del país.
Como ya fue mencionado, la favorable evolución del empleo estuvo explicada no sólo por las altas tasas
de crecimiento económico sino, también, por la elevada elasticidad empleo-producto que ha venido
experimentando este nuevo modelo (Cuadro 2). La correspondiente de todo el período ha sido de aproximadamente 1 si se incluyen los Planes y de 0.8 si se los excluye.
Estas cifras contrastan fuertemente con las verificadas en la década de los ´90. En el primer período de la
Convertibilidad -mayo de 1991 a mayo de 1994- el nivel de empleo había crecido un 4% al tiempo que
el nivel de actividad agregado lo había hecho en 26%, lo que arroja una elasticidad de sólo 0.15. En el
período 1996-1998 el ritmo de generación de puestos de trabajo se aceleró lo que redundó en una elasticidad de 0.52, todavía claramente inferior a la que se viene registrando en promedio luego del cambio de
régimen de política macroeconómica (Cuadro 2).
En el Gráfico 9 se pueden apreciar las diferencias en la vinculación entre generación de empleo y nivel de
actividad en los dos regímenes macroeconómicos. En el mismo se compara la recuperación del nivel de
empleo y del PIB luego de la crisis del “tequila” con la experimentada a partir de mayo de 2002, para una
misma cantidad de períodos. Mientras que en el primer caso la recuperación del PIB es aproximadamente
9 p.p superior a la del empleo, en el segundo la evolución de ambas variables ha sido similar.
La dinámica del empleo agregado ha sido particularmente positiva en el caso de las actividades industriales.
[24]
[16] La categoría “no asalariados” incluye a los patrones y a los trabajadores cuentapropia.
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
A partir del cuarto trimestre de 2002 el sector manufacturero logró finalmente quebrar la tendencia
decreciente en el nivel de empleo que había experimentado durante toda la década pasada. Como se
observa en el Gráfico 10 [17], el empleo industrial experimentó un fuerte proceso contractivo a lo largo de
los ´90, tanto en la fase expansiva del nivel de producto del sector como en la contractiva. En efecto, la
vinculación entre empleo y nivel de actividad del sector ha mostrado dos ciclos claramente diferenciados.
La reestructuración de los primeros años implicó una significativa contracción del empleo de aproximadamente 17% entre el primer trimestre de 1991 y el cuarto de 1995, a pesar de que la producción industrial
creció 19%. Después de este fuerte proceso de ajuste, en la segunda mitad de la década la evolución del
empleo estuvo más estrechamente ligada al comportamiento cíclico del nivel de actividad del sector.
Luego de un corto período de estabilización y leve crecimiento durante 1996, el empleo experimentó una
segunda fase contractiva que implicó una reducción adicional del orden del 28% entre el primer trimestre
de 1997 y el último de 2001, acompañada de una caída de similar intensidad en el producto industrial. A
lo largo de toda la década de los ´90, el empleo del sector se contrajo en aproximadamente 40%.
[17] Los datos provienen de la Encuesta Industrial Mensual llevada a cabo por el INDEC. La misma tiene cobertura nacional con una
muestra de más de 3000 establecimientos manufactureros de 10 y más ocupados.
[25]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
[26]
El cambio de modelo ha permitido contrarrestar esta muy negativa performance del empleo manufacturero. En particular, éste experimentó una reducción durante los tres primeros trimestres de 2002, para
encarar luego un proceso de crecimiento que se extiende hasta la actualidad. Desde el cuarto trimestre de
2002 hasta igual período de 2004 logró recuperarse casi 20% siendo, en ese momento, 14% superior al
último registro de la Convertibilidad.
De modo de analizar más detalladamente la dinámica del empleo de este sector, el Gráfico 11 muestra
las variaciones trimestrales (en términos desestacionalizados) e interanuales del índice de obreros ocupados. Se puede observar el cambio de signo en las tasas de variación interanual en el primer trimestre de
2003. Asimismo, las mismas han ido acelerándose a lo largo de ese año y de 2004. En particular, entre el
cuarto trimestre de 2003 e igual período de 2004 el empleo se incrementó 9.5%. Es importante notar que
la magnitud de la variación positiva registrada por este índice durante 2004 no tiene antecedentes desde
el inicio de la serie en 1970. [18]
[18] INDEC. Información de prensa. 18 de enero de 2005. http://www.indec.gov.ar
[19] Es importante aclarar que en el segundo trimestre de 2003 no se llevó a cabo el relevamiento en el aglomerado Santa Fe debido
a las inundaciones. Es por ello que en las comparaciones entre ese trimestre e igual período del corriente año es necesario excluir
dicho aglomerado de esta última observación.
[20] Vale recordar que la comparación entre trimestres diferentes del año puede estar afectada por posibles factores estacionales.
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Si bien el empleo industrial ha tenido un muy buen desempeño, el crecimiento de la ocupación agregada
se explica también por la contribución de otras ramas económicas. En particular, a partir de la EPH se
observa que a lo largo de 2003 y 2004 el comercio y la construcción, junto con las actividades industriales, han sido las que mayor contribución han tenido en la generación total del empleo (Cuadro 3). [19] [20]
En conjunto explicaron aproximadamente el 60% del nuevo empleo neto en cada uno de estos trimestres.
La rama Hoteles y Restaurantes también ha venido experimentando elevadas tasas de crecimiento y, en
[27]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
[28]
particular, aportó el 20% de los nuevos puestos de trabajo entre el tercer trimestre de 2003 y el correspondiente a 2004 (Cuadro 3). [21]
Otra dimensión importante para caracterizar la evolución del empleo agregado es la categoría ocupacional, que permite distinguir a los ocupados según sean asalariados registrados en la seguridad social,
asalariados no registrados [22] o no asalariados. Desde 2002, es posible diferenciar dos fases a partir de
la evolución de estos grupos de ocupados. La primera, hasta principios de 2004, se caracterizó por una
importante proporción de nuevos empleos asalariados no registrados en la seguridad social. A partir de
allí comenzó a predominar la generación de empleo cubierto, comúnmente llamado “empleo en blanco”.
Específicamente, entre el primer trimestre de 2003 e igual período de 2004, casi el 43% de los nuevos
puestos generados -excluyendo Planes- eran no registrados, mientras que un 33% correspondió a empleo
cubierto. En ese mismo período, el total de asalariados no registrado había crecido 13.7% frente al 7.7%
de las posiciones cubiertas (Cuadro 4).
[21] Al momento de realización de este documento no se contaba con información referida a la rama de actividad para el cuarto
trimestre de 2004.
[22] Cabe aclarar que empleo no registrado y empleo informal no son sinónimos. El empleo no registrado incluye aquellos
trabajadores a los cuales no se les realizan los aportes jubilatorios. Por su parte, el empleo informal -siguiendo la definición de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT- comprende a los trabajadores por cuenta propia no profesionales, los ocupados en
establecimientos de hasta cinco personas y trabajadores sin salario. Para más detalle, ver Tokman (1999).
Por último, la información referida al tercer y cuarto trimestre de 2004 parece estar confirmando la tendencia hacia un mejoramiento en la calidad del empleo. En efecto, en el último trimestre, del total de
nuevos puestos netos, el 46.4% correspondió a posiciones cubiertas por la seguridad social mientras que
el 44.7% a ocupaciones no registradas. A pesar de esta evolución, todavía en el cuarto trimestre de 2004
el 33% de los trabajadores continuaban siendo asalariados no registrados, representando el 45% del total
de ocupados en relación de dependencia (excluyendo Planes).
La dinámica del empleo registrado ha sido consistente con otras fuentes de información basadas en
registros administrativos. Específicamente, los datos provenientes del Sistema Integrado de Jubilaciones y
Pensiones (SIJyP) dan cuenta de un incremento del 9% en el empleo total y del 11% en el empleo privado
no agrícola, entre el cuarto trimestre de 2004 y el correspondiente a 2003. Luego del derrumbe de la
Convertibilidad el empleo declarado también había experimentado una reducción que se extendió hasta
el tercer trimestre de 2002 y que implicó una caída total del 8%. A partir de allí se inició un ciclo expansivo que ha acumulado un crecimiento del orden del 18% hasta el cuarto trimestre de 2004. Ello permitió
que en esa fecha el empleo declarado total fuera 10% superior al registro del cuarto trimestre de 2001 y
que haya alcanzado el máximo del período de la Convertibilidad (primer trimestre de 2001) en el primer
trimestre del año pasado (Gráfico 12).
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
A diferencia de lo sucedido en los primeros meses de 2004, entre el segundo trimestre de este año e igual
período de 2003, el 55% del total de nuevos puestos de trabajo correspondió a posiciones asalariadas
registradas, mientras que aproximadamente el 48% a empleo precario. No obstante, el crecimiento de este
último grupo siguió siendo superior al del empleo registrado (13% vs 12%) si bien la brecha entre ambas
tasas de crecimiento fue inferior a la registrada entre el primer trimestre de 2004 e igual período de 2003
(14% vs 8%) (Cuadro 4).
Por último, los datos que surgen de la Encuesta de Indicadores Laborales (EIL) [23] confirman el aumento
sostenido del empleo en todas las jurisdicciones relevadas por la misma. Luego de una caída post-devaluación
del 7% entre diciembre de 2001 y septiembre de 2002, el empleo total acumuló un crecimiento del 14%
hasta enero de 2005. Esta evolución ha permitido que en dicho mes el empleo se situara 6% por encima
del último registro de la Convertibilidad (Gráfico 13).
En suma, a lo largo de 2003 y 2004 el empleo genuino ha mostrado un crecimiento significativo y sostenido. Sin embargo, luego de tantos años de persistencia de indicadores laborales desfavorables, la
generación de puestos de trabajo se ha visto caracterizado en parte por no ser capaz de resolver plena[23] La EIL es llevada a cabo por el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social y recoge información sobre el empleo privado
en empresas de más de 10 trabajadores, en cuatro aglomerados: Gran Buenos Aires, Gran Córdoba, Gran Mendoza y Gran Rosario.
Http://www.trabajo.gov.ar.
[29]
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EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
mente los problemas de precariedad -generación de puestos asalariados no registrados- y de inestabilidad
laboral. La precariedad es uno de los rasgos más importantes del fuerte deterioro que ha venido experimentando el mercado de trabajo en nuestro país, fundamentalmente desde la segunda mitad de la década
pasada. Dado que, como se verá más adelante, las ocupaciones precarias obtienen en promedio entre el
40% y 50% de las remuneraciones de los trabajadores registrados, esta dimensión se vuelve relevante
para explicar la desigualdad existente dentro de la fuerza de trabajo y, también, los niveles de pobreza
y de indigencia.
1.2 DESEMPLEO
Dado que el nivel de empleo y el de desempleo no siempre se mueven en direcciones opuestas, la tasa de
desocupación abierta adquiere identidad propia, por lo que es importante analizar su dinámica. Estrictamente, la discrepancia en la evolución de ambas variables es explicada por las variaciones en la Población
Económicamente Activa.
De este modo, el análisis del desempleo requiere considerar no sólo la demanda de empleo sino también la oferta de trabajo. Si bien la función de demanda de empleo se relaciona en forma directa con el
nivel de actividad, la oferta de trabajo está afectada no sólo por variables económicas sino que incluye
consideraciones demográficas, sociales y culturales que la vuelven difícil de modelizar.
Es posible, por ejemplo, que una recuperación económica aumente la demanda de empleo pero estimule
a la vez un aumento de la oferta de trabajo como consecuencia de que muchos individuos inicialmente
inactivos deciden participar de la fuerza de trabajo incentivados por las mayores oportunidades de empleo
(efecto “trabajador alentado”), lo que altera la relación directa entre creación de empleo y caída en la
tasa de desocupación. También puede suceder que, en un contexto de ingresos bajos, las necesidades de
mayores recursos por parte de los hogares impulsen a algunos de sus miembros a buscar empleo (efecto
“trabajador adicional”), aumentando -ceteris paribus- los niveles de desempleo abierto.
Desde mayo de 2002 hasta el cuarto trimestre de 2004, 1.57 millones de personas (cifra expandida al total
urbano del país) lograron escapar de la situación de desempleo, lo que implica una reducción del 47%
respecto del nivel inicial (Cuadro 5). En ese período, la tasa de desocupación se contrajo 11.6 p.p.
pasando de 23.3% al 11.7% en el total urbano del país (Gráfico 14). Por su parte, en los 28 aglomerados
urbanos cubiertos por la EPH se presenta un panorama muy similar. A lo largo de todo este período 1,09
millones de personas dejaron de ser desocupados.
[30]
Esta dinámica del desempleo ha tenido dos determinantes próximos: la instauración del PJJHD -que explica
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
mayormente la reducción experimentada entre mayo y octubre de 2002- y la generación de empleo por
fuera del Plan, factor responsable de la gran contracción posterior. En particular, la fuerte caída en los
niveles de desocupación ocurrida a lo largo de 2003 y 2004 se debió por completo a la creación genuina
de puestos de trabajo en un marco de estabilidad e incluso crecimiento de la fuerza de trabajo.
Esta tendencia fuertemente declinante de la tasa de desempleo se verifica tanto si se incluye en el cálculo a los beneficiarios del PJJHD con contraprestación laboral como si se los excluye. Al respecto, el
INDEC ha venido realizando algunos ejercicios de naturaleza contrafáctica para estimar la tasa de desocupación excluyendo a los beneficiarios de estos Planes bajo dos escenarios diferentes: considerando
como desocupados a aquellos cuya ocupación principal provenía del Plan y además buscaban empleo
-Alternativa A- o como desocupados a todos los ocupados cuya ocupación principal era el Plan -Alternativa
B- Bajo cada una de estas hipótesis, la tasa de desocupación correspondiente a los 28 aglomerados urbanos
hubiera sido en el cuarto trimestre de 2004 de 14.5% y 16.2%, respectivamente, en vez de 12.1% (Gráfico
15). [24]
[24] Vale la pena aclarar que éstos son sólo ejercicios hipotéticos y de carácter contrafáctico bajo ciertos supuestos respecto de la
tasa de actividad y de empleo que tendrían los ocupados del PJJHD en ausencia de este beneficio.
[31]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
A pesar de la evolución favorable, los niveles de desempleo continúan siendo elevados. No obstante, la
reducción que ha experimentado esta variable durante 2003 y 2004 ha permitido retrotraer los niveles a
mayo de 1993, si se incluyen los Planes.
En suma, la evolución del empleo y el desempleo desde mediados de 2002 hasta la fecha parece mostrar
que el cambio de tendencia es irreversible aunque el proceso de reducción de la desocupación requiere
de esfuerzo debido a los elevados niveles de los cuales se partió.
1.3 INGRESOS LABORALES Y SU DISTRIBUCION
[32]
Situaciones de fuerte crecimiento en la generación de puestos de trabajo suelen ir asociadas a procesos
de recomposición salarial, más aún cuando se parte de bajos niveles de remuneraciones reales. Es por
ello que, conjuntamente con el análisis del empleo agregado y su composición, es importante estudiar el
comportamiento de los ingresos laborales de modo de tener elementos para evaluar, luego, la dinámica de
los ingresos de los hogares y, por ende, de la pobreza y la indigencia.
Durante 2002, el incremento de los precios luego de la depreciación del peso produjo una caída importante en las remuneraciones reales. Entre octubre de 2001 e igual mes de 2002 el poder adquisitivo de
los salarios se contrajo aproximadamente 30% en los 28 aglomerados urbanos, si bien poco más de dos
tercios de la caída se verificó en el semestre inmediato posterior al derrumbe de la Convertibilidad. Luego
de esta fuerte reducción, desde octubre de 2002 los salarios comenzaron a crecer en términos nominales a
un ritmo similar al de los precios por lo que el registro de mayo de 2003 fue similar al de octubre de 2002
(Gráfico 16). [25]
A partir de 2003 [26], el mayor dinamismo de la demanda de trabajo y la estabilidad de precios han
permitido incrementar los ingresos reales de la población ocupada luego del extenso período de caída
sistemática. Entre el primer trimestre de 2003 y el correspondiente a 2004, los salarios reales crecieron
13%, excluyendo del cálculo a los beneficiaros de Planes. Por su parte, entre el segundo trimestre de 2003
e igual período de 2004, los mismos experimentaron un alza del orden del 8% (Cuadro 6). Finalmente,
entre el tercer trimestre de cada año el incremento fue de 3.3% mientras que en el caso del cuarto trimestre
el aumento fue de 4.4%.
A lo largo de este período los ingresos reales medios de los ocupados aumentaron casi 12%. Esta tendencia
positiva se verificó en todos los grupos de ocupados, pero con diferente intensidad. Específicamente, los
asalariados no registrados del sector privado experimentaron un incremento del orden del 23% mientras
que en el caso de los registrados fue de 11%.
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
En línea con la evolución del empleo, los salarios reales tuvieron una primera fase de caída luego de la
depreciación de la moneda, una segunda de estabilización y una tercera de recuperación desde comienzos de 2003.
Por lo tanto, si bien la mejora salarial se ha venido verificando tanto en asalariados registrados como en no
registrados, ha sido mayor en éstos últimos. A pesar de la reducción en la brecha de ingresos que ello implica, continúa verificándose un diferencial muy significativo entre las remuneraciones según la categoría
ocupacional: las correspondientes a los asalariados del sector privado en puestos precarios representan
aproximadamente el 46% de los obtenidos por los asalariados registrados. En este sentido, se observa un
mercado de trabajo que continúa siendo segmentado, lo cual explica en buena medida la inequidad existente dentro de la población trabajadora.
[25] Los ingresos no incluyen aguinaldo.
[26] Los datos de ingresos correspondientes a la Encuesta Continua son de carácter provisorio y no han sido corregidos por no
respuesta debido a no contar con el ponderador de ingresos correspondiente en cada trimestre. Por lo tanto, estos datos podrían sufrir
modificaciones.
[33]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
[34]
En relación específicamente a los asalariados registrados del sector privado no agrícola, la información
que surge del Sistema Integrado de Jubilaciones y Pensiones da cuenta de una tendencia creciente en
sus remuneraciones reales desde el cuarto trimestre de 2002, luego de alcanzar los valores mínimos
post-devaluación en el tercer trimestre de ese año. Desde esa fecha hasta el cuarto trimestre de 2004 los
ingresos de este grupo habían crecido 15%. En este trimestre las remuneraciones medias se ubicaban 12%
por debajo del registro del cuarto trimestre de 2001 (Gráfico 17).
Dado que el modelo vigente ha permitido una importante recuperación de la industria, resulta interesante
estudiar el comportamiento de las remuneraciones reales de los trabajadores registrados en ese sector de
la economía. Tal como puede observarse en el Gráfico 18, los mismos venían cayendo persistentemente
desde 1994 siendo en el cuarto trimestre de 2001 aproximadamente 13% inferiores al del segundo trimestre de aquel año -máximo de toda la serie-. Como consecuencia del derrumbe de la Convertibilidad,
estos ingresos sufrieron una reducción adicional del orden del 21%, entre el cuarto trimestre de 2001 y el
tercero de 2002.
La recuperación de los salarios reales medios ha estado acompañada de un proceso de mejora en la
distribución de los mismos que contrasta con la tendencia hacia la concentración verificada en la década
anterior.
Tal como fue analizado en el Capítulo 1, durante los años ´90 la relación entre crecimiento y equidad estuvo truncada. En efecto, la distribución del ingreso empeoró de manera sistemática, con y sin crecimiento
económico. En este sentido, el decenio anterior marcó un nuevo salto hacia la inequidad que se montó
por sobre una tendencia creciente iniciada a mediados de los ´70. [28] [29] Esto sugiere que la distribución
del ingreso depende no sólo de la tasa de crecimiento de la economía sino también, y fundamentalmente,
del patrón de crecimiento que caracterice a la misma.
Contrastando con esta experiencia, el cambio acaecido en el régimen macro imperante ha logrado tener
efectos benéficos en términos distributivos. En efecto, si bien la inequidad continúa siendo elevada, la
misma ha venido disminuyendo desde 2003.
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Sin embargo, desde fines de aquel año este indicador ha registrado incrementos de manera sostenida
logrando recuperarse completamente de aquella caída en el cuarto trimestre de 2003. En particular, en el
último trimestre de 2004 los ingresos reales superaban en 11% el último registro de la Convertibilidad y
eran sólo 3% inferior al máximo de toda la serie. [27]
La fuerte reducción de las remuneraciones reales de los trabajadores luego de la caída del régimen de
tipo de cambio fijo fue generalizada. Ello se tradujo en que el índice de Gini de los ingresos laborales [30]
permaneció prácticamente sin cambios entre octubre de 2001 y mayo de 2002. Luego de un aumento de
la desigualdad entre mayo y octubre de ese año, se registró una reversión en la tendencia hacia la mayor
concentración de los ingresos laborales (Gráfico 19). [31]
[27] El Indice de Salarios que publica mensualmente el INDEC es otra fuente de información sobre la evolución de los salarios
de la economía. Sin embargo, el mismo considera al salario como un precio de un determinado puesto de trabajo por lo cual no
toman en cuenta las variaciones correspondientes a cualquier concepto relacionado con el desempeño o características de individuos
concretos. Asimismo, la estructura de ponderaciones se mantiene inalterada por lo cual no se consideran las modificaciones en la
composición del empleo. Estas características del índice hacen que el mismo presente discrepancias en su evolución en relación a
las otras fuentes utilizadas.
[28] En particular, el Indice de Gini de los ocupados en 1974 en GBA era de 0.373 mientras que a comienzos de los ´90 era de 0.424.
[29] Altimir y Beccaria (1999).
[30] Los ingresos no incluyen aguinaldo.
[31] Es importante tener en cuenta que la EPH Continua ha logrado mejorar la captación de las actividades precarias y marginales, las
cuales generan ingresos inferiores al del promedio de los ocupados. Este es uno de los factores que explicó que el dato del segundo
trimestre de 2003 de la encuesta Continua sea superior al correspondiente a mayo de 2003 de la encuesta Puntual.
[35]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Otra manera ilustrativa de analizar las diferencias en la evolución de los ingresos laborales entre distintos
períodos es comparando las variaciones en los ingresos reales de cada uno de los deciles. El Gráfico 20
muestra precisamente esta dinámica para tres períodos de tiempo diferentes.
El proceso de empeoramiento del mercado de trabajo en la fase final de la Convertibilidad determinó una
caída en las remuneraciones reales que fue soportada principalmente por los deciles de menores ingresos.
Ello se refleja en el gráfico a partir de la pendiente positiva de la curva correspondiente a ese período.
Durante el año siguiente a la devaluación de la moneda, la reducción del poder adquisitivo de los salarios
se extendió al conjunto de los trabajadores por lo que su perfil fue comparativamente menos desigualador.
Finalmente, durante el período 2003-2004 [32] la curva se encuentra totalmente por encima del eje de las
abscisas indicando que todos los deciles han tenido una variación positiva en sus ingresos reales. Asimismo, las mayores tasas de aumento las experimentaron los deciles más pobres, fenómeno que es consistente
con la caída en la desigualdad.
[36]
[32] Vale recordar que los ingresos no incluyen la corrección por no respuesta.
Un elemento que ha sido importante en el proceso de mejora distributiva, especialmente entre los trabajadores registrados, ha sido la política de ingresos llevada a cabo por el Estado Nacional desde mediados
de 2002 (Ver Apartado 2). En particular, los incrementos del salario mínimo impactan directamente sobre
las remuneraciones más bajas y, por lo tanto, reducen la inequidad entre los trabajadores. Lo mismo sucede con las asignaciones de suma fija que repercuten con mayor intensidad en los menores ingresos. Sin
embargo, en el cuarto trimestre de 2004 aproximadamente el 70% del total de los trabajadores no registrados se ubicaban por debajo del valor establecido por este concepto. Estas valores se reducen al 54%
cuando se considera sólo a los ocupados plenos. Esta disminución se debe a que una parte importante de
este grupo trabaja menos de 35 horas semanales.
Estas cifras muestran que la condición de registración es una variable crucial para explicar el diferencial de
salarios entre los trabajadores. No obstante, otras características laborales y personales también aparecen
como importantes: nivel de educación del ocupado, región geográfica a la cual pertenece, rama de actividad, género y edad (ver Apartado 1).
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Como ya ha sido mencionado, una de las fuentes que explican la discrepancia de ingresos dentro del
conjunto de los asalariados es la condición de registración, esto es, si el trabajador se encuentra o no
cubierto por la seguridad social. En el cuarto trimestre de 2004, el 18% de los asalariados no registrados
se encontraban en el primer tramo de ingresos nominales -hasta $150- mientras que menos del 1% de
los registrados recibían salarios inferiores a esta cifra. Por el contrario, en la franja de ingresos más altos
(superiores a $1000) se ubicaba el 29% de estos últimos y sólo el 6% de los no cubiertos por la seguridad
social (Gráfico 21).
A modo de conclusión, los resultados en materia de ingresos laborales que ha dejado la etapa iniciada
en 2002 son los siguientes. En primer lugar, la dinámica de los salarios se ha mostrado claramente procíclica. El aumento de la demanda de empleo, consecuencia del mayor nivel de actividad, trajo no sólo
ajustes “por cantidades” sino además alzas salariales.
Segundo, si bien la contracción de las remuneraciones reales operada desde 1998 fue muy importante,
la recuperación de los mismos se ha mostrado paulatina. La fragmentación dentro del conjunto de los
ocupados y los altos índices de desempleo de los cuales se partió hacen que dicha recuperación deba
continuar para restablecer plenamente el poder adquisitivo del salario.
Respecto de la distribución de las remuneraciones, a partir de 2003 se ha observado un proceso de
reducción de la desigualdad de las mismas. Las políticas de ingresos del Gobierno Nacional (Apartado
2) contribuyeron en este sentido, por cuanto acrecentaron proporcionalmente más los ingresos de las
capas más pobres. En relación a estas políticas, es interesante observar que la intervención pública no ha
obstruido en lo esencial el funcionamiento del mercado de trabajo. Por el contrario, la acción del
Gobierno ha permitido aceitar los mecanismos de ajustes salariales ocurridos.
[37]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
[38]
APARTADO 1
FUNCION MINCERIANA DE INGRESOS
Con el objetivo de estudiar los atributos personales y laborales que determinan los diferenciales
existentes en las remuneraciones de los trabajadores, se estimó una función minceriana de ingresos
para los ocupados plenos en relación de dependencia perteneciente al sector privado (tanto registrados como no registrados). La variable dependiente es el logaritmo del ingreso de la ocupación
principal. Las variables explicativas son: región, condición de registración, nivel educativo, rama de
actividad, género, edad y edad al cuadrado. [33] El grupo de control lo constituyen los asalariados
registrados en la industria manufacturera, hombres, residentes en el Gran Buenos Aires y con educación primaria completa. Para la estimación de la ecuación se construyó un pool con las bases de
microdatos desde el primer trimestre de 2003 hasta el segundo trimestre de 2004. Los resultados se
presentan a continuación:
[33] La regresión se realizó controlando por sesgo de selección muestral.
Por su parte, las variables regionales muestran que los ingresos del interior del país son inferiores a
los obtenidos en GBA con la única excepción dada por la región patagónica. Las mujeres reciben,
en promedio, 11% menos que los hombres, a igualdad del resto de los atributos. Por último, todas
las ramas de actividad perciben ingresos inferiores a la industria, salvo en el caso de los servicios
financieros y transporte.
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Dadas otras características de los trabajadores, los asalariados no registrados perciben un ingreso
que es 46% menor al de los registrados, confirmando estadísticamente lo dicho previamente.
Asimismo, los retornos de la educación explican la existencia de diferenciales importantes dentro
de la fuerza de trabajo. Las remuneraciones de aquellos que no completaron su educación primaria
son un 16% inferiores a la del grupo de control. Haber completado la educación secundaria permite
acceder a ingresos 25% superiores a la del promedio de los que sólo poseen primaria completa y
esa brecha se incrementa a 75% para quienes cuentan con formación terciaria/universitaria.
[39]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
[2] INGRESOS Y POBREZA EN LOS HOGARES
2.1 INGRESOS FAMILIARES Y SU DISTRIBUCION [34]
Los ingresos que se obtienen en el mercado de trabajo revisten gran importancia en la generación y distribución de los recursos monetarios con los que cuentan los hogares. Así, el comportamiento del empleo y
de las remuneraciones analizado anteriormente ha impactado fuertemente en la evolución de los ingresos
familiares. Específicamente, la caída de los salarios reales y del empleo entre octubre de 2001 y de 2002
provocaron una importante reducción de los ingresos totales de los hogares, del orden del 30%, aún si
se incluye la percepción de los Planes de Empleo (Gráfico 22). Por el contrario, en los últimos meses de
2002 y principios de 2003 se observó una leve mejora de los mismos explicada, fundamentalmente, por el
incremento de la ocupación en tanto las remuneraciones reales se mantuvieron prácticamente constantes.
A lo largo de 2003 y 2004 las familias continuaron incrementando sus ingresos totales como consecuencia
del mayor acceso a nuevos puestos de trabajo y del incremento de los salarios. [35]
Como ya se mencionó, un factor relevante de la recomposición salarial y en la mejora de los ingresos
familiares ha sido el conjunto de políticas de ingreso implementadas por el Gobierno Nacional desde
2002. El Apartado 2 resume las medidas más importantes.
Paralelamente al crecimiento de los ingresos familiares medios, la distribución de los mismos se ha ido
modificando. Contrariamente a lo sucedido en la población trabajadora, entre octubre de 2001 y mayo
de 2002 la desigualdad de estos ingresos aumentó básicamente como consecuencia del crecimiento del
desempleo. En esos meses la relación entre el ingreso familiar medio de los extremos de la distribución
quintílica pasó de 9 a 12 veces. El Indice de Gini también registró dicho empeoramiento (Gráfico 23).
Por su parte, el PJJHD implicó una reducción de la inequidad entre los hogares puesto que incrementó los
ingresos de las familias más pobres. A lo largo de 2003 y 2004 esta tendencia continuó como consecuencia,
fundamentalmente, de la mejora en las condiciones del mercado de trabajo. Mientras que en el primer
trimestre de 2003 la relación de ingresos medios entre el décimo y el primer decil era de casi 44 veces, la
misma se redujo a 29 veces en el cuarto trimestre de 2004. En este mismo período, la dispersión existente
entre los extremos de la relación quintílica disminuyó de 17 a 12 veces (Gráfico 24).
[40]
[34] Es importante aclarar que en los cálculos de ingresos y desigualdad familiar se incluyen a los hogares que declaran no tener
ingresos en el período de referencia.
[35] Al igual que en el caso de los ingresos laborales, los correspondientes a los hogares no incluyen la corrección por no respuesta.
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No obstante esta dinámica, la concentración del ingreso familiar continúa siendo elevada. En el tercer
trimestre de 2004, el 20% de hogares más pobres recibía el 4% del ingreso total, mientras que el quinto
quintil captaba el 50% del mismo (Cuadro 8). En el primer trimestre de 2003, dichas proporciones eran de
3.2% y de 53%, respectivamente.
[41]
[42]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Desde principios de 2002, el Gobierno Nacional implementó un conjunto de medidas que permitieron una recuperación de los ingresos, en particular de las capas más pobres de la población. En
lo que sigue se describen las políticas llevadas a cabo.
Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados (PJJHD)
A través del Dec. 565/2002 se fijó un monto de $150 a partir de mayo 2002. El PJJHD absorbió,
durante el año 2002, los montos del presupuesto asignados a planes de empleo nacionales.
El mismo estuvo “Destinado a jefes/as de hogar con hijos de hasta DIECIOCHO (18) años de edad,
o discapacitados de cualquier edad, y a hogares en los que la jefa de hogar o la cónyuge, concubina
o cohabitante del jefe de hogar se hallare en estado de gravidez, todos ellos desocupados y que
residan en forma permanente en el país.”…”Podrá hacerse extensivo a desocupados jóvenes y a
mayores de SESENTA (60) años que no hubieran accedido a una prestación previsional.”
En los primeros tres meses de implementación, el promedio de beneficios otorgados fue de 1.370.000.
En el siguiente gráfico se puede observar la evolución de beneficiarios a partir de agosto del 2002.
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APARTADO 2
POLITICA DE INGRESOS DEL GOBIERNO NACIONAL
Jubilaciones y pensiones
Las jubilaciones y pensiones mínimas experimentaron los siguientes ajustes:
[43]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Salario mínimo, vital y móvil
Luego de haber permanecido constante desde 1993 en un valor de $200, el salario mínimo fue
sucesivamente ajustado al alza según el siguiente esquema:
Sumas fijas a trabajadores del sector privado
Desde julio de 2003, y a partir del Decreto 392/2003, se incrementaron los salarios básicos de
convenio a razón de $28 por mes, con carácter remunerativo y permanente, durante ocho meses.
Esto implica que hacia febrero de 2004 estos salarios experimentaron un incremento total de $224.
Cada incremento mensual de $28 fue deducido del monto total de la asignación fijada por los Decretos Nº 2641/02 y Nº 905/03, hasta su extinción. El importe remanente de dicha asignación se
continúa pagando, conservando por el momento su carácter no remunerativo.
El Decreto 1347/03 estableció con carácter permanente una asignación no remunerativa de $50
mensuales para los asalariados privados comprendidos en el régimen de negociación colectiva.
A partir de enero de 2005, el Decreto 2005/04 otorga una asignación no remunerativa adicional de
$100 para todos los trabajadores del sector privado. Además, se dispone que a partir del 1˚ de abril
de 2005 la suma establecida por el Decreto 1347/03, tendrá carácter remunerativo y ascenderá a
un total de $60, debiendo ser incorporada a las remuneraciones de los trabajadores vigentes al 31
de marzo de 2005.
Sumas fijas trabajadores de la Administración Pública Nacional
[44]
A través del Decreto 682/2004 se fijó una suma no remunerativa a los agentes de APN de $150 para
los salarios brutos de hasta $850. A partir de este último monto, la suma fija es igual a la diferencia
entre $1.000 y el salario bruto percibido.
Reducción de aportes personales
Asignaciones familiares
A través del Decreto 1691/2004 que rige desde octubre de 2004, se incrementaron en un 50%
el monto de las asignaciones por hijo, prenatal y por hijo con discapacidad y se modificó el tope
máximo que permite la percepción del beneficio.
Sumas otorgadas por única vez
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A partir de enero de 2005, el Decreto 1993/04 otorgó al personal en relación de dependencia
que perciba en términos brutos hasta $1.250 una suma no remunerativa ni bonificable de $100
mensuales.
[45]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
2.2 POBREZA E INDIGENCIA
El crecimiento económico suele tener como efecto una reducción en los niveles de pobreza. Sin embargo,
los incrementos en los ingresos medios reales darán lugar a una declinación en la proporción de la
población ubicada por debajo de la línea de pobreza sólo si esos efectos no son compensados por una
mayor inequidad distributiva.
Como resultado del favorable desempeño del mercado de trabajo y de la relativa estabilidad de precios,
a partir de 2003 comenzó a verificarse una tendencia decreciente en el nivel de pobreza y en el de
indigencia, medidas ambas según el enfoque de los ingresos. En particular, el porcentaje de individuos
residentes en los 28 aglomerados urbanos pertenecientes a hogares pobres se redujo en 13.8 p.p -de 54%
a 40.2%- entre el primer semestre de 2003 y el segundo de 2004 mientras que en el caso de los individuos
indigentes la caída fue de 12.7 p.p. -de 27.7% a 15%- (Gráfico 25).
En el segundo semestre de 2004 se encontraban en situación de pobreza 2,09 millones de hogares y 9,39
millones de personas en el total de los aglomerados urbanos. Asimismo, dentro de estos grupos, 751 mil
hogares y 3,51 millones de personas eran indigentes. Las cifras expandidas al total urbano del país dan
cuenta de un total de 5,25 millones de personas en situación de indigencia y 13,99 millones en situación
de pobreza. Con respecto al primer semestre de 2003, ello implicó una reducción de 4,13 millones de
individuos indigentes -equivalente al 44% del nivel inicial- y de 4,21 pobres -23% menos-.
El grave empeoramiento de la situación social a partir del colapso de la Convertibilidad se explica no sólo
por la magnitud del shock -medido en términos de caída de las remuneraciones reales y del empleo-, sino
también, por la situación de extrema vulnerabilidad social previa al cambio de régimen. La misma estaba
caracterizada por bajos ingresos, alto nivel de desempleo y una estructura distributiva muy desigual, con
una cantidad importante de población pobre o muy cercana a la línea de pobreza.
[46]
En octubre de 2001, aproximadamente el 38% de los individuos vivían en hogares con ingresos inferiores
al valor de la canasta básica y 14% se encontraban en una situación de indigencia. El incremento en la
pobreza de los primeros meses que siguieron a la salida de la Convertibilidad (octubre de 2001- mayo de
2002) estuvo explicado fundamentalmente por la pérdida de poder adquisitivo de la población originada
tanto en la inflación que siguió a la devaluación de la moneda como en la caída en los ingresos nominales.
El Gráfico 26 muestra los cambios operados en la distribución del ingreso familiar durante ese período
conjuntamente con la línea de pobreza. Se observa el desplazamiento de la misma hacia la derecha,
implicando ésto un aumento importante en el porcentaje de hogares cuyos ingresos resultan inferiores a
su valor.
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Durante los siguientes meses de 2002 la pobreza continuó creciendo pero a una tasa menor que la
registrada en el semestre anterior. La estabilización de los precios en esta etapa provocó una menor
pérdida en la capacidad adquisitiva de la población, que fue acompañada por un leve incremento en las
remuneraciones nominales.
Un paliativo importante para los sectores de menores ingresos fue el PJJHD que generó empleos y/o ingresos
para una gran cantidad de miembros de hogares de bajos recursos. Sin embargo, la amplitud de las brechas de
pobreza e indigencia [36] hizo que los recursos adicionales que las familias obtuvieron por esta vía no pudieran
alterar significativamente la incidencia de la pobreza, si bien el efecto sobre la indigencia fue mayor. Estimaciones del INDEC excluyendo del cálculo a los ingresos provenientes de estos Planes muestran, por ejemplo, que
en octubre de 2002 el porcentaje de personas pobres del aglomerado Gran Buenos Aires hubiera sido 54.7%
en vez de 54.3%, mientras que en el caso de la indigencia el índice hubiera sido 27% en vez de 24.7%.
[36] Medida como la distancia entre la línea de pobreza e indigencia y los ingresos medios de la población pobre e indigente,
respectivamente.
[47]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Luego del nivel máximo de octubre de 2002, desde comienzos de 2003 los índices de pobreza y de
indigencia han logrado revertir esta tendencia creciente. Entre el primer y segundo semestre de ese año
la pobreza en hogares disminuyó 6.2 p.p -de 42.7% a 36.5%- mientras que en el caso de los indigentes la
caída fue de 5.3 p.p. -de 20.4% a 15.1%-. Adicionalmente, en el primer semestre de 2004 la incidencia
de la pobreza y la indigencia en hogares se redujo 3 p.p mientras que entre los individuos la caída fue de
3.5 p.p..
Como fue mencionado, las variaciones en los niveles de pobreza se explican por modificaciones en los
ingresos medios y/o por cambios distributivos. Es por ello que aquellas pueden ser descompuestas en el
“efecto crecimiento” y el “efecto distribución”. El primero de ellos se define como el cambio en la pobreza
debido a variaciones en el ingreso medio real total del hogar [37], manteniendo constante la distribución correspondiente al momento inicial. El “efecto distribución” cuantifica las variaciones de la pobreza
originadas en cambios distributivos, con un ingreso medio constante. A su vez, el “efecto crecimiento”
puede ser descompuesto en el “efecto inflación” y en el “efecto ingreso nominal”. El primero de ellos
indica cuanto hubiera sido la variación en el nivel de pobreza con ingresos nominales y distribución
constantes. El segundo cuantifica el impacto de los cambios en los ingresos corrientes bajo el supuesto de
estabilidad de los precios y del grado de concentración de aquellos. [38]
Dada la fuerte reducción en los índices de pobreza operada desde principios de 2003, es útil analizar esta
descomposición de modo de estimar la importancia de cada uno de estos efectos. Los resultados indican
que la disminución registrada entre el primer trimestre de 2004 y el correspondiente a 2003 se explicó,
en su mayor parte -70%- por el aumento del poder adquisitivo de los ingresos totales familiares (“efecto
crecimiento”) y, en menor medida, -23%- por la reducción de la inequidad. A su vez, dentro del “efecto
crecimiento” predominó el aumento de los ingresos nominales por sobre la caída en el costo de la canasta
básica total (Cuadro 9). Sin embargo, en los trimestres siguientes el incremento de estos precios redujo el
efecto positivo del alza de los ingresos nominales sobre la reducción de la pobreza con lo cual el “efecto
crecimiento” tuvo una ponderación inferior a la registrada con anterioridad. Por este motivo, sumado al
aumento efectivamente verificado en la equidad, el “efecto distribución” contribuyó más que antes a la
caída de la pobreza.
A fin de poder contrastar los determinantes próximos de la pobreza en el nuevo modelo respecto de los
´90, el Cuadro 10 muestra la misma descomposición para diferentes subperíodos de dicha década, y para
el año 2002.
Puede observarse que la caída en la pobreza entre 1991 y 1994 se explica casi completamente por el
aumento del ingreso real medio. En este período se produjo una leve mejora en la distribución, por lo
que su contribución a la declinación de la pobreza fue considerablemente menor que la del “efecto
crecimiento”. Por el contrario, en el período que se extiende entre 1994 y 2000 ambos efectos contribuyeron
al incremento del índice de pobreza, mostrando el “efecto distribución” una magnitud que duplica a la
registrada por las variaciones en el ingreso medio.
Durante el último año de la Convertibilidad la pobreza aumentó 4.7 p.p. debido, en primer lugar, a la
[48]
[37] Este efecto incorpora tanto las variaciones en el nivel de empleo como en los ingresos de cada uno de los perceptores del hogar.
[38] Para mayor detalle de la metodología aplicada, véase en el Anexo Metodológico, Sección III.
Por último, el fuerte incremento en la pobreza verificado entre octubre de 2001 y mayo de 2002 estuvo
explicado fundamentalmente por la pérdida de poder adquisitivo de la población originada en la inflación
que siguió a la devaluación de la moneda, y en menor medida, por el aumento de la desigualdad. Durante
2002 la pobreza continuó creciendo, aunque a una tasa más baja que la registrada en el semestre anterior.
La relativa estabilidad de precios en esta etapa provocó una menor pérdida en la capacidad adquisitiva de
la población que fue acompañada por un leve incremento en las remuneraciones nominales.
Del análisis conjunto de la serie surgen al menos tres conclusiones importantes. La primera de ellas es
el fuerte impacto que las variaciones en el nivel de precios tienen sobre los índices de pobreza de la población. Segundo, si bien la estabilidad de precios es una condición necesaria para disminuir los niveles
de pobreza, no es una condición suficiente. El período de Convertibilidad estuvo caracterizado por bajos
niveles de inflación e inclusive por episodios de deflación que, más allá del efecto positivo de los primeros
años, no lograron impedir el continuo ascenso de la pobreza. Tercero, al observar las dos hiperinflaciones
de 1989 y 1990 se verifica que éstas tuvieron un impacto más limitado sobre la pobreza que el que se
observó durante el episodio inflacionario de 2002. Ello se explica por la situación de mayor vulnerabilidad
social que prevalecía al momento de la devaluación, lo que derivó en una fuerte caída de la capacidad
de negociación de los salarios por parte de los trabajadores. Una proxy que muestra esta mayor fragilidad
negociadora es la diferencia en las tasas de desocupación de fines de la Convertibilidad (18%) y de fines
de los ´80 (7% u 8%).
Para entender en detalle los alcances de la pobreza y la indigencia en Argentina, puede ser útil examinar
las relaciones existentes entre estos fenómenos y diversas características socioeconómicas de la población.
A partir del Cuadro 11 se verifica que los hogares pobres tienen más miembros, en promedio, que aquellos
que se ubican por encima de la línea de pobreza (4.5 vs. 2.8). Esta es la razón por la cual la incidencia
de la pobreza y de la indigencia son sistemáticamente más elevadas entre los individuos que entre los
hogares. Asimismo, dentro del primer grupo se observa una mayor presencia de menores de 10 y 14 años
de edad, lo cual implica, ceteris paribus, una tasa de inactividad más alta y, por lo tanto, la existencia de
un menor número de fuentes de ingreso. Ello se refleja en el diferencial de perceptores de ingresos por
hogar: mientras que en los hogares pobres hay casi 3 personas por perceptor, dicha cifra se reduce a la
mitad en el resto de los hogares.
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
caída en los ingresos reales y, en menor proporción, al incremento en la desigualdad. Es importante destacar que esta erosión del poder adquisitivo se verificó bajo un contexto de caída de precios.
[49]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Asimismo, adicional a este diferencial, la brecha de ingresos entre hogares se explica también por la
existente entre los ingresos de los trabajadores. En efecto, las remuneraciones de los miembros ocupados
pertenecientes a hogares no pobres son tres veces mayores a la de los hogares pobres. Similar diferencia
se verifica en el ingreso total familiar de cada uno de estos grupos. Sin embargo, esa discrepancia es aún
mayor (6 veces) si se considera el ingreso per cápita y el ingreso por adulto equivalente, puesto que el
menor ingreso total que obtienen los hogares pobres debe distribuirse entre un número mayor de integrantes. Por último, se observa que aproximadamente el 81% de los planes se encuentran distribuidos entre
hogares pobres.
Otra forma de caracterizar la pobreza consiste en describir el perfil del trabajador jefe de familia según el
tipo de hogar al cual pertenece. El Cuadro 12 muestra que, excluyendo los planes, el porcentaje de ocupados entre los jefes pertenecientes a hogares pobres (71.3%) es 15 p.p inferior a la de los jefes de hogares no
pobres. Esta brecha disminuye cuando se incluyen los planes lo cual se explica por el aumento del empleo
que este programa implicó para un conjunto importante de miembros de hogares de bajos recursos. No
obstante, el desempleo tiene, en ambos casos, una incidencia sobre los hogares pobres que es el triple a
la correspondiente a los no pobres -12/14% versus 4%-.
Al considerar los niveles de educación, se constata que el 21% de los jefes de hogares pobres tienen
secundario y más. Ese porcentaje asciende a casi 60% para el promedio de los restantes hogares.
Asimismo, aproximadamente un 20% de jefes del primer grupo no completó siquiera la educación
primaria, cifra que se compara con el 6% de los restantes hogares.
Respecto a los jefes ocupados, también existe una fuerte discrepancia en términos de la categoría ocupacional. El empleo precario tiene una significativa incidencia entre los hogares pobres, aún si se excluyen
del cálculo a los Planes: aproximadamente el 35% de los jefes ocupados se desempeña en posiciones
asalariadas no cubiertas por la seguridad social (incluyendo al servicio doméstico), mientras que dicha
cifra se reduce al 17% en el resto de las familias. Por el contrario, este último grupo registra un 59% de
jefes asalariados en puestos cubiertos frente al 33% en los hogares pobres. Este fenómeno indica que la
pobreza no está asociada únicamente a episodios de desempleo sino, también, a la calidad de los puestos
en los que logran insertarse los miembros de hogares de cada grupo.
Por último, la rama de actividad a la que pertenece el jefe de hogar también se distribuye diferencialmente
entre estos dos conjuntos de hogar, con la única excepción de las actividades industriales. La construcción,
comercio y los servicios personales tienen una mayor concentración en los hogares pobres; lo contrario se
verifica con los servicios financieros y a las empresas, y con los servicios sociales.
[50]
EL NUEVO ENTORNO MACROECONOMICO: REVIRTIENDO LAS TENDENCIAS DE LOS INDICADORES SOCIALES
Los indicadores de ingresos, pobreza e indigencia en los hogares que hemos analizado revelan que el país
continúa atravesando una situación social que requiere mejoras constantes a pesar del buen comportamiento del mercado laboral. No obstante la permanencia durante largos períodos de condiciones de
marginación y vulnerabilidad social extrema, las políticas macroeconómicas sustentables y las políticas
sociales implementadas han tenido un impacto importante, aunque no totalmente suficiente como para
revertir completamente el panorama de privación social que aún afecta a un conjunto importante de la
población.
[51]
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